16 junio 2009

Racistas por la Democracia

La fragancia fascista de la Nueva Coalición israelí


Uri Avnery


Cuán afortunados somos de tener a la ultraderecha velando por nuestra democracia.
Esta semana, la Knesset votó por amplia mayoría (47 contra 34) a favor de una ley que amenaza con pena de prisión a cualquiera que se atreva a negar que Israel es un Estado judío y democrático.

La propuesta de ley presentada por el parlamentario Zevulun Orlev, del partido "Hogar Judío", que surcó con éxito su escrutinio preliminar, promete un año de prisión a quienquiera que publique cualquier "llamamiento que niegue la existencia del Estado de Israel como un Estado judío y democrático", si el contenido de la convocatoria es susceptible de provocar "actos de odio, desprecio o deslealtad contra el Estado o las instituciones de gobierno o los tribunales".

Uno puede prever los pasos siguientes. Existe un millón y medio de ciudadanos árabes de los cuales no cabe esperar que reconozcan a Israel como Estado judío y democrático. Lo que ellos desean es que sea "un Estado de todos sus ciudadanos", judíos, árabes y otros. También afirman, con razón, que Israel los discrimina y, por lo tanto, no es un Estado realmente democrático. Y, además, también hay judíos que no quieren que Israel sea definido como Estado judío en el que los no-judíos tienen, a lo sumo, la condición de extranjeros tolerados.

Las consecuencias son inevitables. Las cárceles no podrán albergar a todos los condenados por este delito. Serán necesarios campos de concentración en todo el país para alojar a todos los negadores de la democracia israelí.

La policía no podrá hacer frente a tantos delincuentes. Será necesario crear una nueva unidad. Se la puede bautizar como "Seguridad Suprema" o, por sus siglas, SS.

Cabe esperar que estas medidas bastarán para preservar nuestra democracia. Si no, deberán adoptarse medidas más estrictas, tales como la revocación de la ciudadanía de los negadores de la democracia, así como su deportación del país, junto con los judíos izquierdistas y todos los demás enemigos de la democracia judía.

Tras la lectura preliminar del proyecto de ley, éste se envía ahora a la Comisión Jurídica de la Knesset, que la preparará para la primera lectura, seguida posteriormente de la segunda y la tercera. Dentro de unas pocas semanas o meses será la ley del país.

Por cierto, el proyecto de ley no menciona explícitamente a los árabes, aunque claramente ésa sea su intención, como entendieron todos los que votaron por ella. También se prohíbe a los judíos defender el cambio en la definición del Estado, o la creación de un Estado binacional en la totalidad de la Palestina histórica, o la difusión de cualquier otro tipo de ideas no convencionales. Uno sólo puede imaginar lo que ocurriría en los EE.UU. si un senador propusiera una ley para encarcelar a cualquier persona que solicitara una enmienda a la Constitución de los Estados Unidos de América.

* * *

El proyecto de ley no desentona en absoluto en el contexto de nuestro nuevo paisaje político.

Este gobierno ya ha aprobado un proyecto de ley para encarcelar durante tres años a cualquiera que conmemore la Nakba palestina –la expulsión en 1948 de más de la mitad del pueblo palestino de sus tierras y hogares.

Los patrocinadores esperan que los ciudadanos árabes se sientan felices con aquel acontecimiento histórico. Es cierto que los palestinos padecieron ciertos inconvenientes, pero ello sólo fue una consecuencia secundaria de la fundación de nuestro Estado. El Día de la Independencia del Estado judío y democrático debe henchirnos de júbilo. Cualquier persona que no exprese ese júbilo debe ser encerrada, y tal vez tres años no sean suficientes.

Este proyecto de ley ha sido confirmado por la Comisión Ministerial para Asuntos Jurídicos antes de ser presentado a la Knesset. Dado que el gobierno de derecha tiene la mayoría en la Knesset, el proyecto de ley será aprobado casi automáticamente. (En el ínterin, un ligero retraso ha sido causado por un ministro que apeló la decisión, por lo que la Comisión Ministerial tendrá que confirmarla de nuevo).

Los patrocinadores de la ley tal vez albergan la esperanza de que en el Día de la Nakba los árabes saldrán a bailar a las calles, izarán banderas israelíes sobre las ruinas de las cerca de 600 aldeas árabes que los israelíes borraron del mapa y darán gracias a Alá en las mezquitas por la milagrosa buena suerte que les ha sido deparada.

* * *

Esto me retrotrae a los años 60, cuando la revista semanal que por entonces editaba, Haolam Hazeh, publicaba una edición en árabe. Uno de sus empleados era un joven llamado Rashed Hussein, oriundo de la aldea de Musmus. Ya en su juventud fue un talentoso poeta con un futuro prometedor.

Me dijo que unos años antes el gobernador militar de su zona le había citado a su oficina. En aquella época todos los árabes de Israel se hallaban sujetos a la jurisdicción de un gobierno militar que controlaba su vida en todos los asuntos grandes y pequeños. Sin permiso [de la autoridad militar israelí], un ciudadano árabe no podía salir de su pueblo o ciudad ni siquiera durante un par de horas, ni conseguir un trabajo como profesor, adquirir un tractor o cavar un pozo.

El gobernador recibió a Rashed cordialmente, le ofreció café y elogió efusivamente su poesía. Hasta que llegó al meollo del asunto: faltaba solo un mes para el Día de la Independencia, y el gobernador iba a celebrar una gran recepción para los "notables" árabes, de modo que le pidió a Rashed que compusiera un poema especial para la ocasión.

Rashed era un muchacho orgulloso, nacionalista hasta la médula, y no exento de valor. Le explicó al gobernador que el Día de la Independencia no fue precisamente una jornada feliz para él, ya que sus parientes fueron expulsados de sus hogares y los israelíes expropiaron la mayoría de las tierras pertenecientes al pueblo de Musmus.

