17 julio 2008

LA HISTORIA DE LA LIMPIEZA ÉTNICA OCULTA POR LA GUERRA DE 1948



El historiador Ilan Pappé pretende acabar con la historiografía oficial israelí, según la cual la salida de los palestinos en 1948 fue una decisión voluntaria de ellos mismos. Las investigaciones realizadas por Pappé, sin embargo, demostrarían que la población palestina fue expulsada violentamente del territoriomediante una serie de operaciones cuidadosamente planificadas, entre las que se incluían la destrucción de pueblos y numerosas masacres, que tenían por objetivo la limpieza étnica. El historiador denuncia además que los contenidos académicos, los manuales de enseñanza y el discurso político oficial han silenciado sistemáticamente este capítulo oscuro de la historia fundacional de Estado de Israel, sustituyéndolo por otro que incide en el heroísmo y la gloria del ejército israelí. El siguiente es un fragmento de su último libro, La limpieza étnica de Palestina.

Por Ilan Pappé

Los editores del diario de Ben Gurion se sorprendieron al descubrir que entre el 1 de abril y el 15 de mayo de 1948, el líder de la comunidad judía de Palestina parecía descuidar el aspecto militar de los acontecimientos.
En lugar de inquietarse por ello, se mostraba mucho más preocupado por la política interna sionista y estaba dedicado de lleno a cuestiones de organización como la transformación de los cuerpos de la Diáspora en organismos del nuevo Estado de Israel. Su diario, resulta evidente, no revela ninguna sensación de temor por la catástrofe inminente o el "segundo Holocausto" que con emoción proclamaba en sus apariciones públicas.
Entre quienes pertenecían a sus círculos íntimos, hablaba con un lenguaje diferente. Así, a comienzos de abril, presentó con orgullo a los miembros de su partido, el Mapai, los nombres de las aldeas árabes que las tropas judías habían ocupado recientemente. Y el día 6 del mismo mes lo encontramos reprendiendo a los miembros con tendencias socialistas de la ejecutiva del Histadrut que cuestionaron el acierto de atacar a los campesinos en lugar de confrontar a sus patronos. Ocasión en la que dijo a una de las principales figuras de la organización sindical: "No estoy de acuerdo con usted en que nos enfrentamos a efendis y no a campesinos: ¡nuestros enemigos son los campesinos árabes!
Su diario, de hecho, contrasta radicalmente con el miedo que sembraba entre quienes lo oían en reuniones públicas y, por consiguiente, con la memoria colectiva de los israelíes. Sugiere que para entonces se había dado cuenta de que Palestina ya estaba en sus manos. Con todo, tampoco estaba excesivamente confiado, y no se unió a las celebraciones del 15 de mayo de 1948, consciente de la enormidad de la tarea que tenía por delante: limpiar Palestina y asegurarse de que los árabes no pudieran obstaculizar la toma del país por parte de los judíos.
Al igual que la Consultoría, temía el resultado de los acontecimientos en lugares en los que existía un obvio desequilibrio entre los asentamientos judíos aislados y un potencial ejército árabe, como era el caso de ciertas zonas remotas de Galilea y el Néguev, así como de algunas partes de Jerusalén. No obstante, tanto Ben Gurion como sus colaboradores más cercanos entendían perfectamente bien que estas desventajas locales no alteraban el cuadro general: la capacidad de las fuerzas judías para tomar, incluso antes de que los británicos hubieran abandonado el país, muchas de las áreas que la Resolución de Partición de la ONU había asignado al Estado judío. En este contexto, "tomar" significaba sólo una cosa: la expulsión, masiva, de los palestinos de sus hogares, negocios y tierras, tanto en las ciudades como en las áreas rurales.
