03 marzo 2010

ISRAEL: UN ESTADO FASCISTA RECUBIERTO con UNA PIEL de CORDERO NAZIFASCISTAFASCISTA



No es fácil sobrevivir en un país fascista, racista, chovinista, seudo democrático. No es fácil vivir dentro del apartheid del estado de Israel. Ni fácil, ni placentero. Llegué a este país exilado, directamente desde la cárcel en la Argentina, junto a mi familia. Único patrimonio; u$s 50.-. No pude recuperarme económicamente, no pude encabezar el retorno... Y cuando ya podía los amigos argentinos me dijeron: ¡tarde!, no te vas a poder arreglar. Nos resignamos con mucho pesar.
Ahora pago por mi exilio un precio muy alto: vivir en un país donde el racismo es moneda corriente. Donde el chovinismo es el placer de la mayoría de sus habitantes. En el que rige el apartehid  más cínico e hipócrita. Retomo la publicación de TODO EL MUNDO y nos reencontraremos con frecuencia. Andrés Aldao


La madre de todos los pretextos - Uri Avnery

La visión del choque de civilizaciones se adapta perfectamente a nosotros. De hecho, el mundo de las civilizaciones que chocan para nosotros es el mejor de todos los mundos posibles. La lucha entre Israel y los palestinos ya no es un conflicto entre el movimiento sionista que vino a establecerse a este país y el pueblo palestino que lo habitaba. No, ha sido desde el mismo principio una parte de una lucha mundial que no proviene de nuestros actos y aspiraciones. El ataque del Islam terrorista al mundo occidental no empezó por culpa nuestra. Nuestra conciencia puede sentirse completamente limpia; estamos entre los tipos buenos de este mundo.

