06 agosto 2008

LOS CRÍMENES DE OLMERT


TODO: El autor de esta nota análisis no es "zurdo" al estilo de los que odia la provocadora barata y funcionaria del "shin bet" israelí, Pilar Rahola, ni antisemita, ni fundamentalista. Es un periodista israelí, escribe para el diario Haaretz, y suele decir lo que sabe, lo que piensa, lo que le parece de acuerdo a la realidad... Todavía estoy esperando a los críticos "israelíes" a que me contesten cómo es que se llegó a un cese del fuego con los "asesinos fundamentalistas del Hamás", síiiiii, los mismos que auparon los gobiernos israelíes para oponerse ala OLP de Arafat, los mismos que tiraban kassamin sobre Shderot, Ashquelón y el sur de Israel.¿Saben qué argumento me dieron los "críticos"? Que lo hicieron para "rearmarse"... Y yo pregunto, ¿si dos críticos del montón dicen "saberlo"? ¿Cómo es que el shabac no lo sabe? Hermosa pregunta, magnífica... Los críticos" saben más que el gobierno de Olmert... En fin, no nos distraigamos: leamos sobre los crímenes de Olmert...

El autor analiza la decisión del primer ministro israelí de dejar el cargo una vez que el oficialismo designe a su sucesor y estima que contrariamente a lo que señala la derecha, no buscó avanzar en el proceso de paz para tapar las investigaciones a las que está sometido. El problema más grave es que el gobierno de Olmert ni siquiera haya considerado la mejor oferta de paz que alguna vez haya recibido Israel: el plan de paz de la Liga Árabe.
Por Akiva Eldar

Los críticos de Ehud Olmert en la derecha, incluidas las principales figuras de su partido, afirman que el primer ministro ha convertido las negociaciones con los palestinos y los sirios en la pala con la que busca desenterrarse de las investigaciones policiales en su contra.

Dicen que para salvar su piel, el primer ministro Olmert no dudaría en dividir Jerusalén y entregar la totalidad de las Alturas del Golán. Por otra parte, ¿por qué su urgencia en alcanzar un acuerdo de fronteras con el presidente palestino, Mahmoud Abbas? ¿Cómo es posible comprender su repentino entusiasmo por alcanzar la paz con Siria sin vincularlo con las investigaciones criminales de las que es objeto?

Detrás de la acusación de que un líder político está negociando valiosos recursos estratégicos y nacionales para desembarazarse de una dificultad personal -una imputación más severa aún que cualquiera de las sospechas policiales- se esconde una observación interesante: hay quienes en la derecha creen que la gente está tan ávida por librarse de los territorios ocupados que podría perdonarle a quien lo haga todos sus fracasos y transgresiones. Ellos reconocen que dividir el territorio en dos Estados y lograr la paz con Siria es preferible, a los ojos de la opinión pública, a dividir el territorio entre dos naciones y perpetuar la ocupación israelí de las Alturas del Golán.

Esta no es la primera vez que un esfuerzo por alcanzar avances en el conflicto árabe-israelí es atribuido al empeño de un primer ministro por mejorar su imagen pública.

En la primavera de 1996, cuando Shimon Peres aceleró las negociaciones con Siria, sus rivales en la derecha argumentaban que él sólo estaba cortejando a Hafez al-Assad para bloquear el acceso al poder de Benjamín Netanyahu. Tres años después fue el turno del primer ministro Benjamín Netanyahu de hacerse cargo de los mismos reclamos. Los colonos y algunos miembros del Likud sostuvieron que sus promesas en Wye Plantation de concederle a Yasser Arafat el control de más del 13% de Cisjordania ocultaba la esperanza de que un avance en el proceso de paz frenaría su caída en las encuestas.

Poco antes de las elecciones de 2001, el primer ministro Ehud Barak -quien había enviado un equipo negociador al resort de Taba, en el Sinaí- fue acusado de apostar a un acuerdo con los palestinos sobre los asentamientos para salvarse de su caída.

Su sucesor, Ariel Sharon, que decidió evacuar el asentamiento de Gush Katif en la ciudad de Gaza, tuvo que hacer frente al slogan de la derecha, según el cual "la profundidad del retiro refleja la profundidad de la investigación que se le sigue".

Esencialmente, esto constituyó un reconocimiento de que el sector centro de la sociedad israelí se había alineado en masa detrás de la idea del retiro de la Franja de Gaza y había abandonado a sus colonos.

El problema real no es que Olmert haya virado hacia la izquierda para escapar a la condena por sus presuntos negocios ilegales. Lo contrario es la verdad. El primer ministro ha dañado la confianza pública por inclinar hacia la derecha su promesa más importante. Su anuncio en la Knesset (Parlamento unicameral) de que las negociaciones sobre Jerusalén quedaron fuera de cualquier discusión, bloqueó el desarrollo de lo que había prometido como guía básica para este gobierno: buscar un acuerdo con los palestinos sobre las fronteras definitivas como un estado judío democrático con mayoría judía. Olmert también sabe que incluso entre los dirigentes palestinos moderados no hay ninguna diferencia entre Jerusalén Oriental y Ramallah Oriental.

Incluso promesas más modestas, como congelar la actividad de los asentamientos (incluyendo el crecimiento natural, en línea con la Hoja de Ruta), desmantelar puestos de control y establecer regulaciones para hacer cumplir las leyes en Cisjordania se han quedado en el papel. Un destino similar esperó la promesa de "completar el cerco de separación tan rápido como sea posible para proporcionar la máxima seguridad a los ciudadanos, teniendo en cuenta las necesidades humanitarias de la población civil palestina".

Durante los últimos dos años, los asentamientos en Cisjordania y en Jerusalén Oriental se han extendido. La terminación de la barrera de separación está parada debido a los esfuerzos por ajustar los intereses de seguridad a los intereses de los colonos, sin tomar en cuenta en absoluto las necesidades de la población palestina.

Pero la principal acusación a la que la historia lo someterá a Olmert es su criminal abandono de la Iniciativa de Paz Árabe. El gabinete israelí no ha discutido siquiera la oferta de establacer relaciones normales con la totalidad de los 22 países miembros de la Liga Árabe.

Abbas dijo esta semana en El Cairo, durante una reunión con representantes de la diáspora palestina, que él le presentó la iniciativa a Barack Obama. Y dijo que el candiato demócrata a la presidencia de los Estados Unidos le contestó: "Si los israelíes no aceptan esta iniciativa, en la que se les promete paz y seguridad en un área entre Mauritania e Indonesia, es porque están locos."

Obama estaba equivocado. Perder la oportunidad de establecer la paz entre un Israel judío y democrático y todos los Estados árabes no es una locura. Es un crimen imperdonable.

La fuente: El autor es columnista del diario israelí Haaretz. La traducción del inglés pertenece a Sam More para elcorresponsal.com.