Poder sobre el terreno
Ben Gurion quizá no se haya regocijado con las masas judías que bailaron en las calles el día que el Mandato británico llego oficialmente a su fin, pero sabía muy bien que las fuerzas militares judías ya habían empezado a mostrar su poder sobre el terreno. Cuando se activó el Plan Dalet, la Haganá contaba con más de 50.000 efectivos a su disposición, la mitad de los cuales habían sido entrenados por los británicos durante la Segunda Guerra Mundial. Había llegado la hora de poner en marcha el plan.
La estrategia sionista de construir asentamientos aislados en medio de zonas árabes densamente pobladas, aprobada retroactivamente por las autoridades del Mandato británico, se reveló una desventaja en épocas de tensión. La llegada de suministros y tropas a estos puestos remotos no siempre estaba garantizada, y una vez que el país estuvo en llamas, la carretera para acceder a Jerusalén por el Oeste, que pasaba por numerosas aldeas palestinas, resultó particularmente difícil de proteger, lo que creó entre la pequeña población judía de la ciudad una sensación de asedio. Los judíos de Jerusalén también eran un motivo de preocupación para los líderes sionistas por una razón diferente: éstos pertenecían en su mayoría a las comunidades ortodoxa y mizrahi (oriental), cuyas aspiraciones y compromiso con el sionismo eran bastante tenues e incluso cuestionables.
Por lo tanto, la primera zona que se eligió para poner en marcha el Plan Dalet fue la de las aldeas rurales de las laderas occidentales de las montañas de Jerusalén, a medio camino a lo largo de la carretera hacia Tel Aviv. Ésta fue la Operación Najsón, que serviría de modelo para campañas futuras: las expulsiones súbitas y masivas que empleó demostrarían ser el medio más eficaz de conservar los asentamientos judíos aislados o desbloquear las rutas amenazadas por el enemigo, como la que
conducía a Jerusalén.
A todas las brigadas asignadas a la operación se les pidió que se prepararan para pasar a Mazav Dalet, Estado D, es decir, que se alistaran para implementar las órdenes del Plan D. "Pasaréis a Estado Dalet, para una implementación operativa del Plan Dalet", fue lo primero que se les dijo a las unidades. Y luego, "las aldeas que vais a capturar, limpiar o destruir se decidirán consultando con vuestros asesores en asuntos árabes y los oficiales de inteligencia".
A juzgar por el resultado final de esta fase, a saber, la desarrollada entre abril y mayo de 1948, el consejo de éstos fue que no se perdonara a ni una sola aldea. Mientras que el Plan Dalet oficial daba a las aldeas la opción de rendirse, las órdenes operacionales no eximían a ninguna aldea bajo ningún concepto. Con esto, el programa detallado se convirtió en la orden militar de empezar la destrucción de las aldeas. Las fechas se programaron de acuerdo con la geografía: la brigada Alexandroni, que se encargaría de asaltar la costa con sus decenas de aldeas, y que sólo dejaría detrás dos de ellas, recibió sus órdenes hacia finales de abril; las instrucciones de limpiar el oriente de Galilea llegaron al cuartel general de la brigada Golani el 6 de mayo de 1948, y al día siguiente se ordenó la limpieza de la primera aldea de su "área", Shajara.

