01 diciembre 2008

EL NEGOCIO DE LOS MERCENARIOS EN IRAK

TODO: Las empresas de seguridad son un negocio "menor"que completa el negocio que da mayores beneficios: la producción y venta armamentos en el mundo. En Israel se halla parte de los grandes mercaderes de la guerra, y gran parte de las fábricas de armamentos sofisticados. La industria de los mercenarios también está muy extendida: ex oficiales y suboficiales israelíes se enrolan en grupos paramilitares locales o contratados en agencia israelíes de militares que sirven a gobiernos extranjeros. Tenemos el caso de Colombia, en el que actuaba una agencia de mercenarios israelíes que entrenaban a las fuerzas paramilitares en su lucha contra la guerrilla y los campesinos. Ya en 1976 oficiales israelíes daban instrucciones de lucha "antiterrorista", torturas, táctica antiguerrilla, etc.alos militares del proceso en la Argentina. También en Georgia, en el último conflicto propiciado por USA e Israel, se usaron armas nuevas israelçies y grupos de paramilitares israelíes entre los que se hallaba el ex político e intendente de Tel Aviv, Rony Miló...
Es lógico que un país que fabrica armamento necesita un mundo sacudido por conflictos armados y, al mismo tiempo, ofrece los servicios de asesinos profesionales entrenados en el ejército de defensa de Israel, Un círculo en el que ingresa mucho dinero fácil y provee de mano de obra criminal. La misma inescrupulosidad en su lucha en Gaza la exporta a cualquier lugar del planeta donde hagan falta asesinos.

Andrés Aldao


Funcionarios iraquíes reconocen que hay más de 236 empresas privadas, extranjeras y nacionales, que cumplen tareas de seguridad en el país. De ellas, 200 son cinsideradas ilegales, no sólo por carecer del registro correspondiente sino también por desconocerse sus "funciones". La mayoría de ellas está inplicada en actos terroristas que luego se cargan en la cuenta de la resistencia.