Por Uri Avnery

Cuando oigo mencionar el 'choque de civilizaciones' no sé si reír o llorar.
Reír, porque semejante concepto es absurdo. Llorar, porque es propenso a causar desastres incalculables.
Llorar todavía más porque nuestros líderes están explotando ese eslogan como un pretexto para sabotear cualquier posibilidad de una reconciliación israelo-palestina. Sólo es uno más de una larga lista de pretextos.
¿Por qué el movimiento sionista necesitaba excusas para justificar la manera en que trató al pueblo palestino?
En el origen, el sionismo era un movimiento idealista. Tenía una gran carga moral. No sólo para convencer al mundo, sino, ante todo, para tranquilizar su propia conciencia.
Desde la más tierna infancia aprendimos de los pioneros, muchos de ellos hijos e hijas de familias acomodadas y de buena formación que dejaron atrás una vida cómoda en Europa para empezar una nueva en un lejano y -para los estándares de aquella época- primitivo país. Aquí, en un clima salvaje al que no estaban acostumbrados, a menudo hambrientos y enfermos, realizaron trabajos físicos de romperse los huesos bajo un sol brutal.
Para eso necesitaban creer totalmente en la rectitud de su causa. No sólo creyeron en la necesidad de salvar a los judíos de Europa de la persecución y los pogromos, sino también en la creación de una sociedad tan justa como nunca antes se había visto, una sociedad igualitaria que sería un modelo para el mundo entero. León Tolstoi no era menos importante para ellos que Teodor Herzl. Los quibutz y moshav eran símbolos de todo el proyecto.
Pero ese movimiento idealista tenía como objetivo establecerse en un país habitado por otro pueblo. ¿Cómo dirimir la contradicción entre sus ideales sublimes y el hecho de que su realización requería la expulsión de un pueblo de su tierra?
La manera más fácil fue reprimir totalmente el problema e ignorar su propia existencia: la tierra, nos dijimos, estaba vacía, no había ningún pueblo en absoluto viviendo aquí. Esa fue la justificación que sirvió de puente sobre el abismo moral.
Solamente uno de los Padres Fundadores del movimiento sionista fue lo suficientemente valiente para llamar al pan pan y al vino vino: Ze'ev Jabotinsky escribió hace ya 80 años que era imposible engañar al pueblo palestino (cuya existencia reconoció) y comprar su consentimiento a las aspiraciones sionistas.
Somos colonos blancos que colonizan la tierra de la población nativa, dijo, y no hay ninguna oportunidad en absoluto de que los nativos se resignen voluntariamente a esto. Se resistirán violentamente, como todos los pueblos nativos de las colonias europeas. Por lo tanto necesitamos un 'muro de acero' para proteger la empresa sionista.
Cuando a Jabotinsky le dijeron que su enfoque era inmoral, contestó que los judíos estaban intentando salvarse del desastre que los amenazaba en Europa y, por consiguiente, su moralidad ganaba a la moralidad de los árabes en Palestina.
La mayoría de los sionistas no estaba preparada para aceptar este enfoque de orientación a la fuerza y buscaron fervientemente una justificación moral con la que pudieran vivir.
Así empezó la larga búsqueda de justificaciones, con un pretexto tras otro según las cambiantes modas espirituales del mundo.
La primera justificación precisamente fue la que ridiculizó Jabotinsky: realmente hemos venido para beneficiar a los árabes. Los redimiremos de sus primitivas condiciones de vida, de la ignorancia y la enfermedad. Les enseñaremos métodos modernos de agricultura y les traeremos medicina avanzada. Todo (excepto el empleo, porque necesitábamos cada trabajo para los judíos que estábamos trayendo aquí, a los que estábamos transformando de judíos del gueto en un pueblo de obreros y labradores de la tierra).
