11 septiembre 2008

THE BIG FAMILY (narración, historia, periplo personal)


Hoy haremos un poco de revisión histórica mediante la literatura. Una serie llamada “Ensayitos y sarcasmos en compás de 2 X 4” incluia la obrita que sigue. Se la puede tomar como ensayito, pirueta literaria o Realidad y Transfiguración de una historia trágica... Sin quitas ni agregados. Andrés Aldao

«The big family»

«Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor!.»


Estaba tumbado en el mausoleo; callado, frío. Quise gritar, explicar que habían cometido un terrible error, un yerro funerario. que no era yo el muerto. Abrí la boca, desesperado. Jadeaba y las lágrimas me brotaban con salvaje ternura, absurdas. Pero no podían ayudarme. Imaginaba mis alaridos. feroces, engrampados en la garganta, infructuosos, exasperantes, inaudibles, vanos. Jadeos sin futuro. Vi entonces la figura que yacía a mi lado, y me puse a sollozar, afligido e impotente: se trataba del cadáver embalsamado de Vladimir Ilitch Ulianov. ¿Lo pueden entender? Tirado en el Kremlin, sobre una losa helada, sucia. Yo. ¡en compañía de Lenin!

Desperté empapado, temeroso y angustiado. Murmuré quedamente, con la voz rota: “Fue una pesadilla, maldita sea, fue una pesadilla”. Maldita pesadilla. Los sueños extraviados me gastaron la gran broma de tumbarme al lado del cadáver embalsamado de Vladimir Ilitch. Dormir en un gélido mausoleo, vecino a Lenin, y agarrarme un susto de la maroma. ¿Valía la pena tanta alharaca? ¿Dónde está la gracia? ¿No es una broma sádica al uso nostro estalinista?
Me retrotraje, evoqué algunos detalles de esa alucinación y espié en mi conciencia. No quise pensar. Me fui a dar una ducha. La angustia, regocijándose con la pavura, recorría mis entrañas a saltitos. Como ejecutando una polonesa de Chopin sobre las teclas amarfiladas y amarillentas de un piano vetusto, rescatado del primer plan quinquenal. Tenía miedo de pensar. El mate con espuma me reanimó.
Esa mañana repasé los antiguos recortes. Papeles estropeados que encerraban historias entramadas a lo largo de mi vida. Hoy no valían ni el esfuerzo ni el recuerdo. Descartadas y superfluas. Los nombres perdidos y anónimos. Misiones olvidadas, muertos que nadie reclama ni recuerda. Pasó la vida. Envuelta en muchas cosas. Y ahora el caos, escombros. Ni nombres, ni placas, ni amistades. Sólo anécdotas. Y esa soledad que no sabe de misericordias. Y esa palabra que fue mi orgullo, como el premio transparente que protegía la fidelidad, la consecuencia. Fuí un militante, camaradas. Fui un militante, pensaba consolándome. ¿Consolándome de qué?
Era como contemplar por el rabo del ojo glaucómino un árbol añoso de tronco curtido y raíces que fueron fuertes y ahora se pudren en la ciénaga nauseabunda de la indiferencia. Hoy todo está disperso, podrido; arrumbado como trasto viejo que ya no sirve. Los otros no pueden saberlo. No lo entenderían jamás. Eramos la gran familia, con una sola bandera roja, un idioma común en apariencia –e interpretaciones muy disímiles –, una dedicación absoluta a la causa que parecía de todos, la causa internacional. Esas cavilaciones iban penetrándome, como una oración perversa que algún pecador agnóstico e impertinente osaba susurrarme, una y otra vez. Igual a una pócima de cianuro mezclada en un vaso de semillón. y ¡salud! A veces los encuentro por la calle, o en algún café céntrico. Con más canas en el corazón que en la cabeza. Se disparan. Tenía la mala fama de ser el crítico, el arsénico de la izquierda, el aguafiestas. –bah! un cartel gratarola que me pegaron envidiosos mandarines de la zurdas oficiales –; el que enfrentaba a los papagallos de todos los aparatos. Que vociferaban: No es posible la salvación fuera de nuestra congregación. (Léase: los marxistas leninistas, estalinistas, maoístas, troskistas y otras amebas y amoebas más cercanas en el tiempo. Y en el espacio), con el tatuaje de la hoz y el martillo sobre la camisa, y el cinismo gregario de su conducta.