Destrucción de aldeas

Las unidades del Palmaj recibieron sus órdenes para la Operación Najsón desde el primer día de abril de 1948. La noche anterior, la Consultoría se había reunido en la residencia de Ben Gurion para dar término a las directivas que recibirían las unidades. Sus órdenes fueron claras: "El principal objetivo de la operación es la destrucción de aldeas árabes ... [y] la expulsión de los aldeanos para que se conviertan en un lastre económico para las fuerzas árabes". La Operación Najsón también fue una novedad en otros aspectos. Fue la primera operación en la que todas las distintas organizaciones militares judías se esforzaron por actuar de forma conjunta como un único Ejército (con lo que se proporcionó una base a las futuras Fuerzas de Defensa de Israel). Y fue la primera operación en la que los veteranos judíos de Europa oriental, que dominaban el mundillo militar, se incorporaron a una campaña junto a otros grupos étnicos como los recién llegados del mundo árabe y de la Europa posterior al Holocausto. El comandante de un batallón que participó en esta operación, Uri Ben Ari, menciona en sus memorias que "mezclar a los judíos de la diáspora" era una de las metas importantes de Najsón. Ben Ari era un joven judío alemán que había llegado a Palestina pocos años antes. Su unidad realizó sus preparativos finales para Najsón en la costa del Mediterráneo, cerca de Hadera. Él se recuerda comparándose a los generales rusos que pelearon contra los nazis en la segunda guerra mundial. Los "nazis" en su caso eran un enorme número de campesinos palestinos indefensos que vivían en aldeas cercanas a la carretera que unía Jaffa con Jerusalén y los grupos paramilitares de Abd al Qadir al Husayni que habían acudido en su rescate.
Las unidades de Al Husayni habían estado disparando al azar contra el tráfico judío en esta ruta como represalia por ataques anteriores, y habían matado y herido a varios pasajeros. Pero los aldeanos, como ocurría por todas partes en Palestina, sólo estaban intentando continuar con su vida normal, sin conocer la imagen demonizada que Ben Ari y sus camaradas les atribuían.
Al cabo de unos pocos días, la mayoría de ellos serían expulsados para siempre de las casas y campos en los que ellos y sus ancestros habían vivido y trabajado durante siglos. Los grupos paramilitares palestinos a órdenes de Abd al Qadir al Husayni opusieron más resistencia de la que esperaba el batallón de Ben Ari, lo que hizo que la operación Najsón no avanzara inicialmente según lo planeado. Pese a ello, para el 9 de abril la campaña estaba terminada. (...)
Deir Yassin
La naturaleza sistemática del Plan Dalet resulta patente en el caso de Deir Yassin, una aldea pastoril y cordial que había llegado a un pacto de no agresión con la Haganá de Jerusalén, pero que estaba condenada a desaparecer por encontrarse dentro del área que el Plan Dalet ordenaba limpiar. En vista del acuerdo que había firmado con la aldea, la Haganá decidió enviar allí tropas del Irgún y de la banda de Stern y librarse así de toda responsabilidad oficial en lo ocurrido. En posteriores operaciones de limpieza de aldeas "amigas" ni siquiera se consideraría necesario emplear este ardid.
El 9 de abril de 1948, tropas judías ocuparon la aldea de Deir Yassin. Ésta se encontraba en una colina al oeste de Jerusalén, a 800 metros sobre el nivel del mar y cerca del barrio judío de Givat Shaul. La vieja escuela de la aldea funciona en la actualidad como un hospital psiquiátrico para el barrio judío que se extendió sobre
los restos del poblado.
Al irrumpir en la aldea, los soldados judíos rociaron las casas con fuego de ametralladora, lo que mató a muchos de sus habitantes. Después de eso, se reunió a los demás aldeanos y se los asesinó a sangre fría, los cadáveres fueron maltratados y cierto número de mujeres fueron violadas antes de ser asesinadas.
Fahim Zaydan, que tenía doce años en esa época, recuerda cómo vio asesinar a su familia delante de sus ojos: "Nos llevaron uno detrás de otro; dispararon a un anciano y cuando una de sus hijas gritó, le dispararon a ella también. Luego llamaron a mi hermano Muhammad y le dispararon enfrente de nosotros, y cuando mi madre, que llevaba a mi hermana Hudra en sus brazos, pues todavía estaba amamantando, se arrojó sobre él llorando, también le dispararon".
Los soldados también le dispararon a Zaydan. Lo habían puesto, junto con otros niños, en fila contra una pared que rociaron con balas, "sólo para divertirse", antes de marcharse. Tuvo suerte de sobrevivir a sus heridas. Investigaciones recientes han reducido el número aceptado de víctimas de la masacre de Deir Yassin de 170 a 93. Como es obvio, aparte de las víctimas de la masacre propiamente dicha, hubo decenas de campesinos que murieron en el combate, y que por tanto no fueron incluidos en la lista oficial de víctimas. Sin embargo, en vista de que las fuerzas judías consideraban cualquier aldea palestina como una base militar enemiga, la distinción entre las personas masacradas y las muertas "en batalla" era tenue.
Basta enterarse de que entre los asesinados en Deir Yassin había treinta bebés para entender por qué todo el ejercicio "cuantitativo" (no muy distinto del que los israelíes realizaron en una fecha tan cercana como abril de 2002 a propósito de la masacre de Jenin) es irrelevante. En su momento, los líderes judíos anunciaron con orgullo un elevado número de víctimas en Deir Yassin para hacer de la aldea el epicentro de la catástrofe: una advertencia a todos los palestinos de que un destino similar les aguardaba si se negaban a abandonar sus hogares y marcharse.