Cuando los ingratos árabes procedieron a resistirse a nuestro gran proyecto, a pesar de todos los beneficios que supuestamente les estábamos trayendo, encontramos una justificación marxista: no son los árabes quienes se oponen a nosotros, sino sólo los effendis. Los árabes ricos, los grandes hacendados, tienen miedo de que el ejemplo resplandeciente del igualitarismo de la comunidad hebrea atraiga al explotado proletariado árabe y origine que éste se levante contra sus opresores.
Eso tampoco funcionó mucho tiempo, quizás porque los árabes vieron cómo los sionistas compraban la tierra de esos mismos effendis y expulsaban a los arrendatarios que la habían cultivado durante generaciones.
El ascenso de los nazis en Europa trajo masas de judíos al país. El público árabe vio cómo le segaban la hierba bajo los pies y empezó una rebelión contra británicos y judíos en 1936. ¿Por qué, preguntaron los árabes, debemos pagar por la persecución de los judíos por parte de los europeos? Pero la revuelta árabe nos dio una nueva justificación: los árabes apoyan a los nazis. Y de hecho, el Gran Muftí de Jerusalén Hajj Amin al-Husseini, se fotografió sentado junto a Hitler. Algunas personas 'descubrieron' que el muftí era el auténtico instigador del Holocausto (años después se reveló que Hitler detestaba al muftí, y que éste no tenía ninguna influencia sobre los nazis.)
La Segunda Guerra Mundial acabó y fue seguida por la guerra de 1948. La mitad del vencido pueblo palestino se convirtió en refugiado. Eso no preocupó a la conciencia sionista porque todos lo sabíamos: se fueron por su propia y libre voluntad. Sus líderes los habían llamado a dejar sus casas y volver después con los ejércitos árabes victoriosos. La verdad es que jamás se ha encontrado ninguna prueba para sostener esta afirmación absurda, pero era suficiente para aliviar nuestra conciencia hasta este día.
Se podría preguntar: ¿por qué no se permitió a los refugiados regresar a sus casas una vez que la que la guerra había terminado? Bien, fueron ellos quienes rechazaron el plan de partición de la ONU de 1947 y empezaron la guerra. Si debido a esto perdieron el 78% de su país, sólo se pueden culpar a sí mismos.
Entonces vino la Guerra Fría. Nosotros estábamos, por supuesto, en el lado del 'mundo libre', mientras que el gran líder árabe Gamal Abd-al-Nasser recibió sus armas del bloque soviético (ciertamente en la guerra de 1948 a nosotros nos fluyeron armas soviéticas, pero eso no es importante). Estaba bastante claro: hablar con los árabes es inútil porque apoyan la tiranía comunista.
Pero el bloque soviético se derrumbó. 'La organización terrorista llamada OLP', como la denominaba Menajem Begin, reconoció a Israel y firmó el acuerdo de Oslo. Hubo que buscar una nueva justificación para nuestra renuencia a devolverle al pueblo palestino los territorios ocupados.
La salvación vino de América: un profesor llamado Samuel Huntington escribió un libro sobre el 'Choque de Civilizaciones' y así nosotros encontramos la madre de todos los pretextos.
El enemigo mortal, según esta teoría, es el Islam. La civilización occidental judeocristiana, liberal, democrática y tolerante, está frente al ataque del monstruo islámico, fanático, terrorista y asesino.
El Islam es asesino por naturaleza. Realmente, 'musulmán' y 'terrorista' son sinónimos. Cada musulmán es un terrorista, cada terrorista un musulmán.
Un escéptico podría preguntar: ¿cómo fue que la maravillosa cultura occidental dio a luz a la Inquisición, los pogromos, la quema de brujas, la aniquilación de los nativos americanos, el Holocausto, las limpiezas étnicas y otras atrocidades sin par?; pero eso fue en el pasado. Ahora la cultura occidental es la encarnación de la libertad y el progreso.
