20 diciembre 2007

El judaísmo oficial y la dictadura

Nota de TODO: Este artículo publicado en Nueva Sión de Buenos Aires, refleja una verdad que sepulta las mentiras y las hipocresías del establishment israelí. Es un puntapié a los falsos y tardíos descubridores de la "verdad histórica" (AMIA, DAIA, etc), y la doble cara sucia de los gobiernos de Israel y sus funcionarios.

Una aclaración importante: los 2000 desaparecidos no eran judíos a secas, sino argentinos de origen judíos

por Herman Schiller

El artículo que entregamos salió publicado en la revista Noticias del pasado fin de semana. Sin embargo, previamente, había sido entregado por el autor al periódico Página/12, medio que no lo publicó sin mayores explicaciones. Schiller, ex director del histórico semanario “Nueva Presencia” vuelve a poner sobre el tapete algunos puntos oscuros de la dirigencia comunitaria en la época de la dictadura. El debate está abierto.
A principios del gobierno de Alfonsín, en una durísima discusión que tuvo lugar en un local del ala progre del sionismo ubicado en Junín al 200, la inolvidable Renée Epelbaum, una de las fundadoras de las Madres de Plaza de Mayo que tenía a sus tres hijos desaparecidos, acuñó aquella frase que durante mucho tiempo se hizo carne entre los familiares de detenidos-desaparecidos de origen judío: “No quisiera enterarme que a mis hijos judíos los mataron con armas israelíes”.
En abril del ’99, después que testimonié ante el juez Baltasar Garzón en Madrid, el Partido Socialista de Israel (“Meretz”) me invitó a participar en su país de una serie de actos. En ese contexto tuve oportunidad de hablar en la Universidad Hebrea de Jerusalem y, por supuesto, me referí al papel nefasto que los distintos gobiernos israelíes y la estructura institucional judeoargentina jugaron en la época de la dictadura.
Sobre el tema de los pertrechos bélicos me respondió Alex Ben Tzví, ex consejero de la Embajada de Israel en Buenos Aires, con quien en 1996 había mantenido un altercado radial: “Nuestros enemigos exageran el tema, porque el Estado de Israel solamente (sic) le vendió a los militares argentinos el 13% de sus necesidades armamentistas”.
Aquellas palabras de Ben Tzví, que causaron sonrisas entre los presentes, deben haber sido seguramente la más clara confesión oficial israelí sobre ese sucio negocio.

Un tal Peregrino Fernández

Hace unos cinco años, en un programa televisivo de la comunidad judía local conducido por Daniel Schnitman, participaron Eduardo Luis Duhalde (entonces juez federal, hoy secretario de Derechos Humanos de la Nación), Oscar Kuperman (uno de los líderes piqueteros), María Gutman (integrante de la Asociación Madres de Plaza de Mayo) y yo.
Duhalde, en su intervención, narró de qué modo, sobre los finales de la dictadura y junto al poeta Vicente Zito Lema, entrevistaron en Europa a Peregrino Fernández, un policía que se quebró y confesó buena parte de las atrocidades cometidas por él y sus compinches durante la égida del terrorismo de Estado. Duhalde, en su intervención, transmitió que Peregrino, durante la extensa confesión, dio pormenores de cómo Herzl Inbar, ministro consejero de la embajada de Israel en la Argentina, les daba “instrucciones antisubversivas”.
Las declaraciones del policía se registraron en 1983 y, al tomar estado público, familiares de desaparecidos judíos se dirigieron a la Embajada de Israel -entre ellos Fanny Bendersky, que luego trabajara durante muchos años en el Cels- para que ratifiquen o rectifiquen la afirmación de Peregrino. Nunca hubo una respuesta.
Pasó casi un cuarto de siglo. De un tiempo a esta parte estamos asistiendo a una feroz ofensiva del judaísmo oficial -israelí y local- para autoblanquearse en este tema. No resulta fácil generar anticuerpos para contrarrestar esta orgía de mentiras, porque no son pocos los cómplices fuera del judaísmo que, por cálculos pragmáticos u oportunistas, se unieron a la farsa.
Entre los desaparecidos y las víctimas de la AMIA
Probablemente influya en esto la reducción de la otrora poderosa izquierda judía a la mínima expresión. De todos modos hay algunos elementos puntuales que merecen señalarse. Por ejemplo, el libro de Marcel Zohar “Shlaj et amí lazalzel” (“Manda a mi pueblo al diablo”) que en 1991 apareció en Israel con denuncias muy parecidas a las mías y que fuera comentado en su momento por el matutino ‘Pagina/12’. Y, también, el incisivo artículo de un escritor y docente universitario israelí como Itzjak Laor publicado en el matutino ‘Haaretz’ de Tel Aviv muy pocos días después de la masacre de la AMIA.
El artículo se titulaba “Zejer haneedarim bearguentina” (En memoria de los desaparecidos en Argentina) y fustigaba con mucha energía la doble moral desarrollada por Israel, que envió urgentemente una delegación de socorro en oportunidad del atentado de la calle Pasteur, pero nada hizo, ni siquiera levantó el teléfono para protestar, “cuando los militares asesinos se llevaban a los judíos por centenares durante la dictadura militar”.

