30 marzo 2009

Barak, la hoja de parra de Netanyahu

Khalid Amayreh
al-Ahram Weekly


Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos

El recién nombrado primer ministro israelí Benyamin Netanyahu y el líder del Partido Laborista Ehud Barak han llegado a un acuerdo que allanará el camino para que el este último se una al gobierno dirigido por el Likud, que se espera que se dé a conocer la semana que viene.

Según este acuerdo, Barak seguirá siendo ministro de Defensa y su partido recibirá varias carteras de menor importancia entre las que se incluyen Agricultura, Infraestructuras, Industria, Comercio y Trabajo, y un ministerio sin cartera.

Políticamente el acuerdo estipula que Israel formulará un plan global para la paz y la cooperación en Oriente Medio, continuar con las conversaciones de paz con los palestinos y comprometerse con los acuerdos de paz ya firmados.

El acuerdo también habla de “actuar en contra de las construcciones ilegales árabes y judías” en Cisjordania, lo que sugiere que el próximo gobierno redoblará la virulenta práctica de demoler las casas palestinas. Desde que ocupó Cisjordania, Jerusalén este y Gaza en 1967 Israel ha demolido al menos 20.000 casas árabes bajo diversos pretextos. El gobierno también está planeando destruir cientos de casas en el ocupado Jerusalén este en lo que un dirigente palestino ha descrito como “decapitar la presencia demográfica árabe” en la ciudad. La Autoridad Palestina sigue esperando hacer de Jerusalén la capital de un futuro Estado palestino.

Los comentaristas israelíes argumentan que el acuerdo entre el Likud y el Partido Laborista es demasiado general para ofrecer una clara imagen de la exacta asociación entre ambos partido. Sin embargo, la “ambigüedad constructiva” podría dar a ambos la sensación de haber conseguido lo que querían.

Barak ha dicho muchas veces que él no se uniría a una coalición de derecha. Sin embargo, en los últimos días parece haber cambiado de opinión a pesar de la fuerte oposición que hay dentro de su partido a unirse a la coalición del Likud, que los observadores ya han calificado como el gobierno más de derecha de la historia de Israel.

El acuerdo entre Barak y Netanyahu no es definitivo ya que tiene que ser aprobado por la asamblea general del Partido Laborista que se reunirá para votar sobre ello.

Una sólida pluralidad, quizá una mayoría, dentro del Partido Laborista se opone firmemente a unirse a un gobierno dirigido por el Likud, por razones ideológicas y también porque muchos laboristas tradicionales consideran que el hecho de que Barak acepte “desempeñar un papel secundario” respecto a Netanyahu es una muestra de oportunismo barato. Esto, según calculan los dirigentes laboristas, perjudicarían gravemente la imagen del Partido Laborista como un partido progresista y futura alternativa a la demagogia de la derecha. El propio Barak solía condenar al Likud por representar al “capitalismo canallesco”.

Ophir Pines-Paz es uno de los más fervientes oponentes de Barak y de cualquier acuerdo con el Likud. Afirma que lo único que hará Netanyahu será usar a Barak y a cualquiera que se una a él desde el Partido Laborista como “una mera hoja de parra” para desdibujar y ocultar la verdadera naturaleza del próximo gobierno.

“Es completamente natural que Barak quiera unirse al gobierno de Bibi-Lieberman”, afirma Pines-Paz, el único ministro que abandonó el gobierno de Olmert cuando el dirigente de Yisrael Beiteinu, Avigdor Lieberman, se unió a él. “Él no tiene problema alguno con la ideología. Quizá puedan ustedes recordarme cuántos puestos de avanzada ha evacuado Barak hasta ahora y exactamente cómo acató el [informe] Talia Sasson sobre la expansión de los asentamientos”, afirmó refiriéndose a un informe oficial del gobierno publicado el 8 de marzo 2005. Este informe, encargado por el ex-primer ministro Ariel Sharon, fue dirigido por el ex-director del Departamento de Acusación Criminal del Estado, Talia Sasson.

El 23 de marzo los oponentes a Barak dentro del Partido Laborista lo acusaron de “ tratar de entregar el Partido Laborista a Yisrael Beiteinu” y de “actuar como si tuviera 50 escaños en el Knesset en vez de haber sufrido una derrota electoral”.

Según el diario Haaretz, siete legisladores laboristas, incluyendo a Pines-Paz, enviaron una carta sin precedentes a Netanyahu y a su ministro de Exteriores, Avigdor Lieberman, en la que declaraban que ellos no estarían vincualdos por el acuerdo alcanzado entre Barak y el dirigente del Likud. “Esta es la primera vez en la historia del Partido Laborista en la que el presidente ha establecido un equipo negociador sin que haya habido una discusión exhaustiva dentro del partido y sin obtener la aprobación de ninguno de sus órganos. Es una grave violación de la constitución del partido”.

Los rebeldes también advirtieron a Netanyahu de las consecuencias de las acciones de Barak: “Debe usted saber que el equipo negociador establecido por la facción de Barak dentro del Partido Laborista no tiene nuestro respaldado ni el de ninguna de las partes oficiales autorizadas. Es muy desafortunado que el presidente del partido decida dirigir cuestiones del partido de esta manera. Dadas las circunstancias, debemos informarle de que no puede contar usted con nuestro apoyo en relación a ningún acuerdo al que pueda usted llegar con Ehud Barak”.

Tratando de justificar su decisión de unirse al partido de Netanyahu, Barak dijo a sus compañeros legisladores del Partido Laborista que su participación en el gobierno garantizaría que éste no se escoraba demasiado hacia la derecha. Sin embargo, este argumento es considerado muy falso y carente de rectitud.

Barak ya ha demostrado que está de acuerdo con el Likud acerca de expandir los asentamientos. Bajo su autoridad como ministro de Defensa en el anterior gobierno, la expansión de los asentamientos en Cisjordania continuó imparable a pesar de los compromisos asumidos con los estadounidenses de congelar su expansión. Según el destacado periodista israelí Akiva Eldar, varios nuevos asentamiento recientemente creados se presentaron como “simplemente nuevos barrios de los asentamiento ya existentes”. En algunos casos, los nuevos barrios está a más de 5 kilómetros del asentamiento del que se supone son barrios. “¿Quién quiere enviar a sus hijos a una guardería al otro lado del muro, por no mencionar los costes en infraestructuras y servicios?”, preguntó Eldar.

Además, existen indicios de que Barak ya está tratando de atraerse el cariño de los partido de extrema derecha, como el partido de los colonos Habayt Hayahudi (Hogar Judío) así como del Shas y Judaísmo de la Torah Unida, antes conocido como Agudat Yisrael.

Su papel es claramente actuar como facilitador de los partidos fascistas y pro-colonos para “blanquear” sus manifiestamente ilegales asentamientos (ilegales incluso para los criterios israelíes) construidos sobre tierra palestina robada.

La semana pasada, Barak, en tanto que ministro de Defensa, decidió legalizar el nuevo asentamiento de Sansana al sur de las colinas de Hebrón que hasta los tribunales israelíes había declarado ilegal. De manera parecida se negó a ratificar una orden de desmantelamiento de casas construidas sobre tierra palestina robada en el asentamiento de Ofra al norte de Cisjordania.

A la luz de todo esto, no es difícil predecir cómo va a funcionar el gobierno Netanyahu-Lieberman-Barak respaldado por paridos de colonos y religiosos extremos.

Usando las palabras de un periodista israelí, el próximo gobierno tendrá un modus operandi basado en el engaño, el subterfugio y la prevaricación. “Será un gobierno que afirmará estar comprometido con la paz mientras que en realidad hace todo lo posible para hacer que la paz sea tan difícil de alcanzar y distante como siempre”.

Enlace con el original: http://weekly.ahram.org.eg/2009/940/re101.htm

BOICOT A LOS ASESINOS


Palestina, el genocidio continua: ¿cuándo vamos a empezar en serio el boicot?


Carmen Martí Amiguet
Rebelión


La sociedad civil palestina lleva años explicándonos con paciencia y de forma clara lo que necesita y pide al resto del mundo: una campaña internacional contra el Estado de Israel de boicot, desinversiones y sanciones.
Paso a paso y, especialmente después de la destrucción de Gaza, se van produciendo nuevas incorporaciones a la campaña. Pero, a la luz de los resultados obtenidos hasta ahora, en España no parece haber encontrado mucho eco.

Es cierto que algunas personas y grupos están realizando aportaciones muy valiosas – como la denuncia ante los tribunales de los criminales de guerra del CSCA o la campaña SOS Gaza de Alquds, o el documental de Alberto Arce, entre otros – , pero una mayoría de organizaciones no pasa de las declaraciones o llamadas al boicot que no acaban de concretarse.

Tampoco se ha obtenido hasta el momento ningún boicot institucional. Palabras muchas, pero únicamente palabras. Tenemos declaraciones de condena de ayuntamientos que, tras pedir a otras instituciones que rompan relaciones con Israel, organizan conciertos con cantantes israelíes sionistas o colaboran en promocionar el turismo de Israel. Tenemos manifiestos firmados por muchos sindicatos llamando al boicot, pero sin llevar adelante ninguna propuesta concreta. Las universidades mantienen sus acuerdos académicos con Israel, las federaciones deportivas ni se plantean expulsarles de las competiciones y las relaciones privilegiadas de nuestros gobiernos con Israel continúan siendo excelentes.

Para celebrar el día de acción global, el 30 de marzo, una vez mas, el Comité Nacional Palestino para el Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) pidió, por favor, que se impulsaran las BDS:

“Por favor promuevan este día de acción en sus páginas de Internet y en sus listas de correo.

Para más información, vean: http://www.bdsmovement.net

Solicitaban firmas de apoyo en su pagina, agregar un vínculo en las páginas de las diferentes organizaciones durante el mes de marzo, difundir la campaña BDS a sus miembros, componentes, y al público general, así como organizar y participar en acciones locales BDS el próximo 30 de marzo, remitiéndoles la información para poder difundirla a través de su página web.

Apenas han encontrado respuesta. Resulta desolador buscar ese apoyo en las paginas web de la mayoría de organizaciones. Y únicamente un debate sobre la resistencia palestina en Madrid aparece en la lista de acciones publicadas. Parece que hay actos convocados en otras ciudades, aunque muy pocos –y en general no relacionados con acciones específicas de boicot–, que no se les ha remitido, o no les ha llegado para su publicación.

Parece urgente e importante, por tanto, que nos preguntemos a que se debe la escasa respuesta a la campaña BDS :

Quizás nos hemos relajado porque dejaron de bombardear Gaza, olvidando que el genocidio continua, que la situación de Gaza es insoportable y que en Cisjordania empeora día a día.
Quizás no llega la información. Pero también es posible que no se les escuche por no considerar importantes sus propuestas. A veces cuesta aceptar en la practica que un movimiento de solidaridad esté dirigido por las personas a las que pretende apoyar.
Con respecto a la página web que proponen para centralizar y dirigir la campaña, es posible que haya dificultades para intercambiar información, y esta claro que existen problemas de traducción.

