31 octubre 2008

400 ACADÉMICOS SOLICITAN A OBAMA UN “CAMBIO FUNDAMENTAL” EN LA POLÍTICA DE EEUU EN AMÉRICA LATINA

TODO: Barak Obama ha despertado algunas esperanzas de cambio en la política interna y externa de Estados Unidos. Pienso que se cae de maduro que la victoria de Obama provocará cambios. Nadie puede aventurar qué proundidad y en cuáles rubros habrá cambios. Pero que los habrá no caben dudas... Como en todo el resto de temas de este estilo, jamás me propuse esperar peras de una higuera (Cristina Kirchner), o bananas de los cítricos (Lula), etcétera. Mis aspiraciones, mis principios, los objetivos que me propuse en la vida fueron, son, revolucionar a la sociedad desde sus cimientos. Fracasamos, nos derrotaron, fuimos vencidos y liquidados. Pero yo no les pido ni espero de olmos que me den las peras que esperé y por las cuales lucho toda mi vida. Las que den, bienvenidas sean. Siempre serán un paso adelante, un progreso.
Kirchner, y Menem o Duhalde o la Carrió o el Macri no son la misma cosa. Obama y Bush no tienen nada en común... Pero los vociferadores de siempre, las izquierdas "puras", los grandes "teóricos repitecitas" que siempre apoyan el "programa máximo", ya de antemano abren el paraguas de la condena. Nunca escucharon hablar de táctica y estrategia, de mal menor y apocalipsis, para ellos es lo mismo quen lleva la furia imperialista a Iraq y los que se proponen retirar las tropas y actuar de otro modo...
"nada es mejor / todo es igual...". Andrés Aldao



400 ACADÉMICOS SOLICITAN A OBAMA UN “CAMBIO FUNDAMENTAL” EN LA POLÍTICA DE EEUU EN AMÉRICA LATINALa Jornada

En carta enviada al candidato demócrata Barack Obama, casi 400 académicos dedicados a las relaciones interamericanas demandaron un “cambio fundamental” en la política de Estados Unidos hacia América Latina.