Por Juan Carlos Díaz Guerrero
No importa su origen ni de que países provienen: son una masa de hombres bien adiestrados en el oficio de matar por dinero que en número de 100 mil cumplen las más diversas misiones en Irak.
Los llamados contratistas forman parte de ese bien organizado negocio en el que la administración de George W. Bush ha convertido a ese país árabe desde su invasión y posterior ocupación en marzo de 2003.
Sus obligaciones laborales están enfocadas en la seguridad personal de políticos iraquíes y estadounidenses, hombres de negocio, empresarios y abarcan el cuidado de instalaciones petroleras y militares u otros servicios.
Muchas de estas prestaciones, aunque poco se habla de ellas, están ligadas con menesteres antes reservados a las fuerzas castrenses, tales como la construcción de bases, intendencia, interrogatorios y en combates.
En el ámbito iraquí son acusados de intervenir en operaciones secretas de los organismos de inteligencia norteamericanos y en otros trabajos sucios destinados a promover el terror, el miedo, las diferencias religiosas e, incluso, la organización de escuadrones de la muerte para sembrar el caos.
Peruanos, chilenos, colombianos, hondureños y ecuatorianos, sudafricanos, irlandeses, estadounidenses, iraquíes, rusos, filipinos, turcos, nepaleses, hindúes, ucranianos, entre otros, componen la variada gama de nacionalidades de esos elementos especializados en las tenebrosas artes de la subversión.
El periódico The Washington Post en su versión electrónica, que cita un censo del Comando Central estadounidense, reveló que al menos 100 mil asalariados operan en el país árabe contratados por el gobierno de loa Estados Unidos.
La cifra cuadruplica a los existentes en 2003; de ellos 48.000 trabajan como soldados privados, indicó un informe de la Oficina General de Contabilidad (GAO, en inglés).
El Departamento de Trabajo norteamericano admite que 650 de esos empleados murieron desde el comienzo de la guerra, la mayor parte de nacionalidad desconocida y con funciones también ignotas.
Negocios y compañías
El jefe de Operaciones Militares en el Ministerio del Interior iraquí, Mohamed Niama, cifra en 236 las empresas privadas, extranjeras y nacionales, que cumplen tareas de seguridad en la nación del golfo Pérsico.
Resulta significativo que la mayor parte, 200, sean consideradas ilegales por desconocerse sus funciones y carecer de registro legal. Niama reconoce que la mayoría de sus propietarios están implicados en actos terroristas.
La contratación de esos expertos se extiende por todo el país, pero en Bagdad adquiere singular predominio por la falta de seguridad prevaleciente, la cual obliga a políticos y empresarios a recurrir a esos mercenarios extranjeros "para impedir infiltraciones" de nacionales, comentó el vocero del Congreso de Diputados.
En enero pasado el presidente del Parlamento, Mahmud Mashhadani, expresó que una comisión de seguridad contratará los servicios de una empresa sudafricana para su protección y la del resto de los diputados.
Otra modalidad, muy en boga para las autoridades iraquíes, es la de utilizar como guardaespaldas a familiares, amigos o personas del mismo grupo étnico o confesional.
Un ejemplo: la ministra de Derechos Humanos, Uichdán Salem, contrató por su cuenta a 20 escoltas, recomendados por sus familiares o conocidos por ella.
Las grandes empresas contratistas tienen su asiento en Gran Bretaña y Estados Unidos; en este último país se estiman en tres decenas las compañías dedicadas e ese lucrativo negocio.
Una de esas empresas es la Blackwater Security Consulting Company, especializada en contraterrorismo y combates urbanos, y una de las mayores con operaciones en Irak: cuenta con un ejército multinacional calculado en tres mil miembros.
