10 julio 2008

Seis años y medio en Guantánamo:

«No teníamos ningún derecho, ¡ni siquiera a la huelga de hambre!»


Caroline Stevan Le Temps
Traducido por Caty R.

El periodista de Al Jazeera Sami Mohieldin El Haj, ha pasado seis años y medio en la cárcel estadounidense de Guantánamo, ubicada en la isla de Cuba. Liberado a principios de mayo, ha viajado a Ginebra para dar testimonio de su calvario ante las Naciones Unidas.
Ataviado con un traje y corbata impecables a pesar de los 30 grados, gafas de montura dorada y empuñando un bastón, Sami Mohieldin El Haj parece un dandi. Hace sólo dos meses se hallaba entre «lo peor de lo peor», los presos de Guantánamo vestidos con pijamas de color naranja. El sudanés fue apresado a finales de 2001 mientras hacía un reportaje en la frontera entre Pakistán y Afganistán para la cadena de televisión de Qatar Al Jazeera.

Preso durante seis años y medio sin cargos, el periodista está en Ginebra para presentar su caso ante el Alto Comisario de las Naciones Unidas para los derechos humanos. Hay un procedimiento en marcha, gracias a la fundación Alkarama, para que se reconozca el carácter arbitrario de su encarcelamiento, previo a la actuación penal.

Háblenos de las circunstancias de su detención en 2001, ¿está relacionada con su trabajo de periodista?

Dejé Doha –donde trabajaba para Al Jazeera desde hacía dos años– en octubre de 2001 con el fin de cubrir la guerra de Estados Unidos contra Afganistán y la caída de los talibanes. Me detuvieron el 15 de diciembre de 2001 en la frontera paquistaní, a pesar de que tenía todos los papeles en regla. Los propios interrogadores me dijeron que debía de ser un error, que me liberarían enseguida. En realidad me detuvieron y he estado en prisión tanto tiempo porque trabajaba para Al Jazeera y a los estadounidenses no les gusta la forma en que esta cadena cubre los acontecimientos.

En el marco de sus investigaciones, ¿se entrevistó con talibanes o con miembros de Al Qaeda?

Sí, me entrevisté con Abu Hafs, considerado el número tres de Al Qaeda, pero estoy seguro de que mi detención no tiene ninguna relación con eso. En Afganistán entrevisté a personas de todas las opiniones, es mi trabajo. ¡Y si hubiera podido hablar con Bin Laden, lo habría hecho! Durante estos seis años y medio en prisión me interrogaron más de 200 veces: el 95% de las preguntas giraban en torno a Al Jazeera. Incluso me propusieron trabajar como espía para los servicios secretos estadounidenses en mi cadena de televisión.

Le trasladaron a Guantánamo en junio de 2002. ¿En qué condiciones estuvo prisionero?

¡Estábamos aislados, maltratados y sin ningún derecho, ni siquiera a la huelga de hambre! Hice varias –la última vez aguanté desde enero de 2007 hasta mayo de 2008, fecha de mi liberación– pero me hincaban tubos por la nariz para obligarme a tragar enormes cantidades de alimento que me provocaban vómitos y diarreas. Y durante ese «tratamiento», me ataban a una silla de forma que me resultaba imposible moverme. También nos impedían dormir, dejaban la luz encendida todo el tiempo, nos metían en celdas heladas, nos envolvían en banderas estadounidenses e israelíes, pisoteaban el santo Corán, nos desnudaban y además nos humillaban sexualmente.

Lleva un bastón. ¿Se debe a los maltratos?

Me obligaron a saltar del avión durante un traslado a la prisión de Bagram y se me rasgaron los ligamentos de la rodilla. Después las torturas –como obligarnos a estar en cuclillas durante muchas horas– han originado que no pueda curarme nunca.

¿Qué le ayudó a resistir durante esos seis años y medio?

Los periodistas debemos asumir que tenemos una misión. En 2001, cuando me fui a cubrir la guerra, dejé a mi mujer y a mi hijo de un año sabiendo que podrían pegarme un tiro. Era consciente del peligro. Después, cuando estaba preso, me dije que estaba allí como testigo, que debía recordarlo todo para poder contarlo después.

¿Tuvo contactos con su familia, con algún abogado, durante la detención?

Tuve acceso a un abogado a mediados de 2005, un británico que es un gran luchador por los presos de Guantánamo. En cuanto a mi familia, tuve algunos contactos gracias al CICR (Comité internacional de la Cruz Roja ), pero las cartas llegaban de forma irregular, a menudo con seis meses de retraso, a veces dos años.

¿Cómo explica su liberación?

Existe una gran movilización de ONG y periodistas, también hay un procedimiento en curso ante la ONU. Eso debió de presionar sobre Estados Unidos.

¿Cómo vive hoy?

Retomé mi trabajo en Al Jazeera, donde hemos creado un departamento de derechos humanos del que soy director. También voy a trabajar en un libro o un documental sobre mi experiencia. Sólo podré olvidarme de Guantánamo el día que lo cierren. Sigue habiendo 269 personas encerradas allá. Algunas se han vuelto locas.

Original en francés:

http://www.letemps.ch/template/international.asp?page=4&article=234984

Caroline Stevan es redactora de la publicación suiza Le Temps.

Caty R. pertenece a los colectivos de Rebelión, Cubadebate y Tlaxcala. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a la autora, a la traductora y la fuente.

ARGENTINA: INFLACIÓN, AGRONEGOCIOS Y CRISIS DE GOBERNABILIDAD

ARGENTINA: INFLACIÓN, AGRONEGOCIOS Y CRISIS DE GOBERNABILIDAD

Jorge Beinstein − Rebelión

Hacia mediados de Junio la confrontación entre el gobierno y las asociaciones patronales del campo parecía haber llegado a un punto de ruptura total, pero no fue así, pocos días después las aguas se calmaban. La presidente decidía transferir al Parlamento la decisión final sobre los impuestos a la exportación de productos agrícolas, es lo que esperaban los empresarios rurales para levantar su lockout que empezaba a desgastarse rápidamente al igual que la popularidad del gobierno. Fue el fin provisorio de más de cien días de enfrentamiento luego de los cuales, como dicen ahora algunos politólogos, “Argentina ya no es la misma”. La imagen de la presidenta había llegado a un nivel de deterioro solo comparable con el del ex presidente De la Rua en diciembre de 2001, sus convocatorias a la movilización en apoyo al gobierno habían enardecido en su contra a las clases altas y a sectores crecientes de las clases medias. Por su parte los ruralistas habían extendido su influencia unificando detrás de ellos al conjunto de la oposición de derecha y a vastos sectores de las clases medias rurales y urbanas, en este último caso incluso a grupos medios-bajos afectados por un proceso inflacionario que a lo largo de los últimos meses ha deteriorado su nivel de vida. Sin embargo su radicalización los llevaba a un callejón sin salida, especialmente en el caso de la pequeña burguesía agraria prospera, una suerte de “nuevos ricos” furiosos ante las cargas fiscales que enturbiaban sus expectativas de ganancias abundantes y ascendentes. La intransigencia extremista a que habían llegado en sus exigencias era de hecho una convocatoria al golpe de estado, en el pasado tal vez su deseo se hubiera podido materializar, pero ahora, a un cuarto de siglo del fin de la última dictadura militar, la capacidad de intervención de las Fuerzas Armadas es casi nula, su degradación institucional y la lápida moral que pesa sobre ellas llamada genocidio hace impracticable esa posibilidad. La otra alternativa golpista era la de una pueblada de derecha (una suerte de 2001 al revés) amplificada por los medios de comunicación y finalmente manipulada por un sector del sistema institucional (judicial, parlamentario nacional, gobiernos provinciales, etc.). Pero los dirigentes de las derechas política y rural no estaban dispuestos a intentar semejante aventura, en primer lugar porque el actual gobierno más allá de su imagen progresista ha respetado integralmente al sistema neoliberal dominante heredado de los años 1990 y en consecuencia núcleos decisivos del poder económico no apoyarían de ninguna manera el desalojo de la presidenta. En segundo término porque ese hecho habría abierto una suerte de caja de pandora, un desorden general que unido al más que probable hundimiento de las clases populares acorraladas por el alza de los precios de los alimentos podría haber generado una avalancha muy extendida de protestas sociales. Y finalmente porque hacia mediados de junio pese a la persistente agitación de los medios de comunicación la popularidad del derechazo mostraba serios signos de deterioro, el alza de precios y la amenaza de desabastecimiento comenzaban a producir reacciones hostiles hacia los ruralistas provenientes de importantes sectores de las clases medias y bajas. Las asociaciones tradicionales de la burguesía terrateniente como la Sociedad Rural que a lo largo del conflicto habían mantenido un perfil relativamente moderado presionaron con fuerza para desacelerar la protesta. Los nuevos ricos del mundo agrario (pequeños y medianos rentistas y agricultores) fueron de hecho la masa de maniobras del bando de los agronegocios, se creyeron sujeto de una suerte de cruzada gaucha contra el “estado-ladrón” que les quería cobrar tributos extraordinarios. Por debajo de las escarapelas y banderas patrias se movía azuzada por las clases altas una clase media agraria mezquina que pretendía apropiarse de una parte sustancial del botín de super ganancias del negocio exportador.
Sin embargo sería un grueso error limitar el fenómeno a ese aspecto socioeconómico, el abanico civil movilizado contra el gobierno fue mucho más amplio, se extendió a las ciudades, cobró ímpetu en los grandes conglomerados urbanos incorporando a importantes sectores medios la mayor parte de ellos sin vínculos materiales directos con el mundo agrario.
Es cierto que en los barrios acomodados de Buenos Aires, por ejemplo, la vanguardia de los cacerolazos fueron las “cacerolas de teflón” esgrimidas por los ricos acompañados por nostálgicos de la última dictadura militar, pero el movimiento se extendió a las zonas de clase media y fue visible la simpatía despertada en sectores importantes de clase media urbana baja.
La desestabilización
Las movilizaciones promovidas por el gobierno se realizaron a fuerza de aparato, el clima entre los trabajadores fue de apatía o indiferencia y en ciertos casos de repudio no muy entusiasta a la derecha, el activismo pro gubernamental a veces autocalificado como “anti oligárquico” fue claramente minoritario.
Un factor decisivo del ascenso opositor en las capas medias y de alejamiento respecto del oficialismo en las clases bajas (donde la presidenta hizo su mejor cosecha de votos en 2007) es la inflación que ha deteriorado rápidamente los ingresos reales de los asalariados.
Actualmente la derecha política y su paraguas empresario señalan a la inflación como el enemigo principal a combatir para lo cual vuelven a levantar las tradicionales recetas neoliberales centradas en el llamado “enfriamiento de la economía” alcanzado a través de la reducción del gasto público y del freno a los salarios. El resultado sería un rápido incremento de la desocupación y la precarización laboral y el achicamiento de la demanda de las clases bajas pero no de los beneficios empresarios que se mantendrían o aumentarían gracias al descenso de los costos salariales reales. Con menores gastos el Estado podría preservar el superávit fiscal sin necesidad de aumentar los impuestos lo que beneficiaría obviamente a empresarios y clases altas en general. Allí se detiene la ofensiva liberal, porque según ellos el Estado debería seguir interviniendo en el mercado cambiario acumulando dólares y sosteniendo así un dólar artificialmente muy alto lo que permitiría mantener o aumentar los altos ingresos en pesos de los exportadores industriales y agropecuarios. En este esquema económico la gobernabilidad solo podría ser sostenida con dosis crecientes de represión social y con la consolidación del bloque reaccionario (clases altas y medias) tal como se ha ido conformando en los últimos meses. Pero ambas condiciones son de muy difícil obtención, las bases populares han cambiado mucho desde la década pasada, la experiencia de 2001-2002 marca un punto de inflexión casi irreversible. Si se impone la opción neoliberal la generalización y radicalización de las protestas populares conformaría un panorama de alta turbulencia al que seguramente se incorporarían sectores intermedios que afectados por la concentración de ingresos abandonarían sus delirios elitistas para volver a mirar con simpatía a los de abajo.
Por su parte el gobierno trata desde hace algo más de un año de enfrentar la inflación con medidas puntuales que no consiguen frenar el proceso. Desde el ocultamiento de la realidad manipulando las estadísticas hasta los acuerdos de precios sectoriales pasando por toda clase de negociaciones con grupos empresarios y burocracias sindicales, fue desplegado un complicado juego destinado ahuyentar el clima inflacionario preservando la alianza social y mediática que había sido la base de la gobernabilidad desde 2003.
El gobierno temía que dicha alianza se rompiera desde abajo, desde el espacio de los trabajadores debido a la persistente degradación de los salarios reales pero se rompió por arriba, desde el mundo de los agronegocios, desde las capas sociales más beneficiadas por la estrategia económica kirchnerista desatando una ola reaccionaria cuya magnitud y radicalidad sorprendió a todos, al gobierno por supuesto pero también a sus instigadores directos, los dirigentes empresarios rurales.
La aplicación de impuestos o retenciones móviles a la exportaciones agrícolas, que apuntan centralmente a las ventas externas de soja no constituyen una medida fiscalista, el estado dispone de una amplia variedad de fuentes tributarias alternativas y cuenta con un superávit fiscal considerable, su objetivo es el sistema de precios, la inflación empujada por la repercusión interna del alza internacional de los precios de los productos agrícolas. Midió muy mal las posibles repercusiones de la medida pero ¿quien las midió bien?, ni los dirigentes patronales agrarios, ni los medios de comunicación que los apoyan, sospechaban la ola de protestas que se desataría y mucho menos la rápida conformación de una masa social reaccionaria cuyo volumen y dinamismo no tiene precedentes en el último medio siglo. Par encontrar algo parecido deberíamos retroceder hasta 1955 cuando un enorme bloque de clases medias y altas apoyó (impulsó) al golpe militar antiperonista, también en ese entonces como ahora salpicado con brotes racistas contra los pobres.

Inflación, capitalismo realmente existente y agronegocios

El proceso inflacionario no es el resultado de un supuesto “recalentamiento” económico sino de una combinación de factores internos y externos cuya convergencia desborda tanto al oficialismo como a su oposición de derecha.
Desde el angulo de los costos productivos, la inflación internacional hizo subir los precios de una amplia variedad de insumos importados, esa tendencia se vio reforzada por la política de dólar alto en beneficio de los exportadores.
Pero un factor decisivo ha sido la carrera entre salarios y beneficios empresarios. Tomando como base las estadísticas oficiales los salarios reales cayeron en promedio un 30 % en 2002 y comenzaron a recuperarse al año siguiente, hacia 2007 ya se encontraban casi en el nivel de 2001, antes del desplome, pero eran todavía inferiores a los de mediados de los años 1990.
Tenemos que tomar en cuenta tendencias de largo plazo como las del crecimiento de la tasa de desocupación y de la concentración de ingresos, las mismas fueron avanzando lentamente desde mediados de los años 1950 a través de un movimiento zigzagueante expresión de la puja entre los sindicatos y las empresas, el golpe militar de 1976 aceleró su marcha que adquirió mayor velocidad en los años 1990. En 2001-2002 se produjo el derrumbe de los salarios y del gasto público en términos reales pero desde 2003 la recomposición económica produjo un gradual incremento de la ocupación que creció cerca del 20 % entre 2003 y el primer trimestre de 2007, de los salarios reales (crecieron algo más del 30 % en el mismo período) y de la participación de los trabajadores en el Ingreso Nacional: 23 % en 2003 y 28 % a comienzos de 2007 aunque todavía inferior a la de 2001 próxima al 31 % , todo esto siguiendo las estadísticas oficiales (1). Es muy probable que dichas estadísticas exageren las cifras positivas, además la recomposición salarial fue muy despareja, sin embargo resulta evidente que entre 2003 y 2006, el período de gloria del kirchnerismo, las tres variables arriba mencionadas aumentaron. Frente a ello el conjunto de la clase capitalista aprovechó en una primera etapa los bajos salarios reales para acumular beneficios festejando la expansión general de la demanda interna. Pero cuando entre fines de 2006 y comienzos de 2007 los salarios reales comenzaron a aproximarse a los niveles de 2001 los empresarios reaccionaron tratando de revertir la situación; comerciantes, industriales, productores agropecuarios, etc., fueron aumentando los precios de sus productos. Desde su punto de vista los aumentos en los precios de insumos y de los salarios estaban comprimiendo margenes de beneficios hasta niveles “inaceptables”, para ellos 2001-2002 (al igual que 1976) marcaba un hito histórico irreversible.
La primera oleada inflacionaria fue suave y pudo ser absorbida por el conjunto de la población (incluidos los asalariados) y las relativamente pequeñas retracciones iniciales de la demanda en las clases bajas fue más que compensada por incrementos paralelos en la demanda de las clases superiores. Más adelante la reconcentración de ingresos (paralela al deterioro de los salarios reales) impulso con mayor fuerza el fenómeno de “inflación de demanda” proveniente de los sectores medios-superiores y altos.
El empujón final lo produjo la aceleración del alza de los precios internacionales de los productos agrícolas repercutiendo sobre el sistema interno de precios (y sobre las expectativas de superbeneficios en las clases altas y medias del mundo rural).
Como ya lo señalé el gobierno cuyo negocio principal es la “gobernabilidad”, madre del poder político y de todos los negocios oficiales, reaccionó tratando de imponer retenciones móviles a las exportaciones agrícolas partiendo de la base de que sus precios futuros, en un horizonte previsible, serán cada vez más altos. Fue a la vez una medida defensiva y preventiva que provocó el amotinamiento ya conocido lo que a su vez aceleró el proceso inflacionario.
En uno de sus primeros discursos, al iniciarse la protesta rural, la presidenta señaló estar “en contra de la lucha de clases”, lo expresó como una suerte de “principio doctrinario” irrenunciable; como lo estamos viendo se podrá estar a favor o en contra pero la lucha de clases existe. El fundador de su movimiento solía repetir hace varias décadas una y otra vez que “la única verdad es la realidad”, queda abierto el debate acerca de si se trataba o no de un principio doctrinario o sobre el significado filosófico del concepto de “realidad” , etc., pero no podrá negarse que constituía un llamado a la sensatez y a la desacralización de fantasías irracionales, por ejemplo (si nos situamos en la Argentina actual) la ilusión respecto de un capitalismo armónico, estable, aunque subdesarrollado y crecientemente dominado por los agronegocios (inmersos en una avalancha de superganancias especulativas) y en medio de una formidable crisis global.
La larga marcha del parasitismo financiero

Los agronegocios aparecen hoy como la cabeza, el área más prospera del capitalismo argentino, la agresividad de sus huestes, su tono autoritario ha llevado a diversos grupos y comunicadores pro gubernamentales a calificar al fenómeno de “renacimiento oligárquico”, de resultado de la “reprimarización económica”, de retorno al viejo sistema agroexportador sobre el que la aristocracia terrateniente colonial asentó su poder hace algo más de un siglo, desplazado después por la industrialización y el primer peronismo.
Esa imagen oculta el carácter claramente “financiero” de los agronegocios y en consecuencia su pertenencia al movimiento global de financierización ascendente desde hace cuatro décadas que ha terminado por establecer su hegemonía sobre la economía mundial. La masa total de fondos que circulan en sus redes especulativas se aproxima a los mil millones de millones de dólares (equivalente a casi 16 veces el Producto Bruto Mundial), solo los negocios con los llamados “productos financieros derivados”, registrados por el Banco de Basilea, rondan los 600 millones de millones de dólares. Esta hipertrofia parasitaria ha impuesto su sello subcultural a las más variadas actividades productivas tanto en los países centrales como en los periféricos, es una de las causas decisivas de la inflación internacional (cuyo pilar fundamental es obviamente la explosión del precio del petróleo) y la principal fuente nutricia de la depredación ambiental planetaria.
Dicha tendencia, expresión de decadencia civilizacional, atrapó a las sociedades latinoamericanas hace ya mucho tiempo. El inicio de la declinación de la economía argentina suele establecerse en el segundo lustro de los años 1970, durante la dictadura militar, cuando emergió dominante el sector financiero como cabeza de un sistema más vasto de actividades especulativas que fue dejando en un segundo plano a los sectores productivos, principalmente la industria. Entre 1976 y 1981 el sector industrial creció apenas un 2% en términos reales, mientras el financiero lo hizo en casi 150% (2).
En Argentina el nacimiento de la hegemonía financiera, que desde el comienzo asumió formas mafiosas, apareció como resultado del agotamiento y descomposición del proceso de industrialización (subdesarrollada) evidente desde fines de los años 1960 cuya más alta expresión política fue el primer gobierno peronista (1945-55). Dicho proceso nunca había podido superar el viejo esquema agroexportador, con el que coexistió de manera inestable y confusa: dependía para funcionar de las divisas de las exportaciones provenientes del sector rural, lo que determinaba una debilidad estratégica fundamental en su inserción internacional. Esto prosiguió hasta mediados de los 1970, en un contexto de interminable sucesión de golpes y contragolpes de Estado y asociaciones intersectoriales de las que participaban las transnacionales que iban ocupando posiciones, los acreedores externos, los industriales más o menos "nacionales", los intereses de la alta burguesía rural y comercial, los sindicatos, etc., en una suerte de eterno "empate" donde ningún sector conseguía prevalecer de manera durable. En los hechos se iba produciendo poco a poco la recolonización del aparato económico argentino (a través de la deuda externa, las inversiones extranjeras, el debilitamiento comercial) al mismo tiempo que se concentraban los ingresos y se degradaba el Estado. Este retroceso general debilitaba, quebraba una tras otra las zonas de protección económicas, institucionales y sociales, transformando al capitalismo local en su conjunto.
La dictadura instalada en 1976 produjo un cambio cualitativo, marcado por la avalancha especulativa, la caída salarial y la apertura importadora salvaje, coincidente desde la especificidad periférica argentina con el proceso global de dominación financiera.
El predominio de los agronegocios debe ser visto en consecuencia como la resultante (la más reciente degeneración socioeconómica nacional) de ese movimiento externo-interno, la dinámica del mundo rural argentino de hoy es inexplicable sin la introducción de términos como “pool de siembra”, “fondo fiduciaro” o “rentista rural”. Por otra parte su auge es el producto del alza acelerada de los precios internacionales de los productos agrícolas: componente de la crisis mundial del capitalismo, resultado del agotamiento tecnológico de la modernización agrícola convertida en mega depredadora de recursos naturales, generadora de hambrunas en vastas zonas subdesarrolladas, desestabilizadora de economías centrales y periféricas.
De todos modos la “cultura financiera” de los centros dinámicos del sistema rural argentino no significa la presencia de una “nueva burguesía” borrando por completo las viejas raíces oligárquicas. El proceso histórico ha sido mas complejo, las antiguas clases dominantes agrarias fueron mutando en las últimas décadas, sobre todo desde los 1990, algunos sectores desapareciendo del escenario, otros adaptándose con dificultades y finalmente los ganadores incorporándose de manera plena a los nuevos tiempos, asociándose con los recién llegados por lo general especuladores, estructuras financieras locales y transnacionales (en numerosos casos es casi imposible diferenciar estas dos últimas categorías). Hoy cuando observamos a la élite dirigente de la economía agraria encontramos viejos apellidos de la aristocracia rural combinados con personajes surgidos de los negocios rápidos de la era neoliberal, grupos financieros globales, etc. A este proceso de “financierización” han ingresado amplias capas de la clase media agraria en tanto socias de los nuevos emprendimientos o como rentistas.
Por otra parte no deberíamos oponer de manera esquemática los nuevos comportamientos a la antigua cultura “oligárquica”, muchas veces señalada erróneamente como “poco-capitalista”, “atrasada” desde el punto de vista del desarrollo burgués. Desde sus orígenes en el siglo XIX la élite pampeana estuvo impregnada de una gran dinámica comercial-financiera, su carácter colonial le otorgó una identidad “internacional” (pro europea), diversificó sus negocios en el área urbana donde por lo general residía, etc.
En consecuencia su última mutación hacia los agronegocios de alta tecnología no significó el ingreso a un mundo totalmente nuevo sino más bien el salto cualitativo de procesos recientes y también de otros muy lejanos en el tiempo.
Crisis de gobernabilidad

La economía mundial, con centro en los Estados Unidos, va ingresando en una situación caracterizada por la combinación de inflación y desaceleración productiva. El desorden inflacionario global llegó para quedarse seguramente durante mucho tiempo, acunado por la hipertrofia financiera, empujado por el alza incesante de los precios del petróleo, los alimentos y la commodities en general.
Los agronegocios actuales son entre otras cosas “negocios inflacionarios”, impulsados por (e impulsando) corridas especulativas internacionales (e intranacionales), golpes de mano y operaciones de corto plazo en procura de superganancias, acumulaciones veloces de liquidez destinada a ser reinvertida en ese rubro o en otros. La depredación de todo lo que se les cruza en el camino (recursos naturales, estructuras sociales, etc.) es una componente esencial de su comportamiento. En el caso específico argentino es posible afirmar que el clima cultural prevaleciente a comienzos de esta década (bien abonado por el período menemista) estaba perfectamente preparado para esa avalancha capitalista global, el gobierno de los Kirchner ahora victima del fenómeno lo alentó desde su llegada porque lo consideró un factor decisivo de la “prosperidad económica” que aseguraba la estabilidad institucional. Los records de exportaciones agrícolas (es decir el ascenso triunfal de los agronegocios) era presentado desde el oficialismo como ejemplo de éxito empresario de la nueva Argentina donde la acumulación de reservas dolarizadas, las altas tasas de crecimiento del PBI y el enriquecimiento de los poderosos solían ser asociadas a la integración social, la recuperación de salarios y empleos y la consolidación de la convivencia republicana.
Al parecer el “progresismo” había por fin encontrado la fórmula de la cuadratura del círculo: subdesarrollo capitalista prospero con inclusión de los de abajo y democracia representativa. Pero la fiesta duró menos de un lustro, los agronegocios fueron acumulando poder económico, mediático y político y en el primer semestre de 2008 ya estuvieron en condiciones de exponer su poderío y avanzar hacia una super concentración de ingresos.
Al hacerlo deterioraron gravemente no solo a la gobernabilidad progresista sino a la gobernabilidad en general: la inflación descontrolada y la irrupción de una masa social reaccionaria muy agresiva y extendida con claros brotes protofascistas puso al desnudo la debilidad del régimen político, su insuficiente legitimidad. De manera aparentemente “inesperada” ha comenzado la enésima de crisis de gobernabilidad de la historia argentina, la misma no ha sido originada por el derrumbe económico sino por la prosperidad (agroexportadora), su contexto internacional esta sobredeterminado por la crisis estanflacionaria global, la burguesía ganadora que la ha desatado difícilmente podrá transformar su dominio económico en un sistema integral y durable de control político de la sociedad, su ascenso es desestabilizante. De todos modos no parece preocuparle demasiado el futuro en general y mucho menos el futuro de la “democracia” virtual argentina, su obsesión es acumular grandes beneficios lo más rápido posible, su mundo es el del corto plazo y se corresponde con la vorágine nihilista de los centros financieros del planeta.
Mientras tanto el gobierno y la totalidad de los grandes medios de comunicación insisten en que Argentina se encuentra ante “una gran oportunidad” para enriquecerse gracias al ascenso vertiginoso de los precios de los alimentos, el hecho de que el mismo sumerja en el hambre a centenares de millones de seres humanos no parece motivar en ellos ninguna reacción ética. Su pequeña “racionalidad” amoral les impide percibir desde una visión racional más amplia la catástrofe hacia la que se encaminan mientras contabilizan sus ganancias extraordinarias, al zambullirse en el mar turbulento del área más inestable de la economía mundial con sus precios zigzagueantes y sus estampidas financieras.

jorgebeinstein@yahoo.com
------------------------------------
(1), Eduardo M. Basualdo, “La distribución del ingreso en la Argentina y sus condiciones estructurales”, Memoria Anual 2008, Centro de Estudios Legales y Sociales, Argentina.
(2), Jorge Beinstein, “Crisis de régimen en Argentina. Pujas internas en la dirigencia, descontento social”, Le Monde Diplomatique, “el diplo”, número 22, abril 2001.

APRENDER A ESCUCHAR


El prestigioso economista Aldo Ferrer fue invitado a exponer en la Comisión de Agricultura de Diputados. Los representantes del campo no lo escucharon. Las barras de productores lo interrumpieron en varias ocasiones, provocando la suspensión de la sesión, reanudada horas después. Los grandes medios de prensa ignoraron esa presentación. Cash publica el texto completo de la explicación técnica y política de Aldo Ferrer sobre el conflicto del sector agropecuario.
Reunión conjunta de las comisiones de Agricultura y Ganadería y de Presupuesto y Hacienda correspondiente al día 25 de junio de 2008.
En Buenos Aires, a los veinticinco días del mes de junio de 2008, a la hora 12 y 24:
Sr. presidente (Cantero Gutiérrez): –Continúa la reunión luego del cuarto intermedio al que pasáramos ayer. Agradecemos en primer lugar la presencia de nuestros ilustres visitantes, a quienes pedimos que se presenten. Tiene la palabra el doctor Aldo Ferrer.


Sr. Ferrer:
–Soy Aldo Ferrer, profesor de Estructura Económica Argentina de la Universidad de Buenos Aires.
Señor presidente, señoras y señores legisladores, señoras y señores: el tema que nos convoca, el de las retenciones, a mi juicio ha sido tratado hasta ahora desde una sola perspectiva, que es la de la redistribución del ingreso, la distribución de una renta que emerge no sólo de la propia producción sino además de una situación de altos precios internacionales, con un incremento de los ingresos que surgen de la producción exportable.
El debate se ha planteado en términos de si es equitativo distribuir esa renta para defender el precio de los alimentos en el mercado interno y tener un reparto más equitativo de la riqueza, o si esa renta les corresponde plenamente a quienes producen los bienes exportables.
A mi juicio, este tratamiento es insuficiente porque en el tema de las retenciones está implícito un problema previo y muy importante, que es el de la estructura productiva. El desarrollo moderno es un proceso que se basa esencialmente en el empleo de la ciencia y de la técnica, en la gestión del conocimiento, con vistas a elevar la productividad del trabajo en todo el tejido económico y social de una nación moderna. Para que esta incorporación de ciencia y tecnología pueda producir un desarrollo en las construcciones modernas, tienen que cumplirse varias condiciones. Una de ellas es contar con una estructura integrada y diversificada, que incorpore los diversos segmentos de la producción moderna, desde la transformación de los recursos naturales hasta las industrias de tecnología de frontera, ligadas a la biotecnología, la informática y la producción de bienes de capital.
Si esto no se produce, si un sistema no tiene un suficiente grado de diversificación y no tiene capacidad de incorporar el conocimiento y gestionarlo, no puede producir el desarrollo en las condiciones contemporáneas. Esto también está muy ligado a la formación de los sistemas nacionales de ciencia y tecnología. Sólo tienen sistemas fuertes en ciencia y tecnología los países con una estructura integrada, diversificada y completa, que abarca la diversidad de las actividades productivas. No hay excepción en este sentido: no hay ningún país avanzado científica y tecnológicamente que no tenga su estructura productiva con estas características.
Por lo tanto, el desarrollo del país requiere tener –como dije– una estructura de esas características, que no puede sostenerse sobre un solo sector. Por ejemplo, no puede sostenerse sólo sobre la producción de productos primarios. Tampoco hay ningún país desarrollado en el mundo que se asiente esencialmente en la transformación y renta de sus productos primarios. Países muy ricos en petróleo, cobre, minerales o recursos tropicales no salen del subdesarrollo si no logran conformar una estructura diversificada compleja. En nuestro caso particular, la cadena agroindustrial, con todo el empleo directo e indirecto que genera, representa alrededor de un tercio del empleo de la fuerza de trabajo. Si no contamos simultáneamente con una gran base industrial no vamos a poder dar trabajo y bienestar a una población de 40 millones de habitantes. Dicho en otros términos: si no contamos con una estructura integrada, no vamos a poder tener pleno empleo y, por lo tanto, nos va a sobrar al menos la mitad de la población.
Esto nos confronta con una característica estructural de la economía argentina que, como decía el gran economista Marcelo Diamand –que también fue ingeniero y empresario–, es una estructura desequilibrada, en la cual en virtud de la gran riqueza de recursos naturales en el campo y la alta eficiencia que han demostrado muchos productores del campo que están operando en la frontera tecnológica, tenemos una agricultura que, como suele decirse, es una agricultura de precisión en muchos segmentos. Esto es revelador de la actitud de muchos productores rurales que operan con las tecnologías de frontera. Contrariamente a lo que se pensaba hace tiempo, que la agricultura era una actividad de baja densidad en el empleo de conocimiento, hoy eso no sucede. La agricultura es una actividad francamente de frontera tecnológica, que es lo que ha permitido, por otra parte, el desarrollo tan importante que ha experimentado el sector sobre la base de los recursos naturales con que el país cuenta.
Sin embargo, sucede que la economía argentina está inserta en el mercado mundial y que los precios relativos del mercado mundial no son iguales a los nuestros. Si nosotros transferimos los precios del mercado mundial...
Sr. presidente (Cantero Gutiérrez): –Pido silencio a la audiencia, ya que queremos trabajar con la mayor tranquilidad y serenidad. Sigamos escuchando al doctor Ferrer.
Sr. Ferrer: –Decía que la economía argentina, como economía moderna, está plenamente integrada al sistema internacional y que los precios relativos del mercado mundial no son los nuestros. Si nosotros transmitiéramos hacia el mercado interno los precios del mercado mundial, estaríamos determinando la estructura productiva en virtud de las señales de precios del mercado mundial.
Uno puede tomar el ejemplo contrario, de precios relativos distintos, de una región altamente industrial como lo es la Unión Europea. Precisamente, porque la Unión Europea quiere tener una estructura integrada y un agro avanzado, aplica la política agrícola común, a la cual dedica la inmensa mayoría de los recursos de la región. Si no lo hiciera así, no habría campo europeo. Ha decidido justificadamente, para conseguir la seguridad alimentaria y la integración social, defender su producción primaria con el régimen de la política agrícola común.
Nosotros estamos, en virtud de nuestro subdesarrollo relativo, en una situación contraria. Por lo tanto, un Estado moderno tiene la obligación y el derecho de administrar los precios internacionales de fronteras hacia adentro para lograr los objetivos del desarrollo nacional, que consisten precisamente en tener una estructura diversificada y completa, que abarque desde la producción de recursos naturales hasta la industria de servicios complejos, con vistas a gestionar el desarrollo, incorporar conocimiento y tecnología y, en consecuencia, crecer. Esto nos confronta con nuestra estructura desequilibrada, según la cual en los sectores productores de bienes transables, que son aquellos que producen para exportar y que en el mercado interno...
(Manifestaciones en la barra.)
Sr. presidente (Cantero Gutiérrez): –Esta presidencia invita a pasar a un breve cuarto intermedio.
Se pasa a cuarto intermedio a la hora 12 y 34. Luego de unos instantes:
Sr. presidente (Cantero Gutiérrez): –Continúe, por favor, doctor Ferrer.
Sr. Ferrer: –Decía que en el mercado interno, los bienes transables...
(Manifestaciones en la barra.)
Sr. presidente (Cantero Gutiérrez): –Perdón, pero vamos a tener que pasar a un breve cuarto intermedio.
Se pasa a cuarto intermedio. Luego de unos instantes:
Sr. presidente (Cantero Gutiérrez): –La presidencia solicita a los presidentes de bloque que nos reunamos en la sala de la Comisión de Presupuesto y Hacienda para analizar los pasos a seguir.
Se pasa a cuarto intermedio a la hora 12 y 43. A la hora 14.30:
Sr. presidente (Cantero Gutiérrez): –Vamos a continuar la reunión, luego del cuarto intermedio, agradeciéndoles especialmente a los señores expositores esta espera que han tenido. Solicito le acerquen los micrófonos al doctor Aldo Ferrer.
Sr. Ferrer: –Gracias, señor presidente.
Muy brevemente en mi exposición de la mañana señalé que, a mi juicio, el debate sobre las retenciones está centrado en el tema de la redistribución del ingreso y que hay otra dimensión más importante, que en definitiva es determinante, que es la estructura productiva y por lo tanto habría que resolver el problema desde la perspectiva del desarrollo y de la transformación de esa estructura.
Por lo tanto, tenemos que procesar las señales que vienen del mercado internacional atendiendo a esta asimetría estructural según la cual, por ejemplo, la rentabilidad en la producción de soja puede asegurarse con un tipo de cambio de dos pesos, teóricamente.
