13 agosto 2008

HA MUERTO EL POETA PALESTINO, MAHMUD DARWISH


Susana Khalil-Rebelión


Mahmud Darwish… pediste que la infancia retorne a ti y descubriste los fecundos fósiles de los ricos senos de las ancianas palestinas. Con tus poemas la arqueología hace el hallazgo del alma de la tierra.
No en vano el régimen colonial sionista y de bombas atómicas a quien en secreto teme de verdad y maldice es a tus poemas.
Y desde el hervidero cruel del sufrimiento de tu espíritu, te fuiste por andaduras a apelar ante el misterio de la universalidad del dolor. Fuiste a tu conciencia a postular tu dolor para protegerla de la miseria, fuiste a proteger a la humanidad.
Tú, Mahmud Darwish, al igual que nuestros ancestros, Magdalena del llanto, Cristo, que nos invita a comprender el dolor que terminó en miseria de quien hoy nos desgracia. ¡Que los sionistas conviertan su dolor en veneno y nosotros en esperanza!
Nos pides que crezcamos en nuestro dolor por la justicia. Amar a Palestina es sufrir y suframos con dignidad, suframos en paz, que no es más que resistir. Ante el dolor burlar la miseria y hacer de la lucha nuestras aguas y miel de calma e ir a salvar al que nos desgracia…porque en tu dolor reposa la humanidad resguardada.
Y ahora que has partido, amado poeta árabe, poeta galileo de Palestina, te pido que me beses, bésame mil veces, con la intensidad del dolor que nos une, tú luz de la libertad. Y ahora que has partido será en la lucha por la liberación de nuestra Palestina donde encontraré tus besos.
Lloro tu partida, pero celebro mi llanto que fluye del sano dolor humano.
Te lloro poeta palestino y eso es esperanza, te lloro para realzar el vuelo de lucha y luchar hasta que Palestina sea libre.
Susana Khalil
Palestinians_natives@yahoo.com

LO IMPOSIBLE
Moriré de nostalgia.
Moriré de pasión.
Moriré estrangulado,
o degollado.
Pero nunca diré:
Nuestro amor ha pasado.
Terminó.
Pues nuestro amor no muere.

DIJO EL CANTOR...
En la cruz del dolor,
con heridas lucientes como estrellas,
dijo a la gente en torno:
Todo,
menos el arrepentimiento.
Así muero.
De pie.
De pie, como los árboles.
La cruz, así, se tornará almimbar,
o batuta de cantos.
Y hasta clavos, las cuerdas.
Así cae la lluvia.
Así crecen los árboles.