La firma está considerada como la mayor base militar privada del mundo, con campos de entrenamientos sofisticados, decenas de aviones, 20 mil soldados entrenados y vínculos muy estrechos con las altas esferas del Pentágono y la Casa Blanca.
El negocio de la contratación abarca, además, a otras empresas que se encargan de proveer pertrechos bélicos al ejército de los Estados Unidos y de ayudar en la "reconstrucción" como las corporaciones Lockheed Martin, General Dynamics, Northrop Grumman y la notoria Halliburton.
Informaciones indican que la inmensa mayoría de las compañías destinadas a la producción de armamentos triplicaron las acciones desde el comienzo de la ocupación de Irak y sus utilidades crecieron en más del 10 por ciento.
Analistas consideran que el aumento de los activos de estas corporaciones está ligado en parte al alza del presupuesto de la Secretaría de Defensa.
Desde 2001 las asignaciones para la defensa crecieron en más de 50 por ciento, de 300.000 millones a 455.000 millones en 2007.
En 2005 oficiales de la CIA revelaron al Washington Post que el 50 por ciento del presupuesto de la institución, 20 mil millones de dólares, se destinó a pagar contratistas privados.
Un libro publicado por el Brookings Institution refiere que el fenómeno de la contratación genera al año unos 100.000 millones de dólares y según estimados, trepará el doble para 2010.
Ilegalidades, violaciones y maltratos
La total impunidad con que operan los contratistas en el país árabe convierte a esta fuerza, la segunda mayor en hombres después de las tropas norteamericanas de ocupación (140.000 hombres), en una maquinaria de destrucción y muerte.
El analista diplomático Pedrag Simic vaticina que en la medida en que los aliados de la coalición se retiren, más mercenarios tomarán sus puestos.
Para el Ejército y el gobierno estadounidenses el negocio es muy ventajoso si se tiene en cuenta que son simples asalariados en busca de fortuna y que al morir no entran en la gruesa lista oficial de bajas, ni se ven envueltos en discusiones legales o presionados por la opinión pública.
Estos soldados de fortuna se arriesgan a morir en Irak por salarios que ascienden hasta los mil dólares por día, impagables en sus naciones.
En reciente visita a países latinoamericanos, el Grupo de Trabajo de la ONU sobre el uso de mercenarios determinó que las contrataciones son posibles gracias a enormes irregularidades y vacíos legales existentes, como es el caso de Perú.
José Luis Gómez del Prado, miembro del grupo de trabajo, dijo que más de mil peruanos brindan sus servicios en condiciones inciertas en el país árabe, donde predomina el riesgo para sus vidas, largas jornadas y viven hacinados.
El experto manifestó la total falta de transparencia en las contrataciones por la inexistencia de controles sobre la forma en que son reclutados o las condiciones en que laboran.
Un informe publicado por el diario limeño El Mercurio denunció que la violencia no es el único riesgo que corren los peruanos en Irak, sino también sufren maltratos, discriminaciones y vejaciones por parte de la empresa empleadora estadounidense Triple Canopy.
Aunque el fenómeno del mercenarismo no es nada nuevo, éste creció con la llegada de Bush padre a la Casa Blanca, cuyo hijo lo hizo florecer a niveles insospechados con su llamada guerra contra el terrorismo en 60 o más países a los que identifica como "rincones oscuros" del mundo.
Como otras tantas regulaciones, la administración estadounidense convirtió en letra muerta la Convención Internacional contra el Reclutamiento, la Utilización, Financiamiento y Entrenamiento de Mercenarios, aprobada por la ONU en 1989 y rubricada hasta ahora por 28 países.