Cuando Rashed regresó a su aldea algunas horas más tarde, no pudo dejar de advertir que sus vecinos le miraban de una manera peculiar. Cuando entró en su casa se llevó un buen susto. Todos los miembros de su familia estaban sentados en el suelo, las mujeres plañiendo a grito pelado, los niños apiñados temerosamente en un rincón. Lo primero que pensó fue que alguien había muerto.

"¡Qué nos has hecho!", gritó una de las mujeres: "¿Qué te hemos hecho nosotros?"

"Has destruido a tu familia", le gritó otra, "Nos has arruinado!"

Al parecer, el gobernador había llamado a la familia y les había dicho que Rashed se había negado a cumplir con su deber para con el Estado. La amenaza era clara: a partir de ese momento la familia extensa, una de las más grandes del pueblo, quedaba incluida en la lista negra del gobierno militar. Las consecuencias eran evidentes para todos.

Rashed no fue capaz de resistirse a las lamentaciones de su familia. Cedió y escribió el poema, según lo solicitado. Sin embargo, algo se rompió dentro de él. Algunos años más tarde emigró a los USA, obtuvo un empleo en la oficina de la OLP y falleció trágicamente: ardió vivo en su cama, al parecer a causa de un cigarrillo encendido.

* * *

Aquellos días se fueron para siempre. Participamos en numerosas y agitadas manifestaciones en contra del gobierno militar hasta que finalmente fue abolido en 1966. Como recién elegido miembro del Parlamento tuve el privilegio de votar a favor de su abolición.

La atemorizada y subordinada minoría árabe, que por entonces contaba con unas 200 mil almas, ha recuperado su autoestima. Una segunda y tercera generación ha crecido, su orgullo nacional pisoteado ha vuelto a levantar la cabeza y hoy constituyen una comunidad numerosa y confiada de 1,5 millones de personas. Pero la actitud de la derecha judía no ha mejorado. Todo lo contrario.

En la panadería de la Knesset (en hebreo panadería se dice ‘mafia’) están horneando algunos pastelillos nuevos. Uno de ellos es un proyecto de ley que estipula que toda persona que solicite la ciudadanía israelí debe declarar su lealtad al "Estado judío, sionista y democrático", así como comprometerse a servir en el ejército o en su alternativa civil. Su patrocinador es el parlamentario David Rotem del partido "Israel es Nuestro Hogar", que también es el presidente de la Comisión de Derecho de la Knesset.

Una declaración de lealtad hacia el Estado y sus leyes -un marco para salvaguardar el bienestar y los derechos de sus ciudadanos- es razonable. ¿Pero lealtad al Estado “Sionista”? El sionismo es una ideología, y en un Estado democrático la ideología puede cambiar con el tiempo. Sería como exigir una declaración de lealtad a unos “USA capitalistas", a una “Italia derechista”, a una “España izquierdista”, a una "Polonia católica" o a una “Rusia nacionalista”.

Tal obligación no acarrearía ningún inconveniente a las decenas de miles de judíos ortodoxos de Israel que rechazan el sionismo, ya que judíos no se verán afectados por esta ley. Los judíos obtienen la ciudadanía israelí automáticamente en el momento en que llegan a Israel.

Otro proyecto de ley que aguarda su turno ante el Comité Ministerial propone modificar la declaración que cada nuevo miembro de la Knesset debe realizar para poder asumir su cargo. En lugar de la lealtad "al Estado de Israel y a sus leyes", como hasta ahora, él o ella estará obligado a declarar su lealtad "al Estado de Israel judío, sionista y democrático, a sus símbolos y a sus valores". Tal cosa dejaría fuera de juego automáticamente a casi todos los parlamentarios árabes, ya que proclamar su lealtad al Estado "sionista" significaría que ningún árabe volvería a votarles jamás.

También supondría un problema para los parlamentarios ortodoxos de la Knesset que no pueden expresar lealtad al sionismo. Según la doctrina ortodoxa, los sionistas son depravados pecadores y la bandera sionista es inmunda. Dios exilió de este país a los judíos a causa de su maldad, y sólo Dios puede autorizarles a regresar. El sionismo, al anticiparse al trabajo del Mesías, ha cometido un pecado imperdonable, y muchos rabinos ortodoxos prefirieron permanecer en Europa y ser asesinados por los nazis antes que cometer el pecado sionista de ir a Palestina.

* * *

La fábrica de leyes racistas con un señalado hedor fascista está trabajando a toda máquina. Está incorporada en la nueva coalición.

En su centro está el partido Likud, una buena parte de cuyos miembros son puros racistas (perdón por el oxímoron). A su derecha se encuentra el ultra-racista partido Shas, a cuya derecha están el ultra-ultra racista partido de Lieberman "Israel es Nuestro Hogar", el ultra-ultra-ultra racista "Hogar Judío", y a su derecha la incluso más racista "Unión Nacional", que incluye a kahanistas confesos y que mantiene una pata en la coalición y otra en la luna.

Todas estas facciones están tratando de superarse mutuamente. Cuando una de ellas presenta una propuesta de ley desquiciada, la siguiente se siente obligada a presentar otra aún más descabellada, y así sucesivamente.

Todo esto es posible porque Israel no tiene Constitución. La capacidad de la Corte Suprema de Justicia para anular las leyes que contradicen la "legislación básica" no está anclada en ninguna parte, y los partidos derechistas están tratando de abolirla. No es casualidad que Avigdor Lieberman exigiera para sí -y obtuviera- los ministerios de Justicia y Policía.

Justo ahora, cuando los gobiernos de USA e Israel están claramente en una trayectoria de colisión por la cuestión de los asentamientos, la fiebre racista puede infectar a todos los miembros de la coalición.

Si uno se va a la cama con un perro no debe sorprenderse si amanece con pulgas (que me disculpen los perros que pueda haber entre mis lectores). Los que eligieron ese gobierno, y más aún los que se sumaron a él, no deben sorprenderse por sus leyes, supuestamente concebidas para salvaguardar la democracia judía.

El nombre más apropiado para estos santos guerreros sería el de "Racistas por la Democracia".


