24 agosto 2008

REGISTROS DE LA AUSENCIA




El 25 de agosto de 1987, Estela Carlotto acercó el primer texto con la foto de su hija como “recordatorio” en este diario. Un espacio que se convirtió en homenaje y reivindicación de la identidad y la historia de los desaparecidos.

Por Laura Vales

La foto del desaparecido –casi siempre muy joven, a veces casi un chico– acompañada de un relato sobre su secuestro, escrito por un familiar o un amigo, en primera persona; eso es un recordatorio. A veces los textos dan datos personales del secuestrado (“tenía 20 años”/ “metía unos penales increíbles”), datos que van más allá de su militancia, pero lo más frecuente es que hablen de lo que sienten sus familiares (“Si pudiera iría y te rescataría”/ “Tengo la edad que tenías cuando te llevaron”). Son textos distintos año a año, como un registro de que la ausencia, que siempre está, también cambia. Los recordatorios de PáginaI12 cumplen mañana 20 años. El primero se publicó el 25 de agosto de 1987, sobre Laura Carlotto. Lo trajo su madre, Estela, la titular de Abuelas de Plaza de Mayo.
“Publicar las fotos de nuestros hijos no fue una cosa que se nos ocurriera de un día para el otro, de la nada; la idea vino de las estrategias que habíamos ido creando desde la dictadura para dar visibilidad a lo que nos pasaba. Inicialmente sacábamos solicitadas, muy costosas y muy censuradas, que eran, más que denuncias, intentos de que aquellos que sabían algo nos lo contaran, nos hablaran. Empapelábamos las paredes de Buenos Aires con las fotos de nuestros hijos, y también de los nietos cuando los habían secuestrado ya nacidos”, recuerda Carlotto. “Queríamos hacer conocer sus caras y sus historias, desmentir a quienes decían que en el país no había desaparecidos. Mostrar la foto del que no había vuelto al hogar era calificar nuestra demanda como cierta.”
La presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo cuenta que los recordatorios comenzaron a publicarse en el diario La Voz, que tuvo una existencia corta a principios de los ’80. Con la salida a la calle de PáginaI12, el diario ofreció su espacio a los familiares. Desde entonces, los avisos se publican de manera gratuita, el día de la desaparición de la persona que se recuerda.
Ana Paoletti, del departamento de publicidad, cuenta que todavía hoy, dos décadas más tarde, siguen llegando familiares para publicar un recordatorio por primera vez. Son casi siempre hijos que crecieron sin poder preguntar sobre sus padres y que, ya crecidos, están buscando conocer cómo eran. Tras la publicación, muchas veces consiguen que los compañeros de sus padres se contacten con ellos. No sólo publican familiares; a veces, el que llega con la foto y el texto es un amigo del desaparecido. “Son momentos difíciles para el que trae el recordatorio, muy movilizantes. Pero nos aportan algo importante. Los recordatorios nos permiten, creo, recuperar la individualidad del desaparecido, conocer la historia de cada uno, completar la historia si la ya conocíamos viendo las caras.”
Muchos acompañan las fotos con poesías. Virginia Giannnoni los compiló en una muestra que luego se transformó en un libro. Allí señala: “No son anuncios ni obituarios ni solicitadas..., son algo distinto, algo que todavía está siendo inventado; los llamamos recordatorios porque así los conocemos. Expresan la necesidad no sólo de recordar a nuestros familiares, amigos y compañeros desaparecidos, sino de dar pruebas de su existencia. ¿Y cómo no detenerse ante una carta dirigida a otra persona, pero entregada a uno?”.
Entre los compilados hay textos de un poder increíble. “En una vereda sanjuanina, frente a la bicicletería del barrio de Rawson, quedaron un zapato y unos anteojos. Las últimas huellas”, dice uno sobre María Ana Erize. Otro: “Sabiendo que el hombre, a diferencia de algunos animales del mar como la estrella, no puede restituir sus miembros más que en la memoria, es entendida la ausencia de recuerdo como una forma de la muerte” (sobre Alberto Noailles).
Los recordatorios han sido tomados de manera reciente por otras víctimas, como los familiares de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, de Miguel Bru y Sebastián Bordón.
Cada año, son tema de una decena de tesis; en una de ellas, Celina Van Dembroucke ha señalado que “de un tiempo a esta parte, algunos artistas plásticos dedicados a la memoria discuten si los recordatorios son o no una obra de arte conceptual”. Para Carlotto, su función “sigue siendo la misma”; la diferencia, en todo caso, es el dolor de los familiares, “porque el tiempo ha pasado y no hay respuestas de dónde están”. “En mi familia lo sigo escribiendo yo”, apunta, “pensando un nuevo texto año a año para darle el tono de lo que está sucediendo. Como una forma de expresar el dolor, pero también la lucha.”