La fuente: Ilan Pappé es una figura emblemática de los nuevos historiadores israelíes. Sus padres huyeron de Alemania durante la persecución nazi y se establecieron en Haifa, donde el historiador nació en 1954. En la Universidad de Haifa ha hecho su carrera académica hasta convertirse en la figura emblemática de los llamados‘nuevos historiadores’. Los nuevos historiadores, que en su conjunto han publicado una decena de libros en los últimos años, se caracterizan por cuestionar la versión sionista de la historia y reevaluar los datos que poco a poco van saliendode los archivos. Pappé ha pagado su osadía con el ostracismo del mundo académico israelí. Sus opiniones y trabajo académico le han ganado muchos enemigos, por lo que decidió abandonar Israel en 2007, sin que se sepa si su exilio es definitivo o temporal. En la actualidad da clases en el departamento de Historia de la Universidad británica de Exeter.

ASÍ SERÁ LA PRÓXIMA GUERRA



En Medio Oriente existen dos factores de alto riesgo: la codicia por controlar los recursos petrolíferos y la megalomanía de la ultraderecha del sionismo por hacer de ese enclave nuclear, pero sin recursos, la potencia hegemónica del Gran Israel, que jamás ha existido. Ante eso, el fundamentalismo islámico más anacrónico necesita la tensión exterior para mantenerse en el poder.

