12 diciembre 2008

LA INDIA/PAKISTÁN : LA PAZ CALIENTE

LA INDIA/PAKISTÁN : LA PAZ CALIENTE

Said Jadidi

Si algo ha revelado la reciente pesadilla de Mombay ( o Bombay), este algo, independientemente de su carácter dramático, es la divagación del hasta ahora presidente de Estados Unidos, Georges Bush.
En efecto, en un nuevo brote de alucinación, el presidente saliente de Estados Unidos, cuyas « ideas » por poco cuestan el fin del mundo, acaba de proponer en un mensaje oficial al gobierno indio « la colaboración de su pais para ( i agárrense bien ! ) detener a los autores de los atentados de Bombay ».
Con, aparentemente muy deterioradas sus facultades mentales, Bush ni siquiera parece saber que todos los terroristas fueron matados por lo miembros de las fuerzas especiales indias a excepción de uno que fue arrestado sin colaboración de Estados Unidos.
De mal a peor..
No obstante, más allá de su lado trágicamente anecdótico, el mensaje de Bush plantea una serie de legítimas interrogaciones/reflexiones, a su frente, el deseo de comprometer a la India en una lucha, a todas luces, con velocidades estratégico-políticas.
A juzgar por la envergadura, los medios a disposición del comando terrorista y la, cuando menos, sorprendente facilidad con que ha podido llegar a sus blancos, no sería insensato hablar de autores ( en plural ) directos, unos, por consiguiente visibles e identificables, indirectos, otros, ocultos y disfrazados.
Acusar a la vecina Pakistán sería, en este caso, mortalmente fácil. La más que probada eficacia de sus servicios secretos aboga por más reflexión, más objetividad y más realismo. Probablemente tendremos que esperar años antes de descubrir ( casi con seguridad por pura casualidad ) implicaciones geo-estratégicas que, hoy por hoy son abstractas e insospechosas.
Sin embargo, en un admirable sobresalto de verdadero civismo ciudadano, los habitantes de Bombay participaron el domingo pasado, masivamente en una velada en memoria póstuma de las 200 víctimas mortales y los 280 heridos de los atentados del 26 de noviembre pasado.
Una reivindicación entre otras : « NO MÁS ESTO ». Lo que justamente se debe pensar.
No obstante, para que esto no se repita, Nueva Delhi no debe lanzarse en acusaciones precipitadas, basadas en concepciones gratuitas de orden estratégico, ni confiar en conclusiones made in USA ni siquiera dejarse atraer por atavismos geopolíticos.
Y es que…
Fresco aún el recuerdo de la pesadilla de Mombay ( o Bombay ) muchos « expertos » en materia de lucha anti-terrorista comienzan a barajar hipótesis tan inverosímiles como sospechosamente « teledirigidas » como por ejemplo las crónicas, en muchos medios de comunicación occidentales, sobre el Islam y los musulmanes de la India o lo que es visceralmente más intencionado y vejatorio « las convicciones islámicas de los miembros del comando terrorista de Taj Mahal ».
Como si el objetivo de la « misión » terrorista de Bombay no fuera otro que la de empujar a la vecina Pakistán a emprender, como se lo lleva exigiendo a gritos y a violaciones de su espacio áereo los Estados Unidos y en voz más baja sus aliados, una aventura militar en sus zonas tribales fronterizas con Afganistán, casi todos los comentarios, análisis y consultas de prensa apuntaban al día siguiente de los atentados, en coro, hacia lo que ya llaman « el elevado tributo que debe pagar Islamabad » por no haber sabido ( o atrevido) a luchar más y mejor contra los focos terroristas dentro y cerca de su pais.
Como si no les bastara que, por proteger la ocupación en Afganistán, Pakistán fuera, después de Iraq y Afganistán el pais con más víctimas del terrorismo y más expuesto a la desestabilización, le piden ahora alinearse a una tésis anti-terrorista que el pueblo pakistaní y todos los amantes de la paz y de la justicia ponen en tela de juicio.
Los recientes atentados de Bombay se están convirtiendo en un medio de presión sobre las autoridades pakistaníes para actuar, conformen a la voluntad mil veces reiterada de Washington de privilegiar, como acaba de imponerlo al parlamento irakí bajo su tutela, el interés estratégico sobre el imperativo democrático, particularmente en las zonas tribales, donde, con el pretexto de atacar lo que cree diagnosticar como el origen del problema de « su » Afganistán efectua diariamente incursiones que suscitan la unánime indignación popular en Pakistán.
Por otra parte las primeras declaraciones de la Secretaria de Estado, Condolezzia Rice, « invitando » a Pakistán a « colaborar total y completamente en la investigación india en curso actualmente » apoyan explícitamente la hipótesis al respecto.
Casi una semana después y pese al detenido y su interrogatorio, Nueva Delhi aún no ha llamado ni al pan, pan, ni a lo que ha ocurrido en Bombay lo que fue.
Mientras que Pakistán, a través de sus máximos dirigentes advierte contra toda « conclusión precipitada », la India parecer contemplar la suspennsión del proceso de paz con su vecina forjado por más de una guerra, muchas lágrimas y lustros de paciencia y perseverancia.