Los dos tercios de Evo Morales

Los dos tercios de Evo Morales

Marcos Salgado - Rebelión


Cuando todavía faltaba contar el 20 por ciento de los votos del referéndum del domingo, el Sí al presidente Evo Morales superaba el 66 por ciento de los votos. Una abrumadora mayoría, inédita en la historia democrática latinoamericana. A pesar del esfuerzo mediático continental de presentar como saldo del comicio una Bolivia aún más dividida, los números revelan que el No al presidente prevaleció en apenas dos departamentos de la “media luna” boliviana, supuesto medio país alzado que, en rigor, apenas alcanza a los sectores de privilegio y las capas medias y altas de las ciudades capitales del oriente. Aunque el proceso de cambio en Bolivia se anota una victoria esperanzadora, los sectores desestabilizadores no cederán. Antes y después del cachetazo, dejaron claro que no aceptan las reglas de juego de la democracia. Está claro que la definición de “golpismo civil” que comenzó a utilizar el presidente boliviano es mucho más que una consigna electoral.
Aunque la política -y mucho menos los procesos de cambio profundo- nada se parecen a la matemática, muy de vez en cuando la contundencia absoluta de los números permiten entender procesos sociales. Sólo sucede cuando las mayorías construyen fenómenos unívocos, como las restas, las divisiones, las multiplicaciones y, en especial, las sumas.
Y las fracciones contundentes claro, como cuando se cuenta con dos tercios de un entero.
En su conversación del lunes último con su colega y amigo venezolano Hugo Chávez, el presidente Evo Morales dijo que el recuento oficial de los votos lo ponía en el umbral de “los dos tercios” de la votación. La mención a esa fracción que es sinónimo de mayoría absoluta en las democracias tradicionales no es casual. Es la misma fracción que lucían los “cívicos” de Santa Cruz en sus estandartes y escenarios cuando la Asamblea Constituyente se vio obligada a avanzar en la redacción de una nueva Constitución Política del Estado sin alcanzar los dos tercios de su composición inicial, precisamente por el sabotaje permanente al que los mismos “cívicos” y sus aliados sui géneris de la derecha parlamentaria la sometieron.
En ese momento -hablamos del último trimestre de 2007- se apropiaron del reclamo de las autonomías regionales como punta de lanza de su plan desestabilizador. No había que escuchar demasiado a los referentes de la media luna ni recorrer por demás las calurosas y venteadas calles de Santa Cruz de la Sierra para entender que el verdadero objetivo era (es) “tumbar al indio”, a la “chola de Chávez”, al de la “raza maldita”, al “fundamentalista aymara”: Evo Morales.
Algunos incautos -entre los que me cuento- creímos en aquellos días que aquella iniciativa, convenientemente apoyada en todos los terrenos por los Estados Unidos y articulada abrumadoramente por la inmensa mayoría de los medios de comunicación de masas podría llegar a tener éxito si seguía creciendo. Y tal vez así hubiera sido, de no ser por la decisión de Evo Morales de jugar a todo o nada y enviar al Congreso una ley de referéndum revocatorio para que sea el pueblo el que revalide o termine con los mandatos. Para que sea el pueblo el que decida. Aunque suena a consigna vacía tras décadas de salir de bocas oportunistas, neoconservadoras o fascistoides, no es ni más ni menos que eso lo que sucedió en Bolivia: el pueblo decidió, y vaya que lo hizo.
A la hora de entregar esta nota, con algo más del 80 por ciento de los votos contados, el Sí superaba -tal el anuncio de Evo- el 66 por ciento con tendencia clara a seguir creciendo. También se estrechaban las diferencias entre el No y el Sí en aquellos departamentos orientales donde las encuestas a boca de urna de las cadenas televisivas montaron una matriz que debe ser desmontada: medio mapa pintado de No, medio de Sí. Sí en la Sierra, No en el Oriente. Nada más lejos de la realidad de los números.
Repasemos el voto en la media luna supuestamente rebelde. En Pando, se impuso el Sí al presidente con el 52 por ciento, una tendencia irreversible cuando faltaban sumar un puñado de mesas; en Beni, el No se imponía con un abultado 68 por ciento, en un escrutinio sospechosamente estancado en el 41 por ciento de los centros de votación (recordemos que el recuento lo realiza cada corte electoral departamental, es decir, las mismas que realizaron los referéndum autonomistas ilegales); en Tarija, con la suma concluida, el Sí se ubicó en el 49,83%, 459 votos debajo del No. En Chuquisaca, todavía sin datos finales, la diferencia a favor del No era de cuatro puntos, y se encaminaba a otro empate cerrado como el de Tarija. Santa Cruz de la Sierra demanda un párrafo aparte.
En la tierra de la aristocracia boliviana, en esa ciudad trazada en anillos concéntricos a la coqueta Plaza Mayor hoy degenerada lastimosamente en el epicentro de la intolerancia, faltaba contar un cuarto de las mesas habilitadas y el Sí a Evo se ubicaba cerca del 40 por ciento. De no mediar una mano negra, se estima que en el cómputo final podría incluso subir algo más. Es un cuarenta por ciento histórico y valiente.
