30 abril 2007

TODO el mundo: La comedia ha finito (2do. Acto)


Olmert afronta el primer informe que juzga su actuación en la guerra de Líbano

La prensa israelí afirma que el texto culpa al jefe del Gobierno de someterse al Ejército

JUAN MIGUEL MUÑOZ - Jerusalén - El País - 30/04/2007


Acosado por escándalos de corrupción y con unos índices de popularidad irrisorios, apenas supera el 2% en los sondeos de opinión, el jefe del Gobierno israelí, Ehud Olmert, afronta su gran prueba de fuego. La Comisión Winograd hará público hoy su primer informe sobre la guerra que enfrentó a Israel y Hezbolá el verano pasado en Líbano. Según filtraciones difundidas por la prensa israelí, la comisión apuntará que el primer ministro se dejó llevar a ciegas, sin exigir alternativas, por los militares. "Olmert fracasó en su misión", señala el dictamen, que evita recomendar su dimisión.
El informe de la comisión -formada por un juez retirado, dos ex generales y dos profesores universitarios- abordará la falta de preparación y de entrenamiento de las Fuerzas Armadas y el abandono de la población civil en el norte del país, unas 700.000 personas que lo pasaron muy mal en refugios indecentes. También analizará los primeros días de la guerra, del 12 al 17 de julio de 2006.
Se espera que para el verano, la comisión emita un segundo informe en el que estudiará el desarrollo del resto de la contienda, las decisiones políticas y militares que concluyeron en el alto el fuego del 14 de agosto, y dé a conocer sus conclusiones definitivas.
Algunos detalles de la prolija investigación publicados ayer por los medios de comunicación son contundentes: el Gobierno ponía el sello a lo que decidía el Estado Mayor sin exigir alternativas. Se dejaron arrastrar por las decisiones del dimitido jefe del Estado Mayor, el general de aviación Dan Halutz, que optó por los ataques aéreos, menospreció la capacidad de Hezbolá para mantener el norte del país en jaque -durante 34 días lanzó unos 4.000 cohetes- y no decidió por la invasión por tierra recomendada por el Ejército hasta bien avanzada la guerra. Como suele suceder en Israel en tiempos de conflicto, el estamento castrense manda.
"Sé que soy un primer ministro impopular", dijo semanas atrás Olmert en una reunión de la dirección y la militancia de Kadima, el partido fundado por Ariel Sharon. Las encuestas ratifican el aserto. Un sondeo publicado ayer por el diario Maariv revela que sólo el 2,3% de los consultados respalda al primer ministro. Su principal rival, el líder de la oposición y del derechista Likud, Benjamín Netanyahu, obtiene el 36% y aguarda con el cuchillo entre los dientes la reacción de la opinión pública.
Objetivo, resistir
A pesar de ello, Olmert está dispuesto a resistir como gato panza arriba y a jugar las bazas con que cuenta. Para empezar, la decisión de ir a la guerra fue respaldada por unanimidad por su Gobierno. Y, paradójicamente, su Ejecutivo goza aún de un respaldo de casi 80 diputados en un Parlamento de 120 escaños. Aunque en su partido también le han movido la silla, sólo la ministra de Exteriores, Tzipi Livni, disfruta de un apoyo considerable en las calles, aunque no las tiene todas consigo. Los demás partidos de la coalición de Gobierno prefieren, por el momento, guardar silencio y mantenerse en el poder. "Esperaremos al informe, lo estudiaremos y después responderemos", comentó Olmert al término de la reunión dominical de su Gabinete.
Los próximos días y semanas serán cruciales. Porque si la presión de los medios de comunicación no parece suficiente y los legisladores no están dispuestos a perder sus asientos en la Kneset, el malestar entre los militares de la reserva, pieza clave en cualquier conflicto militar de envergadura, y los familiares de los 117 soldados y 41 civiles israelíes muertos durante la contienda amenaza con arreciar. El jueves se celebrará en Tel Aviv una manifestación que se augura masiva.


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¿Y ahora qué...?

por Andrés Aldao


“La gente gritó y las trompetas sonaron. Al oir los israelitas el sonido de las trompetas, comenzaron a gritar a voz en cuello, y la muralla de la ciudad se vino abajo. Entonces avanzaron directamente contra la ciudad, y la tomaron. Después mataron a filo de espada a hombres, mujeres, jóvenes y viejos, y aun a los bueyes, las ovejas y los asnos. Todo lo destruyeron por completo. (Las trompetas de Jericó)”