A continuación, el texto, suscrito entre otros por Eric Hershberg, presidente de la Asociación de Estudios Latinoamericanos; Ariel Dorfman, de la Universidad Duke; Jean Franco, de la Universidad de Columbia; Arturo Arias, de la Universidad de Texas; Carmen Diana Deere, de la Universidad de Florida; Arturo Escobar, de la Universidad de Carolina del Norte; Mark Weisbrot, codirector del Centro para el Estudio Economía y Políticas, Emma Zapata Martelo, del Colegio de Posgraduados de México, y Magdalena Barros Nock, profesora investigadora del CIESAS de México.
“Senador Obama: Nos dirigimos a usted para felicitarlo por su campaña y para expresar nuestra esperanza de que, como próximo presidente de Estados Unidos, aprovechará una oportunidad histórica para mejorar las relaciones con América Latina. Como académicos enfocados en la región, también queremos comunicarle nuestro análisis del proceso de cambio que se da actualmente allá.
“Así como el pueblo estadunidense ha empezado a debatir cuestiones básicas en relación al tipo de sociedad que desea –gracias, en parte, a su propia candidatura, aunque también debido a la magnitud de la actual crisis financiera– así, también, lo están haciendo los pueblos latinoamericanos.
“De hecho, el debate sobre una sociedad justa se dado en Latinoamérica a lo largo de más de una década y la mayoría opta, como usted y muchos de nosotros en Estados Unidos, por la esperanza y el cambio. Como académicos con un compromiso personal y profesional con el desarrollo y la democracia en Latinoamérica, tenemos la esperanza de que en su presidencia Estados Unidos se pueda convertir en un aliado, y no en un adversario, de los cambios positivos que ya se están llevando a cabo en el hemisferio.
“El actual ímpetu en favor del cambio en Latinoamérica es un rechazo al modelo de crecimiento económico que se ha impuesto en la mayoría de países desde principios de los años 80; un modelo que ha resultado en la concentración de la riqueza, que ha confiado, sin éxito, en las fuerzas del mercado, sin restricción alguna para resolver los profundos problemas sociales, y que ha socavado el bienestar humano. El actual rechazo de este modelo cuenta con una base amplia y democrática. De hecho, los movimientos contemporáneos para el cambio en América Latina reflejan una participación significativamente mayor de trabajadores y campesinos, mujeres, afrodescendientes y pueblos indígenas; en dos palabras, movimientos de base.
“Esos movimientos están llegando al poder, uno detrás de otro. No son ni títeres, ni están cegados por el fanatismo y la ideología, como los pintan las caricaturescas descripciones de algunos expertos. Al contrario, estos movimientos merecen nuestro respeto, amistad y apoyo.
“Los latinoamericanos con frecuencia han visto a Estados Unidos no como un amigo, sino más bien como un opresor; el garante de un sistema económico internacional que funciona en contra, y no en favor de ellos, la verdadera antítesis de la esperanza y el cambio. El gobierno de Bush ha empeorado la situación y el prestigio de Estados Unidos en la región se encuentra a niveles históricamente bajos. La tendencia de Washington de luchar en contra de la esperanza y el cambio ha sido especialmente prominente en las recientes respuestas de Estados Unidos a los gobiernos democráticamente electos de Venezuela y Bolivia. Los sentimientos antiestadunidenses son fuertes, pero la historia demuestra que dichos sentimientos pueden cambiar. En los años 30, luego de dos décadas de conflicto en la región, Estados Unidos juró no intervenir y adoptó una Política del Buen Vecino. No por coincidencia, esa fue la época de mayor armonía en la historia de las relaciones entre Estados Unidos y América Latina. En los años 40, casi todos los países de la región se convirtieron en nuestros aliados durante la Segunda Guerra Mundial. Esto puede suceder una vez más.
“Existen muchos otros retos también. Colombia, el principal foco de la política del gobierno de Bush, es actualmente el escenario de la segunda crisis humanitaria más notable en el mundo, con 4 millones de personas desterradas internamente. Su gobierno, el cual criminaliza hasta las protestas pacíficas, busca una extensión de las políticas de comercio libre, en contra de las cuales gran parte del hemisferio está reaccionando ya. Cuba ha iniciado un proceso de transición que debería ser apoyado de manera positiva, como, por ejemplo, a través del dialogo por el cual usted aboga. Decenas de miles de mexicanos y centroamericanos migran para buscar trabajo en Estados Unidos, donde su poder laboral es de gran necesidad, pero su presencia es denigrada por un público que se ha opuesto siempre, desde que comenzó el desarrollo de las encuestas de opinión en los años 30, a la inmigración desde cualquier parte del mundo.
Rechazo a construir muros
“La forma de abordar el tema de la inmigración no es construyendo un gigantesco muro, sino más bien, Estados Unidos debería apoyar un desarrollo con mayor equidad en México y Centroamérica y, de hecho, a lo largo de toda la región. Además, Estados Unidos debe reconsiderar su política de control de drogas, que simplemente no ha funcionado y ha sido parte del problema de violencia política, especialmente en México, Colombia y Perú. Estados Unidos también debe renovar su apoyo activo en favor de los derechos humanos en la región. Desafortunadamente, en los ojos de muchos latinoamericanos, Estados Unidos ha llegado a mostrar su apoyo hacia regímenes de desigualdad.
“Finalmente, le imploramos que su gobierno se comprometa al firme apoyo de los derechos constitucionales, incluyendo la libertad académica e intelectual. La mayoría de nosotros es miembro de la Asociación de Estudios Latinoamericanos, la asociación profesional de expertos más grande de la región, y hemos vivido personalmente cómo los intentos del gobierno de Bush por restringir el intercambio académico con Cuba han resultado contraproducentes. Esperamos poder tener una pronta oportunidad para discutir éstos y otros temas relacionados con América Latina en su gobierno.
“Nuestra esperanza es que usted tome la oportunidad de inaugurar un nuevo periodo de entendimiento y colaboración para el bienestar del hemisferio. Lo que nosotros solicitamos es cambio, y no sólo en Estados Unidos”.
Atentamente

Para ver el listado:
http://www.jornada.unam.mx/2008/10/30/index.php?section=mundo&article=038n1mun