El establishment

Durante toda la etapa aciaga del ’76 al ’83, el judaísmo oficial, allí y aquí -eso incluye a los distintos gobiernos israelíes y a la casi totalidad de las organizaciones judeoargentinas establecidas-, solían caracterizar a los desaparecidos como “anti israelíes al servicio del terrorismo”.
Inclusive los dirigentes del sector izquierdoso del sionismo, cuando eran entrevistados en Israel en los primeros años del horror por algún familiar o amigo de desaparecido que reclamaban desesperadamente “hagan algo” (hay varios testigos), respondían que “esto les había pasado por no recibir educación sionista” (sic).
Y como la vida institucional judía (religiosa, cultural, sociodeportiva) se desarrollaba en la Argentina con absoluta normalidad -y los famosos countries judíos como los de Hebraica y Hacoaj se inauguraron precisamente en esa etapa nefasta del país- resultó normal, casi obvio, el alineamiento explícito del judaísmo oficial con los militares, “quienes no sólo apoyan a Israel en los distintos foros internacionales, sino que también facilitan nuestra actividad comunitaria”.
El genocidio pareció importarles muy poco y priorizaban que el “ishuv” pudiera expresar su identidad judía sin inconvenientes. Y este cuadro de situación se ahondó aún más cuando el gran rabino de la comunidad Shlomo Benhamú, luego de participar a principios de 1977 de una reunión de religiosos de distintos credos con Videla, elogió la personalidad del dictador y enfatizó especialmente que, en plena Casa Rosada, le habían servido comida “casher”.
Conveniencia equivocada
En declaraciones que, en su momento, merecieron el repudio de Marshall Meyer y mío y la publicación de comunicados muy críticos por parte de algunos familiares como Gregorio Lerner; el presidente de la DAIA , doctor Mario H. Gorenstein, llegó a decir por lo menos dos veces (una en la “kehilá” de Bahía Blanca y otra en el Centro de Estudios Judaicos que funcionaba en la calle Ayacucho donde hoy está el Instituto Científico Judío IWO) que a la comunidad judía le convienen más los gobiernos de facto que los constitucionales “porque los militares tienen mayor capacidad operativa para controlar el antisemitismo y el antisionismo”.
La izquierda y los terroristas están junto a quienes anhelan destruir al Estado judío, solían expresar los dirigentes judíos una y otra vez. Y, a través de sus declaraciones, discursos, comunicados, notas en la prensa adicta y demás, surgía claramente que sus posiciones a favor del régimen autoritario no era un tema táctico, sino de íntima convicción: “Los militares se encuentran de nuestro lado; en cambio, los subversivos alientan a nuestros enemigos”.
Eso se potenció hasta el hartazgo cuando Firmenich y Vaca Narvaja se fotografiaron junto a Arafat en El Líbano (y los dirigentes judeoargentinos corrieron a decirle a los militares “¿ven, ven, los enemigos de ustedes también son nuestros enemigos?”) y algo parecido ocurrió en 1978, cuando el teniente general israelí Jaim Laskov se entrevistó con Videla y luego tuvo palabras de encomio hacia el gobierno militar en el Luna Park, en oportunidad de celebrarse el trigésimo aniversario del Estado de Israel. Acto, dicho sea de paso, que fue la única expresión permitida en esos días de persecución y muerte, con la presencia estelar y ovacionada del integrante de un gobierno de facto anterior: el almirante Isaac Francisco Rojas.

Armas

En esa misma línea también debe inscribirse al general Ariel Sharón que, en 1980, cuando era ministro de Defensa de Israel, dijo sin ruborizarse en oportunidad de visitar al general Policarpo Paz, jefe de la dictadura hondureña, que en esos días era denunciada en todo el mundo por su política criminal en materia de derechos humanos: “Israel no sólo le vende armas a Honduras por negocios, sino porque está con nosotros en la lucha común contra el comunismo internacional”.
En ese momento llegó a Buenos Aires Menajem Hacohen, un rabino ortodoxo que integraba en la Knesset (Parlamento de Israel) el bloque opositor laborista. Al preguntarle en una entrevista acerca de esas declaraciones de Sharón, Hacohen me respondió: “Hemos creado el Estado judío para que sea distinto, justo y socialista, y no para convertirlo en proveeduría de armamentos para las dictaduras militares de América latina”.