Tal vez nos falta el instrumento adecuado para planificar una campaña BDS .Debido a la gran especialización y división sectorial de la izquierda, el conjunto de organizaciones consideran que no esta dentro de su campo de acción y se limitan a un apoyo testimonial. En teoría correspondería organizarla a las asociaciones de solidaridad con Palestina, y, aunque algunas son muy activas a nivel local, falta la difusión y coordinación que deberían aportar las redes y plataformas existentes y, por otro lado, una mayoría parecen priorizar otras actuaciones, quizás porque la ayuda humanitaria se come todo su tiempo y energía.
Si añadimos a lo anterior los importantes recursos que la izquierda institucional esta dedicando a desactivar las posibles respuestas que puedan molestar a Israel... quizás vayamos entendiendo lo que ocurre.
Conclusiones :

1.- Es necesario actuar, ya, para conseguir el aislamiento de Israel y el fin de su impunidad . Sobran llamamientos al boicot... y faltan los instrumentos para aplicarlo, falta planificación y diseño de campañas concretas dirigidas a todos los sectores e instituciones.

Las pocas actividades que se han realizado, aunque minoritarias, en general han obtenido una buena acogida .Pero para organizar bien una campaña se necesita un grupo estable que lleve adelante un trabajo de base con importante esfuerzo y continuidad.

No basta con llamar al boicot:

Hay que organizar acciones colectivas, concretar el boicot, centrarlo en determinados productos, promover acciones contra los supermercados que venden productos israelíes....exigir la suspensión de la venta de armas. Apoyar a campañas mundiales ya en marcha (veolia, Motorola, L'Oréal...).
Hay que conseguir que los sindicatos apliquen sus llamamientos al boicot : que rompan relaciones con el sindicato israelí Histradut – sionista cien por cien e importante apoyo del Estado israelí–, exigiendo su expulsión de los organismos sindicales internacionales, ...que apoyen en la practica a los sindicatos palestinos, ...y que organicen el boicot a empresas y productos israelíes. .
Es necesario investigar el tipo de relaciones que mantienen con Israel todo tipo de instituciones (diputaciones, parlamentos, Universidades, ayuntamientos, gobiernos ) ,buscando las medidas mas eficaces para conseguir que las rompan, junto con la promoción de hermanamientos con instituciones palestinas.
Campañas especificas para expulsar a los equipos israelíes de las competiciones deportivas europeas.
Campañas para aplicar el boicot cultural en conciertos, festivales de cine, etc...y, al mismo tiempo, potenciar la difusión de artistas palestinos e israelíes que están en contra de la ocupación...
Llamamientos a expulsar a Israel de todo tipo de organismos internacionales (sociedades médicas, científicas, de investigación, deportivas... de la ONU, la UNESCO, etc...)
Campaña de presión para que se rompan los acuerdos con Israel tanto del gobierno español como de la UE, exigiendo además indemnizaciones por la destrucción repetida de las infraestructuras que estos financian.
Apoyo a las campañas que pretenden que Israel sea juzgado por crímenes de guerra y contra la humanidad.
2.- La dirección, coordinación y centralización de la campaña corresponde al BDS movement .

Por tanto, si realmente quieren apoyar al pueblo palestino, el trabajo de las organizaciones de izquierda tendrá que estar enfocado a facilitar los medios necesarios para que esta dirección sea posible:

Impulsando la creación de comités de base BDS locales, en los sindicatos, en barrios, en empresas, en pueblos, sectoriales... que se irían coordinando a medida que se fueran consolidando.
Ayudando al BDS movement a disponer de una página BDS movement en castellano, aportando medios técnicos y traducción.
Escuchemos lo que nos pide la sociedad civil palestina y demostremos nuestra solidaridad respondiendo a sus peticiones: pongamos en marcha una fuerte campaña BDS.

No podemos continuar con el papel de pasivos espectadores. Es tan brutal lo que está haciendo Israel en nuestro nombre y con la colaboración de “nuestras instituciones”, “nuestros gobiernos”, “nuestras empresas”... que nos convertimos en cómplices si no actuamos.

OPERACIÓN PLOMO SÓLIDO...

TODO; Ante el silencio vergonzozo de los países "civilizados", de la ONU, de los países "democráticos" y las naciones árabes "moderadas", el mundo quiere olvidar, poner una venda negra sobre lo ocurrido en Gaza, sobre los crímenes cometidos en Gaza, amparar a los criminales de guerra de Israel, Olmerte, Barak, Livni y Gaby Ashquenazi, el comandante en jefe de las ffaa. El mundo cuerdo, la gente que apoya la paz, la justicia y la autodeterminación de los pueblos sojuzgados, como el palestino, deben remover el recuerdo de los asesinatos en masa, los crímenes de fósforo blanco y exigir el castigo a los culpables. Andrés Aldao


Operación plomo sólido: la última matanza de Israel


Higinio Polo
El Viejo Topo

El pasado 17 de enero, el Tsahal israelí, tras detener la agresión a la franja de Gaza, permitió la entrada de algunas personas de organizaciones internacionales por el paso de Rafah, fronterizo con Egipto; entre ellas, un pequeño equipo de Amnistía Internacional. Era una novedad, porque desde el mes de noviembre de 2008, Israel impedía la entrada en la franja de Gaza de organizaciones humanitarias y periodistas. La máquina de guerra israelí acababa de detener su furia. Las primeras impresiones de los miembros de Amnistía Internacional fueron atroces: en Gaza, todavía podían verse trozos de fósforo incandescente en la calle, en viviendas, al alcance de los niños. Pudieron ver cómo, entre un caos dantesco, los ciudadanos se afanaban para recuperar los cadáveres enterrados de cualquier forma por las palas de los bulldozers militares del ejército israelí entre los escombros de las casas, que trataban a los muertos como si fueran basura. Porque, mientras tenía lugar la feroz matanza de palestinos, los militares hebreos impedían el entierro de los muertos, dejando que los cadáveres empezaran a descomponerse: más de cien cuerpos fueron recuperados en los primeros días de la nueva tregua. De nuevo, con su potente maquinaria militar, a la vista del mundo, Israel arrasaba pueblos y ciudades, como hace poco más de un año en Líbano. Las consecuencias han sido letales: más de mil trescientos muertos, casi seis mil heridos, más de cien mil desplazados, cuatro mil casas destruidas y barrios enteros arrasados, decenas de escuelas dañadas, hospitales, centros administrativos, almacenes.

