15 mayo 2008

Anatomía de un desdoblamiento mental no resuelto en el “pueblo elegido”

TODO: Para un atinado debate...

Gilad AtzmonPalestine Think Tank

Introducción y traducción de Manuel Talens para Cubadebate, Rebelión y Tlaxcala

Introducción


Sin prisa, pero sin pausa, Gilad Atzmon prosigue aquí su implacable deconstrucción de la ideología sionista imperante en el Estado “sólo para judíos” que es Israel. Como suele ser habitual en sus escritos, Atzmon elude cualquier lenguaje panfletario que pudiera centrarse en la enumeración de la larga lista de atrocidades israelíes y echa mano, una vez más, de la filosofía hegeliana para diseccionar con su afilado escalpelo las razones psicológicas inconscientes que han llevado al sionismo –y a quienes lo practican– a un desdoblamiento de la personalidad en el que conviven sin problema el victimismo y la arrogancia. El gran mérito de este músico y activista, que cuenta con la ventaja añadida de haber sido involuntariamente israelí antes de convertirse voluntariamente en palestino de lengua hebrea, es el de hacer comprensibles para cualquier lector algunas nociones filosóficas oscuras y, a continuación, el utilizarlas como arma dialéctica de combate. De entrada, los lectores no deberían darse por vencidos ante conceptos hegelianos poco habituales en la literatura activista como la “conciencia de sí mismo”, el “otro” o la “dialéctica del amo y el esclavo”, pues una vez leídos con atención y asimilados, les abrirán las puertas de un demoledor análisis atzmoniano y podrán comprender, si es que aún no lo habían hecho, el cómo y el porqué del comportamiento supremacista israelí, fruto de su condición “superior” de pueblo bíblico elegido.- Manuel Talens
* * *
Según Hegel, para alcanzar la “conciencia de sí mismo” es necesaria la participación del “otro”. ¿Cómo soy consciente de mí mismo? Pues, por ejemplo, mediante el deseo o la cólera. A diferencia de los animales, que resuelven sus necesidades biológicas destruyendo otra entidad orgánica, el deseo humano es un ansia de reconocimiento.
En términos hegelianos, el reconocimiento se alcanza cuando uno mismo se dirige hacia un no ser, esto es, hacia otro deseo, otra vaciedad, otro “yo”, lo cual es algo que nunca puede lograrse por completo. “El hombre que desea humanamente una cosa no actúa tanto para poseer la cosa como para lograr que otro reconozca su derecho. Lo que fundamenta, realiza y revela un “yo” humano, un “yo” no biológico, es únicamente el deseo de dicho reconocimiento, únicamente la acción que fluye de tal deseo (Kojeve A., Introduction to the reading of Hegel, 1947, Cornell University Press, 1993, pág. 40). Si seguimos esta línea hegeliana de pensamiento, podremos deducir que, para alcanzar la “conciencia de sí mismo”, uno debe considerar a los demás. Mientras que una entidad biológica lucha por su continuidad biológica, un ser humano lucha por el reconocimiento.
Para comprender las implicancias prácticas de esta idea, veamos ahora la “dialéctica del amo y el esclavo”. El amo lo es porque lucha por demostrar su superioridad sobre la naturaleza y sobre el esclavo, el cual se ve obligado a reconocerlo como amo.
A primera vista, parece como si el amo hubiese llegado a la cima de la existencia humana pero, tal como se verá, no es así. Acabo de decir que los seres humanos luchan por el reconocimiento. El esclavo reconoce al amo como tal, pero el reconocimiento del esclavo tiene poco valor. El amo quiere que lo reconozca otro hombre, pero un esclavo no es un hombre. El amo quiere que lo reconozca un amo, pero otro amo no puede admitir en su mundo a otro ser humano superior. “En pocas palabras, el amo nunca consigue su objetivo, el objetivo por el que arriesga su propia vida”. De manera que el amo está en un callejón sin salida. Pero ¿y el esclavo? El esclavo se encuentra en un proceso de transformación, pues a diferencia del amo, que no puede ir más allá, él sí puede aspirar a todo. El esclavo está en la vanguardia de la transformación de las condiciones sociales en que vive. El esclavo es la encarnación de la historia, la esencia del progreso.
Una lección de dominio
Intentemos ahora aplicar la dialéctica original hegeliana del amo y el esclavo a la noción judía de “pueblo elegido” y de exclusividad. Mientras que el “amo” hegeliano arriesga su existencia biológica para convertirse en amo, lo único que arriesga el niño judío recién nacido es su prepucio: nace en el ámbito del dominio y la excelencia sin haber destacado (aún) en nada. El “otro” le otorga prestigio sin el requisito de ningún proceso de reconocimiento. De hecho, se supone que es Dios (no el “otro”) quien otorga el título de “elegido” a los judíos.
Si, por ejemplo, tratamos de analizar el conflicto israelo-palestino mediante el mecanismo hegeliano del reconocimiento, veremos la imposibilidad de cualquier diálogo entre ambas partes. Mientras que está muy claro que el pueblo palestino está luchando por el reconocimiento y lo declara a la menor oportunidad, los israelíes lo soslayan por completo, pues están convencidos de dicho reconocimiento, saben quiénes son: los amos que viven en su “tierra prometida”. Los israelíes se niegan a participar en el juego dialéctico de la “transformación del significado” y dedican todos sus esfuerzos intelectuales, políticos y militares a demoler cualquier sentido del reconocimiento palestino. La batalla de la sociedad israelí consiste en sofocar cualquier símbolo palestino que implique deseo, ya sea material, espiritual o cultural.