El profesor Huntington no estaba pensando particularmente en nosotros. Su tarea era satisfacer un peculiar deseo de Estados Unidos: el imperio estadounidense siempre necesita un enemigo virtual que abarque todo el mundo, un solo enemigo que incluya a todos los opositores a Estados Unidos del mundo entero. Los comunistas cumplieron su promesa: el mundo entero se dividió entre tipos buenos (los estadounidenses y sus partidarios) y tipos malos (los comunistas). Todo el que se opusiera a los intereses estadounidenses automáticamente se convertía en comunista -Nelson Mandela en Sudáfrica, Salvador Allende en Chile, Fidel Castro en Cuba-, mientras que los señores del apartheid, los escuadrones de la muerte de Augusto Pinochet y la policía secreta del Sha de Irán pertenecían, como nosotros, al mundo libre.
Cuando se derrumbó el imperio comunista los Estados Unidos se quedaron sin un enemigo mundial. Este vacío ahora está ocupado por los musulmanes-terroristas. No sólo Osama ben Laden, sino también los combatientes chechenos por la libertad, la colérica juventud norteafricana de los suburbios de París, los guardias revolucionarios iraníes, los insurgentes de Filipinas...
Así, la visión mundial estadounidense se reestructuró: un mundo bueno (la civilización occidental) y un mundo malo (la civilización islámica). Los diplomáticos todavía tienen cuidado de hacer una distinción entre 'islamistas radicales' y 'musulmanes moderados', pero eso sólo es para las apariencias. Entre nosotros sabemos, por supuesto, que todos son Osamas ben Ladens. Todos son iguales.
Así, una gran parte del mundo formada por múltiples y muy diferentes países y una gran religión, con tendencias muy diversas e incluso opuestas (como en la cristiandad o el judaísmo), que ha dado tesoros científicos y culturales incomparables al mundo, se arroja entera al mismo saco.
Esta visión se adapta perfectamente a nosotros. De hecho, el mundo de las civilizaciones que chocan para nosotros es el mejor de todos los mundos posibles.
La lucha entre Israel y los palestinos ya no es un conflicto entre el movimiento sionista que vino a establecerse a este país y el pueblo palestino que lo habitaba. No, ha sido desde el mismo principio una parte de una lucha mundial que no proviene de nuestros actos y aspiraciones. El ataque del Islam terrorista al mundo occidental no empezó por culpa nuestra. Nuestra conciencia puede sentirse completamente limpia; estamos entre los tipos buenos de este mundo.
Ahora la línea argumental del Israel oficial es ésta: los palestinos eligieron a Hamás, un movimiento islámico asesino (si no existiera, habría que inventarlo -y de hecho, algunas personas afirman que, en su inicio, lo crearon nuestros servicios secretos-). Hamás es terrorista, igual que Hezbollah. Quizás Mahmoud Abbas no sea un terrorista, pero es débil y Hamás está a punto de tomar el control exclusivo de todos los territorios palestinos. Por lo que nosotros no podemos hablar con ellos. No tenemos ningún compañero. En realidad, posiblemente no podamos tener un compañero porque pertenecemos a la civilización occidental que el Islam quiere erradicar.
En su libro de 1896 Der Judenstaat, Teodor Herzl, el 'Profeta oficial del Estado israelí”, ya profetizó este desarrollo. Esto es lo que escribió en 1896: 'Nosotros constituiremos para Europa (en Palestina) una parte del muro contra Asia, serviremos como una vanguardia de cultura contra la barbarie'.
Herzl estaba pensando en un muro metafórico, pero entre tanto hemos erigido un muro auténtico. Para muchos, éste no es sólo un muro de separación entre Israel y Palestina, sino una parte del muro entre Occidente y el Islam, la línea de fuego del choque de civilizaciones. Más allá del muro no hay hombres, mujeres y niños, no existe una población palestina conquistada y oprimida, no hay pueblos y ciudades ahogados como Abu-Dis, a-Ram, Bil'in y Qalqilia. No, más allá del muro hay mil millones de terroristas, multitudes de musulmanes sedientos de sangre que sólo tienen un deseo en la vida: arrojarnos al mar simplemente porque somos judíos, parte de la civilización judeocristiana.
Con una posición oficial como ésta, ¿quién puede dirigirse a nadie? ¿De qué se puede hablar? ¿Cuál es el punto de encuentro en Annapolis o en cualquier otra parte?
¿Y qué podemos hacer, llorar o reír?

