20 octubre 2008

ACRE, ENSAYO DE UN POGROMO


TODO: ¿hay libertad de prensa en Israel? En los diarios, en la TV, en las radios, el progromo de Akko (Acre) fue presentado con balbuceos, tremendismo pero con medias palabras, dejando la culpabilidad de lus "juligans" judíos entre sombras. La vieja y amarilla calígine de las medias noticias, el tartamudeo que dice pero no dice, informa pero no informa, aclara pero todo aparece en tinieblas. El corresponsal de El País, a quien no pueden censurar, dice lo que sabe y sabe lo que dice. Andrés Aldao

Los disturbios entre árabes y fundamentalistas judíos en una ciudad de 50.000 habitantes han provocado segregaciones que evocan el nazismo

JUAN MIGUEL MUÑOZ - Acre - 20/10/2008

Las piedras como puños y los restos de los cócteles molotov aparecen entre los escombros calcinados. De la casa de Berta y Mohamed Ahmed queda el esqueleto. Negro. "Vivo aquí desde hace 28 años y quemaron hasta mi buzón. Los vi desde la ventana. Son gente de este barrio; los puedo reconocer", narra atropelladamente el cincuentón Mohamed. Grita y apenas resiste el llanto. "Reían mientras nos atacaban. Los vecinos habían retirado los coches para que no los quemaran. Estaba todo planeado. Los policías estaban a 100 metros; no hicieron nada, y los bomberos no apagaron las llamas".
Fanáticos religiosos han destruido 14 viviendas de familias árabes
La ciudad de Acre, patrimonio de la humanidad, es un polvorín. Catorce casas de árabes han sido arruinadas; seis, calcinadas por fundamentalistas judíos. Catorce familias viven desde entonces en un hotel de la preciosa ciudad vieja. En Acre -50.000 vecinos, el 40% de ellos árabes-, la convivencia, siempre frágil y cargada de recelo, ha recibido un golpe devastador.
El asalto impune a la residencia de los Ahmed sucedió en la madrugada del sábado 11, cuando ya había brotado la chispa de los disturbios en la festividad judía de Yom Kipur, el 9 de octubre. Un árabe se atrevió a conducir su vehículo en un barrio mixto árabe-judío. Una afrenta para los religiosos judíos en fecha tan señalada. No digamos para los más fanáticos, que organizaron una persecución inmediata. Asediaron al árabe en casa de su hija y la apedrearon durante horas. "Muerte a los árabes", chillaba la horda, según relatan varios lugareños.
Desde las mezquitas se advirtió de la agresión y cientos de jóvenes árabes se dirigieron al barrio de Shikun. Quemaron docenas de coches y destrozaron lunas de comercios de judíos en la principal arteria de la ciudad. La policía sólo controló la situación a las cuatro de la mañana, y los daños se repararon con rapidez.