Lo sorprendente es que los palestinos se las estén arreglando tan bien en su lucha por el reconocimiento. Cada vez son más quienes empiezan a comprender la justicia de la causa palestina y el carácter inhumano del sionismo y de la política judía en general. Cada vez son más quienes establecen fácilmente lazos de empatía con el pueblo palestino y sus portavoces. Incluso la organización Hamás, despreciada por la mayoría de las instituciones políticas occidentales, se las está arreglando ahora para transmitir su mensaje. Por su parte, los israelíes se están quedando atrás en tales maniobras. Al ciudadano occidental de a pie le es casi imposible sentir simpatía por ellos. Mientras que un palestino le llega al corazón al pedirle que comparta su dolor y su sufrimiento, lo que le exige el portavoz israelí es que acepte su punto de vista, insistiendo en contarle un cuento histórico fantástico y repetitivo que se inicia en los tiempos bíblicos de Abraham, continúa con una serie de holocaustos y conduce en la actualidad a más derramamiento de sangre. Los israelíes –los amos– presentan siempre la misma historia despersonalizada. ¿Acaso pueden Abraham y el Holocausto justificar el comportamiento inhumano israelí en Gaza? La verdad es que no y la razón es muy sencilla: en general, ni Abraham ni el Holocausto ni los discursos históricos provocan sentimientos emocionales genuinos. Y, de hecho, el mundo político judío está tan desesperado por mantener sus argumentos que el último Holocausto se ha transformado ahora en un asunto que atañe al Código Penal. El mensaje es éste: “Ten cuidado, si pones en duda lo que afirmo terminarás entre rejas”. Es obvio que se trata de un acto de desesperación.
Según Hegel, el reconocimiento es un proceso dinámico, un saber que crece en el interior de uno mismo. Mientras que los palestinos utilizan los limitados recursos de que disponen para que los miren a la cara, a los ojos, para conducir a los demás a un proceso dinámico de reconocimiento mutuo, los israelíes esperan que los demás acepten ciegamente su discurso. Esperan que los demás cierren los ojos ante el hecho evidente de que, en Oriente Próximo, Israel es un agresor como ningún otro; un superpoder regional de ocupación; un Estado diminuto que utiliza armas nucleares, biológicas y químicas; un Estado de apartheid racialmente orientado que intimida y abusa de sus minorías a diario. Sí, los israelíes y sus grupos de presión que lo apoyan en todo el mundo quieren que los demás hagan caso omiso de estos hechos. Insisten en que son las víctimas, quieren que los demás aprueben sus políticas inhumanas sobre la base del interminable sufrimiento de los judíos.
¿Por qué razón la política judía se ha vuelto más agresiva que cualquier otra? Pues sencillamente porque desde la perspectiva política judía el “otro” no existe. Para el sionismo, el denominado “otro” es un objeto de uso, no un prójimo. Las relaciones internacionales israelíes y la actividad política judía sólo se entienden si se tiene en cuenta una grave ausencia del “mecanismo de reconocimiento”. La política israelí y judía, ya sea de izquierda, de centro o de derecha, se basa en un bloqueo y en una fijación del significado. Se niegan a considerar la historia como un flujo continuo, como un proceso dinámico, como un viaje hacia “uno mismo” o hacia la autorrealización. Israel y los israelíes se consideran a sí mismos ajenos a la historia. No progresan hacia la autorrealización porque tienen una identidad fija que mantener. En cuanto tropiezan con una situación complicada frente el mundo que los rodea, crean un modelo que adapta el mundo exterior a su chovinista y autocomplaciente sistema de valores. Ésa es la esencia del neoconservadurismo y del fantasmático y repugnante discurso judeocristiano imperante.
Por muy triste que pueda parecer, quienes no reconocen a los demás son incapaces de permitir que los demás los reconozcan a ellos. El tribalismo mental sionista de izquierda, centro y derecha sitúa a los judíos fuera de la humanidad, no equipa a sus seguidores tribales con el mecanismo mental necesario para reconocer al “otro”. ¿Por qué lo haría, si le ha ido tan bien así a lo largo de los años? La ausencia de la noción del “otro” trasciende cualquier forma reconocida de pensamiento humanista y sitúa a quien la padece fuera de la ética o la moral: desprovisto de moral, cualquier debate sionista se reduce a una simple lucha política con objetivos materiales y prácticos concretos por los que luchar.
Hegel puede iluminar todavía más esta saga. Si uno es consciente de sí mismo a través del “otro”, el “sujeto elegido” es entonces autoconsciente. Pero los israelíes ya eran amos al nacer. Por eso, como nacieron siendo amos, no practican ninguna forma de diálogo con el entorno humano que los rodea. Si he de ser justo con ellos, admitiré que su ausencia de mecanismo de reconocimiento no tiene nada que ver con sus sentimientos antipalestinos. En realidad, los israelíes ni siquiera se reconocen entre sí, como lo demuestra su larga historia de discriminación en el interior de su propio pueblo (los sefarditas, originarios de la península Ibérica y del norte de África, sufren discriminación a manos de la elite judía, de origen centroeuropeo). ¿Acaso son distintos los judíos progresistas? No. Al igual que los israelíes y, como suele suceder en cualquier otra forma de ideología tribal chovinista, los judíos progresistas se encierran en un discurso autoaislacionista que tiene poco o nada que ver con el “otro”. Por ello, de la misma manera que los israelíes se rodean de muros, las células judías progresistas viven en ciberguetos cada vez más hostiles frente al resto de la humanidad y de aquellos que, supuestamente, deberían ser sus camaradas.