La fuente: El autor es periodista de la Redacción de Africa y Medio Oriente de Prensa Latina.

LA INDIA/PAKISTÁN : LA PAZ CALIENTE


LA INDIA/PAKISTÁN : LA PAZ CALIENTE

Said Jadidi

Si algo ha revelado la reciente pesadilla de Mombay ( o Bombay), este algo, independientemente de su carácter dramático, es la divagación del hasta ahora presidente de Estados Unidos, Georges Bush.
En efecto, en un nuevo brote de alucinación, el presidente saliente de Estados Unidos, cuyas « ideas » por poco cuestan el fin del mundo, acaba de proponer en un mensaje oficial al gobierno indio « la colaboración de su pais para ( i agárrense bien ! ) detener a los autores de los atentados de Bombay ».
Con, aparentemente muy deterioradas sus facultades mentales, Bush ni siquiera parece saber que todos los terroristas fueron matados por lo miembros de las fuerzas especiales indias a excepción de uno que fue arrestado sin colaboración de Estados Unidos.
De mal a peor..
No obstante, más allá de su lado trágicamente anecdótico, el mensaje de Bush plantea una serie de legítimas interrogaciones/reflexiones, a su frente, el deseo de comprometer a la India en una lucha, a todas luces, con velocidades estratégico-políticas.
A juzgar por la envergadura, los medios a disposición del comando terrorista y la, cuando menos, sorprendente facilidad con que ha podido llegar a sus blancos, no sería insensato hablar de autores ( en plural ) directos, unos, por consiguiente visibles e identificables, indirectos, otros, ocultos y disfrazados.
Acusar a la vecina Pakistán sería, en este caso, mortalmente fácil. La más que probada eficacia de sus servicios secretos aboga por más reflexión, más objetividad y más realismo. Probablemente tendremos que esperar años antes de descubrir ( casi con seguridad por pura casualidad ) implicaciones geo-estratégicas que, hoy por hoy son abstractas e insospechosas.
Sin embargo, en un admirable sobresalto de verdadero civismo ciudadano, los habitantes de Bombay participaron el domingo pasado, masivamente en una velada en memoria póstuma de las 200 víctimas mortales y los 280 heridos de los atentados del 26 de noviembre pasado.
Una reivindicación entre otras : « NO MÁS ESTO ». Lo que justamente se debe pensar.
No obstante, para que esto no se repita, Nueva Delhi no debe lanzarse en acusaciones precipitadas, basadas en concepciones gratuitas de orden estratégico, ni confiar en conclusiones made in USA ni siquiera dejarse atraer por atavismos geopolíticos.
Y es que…
Fresco aún el recuerdo de la pesadilla de Mombay ( o Bombay ) muchos « expertos » en materia de lucha anti-terrorista comienzan a barajar hipótesis tan inverosímiles como sospechosamente « teledirigidas » como por ejemplo las crónicas, en muchos medios de comunicación occidentales, sobre el Islam y los musulmanes de la India o lo que es visceralmente más intencionado y vejatorio « las convicciones islámicas de los miembros del comando terrorista de Taj Mahal ».
Como si el objetivo de la « misión » terrorista de Bombay no fuera otro que la de empujar a la vecina Pakistán a emprender, como se lo lleva exigiendo a gritos y a violaciones de su espacio áereo los Estados Unidos y en voz más baja sus aliados, una aventura militar en sus zonas tribales fronterizas con Afganistán, casi todos los comentarios, análisis y consultas de prensa apuntaban al día siguiente de los atentados, en coro, hacia lo que ya llaman « el elevado tributo que debe pagar Islamabad » por no haber sabido ( o atrevido) a luchar más y mejor contra los focos terroristas dentro y cerca de su pais.
Como si no les bastara que, por proteger la ocupación en Afganistán, Pakistán fuera, después de Iraq y Afganistán el pais con más víctimas del terrorismo y más expuesto a la desestabilización, le piden ahora alinearse a una tésis anti-terrorista que el pueblo pakistaní y todos los amantes de la paz y de la justicia ponen en tela de juicio.
Los recientes atentados de Bombay se están convirtiendo en un medio de presión sobre las autoridades pakistaníes para actuar, conformen a la voluntad mil veces reiterada de Washington de privilegiar, como acaba de imponerlo al parlamento irakí bajo su tutela, el interés estratégico sobre el imperativo democrático, particularmente en las zonas tribales, donde, con el pretexto de atacar lo que cree diagnosticar como el origen del problema de « su » Afganistán efectua diariamente incursiones que suscitan la unánime indignación popular en Pakistán.
Por otra parte las primeras declaraciones de la Secretaria de Estado, Condolezzia Rice, « invitando » a Pakistán a « colaborar total y completamente en la investigación india en curso actualmente » apoyan explícitamente la hipótesis al respecto.
Casi una semana después y pese al detenido y su interrogatorio, Nueva Delhi aún no ha llamado ni al pan, pan, ni a lo que ha ocurrido en Bombay lo que fue.
Mientras que Pakistán, a través de sus máximos dirigentes advierte contra toda « conclusión precipitada », la India parecer contemplar la suspennsión del proceso de paz con su vecina forjado por más de una guerra, muchas lágrimas y lustros de paciencia y perseverancia. ÷

