25 enero 2010

La Policía de Israel, Nuestra casa


Yosi Sarid, ministro y parlamentario en retiro del partido de izquierda Meretz, participó y nos informa con su lenguaje tan sutil de la manifestación del pasado viernes en protesta por el desalojo de familias palestinas del barrio Sheikh Jarrah de Jerusalén Oriental para dar lugar a la construcción de nuevos edificios destinados a colonos judíos. En el acto se pudo palpar y sentir sobre los huesos el comportamiento democrático de la sociedad israelí de nuestros días, en especial, de la policía. Para la sociedad israelí atacar violentamente a las fuerzas del orden en el marco del desacuerdo con el desmantelamiento de un asentamiento, inclusive con apoyo de decisiones de la Suprema Corte de Justicia, es considerado un acto de heroísmo patriótico que demanda de los parlamentarios el dictamen de leyes que protegen de juicios y penas a los infractores tras un manto de impunidad.
Para la misma sociedad, una pacifica manifestación en contra del desalojamiento de palestinos de Jerusalén Oriental para poblar colonos judíos, o sostener una pancarta con la consigna “judíos y árabes no quieren ser enemigos” es una traición a la patria que merece una brutal represión y prolongada detención.
Los últimos párrafos del artículo son una clara referencia al viejo refrán para quien le encantan las armas y violencia: hay que tener mucho cuidado. El tiro puede salir por la culata.    


Yosi Sarid: La Policía de Israel, Nuestra casa
Después de escuchar la versión de la policía, arribé a la conclusión que los agentes y nosotros, “los anarquistas”, estuvimos en dos manifestaciones distintas. Permanecimos en las cercanías del barrio más de tres horas y no se arrojó ni una piedra, no se levantó una sola mano, no se irrumpió en ninguna casa de algún colono judío. Si la policía no hubiese empleado tanta violencia extrema, se hubiese podido informar de una manifestación sin desbordamientos y sin gritos, con una despedida entre amigos.
La consigna más agresiva que flameaba era: “el fascismo no pasará”, y eso no ayudó mucho pese a ser muy conocida de otras manifestaciones. Efectivamente, el fascismo ya franqueó muchas vallas. Otra pancarta recibió un honor muy especial cuando fue lanzada por la fuerza dentro de un patrullero junto con quien la sostenía: “Judíos y árabes no quieren ser enemigos”. Seguramente será presentada ante el juez como prueba fehaciente de un grave delito. En verdad, en un lugar tan delicado como Jerusalén, hay que tener cuidado en no hacer ondear lemas tan subversivos.
Fui joven y hoy viejo soy, pero mi memoria no recuerda una manifestación tan moderada, que según una interpretación normal de la ley ni siquiera requiere de permiso. Ningún agente de policía, inclusive un sub-comisario, tiene la autoridad para declararla “ilegal”. Si la policía ve en la manifestación de anteayer un delito, esto significa que se abolió definitivamente el derecho democrático de la protesta y Jerusalén cada día se parece más a Teherán. Ya no es del todo claro si se trata de la Policía de Israel o la Policía de Israel Nuestra Casa (1)
Desde que abandoné el campo político no participé en manifestaciones, aunque se debe reconocer que nunca faltaron motivos de protesta. Mis protestas ya las manifesté, ahora que proteste la nueva generación. Pero Nitzan Horovitch, Ylan Gilon, Sheli Yejimovich y Daniel Ben Simón son parlamentarios que le interesa la sociedad, y el desalojo de familias palestinas de sus hogares no es un asunto social. No solo las personalidades de la política tienen la obligación de expresar su oposición, también la tienen todos los ciudadanos simples. Y así se juntaron el viernes pasado los “jubilados de las manifestaciones”, de lejos vinieron “viejardos” como yo. Debemos agradecer a la Policía de Israel. Con su comportamiento brutal  de la semana pasada como que nos invitó a un reencuentro.
Las confrontaciones en el barrio de Sheikh Jarrah no terminaron. Solo comienzan. Nuevas familias palestinas serán próximamente despropiadas y desalojadas en acto de transferencia poblacional. Es muy difícil suponer que el actual gobierno sea capaz de detenerse ante una luz roja. El se arriesgará, nos hará peligrar y pasará. Es muy difícil confiar en el intendente de la ciudad. Jerusalén le queda grande, muy grande. Es muy difícil, inclusive, confiar en los jueces de Jerusalén tan ridiculizados por los colonos judíos. Cuando los jueces dictan sentencia a favor de sus intereses saltan de alegría. Tienen su comprobante: no solo infames en la Tora, sino también en la justicia. Pero cuando la sentencia los perjudica, la ignoran totalmente. Presten atención: ya hace más de dos meses que la Corte Suprema de Justicia ordenó demoler la Casa Yonathan construida ilegalmente para judíos en el barrio Silwan de Jerusalén Oriental. ¿Y qué?  Pues nada. Como que la orden de demolición no existió nunca y el intendente de Jerusalén la pisotea. Los jueces en sus diversas instancias tendrían que prestar atención a este tipo de conducta embaucadora.
Los ministros del gobierno deberían prestar atención. Tal vez no comprendan que con tanta insensatez están autorizando el derecho de retorno. Si se echa y encierra palestinos que habitan casas desde 1948 con el pretexto de propiedad del un lejano antaño, entonces por los mismos motivos volverá a su hogar un refugiado que fue desalojado de su casa en Sarafand (Área del centro de Israel conocida como Tzrifin). Me encontré con él anteayer, y recuerda perfectamente de donde vino, lo que dejó atrás y donde quisiera ir cuando se abra la temporada del retorno. . Hoy vive con su familia en una carpa cerca de su casa robada y como refugiado en segunda vuelta el ve a los colonos judíos en sus habitaciones donde todavía se puede sentir el olor de sus hijos y el aroma de sus platos. El ve a quien lo expulsa subirse a su lecho que todavía no enfrió. Sus ojos húmedos y Sarafand lo llama de sus entrañas.
No solo un aldeano. También árabes de Jerusalén estarían muy contentos de volver a sus hogares de Talbie, Baka y en Katamon. Señor Primer Ministro hueco y atolondrados ministros, no me cuenten que no ustedes son los que hacen todo el peligroso camino de Sheikh Jarrah a Sheikh Monis (Barrio palestino del centro de Tel Aviv desalojado en 1948) sino Erwin Moscovich con sus iniciativas (Filántropo americano judío que dona fortunas para financiar la conquista de propiedades palestinas en Cisjordania). Es cierto que Bibi Natanihau siente mucha simpatía por dueños de casinos y salones de bingo, y ellos le devuelven su sentir, pero ¿porqué todos pagamos la culpa, porqué tira sus dados allá por nuestras vidas acá, porqué juegan con nuestra suerte como si fuésemos fichas de ruleta?   
(1) Israel Nuestra Casa es el partido de discutido Canciller Avigdor Liberman
Diario Haaretz, 24-1-2010
Traducción: Daniel Kupervaser