ESTO ES GAZA



Es el intento constante de un pueblo de aferrarse a una vida normal, aunque Israel le endose condiciones anormales de reclusión, aislamiento del resto del mundo y deterioro hasta un estado humillante de dependencia de la beneficencia internacional.

Por Amira Hass

Cuando no es un corte de electricidad, que deja barrios enteros en la oscuridad, es el agua, que no llega a los pisos de arriba o el butano, que se acaba. Si tienes un generador eléctrico, alguna pieza pequeña del mismo acabará por romperse tarde o temprano de manera irreparable porque incluso antes de que comenzara el hermético sitio de tres semanas, Israel prohibió la entrada en la franja de cualquier repuesto de coches, máquinas y electrodomésticos.
Y si, de algún modo, consigues dinero para comprar uno de los generadores que ha traído el contrabando a través del túnel (su precio se ha duplicado o triplicado en el último mes), es a costa de no pagar la estufa (eléctrica no, claro), las clases de inglés, la ropa para los niños y las visitas al médico.
Esto es Gaza en noviembre de 2008. Y Gaza es vaciar los almacenes de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados en Palestina y también son los agricultores que sembraron y regaron sus tomates, guayabas y fresas pero no pueden comercializarlos fuera de la franja porque Israel lo prohíbe. Gaza también es la calma con la que la gente acepta la oscuridad repentina y las bromas sobre la poca comida que queda en el frigorífico para echarse a perder.
Gaza es la habilidad de contar chistes en cualquier situación, y el insulto inflamado por no tener agua corriente durante tres o cuatro días. Y aun así, los niños van limpios y arreglados al colegio.
Gaza es la larga calle Nasser, cuyo tráfico permanece cortado desde hace más de un año. El asfalto está gastado, acribillado de baches y cubierto de montículos de arena. Cuando Israel prohibió la entrada de material de construcción y materias primas en la franja, las obras se interrumpieron en esta vía pública, principal acceso a tres hospitales, que están siempre bajo la amenaza de un fallo del equipo médico si una pieza deja de funcionar.
Pero Gaza también son los padres que dejan a sus hijos solos en casa, sin miedo, o que les permiten ir a jugar a un parque que está lejos o ir solos a visitar a su abuela al campo de refugiados de Jabaliya (en las calles paralelas a la calle Nasser).
Gaza son las denuncias por el ataque de unos policías a unos simpatizantes de Al-Fatah en la universidad, o el cierre de un restaurante, también por parte de la policía, porque sus propietarios no informaron con suficiente antelación del simposio que tendría lugar en el mismo, organizado por un centro de investigación asociado a las autoridades de Ramallah y en el que participaban ponentes de Hamas.
Gaza es el maestro que en el colegio obliga a las niñas a cubrirse la cabeza, a pesar de que funcionarios superiores sostienen que esa no es la política del ministerio de educación. Gaza es exageración y rumores falsos, y también es el informe de los detenidos de Fatah sobre las cámaras instaladas en las comisarías para asegurar que los interrogatorios se producen dentro de los límites legales. Es también la sorpresa cuando la policía de Hamas devuelve bienes robados, incluso antes de que el robo se denuncie.
Gaza es la sensación entre los simpatizantes de Al-Fatah de que les han robado el poder y su miedo al sistema de seguridad, y también es la confianza en sí misma de Hamas. Son las comparaciones entre los métodos de intimidación en la época de Yasser Arafat y el intercambio de información sobre la supresión de la actividad de Hamas en Cisjordania.
Gaza es la ira del pueblo, incluyendo a los miembros de Al-Fatah, por lo que parece un abandono y una indiferencia deliberados de Ramallah hacia la franja y el destino de sus habitantes.
Gaza es gente que sueña con irse y gente que salió para ir a estudiar o trabajar hace años y quien la extraña. Gaza es gente que no puede regresar con su familia porque incluso si encontrara una grieta por la que poder cruzar la frontera cerrada por Israel, sería encarcelada aquí y tendría que renunciar a su libertad de movimiento y elección por completo.
Todo aquí es muy intenso.
“Medimos nuestras vidas en minutos, no en días ni semanas”, dijo un simpatizante de Al-Fatah. Su vida está patas arriba desde junio de 2007 y cada día la vuelve a perturbar la ruptura política. Se refería a simpatizantes de Al-Fatah como él, convencido de que la gente de Hamas en Cisjordania también “mide su vida en minutos”.
Pero su descripción se ajusta también a todos los demás. Los cambios son tan repentinos, tan violentos, tan vertiginosos y tan frecuentes que el individuo no puede controlarlos, ya se trate de alta política o de la hora a la que hacer la colada.
Gaza es el intento constante de un pueblo de aferrarse a una vida normal, aunque Israel le endose condiciones anormales de reclusión, aislamiento del resto del mundo y deterioro hasta un estado humillante de dependencia de la beneficencia internacional.