LA DEMOCRACIA Y EL PUEBLO

LA DEMOCRACIA Y EL PUEBLO

Eric Hobsbawm − Daily Times


Gracias a los medios de comunicación masas, la opinión pública es más poderosa que nunca, lo cual explica el constante incremento de las profesiones que se especializan en influenciarla. Lo que es menos conocido es el vínculo crucial entre los medios políticos y la acción directa: una acción desde la base que repercute directamente en quienes toman las decisiones, eludiendo los mecanismos intermedios de los gobiernos representativos. Ello resulta más evidente en los asuntos transnacionales, en los que no existen esos mecanismos intermedios. Todos estamos familiarizados con lo que se ha denominado “efecto CNN” : la políticamente poderosa, pero completamente desestructurada sensación de que “algo debe hacerse” respecto del Kurdistán, Timor Oriental u otra zona en conflicto. Más recientemente, las manifestaciones en Praga y Seattle han mostrado la efectividad de la acción directa bien dirigida por pequeños grupos conscientes del poder de las cámaras, incluso contra organizaciones que fueron diseñadas para ser inmunes a los procesos políticos democráticos, como el FMI y el Banco Mundial.
Todo esto enfrenta a la democracia de impronta liberal con el que quizás sea su problema más serio e inmediato. En un mundo crecientemente globalizado y transnacional, los gobiernos nacionales coexisten con poderes que tienen tanto impacto como ellos en la vida diaria de sus ciudadanos, pero que están más allá de su control. Los gobiernos ni siquiera tienen la opción política de abdicar ante tales fuerzas que escapan a su radio de acción. Cuando los precios del petróleo aumentan, existe la convicción en los ciudadanos, incluso en los ejecutivos de las empresas, de que el gobierno puede y debe hacer algo al respecto, aun en países como Italia, en donde poco o nada se espera del Estado, o como Estados Unidos, en donde muchas personas no creen en el Estado.
¿Pero qué podrían hacer los gobiernos? Más que en el pasado, están bajo la presión creciente de una opinión pública continuamente controlada. Ello restringe sus opciones. Pero los gobiernos no pueden dejar de gobernar. Además, se ven alentados por sus expertos en relaciones públicas para que se muestren gobernando constantemente, y esto, como ha mostrado la historia británica del siglo XX, implica multiplicar gestos, anuncios, y a veces, hasta leyes innecesarias. Y las autoridades públicas de hoy se ven constantemente enfrentando decisiones sobre intereses comunes, que son de índole tanto técnica como política. Aquí, los votos democráticos (o las elecciones de los consumidores en el mercado) no son en absoluto una guía. Las consecuencias ambientales del crecimiento ilimitado del tráfico a motor, y las mejores formas de lidiar con ellas no pueden ser descubiertas simplemente por un referendo. Además, estas formas pueden resultar impopulares, y en una democracia, es poco inteligente decirle al electorado lo que no quiere oír. ¿Cómo pueden organizarse racionalmente las finanzas públicas, si los gobiernos se han autoconvencido de que cualquier propuesta para aumentar los impuestos conduce a un suicidio electoral, cuando en las campañas electorales se compite por bajar impuestos y los presupuestos gubernamentales se ejercitan en el oscurantismo fiscal?
En resumen, la “voluntad del pueblo”, o como quiera llamársela, no puede determinar las tareas específicas de gobierno. Como apropiadamente observaron Sidney y Beatrice Webb respecto de los sindicatos, la “voluntad del pueblo” no puede juzgar proyectos, sólo resultados. Es inconmensurablemente mejor votando en contra que a favor. Cuando consigue uno de sus principales triunfos negativos, como derrocar los regímenes corruptos de 50 años de posguerra en Italia y Japón, es incapaz por sí mismo de ofrecer una alternativa.
Y aun así, el gobierno es para la gente. Sus efectos son juzgados por lo que afecta a la gente. Por más desinformada, ignorante o aun estúpida que sea la “voluntad del pueblo”, y por muy inadecuados que sean los métodos para descubrirla, es indispensable. ¿De qué otra forma podríamos definir la manera en que las soluciones técnico-políticas, por más expertas y técnicamente satisfactorias que sean en otros aspectos, afectan a las vidas de los seres humanos concretos? Los sistemas soviéticos fallaron porque no existió una retroalimentación de información entre aquellos que tomaban las decisiones “en nombre del interés del pueblo” y aquellos a quienes se imponían esas decisiones. La globalización del laissez-faire de los últimos 20 años ha incurrido en el mismo error.
La solución ideal ahora está menos que nunca al alcance de los gobiernos. Es la solución a la que recurrían en el pasado los médicos y los pilotos, y a la que sigue tratando de recurrir una parte crecientemente desconfiada del mundo: la convicción popular de que nosotros y ellos compartimos los mismos intereses. Nosotros [el pueblo] no le dijimos [al gobierno] cómo debe servirnos –carentes de pericia, no podríamos—, pero hasta que algo salga verdaderamente mal, le brindamos nuestra confianza. Pocos gobiernos (para distinguirlos de regímenes políticos) disfrutan actualmente de esta fundamental confianza a priori. En las de impronta liberal, los gobiernos raramente representan la mayoría de votos, ni qué decir del electorado. Los partidos de masas y organizaciones, que alguna vez otorgaron a “sus” gobiernos confianza y apoyo constante, se han desmoronado. En los omnipresentes medios de comunicación, los directores, entre las bambalinas, y arrogándose una idoneidad competitiva con la del gobierno, no dejan de comentar críticamente los desempeños gubernamentales.
De modo que la solución más conveniente, a veces la única, para los gobiernos democráticos, es mantener el mayor número posible de decisiones fuera del alcance de la opinión pública y de la política, o al menos, dejar de lado los procesos de característicos del gobierno representativo. Muchas decisiones políticas serán negociadas y decididas detrás de escena. Lo que incrementará la desconfianza ciudadana en los gobiernos y la mala opinión pública sobre los políticos.
¿Entonces, cuál es el futuro de la democracia de impronta liberal en esta situación? Con la excepción de la teocracia islámica, en principio ningún movimiento político poderoso desafía esta forma de gobierno. La segunda mitad del siglo XX fue la edad dorada de las dictaduras militares. El siglo XXI no parece demasiado favorable a ellas –ninguno de los estados ex comunistas ha elegido seguir por esa vía—, y casi todos esos regímenes militares carecen del cabal coraje de la convicción antidemocrática: se limitan a proclamarse salvadores de la Constitución hasta el día (sin especificar) del retorno del gobierno civil.