Israel compensa a la ONU por los daños en Gaza

Durante más de un año el gobierno y los militares israelíes negaron haber causado daños a edificios de la UNRRA, escuelas, casas habitadas, etc. Además de criminales de guerra, de bombardear con armas prohibidas   a la población civil, desconocieron el informe del juez Goldstone, se negaron a formar una comisión que investigue lo ocurrido durante la masacre en la franja de Gaza y prodiguen su cruzada propagandística que nadie cree ni toma en serio, excepto una gran parte de los ciudadanos de Israel, tanto los que votaron por Netaniahu, Liberman, Livne, Meretz y Cia. Ahora, el gobierno impoluto y los generales más moralistas del mundo han acordado pagar una indemnización de diez millones de dólares por los daños causados al patrimono de la UN.
En resumen, criminales y mentirosos. Andrés Aldao 



Israel compensa a la ONU por los daños en Gaza

 JUAN MIGUEL MUÑOZ | Jerusalén 23/01/2010 EL PAÍS


A mediados de enero de 2009 Ban Ki-Moon, secretario general de la ONU, recibía estupefacto la noticia del bombardeo del cuartel general en Gaza de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados palestinos (UNRWA). Asistía a una conferencia de prensa junto a Tzipi Livni, entonces jefa de la diplomacia israelí y una de las más firmes impulsoras de la guerra que asoló la infraestructura económica y educativa de la franja, además de causar 1.400 muertes. Diez días después, los escombros del enorme almacén de la agencia todavía desprendían humo. Ahora, el Gobierno israelí ha confirmado el pago de 10,5 millones de dólares (7,4 millones de euros) en compensación por los daños a numerosos edificios del organismo internacional en Gaza. "El acuerdo final cierra la disputa entre las partes", afirmó un portavoz de la ONU.
Decenas de colegios y hospitales fueron severamente dañados por la artillería y la aviación israelíes. Aún hoy boquetes de varios metros de extensión pueden observarse en las paredes de los colegios de UNRWA en Beit Lahia o Beit Hanún, las ciudades más próximas a la frontera con Israel. No hay modo de tapar los agujeros. El bloqueo israelí de la franja continúa con el inestimable respaldo de Egipto y el silencio de los países occidentales. El cemento es un bien preciadísimo y de los fondos para la reconstrucción -más de 4.000 millones de euros- prometidos por líderes de todo el mundo no se ha visto un solo billete.
La decisión de pagar la compensación sirve para curar heridas que causaron profundas cicatrices. El Ejército israelí y el Gobierno que encabezaba Ehud Olmert justificaban los bombardeos de las escuelas y otros edificios de la ONU con el argumento de que los milicianos palestinos los utilizaban para disparar sus cohetes. Un pretexto tildado de falso por el indignado jefe de UNRWA, John Ging, extremadamente cuidadoso en el control de sus instalaciones.
Previsiblemente, la resolución de este conflicto afectará poco, o nada, a otro expediente que gestiona Naciones Unidas y que es un quebradero de cabeza para la diplomacia hebrea: la tramitación del Informe Goldstone, que atribuye al Ejército israelí la comisión de crímenes de guerra, en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU. En marzo, dicho consejo votará sobre la remisión del informe al Consejo de Seguridad y, eventualmente, al Tribunal Internacional de Justicia. Muy improbable es que termine en La Haya, dado el derecho de veto del goza EE UU en el Consejo de Seguridad.