07 enero 2008

Fascismo democrático

por TODO el mundo a través del pensamiento

El gabinete del señor Olmert incluye al fascista Ivett Liberman, que representa a los fascistas israelíes en el gobierno. Este señor, blanqueador de capitales mafiosos, tiene su público. Un público que vota a un partido con ideas y un programa ostensiblemente totalitario, es úna masa reaccionaria, racista y chovinista.

También incluye al troglodita Eli Ishay, representante de Shas en el gabinete. Un troglodita en el gobierno no es una ave solitaria, si no que representa a una masa de israelíes que tiene ideas bastante primitivas sobre la mayor parte de los conflictos terrenales y actúa de acuerdo a las directivas del rabino jefe de la agrupación.

El señor Olmert, responsable de la muerte de 117 soldados y 44 civiles israelíes, dentro de unos días será condenado por el informe final de la Comisión Winograd. Pero con la complicidad abierta o tácita de políticos de todos los grupos, que no desean ir a elecciones antes del término de sus mandatos, tratará de mantenerse en el poder y seguir cometiendo las barrabasadas que caracterizan a su gobierno.

Si Olmert no renunció, a pesar de su impopularidad, es porque hay sectores que han debido quitarse los antifaces y presentarse con su verdadero rostro. La actividad del ejército en la franja de Gaza demuestra, en efecto, que Israel está en guerra con Palestina-Franja de Gaza, y que mientras haya estado de guerra, las milicias palestinas no van a detener el bombardeo a Shderot, el Néguev e incluso Ashquelon.

Dado que Israel no quiere detener los ataques ni hacer un armisticio a largo plazo, la guerra proseguirá y se agravará: no puede haber fuerza en el mundo que detenga la lucha palestina por su independencia. El fascismo "democrático", la cúpula barak- estado mayor de Tzáhal, tiene las riendas efectivas del poder. Y mientras tanto, que corra la sangre y que siga la destrucción y la muerte de civiles para salvar el honor de los militares de la derrota.

Disculpas en Kafr Qasem

Recientemente, el presidente israelí se disculpó por la matanza de 47 árabes israelíes de la aldea de Kafr Qasem, ocurrida en 1956. La mayoría de los israelíes todavía encuentra difícil de reconocer su responsabilidad histórica por el problema de los refugiados palestinos. La visión sionista está basada, entre otras cosas, en la asunción de que sus necesidades no fueron causa de injusticia para nadie. Esta ficción histórica es muy dañina porque hasta tanto no nos convenzamos de haber tenido responsabilidad en la tragedia palestina, no tendremos ninguna razón real para intentar corregir la injusticia.

Por Tom Segev

El 29 de octubre de 1956, poco después de las 5 de la tarde, varias docenas de residentes de Kafr Qassem regresaban a sus casas del trabajo, ignorando que un toque de queda había sido declarado tras la Campaña del Sinaí. La policía fronteriza los alineó y los fusiló: 47 personas, árabes, ciudadanos de Israel.

El monumento erigido para ellos también perpetúa la memoria de un hombre mayor que murió cuando era informado de que su hijo estaba entre las víctimas del fusilamiento y el feto que una de las mujeres asesinadas llevaba en su vientre. Algunas otras personas resultaron heridas. La matanza fue parte de un plan de contingencia para expulsar a los habitantes del pueblo a Jordania.

Al principio, las autoridades intentaron acallar las noticias a través del censor militar. Shimon Peres, ahora presidente de Israel, era por entonces director general en el Ministerio de Defensa. Sólo unos seis sobrevivientes de la matanza todavía están vivos. La mayoría de los 18.000 habitantes del pueblo nació después de la matanza, y de ellos el 15 por ciento tiene algún parentesco con las víctimas. Ellos viven con la herencia de la matanza como un elemento importante en sus identidades.

La semana última, el presidente Peres fue a Kafr Qasem -su oficina dijo que era para honrar la fiesta de Id al-Adha (n.de la r: festividad central del calendario litúrgico musulmán). Peres eligió cuidadosamente sus palabras cuando aludió a la matanza en una declaración que alaba la paz: "He escogido visitar Kafr Qasem -dijo-, donde en el pasado ocurrió un incidente muy serio, que nosotros sentimos profundamente" y destacó que "hoy hay cooperación y una vida de paz entre judíos y árabes". El alcalde de Kafr Qasem, Sami Issa, interpretó esas palabras como un pedido de disculpas. "Nosotros sentimos y nosotros nos disculpamos es la misma cosa", dijo. Hablando con líderes locales, Peres también usó la palabra disculpa. Según el vocero del presidente, Peres es el primer jefe de Estado israelí que se disculpó por la matanza.