Ello es que, cualquiera que haya sido su apariencia antes de los terremotos económicos de 1997-98, ahora resulta evidente que la utopía de un mercado global de laissez-faire y sin Estado no llegará. La mayoría de la población mundial, y ciertamente aquella bajo regímenes democrático-liberales que merecen tal denominación, continuarán viviendo en estados operativamente efectivos, aun a despecho de que en algunas -y poco felices- regiones el poder y la administración estatal se hayan desintegrado virtualmente. La política continuará. Las elecciones democráticas perdurarán.
En resumen, deberemos enfrentar los problemas del siglo XXI con un conjunto de mecanismos políticos espectacularmente inapropiados para lidiar con esos problemas. Se trata de mecanismos que están, en efecto, confinados dentro de las fronteras de unos estados nacionales enfrentados a un mundo interconectado, fuera del alcance de sus operaciones. Aún no está clara la longitud de su radio de acción dentro del vasto y heterogéneo territorio que posee una estructura política común como la Unión Europea. Se enfrentan a y compiten en el marco de una economía globalizada que opera a través de unas unidades harto heterogéneas y para las cuales son irrelevantes la legitimidad política y el interés común, a saber: las corporaciones transnacionales. Sobre todo, se enfrentan a una era en la que el impacto de las acciones humanas sobre la naturaleza y el planeta se ha convertido en una fuerza de proporciones geológicas. La solución, o aun la mera mitigación, precisará de medidas para las cuales, casi con certeza, ningún apoyo podrá encontrarse contando votos o midiendo las preferencias de los consumidores. Esto no mejorará las perspectivas a largo plazo de ninguna democracia en el mundo.
Encaramos el tercer milenio como el irlandés apócrifo que, preguntado por la mejor manera de llegar a Ballynahinch, y tras una breve pausa reflexiva, espetó: “si yo fuera usted, no partiría de aquí”.
Pero aquí estamos, y de aquí partimos.

Eric Hobsbawm es el decano de la historiografía marxista británica. Uno de sus últimos libros es un volumen de memorias autobiográficas: Años interesantes, Barcelona, Critica, 2003. Traducción para www.sinpermiso.info : Camila Vollenweider

