30 abril 2008

Palestina - ¿El fin a lo provisional o el fin de lo definitivo?

texto de Andrés Aldao

El fragmento de la nota de Alberto Mazor comienza con un título que confunde: "El fin a lo provisional", en que la forma se traga al contenido. La política de los gobiernos israelíes fue la de anexionar todo territorio a la vista y hacer de cada bicho que camina un súbdito del reino de Israel... Lo que Mazor llama "provisional" es, en verdad, lo definitivo, lo inamovible, lo permanente, es lo que ha querido Israel desde Ben Gurión hasta el tonto de Olmert. Lo que hay que preguntarse ahora, es: ¿estamos en vísperas de terminar con la posición y la visión definitiva de las estúpidas dirigencias israelíes, de su permanente política de terrorismo de estado, de la práctica constante del "tiro al niño", el deporte preferido de los soldados israelíes (cuyas últimas víctimas fueron cuatro niños palestinos), o estamos frente a una nueva maniobra diversionista de la dirigencia israelí y de sus generales derrotados, la que no desea ni paz, ni el cese de los crímenes, ni el derramamiento de sangre y el duelo, ante la pasividad e impasibilidad del mundo, de las grandes y pequeñas potencias...?

Dice Alberto Mazor:

Los palestinos existen. A pesar del terrorismo sangriento y de la falta de visión de su dirigencia en momentos claves, están allí. Aunque a muchos les parezca mentira, no son una creación de Israel. Lo que comenzó hace más de 40 años, tras la victoria en la Guerra de los Seis Días, no es la historia de los palestinos, sino la historia de la ocupación israelí.
Esta afirmación podría parecer obvia si no fuera porque durante largo tiempo la identidad nacional palestina fue puesta en cuestión, tanto por quienes la presentaban como un mero reflejo reactivo frente al movimiento sionista - acentuado tras la creación del Estado de Israel -, como por aquéllos que, al incluir a los palestinos dentro del grupo árabe al que pertenecen - como en el caso de Golda Meir -, negaban su existencia separada.

No obstante, la historia palestina está estrechamente ligada con la de Israel y con el conflicto, tanto el árabe-israelí como el israelí-palestino. La relación aparece, en primer lugar, a la hora de establecer una definición sobre quiénes son los palestinos; un interrogante bastante más complicado de lo que aparenta


Así describen los hechos analistas de café, asépticos, sionistas 100x100, despojados de toda hebra de condición humana, ciegos, torpes y desalmados. Y por sobre todo, tuertos, porque ven con un solo ojo, una sola realidad, escuchan ua sola campana y todo el resto tiene importancia residual (A.A.)

Tres graves problemas para los pobres

Hedelberto López Blanch
Rebelión

Para las personas pobres, que son la inmensa mayoría de los 6 000 millones de habitantes en este mundo globalizado, cada despertar representa una nueva pesadilla porque tres graves peligros económicos atacan la casi inexistente supervivencia familiar: aumento del precio del petróleo, baja del dólar e incremento de los alimentos básicos.

Desde marzo de 2003 cuando Estados Unidos y Gran Bretaña atacaron y ocuparon Iraq con el propósito de adueñarse de las reservas petrolíferas de esa nación y controlar otras de la región, los precios del crudo comenzaron una espiral indetenible que lo ha llevado de 30 dólares el barril de 159 litros, en aquella época, hasta 115 dólares en la actualidad

Resulta habitual en estos tiempos que por cualquier motivo suban los precios: bajas en las reservas del crudo en Estados Unidos, altos consumos del combustible en China, Estados Unidos e India, huracanes en el Caribe, pequeños problemas en países productores como Noruega o Nigeria, acaparamiento de los intermediarios para venderlo con mejores dividendos. Cualquier excusa es permitida.

Solo una pequeñísima suma de naciones cuenta con el preciado combustible en sus territorios o con posibilidades para su extracción, mientras cerca de 160 naciones del orbe son dependientes de las importaciones del crudo.

La depreciación del dólar que se ha cotizado esta semana a 1,5979 por euro, también apoyó la escalada del crudo, bajó el poder adquisitivo de las naciones que negocian con esa moneda y ocasionó subida en los precios de los alimentos.

Analistas consideran que el alto nivel del euro frente al dólar se debe, sobre todo, a la inquietud por la salud de la economía norteamericana y la debilidad de sus mercados

Los sectores exportadores y hasta algunos gobiernos europeos han mostrado preocupación por la apreciación del euro pues consideran que encarece sus exportaciones.

El estallido de la burbuja financiera en el sector inmobiliario de Estados Unidos mostró la fragilidad del crecimiento económico de ese país. La burbuja financiera de la informática que reventó en 2001 fue sustituida por la inmobiliaria en una demostración de que el sistema no tiene otro recurso para lograr dinamismo a corto plazo que la especulación financiera y hoy ya se habla de una recesión en la primera potencia económica mundial lo cual repercute negativamente en la mayoría de las naciones.

Las alzas en los precios del petróleo y las bajas en el poder adquisitivo del dólar, son factores que inciden negativamente en la adquisición de alimentos.

Para el economista de la FAO, José Luis Cordeu, la devaluación del dólar también influye en el encarecimiento de los alimentos pues en los últimos años, muchos inversionistas han compensado la pérdida de valor de la divisa estadounidense colocando sus capitales en el oro, los cereales, granos y aceites.

Estadísticas de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) indican que el precio de los alimentos se ha encarecido 45% en los últimos nueve meses y en diciembre pasado se registró el alza de precios mensual más alta en casi 20 años.

Tres productos fundamentales experimentan a finales de 2007, incrementos exorbitantes: lácteos, 83%; aceites vegetales 60% y cereales 41% y en los tres primeros meses han continuado su camino ascendente.

Técnicos de la FAO, indican que el encarecimiento de los alimentos en el mundo se debe a varios factores como son el alza en el precio del combustible y fertilizantes; los costos de producción y transporte de los bienes agrícolas; los cambios climáticos; la creciente demanda de materias primas proveniente de Asia y la expansión del mercado de biocombustibles, (etanol) que se basa en la cosecha de maíz, trigo, cebada o caña de azúcar para producir energía en vez de alimentos.

Un estudio del Instituto Internacional de Investigación de Política Alimentaria de Estados Unidos, señala que de mantenerse la expansión actual de biocombustibles el valor del maíz ascendería al menos 26% para el 2020, y de duplicarse la expansión de cultivos para generar energía, el alza sería de 72%.

Por citar solo dos ejemplos, en Nicaragua el costo del maíz, un producto básico de la dieta popular, se disparó 54% entre enero de 2007 y enero de 2008. Este mismo alimento fue motivo de grandes protestas en México que obligó al gobierno a intervenir para controlar el valor de venta del producto.

En El Salvador, el encarecimiento de los alimentos han motivado la caída del 50% del poder adquisitivo de los pobladores para adquirir comida, en un país donde la pobreza afecta a más del 70% de los habitantes.

Según la FAO, en América Latina más de 55 millones de personas sufren de desnutrición, mientras los pobres sobrepasan los 240 millones.

En este mundo globalizado donde impera el libre comercio y un neoliberalismo desquiciante, los altos precios de los alimentos afectan primordialmente a los países pobres que no tienen capital para adquirir los necesarios productos.

Hoy más que nunca son más reales el vaticinio que hizo el ex presidente del Banco Mundial James Wolfensohn cuando planteó en una reunión del Grupo de los 8 efectuada en el 2004 en Alemania, que “si no se resuelve el problema de la pobreza, nadie tendrá paz pues 5 000 millones de los 6 000 millones de habitantes del planeta viven en países del Tercer Mundo”.