Por Adrián Mac Liman

Los ministros de Asuntos Exteriores de la Unión Europea acordaron esta semana la aplicación de una tercera tanda de medidas contra la República Islámica de Irán, haciendo especial hincapié en la negativa de las autoridades persas de renunciar a su controvertido programa nuclear.
Por ahora, las sanciones se limitan a prohibir las operaciones del Banco Melli, mayor establecimiento financiero persa, en los países miembros de la Unión y a denegar la concesión de visados comunitarios a técnicos y expertos nucleares iraníes especializados en energía atómica o la construcción de misiles balísticos. Estas medidas, aparentemente modestas, fueron acogidas con júbilo por la Administración Bush, partidaria del endurecimiento de las sanciones contra el régimen de los ayatolás. Por su parte, los neoconservadores americanos aplaudieron la iniciativa, recordando la convergencia de intereses entre los países industrializados, “victimas potenciales” de un ataque nuclear persa.
Más allá de los argumentos demagógicos esgrimidos en los últimos meses por los conservadores norteamericanos, se divisa el interés del establishment político de Washington y/o de los “halcones” de Tel Aviv, de acabar, de una vez por todas, con la hasta ahora hipotética amenaza nuclear iraní. Si bien la idea de borrar del mapa las instalaciones atómicas persas surgió durante la última etapa del gobierno liderado por Ariel Sharon, muchos politólogos occidentales estiman que la obsesión de los estrategas hebreos llegó a adquirir carta de naturaleza en la clase política israelí tras la llegada al poder de Ehud Olmert, estadista más titubeante y ambiguo que el viejo general.
Huelga decir que tanto los conservadores “amigos de Israel” como los detractores de la política de Washington coinciden en que un enfrentamiento bélico entre Tel Aviv y Teherán causaría un espectacular número de bajas en la región. Según Anthony Cordesman, miembro del equipo de investigadores del Centro de Estudios Estratégicos Internacionales de Washington, una guerra entre los dos países podría provocar la desaparición violenta de alrededor de 16 a 28 millones de iraníes en un plazo de tres semanas. Paralelamente, las bajas israelíes ascenderían a 200.000 a 800.000 personas. Mientras la sociedad hebrea sería capaz de superar las consecuencias de este complejo ataque, las estructuras árabes se verían seriamente dañadas por la ofensiva.
Para los iraníes, que difícilmente podrán disponer de más de una treintena de ojivas nucleares en 2010, el objetivo prioritario sería sin duda la destrucción de los grandes centros urbanos, Tel Aviv o Haifa. A su vez, los israelíes centrarían sus ataques contra las instalaciones nucleares persas, ubicadas en Teherán, Natanz, Ardekan, Saghad, Gashin, Bushehr, Aral,, Isfahan y Lashkar Abad, aunque también contra las principales ciudades iraníes, Teherán, Isfahan, Tabriz, Shiraz, Quon y Ahwaz. Por otra parte, Israel, que dispone actualmente de más de 200 cabezas nucleares, trataría de conservar armamento para posibles ofensivas contra sus vecinos -Egipto y Siria- o contra algunos Estados del Golfo Pérsico.
En el caso de Siria, la zona más castigada por un ataque nuclear sería la región poblada por la minoría alawita, a la que pertenece la dinastía de los Assad. El operativo militar hebreo provocaría alrededor de 18 millones de víctimas en apenas tres semanas. La respuesta de Damasco, que dispone de armas químicas y biológicas, acabaría con la vida de 800.000 israelíes.
En Egipto, la ofensiva se centraría contra las principales ciudades, El Cairo, Alejandría, Port Said, Luxor, Suez, o Asuán, causando bajas de decenas de millones de personas. Ello supondría, según Cordesman, el final de las civilizaciones persa y la egipcia, aunque también el de la era del petróleo.
Las apocalípticas previsiones del politólogo estadounidense están basadas en los informes elaborados por los servicios de inteligencia israelíes y occidentales, aunque también en una serie de declaraciones de políticos y estrategas que vaticinan el ocaso del régimen de los ayatolás, en caso de un ataque nuclear contra el Estado Judío.
Otro detalle significativo fue el simulacro de ataque aéreo israelí contra Irán llevado a cabo durante la primera semana de junio, en el que participaron más de un centenar de aviones de la Fuerza Aérea hebrea.
Los asesores del presidente Bush prefieren centrar su interés en las consecuencias de una presión internacional concertada contra el régimen islámico de Irán, que podría desembocar en el abandono del programa nuclear persa. En el caso contrario, la Casa Blanca tendría dos opciones: confiar en que la elección del republicano Mc Cain garantizaría la continuidad de la política estadounidense frente a Irán o, caso de que el demócrata Barak Obama se alce con la victoria en las elecciones del mes de noviembre, que el Presidente Bush aproveche las semanas de interinato para lanzar una ofensiva militar contra los “rebeldes” islamistas persas. Sombríos augurios éstos para Oriente y Occidente.

La fuente: el autor es escritor y periodista, miembro del Grupo de Estudios Mediterráneos de la Universidad de La Sorbona (París). Su artículo se publica por gentileza del Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS).

NO QUEDARÍA NADIE PARA PROTESTAR



El presidente Carter esperó treinta años para desvelar que Israel posee armas nucleares listas para ser utilizadas. Un memorando exige que la posesión de armas nucleares por Israel “no sea conocida internacionalmente” e Israel se compromete a no realizar ensayos nucleares y a ocultar que disponía de esas armas nucleares. Por su parte, Estados Unidos prometía no presionar ¡para que el Estado hebreo firmara el Tratado de no Proliferación de Armas Nucleares!