El progresismo israelí

Durante mi mencionada visita a Israel de abril del ’99, estaba pronunciando una conferencia en “Tzavta” de Tel Aviv sobre la caracterología fascista y antisemita de la represión dictatorial en Argentina cuando, sorpresivamente, se presentaron dos ex ministros del gobierno de Itzjak Rabin: Iosi Sarid y Amnón Rubinstein.
Ambos señalaron que no sólo habían concurrido para “rendirle homenaje a un luchador por los derechos humanos que dignifica al pueblo judío” -lo que para mí resultó una abrumadora gratificación en contraste con los palos que habitualmente recibo por parte de la reaccionaria dirección comunitaria judía local-, sino también para denunciar “el papel nefasto de Israel como cómplice de las peores dictaduras latinoamericanas y del apartheid sudafricano”.
Y Iosi Sarid, que en aquellos días todavía era considerado como el líder del ala izquierda de su partido, agregó: “Israel debería pedir perdón a todos los familiares de las víctimas de esos regímenes sangrientos”.
Quiero puntualizar dos cosas antes de concluir: no estoy tratando de levantar mi persona y de disminuir todo lo que esté enfrente. No es que en esa época yo era bueno y ellos eran malos -a lo mejor, y seguramente, debe haber sido al revés, porque no puedo ni debo omitir que cometí muchos errores-, sino que se trataba de los criterios filosóficos e ideológicos, absolutamente antagónicos, con que se tomó el asunto desde el principio: para mí los desaparecidos eran mis compañeros de lucha, muchos de ellos combatientes de las organizaciones armadas populares, mientras que para el judaísmo oficial eran terroristas que estaban en la vereda de enfrente.
Todos los desaparecidos judíos (hasta ahora se llevan contabilizados alrededor de 2000), que entregaron su vida generosamente, y aunque no lo supieran o dijeran lo contrario, estaban para mí infinitamente más cerca de las utopías de justicia social de los antiguos profetas de Israel que de los corruptos burgueses que desde añares vienen conduciendo las instituciones judías locales.

Aumenta el drama de los niños soldados








según el aforismo que se atribuye a Lincoln, "no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo".

Amnistía Internacional Grupo local de Valencia

Hoy 16 de junio, cuando África celebra el Día del Niño Africano, Amnistía Internacional ha afirmado que 120.000 niños menores de 18 años -algunos de edades tan cortas como ocho años- podrían estar siendo obligados a ejercer como niños soldados en todo el continente.

A pesar de que se observa una dinámica de paz creciente en muchas zonas conflictivas de África, la respuesta inadecuada e insuficiente de los gobiernos africanos y de la comunidad internacional para dar solución al problema del reclutamiento de niños soldados está fomentando la explotación continua e inexorable de los niños africanos por parte de los dirigentes de las fuerzas armadas y los grupos políticos armados para favorecer sus propios fines materiales y políticos.

En Burundi, Costa de Marfil, República Democrática del Congo, Liberia, Sierra Leona, Sudán, Uganda y Somalia se ha secuestrado a niños en la calle o en aulas de colegio, campos de refugiados o campos para desplazados internos. También se han llevado a muchos de su propia casa a punta de pistola mientras sus padres contemplaban la escena impotentes. Según informes, a otros los han aprehendido cuando jugaban en el vecindario o caminaban por la carretera. Se sabe de niños que han ingresado voluntariamente en las filas del ejército o de grupos políticos armados tras haber sido apartados de su familia y verse expuestos a la pobreza y la quiebra de servicios sociales básicos como los centros educativos y de salud.
Una vez reclutados, a la fuerza o voluntariamente, algunos niños son enviados a campos de instrucción y adoctrinamiento militar, donde la mayoría soporta un trato violento. Hay campos donde han muerto niños a causa de las penosas condiciones de vida. Después de varias semanas de instrucción son enviados a la línea de frente para combatir. En la República Democrática del Congo, entre las funciones que los niños desempeñan en el frente están las de guía, detector de posiciones enemigas, guardaespaldas de los comandantes y esclavo sexual. La mayoría de las niñas reclutadas son explotadas sexualmente o violadas por sus superiores o por otros soldados. Niños y niñas a menudo sirven también como porteadores de munición, agua y víveres o como cocineros.

En un campo no oficial para desplazados internos ubicado en Monrovia, Liberia, varias adolescentes contaron que una milicia del antiguo gobierno las había secuestrado en Ganta, condado de Nimba, en marzo de 2003. Todas habían sido violadas, entre ellas E.B., de 14 años: "Volvía de la iglesia un domingo por la mañana. Secuestraron a cinco chicas que volvían de la iglesia. Nos llevaron al frente. Teníamos que cocinar y transportar munición al monte. Nos trataban muy mal; si no iba con ellos me mataban [...] Me trajeron a Monrovia y me dejaron aquí. Yo quiero ir al colegio. Quiero volver a Nimba con mi gente".

