31 octubre 2008



Ramzy Baroud − Asia Times Online

Una “tercera Intifada” implicaría que la segunda ha terminado ya. ¿Es realmente así? ¿O es que sencillamente ha perdido impulso, enfoque y dirección, despilfarrándose sus energías –como levantamiento popular- en disputas entre facciones y divisiones internas?
Algunos de sus líderes iniciales ya no están implicados en ella. No puede haber un levantamiento cohesivo cuando muchos de sus protagonistas han cambiado de bando, han cambiado su papel o han desaparecido completamente. Para aproximarnos a la cuestión de forma realmente práctica, deberíamos analizar más profundamente la primera Intifada, la que surgió en 1987.
Las revueltas colectivas palestinas no siempre suponen una respuesta singular a problemas singulares provocados por elementos ajenos como, por ejemplo, el mandato británico, los planes coloniales sionistas, la ocupación israelí, etc. A menudo se obvian factores internos que indignan a las masas palestinas, como son los errores de sus dirigentes, las divisiones, los giros, la corrupción, el nepotismo, etc.
El levantamiento de 1987 se ajustó a ese modelo, aunque inspiró ciertamente un cambio paradigmático. Por una parte, fue un grito colectivo por la justicia y un intento serio de acabar con la ocupación israelí de la tierra palestina ocupada en 1967. Pero también representó el deseo instintivo por recuperar la lucha palestina, que durante mucho tiempo se había estado manipulando desde el exterior: desde Jordania, desde el Líbano y, más o menos entonces, desde Túnez,
Entre los palestinos de los territorios ocupados fue extendiéndose la conciencia de que su situación había devenido en luchas de poder entre las distintas facciones que tenían su sede en varias capitales árabes, y que esas disputas apenas eran ideológicas sino que giraban más bien alrededor de cuestiones como el control, el dinero y el estatus.
El primer levantamiento elaboró rápidamente sus propias ideas, mecanismos y símbolos, reflejando todos ellos la unidad de objetivos entre los palestinos. De hecho, el énfasis manifiesto en la “unidad nacional” de los símbolos y eslóganes de la Intifada fue una clara señal de la denuncia palestina de la desunión de las facciones.
Aunque la respuesta israelí a la primera Intifada fue letal, apenas puede compararse con la respuesta mucho más violenta ante la segunda, que estalló en 2000. El gobierno israelí quería aplastar la revolución antes de que desarrollara un ritmo y alcanzara un compromiso popular a largo plazo. Israel actuaba también con la errónea suposición de que el levantamiento era obra del difunto líder de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), Yasir Arafat, para conseguir concesiones políticas.
El hecho es que tanto a Israel como a la Autoridad Palestina (AP) –constituida tras los Acuerdos de Oslo de 1993 como alternativa a todo lo que rodeaba a la OLP-, les cogió totalmente por sorpresa que los palestinos tomaran las calles para desafiar no sólo la ocupación israelí sino también las actitudes vacilantes y la corrupción rampante que impregnaba a sus propios dirigentes.
Si debemos aceptar que la segunda Intifada acabó ya, o que la agotaron las luchas intestinas entre Fatah y Hamas, es necesario entonces que analicemos sus resultados. Aunque la segunda Intifada no logró acabar con la ocupación israelí, ha tenido realmente un impacto muy grave sobre las instituciones políticas palestinas. Ha dado lugar a que aparezca otro liderazgo, el de Hamas, y ha obligado a un replanteamiento serio del movimiento de Fatah como movimiento dirigente.
La segunda Intifada socavó en gran medida a la Autoridad Palestina, y con ella a los Acuerdos de Oslo que facilitaron su existencia, afianzando la necesidad de instituciones políticas alternativas –que sean realmente representativas- activando, por ejemplo, una nueva versión de la OLP.
En efecto, todas las revueltas palestinas importantes del pasado pusieron en marcha nuevas e impredecibles realidades y, a pesar de todos los intentos, el statu quo que definió los períodos anteriores a las revueltas fue a menudo insignificante después. Se introducen en la mezcla nuevos rostros, nombres, prioridades, eslóganes y símbolos, aunque siguen definiéndose por un imperecedero deseo de justicia, paz auténtica y libertad.
Los métodos de Israel para someter a los palestinos y aplastar los levantamientos han producido asimismo nuevas realidades, puntos de partida y sistemas de relaciones. Métodos tales como muros inmensos, nuevos asentamientos y armas de aniquilación masiva complican a menudo la ya penosa existencia de los palestinos bajo la ocupación, lo que se traduce en nuevas revueltas.
La primera Intifada llevó la lucha a casa e introdujo en ella a dirigentes locales que competían en todos los frentes con la vieja guardia, incluyendo la cuestión del derecho a articular las demandas y aspiraciones palestinas. La segunda Intifada sirvió para valorar los Acuerdos de Oslo y su consiguiente ‘cultura de paz’ como un proceso sin valor alguno que no mejoraba en nada la espantosa realidad sobre el terreno, aunque sí logró que una clase específica de palestinos se hiciera con todo el poder tanto a nivel financiero como político.
En la actualidad, los palestinos se encuentran en un momento de transición de resultado incierto. Hay más interrogantes que respuestas: ¿Adónde va a llevar el enfrentamiento Fatah-Hamas? ¿Seguirá manteniendo Fatah su actual estructura? ¿Continuarán los palestinos adhiriéndose a la demanda en otro tiempo incuestionable de la solución de los dos Estados? ¿Qué credibilidad tiene esa fórmula ya en las actuales circunstancias, donde no sólo resulta complicado hacer una clara separación sino también totalmente inviable? ¿Se acabará la escisión geopolítica entre Cisjordania y Gaza en los próximos años?
Los levantamientos palestinos son a menudo una respuesta colectiva ante situaciones muy duras. Las perspectivas plantean que probablemente la próxima Intifada –siempre habrá Intifadas mientras la ocupación continúe- se encontrará de nuevo con el rechazo popular a los males que han aquejado y aquejan a la causa palestina y servirá, una vez más, para reafirmar la importancia, cuando no el papel dirigente, del pueblo palestino como verdadero dueño de su destino y guardián de su propia lucha.


Ramzy Baroud ( www.ramzybaroud.net ) es autor y editor de PalestineChronicle.com. Sus trabajos se publican en muchos periódicos y revistas de todo el mundo. Su libro más reciente es “The Second Intifada: A Chronicle of a People’s Struggle” (Pluto Press, London).
Enlace con texto original:
http://www.atimes.com/atimes/Middle_East/JJ29Ak01.html
http://www.atimes.com/atimes/Middle_East/JJ29Ak01.html

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