Fuente: http://www.counterpunch.org/avnery06022009.html

Lo que diga Netanyahu es irrelevante




Alberto Arce
Rebelión

Israel, en boca de su primer ministro ha renovado su juramento de fidelidad al movimiento sionista, fundado en Basilea por Theodor Herzl a partir de una lectura que dota de legitimidad política e instaura como documento y argumentario fundacional de un Estado moderno a las historias recogidas en el Antiguo Testamento.

Esto significa renovar, con la novedad, de convertirlas en el “único camino posible para la paz” un complejo de normas de excepción y seguridad basadas en el nacionalismo religioso y étnico que reparte derechos de nacionalidad en función de la pertenencia religiosa y de un sistema de conversión y lectura de los apellidos en manos de clérigos ortodoxos (les llamarían integristas si fueran musulmanes) que permite que un diputado emigrado a Israel hace apenas quince años, tenga más derechos que un anciano nacido allí y cuya familia cultivó olivos por generaciones. Un sistema que también permite que ese diputado emigrante proponga enviar a la cárcel a quien realiza un ejercicio de memoria histórica y trate de reivindicar la lectura palestina de la historia y que se prive de derechos de ciudadanía a quienes no se sometan a la naturaleza etno-religiosa con la que los sionistas se han dotado. Cárcel por delitos de opinión, ciudadanos de primera y de segunda. Poblaciones encerradas en muros y ghettos, privadas de alimentos y libertad de movimiento.

Pero más ofensivo aún que escuchar las palabras de Netanyahu es que la comunidad internacional acepte esta premisa como camino para la paz en Oriente Medio: La única vía para la paz es la consolidación de “Eretz Israel”, el Estado fundado sobre esta premisa, la de la etno-religiosidad, que no dispone aún de fronteras definidas o Constitución, como patria del pueblo judío y, por tanto, como Estado exclusivamente judío. Con sus colonos, que continuarán aumentando como lo han hecho con o sin proceso de paz, con Jerusalén separada del territorio palestino y bajo control judío y sin posibilidad del reconocimiento del derecho al retorno.

En definitiva, sólo se puede hablar de paz dictándole a los palestinos las condiciones inasumibles que deberían aceptar para que se abriese un diálogo. Se trata, simplemente, de una inaceptable falta de respeto a la inteligencia que la comunidad internacional no debe dar por válidas. Si Netanyahu asegura que estas son sus “condiciones para la paz”, se considera que el proceso de paz está abierto. Que son ahora los palestinos quienes deben recoger el guante y ser valientes, asumiendo compromisos, para que esta paz sea posible. Es inaceptable. La política de la paz, la industria de la paz, el “buenismo” absolutamente hipócrita al que estamos acostumbrados y que se patea hacia delante en el tiempo una y otra vez con el único objetivo de ganar tiempo y así consolidar el viejo plan sionista “la mayor cantidad de tierra con la menor cantidad de población”. Aceptar esto no es más que puro colaboracionismo.

Poco a poco la mayoría de la población comienza a comprender que no se trata de que los Palestinos reconozcan al Estado de Israel. No radica ahí el problema. Israel no tiene la más mínima intención de reconocer un Estado Palestino, y por tanto, la insistente petición de reconocer al Estado Israel, entendido como una entidad exclusiva para los judíos, que puede ampliar continuamente sus fronteras a través de la anexión beligerante y la colonización, no resulta pertinente. Es hipócrita y pertenece al “peras quieres, manzanas traigo” que tan fácilmente puede comprenderse. Israel existe como Estado. Palestina, no. No es Palestina quien debe reconocer a Israel. Menos aún en tanto régimen de ocupación beligerante y apartheid. El guante no se encuentra en la arena palestina. Ya casi nadie cree en las condiciones israelíes, ni en su hueco discurso para la galería. Cada vez es más fácil comprender que la cualidad “Estado judío” es abiertamente racista, supremacista y segregacionista. Fuera de época y más propia del Apartheid sudafricano del siglo pasado que del año 2009. Ya nadie cree en términos como la “paz económica”, que quiere legitimar en realidad la institucionalización de bantustanes aislados por muros y verjas bajo la dependencia de la comunidad internacional a través de políticas de desarrollo y ayuda humanitaria. Israel no es, en estos momentos un Estado civilizado y por eso no debe ser reconocido en su formulación actual, étnica y beligerante, construída a partir de la negación de los derechos de los Palestinos.

Y digo casi nadie cree en las condiciones israelíes porque quienes, desde la comunidad internacional, deberían pararse de una vez por todas ante la camarilla de políticos militaristas y racistas que dirigen el Estado de Israel, dejando de recibirles como iguales y condenando abiertamente sus políticas, sí se creen la neolingua de sus líderes. Resulta increíble, ridículo y hasta patético que quienes desataron la campaña militar más mortífera que Gaza recuerde hace apenas seis meses, insistan en que no desean la guerra, quienes amenazan con atacar Irán con cada vez más fuerza, aseguren que no quieren volver a ver a sufrir a sus compatriotas. Es incomprensible que Gaza, con su masacre y su bloqueo total, no hayan generado la más mínima modificación de políticas hacia Israel por parte de ninguno de nuestros gobernantes.

Pero más increíble, patético y ridículo aún es el hecho de que la mayoría de nuestros políticos compren la versión de los hechos del gobierno Netanyahu y repiquen ahora con declaraciones estúpidas que versarán sobre “la firme apuesta por la paz en Oriente Medio” o la necesidad de convertirse en interlocutores válidos de la ventana que se abre para la paz”.

Ayer Netanyahu podría haber hablado flanqueado por todos nuestros Ministros de Asuntos Exteriores. Incluso por los diputados españoles que trabajan para garantizar la impunidad de los militares israelíes en sus acciones contra la población palestina. Es importante que cada vez que escuchemos una vez más la estúpida y falsa “letanía del diálogo y la paz” comencemos a comprender e interiorizar, para actuar en consecuencia, que todo esto es producto y consecuencia directa de los cordiales abrazos con los que nuestros líderes les reciben.

