22 noviembre 2010

EL NAZIFASCISMO TIENE VARIAS 

CARAS, SE REPRODUCE Y SOBREVIVE 

por Andrés Aldao)

Adjunto varios artículos para alertar y denunciar la marcha inexorable del gobierno nazifascista de Israel, comandado por su primer ministro y la influencia del mafioso ruso Avigdor Liberman y el apoyo de casi dos millones de emigrantes rusos que llegaron en el último cuarto de siglo, para convertir a  Israel en un estado teocrático—laico nazifascista.
Las últimas leyes  aprobadas por el parlamento israelí están convirtiendo al país en un estado totalitario amparado en una fracesita de apariencia inocua:
Israel es un estado judío y democrático.

Las “negociaciones para dos pueblos dos estados” siguen la línea desestabilizadora de todos los gobiernos israelíes y la colonización de los territorios palestinos de la Cisjordania, violando las leyes internacionales, las decisiones de la ONU y haciendo caso omiso de las resoluciones y acuerdos a los que fueron arribando países de Europa, Rusia y EE.UU.

¿Y el pueblo israelí qué piensa, cómo actúa, comprende el riesgo de que este país se transforme en una copia del 3er. Reich en medio Oriente?

Dejo a dos periodistas israelíes, Gideon Levy y Uri Avnery que nos den sus opiniones y puntos de vista; los comparto totalmente...



La República Judía de Israel
El gobierno israelí aprobó un proyecto que pretende que los no judíos residentes en Israel juren lealtad al “Estado judío y democrático” para mantener su ciudadanía. En este artículo, el autor considera que es posible que ahora Israel se convierta en una teocracia.