Para justificar su actitud, acumulando mentiras sobre mentiras, Israel acusó al gobierno de Hamás de haber roto la tregua, acto que estaría en el origen de su Operación Plomo sólido. Hamás había cumplido con los términos de la tregua, así como otras organizaciones palestinas, a pesar de que algunas, como el FPLP, no estaban de acuerdo con su contenido. La acusación del gobierno israelí era una mentira más, porque la agresión fue iniciada por el Tsahal y, además, olvidaba deliberadamente el inhumano bloqueo a la franja de Gaza, el cierre de los pasos fronterizos, la negativa israelí a permitir la entrada de gasolina, medicinas, alimentos, hasta el extremo de haber creado una situación de emergencia denunciada por los organismos de la ONU y por organizaciones humanitarias. Se calcula que en la Franja entraban setecientos camiones diarios con suministros para la población, y que, según datos de la Fundación Carter, el bloqueo israelí ha reducido esa cifra a menos de un tercio, condenando a la penuria y al hambre a un millón y medio de personas. En Gaza falta hasta el agua potable.

¿Qué había pasado, en realidad, en los meses anteriores a la agresión? El 19 de junio de 2008, el gobierno de Hamás en la franja acordó una tregua de seis meses con Israel, por la que Tel-Aviv se comprometía a suavizar el bloqueo, mientras que los palestinos aceptaban detener el lanzamiento de cohetes a territorio israelí. En ese momento, durante los poco más de cinco meses transcurridos del año 2008, el ejército israelí había matado a casi cuatrocientos palestinos, entre ellos sesenta niños, casi todos habitantes de la franja de Gaza; al tiempo que dieciséis civiles y nueve militares israelíes habían muerto en acciones palestinas. Algunos ataques israelíes tuvieron especial repercusión internacional, como el asesinato en Gaza del periodista Fadel Shana, de la Agencia Reuters, y de tres palestinos, dos niños y un adulto, en abril de 2008. El periodista estaba debidamente identificado con un chaleco antibalas fluorescente, donde podía leerse, al igual que en su vehículo, “PRENSA”, circunstancia que no impidió su asesinato: mientras Fadel Shana filmaba un tanque israelí, sus ocupantes lanzaron un obús contra él, pese a la presencia de civiles. Era el séptimo periodista asesinado por el ejército israelí. Para limitar las críticas internacionales, procediendo según su costumbre, Israel anunció una investigación, que concluyó justificando la acción de sus soldados. De hecho, ante asesinatos semejantes, todas las “investigaciones” que ha emprendido Israel han sido exculpatorias para sus militares.

La tregua de junio de 2008 fue recibida con alborozo por la población palestina, desesperada, pero deseosa de aferrarse a la más mínima posibilidad de cambio, que permitiese la apertura de las fronteras y la llegada de alimentos y suministros. Israel, una vez más, no sólo incumplió sus compromisos, sino que aumentó su presión sobre la martirizada población palestina, que alcanza a todos los aspectos de la vida cotidiana. Ya en abril de 2008, antes de la firma de la tregua, la Organización Mundial de la Salud había denunciado que los servicios de seguridad del Shin Bet israelí llegaban al extremo de denegar muchos permisos para pacientes palestinos que debían ser tratados de cáncer fuera de la Franja. Debido a ello, en los últimos meses, decenas de palestinos han muerto por la negativa israelí a permitir su salida de la franja de Gaza, pese a conocer que no podían ser tratados dentro por la precaria situación hospitalaria. ¡Para conceder el permiso de salida de Gaza, los militares israelíes ponían en ocasiones la condición de que el paciente palestino se convirtiera en delator y colaborador de sus servicios secretos! En noviembre de 2008, John Ging, director de la UNRWA, denunciaba que Israel llegaba al extremo de someter a embargo a los propios organismos de la ONU que realizan trabajo humanitario, y se preguntaba en qué lugar del mundo la ayuda alimentaria era sometida a tan severas restricciones. Al mismo tiempo, en Ginebra, Navi Pillay, alta comisionada para los Derechos Humanos de la ONU, denunciaba: “Un millón y medio de palestinos han sido privados de sus más básicos derechos humanos durante meses. El bloqueo es una violación de las leyes internaciones y humanitarias.” Israel había creado un ghetto infame, aislado del mundo, y aumentaba su presión. En ese momento, hacía cuatro meses que el lanzamiento de cohetes hacia Israel desde la franja se había detenido por completo: la población israelí había disfrutado de una calma absoluta y las milicias palestinas no habían realizado ningún ataque, pese a padecer hechos tan graves como el pogromo contra palestinos en la ciudad israelí de Acre (donde viven muchos colonos extremistas evacuados de Gaza en 2005), pogromo tolerado por la policía israelí, o “asesinatos selectivos” por parte de los servicios secretos israelíes..