Materialismo histórico
Cuando alguien no es capaz de establecer relaciones con su vecino sobre la base del reconocimiento del “otro”, debe buscar otra manera de iniciar el diálogo. Si no es capaz de iniciar un diálogo sobre la base de la empatía con el “otro” y de los derechos del “otro”, deberá buscar alguna manera de comunicar. Parece como si el método alternativo de diálogo “elegido” redujese cualquier forma de comunicación a un lenguaje materialista. Casi cualquier forma de actividad humana, incluido el amor y el placer estético, se puede reducir a valor material. Los activistas políticos “elegidos” tienen mucha práctica en este método de comunicación.
En fechas recientes, el escritor ultrasionista israelí A. B. Yehoshua se las arregló para encolerizar a muchos jefes étnicos judíos en la conferencia del Comité Judío Usamericano cuando afirmó: “Ustedes [se refería a los judíos de la diáspora] se están cambiando de chaqueta... Ustedes cambian de países como si fueran chaquetas.” Yehoshua fue objeto de muchas presiones tras su comentario y lamentó muy pronto su salida de tono. Sin embargo, lo que dijo no es ninguna originalidad, sino algo dolorosamente cierto.
Es evidente que algunos judíos políticamente orientados de la diáspora están inmersos en un diálogo muy productivo con cualquier núcleo hegemónico que surja. La crítica de Yehoshua dio en el blanco, pues cada vez que un país se convierte en superpoder global no pasa mucho tiempo antes de que una oleada de judíos integrados trate de infiltrarse en la elite que lo gobierna. “Si China llegase a convertirse en el superpoder del mundo”, advirtió Yehoshua, “los judíos usamericanos emigrarían a China para asimilarse allí en vez de en USA”. (http://www.amin.org/eng/uncat/2006/june/june30-1.html).
Hace unos diez años, en el momento álgido de la lucha legal entre instituciones judías muy importantes y el Switzer Bank, Norman Finkelstein dijo que lo único que quedaba del Holocausto judío eran diversas formas industriales de negociación económica para obtener compensaciones. Según Finkelstein, todo era cuestión de beneficios. Lejos de mí el criticar las compensaciones, pero según parece hay gente que convierte rápidamente en oro su dolor (vale la pena señalar que el dolor, además de en oro, puede también transformarse en otros valores, morales o estéticos). Sin embargo, la posibilidad de transformar el dolor y la sangre en dinero es el eje en torno al cual gira el falso sueño israelí de que el conflicto con los palestinos, en especial en lo que respecta al problema de los refugiados, se puede resolver. Ahora ya sabemos dónde se origina esta suposición: los israelíes, así como las principales instituciones judías, están convencidos de que si alcanzaron felizmente un acuerdo económico con los alemanes (o con los suizos, tanto da), los palestinos serían igualmente felices vendiendo sus tierras y su dignidad. ¿Por qué han llegado a tan extraña convicción? Pues porque saben mejor que los palestinos lo que éstos quieren de verdad. ¿Y por qué lo saben? Porque los israelíes son brillantes, son el pueblo elegido. Además, el sujeto elegido ni siquiera trata de acercarse al ser humano que hay en el “otro”. Sesenta años después de la Nakba –la expulsión masiva de los palestinos autóctonos– la mayor parte de los israelíes y judíos del mundo no han empezado a reconocer la causa palestina ni, mucho menos, a mostrar la menor empatía hacia ella.
Cuando uno habla con israelíes sobre el conflicto, uno de los argumentos que esgrimen con mayor frecuencia es éste: “Cuando nosotros (los judíos) vinimos aquí (a Palestina), ellos (los árabes) no tenían nada. Ahora tienen electricidad, trabajo, automóviles, servicios médicos, etc.” Se trata, obviamente, de una incapacidad de reconocer a los demás. La imposición del propio sistema de valores al “otro” es algo típico del colonialismo chovinista. En otras palabras, los israelíes esperan que los palestinos compartan la importancia que ellos dan a la adquisición de riqueza material. “¿Por qué el otro debe compartir mis valores? Pues porque yo sé que eso es bueno. ¿Y por qué sé que es bueno? Porque soy el mejor.” Este enfoque arrogante y totalmente materialista es la piedra angular de la posición israelí sobre la paz. Los ejércitos israelíes lo llaman “el palo y la zanahoria”. Todo hace suponer que, cuando se refieren a los palestinos, en realidad piensan en conejos. Pero por muy raro o trágico que parezca, el movimiento ultraizquierdista israelí Mazpen no era categóricamente distinto. Por supuesto, tenían sueños revolucionarios de laicidad para el mundo árabe. Por supuesto, sabían lo que era bueno para los árabes. ¿Y por qué lo sabían? ¿Lo adivinan ustedes? Pues porque eran exclusiva y chovinísticamente inteligentes. Eran los marxistas del pueblo elegido. Por eso nadie se extrañó cuando, con el tiempo, el legendario movimiento “revolucionario” Mazpen y los neoconservadores se unieron en un único y catastrófico mensaje: “Sabemos mejor que vosotros mismos lo que os conviene”.