Por Gideon Levy

Recuerden este día. Es el día que Israel cambiará su carácter. Como resultado, también puede cambiar su nombre por el de República Judía de Israel, al igual que la República Islámica de Irán. Por supuesto, el proyecto de ley juramento de lealtad que el primer ministro Benjamin Netanyahu está impulsando no sólo se ocupa de los nuevos ciudadanos que no son judíos, sino que afecta el destino de todos nosotros.
A partir de ahora, vamos a estar viviendo en un nuevo país, etnocrático, teocrático, nacionalista y racista. Cualquier israelí que piense que esto no lo afectará, se equivoca. Hay una mayoría silenciosa que está aceptando esto con preocupante apatía, como si dijera: "No me importa en qué país vivimos". También se equivocará el que piense que el mundo seguirá refiriéndose a Israel como una democracia después de que esta ley se apruebe. Es otro paso que perjudica gravemente la imagen de nuestro país.
El primer ministro Netanyahu aprobó hoy lo que es realidad un plan del líder de Ysrael Beitenú, Avigdor Lieberman, y el ministro de Justicia, Yaakov Neeman, podrá demostrar que es un "miembro leal" de ese partido. El Partido Laborista, por su parte, va a demostrar que no es más que un felpudo. E Israel demostrará que nada le importa. Hoy es el día del proyecto de juramente de lealtad, que pronto será la ley de juramento de lealtad. Hoy es el día en que la presa se desbordará, amenazando con ahogar los restos de la democracia hasta quedar tal vez con un Estado judío cuyas características nadie entiende, pero que ciertamente no será una democracia. Los que exigen ese juramento de lealtad están malversando la lealtad al Estado.
En su próximo período de sesiones, el Parlamento debe debatir cerca de otros 20 proyectos de ley profundamente antidemocráticos. El fin de semana, la Asociación por los Derechos Civiles en Israel publicó una lista negra de esa legislación: una ley de lealtad para miembros del Parlamento, una ley de lealtad a la producción cinematográfica, una ley de lealtad sin fines de lucro, una ley que pone fin a la catástrofe palestina (la Nakba), la prohibición de cualquier llamado al boicot contra Israel y un proyecto de ley para la revocación de la ciudadanía. Es una peligrosa danza macartista la que bailan estos legisladores ignorantes que todavía no han comenzado a comprender de qué se trata la democracia. Es peligroso, incluso si sólo una parte de los proyectos se convierta en ley, porque nuestro destino y nuestra esencia van a cambiar.
No es difícil entender al dúo Netanyahu-Lieberman. Como nacionalistas jurados que son, uno no espera que cpmprendan que la democracia no sólo significa el derecho de la mayoría, sino, ante todo, que las minorías tienen los suyos. Lo que es mucho más difícil de comprender es la complacencia de las masas. Aunque varias plazas se han llenado hoy con ciudadanos que no desean vivir en un país donde la minoría es oprimida por leyes draconianas como la que les obliga a jurar en falso lealtad a un Estado judío, sorprendentemente casi nadie parece sentirse afectado.
Durante décadas, hemos discutido inútilmente la cuestión de quién es judio. Ahora esa pregunta no va a desaparecer. ¿Qué es eso de "Estado de la nación judía"? ¿Quiere decir que pertenece más a los judios de la Diáspora que a sus ciudadanos árabes? ¿Podrán ellos decidir su destino y seguiremos llamándole a eso democracia? ¿Los ultraortodoxos de la secta Naturei Karta, que se oponen a la existencia del Estado, junto con cientos de miles de judios que comparten su punto de vista, ¿podrán venir a hacer lo que quieran con él? ¿Qué es el judaísmo? ¿Las fiestas judías? ¿La dieta kosher? ¿Se incrementarán las instituciones religiosas, como si no fueran ya suficientes, para distorsionar la democracia? Jurar lealtad a un Estado judío decidirá nuestro destino. Somos responsables de convertir al país en una teocracia como Arabia Saudita.
Es cierto que por el momento se trata de un slogan vacío y ridículo. No hay tres judios que puedan ponerse de acuerdo en lo que es un Estado judío, pero la historia nos ha enseñado que las consignas vacías también puede allanar el camino al infierno. Mientras tanto, la nueva legislación propuesta sólo aumentará la alienación de los ciudadanos árabes israelíes y, más tarde enajenará a segmentos más amplios de la opinión pública.
Esto es lo que sucede cuando el fuego sigue ardiendo bajo la alfombra, el fuego de la falta de esperanza en que la justicia sea nuestro camino. Sólo tal falta de confianza puede producir una legislación distorsionada como la que se aprobó hoy, que pronto será promulgada. Canadá no necesita pedirles a sus ciudadanos que juren lealtad al Estado de Canadá, ni tampoco ocurre en muchos otros países. Sólo en Israel. Y se está haciendo tanto para provocar todavía más a la minoría árabe y empujarla a una mayor falta de lealtad para que llegue el día en que finalmente nos libremos de ellos o está diseñada para frustrar la posibilidad de un acuerdo de paz con los palestinos . De una forma u otra, así como en Basilea, en el Primer Congreso Sionista de 1897, Theodor Herzl dijo que se fundaba el Estado judío, hoy podemos decir que acaba de fundarse una oscurantista República Judía de Israel.

La fuente:  El autor es columnista del diario Haaretz (Tel Aviv, Israel). La traducción del inglés pertenece a Sam More para elcorresponsal.com.


Weimar en Jerusalén
Para el autor, la sociedad israelí debe despertarse del coma y luchar con todos los medios disponibles para detener la "ola fascista que está amenazando hundirnos".