El 4 de noviembre de 2008, pese a la calma, Israel, utilizando como excusa que los palestinos estaban construyendo un túnel cerca de la frontera, rompió la tregua con Hamás, asesinando a seis palestinos en una incursión en el interior de Gaza, apoyada por fuerzas terrestres y aviación. Desde ese momento, intensificó aún más el bloqueo, creando una situación de emergencia y configurando un gigantesco campo de concentración donde se impedía la entrada de periodistas, diplomáticos europeos, organizaciones humanitarias e incluso funcionarios de la ONU. Amnistía Internacional acusó a Israel de estar llevando a cabo un castigo colectivo a toda la población palestina. Sin inmutarse, a finales de diciembre, el gobierno israelí ordenaba al Tsahal atacar Gaza para iniciar la matanza. Comenzaba la Operación plomo sólido, preparada desde muchas semanas atrás. Pese a la propaganda con que Israel intentó intoxicar al mundo, fueron los soldados invasores quienes ocuparon las casas, quienes las utilizaron como puestos de ataque, quienes destrozaron el mobiliario, reventando las paredes y, desde los agujeros, practicaban la caza de palestinos.

Mientras tanto, sus tanques aplastaban ambulancias, vehículos, destrozaban las calles. Los misiles lanzados por Israel, junto con el bombardeo de sus F-16 y de la artillería crearon tal escenario de destrucción que Amnistía Internacional hablaba de “barrios concurridos convertidos en paisajes lunares”. La ferocidad israelí parecía no tener límite. Una buena parte de los huertos y carreteras, hospitales, escuelas, conducciones de agua, tendidos eléctricos, almacenes de alimentos, oficinas y locales de la ONU, centros administrativos, viviendas, fueron arrasados por completo: la devastación fue apocalíptica. Incluso la agencia de la ONU para la Ayuda a los Refugiados Palestinos (UNRWA) de Jabalia fue bombardeada, matando a 41 personas, y la escuela primaria de la UNRWA de Beit Lahia, donde se refugiaban casi dos mil personas que dormían hacinadas pensando que allí estaban seguras, fue blanco de la artillería israelí: varios niños murieron y otras personas resultaron heridas. La inhumanidad del ejército israelí, que bombardeó con saña a los civiles, sin preocuparse por las consecuencias, llenó Gaza de cadáveres, de personas con miembros amputados, con la cabeza reventada, con espantosas heridas que horrorizaban incluso a los médicos, quienes, con precarios medios, intentaban afrontar un infierno. La revista The Lancet, que denunció el silencio de la mayoría de las asociaciones médicas del mundo, recogió las palabras de unos médicos noruegos, expertos en escenarios de guerra, Mads Gilbert y Eric Fosse, quienes llegaron al hospital Al-Shifa de Gaza cuando el año 2008 finalizaba: “Hemos visto las heridas de guerra más horribles en hombres, mujeres y niños de todas edades”. Los testimonios eran numerosos, pero, negando la evidencia, el gobierno israelí y sus cómplices prosiguieron encarnizadamente la matanza. El propio Ban Ki-moon, secretario general de la ONU, que entró en la franja de Gaza el 20 de enero, calificó de “escandaloso” que Israel hubiese bombardeado incluso la sede de la ONU en Gaza y prometió que la organización internacional haría todo lo posible para que se abriera una investigación sobre la matanza de civiles. Pero la martirizada población palestina necesita algo más que palabras. La propia ONU considera que reparar la devastación causada por Israel costará miles de millones de dólares.

Esa es la secuencia de los hechos, aunque ello no impida a Israel seguir acumulando mentiras acusando a Hamás de haber roto la tregua. Tel-Aviv lo hizo con la ayuda del gobierno Bush (y con el silencio de Obama), cuya secretaria de Estado, Condoleeza Rice, pese a que estaba bien informada por sus servicios secretos y saber que no era así, también hizo responsable a Hamás de la ruptura. Algo parecido hizo el Parlamento Europeo, que culpó al movimiento islamista del fin de la tregua, y, aunque acompañó esa acusación del reconocimiento de que Israel “estaba violando el Derecho Internacional Humanitario” en su agresión a Gaza, se abstuvo vergonzosamente de pedir el fin del bloqueo a la Franja. Diputados comunistas del Parlamento Europeo acusaron a la Unión Europea de complicidad con el gobierno israelí, y de ser responsables, junto con Estados Unidos, “de la impunidad criminal de Israel”. Pero sus demandas de expulsión de los embajadores israelíes, de suspensión del Acuerdo de Asociación con Israel, firmado por la Unión Europea, y de creación de una Comisión de Investigación sobre los crímenes cometidos por Israel en Gaza, fueron desoídas por la mayoría del Parlamento.

Para justificar su feroz agresión, la propaganda israelí puso en circulación las habituales mentiras, mezcladas con medias verdades. Desde la insistencia en el lanzamiento de cohetes (algunos portavoces militares, sin ningún escrúpulo, hablaban de “misiles”), ocho mil, según Tel-Aviv, que han causado muy pocas víctimas entre la población civil israelí. La propaganda israelí también utilizó al soldado Gilad Shalit, que sigue prisionero en Gaza, cuyo cautiverio fue una de las excusas dadas por el gobierno de Olmert para mantener el bloqueo a la Franja y para justificar su actuación, aunque se abstuvo de recordar que casi diez mil palestinos se hallan en prisiones israelíes (de los que casi mil proceden de la Franja). Para mayor vergüenza de Israel, además de la persistente política de asesinatos y matanzas contra la población palestina, llevada a cabo por todos los gobiernos israelíes, en el inicio de la Operación Plomo sólido había también cálculos electorales: para reforzar las posibilidades de Kadima, y también de Barak y Livni, aunque pertenezcan a distintos partidos.