A partir de ese día, el miedo y la impotencia dominan a los árabes. Muchos prefieren no hablar. La policía, que patrulla a todas horas, ha establecido controles a las entradas de la ciudad. Los llamamientos al boicoteo de los comerciantes árabes se sucedieron. Y el alcalde, Shimon Lankri, aportó su grano de arena: suspendió el festival de teatro de la ciudad, el acontecimiento anual que nutre las arcas de la población árabe, que tacha la medida de "castigo" añadido.
Una anciana judía, ya en los noventa, asiente a las palabras de las dos hijas que le acompañan. "Son nazis judíos. El boicoteo a los comerciantes árabes es como lo que sucedió en los años treinta en Alemania". Su madre abandonó Berlín en 1933 cuando el antisemitismo se desató virulentamente. El pequeño pogromo de Acre resulta también intolerable para Dov Yirmia, que lo ha visto todo a sus 94 años. "Nací durante el Imperio Otomano en un pueblo de Galilea. Después vinieron los 30 años de mandato británico. Ahora llevo 60 años bajo el paraguas de Israel. Fui oficial en la guerra de 1948. Lo sucedido no ha sido espontáneo. Ha sido planeado por racistas judíos que quieren librarse de los árabes. Mi país ha tomado el rumbo equivocado. Es un grave riesgo para Israel y los judíos".
Yirmia habla frente a una tambaleante carpa improvisada en el centro de la ciudad de los cruzados. Allí, Walaa -una joven estudiante de 20 años que prefiere omitir su apellido- siente miedo. "Vivía en un edificio de 32 pisos en el que residen otras tres familias árabes. Me amenazan de muerte desde hace meses. Tengo a un concejal por testigo, que vio quién me amenazó. No volveré", insiste una y otra vez. Y tampoco denunciará la amenaza. Teme represalias. Walaa habla hebreo, inglés y árabe, y chapurrea español. Es una palestina de Acre que, como su amiga Noor Alí -también en la calle-, gusta del atuendo occidental: nada de velo, y brazos al aire.
Colonos extremistas evacuados de Gaza en 2005 se han instalado en Acre. Los bajos precios subvencionados de las viviendas son golosos. Han florecido las yeshivás (escuelas religiosas), y los activistas que patean la ciudad afirman que son ellos quienes azuzan el fuego. Un fuego del que trata de sacar tajada el Movimiento Islámico de Israel, que aportó inmediatamente 1.000 shekels (200 euros) de ayuda a cada familia, que prefiere desvincularse de los islamistas. "Si esas 14 familias no regresan a sus hogares, el Estado estará protegiendo la limpieza étnica y respaldando a los racistas", explica el eurodiputado David Hammerstein, alucinado por lo que observó durante dos días de charlas en Acre.
Hoy y mañana, los judíos concluyen la festividad del Sukkot. Pasearán la torah por la descuidada -aquí no invierten las autoridades- ciudad vieja, habitada por árabes.