Modificación de las leyes españolas que persiguen crímenes israelíes, mejora de las relaciones entra la Unión Europea e Israel mueran todos los palestinos que mueran, hermanamientos entre sus ciudades y nuestras ciudades, intercambios culturales, subvenciones públicas a entidades de lobby pro-israelí como la Casa Sefarad, censura en los medios, ataques a los periodistas que se atreven a criticar el comportamiento israelí y así un sin fin de ejemplos.

Hace tiempo que el problema ya no está en Israel. El problema está en casa. En el Palacio de Santa Cruz, en el Congreso de los Diputados o en el Ayuntamiento de Barcelona que tan cómodo se siente, hermanado con Tel Aviv. En definitiva, en cada una de nuestras instituciones que legitima al Estado de Israel y sus políticas de exclusión. Lo que dijese ayer Netanyahu es irrelevante. La actitud de nuestro gobierno no lo es. Se trata de un colaboracionismo cada vez menos indisimulado con un proceso de limpieza étnica y es hora de actuar en consecuencia.

HAY QUE INVESTIGAR LA INVESTIGACIÓN


HAY QUE INVESTIGAR LA INVESTIGACIÓN

Rela Mazali
New Profile

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

Esta serie, concebida e iniciada por Rela Mazali es coordinada y editada por Ronit Marian Kadishai, con apoyo técnico de Aviv Sela, Amir Givol y Sergeiy Sandler.

Los dos textos que siguen son los primeros en una nueva serie de informes de activistas de New Profile intitulada “Hay que investigar la investigación”. Los textos serán publicados en el sitio en Internet de New Profile en hebreo e inglés, y se agregarán con más regularidad en los días y semanas por venir.

Miles han reaccionado ante las noticias de la investigación criminal de New Profile, iniciada el 26 de abril.

La Coalición de Mujeres por la Paz [israelí], de la cual es miembro New Profile, organizó una protesta en la estación central de policía de Tel Aviv; la policía arrestó y detuvo durante la noche a ocho de las manifestantes; fue reprendida en el tribunal por haberlo hecho el día siguiente.
La Coalición también inició un anuncio publicado en el periódico Haaretz, “Somos todas New Profile”, firmado por veintiséis organizaciones de la sociedad civil.
El Foro de Estudiantes del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Tel Aviv inició y produjo un evento público centrado en la libertad de expresión en el contexto de la persecución de New Profile por las autoridades; en el evento hablaron Dalia Dorner, ex jueza de la Corte Suprema, Talia Sasson, ex miembro de la oficina del Fiscal del Estado, el profesor Martin Sherman y la miembro de New Profile, Rela Mazali.
La organización basada en EE.UU., Jewish Voice for Peace, llamó a sus seguidores a escribir al Fiscal General de Israel para protestar y más de 5.000 respondieron.
Un grupo de mujeres premiadas con el Premio Nobel, incluyendo a la mujer iraní que recibió el premio en los últimos años, publicó una carta protestando contra el acoso a New Profile.
El American Friends Service Committee, una importante organización cuáquera de EE.UU., también galardonada con el Premio Nobel por su defensa mundial de los derechos humanos, dirigió una carta a la Secretaria de Estado de EE.UU., Hillary Clinton, en la víspera de la visita del primer ministro israelí a Washington, instándola a mencionar el tema de esta investigación criminal como una faceta en la denegación por Israel del derecho a la libertad de opinión.
Han pasado más de cuatro semanas desde la mañana en la que la policía golpeó a las puertas de seis activistas de New Profile.
Muchas de ustedes nos preguntan repetidamente: “¿Qué sucede? ¿Qué pasa con la investigación?
Al principio, una reacción casi instintiva es: “Nada hasta ahora. Estamos a la espera.” En realidad, no es verdad. Pasan muchas cosas.
La reacción automática se refiere, por supuesto, a la oscuridad del proceso institucional, la opacidad de la actividad policial y de las acciones legales oficiales que vinieron después de las ceremonias de interrogatorio a las que fueron sometidas doce activistas de New Profile. Sin embargo, esa respuesta instintiva asume que la definición de la “investigación” y su progreso es prerrogativa exclusiva de las autoridades – de la policía y de los tribunales. Supone que sólo ellos determinan esa definición y reduce la realidad de “la investigación” al contenido que le ha sido asignado por las autoridades oficiales. Al hacerlo, esa respuesta supone que nosotros, el movimiento y la gente investigada, somos incapaces y no estamos autorizados a definir “la investigación” o a tratarla de alguna manera.
No cabe duda de que ciertamente estamos sometidas a una investigación. La investigación es impuesta y realizada en contra nuestra por organismos que cuentan con mucho poder, incluido el de la violencia organizada autorizada. Pero ese poder se ejerce contra un cuerpo concreto, contra nosotras. Los caminos y medios mediante los cuales es ejercida dependen, en parte, de la estructura del organismo que somos, que constituimos, y de nuestros métodos de acción. Una evidencia clara puede ser discernida por el simple hecho de que un número relativamente grande de activistas fueron llamadas a comparecer para ser interrogadas. Además, las rutas por las que se ejerce el poder siempre pasan, necesariamente, por intersecciones que presentan sitios potenciales de resistencia.
En ese sentido, podemos ciertamente manejar varios aspectos de la investigación.