Las raíces estructurales del hambre, las crisis alimentarias y los desórdenes

James Petras

Traducido para Rebelión por Mar Rodríguez


«Los países pobres del mundo gastarán unos 38 700 millones de dólares en importación de cereales este año, el doble de la cantidad que pagaron hace dos años por las mismas cantidades y un 57 % de aumento en relación con 2007.» Cita del senador estadounidense Byron Dorgan en la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) Financial Times, 21 de abril de 2008 p.19.
Estos últimos días, todos los bancos internacionales importantes (el FMI, el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, el Banco de Desarrollo Asiático, etc.), todos los periódicos y los medios de comunicación financieros importantes se han visto obligados a reconocer que está teniendo lugar una crisis alimentaria importante, que cientos de millones de personas están abocados al hambre, la desnutrición y a la muerte por inanición. Se han realizado llamadas a conferencias mundiales, se han declarado emergencias nacionales a raíz de los desórdenes provocados por millones de personas en casi cincuenta países que han amenazado con desbancar sus regímenes políticos y han aumentado las tensiones sociales incluso en los países más dinámicos y con mayor crecimiento, como China o la India. Incluso en los países imperialistas de América del Norte y Europa, la combinación de la escalada en los precios de los alimentos y el estancamiento de los salarios, las expulsiones de sus hogares y los pagos de las deudas amenazan a los regímenes en ejercicio y aumentan las presiones sobre todos los gobiernos para tomar acciones urgentes.
Las respuestas de las élites se prevén inadecuadas y sus explicaciones de la crisis van desde la inadecuación, el interés propio hasta la estupidez. El Banco Mundial repite la petición de ayuda de alimentos para emergencias y subsidios por valor de varios cientos de millones de dólares para los «más necesitados», es decir, para aquellos países en los que se han producido disturbios importantes a causa de los alimentos, con saqueos a los distribuidores privados de alimentos, los puntos de venta al por mayor y al por menor, y amenazas o desbancamiento de los regímenes de libre mercado que han sido los alumnos modelo que han seguido las políticas del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional.
Los autoproclamados expertos económicos, según lo previsto, se evalúan a sí mismos e intentan evadir el fracaso de sus recetas anteriores. Todos los académicos y consejeros políticos conservadores, liberales y progresistas echan la culpa a «China, por comer demasiada carne» (profesor Paul Krugman, de la Universidad de Princeton y columnista del New York Times), al «crecimiento de la demanda», a «la inflación»... Los progresistas señalan la desviación de la producción hacia los biocombustibles como el «biodiésel», la falta de planificación de los gobiernos y la distorsión de las prioridades.
El aumento de la ayuda alimentaria tiene solamente un impacto transitorio, en regiones limitadas, sobre una fracción de la población afectada. Culpar al crecimiento de la demanda obviamente exige preguntarse por la «falta de suministro» y las características estructurales (posesión de tierra, pautas de propiedad, búsqueda de rentabilidad y relaciones entre clase y estado) que le dan forma. De igual importancia es el hecho de que, incluso en aquellos lugares en los que hay alimentos que llegan al mercado, los precios de esos alimentos están fuera del alcance de la mayoría de trabajadores rurales y urbanos, campesinos y personas sin empleo. Los que critican desde el punto de vista de la oferta y la demanda omiten un análisis de clase de los «productores» que determinan el sistema de precios (según su poder oligopólico del mercado y sus criterios para obtención de beneficios) y los consumidores (trabajadores informales y formales con salarios bajos, cuyos ingresos van en declive). Los granjeros capitalistas se encuentran en una posición adecuada para proteger e incluso aumentar sus beneficios trasladando sus costes añadidos por insumos al poder de mercado más débil de los consumidores, ayudados e instigados por los regímenes políticos neoliberales del libre mercado.
Los progresistas que echan la culpa de la crisis a los biocombustibles (el aumento de los precios se debe al desvío de los granos y el uso de la tierra hacia la producción de combustible) no responden a las preguntas estructurales más elementales: ¿Qué clases llegaron al poder estatal y dieron forma a las políticas económicas y permitieron que se produjera este «desvío»? Los grandes préstamos privados y estatales de los años 70 debidos a la disponibilidad de préstamos baratos llevaron al crecimiento del endeudamiento. Los bancos privados, empresas y fabricantes, promotores inmobiliarios endeudados, endilgaron, gracias a sus influencias poderosas y relaciones directas con el estado, sus deudas privadas al Estado y, en último término, a los contribuyentes, un fenómeno que se describió más tarde como «socialización de la deuda privada» o «pago de la fianza al sector privado».