Por José Carlos García Fajardo

Existe una amenaza real de conflicto nuclear en Medio Oriente. Los Estados Unidos ya no podría participar porque el 4 de noviembre elegirán a un nuevo presidente. Si Bush y el vicepresidente Cheney pretendieran lanzar antes un ataque suicida contra las instalaciones nucleares de Irán, no serían obedecidos ni por los militares ni autorizados por el Congreso.
Pero tienen un comodín dispuesto a encargarse del trabajo sucio, los halcones de Israel. Sostienen que en ello les va la subsistencia, no como Estado, sino de esa entelequia irracional que es el Eretz Israel, delirante fantasía de un pueblo que se pretende “elegido entre todas las naciones” ¿Por quién, con autoridad reconocida por los demás pueblos de la Tierra?
Los halcones del gobierno de Tel Aviv, apoyados por los ultraortodoxos y colonos fanatizados que parecen sentir nostalgia del gueto, así como por los dirigentes de la Agencia Judía que soñaron con un estado mundial para los judíos cuya capital financiera fuera Jerusalén. Todos con dos pasaportes, el de su lugar de residencia, como los demás ciudadanos, y uno del Estado de Israel por razones étnicas excluyentes.


La obsesión de sus dirigentes es que ningún otro estado en Medio Oriente pueda disponer de tecnología nuclear, ni siquiera con fines industriales. Los militares israelíes han llevado a cabo con éxito arriesgados ataques fuera de sus fronteras: Argentina (1960), Beirut (1973), Entebbe (1976), Túnez (1985). En 1981, bombardearon el reactor nuclear iraquí Osirak a 30 kilómetros de Bagdad, y hace unos meses una estación militar siria sin que nadie en el mundo ni en la ONU elevara la mínima protesta.
Hace unas semanas la aviación israelí ensayó en pleno Mediterráneo la operación planeada para bombardear Irán. Participaron más de 400 aviones, cazas, bombarderos, cisternas, con conexión a satélites y con apoyo naval.
Tampoco nadie alzó la voz, como en el poema de Brecht.
Los militares y dirigentes políticos de Israel se apoyan en la “doctrina Begin”, según la cual Israel no permitirá jamás ninguna disuasión nuclear en “su” región. Así lo han declarado el actual viceprimer ministro y ex ministro de Defensa, general Mofaz, el 9 de junio y el general de aviación Isaac Ben Israel, en declaraciones a Der Spiegel hace una semana. Y “necesitan” hacerlo antes de que Irán haya enriquecido suficiente uranio para su primera bomba, y antes de que hayan instalado el SA20 ruso que ya han comprado para asegurarse la defensa de su espacio aéreo. Por otro lado, la marina norteamericana ya ha desplegado la VI Flota para impedir que Irán bloquee el Estrecho de Ormuz por donde pasa el 40% del petróleo de la región.
Entre Irán e Israel hay enormes diferencias: 1.648.000 kilómetros cuadrados de superficie, unas 80 veces más vasto que Israel y con 72 millones de habitantes, diez veces más que su oponente. Pero Israel lo supera en desarrollo económico y como potencia tecnológica y militar. 600 mil soldados persas mal equipados contra los 200 mil bien entrenados del Tzáhal que dispone de más de 300 cabezas nucleares y 400 aviones de combate. Irán, 286 y ninguna ojiva nuclear. Esta semana, Irán ha disparado una docena de cohetes de largo alcance para advertir de que no existe objetivo en Israel que no pueda ser alcanzado desde su territorio en caso de amenaza.
Lo más trágico es que, desde 1960, la ayuda clandestina de Estados Unidos y de Francia ha convertido a Israel en una potencia nuclear. Así figura en un memorando de 19 de julio de 1969 dirigido por Henry Kissinger al presidente Nixon, que se ha hecho público en noviembre de 2007. Ahí se exige que “la posesión de armas nucleares por Israel no sea conocida internacionalmente” e Israel se compromete a no realizar ensayos nucleares y a no decir que disponía de esas armas nucleares. Por su parte, Estados Unidos prometía que no harían presión ¡para que el Estado hebreo firmara el Tratado de no Proliferación de Armas Nucleares!
Ante semejante hipocresía uno se pregunta si los presidentes norteamericanos, que han mantenido este compromiso contra toda ley y derecho establecido, no han perdido la autoridad moral para pretender imponer su modelo de desarrollo y de política en el mundo como un nuevo imperialismo sin emperador.
El presidente Carter, adversario a la proliferación nuclear, esperó treinta años para confirmar al diario israelí Haaretz que Israel posee armas nucleares listas para ser utilizadas.
Hubiera sido un acto de dignidad y de reparación si, hace unos años, el primer ministro Ariel Sharon no lo hubiera revelado como amenaza real para todos los países de Medio Oriente que Israel disponía de un arsenal de más de 100 ojivas nucleares operativas desde tierra, mar y aire. Por acontecimientos no menos importantes se declararon gran parte de las mayores guerras de la humanidad.