Los nostálgicos del pasado, confundidos en el tiempo, lloriquean y se preguntan: Qué pasó, cómo pasó, por qué cayó el muro: ¡Marx, Engels, Lenin, Mao: vengan a darnos una mano! ¡¡ ¡Sálvennos, socorro! Inútil: Es una vaca lechera sin leche; un limón sin zumo.
Los gloriosos discípulos, reventados y carcomidos por la soberbia y el culto fetichista a la personalidad, son los que borraron de su léxico la modestia. Siempre encontraron el pretexto melindroso, la justificación que encastrase con la fábula y el embuste. Pertenecían a los partidos infalibles que nunca se equivocaban, que siempre tenían la razón y la verdad. Porque la verdad es marxista, vociferaban. No importaba si eran comunistas de la línea rusa, o la china, o la vietnamita, o las trotzkistas o la “revu caída del cielo”.
En este globo terráqueo superpoblado por millones de pelandrunes sobrantes, los estrategas de la gran aldea global han planificado una limpieza al estilo Kosovo albanoserbio –OTAN, o Timor, Sierra Leona, Ruanda, anti –intifada o, si lo prefieren, higiene callejera mediante los comandos dry clean que salen a cazar a los pibes que callejean, hambrientos y andrajosos, en Brasil, Argentina, Guatemala, Honduras.
Una parte apreciable de los funcionarios de los gloriosos PPCC y desprendimientos sectalizadas que dieron en varios países, se acomodaron: hoy son la nueva izquierda, la izquierda democrática, la izquierda unida con perfil humanista, tolerante, pluralista y democrático, manejan financieras, cooperativas y bancos. Luego que el edificio podrido del socialismo «real» (qué invento fenomenal para adornar la mierda), se derrumbó, se transformaron en los elegantes dirigentes del socialismo de cara angelical. Y nosotros al carajo. A robar a los caminos. O a organizar una flota de barcos piratas o una bandita de piratas del asfalto. ¡¡¡Arriba Sandokán! ¡¡E viva la revolución mundial! ¡¡E viva la sagrada familia! ¡E viva el comunismo!
Así está la muchachada, vacía por dentro y gordita por fuera, con todo ese palabrerío infernal bombardeado durante décadas en los oídos de millones de activistas, calcado de un discurso al otro, de un año al otro, de un partido al otro, de una orga a la otra. ¿Cuál es el resultado?. Haber sido boludos, giles, activistas de la gran propuesta onírica. por un mundo justo y solidario.
Mientras tanto, millares de militantes caían en las mazmorras de Stalin y sus epígonos, o en los sótanos clandestinos del capitalismo democrático e higiénico, y sus sirvientes. En África o Europa, en Asia o América latina, en Oceanía, en los campos o las urbes, en el oeste o el este, en el Brasil de Dutra, el Chile de Pinochet o la Argentina de Videla, con quienes Rusia, China y Cuba mantuvieron excelentes relaciones .
Sacrificados, dedicando tardes y noches a la causa del Partido, vendiendo el periódico, repartiendo volantes, pintando, echados del trabajo, detenidos, maltratados, torturados hasta la muerte, asesinados.¿Y los dirigentes –funcionarios? Siempre el buen pasar, los viajes a la URSS, los sueldos abultados, las juergas gastronómicas, los vehículos pagados con la sangre y el sacrificio de los soldados anónimos, el sacrificado ejército de las tinieblas clandestinas.
Ser militante tenía un solo precio: ser fiel, no discutir, aceptar que esa entelequia esotérica llamada partido era la madre de todos; y con la madre no se discute. es la que te da de mamar, te echa a andar por esas tierras desconocidas del activismo mediante la línea política impuesta desde arriba.
Pasó la mayor parte del siglo XX. Cayó el muro de Berlín. Se destaparon ollas con minestrones en descomposición, todo saltó por los aires, como un coche bomba manejado desde las pirámides del kremlin por los faraones de las troikas depuradoras.
Déjenme de joder, viejos prolecultos y modernos delirantes, déjenme. respeten a los caídos, a los vencidos, a los que no usufructuamos del becerro de oro de los jugosos aparatos mantenidos por la sangre de los giles! ¡¡No jodamos más!