El Estado se vio enfrentado a obligaciones de deudas cada vez mayores (la llamada «crisis de la deuda»), acudió al FMI y al Banco Mundial para obtener préstamos y, lo que es más importante, para obtener su certificado para préstamos enormes de los bancos comerciales. El FMI y el Banco Mundial exigieron cambios estructurales fundamentales del Estado para conceder los préstamos, y estos préstamos con condiciones implicaban una completa transformación en las políticas de inversión, comercio, consumo e ingresos que tuvieron un efecto importante sobre la estructura de clases y la composición de la clase dominante.
Los préstamos internacionales, tanto oficiales como comerciales, y los cambios estructurales que los acompañan, resultaron en la eliminación de las barreras comerciales protectoras en la agricultura y la fabricación. Como resultado se produjo una entrada masiva de bienes agrícola subvencionados de los Estados Unidos y de la Unión Europea, que destruyeron a los agricultores con granjas familiares de pequeño y mediano tamaño que producían alimentos básicos. La bancarrota de los productores de alimentos resultó en desplazamientos masivos de granjeros y trabajadores agrícolas a las ciudades y en la concentración de la tierra en las manos de propietarios de plantaciones comerciales agrícolas que se concentraron en la producción de cultivos para la exportación.
Las exigencias del FMI y del Banco Mundial incluían la reasignación de los créditos, préstamos y asistencia técnica gubernamentales para los grandes exportadores agrícolas en bienes únicos porque ellos eran los que obtenían las divisas fuertes necesarias para devolver los créditos y enviar beneficios a los accionistas, ejecutivos y propietarios de las empresas multinacionales.
El FMI y el Banco Mundial aceptaron negociar la refinanciación de los pagos de intereses y capital pendientes de los estados deudores a condición de que privatizaran y desnacionalizaran todas las empresas estatales monopolio y lucrativas. La privatización y la desnacionalización resultaron en compras extranjeras a gran escala de amplias parcelas de fértiles tierras agrícolas y en la producción y exportación de grano por parte de los oligarcas nacionales e inversores extranjeros.
El conjunto de estas políticas que eliminaron las barreras al libre comercio, promovieron la privatización y la desnacionalización, la amplia penetración de los sectores de mercado y producción y el aumento del énfasis de la intervención estatal en apoyo de la actividad económica de intercambio extranjero orientada a la exportación, recibió el nombre de «neoliberalismo», un modelo que combinaba unas políticas socioeconómicas dirigidas y reguladas por el estado con el objetivo de aumentar la función y el poder de las élites extranjeras y nacionales a favor de la especialización de los mercados mundiales.
El ascenso de esta nueva configuración del poder durante los años 80 y 90 dictó las decisiones políticas y económicas clave en relación con las inversiones (sus asignaciones, sectores y subsectores), además de los mercados (internos y externos), productos (alimentos, combustibles, productos básicos) y precios (carteles oligopolísticos). El principio básico que guía a las clases dirigentes nacionales y extranjeras era la especialización en actividades complementarias en la economía mundial (lo que los economistas ortodoxos denominan «especialización basada en las ventajas comparativas»). La integración de las clases dominantes extranjeras y locales resultaba lucrativa y se apoyaban la una en la otra: el capital privado y los bienes de consumo fluían por sus circuitos financieros y de bienes de consumo internacionales.
Las consecuencias a medio plazo y a gran escala de esta nueva configuración del poder para la agricultura y la producción de alimentos se manifestaron en apenas algo más de una década. En la segunda mitad de la primera década del siglo XXI estalló una crisis agrícola sin precedentes: la influencia del sector de exportación agrícola de la clase dominante y la puesta en práctica de sus políticas en favor del «libre mercado» resultaron en el final del control sobre los precios y en su ascensión meteórica. Los precios reflejaron las relaciones sociales de producción y distribución: la dominación de los terrenos y las inversiones por los grandes agricultores capitalistas dio forma a los precios del «suministro» y al por mayor; los gigantes proveedores comerciales mundiales («los supermercados») fijan los precios para el consumidor directo. Se produjo «competencia» entre los productores y los distribuidores oligopólicos para ver quién podía hacerse con los precios más altos y los mayores beneficios.
