17 octubre 2010



17 DE OCTUBRE DE 1945

Quizás haya sido la epopeya más importante de los “descamisados” del Siglo XX. Quizás esa foto que recorrió el mundo con los pies en la fuente de la Plaza de Mayo haya sido un grito: “Esta es Nuestra Plaza”. Quizás esa marea humana que recorrió un largo y sinuoso camino hasta allí no sabía que estaba escribiendo una de las páginas más hermosas y heroicas de la clase trabajadora.

Era el 17 de octubre de 1945 y los grasitas, los negros, los descamisados, los laburantes salieron a las calles a reclamar por Su General preso –ya se era Coronel, pero prefiero llamarlo General-.
Pero era mucho más lo que reclamaban: reclamaban la libertad de aquel Hombre que les había dado la palabra, que les había otorgado derechos sociales negados durante décadas, que los empezaba a dignificar.
Ser parte de la Historia es ser protagonista, es cruzar el Riachuelo como se pueda, es subirse a camiones atestados, es gritar, es movilizarse, es ser Hombres en Movimiento.
Mucho se escribió sobre el 17 de octubre de 1945, gesta inigualable desde el nacimiento de la Patria hasta esa fecha.
Aquellos que formaban el “subsuelo de la Patria sublevada”, como escribiera Scalabrini Ortiz, levantaron la cabeza, alzaron sus manos, se reconocieron en sus miradas y marcharon a la Plaza.
Cuando se lucha por la justicia social son ejemplares los actos de los pueblos.
Después de tanta peregrinación, después de tanta maratón justiciera, era necesario refrescarse y meter “las patas en la fuente”, un hecho que perturbó a algunos y que emocionó a muchos.
Otro 17 de octubre, una fecha histórica, que marcó un antes y un después en el protagonismo del pueblo.
“Rompiendo el silencio” nominada para el premio de la paz de la Unión Europea

Haaretz

Traducido para Rebelión por J.M. y revisado por Caty R.




 
Los fotógrafos muestran las humillaciones de los soldados a prisioneros palestinos. Las fotos fueron publicadas el martes por “Rompiendo el silencio”


El grupo ha sido nominado por el Parlamento Europeo por su actuación en la defensa de los derechos humanos. Como respuesta, la organización no gubernamental de derecha Monitor comenzó a acercarse de forma individual a parlamentarios pidiendo que no se otorgue el premio Andrei Sakharov a la organización “Rompiendo el silencio”.



“Rompiendo el silencio” fue fundada por veteranos del ejército. Reúne y publica testimonios de soldados sobre la violación de los derechos humanos en los territorios ocupados por Israel. Su nominación fue impulsada por los bloques de dos partidos de la línea verde representados en el Parlamento Europeo.



El parlamentario Daniel Cohn-Bendit, presidente de la alianza de los europeos verdes-europeos libres, y líder de la sublevación estudiantil de mayo de 1968 en Francia, dijo que “Rompiendo el silencio” fue nominada porque esta alianza desea reconocer la valentía de cada una de las personas involucradas que trabajan para echar luz sobre las injusticias que comete Israel en los territorios que mantiene ocupados y que la sociedad israelí elige ignorar.



Agregó Cohn-Bendit: “aun siendo Israel una democracia, es necesaria una dosis fuerte de coraje para hablar públicamente y romper tabúes y prejuicios arraigados en el proceso de la ocupación israelí”.



El profesor Gerald Steinberg, presidente de la ONG de derecha Monitor, envió una carta a los parlamentarios europeos pidiéndoles que no se otorgue el premio a la organización “Rompiendo el silencio”. Si la organización que defiende los derechos humanos gana el premio, Israel interpretará que “Europa continúa beneficiándose de los principios de los derechos humanos haciendo una lectura unilateral contra la política de Israel”, continúa en su carta.



“Rompiendo el silencio” respondió que “es un orgullo ser una de las organizaciones atacadas por Steinberg, donde están incluidas la propia Unión Europea, Human Rights Watch y Amnistía Internacional.



