26 noviembre 2007

Nuevo nombre, igual política

por Andrés Aldao


En este remanido juego de la política USA−Israel, todo el mundo se hace el tonto, el distraído, el que no comprende la terquedad palestina y asume y pondera la generosidad de los gobiernos israelíes.
El nuevo fabulero de la historia es el señor Ehud Cerolmert quién, siguiendo la tradición de todos los gobernantes israelíes, propone “condiciones paz” para los palestinos, es decir, incumplir como es habitual las violaciones las leyes internacionales y las resoluciones de la ONU, y legalizarlas, de una vez y para siempre.

Hay una sola condición para la paz: devolver los territorios rapiñados al pueblo palestino, aceptar el derecho de los refugiados palestinos a volver a sus casas, propiedades y tierras en Palestina e Israel. Y, además, indemnizar a los palestinos por los daños provocados por el ejército israelí en la Franja de Gaza, Judea y Samaria.

Todo acuerdo que se rubrique sin las normas que señalamos más arriba, será un pedazo de papel sin valor jurídico, político e histórico. No vale la pena extenderse, escribir dos palabras más... La historia es terca y nada generosa... ■

Halcones sobre Anápolis

La Conferencia de Anápolisis también se presenta como el escenario en el cual dirimirán espacios de poder los neoconservadores norteamericanos, que intentarán frustrar las conversaciones, y el ala más pragmática de la Casa Blanca.

Por Jim Lobe

Pese al casi universal escepticismo sobre las reales perspectivas de relanzar un serio proceso de paz para Medio Oriente en la cumbre de la semana próxima en la ciudad estadounidense de Anápolis, un grupo de neoconservadores intenta frustrar las conversaciones.


Personalidades de línea dura del American Enterprise Institute (AEI) y del Freedom Watch, campaña liderada por miembros de la Coalición Judía Republicana, lanzaron una ataque contra la reunión de alto nivel de la próxima semana, pues temen que tenga como resultado más presión a Israel para que haga concesiones territoriales.


El ataque, que se produce en medio de crecientes temores de los neoconservadores de que el presidente estadounidense George W. Bush se vuelque más hacia los "realistas" -el ala más diplomática en el gobierno- que a los "halcones" –el ala más belicista--, está dirigido principalmente contra la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, más que al propio mandatario.

Rice ha dedicado tiempo y fuerzas sin precedentes para viajar en los últimos meses a Medio Oriente, con el fin de procurar un acercamiento entre el primer ministro israelí Ehud Olmert y el presidente palestino Mahmoud Abbas que permita un acuerdo marco para llegar a la llamada "solución de los estados". La secretaria de Estado dijo confiar en lograr esa meta antes de que Bush abandone su cargo en enero de 2009.

"Las partes han dicho que harán esfuerzos para concluir un (un acuerdo final de paz) durante la administración de este presidente, y no es secreto que eso significa dentro de un año", dijo Rice a periodistas, subrayando que la reunión del 27 de este mes en Anápolis está destinada a lanzar un intenso esfuerzo de negociación para los próximos meses.

"Eso es lo que intentaremos. Nadie puede garantizarlo. Lo único que puedes hacer es hacer tu mejor esfuerzo", añadió.

Pero ese esfuerzo es anatema para los neoconservadores de línea dura, cuya presencia en el gobierno de Bush ha disminuido en los últimos dos años pero que mantienen influencia sobre todo a través del vicepresidente Dick Cheney y miembros clave de la Casa Blanca, en particular el número dos del Consejo de Seguridad Nacional, Elliott Abrams.

De hecho, entre los más prominentes halcones que se oponen a la reunión de Anápolis, a la que han sido invitados altos funcionarios y diplomáticos de 46 países y grupos multilaterales, se destaca David Wurmser, quien hasta agosto se desempeñaba como principal consejero de Cheney sobre Medio Oriente. Su oposición al abortado proceso de paz de Oslo data de inicios de los 90.