Los exportadores agrícolas de la clase dominante terminaron con los subsidios para los agricultores productores de alimentos a nivel familiar y aumentaron los subsidios para la exportación para los productores de productos básicos esenciales. Los agricultores familiares se vieron en la bancarrota y sus tierras las compraron especuladores inmobiliarios (promotores autoproclamados) para usos comerciales, pistas de golf, complejos turísticos, comunidades de lujo con vallas de separación y bienes básicos para la exportación; los arrozales se convirtieron en clubes de campo; los precios del maíz y el trigo se doblaron en los diez meses que iban desde septiembre de 2007 y julio de 2008. Los beneficios engrosaron la cuenta de resultados de Cargill ( Financial Times , 15 de abril de 2008, p 21): los beneficios trimestrales aumentaron en un 86 % hasta alcanzar los 1030 millones de dólares durante el tercer trimestre que terminó el 29 de febrero de 2008. No fue sólo un caso, como dirían los ortodoxos, de aumento de la «demanda», sino del hecho de que cientos de miles de millones de dinero de los especuladores fluyeron a los mercados de bienes de consumo. En condiciones de mercados estrechamente controlados por los grandes negocios agrícolas, las reservas de grano bajaron a sus niveles mínimos en 35 años en relación a la demanda, principalmente porque los grandes agrocapitalistas quisieron limitar el suministro de alimentos y aumentar la producción de combustible, al tiempo que derivaban capital para la especulación en productos básicos. Como resultado de la influencia de la norma de los gigantes agrocapitalistas y de sus políticas de inversión y uso de la tierra, los precios medios de los alimentos aumentaron en un 45 % entre julio de 2007 y abril de 2008 y se prevé que suban un 15 % más para julio.
Atemorizados más por las protestas masivas que desbancan regímenes clientes sumisos que por la hambruna generalizada y el aumento de la mortalidad de los pobres, los líderes capitalistas de todo el mundo se reunieron en Washington en la primavera de 2008. Se quejaron de los disturbios por los alimentos, lamentaron la «pérdida del progreso de una década (sic) en África» e incluso realizaron llamamientos a la «acción». Como era de esperar, se prometieron algunos cientos de millones de ayuda alimentaria de urgencia, lo cual destruirá los últimos bastiones de agricultores a pequeña escala que producen alimentos para los mercados locales. Los regímenes neoliberales de toda Asia se vieron obligados por el temor a bloquear las exportaciones de artículos alimenticios básicos para impedir que los disturbios alimentarios se convirtieran en insurrecciones masivas: los salarios van por detrás de los meteóricos precios de los alimentos. Los regímenes neoliberales de Indonesia, Egipto, la India, Vietnam, China y Camboya prohibieron las ventas de arroz extranjero ( Financial Times , 16 de abril de 2008, p. 1). No obstante, estos gestos proteccionistas y limosnas de alimentos han obtenido escasos efectos positivos en su país y han aumentado la escasez para los importadores de alimentos. Los futuros de maíz alcanzaron un valor récord de 6,16 USD por fanega entre enero y marzo de 2008, un aumento del 30 % y la prohibición de la exportación en Indonesia aumentó el precio del arroz en un 63 % durante los tres primeros meses del año 2008.
Ninguno de los líderes mundiales reunidos en Washington y «preocupados» por el hambre, la regresión y, lo principal, las revoluciones, propuso una reforma agraria: la redistribución de la tierra a los campesinos y agricultores para la producción de alimentos. Ninguno de los líderes propuso siquiera reformas tales como los controles de precios y beneficios y la reconversión del uso de la tierra para la producción agrícola. Ninguno de estos líderes propuso la ilegalización de la especulación en futuros de bienes básicos en las bolsas de todo el mundo. No es de extrañar que el FMI «prediga» que los precios de los alimentos continuarán aumentando hasta 2010.
Los precios de los combustibles no han bajado a pesar del aumento en miles de veces de la producción de etanol. Los precios del etanol (y de los combustibles) y de los alimentos han aumentado a pesar de la expansión de la producción porque es la misma configuración de monopolio del poder la que opera en ambos sectores.
El aumento de las diferencias entre salarios y precios es un empobrecimiento por causas estructurales. Las protestas masivas, tanto en los países imperialistas como en el tercer mundo, nacen de problemas básicos inmediatos, pero sus raíces se hunden en las estructuras profundas de la economía capitalista.
Sólo los prestigiosos economistas ortodoxos sin cerebro empleados por los bancos centrales continúan cotorreando sobre «inflación subyacente» e «inflación patente», como si los aumentos en el precio de los alimentos, los combustibles, la salud y la educación no resultaran centrales para la vida cotidiana de miles de millones de vidas. Lo peor: continúan sin comprender que una inflación galopante y unos salarios estancados son factores intrínsecos en las mismas estructuras de la economía y el estado capitalistas. Lo que es absolutamente claro es la bancarrota de la teoría de la especialización en productos de exportación a expensas de la seguridad alimentaria. Lo que era una exigencia de una minoría radical se encuentra ahora como prioridad máxima en la agenda de un movimiento de miles de millones de personas.
Las personas exigen un cambio radical de las desastrosas teorías derivadas de Friedman que preconizan la dependencia de unos mercados alimentarios mundiales monopolizados a una vuelta a las políticas revolucionarias de la autonomía alimentaria.