Fuente: http://www.haaretz.com/print-edition/news/breaking-the-silence-nominated-for-eu-peace-prize-1.318535 
CONTRASEÑA
EL RESCATISTA CON ALMA DE SEPULTURERO
Emilio Cafassi l LA REPÚBLICA -Montevideo
No se escatimaron recursos materiales ni humanos, tampoco esfuerzos, ni obsesiva planificación. Los 33 mineros retornaron a la superficie con muy pocos (y menores) síntomas físicos para los 70 días de calvario y mortificación. Y aparentemente con pocos traumas psicológicos para la claustrofóbica angustia ante una muerte prácticamente asumida y estadísticamente ineluctable, salvo en el límite, allí cuando Delta X tiende a no se sabe cuánto, cosa que casi nunca pasa, salvo en los siempre esquivos y teóricos ceros e infinitos matemáticos. A aquella tumba laboral recurrente y naturalizada de la realidad minera de Chile ya le dedicamos una contratapa de este diario hace algunos domingos. Esta será para esta acotada y mediática inflexión de la norma: la de la fosa común que esta vez no fue.
Porque el pinochetismo redivivo encontró una veta de oro ideológico con la que tratará de enchapar sus blasones de muerte y latón oxidado. Más valiosa aún que la del átomo 79 de la tabla periódica de los elementos de Mendeleiev: el esquivo oro físico que en ínfimas proporciones era extenuado en la Mina San José, apelando para ello al más alto riesgo laboral en el uso de la fuerza humana bruta. Se entiende entonces el empeño gubernamental en explotar esa veta que promete pingües ganancias simbólicas y rejuvenecimientos políticos milagrosos, al mejor estilo del Dorian Gray plasmado en la prosa de Oscar Wilde.
Sin embargo no deberíamos dejar de saludar y felicitar la operación de rescate y sus resultados aunque haya sido pergeñada y ejecutada por los esbirros actuales del (no tan lejano en el tiempo) estado terrorista. Salvar vidas, tender manos (o ductos) solidarios, aportar intelectos e innovaciones creativas, resguardos y derechos, supera la adscripción excluyente al acerbo izquierdista para situarse en un nivel suprapolítico y universal. Aunque estos pasos sean dados por la más criminal de las derechas que intente disfrazarse o blanquearse con ello, habrá que celebrarlos y acompañarlos. Como la mano que pudieron tender los habitualmente criminales marines norteamericanos a las víctimas también soterradas, aunque entonces bajo escombros y losas, en el terremoto de Haití. Tampoco deberíamos recomendar refrenos a las erupciones emotivas que emanan del frecuentemente inactivo volcán de la Justicia, ni temer a la potencial cauterización política de sus lavas. Las lágrimas no son signo necesario de debilidad política, ni de irracionalidad. También pueden acompañar alumbramientos, incluso históricos.
Si el multimillonario empresario mediático devenido dirigente político ya sabía calcular proporciones entre costos y beneficios propios, mejor aún lo supo cuando la inversión fue con recursos ajenos, aunque no haya nada que cuestionar sobre la apelación a esas fuentes financieras. Bien gastados que estuvieron los millones estatales para la eyección vital de los mineros desde el mugriento socavón húmedo y oscuro, aunque los dividendos políticos se depositen provisionalmente en las cuentas de Piñera.
Este partido se jugó en el campo del presidente chileno y con sus propias reglas. Con esas condiciones chantajeó la supervivencia de los 33 trabajadores. El mundo asistió entonces a una de las mayores operaciones mediáticas de la historia de las comunicaciones. La ultraderecha hizo suya una causa justa con suficiente carga dramática y la aprovechó para popularizarse y difundirse con las más modernas técnicas de la videopolítica que caracterizó el politólogo italiano Giovanni Sartori. Precisamente aquellas con las que el empresario erigió su negocio y finalmente conquistó la presidencia. Mezcló dosis efectivas de culebrón, de denuncia, de introducción tecnológica y de superstición. Una audiencia global gigantesca de mil millones de personas, superior incluso a la de la final del mundial sudafricano, según estimaciones de la TV chilena, prestó atención a una narrativa entre mágica y reparadora. Los programas especiales compitieron en audiencia con los más frívolos y taquilleros y todos los canales de noticias incrementaron geométricamente su rating en el mundo entero. Mucho más aún en el hispano ya que no era necesaria traducción y el audio ambiental, magistralmente calibrado en su intimismo aparentemente casual y espontáneo, no dejaba escapar detalle alguno de los discursos oficiales previamente guionados. Hasta los que no tenemos televisión terminamos acodados en las barras de los pubs empantallados por las modas actuales.
A fin de evitar cualquier desvío del guión narrativo, el gobierno monopolizó toda la comunicación, ya sea desde el propio medio televisivo único hasta los interlocutores con la prensa. Trazó en el propio campamento "Esperanza" una barrera literal que maniató el trabajo periodístico. La Secretaría de Comunicaciones del Gobierno (Secom) tomó el control de lo que se informaba a la prensa, dejando sin autonomía para conversar con los medios a las instituciones y protagonistas involucrados en las labores de rescate, como las propias Fuerzas Armadas, la Asociación Chilena de Seguridad (ACHS), Codelco (la compañía minera estatizada por Salvador Allende), las empresas que operaron las perforadoras (como Geotec) y los ministerios participantes. La Secom redujo los informes oficiales sólo a la conferencia de prensa diaria de los ministros de Minería, Laurence Golborne (quién pasó de supermercadista a futuro sucesor de Piñera), y de Salud, Jaime Mañalich, más el jefe del rescate, André Sougarret. Finalmente llegó el presidente para asumir personalmente el discurso único oficial, transmitido al mundo por el ducto mediático oficial.