El filósofo Michel Foucault, explicó largamente en sus escritos la consciencia desarrollada por el recluso hipotético de una prisión octagonal – un “panóptico.” Dentro de una estructura semejante, cada prisionero está expuesto a la vista del carcelero en cada rincón de su celda. El carcelero, quien vigila ostensiblemente a los prisioneros todo el día, cada día, no es visto por ellos, oculto dentro de una torre central. El prisionero, quien no tiene manera de saber cuándo es vigilado, desarrolla por ello un sentido de vigilancia incesante, un sentimiento invasivo que lo impulsa – que nos impulsa a todos – hacia una continua autovigilancia y autocensura.
La serie “Hay que investigar la investigación” espera invertir la dirección de la mirada del carcelero. En estas actualizaciones, las investigadas, nosotras mismas, volveremos nuestra mirada hacia los investigadores – tanto las instituciones como la gente – y seguiremos en detalle la realidad de la investigación. Documentaremos algunas de las experiencias personales, afectos, implicaciones, perspectivas y pensamientos de los que son investigados – hombres y mujeres que fueron interrogados por la policía, que estuvieron físicamente sentados ante ellos y que respondieron respuestas y de otros miembros de New Profile que fueron sometidos, como movimiento, a la investigación.
Mientras tanto, responderemos vuestra pregunta “¿Qué pasa?” – a través de este mismo acto – la resistencia a la autocensura, la definición y el manejo activo de “la investigación” en la medida de nuestra capacidad. Esa voluntad nos da una mejor perspectiva de la manera en la que somos sometidas al uso de la fuerza estatal y nos permitirá identificar los puntos para ofrecer resistencia.

Contexto para el recelo de New Profile

El intento de criminalización de New Profile equivale nada menos que a un estado de guerra contra la juventud. Cada vez más jóvenes judíos israelíes (así como miembros de la minoría drusa que también son afectados por el reclutamiento) se consideran incapaces o renuentes a aceptar el trillado dictado israelí: “no hay otra alternativa.” A pesar del servicio militar obligatorio, más de la mitad de todos los israelíes que reúnen las condiciones necesarias ya no sirven o completan su servicio en el ejército. Aunque la ley israelí no ofrece virtualmente ninguna posibilidad legal para Objetores de Conciencia, los jóvenes han encontrado su propia manera de votar con sus pies.
Los funcionarios iniciaron la investigación de New Profile “por una ascendente preocupación del establishment de la defensa ante una creciente tendencia a la evasión del servicio militar obligatorio. En julio de 2007, el ministro de defensa Ehud Barak y el jefe del estado mayor Gabi Ashkenazi declararon públicamente que lucharían contra la tendencia.” (Ha’aretz, 27/4/2009). Obviamente, lo que les preocupa no es New Profile. New Profile es un chivo expiatorio fácil y visible mediante el cual esperan sembrar el miedo e intimidar a futuros insumisos, a quienes estigmatizan como “remolones”. El Estado ha declarado la guerra contra los muchos miles que se resisten a evitar el servicio militar obligatorio y se niegan a colocar sus cuerpos, sus mentes, su moralidad, a la disposición de políticos carentes de visión.
La guerra de Israel contra su juventud es librada dentro de un contexto más amplio de creciente represión del disenso político. Cientos de activistas fueron detenidos por protestar contra el ataque de Israel contra Gaza en enero, en su mayor parte ciudadanos palestinos de Israel, algunos de los cuales siguen detenidos. Manifestantes no-violentos contra el dragón engullidor de tierras que es el muro de separación de Israel son atacados regularmente por un fuego mortífero. Hace semanas, Bassem Ibrahim Abu Rahma, de Bil’in, fue muerto por soldados, convirtiéndose en el decimoctavo palestino asesinado mientras protestaba contra la barrera de separación.
En la mayoría de los casos, las medidas represivas aplicadas a activistas judíos no son comparables, en términos de arbitrariedad y brutalidad, con los medios empleados contra palestinos. Y sin embargo, el teatro de represión política que ahora se despliega contra New Profile es de gran importancia.
o Primero, porque todo acto de represión es importante y debe ser resistido.
o Segundo, porque cuando es aplicado a un grupo de feministas relativamente privilegiadas, de clase media, en su mayoría de mediana edad – tiende a ser más visible a la sociedad israelí dominante, exponiendo más fácilmente su tejido de mentiras y de acusaciones risibles e inventadas, permitiendo a la vez que gente decente pero no informada logre una idea concreta de la realidad de la represión.
o Tercero, porque está en juego, una vez más, el futuro de la libertad y de los derechos para todos en Israel/Palestina.
o Cuarto, porque lo que está en juego son las vidas de jóvenes israelíes contra quienes el Estado libra esta guerra.
-----------------------------------------
Dana