CRISIS ALIMENTARIA: CULPAN AL FMI

La ONU culpa de la crisis alimentaria al FMI y se alía con el Banco Mundial para atajarla

ANNA GRAU. CORRESPONSAL. NUEVA YORK

La ONU culpó ayer sin paliativos en Berna a «la política aberrante del Fondo Monetario Internacional» de la crisis alimentaria por la que atraviesa el planeta y anunció que el secretario general de la organización, Ban Ki-moon, liderará una fuerza de choque contra la crisis con la participación del Banco Mundial.
Las 27 agencias humanitarias de la ONU llevan desde el lunes reunidas en Berna para estudiar y hacer frente a la amenaza del fuerte aumento del precio de los alimentos básicos, singularmente el arroz y el maíz, es decir, los cultivos más susceptibles de ser desviados del consumo alimenticio para generar biofósiles. Jean Ziegler, relator especial de la ONU para el derecho a la alimentación calificó este desvío de «crimen contra la Humanidad». No es costumbre de Ziegler morderse la lengua. A su juicio el FMI favorece «cultivos coloniales» dirigidos a la exportación en lugar de anteponer los cultivos de subsistencia que dan de comer a la gente.
Ziegler dijo todo esto en una rueda de prensa el lunes en Berna en la que se despidió como relator de la ONU. Sus partidarios justifican el tono incendiario por la magnitud del problema: 75 millones de personas dependen del Programa Mundial de Alimentos de la ONU, que en los últimos tres meses ha perdido el 40% de su poder adquisitivo. «Si esto le pasa a la ONU, ¿qué no le pasará a una familia del Tercer Mundo que tiene que gastar el 90% de sus ingresos sólo en alimentos?».
Ayer el secretario general de la ONU insistió en lo mismo que su relator especial, pero con otro tono. Ban Ki-moon no quitó ni una pizca de hierro a la crisis, pero invitó a considerarla no sólo como un problema, sino como una oportunidad de engrasar los ejes de la acción internacional y atacar a fondo el hambre en el mundo. «La crisis puede y debe ser manejada», afirmó.
Con tal fin anunció la creación de una fuerza de choque que presidirá él mismo y que coordinará a todas las agencias humanitarias de la ONU con el Banco Mundial. Para poner en marcha este equipo estimó que hacían falta 1.600 millones de euros.