La fuente: La autora es periodista del diario israelí Haaretz (Tel Aviv). La traducción del inglñés pertenece a Ana López para Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística.

GRECIA: FUEGO A DISCRECIÓN


GRECIA: FUEGO A DISCRECIÓN

Dimitri Deliolanes
Il Manifesto

Había que haber seguido esta crisis paso a paso. Había que ver a esta clase política democrática, a los aclamados herederos de los grandes líderes del periodo siguiente al de los coroneles: el nieto Karamanlis, y el hijo Papandreou. Ver a sus colaboradores, ministros y portavoz inclinándose ante los poderes fuertes, verlos sometidos a humillaciones en las televisiones privadas suplicando a los bancos y ensalzando a los armadores. Un espectáculo deprimente. Una clase política de ignorantes, de inútiles, de hábiles trepas. Saben inglés pero no tienen una sola idea, un solo proyecto. No tienen mayor ambición que el chalet en Mykonos.

La crisis que ha estallado estos días en Grecia es ésta. La crisis del neoliberismo, en salsa conservadora y socialista. Un modelo que ha significado una cosa solamente: que el Estado no existe. Una idea platónica, una ilusión. Lo que hay en verdad es una burocracia totalmente sumisa ante los intereses privados, que van desde los de los poderosos señores de los canales de televisión a los grandes constructores pasando por el policía algo nervioso que dispara cuando le parece.

Esta es la Grecia que tratan de exorcizar los jóvenes encapuchados mediante su revuelta. Un país dominado por la ilegalidad, la prepotencia, los abusos del famoso “mercado”. Los poderes públicos, los elegidos democráticamente, están en otros lugares: en los yates, en las televisiones, en Kolonaki, el barrio chic de Atenas devastado ayer. Al ladito al ladito de los grandes pordioseros privados. Quede claro: nos referimos a la derecha en el gobierno. Aunque los socialistas tampoco fueron mejores, y la gente lo sabe.