Durante mi interrogatorio decidí invocar mi derecho a guardar silencio. Ahora quiero responder.
La primera pregunta fue: ¿Cómo se unió a New Profile?
Crecí en el hogar de dos personas que habían estado en el ejército y de tres niños. La conciencia feminista, por una parte, coexistía con una buena dosis de ideología sionista clásica por la otra. Se podría decir que fui educada entre Alice Miller y Hanna Szenes, o entre viajes hechos para que aprendiéramos a amar a nuestro país, y breves referencias a los que había habido allí, en el pasado – en qué sitios y qué gente.
“No habrá ejército, para cuando hayas crecido” me dijeron – pero: “Seguro, serás maestra-soldado – no secretaria, ¡Dios nos libre!”
En la escuela secundaria aprendí cómo el movimiento pacifista emergió en Europa después de la Primera Guerra Mundial. Poco después, nos leyeron la Declaración de Independencia de Israel.
Quisiera que el fiscal del Estado de este país y gente como él tomaran nota de que no hay nada más peligroso para una compasiva joven, que aborrece la violencia y los asesinatos, que aprender que no es la primera que se siente de esa manera, y además, oír que su país, su patria, también quiere apoyarla en esto, permitirle que se sienta como se siente.
En pocas palabras, saltémonos la parte cuando mi madre me dijo que no alistarse no es otra cosa que escupir a la cara de tu país. Saltémonos las horas pasadas en Internet y con libros, mis primeros intentos de coexistencia, o de estudiar la historia del pueblo palestino. Pasemos directamente a los 18 años, cuando nuestra joven superó su temor de escupir a la cara de su país, y equipada con su acostumbrada ingenuidad insoportable, solicitó la libertad que otrora ese país, hace mucho tiempo, le había presentado, mucho antes de nacer.
Fue un camino largo para eximirme del servicio militar regular, y el proceso me agotó, física y mentalmente. Supongo que sola no hubiera logrado hacerlo. Supongo que me habría rendido después de seis meses de una lucha agotadora, cuando mi padre me rogó que abandonara, que simplemente me alistara y actuara como todos los demás. Pero no estuve sola. Hubo maravillosas mujeres que me apoyaron, incluso si a veces, necesitaban cuatro llamados telefónicos por día. Me dieron fuerza y me apoyaron hasta que hice lo que creía que era lo correcto.
Así encontré mi hogar ideológico en New Profile. Así también me incorporé y llegué a ser yo misma una orientadora. Así, una noche, devolví un llamado a un hombre que me había dejado un mensaje, pidiendo ayuda de nuestra organización.
Resultó que el hombre al otro extremo de la línea, era mucho mayor que yo. Había combatido en varias guerras, y un reciente incidente traumático lo había llenado inesperadamente de recuerdos de esos tiempos. Estaba en un estado terrible – no podía dejar de contarme una historia tras otra. Yo había oído historias sobre los horrores de la guerra, pero escucharlas ahora, de una persona específica, concreta, aplastó algo dentro de mí.
Ya que New Profile no se propone, o por cierto no sabe cómo, ofrecer consejo a gente que sufre de desorden post-traumático, envié a ese hombre a Shovrim Shtika [Rompiendo el silencio]. Luego me senté en mi cama y lloré durante mucho tiempo. No pude dejar de pensar en mis propios padres.
Mi padre abandonó el ejército en una fase tardía de su vida. Había avanzado considerablemente en la jerarquía del ejército y participado en varias guerras. Mi madre había servido como enfermera en un hospital de campaña durante la Primera Guerra del Líbano. Conocían el precio que exige el militarismo. Sabían cómo eran las guerras y lo superfluas que siempre son. Pagaron un precio por la continua Ocupación – un precio que nunca pagaré. Y sin embargo, a pesar de todo, su mayor desilusión respecto a mi persona ocurrió cuando comprendieron que yo nunca participaría del sistema.
Ahora, por primera vez, vi lo que realmente me molestó y me disuadió todo el tiempo. Vi, por primera vez, la medida en la que mis padres son víctimas, en qué medida yo y mis hermanos también somos víctimas. Somos todos víctimas de una sociedad que envía a sus hijos a la lucha, que los educa, desde tan temprano, para perpetuar todo los que es feo y abyecto por naturaleza. Ese mismo hombre miserable que me llamó esa noche estaba profundamente avergonzado de su propia persona. No podía comprender por qué me decía todas esas cosas. Dijo: “Siempre pensé que de alguna manera cosas semejantes nunca suceden en la realidad. Nadie más dijo una sola palabra. Nadie actuó como si hubiera ocurrido algo erróneo. Pensé que todo se pasaba sólo en mi mente.”
Sólo unos pocos días antes de que me interrogaran sobre la horripilante organización arriba mencionada, fue el Día de la Independencia. Durante las celebraciones en el centro de Tel Aviv, pasé por la Plaza Rabin y oí a un coro cantando el texto de la Declaración de Independencia. El solista destacó la parte en la cual el Estado promete derechos a sus ciudadanos. Para resumir, cantó audazmente: “En breve: ¡Libertad!” Me sonreí. Sabía que existe la verdadera libertad, la libertad frente a un sistema que separa hasta la eternidad a pueblos que residen en la pequeña franja de tierra entre el río Jordán y el Mediterráneo, que mantiene viva la superioridad de hombres sobre mujeres, que estrangula la educación y la cultura. Y sabía que lucho por esa libertad con mis dientes y mis uñas y que estoy en buena compañía.
¿Pero qué parte de todo esto, podía transmitir al interrogador policial que me preguntó si hacía lavados de cerebro a candidatos al servicio militar? ¿Qué, de todo esto, podía gritar contra la acusación de participación en la falsificación de documentos, de incitación al fraude? ¿A quién podía decirle que tengo una sola verdad, y que, según mi punto de vista, la democracia es sólo una cosa?

http://www.newprofile.org/english/?p=102&preview=true#context-for-the-targeting-of-new-profile

Fujimori, el «Drácula» del Perú


Ex-presidente condenado por criminal:
el japonés enjaulado


Por Cristina Castello

Especial para Kaos en la Red

photo prise de aidresep.org.pe - copyright

Fue un presidente constitucional de facto. Y este contrasentido no es metáfora. En el Poder del Perú desde 1990 hasta el 2000, fue tirano y criminal. Así lo declaró la Justicia el pasado 7 de abril, y lo condenó a 25 años de prisión, por crímenes de lesa humanidad y corrupción. Fue uno de los instrumentos necesarios para que los USA impusieran el neoliberalismo a ultranza en los ’90, uno de los antecedentes de la crisis mundial. «Drácula» no dejó ningún supuesto enemigo, sin torturar. Ni siquiera su primera esposa, Susana Higuchi, se salvó de esa gracia. La madre de sus tres hijos declaró que fue martirizada no menos de 500 veces, por orden de su esposo, el presidente constitucional.