El 12 de julio de 2006, a pocas horas de la imprudente y criminal agresión del ejército israelí, declarada y asumida por el gobierno conducido por Ehud Olmert, me dirigí a través de una carta abierta a todos los amigos y lectores de mis publicaciones (que viven en este país, o en otros), denunciando la guerra aventurera e irresponsable desatada por los generales de la derrota, ineptos y ególatras, al igual que la pandilla de políticos arribistas e incompetentes que fueron llevados de la nariz por el comandante en jefe de las fuerzas armadas israelíes, Dan Jalutz, y su guardia pretoriana militar.
A casi nueve meses de los hechos, la Comisión Winograd ha arribado a parecidas conclusiones. En aquellos días de julio, la euforia de los fundamentalistas del pueblo judío (la mayoría), la embriaguez de la derecha y la izquierda, reunidas en un abrazo letal, declararon que se trataba de una guerra sin alternativa, una guerra justa, una agresión justificada para “rescatar” a los dos soldados israelíes hechos prisioneros por la milicia militar del Hizballa.
El partido Laborista del ministro de Defensa, Amir Peretz, el grupo de “izquierda” Meretz, dirigido por Iosi Beilin*, los intelectuales “progresistas” (metidos a ideólogos de las guerras justas e injustas) A.B. Ihoshua, David Grossman y Amos Oz, y muchos simpatizantes de la paz, cayeron en la celada chovinista más infantil e inmadura, en el patrioterismo de la bandera, los símbolos y el Atikva.
En la televisión, las radios, los diarios, los transportes públicos, la calle, en los vestíbulos de los cines, en las salas de las casas de familia, en todo lugar donde pudieran escucharse los tambores de la guerra, el entusiasmo nacionalista se proyectaba con la proverbial altanería de los israelíes...
Militares, comentaristas, “expertos” en seguridad, toda esa caterva de charlatanes inútiles y vocingleros. se despacharon a gusto. Aunque ese sentimiento les duró muy poco... Hasta que comenzaron a caer soldados y katiushas, hasta que los pobladores del norte de Israel comenzaron a sentir sobre su piel las consecuencias abrumadoras de la realidad, los bombardeos, la destrucción de edificios, el terror de las familias encerradas durante 34 días en los refugios malolientes, sucios, muchas veces sin alimentos, abandonados por el gobierno central, las municipalidades, los organismos militares de la retaguardia, paralizados por la ineficacia, la improvisación y la falta de elementos.
Al correr de los días (y de la sangre, y de las víctimas), las voces se hicieron más espaciadas, más modestas, más estúpidas: la petulancia y el engreimiento bajaron decibeles hasta arrastrase por el suelo: el coloso israelí sufrió una derrota bochornosa y les quedó la sangre de la revancha en el ojo. Como la que les quedó luego de la primera derrota en la guerra anterior del Líbano 1982−2000 (18 inútiles años de lucha, y 1800 muertos como saldo).
Ahora es un hecho comprobado, fundamentado y demoledor. Los pocos “antipatriotas y traidores” que alertamos sobre las consecuencias trágicas de la aventura, hemos sido reivindicados por el análisis (parcial e incompleto) de los hechos y las comprobaciones de la Comisión Winograd. Esta Comisión, de todos modos, no dirá una sola palabra sobre el millar de muertos libaneses, ni sobre la destrucción de gran parte de la infraestructura del Líbano, ni sobre el bombardeo a Beirut, la destrucción del aeropuerto iternacional, edificios enteros, sobre lo cual deberían hacerse cargo desde el punto de vista judicial, reparaciones económicas y morales...
Nadie ha venido a disculparse. Nadie ha venido a darnos la razón, con humildad y penitencia... Incluso, han hallado un nuevo chivo expiatorio para echar tierra sobre la derrota humillante que sufrió la incompetencia de los generales y oficiales de la derrota. Me refiero al dirigente palestino israelí Bashara quien, según hacen correr la voz, traspasó secretos a agentes enemigos. Como si Bashara hubiese sido consejero del Ministerio de Defensa. ¡Otro affaire Tali Pajima!

Nuestra misión de denuncia no ha terminado. Las acusaciones que hicimos públicas, y difundimos urbi et orbi, ya están comprobadas. Llegó el momento de dar cuenta de esos crímenes de lesa humanidad, hay que procesar a los responsables en juicio público, condenarlos y castigarlos como corresponde. Ahora nuestra exigencia es otra. No es suficiente que renuncien y se vayan a sus casas: han muerto cerca de 170 israelíes entre soldados y civiles, destruyeron la infraestructura de un país vecino y han asesinado a un millar de personas inocentes. Ha llegado la hora de que un tribunal internacional tome cartas en el asunto. Dentro de sus proporciones, lo que han hecho Olmert, Peretz y Jalutz, y la pandilla infernal de la cual son jefes y responsables no es menor grave que los crímenes de Milosevic en Croatia, o los militares de Bush en Irak y Afganistán.
Y los que erraron, los que callaron (como el general Gady Aiizenkot, que ha declarado que dos horas después de la salida a la guerra “entendió” que la misión de liberar a los dos soldados era imposible, y calló durante nueve meses...), los que encontraron “justa” la guerra de agresión desatada por Tzáhal, y los gobernantes corruptos, deben confesar públicamente su culpa, deben pedir el perdón al pueblo de Israel, a los ciudadanos que que sufrieron las consecuencias de la guerra.
Por el futuro de este país. Por el dolor que causaron a tantos ciudadanos. Por la pérdida de soldados enviados a una muerte segura. Por la necesidad de cambiar la guerra y la muerte por la paz y la vida. Por la necesidad de silenciar las armas de una vez, y conversar alrededor de una mesa de negociaciones, es perentorio el juicio a los culpables. No hay otra salida...

© Andrés Aldao
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* Excepto los diputados de Meretz, Zahava Galon y Ran Cohen, que se pronunciaron contra la guerra.