Bossi pide la expulsión de los inmigrantes de Italia



Fotos: a la derecha Palmiro Togliatti - a la izquierda, Benito Mussolini

Bossi pide la expulsión de los inmigrantes de Italia y usar para ello todos los instrumentos

AFP. Umberto Bossi vota ayer en el nuevo Parlamento italiano

ABC. ROMA.
El líder de la Liga Norte, Umberto Bossi, socio de Silvio Berlusconi y probable ministro de Reformas de Italia, aseguró ayer que se «debe expulsar a los inmigrantes» y usar para ello «todos los instrumentos que sirvan». Bossi hizo esa declaración a los periodistas que le esperaban en la puerta de la Cámara de los Diputados, donde entró entre los aplausos de un grupo de seguidores, ya que ayer dio comienzo la XVI legislatura italiana.
«Debemos expulsar a los inmigrantes y debemos realizar el federalismo fiscal. Para ello, debemos usar todos los instrumentos que sirvan», aseguró el líder de la xenófoba Liga Norte. Luego amenazó con el recurso a las armas a quienes no estén de acuerdo con el federalismo fiscal, que no apoya la izquierda italiana, según informa Efe. «No sé que quiere la izquierda, nosotros estamos preparados. Si quieren enfrentamientos tengo trescientos mil hombres siempre dispuestos», dijo.
El pasado lunes, Berlusconi intentó quitar importancia a las declaraciones del líder de la Liga Norte, quien durante la campaña habló de usar las armas si no se aceptaban sus exigencias. «Sus fusiles son de papel», dijo Berlusconi, a lo que Bossi respondió ayer: «Los fusiles están siempre preparados».
Sobre el Gobierno, Bossi aseguró que él será el ministro de Reformas y recordó que Berlusconi «se ha casado con la Liga y ahora debe obedecer».

Los impuestos

La Liga, que ganó prácticamente en todas las partes donde se presentó en el norte de la península, superando el 8% de los votos y penetrando en regiones tradicionalmente de izquierda como la Emilia Romaña, representa un amplio respaldo para el tercer gobierno del magnate de las comunicaciones, informa France Presse. La Liga Norte obtendrá importantes cargos de gobierno, pedirá la aplicación inmediata del federalismo fiscal, es decir que altos porcentajes de impuestos se queden en las regiones donde se pagan y exigirá mano dura contra la inmigración.
Como las regiones norteñas, las más ricas e industrializadas son los mayores contribuyentes del fisco, el riesgo de agrandar la brecha entre el norte rico y el sur pobre es notable. Berlusconi asumirá en mayor el poder con todas las cartas en la mano para cumplir con sus promesas, aún si ya advirtió que no tiene una varita mágica y que a Italia le esperan «tiempos difíciles» para recuperar su agotada economía.
La holgada victoria lograda por Silvio Berlusconi en las elecciones, que con esta regresa ya por tercera vez al poder, le otorga varios años de mandato sin sobresaltos políticos previsibles, probablemente hasta 2013, lo cual es casi una excepción para un país que ha tenido un promedio de un gobierno por año.
Sin comunistas
Por primera vez desde la creación de la República italiana en 1948 el Parlamento no contará con la presencia de comunistas, otrora el mayor partido comunista de Occidente.