Histórico porque supera ampliamente el 33% que obtuvo Evo Morales en la presidencial del 2005. Valiente, porque no es fácil votar por el Sí cuando -con bates de béisbol y en turba agresiva- la temible Unión Juvenil Cruceñista “custodia” la puerta de las escuelas con la complicidad de la policía municipal, justo en las escuelas donde el voto de apoyo a Evo se pronosticaba mayor.
Valiente el voto de los indígenas chiquitanos de San Ignacio de Velasco, en el oeste de Santa Cruz, que votaron Sí el mismo día que sus médicos y educadores, cubanos ellos, fueron golpeados, secuestrados y abandonados en un paraje desolado por una banda a sueldo de los terratenientes locales, tal como lo adelantó el domingo la cadena Telesur y lo denunció luego la Coordinadora de Derechos Humanos de Bolivia.
En suma, el mapa de la división que presentaron los medios de comunicación privados el domingo por la tarde nunca fue tal. Los números pueden traducirse de forma simple: Evo Morales y el Sí a su continuidad arrasó por igual en ciudades, caseríos y campos de la sierra y el centro de la ciudad, y también recibió aval mayoritario en el interior de los departamentos del oriente. Allí sólo perdió en las ciudades capitales, en una derrota amplificada por los medios de desinformación y contrastada caprichosamente con la victoria de los prefectos, para generar la matriz de opinión de la Bolivia dividida, alegremente recogida luego por los medios hegemónicos del continente, que olvidaron Bolivia y su histórica elección apenas percibieron la contundencia de los números de la Corte Nacional Electoral.
Santa Cruz dividida, Bolivia no
Branko Marincovic, el multimillonario terrateniente y próspero empresario presidente del Comité Civico de Santa Cruz mascullaba bronca tras los resultados y pedía que el presidente “contara bien los votos blancos y nulos” antes de cantar victoria. Si lo pensó dos veces, se arrepintió de ese reclamo, igual, le tomamos la palabra, por aquello de las matemáticas y su siempre esquiva confluencia con la política.
Veamos. El referéndum de mayo último otorgó un 85 por ciento de aprobación a los estatutos autonómicos cruceños, pero con un “detalle” que no se puede soslayar: votó poco más de la mitad del padrón. Con un par de cálculos que no vamos a detallar aquí y con los datos de la votación del domingo en la mano, se explica el porque de tal deserción: los que no votaron y los que votaron contra los estatutos en mayo son el 40 por ciento del domingo. Los valientes del domingo en Santa Cruz. Un gobernante que se llena la boca de democracia y pueblo, como el prefecto local Rubén Costas, debería tener en cuenta estos datos. Debería entender que si hay algo que está dividido casi al medio no es el país sino su propio departamento. Pero no.
El mismo domingo por la noche, en una plaza mayor no muy llena y calculando la hora de su discurso para que coincidiera con el de Evo Morales, Costas se mostró intransigente y reeditó sus piezas más intolerantes y racistas (volvió a calificar de “macaco mayor” al presidente de Venezuela Hugo Chávez y habló del “fundamentalismo aymara” para referirse a al proyecto de Constitución Política del Estado), también ratificó que su estatuto autonómico es innegociable. A la misma hora en La Paz, el presidente Evo Morales -ratificados por los dos tercios de los bolivianas y los bolivianos- desde la Plaza Murillo llamaba a los prefectos opositores a compatibilizar el proyecto de Constitución con los estatutos votados por las mayorías relativas que ya remarcamos. Mientras tanto, en las otras regiones los prefectos opositores ratificados rayaban la cancha con el mismo tono pendenciero.
Así, tanto Evo Morales como los prefectos mostraron sus cartas para el panorama que se viene. “La oposición debería entender el mensaje del pueblo, pero no lo harán, no les interesa”, decía en la noche del domingo un dirigente del MAS de Santa Cruz, batallando entre la felicidad y el escepticismo. Pero la idea resume buena parte de lo que viene en el Bolivia, el país más pobre de la América continental y a la vez desde ahora -quién puede dudarlo honestamente- el de mayorías más categóricas.
Lo que viene
Ya sabemos que la oposición virulenta, encarnada acabadamente en los cívicos pero también en los medios de comunicación privados, no aceptarán el convite de un diálogo serio. Buscan “tumbar al indio” para mantener sus privilegios, en el medio no hay nada.
Pero el gobierno de Evo Morales no puede bajar los brazos en esa negativa, debe encarar una tarea titánica.
Por un lado, debe encontrar la forma de neutralizar el golpismo civil y arrebatarle las banderas en la cual estructuran su discurso mediático: las autonomías y el nuevo caballito de batalla: el impuesto directo a los hidrocarburos, resignificado por los medios como el gran problema de la liquidez de las prefecturas, mientras en rigor se trata de una redistribución de los ingresos que busca beneficiar a los más postergados.
Precisamente, eso lo más importante y ese el segundo gran desafío: seguir adelante con la prioridad que bien definió el presidente el domingo: combatir la pobreza extrema. Se viene de tan atrás que todos los esfuerzos son todavía pocos. Evo lo sabe mejor que nadie, y los pobres de toda pobreza saben que él lo sabe. Y le creen. Para el que no lo crea, están las matemáticas.