Ramzy Baroud − Asia Times Online

Una “tercera Intifada” implicaría que la segunda ha terminado ya. ¿Es realmente así? ¿O es que sencillamente ha perdido impulso, enfoque y dirección, despilfarrándose sus energías –como levantamiento popular- en disputas entre facciones y divisiones internas?
Algunos de sus líderes iniciales ya no están implicados en ella. No puede haber un levantamiento cohesivo cuando muchos de sus protagonistas han cambiado de bando, han cambiado su papel o han desaparecido completamente. Para aproximarnos a la cuestión de forma realmente práctica, deberíamos analizar más profundamente la primera Intifada, la que surgió en 1987.
Las revueltas colectivas palestinas no siempre suponen una respuesta singular a problemas singulares provocados por elementos ajenos como, por ejemplo, el mandato británico, los planes coloniales sionistas, la ocupación israelí, etc. A menudo se obvian factores internos que indignan a las masas palestinas, como son los errores de sus dirigentes, las divisiones, los giros, la corrupción, el nepotismo, etc.
El levantamiento de 1987 se ajustó a ese modelo, aunque inspiró ciertamente un cambio paradigmático. Por una parte, fue un grito colectivo por la justicia y un intento serio de acabar con la ocupación israelí de la tierra palestina ocupada en 1967. Pero también representó el deseo instintivo por recuperar la lucha palestina, que durante mucho tiempo se había estado manipulando desde el exterior: desde Jordania, desde el Líbano y, más o menos entonces, desde Túnez,
Entre los palestinos de los territorios ocupados fue extendiéndose la conciencia de que su situación había devenido en luchas de poder entre las distintas facciones que tenían su sede en varias capitales árabes, y que esas disputas apenas eran ideológicas sino que giraban más bien alrededor de cuestiones como el control, el dinero y el estatus.
El primer levantamiento elaboró rápidamente sus propias ideas, mecanismos y símbolos, reflejando todos ellos la unidad de objetivos entre los palestinos. De hecho, el énfasis manifiesto en la “unidad nacional” de los símbolos y eslóganes de la Intifada fue una clara señal de la denuncia palestina de la desunión de las facciones.
Aunque la respuesta israelí a la primera Intifada fue letal, apenas puede compararse con la respuesta mucho más violenta ante la segunda, que estalló en 2000. El gobierno israelí quería aplastar la revolución antes de que desarrollara un ritmo y alcanzara un compromiso popular a largo plazo. Israel actuaba también con la errónea suposición de que el levantamiento era obra del difunto líder de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), Yasir Arafat, para conseguir concesiones políticas.
El hecho es que tanto a Israel como a la Autoridad Palestina (AP) –constituida tras los Acuerdos de Oslo de 1993 como alternativa a todo lo que rodeaba a la OLP-, les cogió totalmente por sorpresa que los palestinos tomaran las calles para desafiar no sólo la ocupación israelí sino también las actitudes vacilantes y la corrupción rampante que impregnaba a sus propios dirigentes.
Si debemos aceptar que la segunda Intifada acabó ya, o que la agotaron las luchas intestinas entre Fatah y Hamas, es necesario entonces que analicemos sus resultados. Aunque la segunda Intifada no logró acabar con la ocupación israelí, ha tenido realmente un impacto muy grave sobre las instituciones políticas palestinas. Ha dado lugar a que aparezca otro liderazgo, el de Hamas, y ha obligado a un replanteamiento serio del movimiento de Fatah como movimiento dirigente.
La segunda Intifada socavó en gran medida a la Autoridad Palestina, y con ella a los Acuerdos de Oslo que facilitaron su existencia, afianzando la necesidad de instituciones políticas alternativas –que sean realmente representativas- activando, por ejemplo, una nueva versión de la OLP.
En efecto, todas las revueltas palestinas importantes del pasado pusieron en marcha nuevas e impredecibles realidades y, a pesar de todos los intentos, el statu quo que definió los períodos anteriores a las revueltas fue a menudo insignificante después. Se introducen en la mezcla nuevos rostros, nombres, prioridades, eslóganes y símbolos, aunque siguen definiéndose por un imperecedero deseo de justicia, paz auténtica y libertad.
Los métodos de Israel para someter a los palestinos y aplastar los levantamientos han producido asimismo nuevas realidades, puntos de partida y sistemas de relaciones. Métodos tales como muros inmensos, nuevos asentamientos y armas de aniquilación masiva complican a menudo la ya penosa existencia de los palestinos bajo la ocupación, lo que se traduce en nuevas revueltas.
La primera Intifada llevó la lucha a casa e introdujo en ella a dirigentes locales que competían en todos los frentes con la vieja guardia, incluyendo la cuestión del derecho a articular las demandas y aspiraciones palestinas. La segunda Intifada sirvió para valorar los Acuerdos de Oslo y su consiguiente ‘cultura de paz’ como un proceso sin valor alguno que no mejoraba en nada la espantosa realidad sobre el terreno, aunque sí logró que una clase específica de palestinos se hiciera con todo el poder tanto a nivel financiero como político.
En la actualidad, los palestinos se encuentran en un momento de transición de resultado incierto. Hay más interrogantes que respuestas: ¿Adónde va a llevar el enfrentamiento Fatah-Hamas? ¿Seguirá manteniendo Fatah su actual estructura? ¿Continuarán los palestinos adhiriéndose a la demanda en otro tiempo incuestionable de la solución de los dos Estados? ¿Qué credibilidad tiene esa fórmula ya en las actuales circunstancias, donde no sólo resulta complicado hacer una clara separación sino también totalmente inviable? ¿Se acabará la escisión geopolítica entre Cisjordania y Gaza en los próximos años?
Los levantamientos palestinos son a menudo una respuesta colectiva ante situaciones muy duras. Las perspectivas plantean que probablemente la próxima Intifada –siempre habrá Intifadas mientras la ocupación continúe- se encontrará de nuevo con el rechazo popular a los males que han aquejado y aquejan a la causa palestina y servirá, una vez más, para reafirmar la importancia, cuando no el papel dirigente, del pueblo palestino como verdadero dueño de su destino y guardián de su propia lucha.


Ramzy Baroud ( www.ramzybaroud.net ) es autor y editor de PalestineChronicle.com. Sus trabajos se publican en muchos periódicos y revistas de todo el mundo. Su libro más reciente es “The Second Intifada: A Chronicle of a People’s Struggle” (Pluto Press, London).
Enlace con texto original:
http://www.atimes.com/atimes/Middle_East/JJ29Ak01.html
http://www.atimes.com/atimes/Middle_East/JJ29Ak01.html

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