14 marzo 2008

EL GUETO DE GAZA

El gueto de Gaza

Washington y Bruselas coinciden en que el origen del problema está en el lanzamiento de misiles y en que Israel ha sido desproporcionada en su respuesta. Como era de esperar, ni Estados Unidos ni la Unión Europea han criticado la política de castigos colectivos aplicada en Gaza, que ha provocado la mayor crisis humanitaria de los últimos cuarenta años, ni la construcción del muro en Cisjordania, que se ha saldado con la anexión unilateral de nuevas tierras palestinas. No podía ser de otra manera, ya que Israel recibió luz verde de la comunidad internacional para intensificar el aislamiento de la franja palestina, todo ello con el propósito de asfixiar a Hamás, formación que se impuso en las elecciones legislativas de 2006 y que fue desalojada del poder un año más tarde.


Por Ignacio Álvarez-Ossorio

Gaza se encuentra al borde de la extenuación. La última ofensiva israelí ha dejado más de un centenar de muertos, la mitad de ellos civiles. La visita de la secretaria de Estado norteamericana, Condoleezza Rice, y del alto responsable de Política Exterior y Seguridad Común europeo, Javier Solana, ha detenido momentáneamente la sangría, pero las perspectivas de futuro no son excesivamente halagüeñas. Hamás no da su brazo a torcer y varios dirigentes israelíes han advertido que seguirán atacando Gaza como respuesta a los lanzamientos de cohetes artesanales a su territorio. Por si quedara alguna duda de los planes bélicos que se barajan, Matan Vilnai, número dos del Ministerio de Defensa y brazo derecho del dirigente laborista Ehud Barak, advirtió: «Cuantos más cohetes Qassam lancen y más lejos lleguen, atraerán un mayor holocausto porque vamos a defendernos con toda nuestra fuerza».
Ante este desolador panorama, la comunidad internacional ha respondido como acostumbra: pidiendo contención a las partes sin hacer distinción entre ocupantes y ocupados. Washington y Bruselas coinciden en que el origen del problema está en el lanzamiento de misiles y en que Israel ha sido desproporcionada en su respuesta. Como era de esperar, ni Estados Unidos ni la Unión Europea han criticado la política de castigos colectivos aplicada en Gaza, que ha provocado la mayor crisis humanitaria de los últimos cuarenta años, ni la construcción del muro en Cisjordania, que se ha saldado con la anexión unilateral de nuevas tierras palestinas. No podía ser de otra manera, ya que Israel recibió luz verde de la comunidad internacional para intensificar el aislamiento de la franja palestina, todo ello con el propósito de asfixiar a Hamás, formación que se impuso en las elecciones legislativas de 2006 y que fue desalojada del poder un año más tarde.
La apuesta de Washington y Bruselas, además de extraordinariamente arriesgada, partía de una falsa premisa. Una vez que se cortara el grifo de la ayuda internacional, la popularidad de la formación islamista descendería a mínimos históricos y el nuevo Ejecutivo se vería abocado a abandonar el poder. En un escenario tal, Al-Fatah recuperaría el terreno perdido y podría retomar el proceso de paz devolviendo la situación a la normalidad. No ha ocurrido ni lo uno ni lo otro. En unas condiciones sumamente adversas, Hamás ha logrado mantener inalterables sus apoyos, mientras que la reanudación de las negociaciones tan sólo ha acrecentado la vulnerabilidad de Fatah, cuyo futuro pende ahora de la consecución de un poco probable acuerdo de paz.
Mientras todo esto ocurre, Gaza se desangra. El informe -'La Franja de Gaza: una implosión humanitaria'- realizado por ocho prestigiosas organizaciones no gubernamentales y presentado ayer denuncia que el millón y medio de palestinos que viven en dicha franja se encuentra en la más grave situación humanitaria de las últimas cuatro décadas como consecuencia de «las severas restricciones israelíes al movimiento de mercancías y de personas». Las ONG denuncian que «como resultado del bloqueo y del colapso de la economía, hay poco dinero para comprar alimentos y pocos alimentos que comprar. Los precios de la comida están subiendo y la harina, la leche y el arroz escasean. A la vez que la crisis humanitaria se agrava, el número de convoyes humanitarios cae en picado».
Todo ello forma parte de una estrategia deliberada de las autoridades israelíes destinada a convertir la cuestión nacional palestina en un mero asunto humanitario o, como describió gráficamente el analista Víctor Currea-Lugo, «un intento por reducir el problema palestino a un problema de arroz». En este contexto cobran especial significación las palabras de Dov Weissglass, uno de los principales consejeros del primer ministro israelí, en torno de la necesidad de someter a los palestinos a «una dieta de adelgazamiento». El éxito de esta estrategia es incuestionable, ya que el bloqueo israelí y las sanciones internacionales han tenido un efecto devastador sobre la economía palestina: al colapso de la industria (debido a las restricciones al movimiento de mercancías) se ha sumado la devastación de la agricultura (como resultado de la tala indiscriminada de árboles y la incapacidad de los campesinos para acceder a los cultivos).
Hoy en día la mitad de los palestinos de Gaza están desempleados. La producción industrial se ha reducido en un 95% y tan sólo quedan abiertas, a duras penas, 200 de las 4.000 fábricas que había. Escasea el agua potable, debido tanto a la carestía de recursos hídricos de la zona como a la sobreexplotación de la que hicieron uso los colonos, y falta la electricidad, como consecuencia del bombardeo de la única central eléctrica por las Fuerzas de Defensa Israelíes en 2006. El 80% de los gazawíes depende de la ayuda internacional y el 62% de sus salarios se destinan exclusivamente a la adquisición de alimentos de primera necesidad. Como denuncia el informe: «El bloqueo ha desmantelado completamente la economía y empobrecido a la población de Gaza. Las políticas israelíes afectan a la población civil de manera indiscriminada y constituyen un castigo colectivo contra hombre, mujeres y niños normales. Las medidas adoptadas son ilegales desde el punto de vista del derecho internacional humanitario».
Ante esta situación, Amnistía Internacional, Oxfam, Save the Children, así como las otras cuatro organizaciones no gubernamentales firmantes, consideran imprescindible un replanteamiento de la posición de la comunidad internacional. En consonancia con las demandas de la sociedad civil europea, el informe reclama un giro copernicano en la estrategia de Bruselas. De una parte, exige que la Unión Europea denuncie de manera taxativa el bloqueo israelí de Gaza y utilice toda su influencia para ponerle fin. De otra parte, recomienda a los países europeos que faciliten la reconciliación entre Fatah y Hamás. Es decir: que la Unión Europea recupere la iniciativa frente a Israel, retome su tradicional política de solidaridad hacia la cuestión palestina y abandone sus actuales planteamientos cortoplacistas. A pesar de la gravedad de la situación es bastante improbable que nuestros estadistas salgan de su ensimismamiento y rompan su silencio cómplice. ¿Permitirán acaso que la Franja de Gaza se transforme en un nuevo gueto? Todo parece indicar que sí.

La fuente: El autor es profesor del Área de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad de Alicante, ialvarez@ua.es