Lankri asegura que extremistas judíos planean organizar disturbios. Pero, a diferencia de lo que decidió sobre el festival de teatro, dice que no prohibirá la marcha religiosa.

PERSEGUIDA EN NICARAGUA POR FEMINISTA

TODO: Demostro ser una rata. Una rata de albañal. Representó el papel de Espartaco en la lucha del pueblo nicaraguense y resultó ser un pequeño y despreciable Nerón. El señor Ortega jugó maravillosamente escenas de revolucionario centroamericano y, aunque nadie lo ha acusado, su libido estuprista e incontenible finalmente descubrió sus dotes de pederasta de izquierda que terminó por volver al redil: su máscara rodó como la cabeza de los traidores en el cadalso. Andrés Aldao



Vive en Managua desde hace 28 años, adoptó la nacionalidad de ese país, pero por sus campañas y denuncias en defensa de las mujeres es perseguida por el gobierno de Ortega. Pidió protección a la Argentina para su hijo, de 13 años, su hermana y ella.

Por Mariana Carbajal

La médica argentina Ana María Pizarro, reconocida en Latinoamérica por su compromiso en la defensa de los derechos de las mujeres, pidió protección a la Cancillería para ella y su hijo de 13 años, y denunció que está siendo víctima de una serie de acciones persecutorias de parte del gobierno de Nicaragua, al igual que otras ocho líderes feministas de ese país. Pizarro vive hace 28 años en Managua, y en 1996 adoptó la nacionalidad nicaragüense. “Me fui de la Argentina perseguida durante la última dictadura militar y ahora vivo el hostigamiento del régimen de Ortega”, comparó en declaraciones a PáginaI12, desde su casa. Pizarro forma parte del Movimiento Autónomo de Mujeres (MAM) de Nicaragua y a su entender, está sufriendo las represalias por sus fuertes críticas a la gestión del presidente Daniel Ortega, particularmente a su alianza con la jerarquía católica y a la abolición del aborto terapéutico. El Centro Nicaragüense de Derechos Humanos y más de un centenar de organizaciones sociales y de mujeres de América latina y el Caribe expresaron en las últimas horas su solidaridad con las activistas nicaragüenses.
Fuentes de Cancillería confiaron ayer a este diario que la embajada en Managua, a cargo del encargado de Negocios, Nicolás Rebok, “sigue activamente” el tema. “Rebok mantiene un contacto permanente y fluido con la doctora Pizarro, está totalmente interiorizado del caso y sigue atentamente la evolución de los acontecimientos”, agregaron las fuentes.
Pizarro defendió en 2003 el derecho al aborto de Rosita, la niña nicaragüense de nueve años violada y embarazada, a quien el gobierno pretendió impedir que interrumpiera la gestación, un caso que tuvo repercusión internacional. Finalmente, Rosita pudo abortar. “Participé desde la Red de Mujeres contra la Violencia en su defensa pública hasta que el caso fue cerrado por la Fiscalía que dictaminó que no hubo delito cuando se le practicó el aborto terapéutico: cuatro años después, en 2007, fui denunciada junto a otras ocho feministas de ‘apología del aborto’ y otros tres delitos más. La Fiscalía General de la República continúa ‘investigando’ esta denuncia un año después; y en estos días recibí una nueva citatoria por otra supuesta denuncia y tuve que presentarme a declarar junto con otras cuatro líderes feministas. Me interrogaron tres horas para responder por la posible existencia de delitos derivados de convenios entre Forum Syd, una ONG internacional, y el MAM, sin especificar qué tipo de delitos ni con qué base, aunque los medios de comunicación afines al gobierno hablan de ‘lavado de dinero’. Eso me obliga a revivir lo que ya viví desde hace un año, la persecución política continúa y que se agrava en estos días”, denunció Pizarro a PáginaI12.
–¿Cómo está viviendo esta situación?
–Salvando que el ejército no está en las calles y que aún no allana las organizaciones ni entra en las casas de la gente, me siento como en Córdoba en octubre de 1975, cuando ya no teníamos espacios para la expresión pública. Hoy tengo temor porque sabemos que nuestro teléfono está intervenido, porque otras personas evidentemente entran a nuestro correo electrónico, porque recibí llamadas anónimas amenazando a mi hijo, porque sé que está prohibido ir a una manifestación, y porque una declaración en los medios significa riesgo para mi vida. Es una sensación de opresión que te invade. No puedo creer cómo llegamos a este extremo, cuando nosotras desde la izquierda señalamos la vocación totalitaria de un gobierno que se dice de izquierda y cuyos dirigentes alguna vez nos convocaron a una revolución que tuvo la mayor adhesión en el mundo.
