05 abril 2009

JUSTICIA A MEDIDA

Justicia a medida

El fiscal general militar de Israel necesitó solo dos días para cerrar las investigaciones sobre atrocidades cometidas por el ejército en la reciente ofensiva en Gaza, pese a las denuncias reveladas por la prensa y a no tomar un solo testimonio de testigos palestinos. El mensaje a los soldados es claro: se puede matar a gusto, que nada les pasará. Ahora solo queda apelar a la justicia internacional.

Por Gideon Levy

Cualquiera que se preocupe por el cumplimiento de la ley y la imagen moral de Israel y esté angustiado porque sus soldados pueden haber cometido crímenes de guerra en Gaza, ahora puede suspirar con alivio. El fiscal general militar, brigadier general Avichai Mendelblit, pidió que la investigación sobre la conducta de soldados durante la operación Plomo Fundido se cierre. Una rápida operación de justicia instantánea enterró una historia que había estremecido al mundo. Hay jueces en Jerusalén, y un fiscal general en Tel Aviv. Todo lo que necesitaron para tomar la decisión fueron uno o dos días, ningún testimonio palestino fue considerado necesario. No hubo investigación real en absoluto; el caso estaba resuelto desde antes de iniciarlo.

La eficaz y escandalosa conducta de Mendelblit demuestra más allá de toda duda lo que todos ya sabíamos: su oficina es una máquina propagandística, un apéndice de las actividades de información de las Fuerzas de Defensa de Israel. Es a la justicia lo que las marchas militares a la música, como dijo alguna vez el estadista francés Georges Clemenceau.

Es inconcebible pensar que las FDI podían investigarse. No tienen la menor intención de hacerlo. Así como la policía no investiga las sospechas contra ella, las Fuerzas de Defensa tampoco investigan los cargos contra sus soldados. Permitamos que las Fuerzas de Defensa tengan un cuerpo similar al Departamento de Investigación Policial del Ministerio de Justicia. Sólo un sistema judicial independiente puede considerar los graves interrogantes que se levantan sobre las muertes y los estragos en Gaza.

Mientras medio mundo sigue con inquietud las sospechas sobre la comisión de crímenes de guerra, uso de fosforoso blanco contra civiles, destrucción desproporcionada y ataques a los equipos médicos e instalaciones de las Naciones Unidas en territorio palestino, el fiscal general militar ha lanzado su veredicto: los testimonios de los soldados eran rumores. En otros términos, ellos mintieron, nuestro ejército es prístino y nuestras armas puras. Mendelblit complació a sus superiores. El fiscal se convirtió en abogado, el investigador protegió a sus sospechosos.

Nada distinto podría esperarse. Desde el día que el fiscal general militar anunció que, a diferencia de lo sucedido en la primera Intifada, cada muerte en los territorios se investigaría, la batalla ética quedó condenada. Si la matanza de 4.747 palestinos de la segunda intifada -942 de ellos mujeres y niños, según B'Tselem- fue seguida por solo 30 acusaciones, cinco juzgamientos y una sola sentencia de prisión, las Fuerzas de Defensa están enviando un mensaje claro: la matanza de civiles palestinos no es tema de preocupación para el sistema de justicia militar.

Así, el mensaje a los soldados resulta claro: mate como quiera, que nada le pasará, el ejército ni siquiera lo molestará. Ahora, después de 1.300 muertes en Gaza, el fiscal general militar confirmó esta política. Cualquiera que sea respetuoso de la ley en Israel se debe de haber inquietado por esta decisión, pero nuestro ejército de abogados está preocupado por otras cosas.