Tanto los sionistas como los judíos izquierdistas tienen un “nuevo sueño de Oriente Próximo”. En la vieja fantasía de Simón Peres, la región habría debido convertirse en un paraíso económico cuyo centro sería Israel. Los palestinos (y los demás Estados árabes) proporcionarían la mano de obra barata que necesitan las industrias israelíes (las cuales representan a Occidente). A su vez ellos, los árabes, ganarían dinero y se lo gastarían comprando artículos israelíes (occidentales). En el sueño judeoprogresista, los árabes abandonan el islam, se vuelven marxistas cosmopolitas (judíos de la Europa del Este) y se suben al carro de la revolución mundial. El sueño de Peres es penoso, pero la versión judeomarxista es casi un chiste.
Todo hace suponer que, en el sueño sionista, Israel establecería una doble coexistencia en la región, donde los palestinos serían los eternos esclavos y los israelíes sus amos. En el sueño judeoprogresista cosmopolita, una Palestina roja establecería una doble coexistencia en la región, donde los palestinos serían los eternos esclavos de una remota ideología eurocéntrica. Desde luego, si es que existe una diferencia categórica entre ambas ideologías judeocéntricas, yo no la veo.
Sin embargo, según Hegel, es el esclavo quien hace avanzar la historia, quien lucha por su libertad. Es el esclavo quien se transforma y el amo quien termina por desaparecer. Según la lógica hegeliana, tenemos buenas razones para creer que el futuro de la región pertenece a los palestinos, a los iraquíes y al islam en general. Una manera de explicar por qué Israel hace caso omiso de este conocimiento de la historia tiene que ver con la disociación mental existente en el pensamiento exclusivista del “pueblo elegido”.
Bienvenidos al mundo de los locos
El 22 de noviembre de 2000, durante un debate en la Cámara de los Comunes británica, el doctor Mustafa Barghouti, médico palestino que vive y trabaja en la Cisjordania ocupada, definió a Israel como una entidad que “trata de ser David y Goliat al mismo tiempo”, lo cual, según él, es algo imposible. También afirmó que “Israel es probablemente el único Estado que bombardea un territorio que está ocupando”. Barghouti encontraba esto muy extraño, incluso grotesco. ¿Es muy extraño ser David y Goliat al mismo tiempo? ¿Es muy extraño que uno destruya lo que posee? No lo es si uno está loco. La ausencia de imagen especular (es decir, de la capacidad de verse uno mismo a través de los demás) puede conducir a las personas, tanto como a las naciones, a realidades extrañas. La ausencia de un marco que permita distinguir la propia imagen y corregir sus deformaciones parece ser algo muy peligroso.
La primera generación de líderes israelíes (Ben Gurion, Eshkol, Meir, Peres, Begin) creció en la diáspora, principalmente en la Europa del Este. El hecho de ser judío y de vivir en un entorno que no lo es hace que la persona desarrolle un nítido conocimiento de sí misma e impone un cierto grado de especularización. Además el sionismo inicial estaba ligeramente más desarrollado que las otras formas de política tribal judía, y ello por la sencilla razón de que había surgido para transformar a los judíos en un “pueblo como los demás pueblos”, lo cual exige un mínimo de especularización. Sin embargo, eso no bastó para frenar los actos agresivos israelíes (por ejemplo, Deir-Yassin, la Nakba, Kafer Kasem, la guerra del 67, etc.), pero sí fue más que suficiente para enseñarles una lección de diplomacia. A partir de 1996, los líderes ya nacidos en Israel (Rabin, Netanyahu, Sharon, Barak, Olmert) lo han convertido en el Estado del “pueblo elegido”. Mientras que al principio estaban imbuidos de una intensa y tradicional ansiedad judía, conforme fueron creciendo ésta se vio suplantada por el legado del “milagro de 1967”, acontecimiento que convirtió algunas de las ideologías “elegidas” en una farsa mesiánica. Esta obsesión con el poder absoluto exacerbada por la ansiedad judía, junto con la ignorancia del “otro”, han dado lugar a una esquizofrenia colectiva epidémica, de pensamiento y de acto, a una grave pérdida del contacto con la realidad, que ha cedido el paso al uso excesivo de la fuerza. La reciente “segunda guerra de Líbano” fue un claro ejemplo de esto: Israel ahora responde con ametralladoras a niños que lanzan piedras; con artillería y misiles a objetivos civiles tras un alzamiento ocasional y con una guerra total a un incidente fronterizo menor. Para explicar este comportamiento no deberían utilizarse herramientas analíticas de naturaleza política, materialista o sociológica. Para entenderlo mucho mejor hay que situar el conflicto en un marco filosófico que permita esclarecer los orígenes de la paranoia y la esquizofrenia.
El primer ministro israelí, que representa “a David y a Goliat”, puede así hablar de la vulnerabilidad de Israel, del dolor y el sufrimiento de los judíos y, a renglón seguido, iniciar una monumental ofensiva contra toda la región. Un comportamiento de esta índole sólo tiene explicación si se analiza como una forma de enfermedad mental. Lo gracioso y al mismo tiempo triste del asunto es que la mayoría de los israelíes ni siquiera se dan cuenta de que algo terrible les está sucediendo. El hecho de nacer siendo un amo conduce a la ausencia de un “mecanismo de reconocimiento” e, inevitablemente, a la ceguera. Es dicha ausencia lo que produce el desdoblamiento psíquico de ser al mismo tiempo “David y Goliat”. Todo indica que Israel y los israelíes están ya incapacitados para cualquier forma de diálogo.
Fuente: http://palestinethinktank.com/2008/05/08/anatomy-of-a-conditionally-unresolved-conflict/