Las elecciones en Estados Unidos

Noam Chomsky - La Jornada


La palabra que brotó inmediatamente de cada lengua tras las elecciones presidenciales en Estados Unidos fue “histórica”. Y con toda razón. Una familia negra en la Casa Blanca es realmente un evento histórico.
Hubo algunas sorpresas. Una fue que la elección no estaba concluida luego de la convención demócrata. Los indicadores habituales señalan que el partido opositor debería barrer durante una grave crisis económica, tras ocho años de una política desastrosa en todos los frentes, incluido el peor récord en materia del crecimiento de empleos de cualquier presidente de la posguerra y de una rara declinación en la riqueza promedio. Eso, con un presidente tan impopular que su propio partido tuvo que desligarse de él, acompañado de un dramático colapso en la posición de Estados Unidos en la opinión pública mundial.
Como muchos estudios muestran, ambos partidos se hallan bien a la derecha de la población en tópicos importantes, tanto nacionales como internacionales. Tal vez ningún partido refleja la opinión pública en una época en que 80 por ciento de los estadunidenses piensa que el país enfila en la dirección equivocada y que el gobierno está administrado por “algunos grandes intereses que sólo piensan en sí mismos”, no en el pueblo, en tanto un asombroso 94 por ciento cuestiona que el gobierno desdeñe a la opinión pública.
Podría argumentarse que ningún partido que hable en defensa del pueblo resulta viable en una sociedad administrada por el mundo de los negocios con tal desusada amplitud. En un nivel muy general, la falta de representación del pueblo es ilustrada por el éxito de la “teoría de las inversiones” en la política, elaborada por el economista político Thomas Ferguson. Según Ferguson, la política tiende a reflejar los deseos de poderosos bloques económicos que invierten dinero cada cuatro años para controlar el Estado.
En cierto sentido, la elección siguió pautas familiares. La campaña de John McCain fue lo bastante honesta como para anunciar con claridad que la elección no discutiría tópicos. En cuanto a Barack Obama, su mensaje de “esperanza” y de “cambio” ofreció un pizarrón en blanco en el cual sus simpatizantes podían escribir sus deseos. Uno puede encontrar sitios en Internet donde cada partido expresa su opinión sobre diferentes temas. Pero la correlación de esas opiniones con la política a seguir no es espectacular. Y de todas maneras, lo que ingresa en las opciones de los votantes es lo que la campaña de cada candidato destaca, tal como saben muy bien los administradores de un partido.
Y fue allí donde la campaña de Obama impresionó a la industria de las relaciones públicas, que lo designaron “el experto en mercadeo más importante del 2008”, derrotando con facilidad a Apple. La primera tarea de la industria es asegurarse que los clientes carentes de información hagan selecciones irracionales, socavando de esa manera las teorías de mercado que proponen exactamente lo opuesto. Y los expertos en relaciones públicas reconocen los beneficios de socavar la democracia de la misma manera. La organización The Center for Responsive Politics dice que una vez más las elecciones fueron compradas: “Los candidatos con mejor financiamiento ganaron nueve de 10 elecciones, y todos, excepto algunos escasos miembros del Congreso, retornarán a Washington”.
Antes de las convenciones, los candidatos viables con mayor apoyo de instituciones financieras eran Obama y McCain, cada uno con 36 por ciento. Los resultados preliminares indican que al final, las contribuciones a la campaña de Obama, por industria, se concentraron en las firmas de abogados (incluidos cabilderos), además de instituciones financieras. La teoría de inversiones en la política sugiere algunas conclusiones acerca de los principios que guían a la nueva administración.
El poder de las instituciones financieras refleja el cambio cada vez más grande de una economía de producción hacia otra de finanzas. Eso comenzó con la liberalización de las finanzas durante la década de los años 60, causa fundamental de los actuales azotes representados por la crisis financiera y la recesión en la economía real (esto es, de la producción y consumo de mercancías). Las consecuencias están a la vista para la gran mayoría de los estadunidenses, cuyos salarios reales se han estancado por 30 años, en tanto sus beneficios han declinado.
Dejando de lado la alta retórica sobre la esperanza y el cambio, ¿qué podemos esperar de la administración de Obama?
La selección del equipo de trabajo de Obama envía una fuerte señal. La primera elección fue para vicepresidente: Joe Biden fue, entre los senadores demócratas, uno de los más vigorosos partidarios de la invasión a Irak, y un insider (persona de adentro, con acceso a información privilegiada) con mucho tiempo de actuación en Washington. Y aunque suele votar de manera coherente con sus colegas demócratas, no siempre lo hace. Por ejemplo, apoyó una medida para que resultara a los individuos mas difícil borrar sus deudas tras declararse en bancarrota.
La primera elección posterior a los comicios presidenciales fue para la crucial posición de jefe de gabinete. Obama designó a Rahm Emanuel, uno de los partidarios más fuertes de la invasión a Irak entre los representantes demócratas y, como Biden, insider de Washington durante bastante tiempo.