Una vez en la línea de frente se obliga a los niños a cometer abusos reiteradamente -violaciones y asesinatos incluidos- contra soldados y civiles enemigos. Jean-Noel R. ingresó en las fuerzas armadas de Burundi con 15 años, en 1998. Durante los cinco años que siguieron, al cabo de los cuales desertó con graves problemas psicológicos, sirvió en varias zonas de Burundi y en Katanga, República Democrática del Congo. "En el ejército todo se hace por miedo. Yo no quería hacer las cosas que hice. Todo lo hice por miedo. Congo fue lo peor. Vi demasiadas cosas... estoy muy cansado."

El precio personal que pagan los niños soldados suele ser muy alto: embrutecidos y profundamente traumatizados por las experiencias vividas, a muchos todavía les persigue el recuerdo de los abusos que presenciaron o se vieron obligados a cometer. A las niñas soldados, además de la brutalidad y el trauma que supone la propia violación, la agresión sexual les puede ocasionar graves lesiones físicas o embarazos no deseados, así como contagio del VIH u otras enfermedades de transmisión sexual.

Muchos ex niños soldados padecen un trastorno de estrés postraumático. Benedicte, reclutado a los 11 años por un grupo armado en Goma, en el este de la República Democrática del Congo, recordó para Amnistía Internacional lo que había presenciado en la línea de frente: "Mataron a varios de mis amigos en el campo de batalla. Otros perdieron sus extremidades: los brazos, las piernas. Recuerdo a un compañero, un amigo mío, al que le volaron la nariz. Otro tenía un gran agujero en la cara, en el sitio de los labios y la boca."

Varios niños soldados que ya habían sido desmovilizados contaron a Amnistía Internacional que tenían miedo de volver a su comunidad porque sus vecinos habían sido testigos de su participación en crímenes.

"El reclutamiento y la utilización de niños soldados menores de 15 años en conflictos armados es un abuso mayúsculo contra los derechos humanos y constituye un crimen de guerra. Hoy, Día del Niño Africano, los gobiernos africanos deben firmar, ratificar y aplicar enérgicamente las normas internacionales que prohiben el reclutamiento y uso de niños soldados, en particular el Protocolo Facultativo de la Convención sobre los Derechos del Niño relativo a la participación de niños en los conflictos armados y la Carta Africana sobre los Derechos y Bienestar del Niño" ha señalado Amnistía Internacional.

"Hacer frente a la práctica y la tradición de reclutar a niños es un factor importante de la lucha para conseguir una paz duradera en la que se respeten los derechos humanos de todos. En los países donde se han puesto en marcha programas de desarme, movilización y reintegración, se debe considerar prioritario el problema de los niños soldados" ha insistido la organización.
Además de la abolición jurídica y política del reclutamiento y uso de niños soldados, es preciso abordar el desarrollo económico y los esfuerzos destinados a la construcción de la paz a fin de hacer sostenibles la desmovilización y la rehabilitación de ex niños soldados. Si no se abordan debidamente, el legado de utilizar niños soldados será, para África y para esos niños que presenciaron y cometieron crímenes, profundo y duradero.

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Si desean acceder al sitio web del Día del Niño Africano, remítanse a:

http://web.amnesty.org/pages/childsoldiers-africanchild-eng

Para más información: Amnistía Internacional Grupo local de Valencia Telf.: 96 391 39 84 - 96 391 42 11 e-mail: aivalencia@combios.es - http://www.aivalencia.org/ Documentos y comunicados de prensa: http://www.es.amnesty.org/ y el Centro de Documentación de AI: http://web.amnesty.org/library/eslindex

Israel "podría dialogar" con Hamás




Redacción BBC Mundo


Un ministro del gabinete israelí, Shaul Mofaz, indicó que su gobierno podría estar dispuesto a dialogar con la organización islámica palestina Hamás, a través de intermediarios.
Mofaz, a cargo de la cartera de Transporte, dijo que "la mediación es algo en lo que podríamos pensar", pero que no habría conversaciones directas mientras que Hamás no renuncie a la violencia y no reconozca al estado de Israel.
El funcionario emitió sus declaraciones este miércoles, después de que la televisión israelí trasmitiera, la víspera, una entrevista telefónica con el líder de Hamas en Gaza, Ismail Haniya, quien ofreció entablar conversaciones sobre un posible cese el fuego con Israel.
Sin embargo, horas después, el presidente israelí, Shimon Peres, dijo que el anuncio de Haniya es un "intento patético y engañoso de desviar la atención internacional de los crímenes de Hamás y Yihad Islámica".
"Si Hamás y Yihad Islámica dejan de lanzar cohetes contra nuestras mujeres y niños, Israel inmediatamente cesará el fuego, por lo que no hay necesidad de negociaciones", aseguró Peres, en un comunicado.