El viernes 4 de octubre Pizarro se presentó ante la embajada argentina en Managua y se entrevistó con el encargado de Negocios a cargo de la representación diplomática. “Rebok conocía la situación por los medios, y me solicitó una petición formal para enviarla a Buenos Aires”, contó la médica tocoginecóloga. A través de una carta a la Cancillería, Pizarro pidió protección para su hijo, Pedro Javier, de 13 años, y para su hermana Norma Alicia, que vive también en Nicaragua. “Lo que pretendo es que el gobierno argentino exprese ante el gobierno de Nicaragua su preocupación por la persecución y las amenazas que he recibido así como por mi familia, en tanto debe brindar protección a las y los argentinos en el exterior. Quisiera que el gobierno argentino comprenda que éste no es un gobierno de izquierda, que no es un gobierno aliado de las buenas causas, acá estamos viviendo el neoliberalismo feroz, la corrupción, el nepotismo, lo único que se redistribuye es la pobreza, reina el autoritarismo, la violación de los derechos de las mujeres y la persecución a opositores”, dijo Pizarro. Su hijo, que está en primer año de la secundaria, nació en Nicaragua y como hijo de argentina nacido en el exterior, tiene pasaporte argentino. Pizarro tiene un hermano, José Darío, de 64 años, que vive en Salta.
A la citación judicial de la semana anterior se sumó “una campaña de hostigamiento público por parte de los medios de comunicación del gobierno” contra las nueve activistas feministas, entre ellas Pizarro, según denunciaron más de un centenar de personalidades y organizaciones del movimiento de mujeres y de derechos humanos de América latina, en un comunicado de prensa que está circulando por todo el continente. El 10 de octubre, el Juzgado Segundo de Distrito de lo Penal de Audiencia de la Circunscripción de Managua, a solicitud del Ministerio Público de la República, emitió un “auto de allanamiento y orden de secuestro de bienes” en contra de ocho organizaciones de mujeres y sociales, entre ella MAM, Forum Syd, la Red de Mujeres Municipalistas y el Centro de Investigación de la Comunicación (Cinco).
Pizarro recuerda los años de terror de los ’70 en Argentina. Por su militancia universitaria, fue detenida el 4 de octubre de 1975 durante el gobierno de Isabel Perón. Por entonces estudiaba Medicina en la Universidad Nacional de Córdoba. “Me trasladaron al centro de detención de Pasaje Catalinas, contiguo a la Catedral de Córdoba. Fui torturada por la Brigada de Investigaciones Antisubversivas durante 15 días”, recordó. Fue juzgada por diversos delitos y condenada a cinco años de cárcel. En 1979, recuperó la libertad y con la ayuda de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos pudo salir del país hacia España en 1980. Pasó por Costa Rica y finalmente recaló en Nicaragua, donde se sumó a la Revolución Sandinista, que encabezaba en ese momento Ortega. Pizarro desarrolló una amplia carrera como médica, ocupó diversos cargos en el sistema sanitario. Y se convirtió en una destacada defensora de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres más pobres. Actualmente es integrante del consejo consultivo de la Red de Salud de las Mujeres Latinoamericanas y el Caribe, docente invitada de la Maestría de Salud Sexual y Reproductiva en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, integra la coordinación regional de la Campaña por la Despenalización del Aborto en América latina, forma parte del Movimiento en Defensa del Estado Laico y del consejo asesor del Fondo de Población de Naciones Unidas (Unfpa) en Nicaragua, además es la coordinadora política del Movimiento Autónomo de Mujeres.
En los últimos días, organizaciones de mujeres, de derechos humanos y sociales de distintos países de la región iniciaron una “denuncia internacional de las acciones persecutorias desarrolladas por parte del gobierno de Nicaragua” contra feministas. Desde la Red de Salud de las Mujeres Latinoamericanas y del Caribe, cuyo consejo consultivo lo integra la epidemióloga argentina Mabel Bianco, se exigió al gobierno de Ortega que “cese de inmediato sus ataques y falsas acusaciones” en su contra.