Esta traducción en Cubadebate: http://www.cubadebate.cu/index.php?tpl=design/especiales.tpl.html&newsid_obj_id=11666

Esta traducción en Tlaxcala: http://www.tlaxcala.es/pp.asp?reference=5153&lg=es

Sobre el autor.

El escritor y traductor español Manuel Talens es miembro de Cubadebate , Rebelión y Tlaxcala , la red de traductores por la diversidad lingüística. Su novela más reciente es La cinta de Moebius (Alcalá Grupo Editorial, 2007). En mayo de 2008 ha aparecido su libro de ensayos Cuba en el corazón, publicado por la misma editorial. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, al traductor y la fuente.

LAS PATOTAS DE MENÉNDEZ



Con dos resoluciones, la jueza Cristina Garzón de Lascano ordenó la prisión preventiva de quince militares, diez policías, dos agentes de inteligencia y dos civiles. La Cámara Federal hizo lo mismo con un interrogador de La Perla.

Por Diego Martínez

A menos de dos semanas del comienzo del primer juicio oral y público por crímenes de lesa humanidad en Córdoba, la jueza federal Cristina Garzón de Lascano procesó y dictó ayer la prisión preventiva a militares, policías y civiles por secuestros, torturas y homicidios calificados cometidos antes y después del golpe de Estado. Más allá del avance en los procesos, el abogado Claudio Orosz, de H.I.J.O.S. regional Córdoba, destacó que sigue pendiente el traslado a cárceles comunes de los represores locales.
En enero de 1976 miembros del Ejército y del Departamento de Informaciones (D2) de la policía provincial secuestraron a 21 personas. Las trasladaron al centro clandestino La Rivera, donde fueron torturadas. La jueza procesó por sus secuestros, tormentos y homicidios agravados a los militares Luciano Menéndez, Hermes Oscar Rodríguez, Héctor Pedro Vergez, Luis Gustavo Dietrichs, José Hugo Herrera y Luis Alberto Manzanelli, a los “personal civil de inteligencia” (PCI) Arnoldo José López y Héctor Raúl Romero, y a los civiles Emilio Morard y Ricardo Alberto Lardone, todos miembros del Destacamento de Inteligencia 141. Hizo lo propio con los policías Carlos Alfredo Yanicelli, Yamil Yabour, Alberto Luis Lucero, Fernando Andrés Pérez, Ricardo Cayetano Rocha, Calixto Luis Flores, Carlos Hugo Villarruel y Marcelo Luna, todos miembros del D2.
El 5 de julio de 1976, por orden del teniente coronel Víctor Pino, un grupo de presos fue obligado a desvestirse y apoyar los brazos contra un muro de la Unidad Penitenciaria 1. El cabo Miguel Angel Pérez recorrió la fila repartiendo bastonazos. Raúl Bauducco cayó al recibir un golpe en la cabeza. “¡Parate o te mato!”, le gritó Pérez. Como no obtuvo respuesta le murmuró algo al oído al teniente Enrique Pedro Mones Ruiz, que asintió en silencio. Pérez volvió, apuntó a la cabeza de Bauducco y disparó. Ambos fueron procesados por ese homicidio agravado.
El 14 de julio al mediodía, en la misma Unidad 1, el teniente Gustavo Adolfo Alsina se molestó al ver al preso político José Moukarzel hablar con un detenido. Lo sacó a un patio a la intemperie, lo hizo desnudar y lo ató de pies y manos con estacas. Le pegó, lo pateó y le tiró un baldazo de agua fría. A las once de la noche, ya inconsciente, lo sacaron en camilla al Hospital Penitenciario, donde murió dos horas después. Alsina y Menéndez deberán responder por ese crimen. Por otras torturas en la Unidad 1 fueron procesados el entonces teniente coronel Víctor Pino, el sargento Carlos Hiber Pérez y el cabo primero José Antonio Paredes.
El 30 de abril, luego de diez días secuestrados en el D2, pegado a la Catedral cordobesa, María Eugenia Irazusta, Eduardo Bártoli y Víctor Chiavarini fueron asesinados en un simulacro de “intento de fuga”. El 17 de mayo, por orden del inspector mayor Raúl Telleldín, jefe de informaciones del D2, su banda se presentó en la cárcel con dos órdenes de traslado. En tres vehículos se llevaron, amordazados y encapuchados, a Diana Fidelman, Miguel Angel Moze, Luis Verón, Ricardo Young, Eduardo Hernández y José Svagusa. Pararon en Neuquén al 900. Los hicieron bajar y los fusilaron. Por esos nueve homicidios calificados Garzón de Lascano procesó a ocho policías del D2: Luna, Flores, Lucero, Yabour, Yanicelli, Rocha, Juan Eduardo Ramón Molina y Miguel Angel Gómez.
La jueza procesó al teniente Osvaldo César Quiroga por los homicidios de Miguel Vaca Narvaja, Arnaldo Toranzo y Gustavo De Breuil. El 12 de agosto de 1976 los retiraron de la cárcel con una orden firmada por el general Juan Bautista Sasiaiñ y los mataron cerca del estadio Chateau Carreras. Por su complicidad en el homicidio de José Pucheta, Carlos Sgandurra y José Villada fue procesado el entonces subteniente Luis Alberto López. Como coautor de los homicidios de Ricardo Tramontini y Liliana Páez de Rinaldi fue procesado el coronel Vicente Meli. En todos los casos del presente párrafo también fue procesado el coronel Pino.
La Cámara Federal de Córdoba, en tanto, procesó ayer a Juan Eusebio Vega, ex miembro del Destacamento 141 a quien calificó como “interrogador” de La Perla, por el secuestro y los tormentos seguidos de muerte de Herminia Félix de Vergara el último día de 1976.
El alojamiento de los militares en el Cuerpo III y en Campo de Mayo, y el de los policías en la Guardia de Infantería de Córdoba, preocupa a los querellantes. “Tiene un régimen sumamente laxo. Lo denunciamos, el gobierno provincial pidió que los trasladaran, pero siguen allí por resolución de la jueza y la Cámara Federal, que emitió una resolución escandalosa. Mientras un preso común debe probar que está enfermo para ser trasladado a un hospital, la Cámara invirtió el principio general y sostuvo que debemos probar en cada caso que no deben estar en una cárcel VIP”, lamentó el abogado Claudio Orosz, de H.I.J.O.S. Cór

