14 febrero 2008

"COMPARTIMOS UNA TIERRA Y UN DESTINO"


TODO: ¿qué dirán de Daniel Barenboim? ¿Que es un apóstata? ¿Un idiota "compañero de ruta" de los "terroristas" palestinos? El aparente complejo de inferioridad judío, el ver "antisemitas en cada esquina", el no aceptar la absoluta legitimidad y el derecho a hacer críticas a los sucesivos gobiernos del estado de Israel, desde 1967 hasta la fecha, el silencio del mundo ante los asesinatos y la impunidad de los responsables de estos crímenes cometidos contra la población palestina, se ha convertido en una constante política de terrorismo de estado.
Daniel Barenboim, como otros israelíes lúcidos, no acepta las imposiciones del poder (no aceptan), no considera las reglas de juego, tramposas, unilaterales. El aparato de propaganda del estado, el lavado de cerebro permanente que se les hace a los israelíes trae como secuela la conformación plural sobre una sola base: la aniquilación del pueblo palestino.



Por Daniel Barenboim

La Nación, Milán 2008
9 de febrero de 2008

Con frecuencia he afirmado que los destinos de los pueblos palestino e israelí están indisolublemente unidos, y que no hay solución militar para el conflicto. Mi reciente aceptación de la nacionalidad palestina me ha dado la oportunidad de demostrarlo de manera más tangible. Cuando mi familia se trasladó a Israel desde la Argentina en la década de 1950, una de las intenciones de mis padres era ahorrarme la experiencia de crecer como parte de una minoría... una minoría judía. La tragedia de eso es que mi generación, a pesar de haber sido educada en una sociedad cuyos aspectos positivos y valores humanos han enriquecido enormemente mi pensamiento, ignoró la existencia de una minoría dentro de Israel -una minoría no judía- que había sido la mayoría en toda Palestina hasta la creación del Estado de Israel, en 1948. Parte de la población no judía permaneció en Israel, y el resto se marchó por miedo a ser desalojada por la fuerza.
En el conflicto palestino-israelí ha habido, y aún hay, una incapacidad de admitir la interdependencia de las dos voces. La creación del Estado de Israel fue consecuencia de una idea judeo-europea que, si pretende extender su leitmotiv al futuro, debe aceptar la identidad palestina como leitmotiv igualmente válido. Es imposible ignorar el desarrollo demográfico: en Israel los palestinos son una minoría, pero en rápido crecimiento, y ahora es más necesario que nunca escuchar su voz. Los palestinos hoy constituyen aproximadamente el 22% de la población de Israel. Es un porcentaje mayor que el representado por una minoría judía en cualquier país en cualquier período de la historia. El número total de palestinos que viven en Israel y en los territorios ocupados (es decir, en el Gran Israel para los israelíes o en la Gran Palestina para los palestinos) es mayor que el de la población judía.
En este momento, Israel se enfrenta simultáneamente con tres problemas: la naturaleza del moderno Estado democrático judío -su identidad misma-, el problema de la identidad palestina dentro de Israel y el problema de la creación de un Estado palestino fuera de Israel. Con Jordania y Egipto fue posible alcanzar lo que puede describirse como una paz helada sin cuestionar la existencia de Israel como Estado judío. Sin embargo, el problema de los palestinos dentro de Israel es mucho más difícil de resolver, tanto teóricamente como en la práctica. Para Israel significa, entre otras cosas, reconocer el hecho de que la tierra no estaba deshabitada ni yerma, no era "una tierra sin un pueblo", como lo establecía una idea difundida en el momento de su creación. Para los palestinos, implica aceptar el hecho de que Israel es un Estado judío y de que está aquí para quedarse. Los israelíes, no obstante, deben aceptar la integración de la minoría palestina aun cuando eso implique cambiar ciertos aspectos de la naturaleza de Israel; también deben aceptar que la creación de un Estado palestino junto al Estado de Israel es justificada y necesaria. No solo no existe la alternativa, ni la varita mágica, que haga desaparecer a los palestinos, sino que su integración es condición indispensable -en el campo moral, social y político- para la supervivencia de Israel. Cuanto más se prolongue la ocupación y cuanto más persista la insatisfacción palestina, tanto más difícil será encontrar las más elementales bases comunes de una solución. Hemos visto con mucha frecuencia en la historia moderna de Medio Oriente que las oportunidades de reconciliación que se han perdido han tenido consecuencias extremadamente negativas para ambas partes.
En cuanto a mí, cuando me ofrecieron el pasaporte palestino lo acepté como reconocimiento del destino palestino que yo, como israelí, comparto. Un verdadero ciudadano de Israel debe tender su mano a los palestinos abiertamente, y en el peor de los casos debe tratar de entender lo que significó para ellos la creación del Estado de Israel. El 15 de mayo de 1948 es el día de la independencia para los judíos, pero ese mismo día es Al-Nakba, la catástrofe, para los palestinos. Un verdadero ciudadano de Israel debe preguntarse qué es lo que han hecho los judíos -famosos por ser un pueblo educado y culto- por compartir su herencia cultural con los palestinos. Un verdadero ciudadano de Israel también debe preguntarse por qué los palestinos han sido condenados a vivir en malas condiciones y a aceptar estándares más bajos de educación y de atención médica, en vez de que las fuerzas de ocupación se ocuparan de proporcionarles condiciones de vida decentes y dignas, un derecho común a todos los seres humanos.
En un territorio ocupado, los ocupantes son responsables de la calidad de vida de los ocupados, y en el caso de los palestinos, los diferentes gobiernos israelíes de los últimos cuarenta años han fracasado terriblemente en asumir esa responsabilidad. Es natural que los palestinos sigan resistiéndose a la ocupación y a todos los intentos de negarles los derechos individuales básicos y su constitución como Estado. Sin embargo, por su propio bien, esa resistencia no debe expresarse a través de la violencia. Cruzar la frontera de una resistencia firme (incluyendo manifestaciones y protestas no violentas) hacia la violencia solo produce más víctimas inocentes y no sirve a los intereses a largo plazo del pueblo palestino. Al mismo tiempo, los ciudadanos de Israel deben prestar tanta atención a las necesidades y derechos del pueblo palestino (tanto dentro como fuera de Israel) como a sus propios derechos y necesidades. Al fin y al cabo, ya que compartimos una tierra y un destino, todos deberíamos tener doble ciudadanía. ■

AUTORAS PROHIBIDAS II


por Sonia Catela

A los decretos del P.E. que prohibieron la circulación y distribución de los libros “Ganarse la muerte” de Griselda Gambaro, y “Un elefante ocupa mucho espacio”, de Elsa Bornemann, disponiendo el secuestro de los ejemplares donde éstos se encontraran, (decretos Nº 1101 y 3155 de 1977) les sucede el paradigmático caso del libro “La torre de cubos”, de Laura Devetach. En 1979, el Ministerio de Educación santafesino lo prohíbe oficialmente por resolución Nº 480 del 23 de mayo, la que, al ser publicada en diarios y transmitida mediante circulares y boletines a los institutos de enseñanza media, adquirió carácter nacional.
En Santa Fe se advirtió que se hallaba “en circulación la obra "La torre de cubos" de la autora Laura Devetach, destinada a los niños, cuya lectura resulta objetable...” ya que “del análisis de “La torre de Cubos” se desprenden graves falencias:

“Cuestionamientos ideológicos-sociales.
Carencia de estímulos espirituales y trascendentes.
Centran su temática en aspectos sociales como crítica a la organización del trabajo, la propiedad privada y al principio de autoridad.
Enfrentan grupos sociales, raciales y económicos con base completamente materialista.
Cuestionan la vida familiar.
Distorsionan la imagen de los adultos.

Algunos de los cuentos-narraciones incluidos en el mencionado libro atentan directamente al hecho formativo que debe presidir todo intento de comunicación.
Recurren a metáforas confusas y giros de mal gusto.
En vez de ayudar a construir, llevan a la destrucción de los valores tradicionales de nuestra cultura”
Por tal abanico de razones, el Ministerio santafesino resolvió prohibir el uso de "La torre de cubos" de Laura Devetach en todos los establecimientos educacionales de su órbita, medida que se trasladó a las restantes jurisdicciones, operando su diseminación mediática y social.
Fragmento de "La planta de Bartolo", cuento de “La torre de cubos”, de Devetach:
"El buen Bartolo sembró un día un hermoso cuaderno en un macetón. Lo regó lo puso al calor del sol, y cuando menos lo esperaba, ¡trácate!, brotó una planta tiernita con hojas de todos colores.
Pronto la plantita comenzó a dar cuadernos. (...) Bartolo palmoteó siete veces de contento y dijo:
-Ahora, ¡todos los chicos tendrán cuadernos!
¡Pobrecitos los chicos del pueblo! Estaban tan caros los cuadernos que las mamás, en lugar de alegrarse porque escribían mucho y los iban terminando, se enojaban y les decían:
-¡Ya terminaste otro cuaderno! ¡Con lo que valen!
(...)
Bartolo salió a la calle y haciendo bocina con sus enormes manos de tierra gritó:
-¡Chicos!, tengo cuadernos lindos para todos!
Pero (...) el Vendedor de Cuadernos se enojó como no sé qué.
Un día, fumando su largo cigarro, fue caminando pesadamente hasta la casa de Bartolo. Golpeó la puerta con sus manos llenas de anillos de oro: ¡Toco toc! ¡toco toc!
-Bartolo- le dijo con falsa sonrisa atabacada-, vengo a comprarte tu planta de hacer cuadernos. Te daré por ella un tren lleno de chocolate y un millón de pelotitas de colores.
-No- dijo Bartolo mientran comía un rico pedacito de pan.
-¿No? Te daré entonces una bicicleta de oro y doscientos arbolitos de Navidad.
-No.
-Un circo con seis payasos, una plaza llena de hamacas y toboganes.
-No. (...)
-¿Qué querés entonces por tu planta de cuadernos?
-Nada. No la vendo.
-¿Por qué sos así conmigo?
-Porque los cuadernos no son para vender sino para que los chicos trabajen tranquilos.
-Pues entonces -rugió con su gran boca negra de horno- ¡te quitaré la planta de cuadernos! -y se fue echando humo como la locomotora.
Al rato volvió con los soldaditos azules de la policía.
-¡Sáquenle la planta de cuadernos!- ordenó.
Los soldaditos azules iban a obedecerle cuando llegaron todos los chicos silbando y gritando, y también llegaron los pajaritos y los conejitos.
Todos rodearon con grandes risas al vendedor de cuadernos y cantaron "arroz con leche" mientras los pajaritos y los conejitos le desprendían los tiradores y le sacaban los pantalones.
-¡Buen negocio en otra parte!- gritó Bartolo secándose los ojos, mientras el Vendedor, tan colorado como sus calzoncillos, se iba a la carrera hacia el lugar solitario donde los vientos van a dormir cuando no trabajan".

La solidaridad, núcleo de este cuento, constituyó un blanco sobre el que apuntaron los militares con toda su artillería. Hasta la irrupción militar del 76 predominaron movimientos en que ella venía de mano de la acción gremial –prohibida a partir de ese momento-, de partidos políticos -prohibidos-, de movilizaciones sociales y huelgas que reivindicaban mayor participación en la riqueza, -prohibidas-, en síntesis, de planteos y estrategias conjuntos, a fin de que un cambio de estructuras sustituyera la beneficencia. El cuento “La planta de Bartolo”, de Laura Devetach (como “El año verde” del libro de Elsa Borneman también censurado) sintetizan actitudes mancomunadas con las que el Proceso se ensañó. Una campaña de la Secretaría de Información Pública de la Presidencia de la Nación se encargó de rediseñar la ingeniería solidaria. Con rígidas pautas de desarrollo fueron encaradas sus instrucciones (dispuestas por la circular Nº 269 del 5 de agosto de 1977), las que fijaron fechas de comienzo y fin, cómo efectuar el lanzamiento y las ideas fuerzas que mostraban el cambio de viento.
En el vacío social el generado, la Secretaría de Información pública enseñó, taxativamente y con ejemplos normativos, cómo se ejercía la solidaridad: Donación de 40.000 pesos de Manuel Belgrano para construir escuelas. Investigador de la fiebre hemorrágica que contrae el virus investigando una vacuna contra la enfermedad. Colectivero que desvía su vehículo para llevar al hospital a una mujer en trance de alumbramiento o a persona en grave estado. Donación del señor Alfredo Fortabat para la construcción de la escuela técnica de Olavarría. Donaciones de escuelas por parte del señor Roger Balet, en el territorio nacional.. Radioaficionados que se movilizan para conseguir remedios provenientes del exterior, médicos, etc . Madrinazgos de personas que protegen a niños abandonados.. Acompañantes de enfermos. Dadores de sangre sin fines de lucro. Asociaciones como ALPI y LALCEC . Fundaciones empresarias de bien público (Ford, Rissuto, etc). Servicio sacerdotal de urgencia. . Alcohólicos Anónimos. Servicio telefónico de Asistencia al Suicida. Devoluciones de valores encontrados en la vía pública.

En tal contexto, la solidaridad se redujo a la órbita de las empresas privadas, a gestos aislados de inspiración individual o de asociaciones circunscriptas a un cometido de alivio. “El terror sólo puede reinar absolutamente sobre hombres que se aíslan unos de otros; por lo tanto, una de las preocupaciones fundamentales de todo gobierno tiránico es provocar ese aislamiento (...) Los seres humanos aislados son impotentes por definición” señala Hannah Arendt.
Cada punto “escandaloso” que se achaca a “La torre de Cubos” de Laura Devetach lo “revela” como material escrito conquistado por el enemigo. Desde ahí éste tomaba la palabra, convirtiéndolo en arma. En consecuencia, el texto era el enemigo. Como tal se lo combatió y “fusiló”.
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