EUROPA: HISTORIA, MITO, REALIDAD


TODO;Maestro de historiadores, todos los textos de Eric Hobsbawm revisten un interés especial para los lectores,


Eric Hobsbawm

“A pesar de ese proceso de homogeneización, los europeos no se identifican con su continente. Aun aquellos que llevan una vida realmente transnacional, la identificación primaria sigue siendo nacional.”


Como el Dios de la Biblia en el momento de la creación, la cartografía está obligada a poner un nombre a las cosas que describe: la toponimia, construcción humana, está en consecuencia cargada de motivaciones humanas. ¿Por qué clasificar como "continente" al conjunto de penínsulas, de montañas y de planicies situadas en el extremo occidental del gran continente euroasiático? En el siglo XVIII, un historiador y geógrafo ruso, V.N.Taichtchev, trazó la línea divisoria de Europa-Asia que todos nosotros conocemos: desde los Urales al mar Caspio y al Cáucaso. Para erradicar el estereotipo de una Rusia "asiática", por lo tanto atrasada, hacía falta subrayar la pertenencia de Rusia a Europa. Los continentes son tanto – ¿o más? – construcciones históricas que entidades geográficas.
La Europa cartográfica es una construcción moderna. Ella no sale del limbo hasta el siglo XVII. La idea actual de una Unión Europea (UE) es más joven todavía y los proyectos prácticos para su unificación nacieron recién en el siglo XX, hijos de las Guerras Mundiales. Países antes hostiles se unieron para formar una zona de paz, garante del interés común. El éxito de nuestra Unión Europea es incuestionable, aunque por debajo de las expectativas de ciertos pioneros y pese a que la evolución hacia la unidad del continente fue complicada, desviada incluso, en particular por las exigencias de la política norteamericana.
Se trata, así, de una Europa históricamente joven. La Europa ideológica es, sin embargo, mucho más vieja. Es la Europa tierra de civilización contra la no-Europa de los Bárbaros. La Europa como metáfora de exclusión existe desde Herodoto. Existió siempre. Es una región de dimensiones variables, definida por la frontera (étnica, social, cultural tanto como geográfica) con las regiones del "Otro", situadas a menudo en "Asia", a veces en "África". La etiqueta "Asia" como sinónimo de un "Otro", que combina la amenaza y la inferioridad, ha colgado todo el ti empo sobre la espalda de Rusia. Recuerdan las palabras de Metternich "Asien beginnt an der Landstrasse", es decir, Asia comienza en la carretera nacional (de Viena).
De la política a los mitos no hay más que un paso. El mito europeo por excelencia es el de la identidad primordial. Lo que tenemos en común es esencial, lo que nos diferencia, insignificante o secundario. Ahora bien, para Europa la presunción de unidad es tanto más absurda cuanto que lo que ha caracterizado a su historia es, precisamente, la división.
Una historia de Europa es impensable antes del fin del Imperio romano occidental y, asimismo, antes de la ruptura permanente entre las dos orillas del Mediterráneo, luego de la conquista musulmana de África del Norte. Los griegos de la antigüedad se sitúan en una civilización tricontinental, que engloba el Medio Oriente, Egipto y un modesto sector de la Europa del Mediterráneo oriental. Durante los siglos IV y III antes de J.C., la iniciativa militar y política pasa a los márgenes del sector europeo de este espacio. Alejandro el Grande creó un imperio efímero que llegaba a Egipto y Afganistán. La República romana construyó uno más durable entre Siria y el estrecho de Gibraltar.
Al fin de cuentas, el Imperio romano no logró jamás establecerse sólidamente más allá del Rhin y del Danubio; Roma fue un Imperio pan-mediterráneo, antes que europeo y lo que cuenta para el destino de Europa no es el imperio que triunfa sino aquel que desaparece. La historia de la Europa post-romana, es la de un continente fragmentado. Aquí reside la razón de las divergencias entre Europa y las otras civilizaciones del Viejo Mundo. Entre el mar de la China y el Magreb, y hasta el siglo XIX, el dominio terrestre multiétnico no sale de lo habitual para los grandes espacios geográficos. Siempre bajo la amenaza, de tiempo en tiempo vencidos, desmembrados o conquistados por guerreros venidos de los desiertos del Sur, de las montañas o de las grandes planicies del Norte, ellos siempre se recuperan. Ellos absorben o asimilan a los conquistadores, como la India asimiló a los Mogol y China a los Mongoles. Nada semejante en Occidente después de la caída de Roma, nadie reemplazó al Imperio romano, aunque la Iglesia conserva la lengua y la estructura administrativa.