Emanuel es también uno de los más grandes beneficiarios de las contribuciones de campaña de Wall Street, informó el Center for Responsive Politics. Durante 2008, “fue el principal destinatario” entre los representantes “de los ejecutivos de fondos de riesgo” y de las “principales firmas de seguros y de inversiones de la industria”. La tarea de Emanuel es ver cómo encara Obama la peor crisis financiera desde la década de los años 30, por la cual sus donantes y los de Obama comparten una amplia responsabilidad.
En una entrevista con The Wall Street Journal, le preguntaron a Emanuel qué haría el gobierno de Obama respecto del “liderazgo demócrata en el Congreso”, cuyos “barones del ala izquierda tienen su propia agenda”. Eso incluye, por ejemplo, rebajar drásticamente los gastos militares (algo en que coincide la mayoría de la población) e imponer “drásticos impuestos a la energía a fin de combatir el calentamiento global”.
“Barack Obama puede enfrentarse a ellos”, aseguró Emanuel al Wall Street Journal. La administración sera “pragmática”, y rechazara los intentos de los extremistas de izquierda.
El equipo de transición de Obama está encabezado por John Podesta, secretario del gabinete de Bill Clinton. Otros dos veteranos de Clinton, Robert Rubin y Lawrence Summers, figuran entre las figuras principales en su equipo económico. Tanto Rubin como Summers respaldaron de manera entusiasta la desregulación, un importante factor en la actual crisis financiera.
Como secretario del Tesoro con Clinton, Rubin trabajó de manera denodada para abolir la ley Glass-Steagall, que había separado a los bancos comerciales de las instituciones financieras que incurrían en graves riesgos.
El economista Tim Canova escribe que Rubin tenía “un interés personal en la eliminación de la ley Glass-Steagall”.
Tras dejar su posición como secretario del Tesoro, Rubin se convirtió en “presidente de la junta directiva de Citigroup, un conglomerado de servicios financieros que estaba enfrentando la posibilidad de tener que vender su subsidiaria de seguros”. En cuanto al gobierno de Clinton, “nunca presentó cargos contra él por sus obvias violaciones a la ética”.
Rubin fue remplazado como secretario del Tesoro por Summers, quien propuso la ley que prohibió la regulación federal de los derivativos, las “armas de destrucción masiva” (como las llama Warren Buffett) que ayudaron a sumergir en el desastre a los mercados financieros.
Summers figura como “uno de los villanos principales en la actual crisis económica”, según Dean Baker, uno de los escasos economistas que advirtieron sobre la inminente crisis. Poner la política financiera en las manos de Rubin y Summers, señala Baker, es “como recurrir a Osama Bin Laden para que ayude en la lucha antiterrorista”. Ahora Rubin y Summers proponen regulaciones para ayudar a limpiar el caos que ayudaron a crear.
La prensa de negocios examinó los récords del equipo de transición de Obama, que se reunió el 7 de noviembre para determinar cómo manejarse con la crisis financiera. En Bloomberg News, Jonathan Weil concluyo que “muchos de ellos deberían estar recibiendo citaciones como testigos materiales” por la catástrofe financiera, en lugar de “figurar como miembros del círculo intimo de Obama”. Alrededor de la mitad “han tenido posiciones de importancia en empresas que, en mayor o menor grado, han falsificado sus declaraciones financieras o contribuido a la crisis económica mundial, o ambas cosas a la vez”. Es realmente plausible que “¿no confundirán los intereses de la nación con sus propios intereses corporativos?”
La preocupación principal del nuevo gobierno sera detener la crisis financiera y la simultánea recesión en la economía real. Pero hay también un monstruo en el armario: el ineficaz sistema privado de cuidado de la salud, que amenaza abrumar al presupuesto federal si las actuales tendencias persisten.
Una mayoría del público ha favorecido por largo tiempo un sistema nacional de cuidado de la salud que debería ser mucho menos caro y más eficaz, según indican las evidencias comparativas (junto con muchos estudios). En fecha tan reciente como 2004, cualquier intervención del gobierno en el sistema de atención a la salud era descrito por la prensa como “imposible a nivel político”. Eso significaba que se oponían la industria de los seguros y las corporaciones farmacéuticas.
Pero sin embargo, en 2008, primero John Edwards, luego Barack Obama y Hillary Clinton, adelantaron propuestas que se aproximan a lo que por largo tiempo ha preferido el público. Estas ideas tienen ahora “apoyo político”. ¿Que ha cambiado? No la opinión pública, que permanece con la misma opinión de antes. Pero para 2008, sectores importantes de poder, especialmente la industria manufacturera, habían llegado a reconocer que estaban siendo gravemente afectados por el sistema privado de atención a la salud. Por lo tanto la voluntad pública está comenzando a tener “apoyo político”. Hay un largo camino por recorrer, pero el cambio nos dice algo sobre la disfuncional democracia en la cual la nueva administración busca su camino.

Copyright 2008 by Noam Chomsky.
Distribuido por The New York Times Syndicate.
* Los ensayos de Chomsky sobre lingüística y política acaban de ser recolectados en The Essential Chomsky, editados por Anthony Arnove y publicados por The New Press. Es profesor emérito de lingüística y filosofía en el Instituto de Tecnología de Massachusetts en Cambridge.