En 1976 el entonces Partido Comunista Italiano obtuvo el 34, 4% de los votos, una de sus mayores resultados. En 2008, tras un largo y complejo recorrido político, se convirtió en el PD, una formación reformista, con el 33% de los votos.
Algunos de los herederos, como el Partido de la Refundación Comunista y el Partido de los Comunistas Italianos, aliados con los Verdes, alcanzaron sólo el 3% de los votos en las pasadas elecciones, sin llegar al 4% necesarios para entrar a la Cámara de Diputados ni al Senado.

Fumarse un porro en el Ejército

SAL EMERGUI desde Jerusalén

30 de abril de 2008.- Ocurrió tras una de las últimas incursiones del Ejército israelí en la Franja de Gaza. Cerca de la frontera, miembros de la Policía Militar esperaban el regreso de las tropas. Protegidos con chalecos antibalas al ser una zona llena de francotiradores, los investigadores esperaban a un soldado. "Teníamos sospechas de que llevaba encima hachís. Como hacía unas horas habíamos detenido a cuatro compañeros suyos en una base militar en posesión de drogas ligeras, temíamos que al volver de la operación en Gaza, fuera avisado por el teléfono móvil. Por eso, fuimos hasta la línea de combate. Le sorprendimos y tras un rápido registro encontramos una droga muy parecida a hachís", cuenta uno de los investigadores.
El Ejército israelí ha declarado la guerra al consumo de drogas en sus filas. Tradicionalmente, las normas castrenses eran muy duras con los soldados en cuestión. En primer lugar, los jóvenes israelíes que antes de cumplir los 18 años (cuando son reclutados obligatoriamente, tres años para los varones y 20 meses para las chicas), son pillados consumiendo algún tipo de drogas no eran aceptados en el Ejército. En segundo lugar, los soldados en posesión de drogas eran castigados con la expulsión fulminante.
Una política de mano dura que en los últimos años se ha matizado intentando "dar una segunda oportunidad". En el último año, 70 soldados que reconocieron consumir drogas ligeras mientras estaban en servicio no han sido expulsados. Una comisión especial interna decide y escucha cada caso. Si se convencen que no volverán a las drogas, serán solo sancionados pero no expulsados. En los últimos meses, la comisión ha estudiado 130 casos de soldados que han reconocido 'el pecado' o han sido pillados consumiendo drogas. 70 han recibido 'una segunda oportunidad' y siguen en el Ejército y al resto les han enseñado la puerta. Una mancha en su currículum en Israel ya que a la hora de buscar trabajo deberán explicar el motivo de su expulsión.
La alarma sobre el uso de drogas se ha activado. El motivo, que el perfil del consumidor no es ya solo el habitual soldado raso que hace aburridas guardias en 'tranquilas' bases y que para pasar el tiempo y 'sentirse mejor' se apresta de marihuana u otras materias. Los oficiales han visto cómo con mayor frecuencia soldados de varias unidades de élite no dudan en fumarse un canuto antes o después de una peligrosa operación. Como el soldado detenido tras volver de una incursión en Gaza. Miembro de la unidad Golani, no tuvo reparos en llevar en uno de los bolsillos una pequeña cantidad de hachís. "Tras una investigación de varias semanas, llegamos a la conclusión que cinco soldados no solo fumaban las drogas fuera de servicio sino incluso durante las operaciones militares o en alguna guardia de una base fronteriza con Gaza", dice una fuente del Ejército.

La oficina del portavoz militar: "El Ejército lleva a cabo una guerra sin cuartel contra el uso de drogas".
Tras reconocer las acusaciones, los cinco soldados siguen detenidos en una cárcel militar esperando un veredicto final pero sobre todo ejerciendo de ejemplo para que otros se lo piensen dos veces antes de fumarse un porro en el Ejército.