Por Uri Avnery

En Berlín acaba de inaugurarse una exposición titulada "Hitler y los alemanes". Examina las circunstancias que ocasionaron que el pueblo alemán llevara al poder a Adolfo Hitler y lo siguiera hasta el final. Estoy demasiado ocupado con los problemas de la democracia israelí para volar a Berlín. Es una lástima. Precisamente este tema me ha estado preocupando desde la infancia ¿Qué es lo que sucedió que una nación civilizada, que se distinguía como el “pueblo de poetas y pensadores” siga a este hombre, así como los niños de Hamelin siguió al flautista, hasta su perdición?
Esto me preocupa, no sólo como un fenómeno histórico sino como una advertencia para el futuro. Si esto le sucedió a los alemanes, ¿puede sucederle a cualquier pueblo? ¿Puede pasar aquí? Cuando era un niño de 9 años fui testigo ocular de la caída de la democracia alemana y el ascenso de los nazis al poder. Las imágenes están grabadas en mi memoria – las campañas electorales que se sucedían una tras otra, los uniformes en la calle, las discusiones alrededor de la mesa, el maestro que nos recibió por primera vez con un "Heil Hitler"-. Reviví estos recuerdos en un libro que escribí en hebreo durante el proceso de Eichmann, que termina con un capítulo titulado: "¿Puede esto pasar aquí?". Estoy retornando a ellos estos días, mientras escribo mis memorias.
No sé si la exposición de Berlín intenta responder a estas preguntas. Tal vez no. Incluso ahora, 77 años después, no hay una respuesta definitiva a la pregunta: ¿Por qué colapsó la república alemana? Esta es una cuestión de suma importancia, porque ahora la gente de Israel está preguntando, con creciente preocupación: ¿está colapsando la república de Israel?
Por primera vez, esta cuestión se está planteando con toda seriedad. A lo largo de los años, fuimos cuidadosos en no mencionar la palabra fascismo en el discurso público. Plantea recuerdos que son demasiado monstruosos. Ahora este tabú ha sido quebrado. Yitzhak Herzog, ministro de Bienestar Social en el gobierno de Netanyahu, miembro del Partido Laborista, nieto de un rabino e hijo de un presidente, dijo hace pocos días atrás que "el fascismo está afectando a los marginados de nuestra sociedad". Se equivocó: el fascismo no sólo está afectando a los marginados; está afectando al gobierno que él está integrando y a la Knesset, de la que es miembro.
No hay día que pase -casi siempre- sin que un grupo de miembros de la Knesset presente un nuevo proyecto de ley racista. El país sigue dividido por la enmienda a la ley de la ciudadanía, lo que obligará a los solicitantes a jurar fidelidad a "Israel como Estado judío y democrático". Ahora los ministros están discutiendo si esto se les exigirá sólo a los no judíos (que no suena bonito) o a los judíos también, como si esto cambiara un poco el contenido racista.
Esta semana, se presentó un nuevo proyecto de ley. Se prohibiría a los no ciudadanos actuar como guías turísticos en el este de Jerusalén. Los no ciudadanos en este caso significan árabes. Porque, cuando Jerusalén fue anexada por la fuerza a Israel después de la guerra de 1967, a sus habitantes árabes no se les concedió la ciudadanía. Les fue otorgado solamente el estatus de "residentes permanentes", como si fueran recién llegados y no descendientes de familias que han vivido en la ciudad durante siglos. El proyecto de ley tiene por objeto privar a los habitantes árabes de Jerusalén del derecho a servir como guías de turismo en sus lugares santos en su ciudad, ya que son proclives a desviarse de la línea de propaganda oficial. ¿Chocante? ¿Increíble? No a los ojos de los proponentes, que incluyen a miembros del partido Kadima. Un miembro de la Knesset del partido Meretz también firmó, pero luego se retractó, afirmando que estuvo confundido.
Esta propuesta llega después de que docenas de proyectos de ley de esta clase se han presentado recientemente, y antes de docenas de otros que ya están en camino. Los miembros de la Knesset actúan como tiburones en un frenesí de ingesta. Hay una salvaje competencia entre ellos para ver quién puede urdir el proyecto de ley más racista.
Vale la pena. Después de cada proyecto de ley tal, los propiciadores están invitados a los estudios de televisión para "explicar" su objetivo. Sus fotografías aparecen en los periódicos. Para oscuros diputados, cuyos nombres jamás hemos escuchado, eso representa una tentación irresistible. Los medios de comunicación están colaborando.
Este no es un fenómeno exclusivamente israelí. En toda Europa y América, ostensibles fascistas están levantando sus cabezas. Los proveedores del odio, que hasta ahora han ido extendiendo su veneno a los marginales del sistema político, están ahora llegando al centro. En casi todos los países hay demagogos que construyen su carrera en la incitación contra los débiles e indefensos, que abogan por la expulsión de "extranjeros" y la persecución de las minorías. En el pasado fueron fáciles de proscribir, como lo fue Hitler al comienzo de su carrera. Ahora deben ser tomadas en serio.
Hace sólo unos años, el mundo se conmovió cuando se le permitió al partido de Jörg Haider entrar en la coalición del gobierno austriaco. Haider elogió los logros de Hitler. Furiosamente, el gobierno israelí retiró a su embajador en Viena. Actualmente el nuevo gobierno holandés depende del apoyo de un racista declarado, y los partidos fascistas logran impresionantes avances electorales en muchos países. El movimiento "Tea Party", que está floreciendo en los EE.UU., tiene algunos aspectos claramente fascistas. A uno de sus candidatos le gusta andar de un lado a otro, llevando puesto el uniforme de la sanguinaria Waffen SS-nazi.
De modo que estamos en buena compañía. No somos peores que los demás. Si ellos pueden hacerlo, ¿por qué no nosotros?
Pero existe una gran diferencia: Israel no está en la misma situación que Holanda o Suecia. A diferencia de estos países, la existencia misma de Israel está amenazada por el fascismo. Lo que puede conducir a la destrucción de nuestro estado.
Hace años creía que dos milagros habían ocurrido en Israel: el renacimiento de la lengua hebrea y la democracia israelí.
La resurrección de una lengua "muerta" jamás ha tenido éxito en otro sitio. Theodor Herzl, el fundador del sionismo, una vez preguntó desdeñosamente: "¿La gente pedirá un boleto de tren en hebreo?" (Él quería que nosotros hablemos alemán.) Hoy en día, el idioma hebreo funciona mejor que las tarifas del ferrocarril israelí.
Pero la democracia israelí es un milagro aún mayor. No creció desde abajo, como en Europa. El pueblo judío nunca había tenido democracia. La religión judía, como casi todas las religiones, es totalitaria. Los inmigrantes que fluyeron al país nunca habían experimentado antes vivir en democracia. Venían de la Rusia zarista o bolchevique, de la Polonia autoritaria de Josef Pilsudski, de los tiránicos Marruecos e Irak. Sólo una ínfima parte procedía de los países democráticos. Y, sin embargo, desde sus comienzos, el movimiento sionista impulsó una democracia ejemplar en sus filas, y el Estado de Israel continuó esta tradición (con una limitación: democracia plena para los judíos, una democracia limitada para los ciudadanos árabes).
Yo siempre estuve preocupado de que esta democracia estuviera colgada de un delgado hilo, por la que debíamos estar en guardia cada hora, cada minuto. Ahora se enfrenta a una prueba sin precedentes.
La república alemana llevó el nombre de Weimar, la ciudad donde la Asamblea Constituyente aprobó su constitución después de la Primera Guerra Mundial. El Weimar de Goethe y Bach fue una de las cunas de la cultura alemana.
Fue una constitución brillantemente democrática. Bajo sus alas, Alemania presenció un florecimiento intelectual y artístico sin precedentes. Entonces ¿por qué colapsó la república?
En general, dos causas son reconocidas: la humillación y el desempleo. Cuando la república se encontraba todavía en los primeros estadios, se vio obligada a firmar el Tratado de Paz de Versalles con los vencedores de la Primera Guerra Mundial, un tratado que no era más que un acto de rendición humillante. Cuando la Repúblicase atrasó en los pagos de las enormes indemnizaciones que le impusieron, el ejército francés invadió el corazón industrial de Alemania en 1923, precipitando una inflación galopante, un trauma del que Alemania no se ha recuperado hasta el día de hoy.
Cuando la crisis económica mundial estalló en 1929, la economía alemana se vino abajo. Millones de desesperados desempleados se hundieron en la abyecta pobreza y clamaban por salvación. Hitler prometió eliminar tanto la humillación de la derrota como el desempleo, y cumplió ambas promesas: le dio trabajo a los desempleados en la nueva industria de armamentos y en obras públicas, como lo fueron las nuevas autopistas, en los preparativos para la guerra.
Y hubo una tercera razón para el colapso de la república: la creciente apatía de la opinión pública democrática. El sistema político de la república sencillamente se volvió aborrecible. Mientras el pueblo se hundía en la miseria, los políticos seguían jugando sus juegos. El público estaba deseando un líder fuerte para imponer el orden. Los nazis no derrocaron a la República. La república hizo implosión, los nazis sólo llenaron el vacío.
En Israel no hay una crisis económica. Por el contrario, la economía está floreciendo. Israel no ha firmado ningún acuerdo humillante, como el Tratado de Versalles. Por el contrario, ganó todas sus guerras. Es cierto, nuestros fascistas hablan de los "criminales de Oslo", de la misma forma como Hitler despotricaba contra los "criminales de noviembre", pero el acuerdo de Oslo fue lo opuesto del Tratado de Versalles, que fue firmado en noviembre de 1919.
Siendo así, ¿a raíz de que se genera la profunda crisis de la sociedad israelí? ¿Qué es lo que provoca que millones de ciudadanos consideren con completa apatía las actividades de sus dirigentes, contentándose con sacudir la cabeza frente al televisor? ¿Qué los motiva ignorar de lo que está ocurriendo en los territorios ocupados, a media hora en coche desde su casa? ¿Por qué hay tantos que declaran que no escuchan las noticias o que no leen más los periódicos? ¿Cuál es la causa de la depresión y la desesperanza, que deja abierto el camino hacia el fascismo?
El estado ha llegado a una encrucijada: paz o guerra eterna. Paz significa la fundación del Estado palestino y la evacuación de los asentamientos. Pero el código genético del movimiento sionista está empujando hacia la anexión de la totalidad del histórico país hasta el río Jordán, y -directa o indirectamente- la transferencia de la población árabe. La mayoría de la gente está evadiendo una decisión, al afirmar que como sea "no tenemos ningún socio para la paz". Estamos condenados a la guerra eterna.
La democracia está sufriendo una creciente parálisis, debido a que los diferentes sectores de la población viven en mundos diferentes. La secular, la nacional-religiosa y la ortodoxa reciben una educación totalmente distinta. Los intereses comunes entre ellos se van reduciendo. Otras fisuras se están produciendo entre la vieja comunidad ashkenazi, los judíos orientales, los inmigrantes de la ex Unión Soviética y de Etiopía, y los ciudadanos árabes, cuya separación del resto está aumentando todo el tiempo.
Por segunda vez en mi vida, puedo llegar a tener que presenciar la caída de una república. Pero eso no está predestinado. Israel no es la Alemania del paso de ganso de aquellos días, 2010 no es 1933. La sociedad israelí, sin embargo, puede finalmente recuperar la sobriedad y movilizar a las fuerzas democráticas dentro de sí misma
Pero para que eso suceda, debe despertarse del coma, entender lo que está pasando y a dónde está conduciendo esto, protestar y luchar con todos los medios disponibles (mientras eso sea todavía posible), organizándose para detener la ola fascista que está amenazando hundirnos.

La fuente:  Uri Avnery es periodista, ex legislador y pacifista israelí. Su artículo fue publicado por Gush Shalom. La traducción del inglés pertenece a D.S. paraConvergencia.