Generación 'Nakba'


El sueño de volver a la tierra arrebatada marcan la literatura palestina


ROSA MENESES

MADRID.- Intelectuales y escritores de todo el mundo han firmado un manifiesto en recuerdo de la Nakba (la catástrofe), generada en 1948 con la proclamación de Israel. El texto se publicó en la prensa internacional el pasado 8 de mayo (día en que los israelíes conmemoran la creación de su Estado, siguiendo el calendario hebreo, el 14 de mayo en el almanaque gregoriano), y estaba arropado por las palabras del gran intelectual palestino Edward Said, pronunciadas hace 10 años, con ocasión del 50 cumpleaños de Israel.
«Incluso después de 50 años de vivir el exilio palestino, aún me siento sorprendido por cuán lejos puede llegar el Gobierno israelí y los que le apoyan para suprimir el hecho de que medio siglo se ha esfumado sin restitución o reconocimiento israelí, de los derechos humanos palestinos y sin, tal y como sin lugar a dudas muestran los hechos, conectar aquella suspensión de derechos a las políticas oficales de Israel... La Nakba palestina es calificada como un acontecimiento semificticio... causado por nadie en particular», escribió Said.
Los firmantes, entre los que se encuentran personalidades como el poeta palestino Mahmud Darwish, el historiador israelí Ilan Pappe o los británicos John Berger, Tariq Ali y Ken Loach, señalan en grandes letras enlutadas de negro que no hay ninguna razón para celebrar nada, tras 60 años de desposesión de un pueblo. Una celebración, dicen, sería como "bailar sobre las tumbas de los palestinos".
«Con sus pacíficas vidas arruinadas, la sociedad fragmentada, sus posesiones robadas (...) los palestinos aún sueñan con volver y en todas partes alimentan su aspiración de libertad y una vida digna», reza el manifiesto.
Ese sueño de volver, la importancia de la memoria y los estragos del exilio han marcado los avatares del pueblo palestino desde su Nakba. Ya forman varias generaciones desde aquel 1948, pero todas ellas se remiten a la generación Nakba.
A su lado, un puñado de intelectuales y escritores han dado forma a la identidad colectiva, han registrado la historia y han labrado la memoria nacional a lo largo de sus obras.

La injusticia de un pueblo

Quizá Mahmud Darwish, nacido en Birwa en 1941, sea el escritor palestino más significativo, tanto por su andadura personal como por su obra. Ambas trayectorias son indivisibles y representan la injusticia vivida por un pueblo. Sus poemas hablan de esa experiencia: el destierro, la guerra, la cárcel, la injusticia, la lucha por la supervivencia. Darwish ha conocido todas estas estaciones de la vida.
En sus libros –traducidos al español tenemos 'El lecho de una extraña', 'Menos rosas' (ambos en Hiperión); 'El fénix mortal' (Cátedra) o los fascinantes 'Mural' (Ediciones del Oriente y del Mediterráneo)- describe la tragedia diaria de los palestinos, pero sin dramas.
Lo hace con un lirismo revestido de belleza y melancolía que impregna sus palabras. Con palabras sencillas y cotidianas contrapone realidades, pasado y futuro, el desastre y la esperanza de un pueblo. La derrota, su idea clave. "Nosotros amamos la vida cuando hallamos un camino hacia ella", dice en el poemario 'Menos rosas', publicado en árabe en 1986.
En enero de 2002, escribió 'Estado de sitio' (Cátedra), que relata el asedio de Ramala durante el invierno de 2001-2002. "Bajo sitio, la vida se torna tiempo: / memoria del principio, / olvido del final". Darwish recoge una maraña de sentimientos bajo la ciudad sitiada por las tropas israelíes. Describe la violencia ("Los soldados calculan la distancia entre el ser / y la nada / con la mirilla del tanque"), la tristeza, el aislamiento ("Solos, estamos solos hasta la náusea / por toda compañía las visitas del arco iris").
La dificultad –y la necesidad- de comunicar la terrible experiencia personal de verse desposeído y abocado al exilio ha generado una brillante literatura que ayuda a salvar la memoria y sanar las heridas del destierro y la derrota.
"Sólo la literatura puede articular un discurso que pueda explicar lo más complicado, lo contradictorio, lo atroz y lo bello al mismo tiempo", ha reflexionado el escritor libanés Elias Khoury (Beirut, 1948) en las páginas de ‘El Cultural’. Su obra, ‘Bab a Shams’, ‘La puerta del sol’ es un mosaico sobre la guerra, el éxodo y, en definitiva, la tragedia palestina. Muchos escritores árabes, como el propio Khoury han relatado el horror y el sufrimiento de sus compatriotas palestinos.
El novelista Ghasan Kanafani (1936-1972) ofrece también una trayectoria novelística y personal cercana al destino de los palestinos. A menudo, utiliza la imagen del desierto como metáfora del sufrimiento de su pueblo. Nacido en Acre, fue portavoz del Frente Popular para la Liberación de Palestina hasta 1972, cuando murió en un atentado con coche bomba.
Su obra más emblemática es ‘Hombres bajo el sol’, la historia de tres palestinos que intentan huir a Kuwait escondidos en el interior de un camión-cisterna. Su trágico final augura la agonía del pueblo palestino, atrapados bajo un sol cegador. Realidad y literatura van de la mano en el triste destino que han sufrido los palestinos.