Imposible hablar de Fujimori, sin mencionar al presidente actual del Perú, Alan García Pérez, ya se verá. El pájaro enjaulado no se privó de cometer barbaries, ni de decir mentiras. Justo cuando debía exponer su programa de gobierno en la Semana Santa del ’90, dijo que se había intoxicado con bacalao. Apodado «El Chino», se rebautizó «Chinochet» en honor a uno de sus colegas de genocidios, Augusto Pinochet. Habló o calló según sus conveniencias. Pero sobre todo, asesinó.
Furia devoradora por el Poder, para ganar las elecciones, escandalizó al Japón cuando —grotesco— hasta bailó un vals en la televisión. Después, el actual mandatario Alan García, siguió su ejemplo. Para ganar los votos de la juventud, su figura obesa danzó frente a las cámaras, al compás del reggaetón. A los gobernantes asesinos del Perú les gusta bailar.
Tan hábil para matar como para arropar su cobardía, consiguió súbitamente la nacionalidad japonesa y huyó a Tokio, en noviembre de 2000. Fue cuando se descubrió la red de corrupción, de la que formó parte, encabezada por el entonces jefe de los Servicios de Inteligencia (SIE) e informante de la CIA norteamericana, Vladimiro Montesinos, personaje tan abyecto como su jefe, y a quien la justicia universal –que asoma, a veces— quiere ver en prisión.
Desde la ciudad sede del gobierno de Japón, el evadido renunció a la presidencia, en noviembre de 2000 de una manera inaudita. Envió un fax y... ¡ya está! Caramba qué originalidad, inédita incluso en los anales de las felonías, que consuma el hombre cuando está en el Poder. Y fue más lejos: por temor de que la flamante ciudadanía japonesa no fuera suficientemente segura para ampararlo de la ley, se postuló al congreso nipón; buscaba la inmunidad parlamentaria. Después, y con el propósito de presidir de nuevo el Perú, regresó vía Chile, donde fue hecho prisionero, y finalmente extraditado.

Ahora, condenado por la justicia peruana y en prisión, en el mundo se lo conoce como el reo Fujimori. ¿O acaso hay que apelar a eufemismos, cuando el sacrilegio es el terrorismo de Estado, nada más y nada menos? Es un reo, otro más.

No tiene traje a rayas, ni está marcado con un número, como las víctimas de los campos de exterminio, o como los seres que él ordenó lacerar; o como estuvieron tantos otros cuyas muertes decidió. Al contrario, tan furioso como gélido, aún detrás de las rejas sigue queriendo imponer su siembra de muerte, hambre y desolación, a través de una de las hijas de la madre martirizada por orden de su papá. Keiko Fujimori, su bebé, lleva la antorcha de sombras que su padre le legó, y la esgrime como bandera en su candidatura presidencial.

«Chinochet» saldrá de prisión en el 10 de febrero de 2032. Nacido en 1938, tendrá 94 años: ¿llegará? ¿Llegará a esa edad, y llegará a cumplir la condena, que el presidente actual lucha por burlar para que su cómplice recupere la libertad?

Los cargos que la Justicia probó, fueron los crímenes de lesa humanidad en Barrios Altos y la Universidad de la Cantuta, y el secuestro agravado al periodista Gustavo Gorriti y al empresario Samuel Dyer. Masacres que implicaron torturas y genocidio, el asesinato de 25 personas, entre ellas un niño de 8 años, bajo el fuego asesino de un escuadrón de la muerte.

El trabajo impecable de los tribunales peruanos, es un hito en la historia de la América morena. De hecho, algunos militares argentinos fueron condenados, y también Pinochet en Chile, quien estuvo prisionero en su domicilio, en razón de su edad avanzada. Pero, de los tres, el de Fujimori es el único caso de un presidente que habita, por fin, en una mazmorra, habiendo sido elegido por el voto ciudadano, aunque después haya ejercido un gobierno de facto.
Él aúlla que apelará, para no purgar sus crímenes; y no sólo ante las instancias habituales de la Justicia; también ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos, la misma que antes le parecía terrorista. Otra es la cuestión del «Cuarto Poder» —los medios más influyentes—: en realidad, un poder de cuarta, con la suma de poder; entre los cuales hay un caso paradigmático, a propósito del fallo para «Chinchonet».

Bamboleos

Las expresiones del diario «New York Times» sobre la condena, parecen una pieza de ética. La calificó de «alentadora» y puso el acento en la conducta ejemplar de la Corte Suprema del Perú, por haber enviado al reo a prisión. Detalló prolijamente las pruebas de muertes y torturas: se escandalizó y estalló de alegría porque los crímenes de lesa humanidad no deben permitirse; y, si ocurren, merecen punición, siempre según la mirada del diario de los USA.
Y fue más lejos, dijo lo que tantos peruanos claman con ardor: que la sentencia es un aviso serio para el presidente actual.

Desde luego. Durante la primera presidencia de Alan «Caballo loco» García Pérez en el Perú, se organizó el Comando Rodrigo Franco, que barrió poblados andinos enteros, las matanzas de campesinos eran habituales y también los desaparecidos. En el ’85 había ordenado la Masacre de Accomarca, donde el Ejército peruano asesinó 45 personas. Y dos años antes, el 19 de junio del ’86, se ejecutaron extrajudicialmente más de 200 prisioneros de El Frontón, Lurigancho y Santa Bárbara. En el ’88 siguió su derrotero de muerte, con la Masacre de Cayara, cuando treinta personas fueron exterminadas, y hubo decenas de desaparecidos.
Al igual que en el caso del «Chino», se instruyeron contra él, diversas causas por crímenes de lesa humanidad, que eludió gracias a la ayuda del cómplice japonés. Y hoy, sigue encarcelando inocentes, persiguiendo a poetas, tratando de entregar la Amazonia peruana a las empresas petroleras y exterminando a los aborígenes. Pero no se queda ahí.
Alan García cobijó también al venezolano Manuel Rosales, un delincuente, de la oposición chavista, buscado por la Interpol por delitos comunes: enriquecimiento ilícito y corrupción. Más: ya está sellada la alianza Keiko Fujimori-Alan García, para seguir poblando de hambre y muerte al pueblo peruano, bajo una dictadura donde impere el terror. Si logran esos objetivos, Drácula sería liberado dentro de dos años y el presidente actual no sería juzgado jamás.
Mientras tanto, así como los niños balancean su pureza, cara al cielo, en los columpios de los parques de diversiones, el «New York Times» se bambolea entre dos extremos, aunque jamás con cielo.
Sostuvo y sostiene que Fujimori hizo maravillas cuando llegó al poder, ya que detuvo una inflación galopante. En una palabra: porque instauró el neoliberalismo a ultranza, como un alumno obediente de Norteamérica.
Breve: celebra que se haya hecho justicia con el mismo reo al que sustentó. ¡Recórcholis! Si, justamente, la violencia, los crímenes de lesa humanidad y el Estado de terror, fueron el andamiaje necesario para imponer las políticas económico-financieras del Régimen.
¿O acaso el «New York Times» ignora que el Perú es el patio trasero de los EE.UU.? Sirva como triste ejemplo, que desde el 23-08-90 la embajada norteamericana en el país de Túpac Amaru y César Vallejo, sabía detalladamente el plan fujimorista de operaciones, para realizar asesinatos. Las pruebas están en manos del Archivo de Seguridad Nacional, de uno de sus analistas, Meter Kombluh, y de Kate Doyle testimonio experto en el juicio a «Chinochet».