Esta privatización de todo y de todos ha tenido consecuencias devastadoras en el orden público. Era previsible. Ahora ya no hay policía griego que no esté al servicio de algún interés privado legal (un partido o un político) o ilegal. Los salarios y los ascensos en la carrera siguen la suerte de sus grupos de referencia privados y no la jerarquía interna. El año pasado la policía intentó hacer una redada en un campo de hachís en Creta. Les respondieron con ráfagas de metralleta: un muerto y seis heridos graves. No volvieron a intentarlo. Quien no se suma a algún grupo de estos, actúa más por ignorancia que por honestidad. ¿Los poderes criminales? ¿Los grupos mafiosos? Campan a sus anchas. Grecia hasta hace 20 años era uno de los países más seguros de Europa. Ahora las capas más populares en la enorme área suburbana de Atenas ya no saben de quién han de defenderse: ¿de los propietarios, de los policías o de los criminales? ¿Y la ley? El año pasado encarcelaron a tres jueces corruptos, pero no se hizo limpieza. Esta descabellada (no) política del orden (no) público es lo que transformó el barrio Exarjia, rincón pintoresco de artistas y bohemios hasta hace veinte años, en un bastión de rebeldes, siempre en el umbral entre el espontaneísmo de las barricadas y la delincuencia común. Al no poder contener a algunos cientos de “insurreccionalistas”, los policías siempre se han vengado de modo exagerado, en favor de los intereses privados, de mala manera.

Un desastre. Los rebeldes han crecido y su influencia se ha extendido. En estas jornadas a sangre y fuego de Atenas han demostrado que tienen en la mano el movimiento de protesta. Un liderazgo ciego, sin salidas ni perspectivas. Se trata en cualquier caso de la cosecha de una lejana siembra llamada bipartidismo perfecto. Si no hay alternativa creíble, no queda más que el fuego.

Crónica del entierro de Alexandros (lo que El País no contó)

Noemí Sobregués
Rebelión

Dice esta mañana (10 de diciembre) la enviada especial de El País (por fin se han decidido a enviar a alguien, por cierto, ya que hasta ahora se habían limitado a reproducir noticias de la prensa griega, y, sea dicho de paso, de los periódicos más conservadores):
Pasadas las cuatro de la tarde, hora local (una hora menos en la España peninsular), el ataúd blanco con los restos de Alexis desapareció del plano. Las imágenes siguientes, minutos después, fueron ya de disturbios y enfrentamientos.

¿La enviada especial de El País se queda en el hotel viendo la tele? No importa. Algunos de nosotros estábamos allí.

El entierro tuvo lugar en Palio Faliro, un barrio a unos ocho kilómetros del centro de Atenas. A esas horas el Politejnío está relativamente en calma. No hay policía en los alrededores.

Frente a la iglesia se concentra una multitud de gente, en especial adolescentes, muchos de ellos con sus padres. Algo a lo lejos empieza a reunirse también gran cantidad de policía. Mis compañeros griegos insisten en que precise que no se trataba de antidisturbios, sino de motoristas. Iban armados.

De las calles adyacentes van llegando cada vez más chavales. Vemos a madres gritando desde el balcón a sus hijos que vuelvan a casa. En vano. Hablamos de chicos de clase media acomodada, vestidos con ropa de marca, que probablemente nunca han estado en Exarjia y nada saben de política.

De pronto un motorista saca un arma y dispara tres veces al cielo. (Posteriormente el policía afirma que sacó el arma por miedo, porque se sintieron amenazados –amenazados por tener frente a ellos a niños, y la vía libre a sus espaldas.) Se desata el caos. Los chavales corren a recoger los casquillos de las balas. La policía vuelve a disparar al cielo unas diez veces. Entonces, y sólo entonces, es cuando empiezan los disturbios y los enfrentamientos. Sí, se producen importantes destrozos en la zona y los alrededores.

Está filmado por cámaras de televisión. Es una lástima que la enviada especial de El País no sólo se limitara a quedarse viendo la tele, sino que además ni siquiera se tomara la molestia de echar un vistazo a los distintos canales.

Y sigue diciendo:

En la plaza Sintagma, el kilómetro cero de Atenas, se hizo de noche prematuramente en torno a las dos de la tarde. El humo negro producido por plásticos quemados se mezclaba con los botes de humo disparados por los antidisturbios.

Luego se pierde en comparaciones con la Intifada, en David y Goliat, en la desproporción del recurso a la fuerza por parte de ambos bandos, se da un paseo por Tesalónica y vuelve a la plaza Síntagma para decir que algunos manifestantes “no se conformaron con arrojar piedras, también usaron vallas, palos y papeleras. Y los más radicales cócteles molotov”. Sólo en el siguiente párrafo, tras haber mencionado la manifestación convocada por el partido comunista griego, deja caer, casi por descuido, que “la otra concentración” (la de Síntagma) era “mayoritariamente estudiantil” y “concentró a miles de participantes”.