Fragmentada durante por lo menos diez siglos, Europa fue constantemente presa de invasores. Los Unos, los Ávaros, los Magiares, los Tártaros, los Mongoles y las tribus turcas, llegan del este, los Vikingos del norte, los conquistadores musulmanes del sur. Esta época no finaliza totalmente hasta 1683, cuando los turcos son derrotados en las puertas de Viena.
Se ha sostenido que, durante esa lucha milenaria, Europa descubrió su identidad. Esto es un anacronismo. Ninguna resistencia colectiva o coordinada, incluso en nombre del cristianismo, consolida el continente y la unidad cristiana desaparece en medio de las invasiones. Hubo en lo sucesivo una Europa católica y otra, ortodoxa. Las cruzadas, que el papado lanza algunos años después de esta escisión, no fueron iniciativas de defensa sino operaciones ofensivas tendientes a establecer la supremacía del Papa en el mundo cristiano.
Entre la caída de Bizancio, en 1453, y el sitio de Viena de 1683, los últimos conquistadores venidos del Oriente, los turcos otomanos, ocupan toda la Europa del Sur-Este.
Pero otra parte de Europa había comenzado ya una carrera de conquista. Los últimos años de la Reconquista coinciden con el comienzo de la era de los conquistadores. Ellos descubren no solamente las Américas sino Europa, porque es frente a los pueblos indígenas del Nuevo Mundo que los españoles, los portugueses, los ingleses, los holandeses, los franceses, los italianos, que se precipitan sobre las Américas, reconocen su europeidad. Ellos tienen la piel blanca, imposible de confundir con los "Indios". Una diferenciación racial sale a luz que, en los siglos XIX y XX, devendrá en la certeza de que los blancos poseen el monopolio de la civilización.
El término "Europa" todavía no forma parte sin embargo del discurso político. Para eso habrá que esperar al siglo XVII, con el avance de Austria en los Balcanes, después de 1683, y la llegada al escenario internacional de Rusia, sedienta de modernidad occidental. Desde entonces hay coincidencia entre la geografía y la historia. Europa forma parte de aquí en más del discurso público, ella nace paradójicamente de las rivalidades continentales.
El nombre remite al juego militar y político, un juego dominado por Francia, Gran Bretaña, el Imperio de los Habsburgo y Rusia, a los cuales se agrega más tarde una quinta "gran potencia", Prusia, transformada en Alemania unida. Pero también fueron las transformaciones del paisaje político las que, en el siglo XVII, hicieron posible el nacimiento de esta Europa consciente de sí misma. La Paz de Westfalia, que puso fin a la guerra de los Treinta Años, trajo dos innovaciones políticas.
En lo sucesivo, hubo tantos Estados territoriales como soberanos y esos Estados no reconocieron ninguna obligación por encima de sus intereses, definidos según los criterios de la "razón de Estado" -una racionalidad puramente política y laica. Es el universo político en el que aún vivimos.
La Europa colectiva, que aparece entre los siglos XVII y XIX, asume, pues, dos primeras formas: la Europa que sale del reencuentro de un pueblo multinacional, pero exclusivamente europeo, con un "Otro" insólito, los indígenas del Nuevo Mundo, y la Europa conjunto de relaciones de Estados "westphalianos" situados entre los Urales y Gibraltar.
Ambas Europas se afirman. Es el principio de la República de las letras que toma cuerpo a partir del siglo XVII. Para quienes forman esta República _es decir unos pocos cientos, es probable que algunos miles de personas, en el siglo XVIII, se comunicarán en latín y después en francés- Europa existe. En cuanto a la última Europa, se trata de la comunidad cosmopolita de los valores universales de la cultura del siglo XVIII, que se amplía después de la Revolución Francesa.
En el curso del siglo XIX, Europa deviene la cantera de un conjunto de instituciones educativas y culturales y de todas las ideologías del mundo contemporáneo. El mapa de distribución mundial, antes de 1914, de las óperas, las salas de concierto, los museos y las bibliotecas abiertas al público, habla por sí mismo.