MEMORIAS DE UNA COMBATIENTE


MEMORIAS DE UNA COMBATIENTE

Leila Jaled es, para algunos, una heroína y, para otros, una 'terrorista'
 Este icono de la lucha palestina se niega hablar del fracaso de su causa


MÓNICA G. PRIETO

AMÁN.- El rostro de Leila Jaled formará parte, para siempre, de la memoria gráfica de los años 70. Con apenas 24 años, puso cara a la causa palestina de la forma más dramática y espectacular posible: secuestrando dos aviones comerciales con el objetivo de dar a conocer la tragedia de su pueblo y liberar presos del Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP).
Su contundente acción y sus seductoras facciones, envueltas en la típica kefiya, el pañuelo tradicional, la convirtieron, para unos, en una heroína y, para otros, en una de las primeras "terroristas" de las que se tienen noticia.
Desde su domicilio en Amán, Leila, de 64 años, miembro del Comité Ejecutivo del FPLP y de la Unión de Mujeres Palestinas, rechaza este calificativo que considera politizado: "para parte del mundo, todos los árabes somos terroristas".
Lamenta también los errores que empañan la causa en la que milita desde los 15 años, aunque se niega a hablar de un fracaso. "Mientras haya gente que mantenga sus principios y transmita a las nuevas generaciones nuestra causa, mientras haya refugiados o mientras un solo niño lance una piedra contra un tanque israelí, los palestinos no habremos sido derrotados".
En esta entrevista con elmundo.es, Leila repasa su vida de militante por la causa palestina.
Pregunta.- ¿Cómo comenzó su militancia en el FPLP?
Respuesta.- "Antes de 1967 ya militaba en el Movimiento Nacional Arabe, cuyo objetivo era la liberación de Palestina y la unidad árabe. Durante la Guerra de los Seis Días, con la que Israel conquistó toda Palestina y parte de los países vecinos, daba clases en Kuwait. La guerra motivó que varios líderes del MNA fundaran el FPLP, enfocado en la liberación de Palestina. Y me integré inmediatamente. Por dos años me dediqué a reclutar simpatizantes en Kuwait y en 1969 vine a Jordania para entrenarme en un campo".
Era el principio de su vida como militante armada, que no abandonaría hasta 1982 para convertirse en líder política. Pasó tres meses en Amán aprendiendo a usar armas antes de ser "asignada a mi primera misión de secuestro".
P.- ¿Era la única mujer del campo?
R.-"En absoluto, había muchas mujeres porque en aquel entonces todos lo considerábamos nuestra obligación y nadie podía impedir que sus hijas, al menos, se entrenasen, aunque luego regresaran a sus trabajos. Pero muchas rechazábamos volver antes de completar alguna misión".
Ella fue una de las que más activamente se opuso a jugar un papel secundario, algo que nadie le pidió. "En las reglas internas del FPLP, hombres y mujeres somos completamente iguales, y eso se traducía en las acciones. Antes de mí, otra mujer había participado en un ataque terrestre en Zurich y otras lo habían hecho en los territorios ocupados. Eso era algo que apenas se sabía", de ahí que Leila fuera conocida como la primera guerrillera palestina.
"Fui asignada a la primera misión y, al cumplirla con éxito, un año después volvieron a encargarme otra: el secuestro de un avión de El Al (compañía israelí), uno de los tres secuestros simultáneos de 1969".
P.- ¿Cómo se llega a la decisión de adoptar el secuestro como táctica?
R.- "Queríamos tocar una campana que llevara al mundo a escucharnos. La comunidad internacional nos ayudaba como refugiados, necesitados de ayuda humanitaria, de comida, de alimentos. Nadie nos veía como un pueblo con una causa. Teníamos que hacer algo que llevase al mundo a preguntarse quiénes somos los palestinos, y también queríamos liberar a nuestros presos en manos de los israelíes. Esos fueron los objetivos a lograr".
Avión detonado
El primero de los secuestros tuvo, en agosto de 1969, como objetivo un avión de la TWA que cubría la ruta Roma-Atenas. Fue desviado a Damasco no sin antes sobrevolar Haifa, por deseo de Leila, que deseaba ver, aunque fuese a miles de pies de distancia, su ciudad.
Una vez en territorio sirio, la tripulación y el pasaje fueron evacuados antes de hacer explotar el avión. Nadie resultó herido, aunque parezca milagroso. Tras someterse a cirugía estética, un año después participó en su segundo secuestro, una acción simultánea en la que fueron capturados tres aviones, el 6 de septiembre de 1970.
Leila participó en la toma del vuelo de El Al procedente de Amsterdam. El otro secuestrador se enzarzó en un tiroteo con los agentes israelíes en el que ambos murieron. Leila no se atrevió a usar las dos granadas de mano que llevaba y fue detenida cuando tomaron tierra en Londres. Tras pasar menos de un mes en prisión, fue liberada como parte de un intercambio de prisioneros forzado por otro secuestro del FPLP.
P.- ¿Nunca le atormentó la idea de poner en peligro vidas de personas que nada tenían que ver con el conflicto palestino?
R.- "No, porque tenía respuestas a todos esos dilemas. Israel también usaba aviones civiles para transportar armas, y nuestro objetivo eran aviones norteamericanos, cuyo país apoya a Israel. En el vuelo (de la TWA) se suponía que viajaba Isaac Rabin, entonces embajador israelí en Estados Unidos, lo que lo convertía en un objetivo para nosotros. Sabíamos que la gente no estaba implicada, pero teníamos instrucciones estrictas de no herir a nadie, ni a los pasajeros, con quienes no tratábamos, ni con la tripulación. Y conseguimos este objetivo: en todos nuestros secuestros, que se produjeron entre 1968 y 1970, nadie salió herido. Por supuesto, y lo sé, la gente se aterrorizaba, pero no lo hacíamos porque nos gustase, sino porque nos sentíamos obligados a ello. Cuando conseguimos nuestros objetivos, en 1970, cesamos los secuestros. Era una táctica, no una estrategia a seguir. No pretendíamos obtener una respuesta de los secuestros, sino de la revolución que siguió a ellos".
Guerra civil libanesa
Para entonces, Leila Khaled ya formaba parte del Comité Central del FPLP, encargado de definir las tácticas y los objetivos del partido; ya nunca abandonaría su posición. "En 1976 decidimos parar todas las operaciones fuera de territorio palestino porque estábamos siendo atacados en el Líbano y no queríamos atraer la atención de la comunidad internacional fuera de Palestina".
Regresó al Líbano tras su liberación, ya que el monarca hachemí había expulsado a los militantes palestinos de Jordania durante el 'Septiembre Negro'. Años después, en 1973, se enfrascó en otra lucha, esta vez contra el Ejército libanés que intervenía en los campos palestinos para abortar cualquier intento de rebelión. En 1974 fue nombrada miembro del Comité Ejecutivo de la Unión de Mujeres Palestinas, lo que duplicó su trabajo en los campos de refugiados.
Faltaba un año para que estallase la Guerra Civil libanesa, precisamente con un ataque contra un autobús palestino en Beirut.
"Me ví obligada a tomar de nuevo las armas y, con más razón, lo haría en 1982 cuando los israelíes invadieron el Líbano y me desplacé al sur para combatir contra ellos. Sólo lo dejé aquel año al quedar embarazada".
Encinta de su primer hijo, Bader, Leila abandonó el país de los cedros junto con el resto de militantes de la Organización para la Liberación de Palestina, que englobaba a todos los grupos y era liderada por Yasir Arafat. Con ello, se cumplía el acuerdo de cese al fuego de la ONU, que implicaba también la retirada israelí, algo que no hicieron.
Su destino sería, esta vez, Siria, donde se ocuparía de la responsabilidad política de educar a sus hijos hasta 1992, cuando regresó a Amán, desde donde hoy, observa, con pesar, cómo el conflicto israelopalestino ha derivado en una lucha fraticida.