Curiosa manera de contar lo sucedido. No decimos “falsa”. Decimos sólo “curiosa”. Lo que cuenta es cierto, pero tan parcial, tan absolutamente sesgado y tan estratégicamente expuesto, que al final poco tiene que ver con lo que presenciamos los que allí estábamos.

Era, efectivamente, una manifestación estudiantil. Hablamos de chicos de colegios e institutos entre once y dieciocho años, en su mayoría acompañados por sus profesores y sus padres. Habían llegado escuelas enteras de toda la ciudad y del Ática. Pretendía ser una manifestación pacífica.

Los manifestantes se sientan ante el Parlamento. Los más jóvenes, directamente niños, ocupan las primeras filas.

La policía los rodea totalmente. La plaza va llenándose de gente.

La policía intenta desalojar a los manifestantes a empujones y patadas (contra las primeras filas, las de los niños). Los chicos no se mueven. La policía saca sprays lacrimógenos y empiezan a rociarlos. Los profesores y los padres corren hacia las primeras filas y se enfrentan a la policía a gritos: “Pero ¿qué hacéis? ¿No veis que son niños? ¿Pretendéis matárnoslos a todos?”. Es cierto: alguna piedra empieza a caerles. La policía se pone nerviosa, se guarda los sprays y lanza por los aires un bote de gases lacrimógenos. Y es entonces, y sólo entonces, cuando se desata la batalla campal, cuando los que han ido concentrándose en los alrededores de la plaza no se conforman con lanzar piedras, sino que recurren a vallas, palos y papeleras.

Y sigue diciendo la enviada especial:

"Saludamos y damos la bienvenida a los jóvenes que no se cubren la cara”, era la consigna más repetida entre los profesores y los estudiantes que participaron en la primera marcha de la mañana.

Tampoco decimos que sea falso. No decimos que no haya encapuchados radicales y vándalos. Los hay. Pero no son tantos. Las calles están llenas de gente a todas horas, y por las noches, en los alrededores del Politejnío, todos podríamos pasar por encapuchados, entre otras cosas porque tenemos que salir con gorro (caen huevos, tomates, piedras e incluso algún cóctel molotov de balcones de casas particulares en cuanto pasa la policía), los ojos untados con vaselina, pañuelos mojados sobre la nariz y la boca, o mascarillas. Llevamos cuatro días largos respirando lacrimógenos (hay testimonios de que han lanzado botes estadounidenses caducados, lo cual ha complicado todavía más las cosas –el ministro de Sanidad pidió hace unos días a la policía que moderara el uso de lacrimógenos, comentó que incluso el personal médico tiene problemas para respirar cuando atiende a los heridos).

Y dice además:

Dos palabras se repiten sobremanera estos días en los medios de comunicación y en las calles: hooligans y vándalos. Otra frase favorita es: “Atenas parece Irak”.

Suponemos que esto es lo que se repite sobre todo en los medios de comunicación extranjeros. En cuanto a las calles, está claro que depende de con quién hable cada cual. La frase que más hemos oído nosotros incluso en los peores momentos, cuando todo el centro de Atenas ardía y la situación estaba totalmente fuera de control, era: “Iparji logos” (Hay motivos).

La situación es sorprendente. Desde el principio en las calles hay muchísima gente hasta bien avanzada la madrugada, pero cuanto más se empeñan los medios en que se trata sobre todo de pequeños grupos de vándalos radicales y anarquistas, más gente sale a la calle. Y los que al principio se limitaban a hacer acto de presencia empiezan ahora a animarse a lanzar alguna piedra que otra.

Está claro que en Atenas sólo los vándalos son fotogénicos.