Este vistazo de la historia de la identidad europea nos permite apuntar con el dedo el anacronismo cometido cuando buscamos un conjunto coherente de pretendidos "valores europeos". Es ilegítimo suponer que los "valores" en los que se inspiran la democracia liberal y la Unión Europea actualmente, hayan sido una corriente subyacente en la historia de nuestro continente. Los valores que fundaron los Estados modernos antes de la era de las revoluciones fueron aquellos de las monarquías absolutas y monoideológicas. Los valores que dominaron la historia de Europa en el siglo XX – nacionalismos, fascismos, marxismo leninismos -son de matriz tan puramente europea como el liberalismo y el laissez-faire. A la inversa, otras civilizaciones han practicado algunos de los valores llamados "europeos" antes que en Europa: los imperios chino y otomano practicaron la tolerancia religiosa – por suerte para los judíos expulsados de España. Recién a fines del siglo XX las instituciones y los valores en cuestión se difundieron, al menos teóricamente, a través de toda Europa. Los "valores europeos" son una consigna de la segunda mitad del siglo XX.
Desde 1492 a 1914, Europa fue el corazón de la historia del mundo. En primer lugar por su conquista del hemisferio occidental del globo y, mucho más, a partir de 1750, por su superioridad militar, marítima, económica y tecnológica. Verdadera supremacía mundial, que se extiende desde el siglo XVIII hasta el apogeo del colonialismo europeo, entre 1918 y 1945. El "momento" europeo de la historia mundial se acaba con la segunda guerra mundial, si bien que continuamos aprovechándonos de la rica herencia económica y, en menor medida, intelectual y cultural, de esa supremacía perdida.
La hegemonía de esta región provoca los problemas que continúan dividiendo a los historiadores. Señalamos solamente que, luego de la caída de Roma, Europa no tiene ningún cuadro común de autoridad ni ningún centro de gravedad permanente. La transformación de Europa y su dominación nacen de la fragmentación y la heterogeneidad de un continente desgarrado, durante quince siglos, por las guerras – exteriores e interiores. Se trata de una pluralidad contradictoria. De una parte, las fronteras de los Estados tienen sólo poco que ver con respecto a las actividades económicas que forman un sistema transnacional compuesto de una red de unidades locales dispersas. De otra parte, la base de la revolución económica europea fue la consolidación de un puñado de poderosos Estados militares y administrativos y la eficacia de sus políticas de expansión imperial y económica.
Una Europa mosaico de modestos principados no habría podido emerger como fuerza transformadora del mundo. La unidad de Europa es hija del acuerdo entre estos Estados; en última instancia la Europa de las patrias tan cara al general de Gaulle.
Pero esta heterogeneidad del continente esconde una división de funciones entre dos centros dinámicos sucesivos y sus periferias. El primer centro fue el Mediterráneo occidental, lugar de contacto con las civilizaciones de Oriente, próximo y lejano, lugar de la civilización de las villas y de la sobrevivencia de la herencia romana. Entre los años 1000 y 1300, una zona de más en más orientada hacia el Atlántico toma el puesto como un eje central de la evolución urbana, comercial y cultural del continente.
Es una franja de territorios que se extiende desde el comienzo de Italia del Norte a los Países Bajos, vía los Alpes occidentales, Francia del Este y la baja Renania. Un franja que se prolongó luego más allá del canal de la Mancha y, por los mares el norte y del Báltico, a los territorios de las ciudades hanseáticas; después, al comenzar el siglo XVI, a la Alemania central. Este eje no desapareció: en 2005 podemos encontrar allí nueve de las diez regiones donde la renta por habitante es de las más elevadas. La comunidad original del Tratado de Roma coincide con este espacio.
Alrededor de este eje, se articulan cuatro regiones periféricas: el Norte (Escandinavia y las partes norte y oeste de las islas Británicas), el Sur-Este – entre el Adriático, el Egeo y el mar Negro – y el Este, eslavo, de grandes planicies. Periféricas también las partes del mundo mediterráneo e ibérico, marginadas por el ascenso del nuevo centro, aunque su papel en el redescubrimiento de la Antigüedad clásica les permitió ofrecer una contribución capital a la cultura europea.