Desde mi remota infancia en el año 69 cuando la Apolo 11 alunizaba, no tenía la sensación de estar compartiendo de manera simultánea con buena parte del mundo, a través de un único y monopólico medio, la ansiedad e incertidumbre de los pasos que se daban en tiempo real, ni la sensación subjetiva de importancia cardinal del acontecimiento. No fue así ante la destrucción de las Torres Gemelas, por lo repentino e inesperado del suceso, a la par que por su carácter luctuoso y consumado. Sospecho que la luna y el fondo de la mina tienen en común algo de inverosimilitud y lejanía, de distancia inaprensible e inhospitalidad, siempre opuesta al mundo real y cotidiano, emparentando gestáltica y visualmente a aquel Armstrong con este Gómez. Hasta parecía que la velocidad de la cápsula de rescate seguía el ritmo de las exigencias publicitarias. El empresario televisivo, ya en plena acción de rescate simplificó y unificó aún más el mensaje. Despojado de la necesidad de dar detalles técnicos enfatizó su exégesis del hecho, expuso sus deseos y hasta confesó sus dotes sobrenaturales. Por un lado realizó una genérica denuncia y reconocimiento de la inseguridad laboral y su interés en la necesidad de transformar esa realidad, cosa desmentida por la continuidad de las condiciones laborales en la minería. Por otro, reiteró empalagosamente la cantinela somnífera de la unidad nacional que es uno de los grandes impedimentos ideológicos para establecer las diferencias en las responsabilidades políticas ante la mortandad obrera. Por último, al exhibir su sobrenatural capacidad interpretativa a través de los más burdos lugares comunes de capacidad comunicativa con Dios y hasta interpretativa del sentido de cada lágrima, de cada gesto o de cada abrazo. El resultado no se hizo esperar. Según una encuesta reciente, su índice de aprobación ha dado un salto de diez puntos hasta alcanzar el 56%. Al modo de un buen actor, construyó un personaje con dosis de líder ético, resolutivo y principista ante la vida, a la par que justiciero para castigar a los responsables del accidente que atrapó a los inocentes trabajadores. Pretende sostener que en la mina San José hubo un accidente producto de la irresponsabilidad aislada de sus dueños, soslayando por caso que además de ese accidente, en Chile se produjeron otros 31 accidentes más en lo que va del año, donde perdieron la vida 35 trabajadores, dos más que los que pudieron recatarse en este oportunidad, según el Servicio de Geología y Minería (Sernageomin).
Luis Urzúa, el capataz y último minero en salir, ignoraba cuando le pidió a Piñera que los accidentes no se repitan nunca más, que varios compañeros mineros perdieron la vida mientras ellos se encontraban atrapados en el hoyo húmedo y tórrido. Tampoco que quién se hiciera cargo de su salvataje fuera quién propone tender un manto de olvido sobre el régimen que desapareció a su padre del Partido Comunista y asesinó a su padrastro del Partido Socialista.
Hace falta mucho más que la hipocresía de un guasón acaudalado para revertir la larga lista de tragedias de la minería chilena ya exaltadas por Neruda frente a la mina de Sewell.
Pero el fenómeno no es sólo chileno. Hoy mismo hay dos mineros buscados en la región de Tópoga en Colombia donde acaba de morir otro más.
A su vez en Ecuador están atrapados 4 trabajadores a 150 metros de profundidad, en una mina de la provincia ecuatoriana de El Oro, a 750 kilómetros de Quito.
Entretanto hay otros doscientos treinta mineros empleados de la empresa dueña de la mina que tuvieron la fortuna de no estar ese día allí, pero resultan rehenes de la irresponsabilidad. No son nada: no se los echa ni se les paga (al igual que a los 33 pero con menor visibilidad). Si se emplearan con otro patrón podría complicarseles la obtención de la indemnización. Los mineros marcharon por tercera vez por el centro de Copiapó pidiendo, además, que se les paguen los meses adeudados y los aguinaldos. El gobierno, a pesar del discurso de Piñera señalando que la verdadera riqueza no eran las minas sino los mineros y que intervendría modificando las condiciones laborales, ni siquiera interviene opinando ante esta vergonzosa expropiación a los trabajadores. Incluso lo ratifica, con el ya señalado monopolio informativo que silencia la protesta. Al punto que ni siquiera se les permitió a los trabajadores estar cerca de la tarima del rescate, o del campamento con los familiares, para que puedan volver a encontrarse con sus compañeros. La mayoría lo vio por televisión, como todos los receptores del discurso de este Berlusconi sudamericano.
Profesor titular e investigador de la Universidad de Buenos Aires, escritor, ex decano. cafassi@sociales.uba.arRescatista de ocasión, con alma de sepulturero.