RESEÑA DE LA LIMPIEZA ÉTNICA DE PALESTINA, DE ILAN PAPPÉ


RESEÑA DE LA LIMPIEZA ÉTNICA DE PALESTINA, DE ILAN PAPPÉ

Andrés Criscaut − La Nación


El historiador israelí Illan Pappé ha logrado ponerle un punto final a una de las polémicas más sensibles y persistentes de la historia moderna. La limpieza étnica de Palestina, que hace referencia a hechos ocurridos entre 1947-49, cauteriza un tema del cual dependen desde hace más de sesenta años tanto la identidad palestina como la israelí. Para los primeros fue el 'Desastre', la Nakba , un componente fundamental de representación nacional; para los segundos, la guerra de la independencia, con acontecimientos considerados casi como 'secretos de Estado' y hasta ahora silenciados y negados.
Pappé es parte de una generación de investigadores e intelectuales conocidos desde los años ‘80 como 'los nuevos historiadores israelíes', quienes han sabido analizar de una manera mucho más crítica y fundamentada el material oficial israelí desclasificado en las últimas décadas junto con la incipiente historiografía y testimonios palestinos. Tom Segev, también integrante de este grupo, prefiere hablar de “los primeros historiadores, porque durante los inicios de Israel no hubo historiografía, sino mitología, ideología y adoctrinamiento”. (Pappé en) Su libro combina rigor académico y claridad periodística para explicar (a la vez que denunciar y responsabilizar) la política árabe de Israel a partir del concepto de limpieza étnica, entendido como el esfuerzo de homogenizar la población de una zona mediante la expulsión y la violencia.

Pappé corrobora la existencia y puesta en práctica por parte de los dirigentes sionistas liderados por Ben Gurión de un plan conocido como D (Dalet en hebreo). Este plan, oficialmente nombrado Yehoshua, se basaba en un relevamiento realizado durante los últimos años del mandato británico en Palestina que incluía pormenorizadamente casi todos los aspectos de la sociedad árabe en las ciudades, aldeas, mezquitas, iglesias y centros comunitarios. “En la creación de su Estado–Nación el movimiento sionista no libró una guerra que «trágica, pero inevitablemente» condujo a la expulsión de «una parte» de la población indígena, sino todo lo contrario: su principal meta era la limpieza étnica de toda Palestina, el territorio que el movimiento codiciaba para su nuevo Estado” sintetiza claramente el autor lo ocurrido en 1948.

La limpieza étnica de Palestina rebate los argumentos de que los árabes de Palestina huyeron por voluntad propia, y que la idea de hacer un Estado exclusivo para los judíos en Medio Oriente no podía significar otra cosa que 'desarabizar' el territorio. 'A partir del 10 de marzo de 1948, cuando se aprobó el plan (Dalet), en seis meses se desarraigó a más de la mitad de la población nativa de Palestina, se destruyeron 531 aldeas y se vaciaron once barrios árabes de las ciudades', sostiene. Mediante los más variados métodos de presión, terror y guerra psicológica, 800.000 palestinos fueron expulsados en aquel entonces, y sus casas, posesiones y tierras saqueados, demolidos y/o expropiados. El autor sugiere que los 150.000 árabes que lograron quedarse dentro de las fronteras israelíes (hoy casi 2,5 millones de palestinos israelíes), una gran parte de ellos colaboradores o informantes y que pasaron a ser ciudadanos de segunda, fueron simplemente la excepción que confirmó la regla.
También queda expuesta la responsabilidad de Inglaterra en la generación del conflicto. Más allá de que “los británicos ya habían destruido la jefatura y las capacidades de defensa palestinas al suprimir la revuelta árabe palestina en 1936”, la mayor parte del sistema de información sobre los árabes, así como el comienzo de la limpieza étnica, se cometieron siendo ellos aún los garantes de mantener la ley y el orden en su mandato sobre Palestina.