Esquematizando, la aproximación del Norte (Irlanda exceptuada) con el centro se opera gracias a la penetración de los Vikingos, gracias a los lazos comerciales con los mercaderes de la Liga Hanseática y, a partir del siglo XVI, gracias a la conversión de sus pueblos al protestantismo – que acelera la alfabetización. Este Norte es la sola periferia que habría logrado integrar Europa económicamente avanzada.
Aunque las conquistas de los cruzados en el Báltico, los intercambios y la colonización campesina alemana hubieran empujado la influencia del centro hacia el este, esta inmensa región agraria quedó ampliamente fuera del desarrollo occidental. Antes del siglo XX, salvo en Rusia, dónde Pedro el Grande inicia la modernización a la occidental, encontramos allí sólo elementos débiles de dinamismo económico autóctono. Finalmente, hasta el siglo XIX, evidentemente no hay más que una débil penetración económica y cultural del centro en las regiones sometidas al imperio Otomano.
El auge de Europa habría sido difícil sin el concurso de "periferias" exportadoras de materias primas. La diferencia entre estas zonas, cuyas estructuras sociales divergen en función de esta división de trabajo y de sus experiencias históricas, fue profunda.
Somos todavía conscientes de la línea de fractura que existe, aunque aminorada, entre las dos Europas: Italia del Norte e Italia del Sur, Cataluña y Castilla. Fue ineludible durante mucho tiempo hacia el este y el sudeste. La línea Hamburgo-Trieste separa Europa de la libertad legal de los campesinos de la Europa de la servidumbre. Antes de 1914, esta línea tenía poca importancia política, gracias a la presencia, al este, de los Habsburgos y los Hohenzollern, esta línea se transformó en "telón de hierro".
En el siglo XIX, una élite limitada consigue remontar estas divisiones mientras que la masa de los europeos continuaba en el universo oral de los dialectos. El progreso de las lenguas de Estado perpetuó esta pluralidad territorial que evidentemente perduró con la llegada de los Estados nacionales: el ciudadano se identificaba desde entonces con una "patria" contra los otros y, en 1914, ni los campesinos, ni los obreros, ni el grueso de las élites cultivadas resistieron al llamado de la bandera. La Europa de las naciones se tornó el continente de las guerras. Si Europa no salió totalmente de esta configuración, los cincuenta años pasados fueron, sin embargo, una época de convergencias impresionantes: lo atestiguan la armonización institucional y jurídica o la disminución de las desigualdades internacionales - económicas y sociales-, gracias a los notables "saltos adelante" de países como España, Irlanda o Finlandia.
Las revoluciones de los transportes y las comunicaciones facilitaron la homogeneización cultural, que progresa con la explosión de la educación secundaria y universitaria, así como la difusión, entre los jóvenes particularmente, de un modo de vida y de consumo de origen transatlántico. En el mundo de la cultura, en las clases instruidas y pudientes, es la herencia europea que se globalizó.
Desde la desaparición de los regímenes autoritarios y el fin de los regímenes comunistas, las divisiones político-ideológicas de Europa desaparecieron, pese a que los remanentes de la guerra fría siguen abriendo fosas entre Rusia y sus vecinos. No se trata de negar que subsisten profundas diferencias entre los países -que tornaron mucho más desequilibrada de lo previsto la evolución de la UE– sin embargo, en un marco globalizador, la Unión desempeñó un papel mayor en el proceso de convergencia global en marcha desde hace décadas.
Surge aquí una paradoja: a pesar de ese proceso de homogeneización, los europeos no se identifican con su continente. Aun aquellos que llevan una vida realmente transnacional, la identificación primaria sigue siendo nacional. Europa está más presente en la vida práctica de los europeos que en su vida afectiva. Ha logrado, pese a todo, encontrar un lugar permanente en el mundo en tanto colectividad. Permanente aunque incompleta, hasta tanto Rusia no encuentre su lugar en ella.

Eric Hobsbawm es el decano de la historiografía marxista británica. Uno de sus últimos libros es un volumen de memorias autobiográficas: Años interesantes , Barcelona, Critica, 2003.

Traducción para www.sinpermiso.info : Carlos Abel suárez