La fuente: El autor es profesor Emérito de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y director del Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS).

HA LLEGADO LA HORA PARA MARWAN BARGHOUTI?



Varios procesos paralelos de negociación están teniendo lugar en Medio Oriente. El conocido entre Israel y la Autoridad Palestina; el de Siria e Israel, a través de Turquía; el del presidente de la Autoridad Palestina y Hamás en Ramallah; el del interior de la política israelí; el de la mediación de Egipto para que Israel llegue a un acuerdo con Hamás; el de Líbano con Israel por la liberación de los secuestrados. Estos son los hechos. La pregunta es si se puede avanzar más allá.

Por Ricardo Israel Zipper

Varios procesos paralelos de negociación están teniendo lugar en Medio Oriente. En primer lugar, el conocido entre Israel y la Autoridad Palestina, hasta el momento sin mayores avances. En segundo lugar, Siria e Israel están negociando a través de Turquía, a un ritmo adecuado aunque sin prisa, a pesar de la operación comando que destruyó una instalación nuclear en territorio sirio. Israel sabe que el precio a pagar es la devolución de los Altos del Golán, y a cambio espera que Siria deje de ser el intermediario de Irán en la región, y que cese el apoyo militar y político a Hezbollah y Hamás.
En tercer lugar, el presidente de la Autoridad Palestina se ha reunido con una delegación de alto nivel de Hamás en Ramallah, haciendo públicas las tratativas entre ambos grupos.
En cuarto lugar, al interior de la política israelí se negocia el futuro del gobierno, tanto en las posibles elecciones internas de Kadima, como del gobierno con el laborismo por un lado, y los religiosos del Shas por el otro.
En quinto lugar, con la mediación de Egipto, Israel llegó a un acuerdo con Hamás, lo que incluye, según el jefe de Inteligencia Yuval Diskin, la liberación de presos con las manos manchadas de sangre. Según este acuerdo, desde Gaza debe interrumpirse el lanzamiento de cohetes contra Israel y este país deberá suspender operaciones militares y levantar progresivamente el bloqueo. Nada menos que Farré al-Numi, vocero del grupo islamista en Gaza, anunció que quien viole el alto al fuego será considerado legalmente responsable por afectar un acuerdo de interés nacional para los palestinos. Que no va a ser fácil, lo demostró el hecho de que las Brigadas de Los Mártires de Al-Aqsa vinculadas a Al-Fatah dispararon cohetes a las comunidades del sur de Israel la última semana de junio.
En sexto lugar, paralelamente a lo anterior, se mantienen las conversaciones con Hamás a través de Egipto para la liberación del secuestrado soldado Guilad Shalit.
En séptimo lugar, en el caso de Líbano, la muestra de poder que hizo Hezbollah en la reciente crisis interna de su país, convenció a Israel sobre la negociación de la liberación de presos de ese movimiento a cambio de los restos de israelíes.
Estos son los hechos. La pregunta es si se puede avanzar más allá de lo descrito.
SOLUCIÓN POLÍTICA, NO MILITAR
Y aquí figura el gran problema: la gran debilidad de muchos de los actores. Así, el primer ministro israelí, Ehud Olmert, está enfrentando varias acusaciones de corrupción, incluyendo investigaciones policiales que podrían llevarlo a la cárcel. En el caso palestino, la división es total entre la Autoridad Palestina (secular) y Hamás (islamista), con un control correlativo de la Franja Occidental y de Gaza, respectivamente. Por su parte, Estados Unidos enfrenta el ciclo terminal y la gran impopularidad de George Bush; y Líbano recientemente pudo haber regresado, ofensiva de Hezbollah mediante, a la guerra civil que duró entre 1975 y 1990.
Quien aparece como más sólido es el menos democrático de todos los actores, cual lo es el gobierno de Siria, pero enfrenta el tema de su aislamiento internacional, su cercanía a Irán y la obsolescencia de su equipo militar, por lo que por sí sola no puede imponer ningún acuerdo, mas allá de su intervención en la política interna de Líbano.
La ventaja de la actual situación es que todos parecen entender que la solución es política más que militar, y que debe darse en el contexto de un gran acuerdo regional, donde Israel cuenta con el visto bueno de países árabes sunnitas como Egipto, Jordania, y sobre todo, Arabia Saudíta, hoy más temerosos del poder nuclear que podría adquirir el Irán shiita que de Israel.
El problema, como decíamos, es que la mayoría de quienes encabezan esta visión de un acuerdo político, cuentan en sus respectivos pueblos con escaso apoyo.
EL POSIBLE INTERLOCUTOR QUE BUSCA ISRAEL
En este escenario ¿qué o quién puede ayudar? Y ahí me surge el nombre de Marwan Barghouti, el ex militante de Al-Fatah que creara la Brigada de los Mártires de Al-Aqsa y que adquiriera notoriedad, tanto durante la primera como durante la segunda Intifada. Desde el 2004 cumple condena como autor intelectual de cinco asesinatos, según las cortes israelíes.
De quienes están en prisión, Barghouti es indudablemente el más conocido, y ha demostrado su influencia en una serie de actos políticos de resonancia al interior de los palestinos, sobre todo durante la virtual guerra civil entre Hamás y la Autoridad Palestina.
Barghouti tiene la rara cualidad de ser considerado tanto un negociador político que se crió durante la ocupación israelí a diferencia de quienes llegaron desde el exilio tunecino, como un combatiente por quienes están por la vía armada.
Además, fue un fuerte crítico de Yasser Arafat y de la corrupción que trajo consigo su estilo de liderazgo.
Después de estos acuerdos con Hamás y Hezbollah su manutención en prisión ha perdido mucho de su sentido, y su liberación podría ser un gesto que ayudaría a encontrar al interlocutor del que carece hoy Israel entre los palestinos, es decir, alguien que puede actuar de puente entre los distintos grupos.
CUESTIÓN DE CARISMA
¿Garantía de éxito? Por cierto ninguna. Pero parece ser la única figura entre los palestinos con las cualidades que Israel buscó en su minuto en Arafat: el carisma como para llegar a un acuerdo que signifique el reconocimiento de Israel y el surgimiento de un Estado palestino.
El fracaso fue total con Arafat, quien esencialmente prefirió continuar siendo el líder guerrillero y no un gobernante, pero parece que hoy se dan las condiciones para insistir en alguien que tenga el respeto de la calle palestina como para negociar pragmáticamente con Israel, ya que líderes envejecidos como Mahmud Abbas parecen tener la voluntad, pero no el respeto de quienes tienen las armas.

La fuente: Ricardo Israel Z. es catedrático de Ciencia Política de la Universidad de Chile y dirige el Centro Internacional para la Calidad de la Democracia y la Escuela de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Autónoma de Chile. Su artículo se publica por gentileza de Safe Democracy Forum (Foro para un Mundo en Democracia).