Pappé desarticula también el mito de que en 1948 un pequeño ejército israelí tuvo que enfrentar una aplastante coalición de ejércitos árabes. La disparidad de efectivos, coordinación, motivación, entrenamiento e incluso armamento evidenció una 'supremacía militar israelí garantizada'. Más aún, la actividad militar pan árabe no sólo tuvo un carácter “extremadamente limitada”, fue también tardía (a cinco meses y medio de la resolución de la ONU) y además existía un acuerdo tácito entre los israelíes y el ejército del rey de Jordania, el único importante de la región. “Casi la mitad de las aldeas árabes habían sido atacadas para la época en la que los gobiernos árabes finalmente decidieron intervenir (a regañadientes, como sabemos)”. Los mismos informes israelíes citados revelan que los 'Palestinos no estaba inclinados a luchar' ante 'un ejército judío que casi duplicaba a todas las fuerzas árabes combinadas'.

Otro punto crucial para entender los orígenes del conflicto en Medio Oriente fue la indiferencia de la comunidad internacional, ocupada en aquellos años con las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial, y el papel de una joven ONU que dictaminó con su resolución 181 de partición de Palestina 'una receta garantizada para la tragedia'. 'La división en dos partes iguales del país, abrumadoramente palestino -anota Pappé-, ha tenido consecuencias tan desastrosas porque se llevó a cabo contra la voluntad de la mayoría de la población nativa'. Y continúa: 'Si la ONU hubiera decidido hacer corresponder el tamaño del futuro Estado con el territorio en que los judíos se habían asentado en Palestina (compraron el 5,8% de la tierra y representaban un tercio de la población total), a éstos no se les habría otorgado más de un 10% del total del país. Pero la ONU aceptó las exigencias nacionalistas del movimiento sionista y, además, buscó compensar a los judíos por los estragos causados por el Holocausto nazi en Europa'. La resolución 181 tampoco incluía mecanismo alguno para impedir la limpieza étnica, sino que dejaba dentro del área judía 400 aldeas palestinas con casi un millón de palestinos, quienes 'de acuerdo con el derecho internacional se habían convertido en ciudadanos israelíes'.

Si a esto se le suma lo dicho por Ben Gurión durante un discurso en diciembre del ´47: “hay un 40% de no judíos en las áreas asignadas al Estado judío (…) únicamente un Estado con al menos un 80 % de población judía puede ser viable y estable”, era de preverse un futuro bastante catastrófico.
Este libro puede ser valorado como una suerte de J’accuse del conflicto, un intento por parte de Pappé de salvar el abismo entre realidad y representación, por invertir una “realidad deformada que demoniza a un pueblo que ha sido colonizado, ocupado y expulsado, y glorifica en cambio a las mismas personas que lo colonizaron, ocuparon y expulsaron” . Su aporte es clave ya que la base de todo el conflicto palestino-israelí se condensa en el reconocimiento de lo ocurrido durante 1948, y que cualquier intento de resolución que no lo entienda o perciba de esa manera parece destinado de antemano al fracaso.

La limpieza étnica de Palestina
Por Ilan Pappé
Crítica/Trad.: Luis Noriega
414 páginas

Andrés Criscaut: andrescriscaut@yahoo.com

Fuente: Revista ADN El sitio cultural del diario LA NACION – Sábado 9 de agosto de 2008 / Bs. As. Argentina http://adncultura.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1036752&origen=acumulado&acumulado_id=6733