LAS TORTURAS EN LA SUPERINTENDENCIA

Las heces de Coordina...

Sobreviviente de cuatro centros clandestinos de detención durante la última dictadura, incluida la Superintendencia de Seguridad Federal, Julio Guillermo López relató ayer ante el Tribunal Oral Federal 5 que en la tarde del 19 de agosto de 1976 un grupo de secuestrados del tercer piso de Moreno 1417 fue trasladado desde sus tubos hasta lo que llamaban “la leonera grande”. Allí los represores “les dijeron que se iban en libertad”, aseguró. Durante la tarde del día siguiente le permitieron leer un vespertino “donde decía que se habían encontrado treinta cadáveres fusilados con explosivos en la localidad de Fátima, cerca de Pilar”.
López fue secuestrado el 13 de julio de 1976. En el Regimiento de Infantería de Patricios le pegaron una patada que le destruyó la vejiga para siempre. Antes de su liberación, el 18 de marzo de 1977, pasó por los centros clandestinos Automotores Orletti, Campo de Mayo y Vesubio. Pero el día de la Masacre de Fátima, como se conoce al asesinato de veinte hombres y diez mujeres dinamitados en Fátima, aún estaba en Superintendencia, donde fue torturado durante cinco días seguidos.
Durante su extensa declaración, López nombró a dos de los tres imputados en el juicio. El comisario general (R) Juan Carlos Lapuyole, por entonces director de inteligencia, fue uno de sus interrogadores. Recordó que lo apodaban “Francés” o “Perfume” por el olor que irradiaba. Al comisario inspector (R) Carlos Gallone creyó recordar que lo apodaban “Pavo” o “Cura”.
López aseguró que en Superintendencia llegó a haber más de un centenar de personas secuestradas y que “iba con frecuencia” el general Albano Harguindeguy, ministro del Interior de la dictadura. Más de una vez escuchó “chicos que lloraban y personas que gemían”. Relacionó la Masacre de Fátima con el asesinato del general Omar Actis en la mañana del 19 de agosto. Contó que esa tarde “se produjo un movimiento muy raro” y que todas las víctimas, hasta donde logró saber, eran delegados gremiales.