Por medio de los medios

TODO: La crisis mundial no suprime los "festejos" de Navidad y Año Nuevo. Sólo que tenemos que preguntarnos... ¿Cómo festejarán los millones de desocupados, marginados, los sin casa, la gente pobre, los chicos esclavos, las blancas y negras "tratadas"? A no preocuparse, amigos: los medios, los malditos medios se encargarán de alegrarnos con la alegría de los que tienen... Andrés Aldao

Por José Pablo Feinmann

A veces pareciera que las películas exageran. Y no poco ni mucho: demasiado. Al fin, necesitan vender butacas, ése es su principal objetivo. ¿Por qué habrían de privarse de acudir a cualquier medio para hacerlo? Por ejemplo: ¿usted podría creer que Estados Unidos cree una guerra para tapar el desliz sexual de un presidente? Para entendernos: no es que esa guerra haya sido creada sin motivos, sea una pura agresión sin causa, y por fin una masacre. No, ésa, después de todo, sería una guerra real. Nos referimos a una guerra inventada. A una pura y perfecta invención de los massmedia. Se hizo (y a ella nos referimos) una excelente versión sobre este tema. Se llamó Mentiras que matan (Wag the Dog), es de 1997, la dirigió Barry Levinson y la escribió un tipo con mucho talento: David Mamet, acompañado por Hilary Henkin. Si agregamos que Dustin Hoffman y Robert De Niro están en los protagónicos tendremos el panorama claro: esto no puede fallar. La historia es así: dos miembros del gobierno (De Niro y Anne Heche) buscan a un productor de Hollywood porque necesitan distraer al público norteamericano. “¿Crees que será posible?”, le pregunta, en el avión que los lleva a California, Heche a De Niro. El tipo se ríe: “¿En serio me preguntás eso? ¿Si será posible engañar al público norteamericano? Dime, ¿tú sabes algo de la Guerra del Golfo? ¿Alguien sabe algo de esa guerra? Nadie. Sólo lo que les dejamos ver. ¿Qué vieron? Unas cuantas luces atravesando el cielo, la noche. Eso les vendimos como Guerra del Golfo y eso creyeron. ¿Por qué no vamos a poder fabricarles una guerra ahora? La necesitamos”. La necesitan porque la administración a la que sostienen está en peligro. Puede bajar la popularidad del presidente por ese affaire sexual que tuvo. (Referencia insalvable al affaire Lewinsky. Aparte: conocí a un escritor alemán de nombre Charles Lewinsky. Me decía: “Todo es más simple para mí ahora. Ya no necesito deletrear más mi apellido. Sólo digo: Lewinsky, como Monica”.) Hay, pues, que inventar una guerra. Se encuentran con Hoffman, productor de Hollywood que nunca ganó un Oscar y vive amargado por eso. Pero tiene esperanzas. “Queremos fabricar una guerra”, le dicen. Primero necesitan decidir con quién. No tardan en decidirlo: “Con Albania”. “¿Qué tenemos contra Albania?”, pregunta alguien. “¿Qué tenemos a favor?”, le contestan. Empieza la tarea. Se trata de “armar” una imagen dramática que irá a la tapa de los diarios. Lo hacen: bombas que estallan en una aldea de Albania y una mujer que huye con un niño en brazos. Conmovedor. Pero falta. Hay que componer una canción patriótica que consiga encender los corazones del público. Lo llaman a Willie Nelson, el famoso cantante country. Nelson se pone a trabajar. Graban la canción. Advierten que “Albania” no rima bien con casi nada, pero ya es tarde para cambiar. Y no dudan del resultado final: hace falta una guerra y los medios la crearán. Las imágenes se difunden, el público se las cree y el talentoso pero ingenuo productor exige que se presente lo que ha hecho a la Academia de Artes Cinematográficas porque quiere ganar su ansiado Oscar. De Niro, que se lleva muy bien con el FBI y con la CIA, ordena que lo liquiden. Hoffman, ilusionado por algo que le han dicho, entra en una enorme limousine que sólo lo trasladará hacia su injusta pero inevitable muerte.