El japonés, cierto, de nada malo se privó. Documentos secretos confirman que, junto a su ex asesor Vladimiro Montesinos, ayudó a Carlos Menem cuando era presidente, a ocultar información sobre contrabando de armas de Argentina a Ecuador. Él y su «comunidad de inteligencia», supieron de los preparativos para el comercio ilegal de fusiles, no bien éstos comenzaron. «Gracias» a la complicidad del nipón, decenas de oficiales y soldados peruanos, perdieron la vida en Alto Cenepa y nadie fue sometido a juicio.

Menem está procesado por la Justicia argentina; pero mientras tanto, goza de abultados ingresos como senador nacional; y él y el Drácula del Perú, fueron el punto de partida para la proliferación de los políticos de la farándula, genuflexos frente al Imperio. Los dos fueron precursores de la enajenación de sus países: de la venta a precio vil de empresas estatales nacionales, a empresas estatales extranjeras, en la mayoría de los casos. Y, tanto o más grave, los dos vaciaron la vida de su sentido trascendente: el de ser vivida como una estética, que contenga la ética.
Sin máscara

70 años tuvo para aprender la fraternidad, pero eligió el camino inverso. Ingeniero agrónomo, físico, matemático, devenido político. Naoichi y Mutsue Fujimori, sus padres lo vieron nacer en el Perú, adonde habían acudido en busca de trabajo y buena calidad de vida. El Perú se los dio, y el hijo se encargó después de arrasar el país que les brindó bienestar.
Fue con «Cambio 90» que Fujimori se postuló a la presidencia en las elecciones de aquel año. Su contrincante era el escritor de derechas Mario Vargas Llosa. Después de haber obtenido un escaso 20% de sufragios, en el ballottage se acreditó la presidencia con el 60%. Trampas de la vida, recibió el respaldo de varios grupos de izquierdas; y, por cierto, el de su cómplice Alan García, por entonces primer mandatario, por el APRA.
Salvo para matar, al comienzo de su mandato Drácula se mostró sin máscara. Sin máscara, su gobierno dependió —directamente— de la asesoría de Norteamérica, y del Fondo Monetario Internacional (FMI), con una participación activa del agente de la CIA, el ex capitán Vladimiro Montesinos. Sin máscara, en 1992 —mediante la violencia y con la ayuda de las Fuerzas Armadas— disolvió el Parlamento y suspendió el Poder Judicial, en lo que se conoce como «autogolpe»; y aprobó una nueva constitución, que le dio la suma de poder.
Terminó con el grupo ciertamente terrorista «Sendero Luminoso»; y también con el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA), de muy distinto origen y objetivos que Sendero. No, no «terminó»: exterminó a los integrantes, a fuego abierto, mediante torturas sofisticadísimas y desaparición forzada. El terror de Estado, en lugar de la Justicia. Y mientras seguía su siembra de muerte, ganó de nuevo las elecciones en 1995 frente al ex Secretario General de las Naciones Unidas, Javier Pérez de Cuéllar.

Le llegó el final, ¿el final?

Fue recién a fines de los ’90 que la ciudadanía comenzó a despertar; a descubrir la corrupción y la crueldad. En 2000 «Chinchonet» ganó de nuevo la presidencia, pues su opositor, Alejandro Toledo, se retiró sin participar de la segunda vuelta electoral. Y todo se precipitó.
A través de un video, salieron a la luz infinitos actos de su perenne corrupción. Entonces el valiente Drácula, a quien no le había temblado la mano para las órdenes de asesinar, huyó. Y entonces, el Japón, y entonces, su renuncia por fax. Atrás había quedado también —se había salvado— Susana Higuchi, torturada por orden de su esposo siempre bestial. Y de los cuatro hijos de la pareja, él no ve sino por los ojos de una ellos, Keiko, su bibelot.
En 2006 Fujimori se casó con la poderosa empresaria nipona —propietaria de hoteles y campos de golf— Satomi Kataoka, hoy 42 años, para asegurarse de no ser rechazado en el país de su sangre oriental. El matrimonio se hizo legal a las tres de la madrugada y en ausencia.
—«Yo siento que eres parte de mi destino. Quiero casarme contigo», dijo entonces el actual presidiario a su japonesa.
— «Él me dice que me ama, y yo también lo amo, pero lo admiro más como ser humano. Fujimori llenó un vacío en mi corazón y fue él quien me salvó espiritualmente. Él me brindó cariño y calor humano», dijo la japonesa, sobre su peruano-japonés.
Ahora Kataoka ve a Fujimori como un Cristo que está siendo sacrificado, y al juez y al fiscal como demonios.

Demonio «Chinochet»:

La madre de sus hijos fue vendada, encapuchada, sometida a electroshock y torturada hasta casi morir.
—«Cuando estemos lejos, si se siente solo, que se lleve a mi perro», había reído la japonesa.
Hoy nadie ladra en la prisión del Drácula del Perú, pero la justicia universal clama por escuchar el aullido enjaulado de Alan García Pérez, para que Nunca Más.

*Cristina Castello es poeta y periodista, bilingüe (español-francés) y vive entre Buenos Aires y París.

http://www.cristinacastello.com/
http://les-risques-du-journalisme.over-blog.com/


* Este artículo es de libre de reproducción, a condición de respetar su integralidad y de mencionar a la autora y a la fuente.