"Primera señal"

Según la edición en internet del diario israelí Jerusalem Post, los comentarios de Mofaz "enfurecieron" a los parlamentarios derechistas.
Si Hamás y Yihad Islámica dejan de lanzar cohetes contra nuestras mujeres y niños, Israel inmediatamente cesará el fuego, por lo que no hay necesidad de negociaciones (Shimon Peres, presidente de Israel)

El diario citó al legislador Silvan Shalom: "Cuando todo el mundo está boicoteando a Hamás, ¿tenemos que ser nosotros los que hablemos con ellos?".
"Sería un terrible error. Hamás aprovecharía este período de negociaciones para reestablecer sus capacidades y seguir introduciendo armas" en Gaza, añadió.
La corresponsal de la BBC en Ramala, Bethany Bell, señaló que las declaraciones del ministro de Transporte constituyen "la primera señal de que los israelíes consideran la posibilidad de negociar con la organización islámica palestina, desde que ésta tomara control de la Franja de Gaza hace seis meses".
"Desde entonces, Israel prácticamente ha aislado a ese territorio del mundo exterior, permitiendo sólo la entrada de suministros humanitarios", dijo nuestra corresponsal.
La entrevista a Haniya se dio a conocer el mismo día en que se realizaron los funerales, en Gaza, de varios miembros del grupo Yihad Islámica que murieron a causa de ataques aéreos israelíes.
Israel dijo que los combatientes palestinos habían atacado con cohetes el sur del país.

Nota de BBCMundo.com

Olmert desmiente un plan de nuevas viviendas en Jerusalén

según el aforismo que se atribuye a Lincoln, "no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo". (TODO)


Los compromisos de Anápolis imponen una fuerte presión sobre Israel contra cualquier ampliación de los asentamientos

LAURA L. CARO CORRESPONSAL

JERUSALÉN. La oficina del primer ministro de Israel, Ehud Olmert, se apresuró ayer a desmentir la aprobación de un proyecto para construir entre 10.000 y 15.000 nuevos apartamentos en territorio ocupado cercano a Jerusalén que, según publicaba ayer el diario «Haaretz» de Tel Aviv, ya tiene la luz verde del ministro de Vivienda, Ze´ez Boim. El plan, que estaría pendiente de un último trámite para su definitiva autorización, convertiría el actual asentamiento de Atarot en en la mayor colonia judía a las afueras de la Ciudad Santa, que quedaría así aún más desconectada de los vecinos barrios palestinos.
A falta de poco más de dos semanas para que el presidente de EE.UU., George W Bush, visite el país, y con una queja oficial norteamericana encima de la mesa por el anuncio el mes pasado de una promoción de 307 casas también en suelo confiscado a los palestinos, la respuesta fue tajante. «Nada está decidido y nada ha sido autorizado», aseguraba el portavoz de Olmert, Mark Regev, consciente de que un fallo en el compromiso de congelar la creación de colonias podría acarrear a Israel algo más que malentendidos con la Administración estadounidense, tan empeñada de repente en sacar adelante las negociaciones de paz abiertas en Anápolis.
«Algo así es innecesario y socavaría la posición internacional de Israel», reconocía más directamente el viceministro y brazo derecho de Olmert, Haim Ramon, que recientemente declaró que Atarot quedaría bajo control de un futuro Estado palestino.

«Guerra en el sur»

Los gestos conciliadores del Gobierno hebreo se quedaron ahí porque, en relación a Gaza, el jefe del Ejecutivo habló ayer ante los miembros de su partido Kadima de «una guerra en el sur». Aunque -se esforzó en exponer- se tratará de una guerra de precisión, de oportunidad y de inteligencia, que tendrá como objetivo «a los jefes de las organizaciones terroristas responsables del lanzamiento de los cohetes kassam», aclaró.
Según Olmert, los más de «200 ataques y asesinatos de terroristas» de los últimos meses «no son una coincidencia, sino resultado del intrépido trabajo del Ejército y de lo Servicios Generales de Seguridad», sumergidos en una estrategia «no de operación a gran escala, sino selectiva, con resultados impresionantes, que no va a parar». La misma que el martes sirvió para acabar con la vida de dos de los más importantes lideres de la Yihad Islámica, el de Gaza y el de Jenin, aparte de otra decena de milicianos.
Por otro lado, y con la mirada puesta en la amenaza iraní, Israel procedió el martes al lanzamiento experimental de una versión mejorada de un misil anti-misil tipo Patriot.

cárceles para presos comunes

Nota de TODO: ALGUNOS IDIOTAS PEGADOS AL "CONTRA TODOS...QUE SE VAYAN TODOS...TODOS SON IGUALES...KIRCHNER ES IGUAL A DE LA RÚA, ES IGUAL A DUHALDE, ES IGUAL A MENEM, ES IGUAL A ALFONSÍN, ES IGUAL A MASSERA-VIDELA, ES IGUAL A ISABELITA-EL CABO 3A" SON INCAPACES DE DIFERENCIAR, COMPARAR. LO IMPORTANTE ES PEDIR PERAS AL OLMO, SOCIALISMO A NO SOCIALISTAS... TODO O NADA, ESA ES LA CUESTIÓN.