En Poder que mata (Network, 1976) Sidney Lumet entrega una de las mejores películas de su larga carrera. Pero detrás de esa conquista hay un guión ya mítico de Paddy Chayevsky. Ned Beatty le dice a Peter Finch: “Olvídese: ya no hay primer mundo, ni segundo mundo ni tercer mundo. Sólo hay negocios”. Se trata aquí del mundo de la televisión. Hay que atrapar, domesticar, someter, idiotizar a los que miran. Nadie sabe hacerlo como Faye Dunaway. Tiene un programa que se llama: La hora de Mao-Tse-Tung. Tiene otro que ha entregado a los Panteras Negras. Pero su punto máximo es el loco mesiánico de Peter Finch. Aquí aparece el talento de Dunaway. Es evidente que el tipo está peligrosamente loco. No importa. Se lo puede usar. Puede ser un hit. Lo ponen en un horario central. Finch tiene la locura de llamar a la rebelión. Se pone frente a la Cámara y vocifera: “Abran sus persianas. Asómense y griten: ¡no aguantamos más, ya no podemos tolerar más, estamos hartos!”. La gente, en sus casas, sin creerlo al principio, empieza a oír gritos. Abre sus ventanas y se asoma. Ahora todos están asomados. Al comprobar que todos gritan lo que Finch exige que griten, no hay uno que deje de gritarlo: “¡No aguantamos más! ¡Ya no podemos tolerar más! ¡Estamos hartos!”, se crea una situación de rebelión social que estaba soterrada pero que Finch ha sacado a flote. Ahora la gente está furiosa. No sabe por qué. O tiene uno que otro motivo. Pero quiere estar furiosa. Finch, un pastor iracundo, lo exige desde la tele. Van a ver en vivo su programa. No bien él aparece todos empiezan a gritar: “¡No aguantamos más, etc.”. Como todo lo que se lanza sin demasiado control la cosa se le empieza a ir de las manos a la sagaz y algo detestable Dunaway. Ella lo arreglará. Pero uniendo lo útil a lo comercial. Siempre se trata de subir el rating. Les dice a sus jefes (que ya son pocos, ella ha trepado muy alto) que la dejen hacer. En su próxima aparición, Finch saluda a su público vociferante. Por fin, silencio. Finch se dispone a dar su sermón iracundo del día. De pronto, entre el público, surgen varios Panteras Negras con metralletas y acribillan a Finch en vivo, ante las cámaras. Exito total. Se han librado del loco y han atrapado aún más a la gente. Que –Dunaway lo sabe bien– es nada, es arcilla en sus manos, es basura, concluirá.

Nuestra tercera película es The Truman Show, de 1998, dirigida por Peter Weir. Aquí la tesis de la manipulación mediática es llevada al extremo. A un tipo que se llama Truman le crean su mundo, su vida, su entorno desde que nace en un enorme set televisivo que se venderá como un show al resto del país. Toda la vida de Truman está armada, diseñada, conducida por Harris, un genio de la televisión que demuestra con esto que puede, por medio de la omnipresente pantalla, dominar todo, crear la realidad. Es una metáfora sobre la posible libertad del ser humano en un mundo dominado por los medios de comunicación que crean una realidad que somete a quienes se proponga someter. La película de Weir es optimista. Al final, Truman abre una puerta que le permitirá salir del decorado. Es la puerta hacia su libertad. No se ve nada más allá de ella. Sólo oscuridad. La incertidumbre total. Harris le dice que se quede, que él lo protegerá, que habrá de cuidarlo. Pero Truman elige ser libre y elige, con ello, el riesgo, la incertidumbre, el peligro. Truman abre la puerta y entra en ese callejón oscuro, lleno de riesgos gigantescos. Sobre todo los de averiguar quién es, qué quiere, qué piensa. Para evitar estas cosas es que la gente ve la tele. Para no ser libres. Para ser manipulados. Para que les digan en qué creer, a quiénes odiar, a quiénes no odiar, qué consumir, qué comer, qué ropa ponerse, qué ideas tener y, muy especialmente, qué ideas no tener. Aquí, a este ente pasivo, que se devora lo que la tele le da y deja que su subjetividad sea creada, moldeada desde ella, los tycoons de los medios le dicen “la gilada”. ¿Es libre “la gilada”? Alguien dirá que no puede haber algo menos libre que “la gilada”, ya que vive esclava de lo que los medios hacen de ella. Sin embargo, durante estos días hubo ciertos dramáticos sacudones en el programa de Tinelli. No caminó lo de la lluvia. Esa lluvia que caía sobre los cuerpos exponiendo sus transparencias a la mirada golosa y patética e impotente de “la gilada”, ¡no funcionó! No dio el rating esperado. A la gente le gusta más lo del caño. “Hay que volver al caño”, pareciera que se ha resuelto. Entonces, ¿cómo que la gente no es libre? Claro que sí, claro que es libre. Siempre puede elegir entre la mierda y la basura.