Sin embargo, algo está empezando a cambiar. Las manifestaciones de solidaridad con el pueblo palestino que llenaron las calles de muchas ciudades del mundo, muestran el progresivo aislamiento de Israel, aunque no hayan conseguido detener su ferocidad. Las palabras del parlamentario británico Gerald Kaufman, judío y miembro del Partido Laborista, en la Cámara de los Comunes, calificando a los gobernantes israelíes de criminales de guerra, ilustran el desprestigio creciente de Israel: “Me educaron como judío ortodoxo y sionista. […] Mis padres vinieron a Gran Bretaña como refugiados desde Polonia. La mayoría de sus familias fueron más tarde asesinadas por los nazis en el holocausto. Mi abuela estaba enferma en la cama cuando los nazis llegaron a su casa en el pueblo de Staszow. Un soldado alemán le disparó un tiro en la cabeza. Pero mi abuela no murió para prestar cobertura a los soldados israelíes que asesinan abuelas palestinas en Gaza. El actual gobierno israelí explota cínicamente y sin piedad la inacabable culpabilidad de los gentiles por la matanza de judíos en el holocausto como justificación para asesinar palestinos. […] Ya va siendo hora de que nuestro gobierno le diga claramente al gobierno israelí que su conducta y su política son inaceptables, y de que imponga una total prohibición de suministro de armamentos a Israel. Ha llegado el momento de la paz, pero de una paz auténtica, no de la solución por conquista que pretenden los israelíes y que nunca podrán alcanzar. No son simplemente criminales de guerra: están locos.”

En el ataque a Gaza, el Tsahal mató a casi mil cuatrocientos palestinos, y causó heridas a unas seis mil personas más, entre ellas dos mil niños y ochocientas mujeres. Para justificar el elevado número de civiles asesinados (entre ellos, más de cuatrocientos niños y más de cien mujeres), Israel volvió a acusar a las milicias palestinas, sobre todo a Hamás, de utilizar a la población como escudos humanos. Era una burda mentira, pero, según el derecho internacional, aunque esa acusación fuera cierta no justificaría el asesinato de civiles inocentes. Trece israelíes murieron, entre ellos cuatro civiles. La desproporción era evidente. También lo es el número de muertos en ambos bandos: en los ocho años transcurridos desde el inicio del siglo XXI, quince israelíes han muerto a causa del lanzamiento de cohetes palestinos; mientras que el Tsahal ha causado directamente la muerte de casi cinco mil palestinos en el mismo periodo. Para vergüenza del gobierno israelí, Amnistía Internacional ha acusado directamente a su ejército de ser quien ha utilizado a la población civil palestina como escudo humano, ocupando viviendas palestinas y utilizando a las familias como rehenes en los pisos superiores mientras los francotiradores israelíes ocupaban los bajos de las casas para disparar desde allí. Es cierto que, al mismo tiempo, Amnistía Internacional reprocha a los combatientes palestinos que disparen desde zonas próximas a las viviendas, con el peligro que supone para la población, aunque es obvio para cualquier observador que en una zona tan pequeña y superpoblada como la Franja de Gaza es difícil para la resistencia defenderse y disparar lejos de zonas urbanas o campamentos de refugiados.

Israel ha utilizado armamento prohibido por los acuerdos internacionales, ha pisoteado las Convenciones de Ginebra, ha utilizado su poderosos ejército, su marina, su aviación, contra milicianos mal armados, y contra la población civil, en un intento deliberado de crear una situación de terror. La evidente comisión de crímenes de guerra por Israel exige que todas las organizaciones progresistas y los ciudadanos honestos pidan a sus gobiernos y a la Corte Penal Internacional la apertura de una investigación internacional y la creación de un tribunal que juzgue a los responsables. Convertidos en criminales de guerra, los dirigentes israelíes despreciaron incluso las acusaciones de algunas asociaciones judías internacionales y de destacados judíos, como el escritor francés André Nouschi, que, a principios de enero de 2009, escribió una contundente carta al embajador israelí en Francia en la que afirmaba: “Como judío, siento vergüenza de vosotros”.

El gran argumento que repite la propaganda israelí es que Israel es “la única democracia de Oriente Medio” y que no hace sino responder a las “provocaciones terroristas” palestinas utilizando su “legítimo derecho a la defensa”. Es difícil acumular tantas mentiras. Para empezar, porque Israel no es una democracia, sino un Estado racista, colonial, oficialmente judío (similar, por tanto, en ese sentido, a la teocracia iraní o a la dictadura saudita), que utiliza la tortura en sus centros de detención, que ordena asesinatos y ejecuciones extrajudiciales, que discrimina a buena parte de la población de su territorio, que encarcela sin justificación, que permite el robo de la tierra y las propiedades palestinas, no ya en Gaza o Cisjordania, sino en el propio Israel, como atestiguan los constantes abusos en Jerusalén Este, y que incluso impide la participación política de algunos partidos palestinos. Segundo, porque la mayor de las provocaciones, y el origen de todo el conflicto, es la “limpieza étnica” y el despojo protagonizados por las organizaciones terroristas sionistas en 1948 que provocaron una oleada gigantesca de refugiados palestinos en toda la zona, y que hoy, sesenta años después siguen malviviendo, ellos y sus descendientes, en infames campamentos de refugiados. Esa es la verdadera provocación y el origen del crimen. Tercero, porque la defensa propia siempre debe ser proporcional, e Israel utiliza el terror y, con mucha frecuencia, es quien inicia los nuevos episodios de enfrentamientos. Ese es el Israel que dice defenderse. ¿Puede el mundo aceptar su comportamiento?

