05 junio 2007

Un séptimo día que no tiene final

El desgaste de la ocupación transformó a la sociedad israelí e hizo más violento el país

La guerra de 1967 sigue marcando el pulso entre los países árabes y Occidente
HENRIQUE CYMERMAN - Corresponsal JERUSALÉN - 04/06/2007


La madrugada de mañana martes se cumplen 40 años del inicio de la guerra de los Seis Días entre Israel y los países árabes, que cambió la situación geopolítica mundial y cuyas consecuencias siguen vivas. Un conflicto latente que ha degenerado en una guerra entre religiones y en fuente de tensiones entre Occidente y el islam.

EUFORIA Y HUMILLACIÓN

La victoria 'endiosó' a Israel y humilló al mundo árabe profundamente
- Algunos consideran la guerra de los Seis Días - que estalló el 5 de junio de 1967- como una pírrica victoria militar israelí, en la que el Estado judío se convirtió de la noche a la mañana en una nación ocupante. Otros opinan que la fulminante conquista de Gaza y el Sinaí (a Egipto), Cisjordania y Jerusalén Este (a Jordania) y los altos del Golán (a Siria) son el seguro de vida para lograr el reconocimiento de todo el mundo árabe. La fórmula tierra a cambio de paz.

Tres semanas antes de la guerra, un catedrático de la Universidad Hebrea de Jerusalén - que prefiere mantener el anonimato- fue movilizado por la reserva militar. Antes de partir hacia su base en el sur, entregó a su esposa, Geula, bibliotecaria, una píldora de cianuro. No hacía falta que le explicara el motivo: muchos israelíes hicieron lo mismo en el periodo de espera de tres semanas, a partir del 15 de mayo. Temían un segundo holocausto, con la conquista del Estado judío por las tropas de Egipto, Jordania y Siria. Mientras se construían en todo el país (nacido tan sólo 19 años antes) enormes cementerios, se hablaba de la "caída del tercer templo".

El presidente egipcio Gamal Naser introdujo su ejército en la península del Sinaí, expulsó a la fuerza de paz de la ONU y bloqueó el tráfico marítimo israelí por el canal de Suez. El ejército hebreo, empezando por la fuerza aérea, que destruyó en tierra a los cazas árabes en un ataque relámpago, aplastó a todas las fuerzas árabes en menos de una semana, lo que provocó una ola de júbilo en Israel y humilló profundamente al mundo árabe.

Pocos saben que, en el tercer día de guerra, Israel envió un telegrama al rey jordano Husein que podría haber cambiado la historia: una propuesta de alto el fuego. "La ciudad vieja de Jerusalén quedará en vuestras manos si aceptáis negociar la paz", escribió el primer ministro Levy Eshkol. El monarca no contestó y el Tsahal ocupó Jerusalén oriental. Algunos en el Estado judío vieron la mano divina en el triunfo, lanzándose a colonizar la Judea y Samaria bíblicas (Cisjordania) para crear la Gran Tierra de Israel.

Sever Plotzker, comentarista del influyente diario Yediot Ahronot,calcula que Israel invirtió 120.000 millones de dólares en los asentamientos. Sea como fuere, tras la guerra de 1967 los judíos estaban embriagados por la magnitud de su victoria y, los árabes, paralizados por la vergüenza de las botas de sus soldados, abandonadas en la huida.

Uri Dromi, un joven teniente israelí en 1967, cuenta que al séptimo día él y un grupo de amigos viajaron rápidamente a Cisjordania porque estaban convencidos de que las zonas ocupadas serían devueltas en pocos días a cambio de paz. En Jericó, un anciano le dijo: "Vi a los turcos, a los británicos y a los jordanos gobernarnos, y ahora os toca a vosotros". Según Dromi, fue necesaria otra guerra, la de 1973, para que el mundo árabe entendiera que Israel no será derrotada. Egipto fue el único país que aceptó la fórmula tierra a cambio de paz, recuperando a partir de 1978 todo el Sinaí a cambio de una paz (fría) con Israel.

La guerra de los Seis Días cambió también a los palestinos. Tras la creación de Israel en 1948, unos vivían en la Gaza egipcia, otros en la Cisjordania jordana y algunos permanecieron en Israel. En la aldea de




Barta, por ejemplo, había familias separadas por una verja: los de la parte occidental eran ciudadanos israelíes, los de la oriental, jordanos. Durante 19 años se hablaron a gritos a través de la frontera. La guerra de 1967 permitió su reunificación bajo la ocupación israelí y reforzó su lucha por lograr la soberanía y una identidad común. Las encuestas señalan que, en estos 40 años, al menos un miembro de cada familia palestina ha pasado por una cárcel israelí, convirtiendo sus celdas en escuelas de adoctrinamiento.

Los palestinos siempre han dicho que no aceptarán la paz sin recuperar no sólo Gaza (evacuada por orden de Sharon hace dos años) sino también Cisjordania y Jerusalén Este. El problema es que el grupo palestino dominante en el último año y medio, Hamas, no parece dispuesto a aceptar la paz con Israel, ni siquiera si se retirara totalmente y evacuara a los 260.000 colonos.

En Israel, el desgaste de la ocupación transformó a la sociedad. El servicio militar como potencia ocupante creó un Israel más violento. Dentro del propio ejército surgieron pequeños pero significativos movimientos de protesta contra la ocupación, como los pilotos que exigen una retirada y se niegan a participar en bombardeos contra zonas palestinas. En los años setenta, la primera ministra Golda Meir decía que los palestinos no son un pueblo; hoy casi todos los políticos y ciudadanos israelíes abandonaron el sueño de la gran tierra del Israel bíblico y entienden que es necesaria la creación de un Estado palestino.

La pregunta es si algún gobierno israelí tendrá fuerza para evacuar a los colonos. Los palestinos, en cambio, deben olvidar sus sueños de enterrar el Estado judío, logrando así el retorno de millones de refugiados a las casas de sus familias, en Israel, Gaza y Cisjordania. Deberían recordar que lo que empezó como un conflicto territorial entre dos pueblos se está transformando con el tiempo en una guerra de religiones que contribuye a envenenar las relaciones entre Occidente y el islam.

Ya en 1937, la Peel Commission (británica) determinó que se trataba de un conflicto "irrefrenable" y que la solución era "dividir el territorio entre judíos y árabes". El 40. º aniversario podría servir a ambos pueblos para reflexionar si quieren seguir con la actual situación, y llegar a un estatus similar al de Kosovo que exigiría la intervención internacional, o aceptan el principio de la partición, aprobado por la ONU hace 60 años: la fórmula de dos estados para dos pueblos en paz.

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