27 marzo 2007

TODO el mundo entresemana

¡¡A éste hay que rajarlo!!
Alfredo Bisordi
Los "puros" siempre apuntan para el lado contrario...


En la ciudad de Buenos Aires hay marchas y contramarchas, se denuncia a los criminales del proceso, se le exige al presidente que liquidó la corte suprema menemista, hizo reabrir los procesos a los asesinos que aún están entre nosotros, desalojó de las paredes los retratos de los genocidos, convirtió la ESMA en un museo del horror y la culpa, en un lugar de peregrinación para las generaciones que no han sabido de las desapariciones, las torturas y el Plan Cóndor... Se le exige, decíamos, que "...haga aparecer con vida al compañero López...". Estos son los que viven de espaldas a la realidad, con nostalgias de la izquierda que denunciaba los crímenes en Argelia, Indochina, Santo Domingo, Guatemala, Nicaragua, etc., y ni tenía idea, o no le importaba, lo que ocurría en la Argentina a partir de septiembre de 1955. Son los que marchan con sus exigencias "todo o nada", con el infantilismo de una barricada vacía, con el antiguo gorilismo siempre a flor de piel... En lugar de apuntar a los verdaderos culpables, hacen "manifestaciones paralelas", puras, manifestaciones de "contenido", manifestaciones de "principios", porque los principios son Ellos per se. Bueno: les doy una bandera, simple, popular y necesaria.... de primera necesidad: echar como a un guardián ucraniano de Treblinka al presidente del tribunal de Casación: ¡¡ése es un objetivo!!
Primero, ante todo, paso a paso, escrachar de día, escrachar de noche, escrachar en el tribunal, en la calle, en la casa, los lunes, los jueves, los domingos. Hasta hacerlo renunciar. A él y al resto de los jueces de la dictadura. Hay generales y torturadores que se mueren en sus camas de dos plazas, reconfortados por la santa paz del señor...
¡Cuánta razón tenía el teniente general Benjamín Rattenbach:
Augusto Rattenbach: "El informe Rattenbach fue adulterado"
La investigación realizada por Rattenbach sobre la guerra de Malvinas originó una conspiración de silencio que salió a la luz gracias al periodismo. El hijo de aquel general cuenta que su padre descubrió, que se habían quitado las páginas que comprometían al entonces capitán Astiz
Pocos recuerdan a esta altura que Leopoldo Fortunato Galtieri resultó absuelto en el juicio a las juntas militares. ¿Cómo fue posible, entonces, que Carlos Menem lo incluyera en su ancha canasta de indultos? Sucedió que el campechano y ostentoso dictador de ojos celestes, presidente y jefe del Ejército durante el ahora evocado primer semestre de 1982, había sido destituido y condenado a doce años de reclusión, en 1986, por su responsabilidad en la guerra de Malvinas. Las causas judiciales que lo conservaban preso cuando lo sorprendió la muerte sí estaban relacionadas con derechos humanos (correspondían a su antigua actuación como comandante del Segundo Cuerpo de Ejército, con sede en Rosario); en cuanto a sus responsabilidades como conductor de la guerra, fue definitivamente perdonado por Menem.
Pero hubo un informe mucho más duro que aquel del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas que, además de a Galtieri, condenó a Jorge Anaya a 14 años de reclusión y destitución, y al brigadier Basilio Arturo Lami Dozo a 8 años de reclusión (luego, al revisar las sentencias, la Cámara Federal las unificó en 12 años). Ese otro informe intentó ser tapado por una conspiración de silencio, pero logró saltar el cerco de la censura para estallar en los titulares de todos los medios del país. Fue el Informe Rattenbach, así llamado porque lo elaboró una "Comisión de Análisis y Evaluación de las Responsabilidades en el Conflicto del Atlántico Sur" que presidía el teniente general Benjamín Rattenbach, fallecido poco después a los 82 años, en 1984, de un derrame cerebral. El informe había sido encargado por la última junta militar del "Proceso" (general Cristino Nicolaides, almirante Rubén Franco, brigadier Augusto Hughes) y debía tener carácter secreto, pero en forma inesperada una versión del texto apareció publicada en la revista Siete Días (ver recuadro), lo cual contribuyó a potenciar la de por sí explosiva dureza de su letra, que entre otras cosas recomendaba, para juzgar a los responsables de Malvinas, tener presente el artículo del Código de Justicia Militar que impone la pena de muerte a quien entrega una plaza sin pelear.
A 24 años de la revelación periodística que desnudó la responsabilidad de las Fuerzas Armadas en la guerra de Malvinas, el hijo del autor de aquel histórico informe, el músico y coronel Augusto Benjamín Rattenbach, revela que las Fuerzas Armadas no sólo intentaron silenciar los resultados de la investigación de su padre (las únicas copias del original Rattenbach son clandestinas), sino que adulteraron la información cambiando algunas hojas en las que se analizaba el desempeño de Alfredo Astiz durante el conflicto para alivianar los cargos.
"Mi padre tenía un sentido de la disciplina que inspiraba respeto en el Ejército, porque además tuvo una ética a prueba de balas", dice hoy, en su departamento de Barrio Norte, este coronel de 79 años al que no se conoce tanto por haberse rebelado en su momento contra el general Alejandro Lanusse (quien lo pasó a retiro) o por haber integrado en los años ochenta el núcleo fundador del Cemida (Centro de Militares para la Democracia) como por su condición de músico.
La firmeza del Informe Rattenbach, una revisión impiadosa de la guerra escrita puertas adentro en tiempos de autoamnistías y repliegue a los cuarteles, quizás se explique en gran medida por la formación prusiana y el espíritu profesionalista del hombre fuerte de la comisión investigadora. Quien ahora evoca a aquel teniente general, su hijo el coronel compositor, recuerda que los Rattenbach vivían en 1933 en Berlín porque el Ejército había enviado al entonces mayor Benjamín Rattenbach a capacitarse en la Escuela de Guerra del Ejército alemán, casualmente la misma donde estudiaría el hijo en 1959 y 1960, ya en plena Guerra Fría. El padre, cuenta hoy el hijo, incluso conoció personalmente a Hitler. Pero advierte, raudo: "Gran parte de los militares argentinos que fuimos enviados a Europa para capacitarnos volvimos con un concepto profesionalista, con ideas más favorables a la democracia".
Cabe recordar, con todo, que Rattenbach padre fue secretario de Guerra del gobierno de facto de José María Guido, cargo que le ofreció el por entonces poco golpista Juan Carlos Onganía, líder de los Azules, más tarde dictador.
-Cuando en 1982 la Junta Militar convocó a su padre, ¿él conservaba protagonismo público?
-Mi padre había fundado una disciplina, la sociología militar, actividad académica que trascendió en el exterior. Participaba en congresos en Europa y Latinoamérica. Varias veces le habían ofrecido cargos, pero los había rechazado. Estaba en su casa, retirado.
-¿Por qué lo eligieron a él?
-Porque era el general más antiguo del Ejército.
-¿Se conocía ya su postura crítica respecto de la guerra?
-Sí, pero además de ser el más antiguo era el de mayor prestigio, una figura menos cuestionable que otras.
-¿Y cómo reaccionó cuando lo convocaron?
-Aceptó de buen grado. Como él entendía que hacía falta darle una explicación al país, se adelantó e hizo un informe personal para que la Junta le hiciera saber a la población qué había pasado. La Junta no lo quiso publicar. Ese informe quedó archivado.
-Del informe definitivo, el que luego se conoce como Informe Rattenbach, quizás lo más impactante haya sido la interpretación que se hizo de que su padre pedía la pena de muerte para Galtieri.
-No lo dice así. Figuran en el texto los artículos correspondientes del Código de Justicia Militar y en algunos casos dice que debía haberse aplicado la pena de muerte.
-Sorprende que la junta militar haya convocado a su padre si, tal como usted dice, cabía esperar que se pronunciara con gran dureza. ¿Por qué piensa que lo hicieron?
-Además de que había que darle una explicación al país, en ese momento salió un documento publicado por las fuerzas armadas inglesas. Eso incidió. Mi padre quería hacer algo corto, que fuera contundente, para que el país supiera qué había pasado. Los demás miembros de la comisión querían un análisis, digamos, más tranquilo.
-¿Tenían muchas diferencias?
-Es que también había un problema de dinero. Cuando se formó la comisión les asignaron un sueldo o un sobresueldo, no sé cómo llamarlo. Mi padre renunció a eso. Los demás no.
-¿Entonces dentro de la comisión había relaciones tensas?
-Sí, también debido a los interrogatorios, que fueron realmente muy duros. Sentaron en el banquillo a Galtieri y a todos los demás responsables de la guerra.
-¿Su padre le comentaba a usted lo que iban sabiendo a medida que avanzaba la investigación? ¿Encontraron cosas peores de lo que esperaban?
-Encontraron cosas mejores y peores. Las peores estaban en el nivel superior. Ni siquiera un diletante podría haber hecho tantas macanas. Y, en cambio, abajo había muchos actos heroicos, muy importantes, que fueron resaltados en el informe.
-¿Qué hay de cierto sobre las escasas copias que se hicieron del informe? ¿Usted conserva una?
-Yo no tengo ninguna. Cuando entregaron el informe se hicieron trece ejemplares. Los trece fueron llevados al Estado Mayor del Ejército y allí los guardaron en una especie de habitación blindada que está en el tercer piso. Pero sucedió que a mi padre lo involucraron en un sumario relacionado con el capitán Astiz. Entonces pidió que le enviaran su ejemplar. Y cuando estaba trabajando en la contestación del sumario, se murió. Pero antes de morir me dijo: "Estuve leyendo el informe y han cambiado hojas, las que corresponden a la actuación del capitán Astiz en las islas Georgias". Es evidente que fue adulterado.
-¿Las cambiaron a favor de Astiz?
-Por supuesto. Para alivianar los cargos.
-¿Y qué pasó con la copia de su padre?
-Creo que mi tercera madre (yo tuve tres madres) la devolvió al Estado Mayor.
-¿Las Fuerzas Armadas nunca publicaron el Informe?
-No, esta edición (toma en sus manos un libro de tapas azules), al igual que otra que hubo, fueron clandestinas.
-¿Cómo es visto el apellido Rattenbach en el Ejército?
-Por los procesistas, mal. El informe es un tema de los medios. La fuerza en general no lo incorporó. Pero por lo menos la edición clandestina corrió muchos velos.
-¿Para usted qué fue la guerra de Malvinas?
-Un disparate. No sólo por la forma en que se llevó a cabo sino por el momento y las circunstancias.
-¿Y la "desmalvinización" posterior?
-Una manifestación más de la indiferencia que tiene el país ante sus servidores. Tendría que haber un auge del interés por recuperar las islas y apoyar a la gente que se jugó. No hubo dureza con los responsables de la guerra y sí la hubo con los ex combatientes.
Por Pablo Mendelevich