En un almuerzo con la prensa el lunes organizado por el derechista Proyecto Israel, Wurmser, ex director del programa para Medio Oriente del AEI, señaló que este es el peor momento para que el gobierno de Bush inicie un proceso de paz palestino-israelí, sobre todo considerando la importancia y las nuevas amenazas a los intereses de Estados Unidos, como Corea del Norte, Irán, Irak, Siria y Venezuela.

"Simplemente envía la señal equivocada", dijo, subrayando que, contrariamente a los argumentos de Rice y de los demás realistas, cualquier presión a Israel para que haga concesiones en este momento sólo fortalecerá a Irán y debilitará a los aliados árabes sunnitas de Washington en la región, que el gobierno de Bush propone convocar en una coalición contra Teherán.

Mientras Wurmser es quizás el más reciente ex alumno de la administración de Bush que habla públicamente contra Anápolis, otros neoconservadores de línea dura cercanos al ex primer ministro israelí Benjamin Netanyahu (1996-1999) también la emprenden contra el esfuerzo de paz.

La vicepresidenta para Estudios sobre Política de Defensa y el Exterior del AEI, Danielle Pletka, publicó una columna en el periódico The New York Times la semana pasada acusando a la administración de imitar las políticas del ex presidente Bill Clinton (1993-2001), sobre todo en lo que tiene que ver con Corea del Norte y con el proceso palestino-israelí.

Pletka afirmó que Abbas era "ineficaz" y lo acusó de "fingir". Además, criticó a Rice por supuestamente haber "pedido consejo no sólo a Bill Clinton, sino también a Jimmy Carter", premio Nobel de la Paz y presidente entre 1977 y 1981, criticado por los neoconservadores por su último libro "Palestine: Peace Not Apartheid" (Palestina: paz, no apartheid).

Por su parte, Bret Stpehens, columnista del diario The Wall Street Journal, también vinculó los esfuerzos de paz de Rice con Carter, aunque omitiendo que fue ese ex presidente quien forjó los acuerdos de paz de Camp David en 1978 entre Israel y Egipto.

Mientras, el presidente del Centro para Políticas de Seguridad, Frank Gaffney, también publicó una columna en The Washington Post en la que calificó a Rice de "fanática que perdió todo sentido de la realidad", y llamó "organización terrorista" al partido palestino Al Fatah, de Abbas, y lo incluyó entre otros grupos "neofacistas" como "Hamas (Movimiento de Resistencia Islámica), Hezbollah, Al Qaeda y los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Iraní".

"De esto sólo puede resultar un estado palestino. El fanatismo de Rice es una daga dirigida contra el corazón de Israel, y permitirá la creación de un nuevo y seguro refugio para el terrorismo, que combate a Estados Unidos y a otras naciones de Occidente", escribió Gaffney.


La fuente: Agencia de noticias IPS

Anápolis: entre el caos y la “paz justa”

En las circunstancias actuales, parece difícil contemplar la posibilidad de que de la conferencia de Anápolis surja una “paz justa” en la región. El mero eufemismo – “paz justa” – parece un disparate. ¿Se puede garantizar la convivencia intercomunitaria, la estabilidad regional, mediante una “paz injusta”? En este contexto, cabe preguntarse si la reunión de Anápolis no empieza con malos augurios.
Por Adrián Mac Liman
Las cancillerías y los medios de comunicación internacionales, en los últimos días, centran sus baterías en Anápolis, la capital del Estado de Maryland, que a partir del próximo día 27, albergará la Conferencia de Paz en Medio Oriente Este acontecimiento fue anunciado por el inquilino de la Casa Blanca allá por el mes de julio, cuando la mayoría de los politólogos dirigía sus miradas hacia Turquía, escenario del primer éxito de los llamados “islamistas moderados”, empeñados en retocar por vía pacífica las estructuras laicas del edificio republicano ideado en los años 20 del siglo pasado por Mustafá Kemal Atatürk.