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La feroz indiferencia ante la muerte de los civiles palestinos, que ha gangrenado a buena parte de la sociedad israelí, explica el cinismo y la impunidad con que actúan sus gobiernos. Despojando de toda humanidad a la población palestina, los soldados israelíes pueden reventar las casas, patear las cabezas de aterrorizados ciudadanos, disparar al menor pretexto, tratar a los palestinos como si fueran bestias, asesinar sin temor a las consecuencias. El desprecio, el odio y el fanatismo religioso refuerzan la crueldad con que Israel destruye las vidas de tantos palestinos: años de mentiras, de humillaciones, de asesinatos impunes, de saña y de brutalidad, han creado en el imaginario colectivo de buena parte de la población israelí un estereotipo de “palestino” que se acerca mucho a la concepción que tenían los nazis sobre los propios judíos. Así, los palestinos despojados durante décadas no son víctimas, sino feroces partidarios del terrorismo islamista y merecen el bloqueo e incluso la muerte. Por eso, es habitual que incluso responsables de organizaciones israelíes califiquen a los palestinos de “bestias”, de “cucarachas”, de “basura”, cuyo destino debe ser el éxodo y la aniquilación. Para Israel, los palestinos deben aceptar que jamás volverán a recuperar su tierra, y la política de ampliación de los asentamientos para colonos israelíes, de construcción del muro, de confiscación arbitraria de tierras palestinas, está orientada a la absorción de buena parte de Cisjordania, encerrando a los palestinos en ghettos aislados, fuertemente vigilados, similares a la Gaza que conocemos hoy. El viejo plan de Ariel Sharon de retirarse de Gaza para controlar Cisjordania fue incluso rechazado por los más feroces partidarios de la segregación de la población palestina: incluso el Likud se manifestó contrario al plan de Sharon. En nuestros días, el gobierno de Olmert ha continuado impulsando la creación de nuevos asentamiento y la ampliación de los existentes. Más de doscientos mil colonos israelíes viven ya en barrios del Jerusalén palestino, y otros doscientos cincuenta mil ocupan las mejores tierras de Cisjordania. En ese escenario, el proceso iniciado en Oslo, y la posterior hoja de ruta diseñada por el gobierno de Bush, son una verdadera burla y la constatación de que Israel no quiere la paz y, mucho menos, la solución del drama palestino. La vía de la negociación impulsada por la ANP y por Abbas, encajonada entre Oslo y la hoja de ruta, no ha dado ningún resultado, y ha servido de coartada para que Israel prosiga su política de represión y de despojo.

La resistencia palestina, que se debate entre organizaciones nacionalistas, islamistas e izquierdistas, tiene ahora un complejo escenario ante sí. Las grandes cuestiones que plantea la causa palestina continúan siendo las mismas: el fin de la ocupación israelí y la creación de un Estado independiente, que conserve las fronteras de 1967; la cuestión de Jerusalén, que debe ser la capital, compartida o no, de la nueva Palestina; y el retorno de los refugiados. La paz en la zona debe basarse en esas premisas, porque todas las demás cuestiones son secundarias. Porque, pese a la enorme destrucción, el pueblo palestino ha vuelto a demostrar que, truncando el objetivo israelí, no va a rendirse, y que el único camino es combinar la resistencia y la negociación. Sin embargo, acechan muchos peligros: Israel ha conseguido convertir a buena parte de la Autoridad Nacional Palestina, ANP, en colaboracionista en muchas de sus decisiones, ahogada la administración de Mahmud Abbas en la corrupción y en la ineficacia, con la vieja Al Fatah de Yaser Arafat convertida en una organización desprestigiada. De hecho, Mahmud Abbas, que fue en los años setenta un destacado miembro del FDLP, se ha convertido en una figura que recuerda al Pétain colaboracionista bajo la ocupación, y no debe extrañar que Hamás y organizaciones de izquierda como el FPLP acusen a una parte de la ANP de “complicidad con Israel”. Pese a ello, la Autoridad Nacional Palestina ha decidido denunciar al gobierno israelí ante los organismos internacionales por la comisión de “crímenes contra la humanidad”. Pero la división palestina hipoteca la resistencia.

A Israel le conviene presentar a la resistencia palestina como un movimiento con hegemonía islamista, para intentar convertirla en un espantajo similar a Al Qaeda. De hecho, el apoyo israelí a Hamás, en sus inicios como movimiento, tenía como objetivo la erosión y posterior destrucción de la OLP como organización palestina mayoritaria, que se manifestaba progresista y laica, y de la izquierda representada por el FPLP de George Habash y otras de menor implantación. Israel ha conseguido parcialmente ese objetivo, y la división política entre Cisjordania y Gaza, con dos gobiernos diferentes, que actúan con lógicas enfrentadas, juega a favor de Israel. Esa división tiene su origen en el proceso electoral que se inició en 2005. Tras la muerte de Arafat (envuelta en múltiples sospechas que apuntan a Israel), el 9 de enero del 2005 se celebraron las elecciones a la presidencia de la Autoridad Nacional Palestina, creada en virtud de los acuerdos de Oslo. A los comicios (que, pese a los obstáculos israelíes que impidieron votar a decenas de miles de palestinos, fueron calificados por observadores internacionales de ejemplares) se presentaron como principales candidatos Mahmud Abbas, por Al Fatah, y Mustafá Barghouti (el compañero de tantas batallas de Edward Said); además de Taysir Khaled por el FDLP, Bassam Salhi, por el Partido del Pueblo Palestino, y los independientes Abd Al Karim Shbair, Al Sayyed Barakeh y Abd Al Halim Al Ashgar. Los resultados confirmaron a Mahmud Abbas como presidente de la ANP. Así, Al Fatah mantuvo su función de eje de la resistencia palestina. Sin embargo, un año después, el escenario cambió. Las elecciones parlamentarias, celebradas el 25 de enero de 2006 y consideradas plenamente democráticas por todos los observadores internacionales destacados en la zona, dieron la victoria a Hamás, configurando un Parlamento palestino donde Hamás disponía de 76 escaños sobre un total de 132. La resistencia de Abbas y de Al Fatah a ceder el gobierno a Hamás aumentó los desencuentros, que culminaron en la negativa del partido de Abbas a integrarse en un gobierno conjunto y, después, en enfrentamientos armados entre ambas organizaciones que desembocaron en la actual situación, con dos gobiernos palestinos, uno en Gaza dirigido por Hamás, y otro en Cisjordania dirigido por Al Fatah. Para complicar más la situación, el mandato de Abbas ya ha terminado, aunque siga ejerciendo como presidente, y Hamás no reconoce su autoridad.