Si las Fuerzas de Defensa de Israel tuvieran un sistema de justicia verdaderamente independiente, habrían sido las primeras en investigar lo que pasó en Gaza. Si el ejército se preocupara por la moralidad de sus soldados, la verdad de lo ocurrido no habría estado esperado ser descubierta por Haaretz (el diario israelí que reveló las atrocidades). Pero las Fuerzas de Defensa Israelíes no quiere investigaciones, y el fiscal general hace lo que se le pide. La decisión de Mendelblit cerró las puertas que quiere abrir el resto del mundo. Quienes quieran una respuesta real en Israel deberán esperar que las instituciones internacionales investiguen lo que pasó en Gaza y quién es culpable. Si los israelíes partidarios de la ley no reciben ninguna satisfacción legal en el país, tienen el derecho y el deber de requerir una investigación internacional. Sí, Israel también tiene gente preocupada por lo que ocurrió en Gaza, y la decisión del fiscal general militar va más allá del escenario de las matanzas. Cualquiera que tenga la imagen de Israel como un país en que la ley está basada solamente en la Corte Suprema de Jerusalén, está profundamente equivocado. Mendelblit construye nuestra imagen tanto como el presidente de la Corte, Dorit Beinisch. Es más, algunos de los profesionales del defectuoso y controvertido sistema de justicia militar pasan a liderar el sistema de justicia civil, contaminándolo con los mismos defectos de las Fuerzas de Defensa.

Israel no puede ser considerado un país respetuoso de la ley si en el fondo está regido por este circo grotesco llamado sistema de justicia militar. Sólo cuando se separe de su dependencia de las Fuerzas de Defensa y un sistema de justicia civil investigue al ejército sabremos que tenemos un ejército legal y un estado legal. Hasta entonces, todo lo que nosotros podemos hacer es mirar a La Haya.
La fuente: El autor es columnista del diario israelí Haaretz (Tel Aviv, Israel). La traducción del inglés pertenece a Sam More para elcorresponsal.com.

BIBERMAN Y CÍA




Biberman y Cía.(TEXTO TOMADO DE "EL CORRESPONSAL")

Con la incorporación del Partido Laborista al gobierno de derecha de Israel, Netanyahu logró de un golpe convertir un gobierno que habría sido visto por el mundo como un manojo de extremistas, nacionalistas, racistas y fascistas en un gobierno sensato y equilibrado. Todo esto sin cambiar su carácter en lo más mínimo.
Por Uri Avnery
¿Es éste el gobierno de Biberman (Bibi Netanyahu y Avigdor Lieberman) o quizás de Bibarak (Bibi y Ehud Barak)?

Ni uno ni otro. Es el gobierno de Bibiyahu.

Benjamin Netanyahu ha demostrado ser un político consumado. Ha comprendido el sueño de cada político (y actor de teatro): un buen lugar en la escena. En su nuevo gobierno, él puede hacer jugar a los fascistas de la derecha contra los socialistas de la izquierda; a los seculares de Lieberman contra los ortodoxos de Shas. Una situación ideal.

La coalición es lo suficientemente grande para permanecer inmune al chantaje de cualquiera de sus partidos componentes. Si algunos miembros del Laborismo rompen la disciplina de la coalición, Netanyahu todavía tendrá mayoría. Lo mismo si los derechistas son el problema. O si los ortodoxos intentan clavarle a la alianza un cuchillo en la espalda.

Este gobierno no se compromete a nada. Sus "pautas básicas” -firmadas por todos los integrantes del nuevo gobierno israelí- son completamente nebulosas. (Además, las pautas básicas no tienen valor. Todos los gobiernos israelíes han quebrado las suyas sin mover un párpado. Ellos siempre demuestran ser caucho verifica.)

Todo esto fue adquirido por Netanyahu a precio de liquidación -promesas de unos pocos millones de poder económico que no sueña con cumplir. La tesorería está vacía. Hay una frase célebre de uno de sus predecesores en el puesto de primer ministro, Levy Eshkol: “Yo prometí, pero yo no prometí mantener mis promesas.”

Él también les dio ministerios a todos y varios. Este pequeño país tiene 27 ministerios y seis ministros diputados. Y si hubiera sido necesario, Netanyahu les habría dado un sillón ministerial a cada uno de los 74 miembros de la coalición.

La cima de su logro fue la adquisición del Partido Laborista para su gobierno.

En un solo golpe convirtió un gobierno de leprosos que habrían sido vistos por el mundo como un loco manojo de extremistas, nacionalistas, racistas y fascistas en un gobierno sensato y equilibrado de centro. Todo esto sin cambiar su carácter en lo más mínimo.

El partidario más ardiente de esta maniobra fue Lieberman, el nuevo ministro de Relaciones Exteriores de Israel. Este racista extremo, este hermano espiritual del francés Jean-Marie Le Pen y del austríaco Joerg Haider (yo espero que ambos, el vivo y el que está muerto, no se sientan insultados), estaba verdaderamente ansioso de lograrlo. En su imaginación él se habrá visto extendiendo su mano a Hillary Clinton para quedarse con el brazo balanceándose en el aire. Acercándose para besar a Angela Merkel para verla retirándose horrorizada. Desagradable.

La incorporación del Partido Laborista resuelve todos los problemas. Si los socialdemócratas están uniéndose al gobierno, esto quiere decir que todo lo que se dice sobre el fascismo no tiene sentido. Obviamente, Lieberman ha sido mal interpretado. Ha sido acusado falsamente. No es en absoluto un fascista, Dios lo permita. No es un racista. Es simplemente un demagogo de derecha tradicional que se aprovecha de las emociones básicas de las masas para cosechar votos. ¿Qué político electo podría objetar esto?

De hecho, el gobierno entero ha recibido un certificado kosher por Ehud Barak. Él continúa la gloriosa tradición de prostitución política del Partido Laborista. En 1977, Moshe Dayan entró en el nuevo gobierno de Menachem Begin y le dio su certificado kosher, cuando el mundo entero empezaba a considerarlo un aventurero nacionalista peligroso. En 2001, Shimon Peres se sumó al nuevo gobierno de Ariel Sharon y le dio un certificado kosher, cuando el mundo entero veía en Sharon al hombre responsable de las masacres de Sabra y Shatila.


¿Por qué Barak hizo esto? ¿Por qué la mayoría del Partido Laborista lo apoyó?

El Laborismo es un partido de gobierno. Nunca ha sido otra cosa. Ya en 1933 tomó el control del movimiento sionista, y desde entonces gobernó el Yishuv (la comunidad judía en Palestina antes de 1948) y el Estado sin interrupción hasta el ascenso de Begin en 1977. Durante 44 años consecutivos ejerció un poder ilimitado sobre la economía, el ejército, la policía, los servicios de seguridad, el sistema educativo, el sistema de salud y la Histadrut, la por entonces poderosa federación obrera.

El poder es parte del ADN del partido. Es mucho más que una cuestión política, es su carácter, su mentalidad, su visión del mundo. El partido es incapaz de ser opositor. No sabe qué es eso ni tampoco qué hacer desde allí.

Yo observé a los legisladores laboristas en la Knesset (Parlamento) durante los cortos períodos que fueron oposición. Se los veía abatidos, fúnebres. Docenas de ellos vagaban por los corredores, como fantasmas, solitarios como almas perdidas. Cuando levantaron el rostro, parecían voceros del gobierno.

El Likud padece el síndrome opuesto. Sus predecesores estuvieron en la oposición a lo largo de los días del Yishuv y durante los primeros 29 años del Estado. La oposición está en la sangre de los likudistas. Incluso ahora, después de muchos años en el gobierno (aunque con algunas interrupciones), se comportan como opositores. Ellos son los eternos disccriminados, miserables y amargos, gente que mira desde afuera, llena de odio y envidia.

Ehud Barak personifica el síndrome de su partido. Todo se le debe a él. El poder se le debe a él, el Ministerio de Defensa se le debe a él. A mí no me hubiera sorprendido si él hubiera insitido en introducir una claúsula en el acuerdo de coalición que lo nombrara ministro de Defensa de por vida (y a su soldado de caballería, Shalom Simchon, ministro de Agricultura de por vida). Los gobiernos vienen y los gobiernos se van, pero Ehud Barak debe ser el ministro de Defensa -sea el gobierno derechista o izquierdista, fascista o comunista, ateo o teocrático. No importa cómo ejerza su trabajo, su apreciación no puede ser nada menos que perfecta.

¿Así es que qué hará este gobierno? ¿Qué puede hacer?

En el tema más importante, hay unanimidad completa. Lieberman, Netanyahu, Barak, Ellie Yishai de Shas y Danny Hershkovitz del partido “Hogar judío”, todos están de acuerdo sobre los palestinos. Todos ellos coinciden en la necesidad de prevenir el establecimiento de un estado palestino real. Todos ellos están de acuerdo en no hablar con Hamas. Todos ellos apoyan la ampliación de los asentamientos. Durante el gobierno de Barak como primer ministro, los asentamientos crecieron aun más rápido que durante la cadencia de Netanyahu. Lieberman se reconoce como un colono, el partido de Hershkovitz representa a los colonos. Todos ellos creen que no hay necesidad de paz, que la paz es mala para nosotros. (Después de todo, fue Barak, y no Netanyahu ni Lieberman, el que acuñó la frase “No tenemos ningún compañero para la paz”.)

¿De manera que cuál será la plataforma real de este gobierno?

En cuatro palabras: decepción para todos nosotros.

En el camino escogido el engaño puede tropezar con una gran piedra: los Estados Unidos de América.

Mientras Israel hizo un brusco grio hacia la derecha, EE.UU. ha hecho un gran salto hacia la izquierda. Apenas puede imaginarase un contraste mayor que el existente entre Benjamín Netanyahu y Barack Obama. O entre los dos Bara(c)ks, Barack Obama y Ehud Barak

Netanyahu es consciente de este problema, quizás más que cualquier otro líder israelí. Él creció en los EE.UU., después de que su padre, profesor de historia en Jerusalén, fue privado de su lugar en el mundo académico debido a sus posiciones derechistas y emigró a los Estados Unidos. Allí, Benjamín asistió al secundario y a la universidad. Habla el inglés norteamericano tan fluidamente como un viajante de comercio.

Si hay una cosa que une a prácticamente todos los israelíes, sean de derecha o de izquierda, es la convicción de que la relación entre Israel y los EE.UU. es fundamental para la seguridad del Estado. Por consiguiente, la preocupación principal de Netanyahu es prevenir una fractura entre los dos países.

Barak, precisamente, fue admitido en el gobierno para evitarlo. Netanyahu quiere visitar la Casa Blanca con Barak, no con Lieberman a su lado.

La fractura parece inevitable. Obama quiere crear un nuevo orden en el Medio Oriente. Él sabe que el conflicto israelí-palestino envenena la atmósfera contra los Estados Unidos entre los árabes y, de hecho, en todo el mundo musulmán. Él quiere una solución al conflicto, exactamente lo que Netanyahu y sus compañeros quieren evitar a cualquier precio, excepto al precio de una fractura con los Estados Unidos.


...

Dsde los principios del sionismo, sus líderes han sabido que su visión necesita una gran dosis de medida grande de hacer-creencia. Es imposible tomar un país habitado por otro pueblo sin enmascarar el objetivo, desviando la atención, escondiendo los actos en el trasero molido una pantalla de palabras floridas.

Todos los estados mienten, por supuesto. Hace 400 años, un diplomático británico, Sir Henry Wotton, observó: “Un embajador es un hombre honrado enviado a mentir en el extranjero para el bien de su país.” Debido a las circunstancias especiales de su empresa, los sionistas han tenido que usar el engaño quizás de manera más frecuente.

Ahora la tarea es presentar al mundo, y sobre todo a los EE.UU. y Europa, una pintura falsa, que pretenda que nuestro nuevo gobierno está anhelando la paz, actúa por la paz, remueve cada piedra en busca de la paz, mientras hace exactamente lo contrario. El mundo quedará sumergido en un diluvio de declaraciones y promesas, acompañado por muchos gestos sin sentido, conferencias y reuniones.

La gente que sabe oír ya está oyendo a Netanyahu, Lieberman y Barak que empiezan a mencionar “la iniciativa de paz árabe”. Ellos hablarán sobre esa iniciativa, la interpretarán y la aceptarán ostensiblemente mientras imponen condiciones para vaciarla de su contenido.

La gran ventaja de esta iniciativa es que no viene de los palestinos, y por consiguiente no requiere de negociaciones con ellos. Como la fenecida “Opción jordana” y otras de su tipo, sirve como sustituto del diálogo con los palestinos. La Liga Árabe incluye a 22 gobiernos, algunos de los cuales cooperan furtivamente con el liderazgo israelí. En ellos pueden confiarse para no estar de acuerdo entre ellos en algo práctico.

Pero el engaño, como bailar el tango, requiere de dos: uno que engaña y uno que quiere ser engañado.

Netanyahu cree que Obama querrá ser engañado. ¿Por qué querría enemistrarse con Israel, confrontar al poderoso lobby pro israelí y al Congreso norteamericano, cuando puede conformarse con palabras consoladoras de Netanyahu? Y no mencionemos a Europa, dividida y dominada por la culpa del Holocausto, y al patético Tony Blair, moviéndose alrededor como un fantasma inquieto.

¿Obama está listo para jugar, como la mayoría de sus predecesores, el papel del amante engañado?

El gobierno de Biberman/Bibarak/Bibiyahu cree que la respuesta es un resonante sí. Yo espero que sea un resonante no.

La fuente: Uri Avnery es periodista, ex legislador y pacifista israelí. La traducción del inglés pertenece a Sam More para elcorresponsal.com.

ADIÓS NONINO

Adiós nonino

Por Adriana Cabrera Esteve Dirigente del PVP-FA

Cada vez que escucho Adiós Nonino de Piazzolla me pregunto cómo se le dice adiós a un padre desaparecido. El réquiem, los obituarios, todos esos rituales que el ser humano ha creado para expresar su más íntima necesidad de despedir a las personas queridas, no parecen funcionar cuando se trata de un desaparecido.
"Dicen que no están muertos" y sin embargo lo están. No están vivos, y sin embargo, también lo están.
Están en ese lugar, suspendidos en el tiempo donde las despedidas no existen.

El 5 de abril se cumplen treinta y tres años del secuestro de mi padre, Ary Cabrera Prates. Número emblemático para él, si lo hay. En comparación con otros hijos de desaparecidos, fui afortunada. Lo conocí. Fue mi amigo. Tengo en la memoria pequeños y grandes recuerdos. Cuando me hacía trencitas para ir a la escuela. Durante las visitas en el cuartel de San Ramón luego de haber sido detenido en la escuela de Villa García, durante una reunión clandestina del gremio de bancarios, en la década de los ´60. Trayéndome mandarinas para alimentar mi embarazo adolescente durante la Huelga General. O de los múltiples encuentros en plazas y boliches en la ciudad de Buenos Aires.
En un boliche, precisamente nos vimos pocos días antes de su detención. Mi hijo, entonces de dos años, tuvo allí el último encuentro con su abuelo. Yo también, pero no lo sabíamos. Luego, nos acompañó a la parada. Un ómnibus, una silueta que se aleja, una última sonrisa.
Ese debió haber sido el adiós. Pero no lo fue. Como nos pasa a la mayoría de los familiares de detenidos desaparecidos, ellos vuelven en nuestros sueños y allí queremos retenerlos. Aunque sea.
Ese adiós queda siempre trunco. No porque sí.
Los seres humanos vivimos en diálogo con los otros. Cuando un ser querido tiene frío, lo abrigamos, cuando tiene hambre, lo alimentamos, cuando enferma lo cuidamos, cuando muere lo enterramos, cuando es víctima de un crimen reclamamos que se haga justicia. Así ha sido desde los primeros núcleos humanos. Y para todo eso nos organizamos como colectivo. Como sociedad nos ayudamos para procurarnos el alimento, la salud, y también para construir las instituciones que aseguren el libre desempeño de la justicia.
Esa es la parte que faltó durante estas tres últimas décadas. Primero por la dictadura, luego por la Ley de la Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado, luego con el resultado del referéndum para derogar la ley, y luego, lo más duro quizá, la cultura de impunidad que se instaló entre nosotros y que no nos permitía encarar con dignidad los problemas que emanaban de nuestra historia reciente.
En ese marco, los familiares, las organizaciones sociales y los partidos políticos que seguíamos hablando de verdad y justicia pasamos a ser presencias incómodas en nuestra sociedad. De acuerdo a las leyes de la política, a los partidos y las organizaciones se las podía estigmatizar para sacarlas del ruedo, pero a los familiares... Era difícil. Con qué argumentos.
Sin embargo, en la construcción de la verdad histórica, se crea una sinergia propia. Hecha de los protagonistas, de los testigos, de los que investigaron, de los que denunciaron, de los que apoyaron y dieron aliento, a lo largo de décadas.
Hace poco me tocó escuchar a un par de viejas vecinas de El Tropezón, en la ciudad de Buenos Aires, lugar donde vivía mi padre, la forma en que había sido secuestrado. En medio de la noche, con un gran operativo militar, sacado a rastras de su casa luego de resistir tres o cuatro horas. Más vívida, reconocí la misma versión que me había llegado poco después de los hechos, y que había sido brindada por un compañero anónimo, que había corrido el riesgo de preguntar entre los vecinos, en medio de la represión del ´76 y hasta se había animado a tomar fotos de la casa. Los impactos de bala en las paredes, el portón roto. Señas de la violencia de esa noche. Ahora que es más fácil hablar, es necesario reivindicar el papel de esos, los compañeros que se jugaban el pellejo para saber qué pasaba. Los que apoyaron a los familiares y les dijeron con quién hablar cuando viajaban a Buenos Aires. Y también, a los familiares, como Luz Ibarburu, Violeta Malugani, o María Esther Gatti de Islas que recorrieron los lugares de represión buscando a sus hijos. Buscándolos a todos. También a las denuncias que se presentaron en el exilio, elaborando dossiers y llevándolos a diferentes organismos internacionales con la esperanza, entonces, de encontrarlos vivos. Con compañeras como Tota Quinteros, Marta Casal de Gatti, Ignacio Errandonea, estuvimos en esas lides. Con una verdad inacabada por supuesto, como todas las verdades, perfectible.
Hoy, 33 años después, tenemos la primera condena a los mandos militares por la desaparición de 28 uruguayos detenidos en Argentina, entre ellos mi padre. Hombres y mujeres que habían sido detenidos, torturados, robado sus hijos, y trasladados a Uruguay para ser asesinados. Es un hecho histórico que abre por primera vez la posibilidad de que esta sociedad pueda mirarse al espejo, reconocerse tal cual es, sin indignidades. Y fundamentalmente, pueda mirar a sus hijos, las nuevas generaciones sin la vergüenza de heredarles heridas abiertas que no supo curar.
Fue difícil que se entendiera el papel que juega la justicia en todo esto, única garantía de no repetición de los crímenes. Desde las posiciones de los familiares que habían arriado la bandera de la justicia por considerarla una utopía inviable, a los que pensaban que presentar denuncias utilizando los agujeros que proporcionaba la Ley de Caducidad era una forma de aceptarla. Pero lo hicimos. Presentamos denuncias en Uruguay y en Argentina que hoy siguen su curso.
También, progresivamente va siendo comprendida por todos, la importancia de una campaña de recolección de firmas por la nulidad de la Ley de Caducidad que permita que se reabran las causas archivadas en el marco de la impunidad. Un numeroso grupo de familiares hemos trabajado desde la primera convocatoria en el impulso de ésta iniciativa, junto a las otras organizaciones de la Coordinadora y ya estamos casi en el número de firmas suficiente para garantizar la consulta popular.
Hoy, 33 años después del secuestro, por primera vez podemos albergar la esperanza de que quizá... quizá ahora estemos a la altura de lo que el sacrificio de nuestros desaparecidos merece. Memoria, verdad, justicia y NUNCA MÁS.