La fuente:  Uri Avnery es periodista, ex legislador y pacifista israelí. La traducción del inglés pertenece a Carlos Sanchis para Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística.

Sospechosos en Dubai
El reciente asesinato en Dubai de un dirigente palestino muestra que el Mossad actúa como un feudo independiente que ignora los intereses vitales políticos y estratégicos de Israel a largo plazo y disfruta de la ayuda automática de un primer ministro irresponsable. Dubai, un país del Golfo enfrentado a Irán, es un aliado de Israel, tanto como Egipto y Jordania. Y aquí viene el propio gobierno israelí y lo avergüenza y humilla despertando entre las masas árabes la sospecha de que Dubai colabora con el Mossad.

Por Uri Avnery

De vez en cuando me pregunto: ¿qué sucedería si los gobiernos del mundo decidieran abolir simultáneamente todas sus agencias de espionaje?
Ciertamente sería un duro golpe para los escritores y productores de películas que viven de las historias de los servicios secretos. Sus producciones perderían el atractivo.
Sería un desastre para el enorme ejército de forofos que se traga las aventuras de espionaje, los entusiastas consumidores de libros y películas de héroes sobrehumanos como James Bond y “supergenios” tortuosos como Smiley, de John Le Carré.
Pero, ¿cuál sería el verdadero daño si Washington dejase de espiar a Moscú, Moscú dejara de espiar a Washington y ambos a Pekín? El resultado sería un empate. Se ahorrarían inmensas sumas de dinero, puesto que una gran parte de los esfuerzos de cada agencia de espionaje está dedicada a obstruir las intrigas de la competencia. ¿Cuántas enfermedades podrían curarse? ¿Cuánta gente hambrienta se alimentaría? ¿A cuántos analfabetos se les enseñaría a leer y escribir?
Las películas y libros populares celebran los éxitos imaginarios de las agencias de inteligencia. La realidad es mucho más prosaica y está repleta de auténticos fracasos.
Los dos clásicos desastres de espionaje ocurrieron durante la Segunda Guerra Mundial. En ambos, las agencias de inteligencia o proveyeron a sus jefes políticos de valoraciones falsas, o los líderes ignoraran sus exactas evaluaciones. En lo que se refiere a los resultados ambos equivalen a lo mismo.
El camarada Stalin fue sorprendido totalmente por la invasión alemana de la Unión Soviética, aunque los alemanes necesitaron meses para reunir su enorme fuerza invasora. El presidente Roosevelt fue totalmente sorprendido por el ataque japonés sobre Pearl Harbour, aunque el grueso de la armada japonesa tomó parte en él. Los fracasos fueron tan fabulosos que los aficionados al espionaje tuvieron que recurrir a teorías de conspiración para explicarlos. Una teoría de ese tipo dice que Stalin, deliberadamente, ignoró las advertencias porque él pretendía sorprender a Hitler con su propio ataque. Otra teoría afirma que Roosevelt prácticamente "invitó" a que los japoneses atacaran porque necesitaba un pretexto para empujar a Estados Unidos a una guerra impopular.
Pero desde entonces los fracasos continuaron sucediéndose uno tras otro. Todas las agencias occidentales de espionaje fueron sorprendidas totalmente por la revolución de Jomeini en Irán, cuyos resultados todavía hoy resuenan en los titulares. Todas las agencias fueron sorprendidas totalmente por el desplome de la Unión Soviética, uno de los acontecimientos definitorios del siglo XX. Fueron completamente sorprendidas por la caída del muro de Berlín. Y todas ellas proporcionaron información errónea sobre la bomba atómica imaginaria de Saddam Hussein que sirvió como pretexto para la invasión estadounidense de Iraq.
¡Ah!, dice nuestra gente, eso es lo que sucede entre gentiles. No aquí. Nuestra comunidad de espionaje es como ninguna otra. El cerebro judío ha inventado el Mossad, que todo lo sabe y es capaz de todo. (Mossad, "instituto", es la abreviatura de "Instituto para la Inteligencia y las Operaciones Especiales").