La propaganda israelí, con el silencio y, a veces, la complicidad de la ANP, ha intentado crear la idea en el mundo de que el gobierno de Hamás en la Franja es ilegítimo, calificándolo como fruto de un golpe de Estado, pero esa versión dista mucho de ser cierta. De hecho, actuando así, Israel, con el apoyo de Estados Unidos y, también, de la Unión Europea, que califican a Hamás de organización terrorista, pretende desconocer el resultado de las elecciones democráticas celebradas en todos los territorios palestinos ocupados, y esas elecciones dieron la victoria al partido de Jalid Mechaal, gusten o no sus postulados. La izquierda palestina tampoco los comparte, pero sabe que, hoy, Hamás está del lado de la resistencia ante la ocupación israelí y sabe que ese es el principal instrumento que debe mantener la población palestina.

La política de negociación y colaboración con Israel que ha mantenido la Autoridad Nacional Palestina no ha dado resultados. Ni el proceso iniciado con los acuerdos de Oslo (¡han pasado ya dieciséis años!, sin avances tangibles hacia un Estado palestino), supervisados por el gobierno Clinton, en un momento de desconcierto por la desaparición de la URSS, tradicional apoyo palestino; ni la posterior hoja de ruta, que el llamado Cuarteto (Estados Unidos, Rusia, Unión Europea y la ONU) lanzó para supervisar las negociaciones de paz, han dado resultados. Hay que recordar que la hoja de ruta fue publicada por el Departamento de Estado norteamericano en abril de 2003, y preveía “un arreglo final y global al conflicto palestino-israelí para 2005”. Fue una iniciativa estadounidense, aceptada por los otros tres avalistas del proceso, que, sin embargo, fue papel mojado desde el principio. La última declaración norteamericana, bajo el gobierno Bush, fijaba el límite de 2008 para cumplir con la hoja de ruta. Todo han sido mentiras, porque Israel no tiene la menor intención de negociar con seriedad, y, mucho menos, de avanzar hacia la creación de un Estado palestino.

La estrategia de Tel-Aviv se resume en el mantenimiento de un estado de guerra y tensión intermitentes, enmarañando las negociaciones, añadiendo siempre nuevas exigencias, imponiendo la discusión de cuestiones menores, dilatando la solución a la cuestión palestina, eternizando en el tiempo el proceso, confiando en la eficacia de la conjunción de su brutal represión sobre la población palestina, de los asesinatos selectivos de sus dirigentes más significados, de los masivos ataques armados y del estímulo de los enfrentamientos interpalestinos, añadidos al deterioro hasta límites insoportables de la vida cotidiana de los habitantes de Gaza y Cisjordania, sometiéndoles incluso a la tortura del hambre y al cerco de las enfermedades por las degradadas condiciones sanitarias que ha creado el bloqueo, mientras Israel sigue anexionando territorios y encerrando en ghettos inconexos a los palestinos, al otro lado de un muro más cruel que el del ghetto de Varsovia. Israel espera que esa dinámica lleve a las organizaciones palestinas a la interiorización de la derrota y al inicio del éxodo definitivo. Pero si una cosa ha demostrado el pueblo palestino es que continuará la resistencia al expolio y a la ocupación.

La colaboración de las dictaduras árabes, desde Egipto hasta Jordania y Arabia, complacientes con Estados Unidos e Israel, facilita la actuación israelí, que regularmente inicia agresiones limitadas, guerras que posponen la solución del conflicto palestino y crean cuestiones de disputa secundarias que facilitan su estrategia de no entrar a negociar la creación del Estado palestino. No es casualidad que Israel, además de destruir las infraestructuras de los territorios ocupados, arrase sistemáticamente todos los organismos e instituciones que pueden ser el germen del futuro Estado palestino. Tel-Aviv sabe que todas las organizaciones palestinas aceptarían la solución de dos Estados sobre la base de las fronteras de 1967. Pese a sus declaraciones, Israel no quiere la paz, sino la guerra, como demuestra su actuación: en el Líbano, Israel ha lanzado ataques en 1978, 1982, 1993, 1996 y 2006, y contra Cisjordania en 2002 (llamada, de manera hipócrita, Operación escudo defensivo), y la última, Operación plomo sólido, contra Gaza, por no hablar de las acciones más limitadas, contra los palestinos o como el ataque contra Siria en 2008. Esa es la estrategia compartida por la mayoría de organizaciones israelíes que defienden el delirio sionista.

Pero la división, y el enfrentamiento armado entre facciones palestinas, azuzado por Israel y por Estados Unidos, plantea un difícil futuro, en un Oriente Medio cruzado por múltiples enfrentamientos, con la ocupación norteamericana de Iraq y Afganistán, y donde tienen mucho qué decir Irán y Siria, Turquía y Egipto, además de las grandes potencias. El mandato de Mahmud Abbas ha concluido, y Hamás no reconoce ya su autoridad, como la ANP no reconoce al gobierno de Ismael Haniya, pero la dificultosa, e imprescindible, búsqueda de una estrategia común va a complicar el futuro inmediato, sobre todo porque Israel sigue estimulando la guerra civil entre los palestinos. En el horizonte inmediato sólo esperan al pueblo palestino nuevos sufrimientos, pero la resistencia sigue siendo el único camino.