Pero si queremos exportar –y tenemos que hacerlo– y competir en el mercado interno con importaciones, para la producción de máquinas, de textiles, productos químicos y otros bienes, necesitamos otro tipo de cambio. Tiene que haber tipos de cambio múltiples, diferenciales, que le aseguren rentabilidad a la totalidad de la producción de bienes transables, desde la soja hasta las cosas más sofisticadas que podamos hacer –como por ejemplo las que hace el Invap, los reactores nucleares, las cosas muy complejas que se exportan–, necesitamos tipos de cambio diferenciales.
El objetivo es asegurar la rentabilidad de la totalidad de los sectores productores de bienes competitivos transables tanto en el mercado interno como en el internacional.
Es por eso que el Estado nacional tiene la obligación y el derecho de administrar esas señales de precio que vienen de afuera, porque si no la estructura productiva la determina el mercado mundial y no la decisión de los habitantes del propio país. Por eso los países emergentes de Asia –-que están creciendo a tasas fenomenales–, lo que hacen precisamente es administrar las señales del mercado mundial siempre con tipos de cambio competitivos para asegurar el proceso de transformación y la inclusión en su estructura productiva de las actividades de frontera.
Esto es lo que justifica la existencia de tipos de cambio diferenciales. Por lo tanto, esto se puede hacer de varias formas: con tipos de cambio múltiples, con subsidios o con retenciones de tal manera que se asegure la rentabilidad de la producción de bienes primarios y la rentabilidad de los otros sectores.
Hoy en día este desafío es muy importante y se plantea de manera muy crítica porque estamos en un momento de transformación en el mercado internacional. La incorporación de centenar de millones de seres humanos de la India, China, de Asia en general, como grandes productores de bienes complejos y grandes consumidores, está provocando esta tendencia alcista de los recursos naturales y de los commodities. Esto pasa en toda América latina y en todos los países que producen este tipo de bienes.
Ahora, si nosotros cayéramos en la ilusión de pensar –como lo hicimos a fin del siglo XIX– que Argentina tiene futuro como granero del mundo especializado en un solo sector, no zafaríamos nunca del subdesarrollo. No hay ningún caso de un país que descanse esencialmente en sus recursos naturales que sean países desarrollados, aunque tengan petróleo, cobre, minerales, tierras tropicales, etcétera. La transformación productiva es esencial.
Los países como el nuestro –por ejemplo, Canadá y Australia, con los cuales nos hemos comparado durante mucho tiempo–, con una dotación de recursos semejante, son prósperos porque tienen un gran campo y tienen una gran industria. De otra forma, serían también países rezagados, como lamentablemente sigue siendo nuestro país.
De allí, entonces, insisto en la legitimidad, la obligación y el derecho que tiene un Estado nacional de administrar esas señales. Naturalmente, lo tiene que hacer con razonabilidad, en el marco de la discusión, del diálogo y de la buena información, para asegurar una buena participación de todos los actores sociales en el proceso de construcción de las políticas.
La política de tipo de cambio es un instrumento esencial, aunque no es toda la política económica. Nosotros tenemos experiencias muy penosas de dejar de apreciar el tipo de cambio a largo plazo, produciendo efectos devastadores, en primer lugar en la industria, pero finalmente también sobre el sector más competitivo en virtud de los recursos del país.
La política de tipo de cambio tiene que ser una política que asegure a largo plazo la competitividad de toda la producción simultáneamente con otras políticas de capacitación de recursos humanos, en tecnología, de apoyo a las actividades estratégicas.
Acá se plantean algunos temas respecto de la política cambiaria: ¿cuál es el indicador para mediarla?, ¿es el dólar o es el tipo de cambio multilateral? Como ha habido un proceso de apreciación de varias monedas respecto del dólar, el euro, el real brasileño, se supone que el tipo de cambio de referencia para determinar la competitividad es el tipo de cambio multilateral. En realidad, es el dólar porque operamos básicamente en el área dólar y la inmensa mayoría de nuestro comercio exterior, tanto de exportación como de importación, se denomina en dólar.
Por eso tenemos que estar muy atentos a este elemento de la evolución del tipo de cambio real de largo plazo.
El otro tema que suele ser polémico es el de la incidencia del tipo de cambio sobre el salario real. Se suele decir que un tipo de cambio alto competitivo deprime el salario real. En realidad, el determinante del salario real es el nivel de empleo porque el 90 por ciento del gasto de los trabajadores se hace en bienes y servicios producidos en el país.
Lo que importa es el salario real en pesos y tener un salario denominado en moneda competitiva internacional que asegure la rentabilidad del conjunto de la actividad productiva.
Entonces, este debate que se ha producido en torno de las retenciones y del conflicto que hemos vivido durante estos días es una ocasión extraordinaria para superar el tema y ubicarlo en el campo de la estrategia del desarrollo nacional.
El país está enfrentado a un cambio en el orden mundial y tiene que ubicarse en ese mundo, no simplemente como un gran productor de productos primarios sino también de manufacturas complejas, para las cuales tiene que atender a la diversidad y a las características propias de la estructura productiva argentina. Creo que si hacemos esto se abre una extraordinaria posibilidad para la Argentina.
En la historia contemporánea del país nunca se dieron circunstancias más favorables para hacerlo. Un país que soporta un conflicto de esta naturaleza necesariamente lo tiene que resolver en el marco de la Constitución y de la ley. Este es un hecho muy importante en un país que cuenta con una experiencia como la nuestra.
Un conflicto de esta naturaleza se produce en el marco de una economía ordenada, que soporta el conflicto y no pierde los equilibrios fundamentales ni en el presupuesto ni en la moneda ni en el tipo de cambio, con una fuerte exposición de reservas internacionales, que ha permitido incluso enfrentar turbulencias externas como la crisis hipotecaria en Estados Unidos.
Por lo tanto, las condiciones son excepcionales. Estamos viviendo en democracia, tenemos una economía ordenada y un contexto internacional altamente favorable.
Por eso, señor presidente, creo que el mejor resultado y la conclusión que deberíamos sacar de este conflicto que hemos vivido es discutir el tema fundamental, que no son las retenciones, sino la rentabilidad.
Hay que discutir la rentabilidad de la soja, de los textiles, de las máquinas, de los productos bioquímicos y de las cosas de alta complejidad. Tenemos que discutir la rentabilidad y asumir que el Estado nacional tiene la obligación y el derecho de administrar las señales del mercado internacional, sean las tasas de interés o los precios de los commodities para defender la transformación productiva que es indispensable para que la Argentina despliegue en plenitud todo su formidable potencial.
Los recursos humanos son valiosos. Nuestro territorio nacional, como lo destaqué en la primera intervención, es el octavo más grande del mundo. Es decir que tenemos todas las condiciones dadas para construir una economía moderna y avanzada, fundada en un dinamismo del campo que ha demostrado efectivamente una extraordinaria capacidad de transformación.
Varios sectores de la agricultura argentina operan hoy en la frontera tecnológica. Tenemos lo que se llama “agricultura de precisión”, que está operando en las fronteras, con los más altos niveles de productividad.
Creemos que ésta es una base fundamental de la riqueza argentina. Tenemos que integrarla en una visión transformadora de un país diversificado y complejo, capaz de dar empleo a su población con niveles crecientes de bienestar.
Vuelvo a insistir: el desarrollo moderno, como se acepta generalmente, depende esencialmente del conocimiento de la ciencia y la tecnología. Para poder cumplir con este requisito necesitamos tener una economía diversificada y compleja, generadora de empleo y de bienestar. Para eso tenemos que asumir las características de la estructura productiva y de nuestros precios relativos para administrar las señales de precios que vienen del mercado mundial, que no es el que tiene que definir la estructura económica argentina sino que tenemos que ser nosotros mismos.
Esa diferenciación de tipos de cambio múltiples, retenciones y subsidios tiene que ser el objeto de un debate permanente entre las políticas públicas y los creadores de riqueza.
Si somos capaces de hacer eso, no tengo ninguna duda de que el país va a salir ciertamente adelante, porque tiene una excepcional dotación de recursos para ponerse en marcha.
(Aplausos.)

UNIDOS POR UN BULLDOZER

TODO: Unidos por la retórica de las próximas elecciones.Unidos por la crueldad del crimen contra otro pueblo, la estulticia y el deseo de venganza permanente, la aspiración sine sie a humillar a los palestinos, a ponerlos de rodilla, a inventar, a refirmar "el carácter" del goliat de medio Oriente incapaz de derrotar y doblegar al pueblo palestino...

UNIDOS POR UN BULLDOZER

Gilad Atzmon − Rebelión
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens


Según Haaretz, el servicio de seguridad, el Procurador General del ejército israelí, el Ministro de Defensa Barak y el propio primer ministro Olmert apoyan todos la demolición de casas de terroristas.


No se puede decir gran cosa; por fin, los judíos comienzan a ponerse acuerdo sobre algo entre ellos, no sólo están de acuerdo, incluso compiten entre sí para ver quien es el más elocuente al respecto. Todos quieren encabezar el actual campeonato hebreo de beligerancia. Cada uno trata de forjar y reforjar una imagen auténtica de venganza. Tal vez haya que admitirlo: la compasión no es una característica apreciada en el Estado judío.
En los hechos, es casi divertido leer las declaraciones de Olmert:
“Éste es un ataque que vino desde Israel contra Israel,” dice el observador primer ministro israelí. “Crea una cadena de situaciones que nunca pensamos que tendríamos que encarar en el pasado.” Sigue diciendo, y no sé si reír o llorar. Israel invierte tanto esfuerzo en una discriminación basada en la raza de sus ciudadanos palestinos (a los que ellos mismos ponen la etiqueta de ‘árabes israelíes’ en lugar de sólo compatriotas israelíes) sin embargo, de alguna manera no llegan a predecir que algún todo pueda estallar. Honestamente, me cuesta creerlo. Sin embargo, en esto el señor Olmert casi me atrapa: “Nosotros,” dice, “hemos invertido miles en la construcción de...” Alto ahí... En este punto realmente necesito un descanso de esta basura. Tengo que tomar un poco de agua. Obviamente cuento con que Olmert siga el mantra ciego de la derecha israelí:
‘Hemos invertido miles en la construcción de infraestructura y educación y casas para los ancianos en todas esas aldeas palestinas y ellos, en lugar de agradecernos, todo lo que hacen esos ingratos es venir y matarnos.’
Pero sabéis que más, me equivoco, Olmert no lo dice, más bien dice la verdad. Éstas son sus palabras:
“Hemos invertido miles en la construcción de una cerca de seguridad. Aunque ha sido muy efectiva, resulta que una cerca no nos puede dar la respuesta al problema del terror que proviene de nuestro lado.”
Sí, es verdaderamente muy triste que los israelíes descubran esta realidad. Su megalomaníaco muro de hormigón armado de 12 metros de alto – que por algún motivo llaman ‘cerca’, no los salvó. No les suministró seguridad. La conversión de Gaza en un campo de concentración tampoco salvó a Sederot y Ashkelón de ser atacadas por cohetes Qassam. No precisa ser un genio para adivinar que para cuando terminen la ‘cerca’ Herzeliya, Ramat Asharon y Tel Aviv se verán sometidas a la misma suerte. Más vale que Israel se prepare a construir un techo sólido de hormigón sobre sus áreas pobladas. Como soy sensible al uso poético de palabras por los israelíes, ya puedo adivinar que llamarán a ese techo algo como ‘nube defensiva’, ‘cielo de seguridad’ o incluso ‘arco iris de hormigón’.
Sin embargo, hay que decir la verdad: Hay quienes no están enteramente de acuerdo con Olmert. Uno de ellos es el violador condenado y Vice-Primer Ministro Haim Ramon (Kadima) quien dijo a la Radio del Ejército el jueves por la mañana que Israel debiera tratar a los vecindarios de Jerusalén Este de Jabel Mukaber y Zur Baher como aldeas palestinas, y revocar la condición de residencia permanente de los que viven allí.
Para quienes no lo saben, el Vice-Primer Ministro violador Ramon es el arquitecto tras la así llamada ‘cerca de seguridad.’ Al parecer ahora quiere modificar su siniestra idea original. De ser un muro aburrido de seguridad de hormigón sólido, ahora sugiere que el muro pase a tener una característica elástica detrás de la cual puedan ser encerrados los ‘árabes malos’. Una vez que un ‘árabe’ sea malo o incluso sólo viva cerca de uno malo, deberíamos colocar toda una aldea detrás del muro o simplemente despojar a todos sus habitantes de su residencia. Por cierto, el Estado judío se está convirtiendo en más y más dinámico e innovador en cuanto a sus nuevos muros de gueto emergentes y sus infames medidas de discriminación racial.
Lo que dijo Ramon fue:
“Una de las razones principales para que el ataque fuera realizado ayer con tanta facilidad fue que hay aldeas palestinas que por algún motivo son llamadas Jerusalén... Tienen que ser tratadas como tratamos a Ramala, Belén, Jenín y Nablus... Son aldeas palestinas que nunca formaron parte de Jerusalén, fueron anexadas a la ciudad en 1967. Jamás ningún israelí ha estado allí, ni va cerca.”
Esto lo dice todo: “Jamás ningún israelí ha estado, ni va cerca.”
Nadie puede definir el sentimiento judeocéntrico mejor que Ramon. La ciudadanía de un palestino que aparentemente porta una tarjeta de identidad israelí sería definida por su relevancia a un judío israelí. Según Ramon, si un ‘israelí’ no visita una aldea árabe, la aldea debería ser puesta entre muros. Se podría preguntar - ¿y qué pasa con las aldeas palestinas dentro de Israel que no estén ubicadas cerca del muro y a pesar de ello no sean visitadas por judíos israelíes? Si les damos tiempo, los israelíes harían una limpieza étnica o las rodearían con cercas.
El mensaje es claro. Los israelíes están ciertamente unidos, y es bueno que sean tan unidos porque nos permite ver de qué trata exactamente el Estado judío. Desgraciadamente, no hay un socio para la paz en la sociedad israelí. La solución de dos Estados es un sueño húmero, y un solo Estado no es una solución. Va a suceder gracias a los hechos en el terreno, lo que es conocido como el arma palestina extrema, la así llamada bomba demográfica.
El Estado judío se encuentra en su mismísima última fase decadente. Al parecer, sus dirigentes no tratan de seguir ocultando su inmoralidad. El grado de mal que hacen a diario los consumirá antes que cualquier otra cosa. Una cultura que se nutre de odio y de represalias está condonada a desmoronarse. Sólo hay que mantener la presión y denunciarlos por lo que son junto con sus partidarios entre nosotros.
Desgraciadamente, y es ciertamente una tragedia, los palestinos están en las primeras líneas de la batalla más crucial por un mundo mejor. Los palestinos han sido atrapados en un grave enfrentamiento con una identidad nacional judía esquizofrénica, fantasmagórica, sedienta de sangre, egocéntrica, que no tiene clemencia.
En estos días, cuando Israel y los grupos de presión que lo apoyan, hacen manifiestamente lo que pueden para arrastrarnos a una tercera guerra mundial, lo menos que podemos hacer es apoyar a Palestina. Tal como están las cosas, una nación pequeña, menesterosa, enfrenta totalmente sola lo que parece ser el peor enemigo de la paz del mundo: es decir Israel. Por desconsolador que sea, esta batalla palestina es nuestra batalla. Liberar Palestina es salvar a la humanidad.
Segunda parte: Y pienso en mi interior...
Hay una pequeña historia que me ha estado preocupando estos últimos dos días.
Ya que ni una sola organización palestina combatiente por la libertad ha reivindicado la responsabilidad por el evento con el bulldozer de hace dos días, me pregunto por qué los israelíes están tan seguros de que se trató de un acto de terrorismo.
Podría ser que el hombre estaba ligeramente desquiciado; podría haber tenido una pelea por teléfono con su mujer o alternativamente una ardiente disputa con su jefe israelí que lo llevó a perder la chaveta.
Supondría que para declarar que un incidente es un acto de terror, habría que establecer primero una motivación o un escenario terrorista. Sin establecer una motivación semejante estamos condenados a admitir que se trata de un caso criminal que debe ser investigado. Deberíamos abstenernos de sacar conclusiones precipitadas.
A pesar de ello, en este caso los israelíes parecen estar totalmente convencidos. Para ellos, no cabe ninguna duda de que el hombre del bulldozer no era nada más y nada menos que un terrorista asesino.
Para los israelíes, un hecho se convierte en un acto de terror en cuanto un judío ha sido aterrorizado (idealmente, pero no necesariamente, por un no judío).
Pero ésta es la peculiaridad aterradora:
Ya que cada judío del planeta puede ser potencialmente aterrado por casi todo y por cualquiera, estamos condenados a admitir, que en lo que concierne a los judíos, el universo y sus habitantes pueden ser definidos como actos potenciales de terror. En la medida en que el calentamiento global y el cáncer pueden aterrorizar a algunos judíos, todos somos terroristas potenciales sólo por existir y gritar la verdad.
Al saber de Olmert y sus escuadrones de demolición de casas, sugiero que tomemos algunas medidas y que nos preparemos para que demuelan nuestras viviendas. Si tenemos suerte, Haim Ramon terminará por erigir una ‘cerca de seguridad’ alrededor de nosotros.
Hay que decir la verdad. Antes de la emancipación judía, eran los judíos los que se encerraban voluntariamente detrás de muros; gracias al auge de la todopoderosa superpotencia regional Israel, son ahora los judíos (israelíes) quienes encierran a los ‘goyim’ (palestinos) detrás de los muros, contra su voluntad. Desde una perspectiva nacionalista judía, este giro se realiza como un logro importante.
Más vale que tengamos en cuenta que el arsenal israelí de cientos de bombas atómicas tampoco existe como decoración o para realizar ayuda humanitaria. Un arma nuclear que es introducida en el primer acto será puesta en acción después de la mismísima escena final. Y por si no lo ves, han preparado suficientes para todos nosotros. Obviamente tuvieron un motivo.

http://www.gilad.co.uk
http://www.myspace.com/giladaztmon
http://palestinethinktank.com/2008/07/04/united-by-a-bulldozer-and-i-think-to-myself-by-gilad-atzmon/