BUENOS AIRES. La Justicia argentina dispuso ayer el traslado de represores de la dictadura que cumplen condena a centros penitenciarios para presos comunes, según determinó el magistrado Sergio Torres, después de que la semana pasada apareciera envenenado el ex represor Héctor Febres. La decisión afecta a los ex marinos detenidos por delitos cometidos en la Escuela de Mecánica de la Armada.
El fallo afecta entre otros a Alfredo Astiz y a Jorge «El tigre» Acosta, así como a Antonio Pernías, Carlos Octavio Capdevila, Pablo García Velasco, Juan Carlos Rolón, Alberto Eduardo González y Jorge Carlos Redice, entre otros.
El ex jefe del Ejército argentino Cristino Nicolaides fue condenado anteayer a 25 años de prisión por secuestros y desapariciones de opositores en la dictadura (1976-1983). Es el primer jerarca militar condenado tras la anulación de las leyes de amnistía.

Algo peor

Nota de TODO: Ocurre en todo el mundo, apreciada Maruja, no sólo en España



MARUJA TORRES 20/12/2007


"Creíamos enfrentarnos a un traficante de drogas pero es, además, algo mucho peor: un promotor inmobiliario". La frase, traducida como mejor puedo, se pronuncia en un episodio de la serie The Wire, que TNT ha empezado a emitir en los canales 24 y 25 de Digital+, lo cual considero y agradezco como regalo navideño de altura.
Es una sentencia para grabarla en el mármol. Confieso que, al trasladarla al español, me he sentido como una foca siberiana disidente que pierde la pelota de hacer monerías al ver entrar a Putin en el Circo de Invierno. Porque en The Wire -el episodio en cuestión pertenece a la tercera temporada: hasta entonces disfruten de cada capítulo-, la palabra que uno de los personajes emplea como sustantivo peyorativo es developer y, aunque creo que la he traducido bastante aproximadamente, a buen seguro que no todos los developers de nuestra geografía son malos, y por lo tanto más bien debería haber traicionado el original y escrito "especulador inmobiliario", no se me vayan a ofender los justos. En algún lugar del catastro de la conciencia de-constructora de esta época y de este país debe de figurar cuántos quedan. O no.
Vaya lo que precede para explicar el placer que me produce la noticia de que el propietario de Marina d'Or ha declarado como imputado por presunto tráfico de influencias, acusado de beneficiarse de una actuación irregular del Ayuntamiento de Oropesa, paraje paridor de paraísos levantinos, cuyo peso en oro pesa mucho más desde que los Aznar-Botella, con su corte, se adosaron allí durante unos veraneos inolvidables.
Creíamos enfrentarnos a un hombre que sólo quería que sus anuncios de Marina d'Or los presentara la amorosa Anne Igartiburu. Pero ¿nos encontramos ante alguien mucho más peligroso? No seré yo quien lo afirme o niegue, sino la ley.
Feliz Navidad no especulativa.

El negocio de la muerte crece sin freno en las minas

El país extrae el 80% del coltán, básico para los móviles
P. RUSIÑOL - Rugari - 20/12/2007


Casi ninguna calle de Goma o Bukavu, las dos grandes ciudades al este de la República Democrática del Congo, tiene asfalto, y cuando lo tiene los socavones impiden disfrutarlo. Apenas hay luz eléctrica en las calles de la región de los Kivus, que combina la exuberancia tropical del corazón de África con la pobreza de su gente. Pero debajo de tantos pies descalzos hay la mayor concentración de reservas minerales de África y quizá del mundo: diamantes, oro, cobalto, estaño, manganeso, coltán...