El sueño de la patria socialista devino en una fétida pesadilla, y en 1991 se deshizo como un terrón de azúcar echado en un balde de alquitrán. Sobre política, nones; sobre sociedad, nones; sobre relaciones internacionales; nones. A veces pienso si esto que ocurre en el universo es, en última instancia, lo que ha venido sucediendo desde que la historia empezó a contarse. Y que nosotros, los de la guardia vieja, al llegar a una edad determinada vemos las cosas de color negro (¡por los glaucomas y cataratas)
El mundo se arruga y recalienta. Basura, smog y toxinas están acabando con el aire viciado (el puro comenzó a contaminarse durante la primera revolución industrial.) y una versión septicémica, podrida y aberrante va reemplazando las migajas de aire incontaminadas. Y los mares petroleros acaban con los peces, las ballenas y las algas. Para hallar petróleo no se perforan nuevos pozos. simplemente se recoge del mar con gigantescos cucharones digitales manejados desde canoas atómicas por chinos balseros rajados de la China social capitalista.
No es ésta una nota humorística para levantar el ánimo. Se trata de una piantadura sofisticada de mi cerebro catapultado a la estratósfera de la bronca. Este ensayito es una de mis tiradas más serias de los últimos tiempos. Estoy tranquilo porque pude superar la ira, enterrar la cólera y dedicarme full time a fantasear.
Fantasear, por ejemplo, que por un milagro de la relación espacio cósmico –tiempo en la relatividad del mundo, pude regresar a los años de la revolución de Octubre. Detuve la mano asesina de Fania Kaplan y salvé a Lenin de ser asesinado cuando les hablaba a los obreros de la fábrica Putilov. Eliminé a Stalin del proscenio de la URSS y ubiqué en su lugar a Lev Davidovich como camarada de Lenin. Convertí la NEP en un sistema económico floreciente. Cambié el curso de la guerra civil española y los falangistas fueron los exiliados y no los republicanos. Durante la 2da guerra mundial los judíos transportados a los ghetos se rebelaron y derrotaron a las tropas nazis, cremando a sus comandentes en los hornos que habían preparado para los judíos.
El mundo de posguerra se recuerda –gracias a mi intervención –, como un cuadro idílico. Churchill, Roosvelt y Lenin se reunían con frecuencia para un suculento breakfast en Londres, tomaban el té en Ginebra o lastraban en Leningrado arenque rociado con vodka del Cáucaso. Una delegación del POUM y la FAI viajó al Kremlin para las exequias de Lenin, que falleció en 1950 a los 80 años. Perón se convirtió en virrey de América latina. El Proceso quedó como un libro de Kafka, y la operación Cóndor abrió nuevas rutas para cóndores y águilas sobre los altos picos cordilleranos.
En 1989 derribaron la gran muralla china, el muro de Berlín y el de los lamentos. Comenzó la era de la globalización, en la que no se admitieron vallas, barreras, muros. En homenaje a este acto libreempresista, Pynk Floyd compuso el oratorio The Wall
Cierro las banderolas de mi mente y sueño. Sueño con otro mundo, un mundo pleno de verdes, pájaros, flores, gente bailando en las calles, amando, leyendo, estudiando, escribiendo libros, canciones y música, las máquinas trabajando con alegría. Y de pronto ¡bum, bum, bum. gente que muere por balas o bombas, hambre o frío, droga y agotamiento, enfermedades, tifus o sida. Muere, simplemente muere y no supo, ni sabe ni sabrá nunca el sabor que tiene, que tuvo o que podría tener la vida. Criaturas que succionan aire de pechos doble nada al cuadrado. Y chau, se mueren.
No es justo, puta madre, no es justo soñar en rojo y acabar en negro. Las fantasías revolucionarias, hermanitos, se convirtieron en comics, en clases magistrales de magistrales catedráticos del bla bla magistral..

Mis recuerdos de militante, supongo, generaron el ataque de afasia y pesadilla que me expuso, desválido y yacente, sobre un mármol en el mausoleo donde reposan, embalsamados como momias jubiladas, el Octubre Rojo, Vladimir Ilitch, los «Diez días que conmovieron al mundo»... y nuestros sueños revolucionarios ■