19 febrero 2008

un presunto criminal de guerra israelí

Scotland Yard permitió escapar a un presunto criminal de guerra israelí
Los agentes británicos rechazaron abordar un avión en el que viajaba el general Doron Almog por miedo a un tiroteo


JUAN MIGUEL MUÑOZ - Jerusalén - 19/02/2008

El 11 de septiembre de 2005 el general israelí Doron Almog pretendía aterrizar en el aeropuerto londinense de Heathrow. Pesaba sobre el militar reservista una orden secreta de detención por crímenes de guerra cometidos en Gaza. Almog lo ignoraba. Pero no la Embajada israelí en la capital británica. Un diplomático hebreo abordó el avión de la compañía El Al y recomendó al perseguido que no descendiera del aparato. Los agentes del Reino Unido, según revelan documentos de la propia policía, permitieron que el supuesto criminal regresara a Tel Aviv por temor a que se desatara un tiroteo a bordo si intentaban el arresto.
La legislación del Reino Unido autoriza la persecución de estos delitos, aunque sean cometidos fuera de sus fronteras. Pero, ¿cómo conoció la Embajada de Israel la orden de detención? El informe policial no precisa la identidad, pero Scotland Yard sondeó con un confidente sobre la eventual reacción de la comunidad judía en el Reino Unido en el caso de que se detuviera a un general israelí, del que no se facilitó la identidad. Ese confidente es miembro de la comunidad judía.
El abogado Daniel Machover, que representa a los palestinos que interpusieron la demanda ante la justicia, explicó al diario The Guardian: "Si se empiezan a hacer preguntas de ese tipo, es fácil sumar dos y dos y saber que se trataba de Almog". Probablemente, las autoridades hebreas ya andaban con la mosca detrás de la oreja, porque Scotland Yard había realizado consultas con la línea aérea israelí mientras el avión se hallaba en vuelo.
Ya en tierra, la policía reclamó a El Al el acceso al avión, y recibieron una negativa por respuesta. Los mandos barajaron entonces irrumpir en la nave. No se hizo. El oficial que redactó el informe policial escribió por qué. "Existía un riesgo real de enfrentamiento armado. A la luz de ese peligro, se decidió no abordar el avión". Todo apunta a que se prefirió esconder la embarazosa situación que cumplir la ley. El letrado Machover precisa que la policía no necesitaba ningún permiso y que debió proceder a aprehender a Almog o al menos impedir que la nave despegara. Dos horas después del aterrizaje, el militar volaba de vuelta a Israel.

Represalia

El 10 de enero de 2002 excavadoras del Ejército israelí demolieron 59 casas en el campo de refugiados palestino de Rafah. Cientos de familias lo perdieron todo. Se trató de una represalia por la muerte de cuatro soldados en la franja acaecida poco antes, una violación flagrante de la Cuarta Convención de Ginebra. El oficial que ordenó la destrucción de los edificios fue el general Almog.
El Comité Palestino de Derechos Humanos, que ha asistido a los demandantes y proporcionado documentación sobre el supuesto crimen de guerra perpetrado por Almog, mostraba ayer su indignación: "Una vez más la justicia ha sido denegada a las víctimas civiles palestinas. El quebrantamiento de la aplicación de la ley y la persecución de los responsables de ataques a civiles socavan el respeto a la legalidad internacional, tan necesaria si se pretende llegar a una solución pacífica en la región. Hasta entonces, afrontaremos la ley de la jungla".■

Armas “made in USA” en el zoco de Medio Oriente

Tomado de El Corresponsal

Mientras los estrategas de Tel Aviv manifiestan su disconformidad ante la caótica situación provocada por las ventas masivas e incontroladas de material bélico norteamericano a los países de la zona, Washington parece obsesionarse con el incremento de los contratos firmados por las empresas estatales de la antigua URSS.

Por Adrián Mac Liman

Durante la gira del Presidente Bush por las capitales de Medio Oriente, un prestigioso semanario estadounidense se hacía eco de la “bonanza” de los traficantes de armas de Gaza, cuyas ganancias mensuales ascienden, según los servicios de inteligencia occidentales, a alrededor de 3.000 dólares mensuales. Una cantidad superior al sueldo anual de cualquier trabajador de la Franja. Mientras, la información relativa a las ventas de armas norteamericanas a los “aliados” de la región quedaba relegada a un discreto segundo plano.
Sin embargo, el actual inquilino de la Casa Blanca aprovechó su periplo por la conflictiva zona para ultimar o firmar contratos de suministro de material bélico por valor de 50.000 millones de dólares. Más del 60% de esta cantidad, unos 30.000 millones, se dedicará a la ayuda militar destinada a Israel. Lo que representa un incremento del 25% en comparación con las sumas percibidas por Tel Aviv durante la última década. Los fondos se emplearán para mejorar el nivel de preparación de la infantería y las unidades de blindados. Asimismo, el Estado judío tiene intención de desarrollar un sistema de defensa antimisiles capaz de proteger los núcleos urbanos contra posibles ataques procedentes de países “enemigos”, como Irán.
Aseguran los expertos en cuestiones estratégicas que la Administración Bush prefiere preservar la supremacía del ejército hebreo, sin descuidar la modernización de los arsenales de los Estados amigos de la zona: Arabia Saudita, Egipto, los Emiratos Árabes Unidos, principales beneficiarios de las ayudas de 20.000 millones de dólares que financiarán la compra de “bombas inteligentes”, de aviones de última generación y de navíos de guerra. El objetivo es fortalecer la capacidad de combate de los países moderados, con miras a crear un cordón sanitario frente a la amenaza de Al Qaeda, Hezbollah, Siria e Irán. En pocas palabras, se trata de crear una alianza político-militar dispuesta a seguir a Estados Unidos en caso de una nueva intervención bélica.
Los mensajes subliminales de los servicios de propaganda norteamericanos indican que el enemigo potencial de la Casa Blanca sigue siendo, al menos aparentemente, el régimen de los ayatollahs. Sin embargo, hay quien cree que los designios de Washington son aún más maquiavélicos, ya que la futura coalición debería tratar de contrarrestar la creciente influencia rusa en la zona. Por ahora, Washington se limita a esgrimir argumentos basados en la necesidad de promover las reformas democráticas, cuya aplicación constituye la verdadera clave para la estabilidad regional. Un discurso poco creíble en la recta final del segundo mandato de George W. Bush, uno de los presidentes menos respetados por la sociedad árabe.
Las hazañas bélicas de Bush han puesto de manifiesto la inoperancia del establishment militar norteamericano. Según los expertos del Congreso de los Estados Unidos, el Pentágono ha perdido la pista del 30% de las armas enviadas a Irak en los últimos tres años. Recordemos el escándalo generado por la desaparición de 190.000 armas de fabricación norteamericana que llegaron a comercializarse en el mercado negro del país ocupado. Por si fuera poco, de los 19.200 millones de dólares asignados a la compra de material para el ejército iraquí, se emplearon sólo 2.800 millones. El resto desapareció en el “agujero negro” de la mala gestión generado por las fuerzas de ocupación.
A estos inquietantes datos se suman el descubrimiento de 100.000 fusiles destinados a la policía de la región shiíta de Anbar, incautados por la brigada italiana antimafia o la desaparición de 90 toneladas de armas que iban a ser trasladadas de Bosnia a Bagdad por la empresa moldavo-ucrania Aerocom, que jamás solicitó un plan de vuelo para la capital iraquí, etc.
Mientras los estrategas de Tel Aviv manifiestan su disconformidad ante la caótica situación provocada por las ventas masivas e incontroladas de material bélico norteamericano a los países de la zona, Washington parece obsesionarse con el incremento de los contratos firmados por las empresas estatales de la antigua URSS.
Las denuncias contra los grandes productores y exportadores de armamento, Estados Unidos, Rusia, Francia, Inglaterra, China y Ucrania, proliferan. Se trata de países que aprovechan el “zoco” de Oriente Medio para facilitar las actividades de compañías que se dedican al negocio de la muerte. Los pequeños traficantes de armas de Gaza, Bagdad o Beirut quedan así relegados a un irrelevante segundo plano.

La fuente: el autor es escritor y periodista, miembro del Grupo de Estudios Mediterráneos de la Universidad de La Sorbona (París). Su artículo se publica por gentileza del Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS).