09 marzo 2008

JERUSALÉN VUELVE A SENTIR MIEDO

La Ciudad Santa registra el atentado palestino más sangriento en cuatro años

JUAN MIGUEL MUÑOZ - Jerusalén - 08/03/2008

"Entró a las 20.40 y comenzó a disparar. Fueron minutos, pero me parecieron horas". Yehoshua es el prototipo del joven colono. Pasado el mediodía, relataba, a las puertas de la escuela talmúdica Merkaz Harav, como Ala Abu Dahim, otro joven de 20 años de edad, sumió a Jerusalén en una conmoción desconocida durante más de cuatro años.

• Enfrentamiento entre EE UU y Libia
• Los palestinos de Gaza y Cisjordania celebran el ataque terrorista

200.000 palestinos de la ciudad serán sometidos a mayor control policial

Mató en ese lapso a siete adolescentes y a un estudiante de 26 años antes de ser abatido. Vació algunos cargadores. Cientos de balas. Sólo en la puerta de la biblioteca, lugar de la matanza, se observaban ayer una decena de impactos. Algunos alumnos se lanzaron al vacío desde las plantas superiores del edificio de cinco pisos, y padecen heridas más graves que las de un balazo. Como herida está la ciudad santa, ayer en estado de alerta policial. Miles de religiosos sionistas acompañaron los cadáveres hasta el cementerio del Monte de los Olivos gritando contra el Gobierno.
Las calles de Jerusalén presentaban ayer un aspecto lúgubre en una mañana radiante. Pocos fieles musulmanes acudieron a la Explanada de las Mezquitas en su día sagrado -el Gobierno israelí sólo permitía el acceso a los mayores de 45 años, y selló a cal y canto Cisjordania- y gran parte de los judíos, atemorizados, prefirieron permanecer en casa. Ha sido un golpe muy duro.
El presidente Simón Peres sentenció días atrás que, del mismo modo que se había logrado abatir los atentados suicidas, se conseguiría eliminar la amenaza de los cohetes Qassam desde Gaza. La tendencia augura malos tiempos. En lo que va de año han fallecido más israelíes (15) que en todo 2007 (13).
El muro de hormigón que bordea Jerusalén, la pretendida futura frontera de Israel, no está todavía acabado. Es evidente que la mole de hormigón, la presencia permanente de soldados en Cisjordania y los soplos de los colaboracionistas han abortado numerosos ataques. Pero aun terminado el muro, tampoco habría evitado el atentado del jueves. Abu Dahim era residente en Jerusalén Este, lo que le proporcionaba una identificación que le permitía moverse libremente por Israel. No es aventurado prever que los 200.000 habitantes palestinos de la ciudad serán sometidos a un acoso policial todavía más estricto.
La furia y los deseos de venganza se mezclaban en el sepelio de las ocho víctimas. Antes del mediodía, el director de la yeshiva, el rabino Yaakov Shapira, se dirigió a los dolientes a las puertas del centro educativo, bastión del movimiento de los colonos, y, olvidando las frecuentes visitas del entonces alcalde de Jerusalén -hoy el primer ministro, Ehud Olmert-, cargó contra el gobernante. "El tiempo ha llegado para que tengamos un buen liderazgo, un liderazgo fuerte", clamó.
Lo demás, como acostumbran los fanáticos en Oriente Medio, fue mirar a un pasado cargado de sangre. "El atentado es la continuación de las masacres de 1929", añadió el rabino en alusión a las revueltas palestinas que acabaron con la vida de decenas de judíos antes de la fundación del Estado. "Muerte a los árabes", chilló la multitud. Sólo a escasos cientos de metros se alzaba Deir Yasin, un pueblo palestino escenario de una de las más célebres matanzas -más de cien civiles asesinados-, en abril de 1948, un mes antes del nacimiento de Israel. Hoy se extiende un barrio judío: Givat Shaul.
David Shalem, director del Instituto de Altos Estudios Talmúdicos, con sede en la escuela atacada, precisó la posición que comparten los colonos. "No tenemos ninguna confianza en el Gobierno de Olmert. Tienen una ideología laica, y por ello no saben por qué viven en Israel. No entienden que esto no es una guerra por los territorios, es una guerra cultural". Yehoshua, el joven testigo de la masacre, agrega: "Todo empezó con las negociaciones de Oslo. El camino para la paz es cumplir los mandamientos de la Torah y no ceder un palmo de la tierra de Israel".
Olmert afronta días difíciles. El partido ultraortodoxo sefardí Shas, socio de la coalición de Gobierno, a la que contribuye con 12 diputados, también va a sentir la presión de sus fieles para que abandone el Ejecutivo. Eli Yishai, su líder, ha insistido en que no puede negociarse bajo el fuego enemigo. La capacidad de Olmert para su supervivencia política afronta ahora un nuevo reto.

Enfrentamiento entre EE UU y Libia


Estados Unidos y Libia se enfrentaron ayer en el Consejo de Seguridad de la ONU por el texto de condena del "ataque terrorista" contra una escuela talmúdica de Jerusalén. Libia pidió que se incluyera en la resolución la reciente incursión del Ejército israelí en Gaza, que ha causado la muerte a más de 120 palestinos, lo que fue rechazado por Washington. La propuesta estadounidense presentada a la firma de los 15 países integrantes del Consejo (5 permanentes y 10 rotatorios) señalaba: "Los miembros del Consejo de Seguridad condenan en los términos más firmes el ataque terrorista ocurrido en Jerusalén en el que han resultado muertos o heridos decenas de civiles israelíes".
El embajador adjunto de Libia, Ibrahim Dabashi, país que desde el pasado enero forma parte del Consejo, explicó que entre cuatro y cinco países insistieron en que se agregara a los palestinos muertos en la declaración de condena. "Para nosotros, la pérdida de vidas humanas es la misma", apuntó el diplomático, que calificó a Israel de "régimen terrorista".
El embajador de EE UU ante la ONU, Zalmay Khalilzad, se negó a equiparar las víctimas del atentado de Jerusalén con los civiles palestinos muertos en los ataques israelíes contra el movimiento islámico Hamás. La ausencia de una declaración de condena "hace que uno se pregunte qué hace nuestro país aquí en este edificio", declaró el embajador israelí ante la ONU, Dan Gillerman.

CAPITALISMO SIN LÍMITES

JOSÉ VIDAL-BENEYTO 08/03/2008


El capitalismo bajo esa denominación y con la elusiva, pero de casi idéntico contenido, de Economía de Mercado se ha extendido, sin compartir terreno con nadie y sin querer marcarse frontera alguna, por todo el planeta-tierra. El capitalismo se ha querido mundial y lo es.

Esta imparable expansión se ha operado desde dos grandes vectores: la modernización de las sociedades y la financiarización de la economía. La primera, en su doble declinación de desarrollo y bienestar, ha sido divisa de todas las propuestas políticas razonables, desde el liberalismo tranquilo hasta la socialdemocracia mansa. A ella se han apuntado la mayoría de los posibles candidatos a la travesía y en rada han quedado sólo las comunidades irrecuperables y los países con destino de náufragos. Entre las primeras, las congregaciones de la miseria moderna encapsuladas en el crimen, adobadas por la droga, entregadas al comercio de ocasión de las armas químicas y bacteriológicas a precios de saldo, celebrando gozosos las glorias de la inseguridad. Los segundos están sobre todo representados por los pueblos autóctonos: Tuaregs, Pigmeos, Lapones, Inuitas, Esquimales, aborígenes de Australia, Melanesios y un nutrido etcétera que superan los 350 millones de personas y forman un nutrido pelotón que sirve para todo. A los que hay que agregar la cohorte de los PMA, los Pueblos Menos Adelantados, que son los Estados-Nación que se sitúan en la cola por sus niveles de renta y en cabeza por necesidades insatisfechas: Etiopia, Burkina Faso, Bangladesh, etc.
Unos y otros sometidos a un proceso de destrucción cultural que hemos llamado desculturación, que ya advirtió Claude Lévi-Strauss en La Pensée Sauvage, destinados irremediablemente a la extinción y cuya única salvación posible era la transfusión occidental. Que supone el imperialismo del hombre blanco con la religión cristiana en su equipaje y la ciencia y la técnica como armas definitivas de su particular modernización. Gracias a las cuales se añadirá a la conquista política de los territorios, la conquista religiosa de las almas y la conquista económica de los comerciantes (el imperialismo de las tres M -Militares, Mercaderes y Misioneros- que nos señala Serge Latouche en La Planète uniforme (Climats, 2001), que acaban traduciéndose en la explotación expoliadora de la naturaleza.
Esa occidentalización modernizadora, más allá de la contradicción que supone el tradicionalismo moral de su componente cristiano, conlleva un fuerte impulso uniformizador en función del modelo económico único que representa el sistema capitalista. De lo que se trata no es de ser más sino de tener más, de consumir más de lo que ofrece el mercado mundial en bienes y servicios consumibles. Marx fue el primero que nos hizo ver que la mundialización, el mercado mundial es indisociable del capital, como lo es la omnimercantilización del mundo en el que todas las cosas son mercancías, comprables y vendibles, utilizables y alquilables, todas, bienes, servicios, cuerpos humanos, sangre, órganos, esperma, úteros; a disposición del comprador solvente en nuestra ciudad o, para esto está la mundialización, a 10.000 kilómetros de distancia. Todo es cuestión de precio.
Esta accesibilidad es sobre todo función del comercio internacional, que aumenta a razón del 5% anual mientras que el PIB mundial se limita al 2,5 % al año. En cualquier caso el ritmo de crecimiento de la producción e intercambio de las mercancías que son los productos y las personas se sitúan en niveles muy inferiores a la que es hoy la mercancía por antonomasia: el dinero. Bolsas, acciones, cotizaciones son los datos más relevantes de una actividad financiera que ha desplazado a la economía real. Pero en esta carrera desbocada es difícil imaginar cómo los mercados bolsísticos podrán continuar creciendo al 10% anual, cuando las tasas de crecimiento de las economías reales siguen oscilando entre el 2 y el 3%. Ni siquiera aunque se redujera la retribución del trabajo a cero.
El paradigma cardinal de los valores contemporáneos, el individualismo, nos viene tanto de la religión cristiana y de la valoración de la persona, recogida por Emmanuel Mounier en su personalismo, como de la exaltación de la soberanía del hombre en la Ilustración. Él es quien presidirá las prácticas de la economía liberal, liquidará toda dimensión social de la empresa, legitimará el enriquecimiento sin límite, la codicia sin fin, la voracidad, la búsqueda insaciable del provecho, el éxito personal como valor supremo. ¿Podrán nuestras sociedades sobrevivir a tanto egoísmo, a tanta desmesura?