La mayoría de los minerales se extrae ilegalmente y cruza al instante la frontera
La maldición de las riquezas asuela desde hace años la zona: las guerras se acumulan y los muertos se amontonan. La ONU documentó en 2002 la conexión directa entre la guerra en la región de los Kivus y la lucha por los recursos naturales: un informe demoledor puso al descubierto la insondable maraña de intereses creados para saquear la zona. El estudio no dejaba títere con cabeza, salvo los miles de mineros locales (incluidos niños) que trabajaban en condiciones de semiesclavitud. Las responsabilidades se repartían entre las autoridades congoleñas, ávidas de dólares y fáciles de sobornar, los países vecinos (sobre todo, Ruanda y Uganda), que exportaban todo gratis y sin permiso, y empresas multinacionales -se nombraba a 114: estadounidenses, británicas, belgas, alemanas-, beneficiarias últimas del saqueo organizado.
Cinco años después, la zona vuelve a estar en guerra y las causas parecen ser las mismas. Las únicas diferencias son que Uganda y Ruanda han retirado sus tropas -la lucha es ahora entre señores de la guerra y el Ejército- y que la trama de sociedades interpuestas con destino final a Occidente y China es más sofisticada. Pero se lucha en los mismos lugares y las víctimas siguen siendo los civiles."El Estado no controla las minas. La mayoría están gestionadas por milicias, apoyadas por empresarios bien conectados con Ruanda", sostiene el diputado nacional Thomas Luhaka, opositor al Ejecutivo de Joseph Kabila. El caos de tantos años -al menos desde la caída de Mobutu, en 1996- ha agravado el problema. Empresarios rivales han ido atesorando licencias distintas para explotar una misma mina y buscan el apoyo de ejércitos privados para hacer valer sus supuestos derechos. Una concesión la emitió el alcalde; otra, Kinshasa; otra, la autoridad regional. Y luego están las más importantes: las del grupo rebelde que controla la zona y la del que aspira a derrocarle. Todos esgrimen papeles para demostrar los derechos sobre un mismo lugar: con estos mimbres, la guerra tiene visos de convertirse en eterna.
La rebelión del ex general Laurent Nkunda, que se niega a disolver su milicia tutsi como exige Kinshasa, coincide con el intento del Gobierno central de poner orden en el sector minero y revisar todas las licencias. El feudo de Nkunda es la jungla cercana a Masisi, en Kivu Norte, la joya de la corona minera. Aquí están los mayores yacimientos de coltán, mineral básico para las nuevas tecnologías y los móviles. Es, además, escaso y difícil de encontrar: el 80% de coltán está en Congo, sobre todo en los Kivus.
La gran mayoría de minerales se extrae ilegalmente y cruza al instante la frontera. Los ingresos del Estado aportados por la extracción minera son hoy una séptima parte de lo que eran en 1970. El saqueo es generalizado. Un informe reciente del Instituto Pole, centro de estudios con sede en Goma que recibe financiación estadounidense y británica, certifica que la mayoría de los minerales extraídos se evapora antes de llegar a las autoridades. El destino del material robado es, primero, Ruanda. Después, un largo paseo para borrar huellas a nombre de sociedades que nacen y mueren a velocidad pasmosa. Finalmente, los países occidentales y China.
Todo el mundo conoce en Goma dónde se compra y se vende el oro, el coltán, los diamantes... Por ejemplo, en la Avenida des Ibis, 2, sede de Sadexmines, dirigida por un empresario libanés. Una enorme muralla roja repleta de alambradas impide el paso. "Estamos de vacaciones. Si vuelven en enero, les atenderemos", gruñe el portero. La actividad es frenética y lujosos cuatro por cuatro no dejan de entrar y salir. A cinco minutos a pie, en la calle Pelican, 11, hay otra gran finca que compra y vende minerales. Ni siquiera se exhibe un nombre comercial. Tras el informe de la ONU, desaparecieron los rótulos.
"Nadie, ni aquí ni el extranjero, tiene voluntad real para acabar con todo esto. Todos sabemos lo que pasa, pero el saqueo sigue, la guerra sigue y la miseria sigue", explica en Bukavu, la capital de Kivu Sur, una activista proderechos humanos. Aunque hable para el periódico de un remoto país, pide anonimato. "Si alguien de aquí leyera lo que digo, me acabarían matando. Así son las cosas en Kivu".

Beber y matar en la selva

Los congoleños temen a su corrupto Ejército tanto como a los rebeldes tutsis - Miles de soldados, borrachos y hambrientos, combaten en la guerra

PERE RUSIÑOL (ENVIADO ESPECIAL) - Rugari - 20/12/2007

Llevan la casaca andrajosa y sin abrochar, el pantalón sucio y unos zapatos que no merecen ese nombre. Suelen pedir dólares a bocajarro. O tabaco. En ocasiones, huelen a alcohol y ni se molestan en esconderse: portan una botellita de kasiksi, un vino de palma muy indigesto para los no iniciados pero que sabe a gloria a los soldados que se preparan para morir en una guerra que no entienden. En ese estado precario se bate el Ejército de la República Democrática del Congo al este del país, en una de las guerras olvidadas de África.
"Hace mucho que no cobro, y no he comido desde ayer", dice un soldado
En las guerrillas abundan niños que mueren sin saber contra quién luchan
Son 25.000 soldados (algunos visten uniforme reluciente; otros parecen mendigos), apoyados desde la retaguardia por 17.000 cascos azules. Son incapaces de reducir a 4.000 rebeldes tutsis congoleños liderados por Laurent Nkunda, muy bien conectado con Ruanda. La crisis se ha desbordado: hay 440.000 refugiados, el 20% de la población de la región. El Gobierno ha invitado a los rebeles a asistir a una conferencia de paz a finales de diciembre en Goma, la polvorienta capital de Kivu Norte, donde se vive el último capítulo de la guerra.
La carretera que une Goma con Rugari, una pequeña población de chabolas y campesinos humildes convertida en el frente más oriental de esta guerra, huele a pólvora. Cada palmo está tomado por soldados, que quieren resarcirse aquí de las humillaciones que les está infligiendo la guerrilla. Tienen siempre los ojos clavados en el imponente Monte Mikeno, de 4.300 metros de altura, y apartan con malas pulgas a los curiosos que salen de sus cabañas para ver la guerra en primera fila. Los civiles observan en silencio: se masca el miedo.
Un joven soldado apostado en la destartalada carretera empuña un Kaláshnikov y se prepara para entrar en combate. Los rebeldes están muy cerca, quizá a unos metros, protegidos por la espesa selva. Cualquier despiste puede ser letal, pero el soldado se tambalea: aunque está en primera línea del frente de guerra, sus enrojecidos ojos delatan que ha bebido demasiado.
"¡Por fin les vamos a dar!", clama un oficial. De un viejo antiaéreo ruso salen obuses hacia la montaña -10, en apenas un minuto- que amenazan con reventar los tímpanos cercanos. El oficial sonríe: "Allí se esconden los tutsis, pero esta vez caerán", añade, satisfecho. Su escolta exhibe con orgullo dos fusiles de asalto como prueba de que ahora van en serio: un M-16 estadounidense y un viejo AK-47 ruso. A su lado pasa un chico con aspecto de adolescente y mirada torva: carga un RPG-7, el mortífero lanzagranadas que tantas muertes ha causado en el Tercer Mundo. Éste es de China.
El gran despliegue militar en la carretera que cruza el parque Virunga no es, sin embargo, garantía de nada. Borrachos o no, el arma de los soldados congoleños está siempre a punto. Y si no llega el enemigo, el pato lo paga la población civil: en la calle, todos dicen desear el triunfo del Ejército frente a los rebeldes, pero temen a ambos casi por igual. Los abusos de soldados contra los civiles que supuestamente defienden están bien documentados por las organizaciones de derechos humanos.
"Hace mucho que no cobramos y no he comido nada desde ayer", explica airado un soldado que vaga cerca de Rugari. Y se pregunta: "¿Con qué moral quieren que luchemos?". En la carretera se avista un soldado de guardia acompañado por su esposa, que prepara algo de comer. Será poco y difícilmente matará el hambre -apenas se puede encontrar repollo, cebollitas, alubias y, con suerte, algo de carne de cabra-, pero con toda seguridad será más de lo que le dará el Ejército.
Kinshasa manda dinero a los batallones en función del número de soldados que agrupan y algunos mandos hinchan el censo para recibir más. El dinero suele detenerse aquí: raras veces llega a los soldados, lo que mina aún más su moral. El Gobierno ha destituido ya a varios jefes militares, y el Ejército, herido por la humillación a manos de los rebeldes, no oculta su malestar: el ruido de sables es impreciso, pero empieza a ser audible. "Tenemos a varios generales corruptos que sólo desean prolongar la guerra para ganar más dinero", se atreve a decir uno de los soldados que se preparan para entrar en combate en el Monte Mikeno.
En Rugari, el Ejército sí parece a ratos un Ejército. Un comandante orondo se pavonea ante los mirones mientras da instrucciones a una treintena de soldados en fila que en pocos minutos marcharán rumbo a la montaña. Dos batallones han partido ya y sus compañeros lanzan obuses desde la carretera para allanarles el camino.
Los rebeldes conocen bien el terreno y siempre les queda la posibilidad de refugiarse en Ruanda, cuyo Gobierno protege a sus hermanos tutsis. Pero los insurgentes suelen preferir lanzar pequeñas incursiones hacia la carretera para asustar a la exhausta población civil.
El temor a Nkunda, el líder rebelde, y a los tutsis está muy extendido en la zona. Son menos del 5% de la población y se les considera extranjeros, ruandeses y quintacolumnistas, pese a que llevan siglos asentados aquí. Es la milicia más organizada, pero hay muchas otras. Los interahamwe (los que matan juntos), radicales hutus que huyeron de Ruanda en 1994 tras perpetrar el genocidio, están también muy cerca de donde el Ejército bombardea. También están los Mai Mai, somatén de autodefensa que protege muy poco y saquea mucho. Y los Rastas, extraña guerrilla hutu con pretensiones místicas. La lista es tan larga como inextricable. Todos se han aliado con casi todos y han peleado contra todos. Las armas nunca faltan: la zona es muy rica en minas y los padrinos suelen ser generosos.
Entre los soldados congoleños que pululan alrededor de Rugari se ve a unos cuantos que rozan la mayoría de edad. En las guerrillas abundan los niños soldados, como constata María Mora, española de Save the Children: "Todos los grupos utilizan niños y en las últimas semanas han reclutado a muchos a la fuerza", explica en Goma. Es muy probable que esos niños mueran sin saber ni siquiera a qué grupo estaban combatiendo. Y lo que es aún peor: ni siquiera llegarán a saber por qué. ■