El presidente Bush aludió en su primera intervención a la celebración de meras consultas sobre la situación en Medio Oriente; la idea de una conferencia internacional fue tomando cuerpo durante los primeros meses del otoño, coincidiendo con los viajes de la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, a la zona. La evaluación hecha en aquel entonces por la jefa de la diplomacia estadounidense resultaba más bien pesimista. Rice pudo comprobar in situ el sinfín de problemas pendientes, de reacciones contradictorias de todas las partes en el conflicto. No se trataba sólo de las posturas de Israel y la Autoridad Nacional Palestina (ANP), sino también y ante todo de las múltiples reticencias formuladas por Arabia Saudita, Líbano, Siria y Jordania, países interesados en la elaboración de un acuerdo de paz israelo-palestino. Para los estadistas árabes el aislamiento de Hamas en la Franja de Gaza, ideado por Israel con el apoyo de Estados Unidos, constituye otro factor de discordia en el ya de por sí inestable panorama político regional.

Señala el columnista del rotativo español ABC, que el polvorín de Gaza podría convertirse en la chispa de un nuevo conflicto con riesgo de contagio, como sucedió en Europa en 1914. Sin embargo, la Administración Bush apuesta por la presencia de medio centenar de gobiernos e instituciones internacionales y regionales en la cita de Anápolis, barajando probablemente dos opciones: el éxito compartido o un fracaso que la totalidad de los huéspedes debería asumir. La cita de Anápolis debería permitir a los interlocutores, exótico cóctel de naciones, que recuerda más una conferencia auspiciada por las Naciones Unidas que un intento de mediación de la única superpotencia mundial, hacer el inventario de los asuntos pendientes y tratar de buscar nuevos puntos de partida para posibles consultas venideras.

En el ámbito de las relaciones israelo-palestinas, es preciso hacer hincapié en las hasta ahora insolubles cuestiones relacionadas con el estatuto de Jerusalén, el derecho de retorno de los refugiados, el desmantelamiento de los asentamientos judíos de Cisjordania, la delimitación de las fronteras entre Israel y los territorios palestinos, las comunicaciones y el tránsito de personas y mercancías, etc.

A ello se debe sumar un acuerdo marco de convivencia y cooperación a escala regional, basado en la iniciativa de Arabia Saudita, avalada por el conjunto de los miembros de la Liga Árabe. Asimismo, cabe destacar el hecho de que algunos países de la zona, como Siria, por ejemplo, son partidarios de una solución global del conflicto, que implique la celebración de consultas entre Israel y la totalidad de los países vecinos.

Y si la nutrida participación árabe en esta cumbre sirve para reforzar la postura negociadora de Mahmud Abbas, los protagonistas son conscientes de que Tel Aviv y Washington llevan la voz cantante. En efecto, desde la firma, en septiembre de 1993, de los Acuerdos de Oslo, Israel ha aprovechado el pretexto del “terrorismo palestino” para obstaculizar la celebración de consultas bilaterales con la ANP. Los sucesivos gobiernos hebreos se han negado a abordar la cuestión de las fronteras entre los dos Estados, judío y palestino, el desmantelamiento de facto de los asentamientos de Cisjordania, la devolución de los territorios situados de el valle del Jordán o la retirada israelí a las fronteras de 1967.

Todos los intentos de marginar a los palestinos contaron con el apoyo del ejecutivo y el legislativo estadounidenses. En estas circunstancias, parece difícil contemplar la posibilidad de una “paz justa” en la región. El mero eufemismo – “paz justa” – parece un disparate. ¿Se puede garantizar la convivencia intercomunitaria, la estabilidad regional, mediante una “paz injusta”? En este contexto, cabe preguntarse si la reunión de Anápolis no empieza con malos augurios.

La fuente: el autor es escritor y periodista, miembro del Grupo de Estudios Mediterráneos de la Universidad de La Sorbona (París). Su artículo se publica por gentileza del Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS).