10 diciembre 2007

Londres espera a Dijter

















Gideón Levy (columnista del diario Haaretz)

Abi Dijter no viajará a Londres. El pequeño sueño israelí de hacer shoping en las liquidaciones de fin de año, o de ver la nueva producción de Otelo, se frustraron en el caso del ministro de defensa interior. El Ministerio de Relaciones Exteriores le recomendó no participar en el simposio al que fue invitado, porque londres lo espera: allí puede ser detenido por haber sido Jefe del Servicio de Informaciones israelí (shabac) con ocasión del asesinato de Salaj Shajara, dirigente del brazo militar del Hamás en Gaza, por medio de una bomba de una tonelada, que mató a quince personas.
Al día siguiente de este terrible crimen, en julio del 2002, visité las viviendas destruidas en el barrio Darg´e, en Gaza. Tzáhal argumentó que se trataba de “refugios” y que, presuntamente, nadie vivía en ellos, pero eran edificios de pisos en los cuales habían decenas de familias. El que disparó la bomba de una tonelada en medio de la noche, sabía que podía matar a gente inocente. Entre los escombros encontré a Muhamad Matar (fue durante 30 años obrero en Israel), que yacía entre los escombros de su casa, las manos y sus ojos vendados. En este “exterminio selectivo” que planificó el shabac de Dijter, Matar perdió a su hija, a su nuera y a cuatro nietos pequeños. Desde ese momento las horribles fotos del barrio Darg´e no me abandonaron.

El exterminio de Shajara se convirtió en un suceso institucionalizado entre los críticos de Israel en el mundo. Esta operación de Tzáhal no fue distinta de tantas otras que planificó el shabac. En julio de 2006, por ejemplo, Israel mató a casi toda la familia Abu Salamia −doctor Nabil Abu Salamia, profesor de matemática, su mujer y siete de los hijos−, dado que Muhamad Daf, buscado por Tzáhal, los había visitado. En los últimos siete años murieron 368 palestinos en acciones de exterminio selectivo, de las cuales Dijter fue “padre y Hacedor”.
Pero la magnitud de la bomba que se disparó sobre Shajada y las muertes que causó dentro de su radio de efectividad, la convirtieron en un símbolo de la lucha contra los brutales métodos de Israel. En el juzgado zonal de Nueva York se presentó contra Dijter una demanda por daños, en nombre de las familias ultimadas. El comandante de reserva Dorón Almog debió permanecer en el avión que llegó a Gran Bretaña en septiembre de 2005, el sub comandante Aviv Cojabi −que era el jefe de la unidad de Gaza- suspendió sus planes de estudiar en ese país.
Estas personas, y otras, fueron señaladas como sospechosas de crímenes de guerra. Desgraciadamente, eso sólo ocurrió fuera de Israel. Entre nosotros, todavía, cantan y bailan, sus carreras y su posición política no se vieron afectadas, en su frente no hay ningún Signo de Caín.
La Corte Suprema de Justicia rechazó durante años ocuparse de los recursos presentados contra los exterminios selectivos aunque, finalmente, en diciembre de 2006 los avaló. Pasó otro año, y la Fiscalía del Estado le comunicó a la Corte Suprema que no se opone a la formación de una comisión investigadora que examine el asesinato de Shajara, cinco años después del hecho −un escandaloso retrato. En este estado de cosas, las personas que piensan que estos hechos son preocupantes sólo pueden tener la esperanza de que la justicia actúe fuera de Israel, ya que aquí desvían la vista.

Sí, hay en Israel quienes entienden que arrojar una bomba de una tonelada sobre un barrio de viviendas merece una investigación penal. No son menos patriotas los israelíes que piensan que no todo está permitido en la lucha contra el terror... No de ellos proviene la hediondez, sino de las actividades de Israel. Los patriotas que quieren acabar con ellas, preferirían que los procesos judiciales se llevaran a cabo en el país, pero la estructura judicial les está vedada y por eso sus esperanzas se basan en juicios fuera de Israel.
El ministerio de Relaciones Exteriores de Israel ya comenzó a actuar por diversas vías contra los recursos presentado en el exterior. Es lamentable que ésta sea la única reacción oficial de Israel. Hubiese sido preferible que aclaremos aquí, entre nosotros, la responsabilidad de esas personas en aquellos graves hechos, como la bomba arrojada en el barrio de Darg´e. Mientras tanto, quienes piensan que la política de exterminios nos conduce, desde el punto de vista moral, hacia el borde del abismo, tendrán que dirigirse a Londres. Gracias a las normas legales imperantes en Gran Bretaña, personas como Dijter sienten, por fin, “un leve viento en contra”.

Haaretz, 9/12/2007