¿De veras? Al principio de la guerra de 1948 todos los jefes de nuestra comunidad de inteligencia unánimemente avisaron a David Ben-Gurion de que los ejércitos de los Estados árabes no intervendrían. (Afortunadamente, Ben-Gurion rechazó su evaluación). En mayo de 1967 toda nuestra comunidad de inteligencia era totalmente sorprendida por la concentración del ejército egipcio en el Sinaí, paso que condujo a la guerra de los Seis Días. (Nuestros jefes de inteligencia estaban convencidos de que el grueso del ejército egipcio estaba ocupado en Yemen, donde rabiaba una guerra civil). El ataque egipcio-sirio en el Yom Kippur de 1973 sorprendió por completo a nuestros servicios de inteligencia, aun cuando montones de avisos previos estaban disponibles.
Las agencias de espionaje fueron totalmente sorprendidas por la primera Intifada, y después por la segunda. Fueron completamente sorprendidas por la revolución de Jomeini, aunque (o porque) estaban profundamente empotradas en el régimen del Sha. Quedaron completamente sorprendidas por la victoria de Hamás en las elecciones palestinas.
La lista es larga e ignominiosa. Pero en un campo, como ellos dicen, nuestro Mossad actúa como ninguna otra: el de los asesinatos. (Perdón, “eliminaciones").
La película de Steven Spielberg Munich describe el asesinato ("eliminación") de miembros de la OLP después de la matanza de los atletas en los Juegos Olímpicos. Como una obra maestra de estilo barato puede compararse solamente a la película Éxodo, basada en el libro kitsch de León Uris.
Después de la matanza (cuya principal responsabilidad recae sobre los incompetentes e irresponsables policías bávaros), el Mossad, a las órdenes de Golda Meir, mató a siete directivos de la OLP, principalmente para regocijo del público israelí sediento de venganza. Casi todas las víctimas eran diplomáticos de la OLP, representantes civiles de la organización en capitales europeas que no tenían ninguna conexión directa con operaciones violentas. Sus actividades eran públicas, trabajaban en oficinas ordinarias y vivían con sus familias en edificios residenciales. Fueron blancos estáticos, como los patos de una caseta de tiro.
En una de las acciones -que recuerda al último asunto- un camarero marroquí fue asesinado por equivocación en el pueblo noruego de Lillehammer. El Mossad lo confundió con Ali Hassan Salameh, un importante dirigente de Fatah que sirvió como contacto con la CIA. Los agentes del Mossad, incluyendo unas glamourosas rubias (siempre hay unas rubias glamourosas) fueron identificados, arrestados y condenados a largas penas de prisión (pero liberados muy pronto). El verdadero Salameh fue "eliminado" más tarde.
En 1988, cinco años antes de los acuerdos de Oslo, Abu Jihad (Khalil al-Wazir), número dos de Fatah, era asesinado en Túnez ante los ojos de su esposa e hijos. De no haberlo matado, probablemente hoy sería el Presidente de la Autoridad Palestina en vez de Abu Mazen (Mahmud Abbas). Él habría disfrutado del mismo prestigio entre su pueblo que Yasser Arafat el cual, muy probablemente, fue asesinado con un veneno que no deja ningún rastro.
El fiasco que más se parece a la última acción fue el atentado del Mossad contra la vida de Khalid Mishal, un importante líder de Hamás, a petición del primer ministro Benjamín Netanyahu. Agentes del Mossad lo emboscaron en una calle principal de Ammán y rociaron una toxina nerviosa en su oreja, que era para matarlo sin dejar rastro. Fueron capturados en el lugar. El rey Hussein, el principal aliado del gobierno israelí en el mundo árabe, estaba lívido y lanzó un furioso ultimátum: o Israel proporcionaba inmediatamente el antídoto del veneno y salvaba la vida de Mishal, o los agentes del Mossad serían ahorcados. Netanyahu, como de costumbre, cedió, Mishal se salvó y el gobierno israelí, como una bonificación, liberó al jeque Ahmed Yassin, el principal líder de Hamás, de la prisión. Fue "eliminado" más tarde por el fuego de un misil Hellfire.
Durante las últimas semanas se ha vertido un diluvio de palabras sobre el asesinato en Dubai de Mahmoud al-Mabhouh, otro importante dirigente de Hamás.
Los israelíes aceptaron desde el primer momento que era un trabajo del Mossad. ¡Qué capacidades! ¡Qué talento! ¡Cómo supieron, con tanta anticipación, cuando iría el hombre a Dubai, qué vuelo tomaría, en qué hotel estaría! ¡Qué precisa planificación!
Los "corresponsales militares" y "los corresponsales de asuntos árabes" aparecieron radiantes en la pantalla. Sus caras dijeron: oh, oh, oh, si el material no estuviera clasificado. Si solamente le pudiera decir lo que sé. ¡Únicamente puedo contarles que el Mossad ha demostrado de nuevo que su largo brazo puede llegar a cualquier parte! ¡Vivid en el temor, oh enemigos de Israel!
Cuando los problemas comenzaron a volverse evidentes y las fotos de los asesinos aparecieron en la televisión de todo el mundo, el entusiasmo se enfrió, pero sólo ligeramente. Un viejo y probado método israelí se puso en juego: tomar algún detalle marginal y discutirlo apasionadamente ignorando el punto principal. Concentrarse en un árbol en particular y desviar la atención del bosque.
En realidad, ¿por qué usaron los agentes nombres de gente real que vive en Israel y tiene doble nacionalidad? ¿Por qué, de todos los pasaportes posibles, usaron los de países amigos? ¿Cómo podían estar seguros de que los propietarios de estos pasaportes no viajarían al extranjero en el momento crítico?
Además, ¿no se dieron cuenta de que Dubai está lleno de cámaras que graban cada movimiento? ¿No previeron que los policías locales compondrían películas del asesinato en casi todos sus detalles?
Pero esto no despertó demasiada excitación en Israel. Todos entendieron que británicos e irlandeses estaban obligados a protestar formalmente, pero que esto no era nada sino pasar por los gestos. Entre bastidores hay conexiones íntimas entre el Mossad y las demás agencias de inteligencia. Después de algunas semanas todo caerá en el olvido. Así funcionó en Noruega después de Lillehammer, así funcionó en Jordania después del asunto de Mishal. Protestarán, reprenderán, y ya está. Así, ¿cuál es el problema?
El problema es que el Mossad en Israel actúa como un feudo independiente que ignora los intereses vitales políticos y estratégicos de Israel a largo plazo y disfruta de la ayuda automática de un Primer Ministro irresponsable. Es, como dice la expresión inglesa, un "loose cannon”, una bomba liberada del cañón de un buque antiguo que ha roto su mecanismo y rueda libre por la cubierta, aplastando a cualquier desafortunado marinero que se interponga en su camino.
Desde el punto de vista estratégico la operación de Dubai causa un grave perjuicio a la política del gobierno, que define la presunta bomba nuclear de Irán como una amenaza existencial para Israel. La campaña contra Irán ayuda a desviar atención del mundo de la ocupación y colonización en curso e induce a Estados Unidos, Europa y otros a bailar a su son.
Barack Obama está en el proceso de tratar de establecer una coalición global para imponer "sanciones debilitadoras" a Irán. El gobierno israelí le sirve, de buena gana, de perro ladrador. Les dice a los iraníes: los israelíes están locos. Pueden atacar de un momento a otro. Yo los veto con gran dificultad. Pero si ustedes no hacen lo que les digo soltaré la correa y ¡que Alá se apiade de sus almas!
Dubai, un país del Golfo enfrentado a Irán, es un importante miembro de esta coalición. Es un aliado de Israel, tanto como Egipto y Jordania. Y aquí viene el propio gobierno israelí y lo avergüenza y humilla despertando entre las masas árabes la sospecha de que Dubai colabora con el Mossad.
En el pasado avergonzamos a Noruega, después enfurecimos a Jordania, ahora humillamos a Dubai. ¿Eso es inteligente? Pregunten a Meir Dagan, a quien Netanyahu acaba de otorgar un casi inaudito octavo año en el cargo de jefe del Mossad.
Quizás el impacto de la operación con respecto a nuestro lugar en el mundo es aún más importante.
Hubo una vez que era posible empequeñecer este aspecto. Dejar que los gentiles dijeran lo que quisieran. Pero desde la operación Plomo Fundido Israel se ha vuelto más consciente de sus implicaciones de largo alcance. El veredicto de juez Goldstone, los ecos de las payasadas de Avigdor Lieberman, la creciente campaña global para boicotear a Israel; todo esto tiende a sugerir que Thomas Jefferson no hablaba por hablar cuando dijo que ninguna nación puede permitirse ignorar la opinión de la humanidad.
El asunto de Dubai refuerza la imagen de Israel como un Estado bravucón, una nación macarra que trata a la opinión pública mundial con desprecio, un país que dirige una guerra de bandas, que envía al extranjero a la mafia como escuadrones de la muerte, una nación indeseable que debe ser evitada por las personas de bien.

La fuente:   Uri Avnery es periodista, ex legislador y pacifista israelí. Su artículo fue publicado en Gush Shalom. La traducción del inglés pertenece a Carlos sanchís para Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística.

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El terrorismo judío es venerado

En Israel, se convive tranquilamente con la apología del crimen y la justicia por mano propia. Con el tiempo se pierde lenta pero persistentemente toda sensibilidad por la vida humana, especialmente si se trata de palestinos.

Por Daniel Kupervaser

Israel está embarcada en una tenaz batalla mediática a propósito del informe Goldstone que apunta a su culpabilidad por delitos de guerra y probablemente de lesa humanidad como consecuencia del operativo Plomo Fundido en Gaza. El Estado judío trata de rebatir estas embestidas aferrándose a dos argumentos principales: un discutido curriculum de alto valor moral que caracteriza las acciones de su ejército y la reconocida firmeza e imparcialidad de la justicia israelí en investigar y penar todo responsable de transgresiones, tanto leves como atroces. Justamente, ayer un juzgado de Israel dio lugar a que el mundo sea testigo de que también la “reconocida firmeza e imparcialidad de la justicia de Israel” puede ser considerara muy dudosa.

El 25 de febrero de 1994 Baruj Goldshtein, médico residente de la colonia judía de Kiryat Arba, adjunta a la ciudad palestina de Hebrón, ingresó sin motivo alguno a la Tumba de los Patriarcas y en medio de las plegarias de inocentes palestinos, abrió fuego de su arma automática (hasta el día de hoy los colonos judíos de Cisjordania portan libremente este tipo de armas). La masacre fue horrenda con el diabólico desenlace de 29 muertos y 125 heridos. Los pocos sobrevivientes se sobrepusieron al atacante y le dieron muerte por sus propias manos.

La masacre dio lugar a festejos entre colonos judíos de Cisjordania quienes consagraron a Goldstein como héroe nacional y su cuerpo fue sepultado en un parque especial del cementerio de Kiryat Arba. En el mármol de su tumba resalta hasta hoy en día el grabado de una consigna que alumbra penosamente a todos los judíos del mundo como tablas de su nueva ley: “Entregó su alma por el pueblo de Israel, su Torá y su tierra. Fue inocente y generoso”.

Mijael Ben Jorin, activista muy vinculado a los sectores más extremos de la colonización judía en Cisjordania, fue entrevistado en televisión seis años atrás donde expresó loas hacia Baruj Goldstein y además agregó: “No hay como Baruj Goldstein en el mundo. Baruj Goldstein fue un caritativo, un sostén del mundo, único en nuestros días”.

Con mucha razón, la Fiscalía de Estado consideró tremendas declaraciones como una clara trasgresión a la ley en hechos que muy bien significan una incitación a tomar la ley por las manos y vengarse sanguinariamente ante atentados de los palestinos. La firmeza y la imparcialidad de la justicia israelí nos golpearon doblemente. Tanto en su primera instancia como en la de apelación, los jueces consideraron que las expresiones de Ben Jorin son legítimas, que no se pueden considerar una instigación y por lo tanto no representan una trasgresión a la ley. En su veredicto agregaron: “la sociedad está interesada que también esta gama de ideas, como las de Ben Jorin, lleguen a conocimiento público”.

Una sociedad que sostiene un Estado que se autodefine como judío se empecina en demostrar cada día con mayor intensidad que sufre de un terrible desequilibrio en la escala de valores humanos que lo lleva a referirse a tragedias humanas en tan diferentes formas según la cantidad o la pertenencia étnica de las víctimas. Tres decenas de personas asesinadas, si son palestinos, no es motivo para impedir que la sociedad escuche a quienes vanaglorian al asesino. Un millón y medio de victimas armenias es motivo para definirlo como tragedia pero no se debe culpar ni recriminar a quien niegue reconocerlo como genocidio, sobre todo si se tiene en cuenta ciertos acuerdos estratégicos. Cualquier número de víctimas, si son judíos, ya es motivo de un trato diferente con campañas públicas de protesta o contundentes penas a quienes osen vanagloriar a sus gestores.

La mayoría abrumadora de la población y los medios callan. Nuestra indiferencia nos lleva a convivir tranquilamente con la apología del crimen y la justicia por nuestras propias manos. Con el tiempo perdemos lenta pero persistentemente toda sensibilidad por la vida humana, especialmente si se trata de palestinos, cuyo destino y trato como personas se convirtió en la mercancía más barata de la región.

La fuente:  Daniel Kupervaser es editor del blog Ojalá me equivoque.