Los pedidos de disculpas por injusticias históricas y gestos de conciliación nacional se han vuelto un fenómeno bastante común en varios lugares en los recientes años, de Sudáfrica a la Argentina. Para evaluarlos correctamente debemos examinar hasta qué punto expresan un remordimiento sincero y un verdadero reconocimiento de responsabilidad. También debemos examinar hasta qué punto las lecciones han sido aprendidas. El caso israelí no es inequívoco.

La matanza de Kafr Qasem sacudió al país y dio lugar a un debate público con cuestionamientos básicos relacionados con la moralidad y la democracia. Doce años después del fin de la Segunda Guerra Mundial esta discusión tuvo lugar con el telón de fondo del Holocausto. Los asesinos fueron expuestos al debate público. Benjamín Halevi, que más tarde fue uno de los magistrados en el juicio a Adolf Eichmann, preguntó a uno de los acusados si justificaría a un soldado nazi que obedeció las órdenes de sus superiores. El juicio habilitó a cada soldado de las Fuerzas de Defensa de Israel a asumir la obligación de negarse a obedecer una orden "descaradamente ilegal" como la de asesinar a civiles.

Sin embargo, no mucho tiempo después de que los responsables fueron declarados culpables y sentenciados a prisión, los asesinos fueron liberados, y unos años después el gobierno militar revocó las condenas. Las Fuerzas de Defensa de Israel no están haciendo lo suficiente para estimular en sus soldados la obligación a negarse a obedecer una orden descaradamente ilegal; está actuando con determinación en contra de la objeción de conciencia.

En las décadas siguientes a la matanza de Kafr Qasem, soldados de las Fuerzas de Defensa de Israel han matado a miles de palestinos inocentes, la inmensa mayoría de ellos en la Franja de Gaza y Cisjordania. Algunas veces también han matado a manifestantes árabes de ciudadanía israelí. Hasta el momento los árabes de Israel no son ciudadanos con igualdad de derechos del igual, e Israel insiste en que no quiere ser un estado de todos sus ciudadanos sino un estado "judío y democrático". Los representantes gubernamentales no participan en el servicio conmemorativo anual por la matanza de Kafr Qasem, pero la disculpa del presidente probablemente será mencionada algún día como un primer paso hacia una declaración histórica de reconciliación entre judíos y palestinos.

La mayoría de los israelíes todavía encuentra difícil de reconocer su responsabilidad histórica por el problema de los refugiados palestinos. La visión sionista está basada, entre otras cosas, en la asunción de que sus necesidades no fueron causa de injusticia para nadie: si los árabes abandonaran sus anhelos nacionalistas y aceptaran el cumplimiento de nuestro sueño, sería bueno para todos, incluso para ellos.

Esta ficción histórica es muy dañina porque hasta tanto no nos convenzamos de haber tenido responsabilidad en la tragedia palestina, no tendremos ninguna razón real para intentar corregir la injusticia. Ésta es la importancia de reconocer nuestra responsabilidad. Cuando llegue el día de hacer pública una declaración histórica de reconciliación, será posible recordar la disculpa de Peres por la matanza de Kafr Qasem y la principal lección que surgen de ella: No lastima pedir perdón.

La fuente: Haaretz (Tel Aviv, Israel). La traducción del inglés pertenece a Sam More para elcorresponsal.com.

El Síndrome Beilin

Ury Avnery

Bajo la dirección de Beilin el partido pacifista Meretz ha sido una rara avis: ni un partido de oposición real ni miembro de la coalición gubernamental. Beilin creció en la clase dirigente e, incluso cuando está formalmente en la oposición, piensa y actúa como un miembro del gobierno. No sólo Meretz, bajo su dirección, dio apoyo al plan de separación de Sharon y a la Guerra de Líbano de Olmert, sino que desde entonces Beilin ha estado coqueteando abiertamente con el primer ministro. Justo cuando la gran mayoría del país ha sacado la conclusión que Olmert está incapacitado para el cargo, Beilin le da un certificado Kosher.

Mefistófeles, el diablo que compró el alma de Fausto en el monumental drama de Goethe, se describe a sí mismo como «una parte de esa fuerza que siempre quiere el mal y siempre crea el bien».
Yossi Beilin, que dimitió esta semana como presidente del partido Meretz, es lo contrario de Mefistófeles: siempre quiere el bien y demasiado a menudo crea el mal.
Los «bloques de asentamientos» son un ejemplo brillante. Fue Beilin quien inventó ese término hace una docena de años. Estaba incluido en el acuerdo extraoficial que se llegó a conocer como el «acuerdo Beilin-Abu Mazen».
La intención era buena. Beilin creyó que si la mayoría de los colonos se concentraba en varias áreas limitadas cerca de la línea verde, en conjunto aceptarían una retirada del resto de Cisjordania.
El resultado real fue desastroso. El gobierno y los colonos saltaron sobre la oportunidad. El permiso del «movimiento sionista de la paz» se desplegó como un certificado Kosher (alimento permitido por la ley judía, N. de T.) en la pared de una carnicería de chuletas de cerdo. Los bloques de asentamientos se agrandaron a un ritmo frenético y se convirtieron en verdaderos pueblos como Maaleh Adumim, el bloque de Etzion y Modiin Illit.
Durante docenas de años Estados Unidos insistió en que todos los asentamientos violaban la ley internacional. Pero la aprobación otorgada a los «bloques de asentamientos» permitió al presidente George W. Bush cambiar su postura y aprobar los «centros de población» israelíes en los territorios ocupados. Haim Ramon, que antes había sido compañero de Beilin en el grupo de las «ocho palomas» dentro del Partido Laborista, incluso fue más lejos: empezó la construcción del muro de separación, que en la práctica anexiona los bloques de asentamientos a Israel.
Pero la inteligente idea de Beilin no disminuyó en lo más mínimo la oposición de los colonos a una retirada del resto de Cisjordania, al contrario: siguen impidiendo por la fuerza el desmantelamiento de los puestos avanzados de los asentamientos, incluso el más diminuto. No salió nada bueno de esa idea. El resultado fue totalmente penoso.
Se pueden seguir enumerando las ideas inteligentes de Beilin. Como en la canción del anterior maestro de la comedia (y actual rabino ortodoxo) Uri Zohar: «La cabeza judía está inventando patentes para nosotros». En la arena política y diplomática de Israel no hay ninguna cabeza más fecunda que la de Beilin.
No sé qué papel exacto jugó Beilin en la invención de patentes desplegada en la Conferencia de Camp David en 2000. Por ejemplo: la idea de que Israel debe exigir la soberanía sobre la Montaña del Templo, pero sólo debajo de la superficie no aplacó a la derecha israelí, pero aterró a los palestinos que temieron que Israel estaba pensando minar los santos lugares islámicos hasta hacerlos derrumbarse y de ese modo hacer posible reemplazarlos por el Tercer Templo Judío. El paso siguiente fue la «visita» de Ariel Sharon a ese lugar tan sensible, que activó la erupción de la segunda Intifada.
Después de las elecciones de 2006 Beilin tuvo otra idea inteligente: invitar a Avigdor Liberman a un desayuno amistoso bien publicitado. Indudablemente la intención era buena (aun cuando yo no puedo comprender qué era) pero el resultado fue calamitoso: dio a Liberman un «Kosher izquierdista» que le permitió a Ehud Olmert incluirlo en su gobierno.
Después de eso Meretz anunció que, bajo ninguna circunstancia, se sentaría en un gobierno que incluyera a Liberman. Pero no se puede devolver la semilla del diablo al útero de su madre. Liberman se quedó en el gobierno y Meretz permanece fuera. Ahora Olmert explica a los estadounidenses que no puede desmantelar ni siquiera un puesto avanzado de los asentamientos ni negociar «los problemas centrales» del conflicto porque entonces Liberman llevaría a la coalición gubernamental a un estrepitoso desplome.
Verdaderamente Beilin es muy generoso dispensando certificados Kosher a la extrema derecha. En vísperas de una de las masivas reuniones anuales de la «izquierda sionista» en conmemoración de Isaac Rabin, anunció que estaba preparado para aparecer junto al líder de la más extrema derecha, el general Effi Eytam. Afortunadamente para él, nada de eso sucedió.
Debe de haber alguna conexión entre estas ideas y su firmeza en coyunturas críticas. Por ejemplo: su apoyo para el plan de separación de Ariel Sharon sin condicionarlo a alcanzar un acuerdo con los palestinos. Resultado: la Franja de Gaza se convirtió en «la prisión más grande de la tierra».
Peor: el resuelto apoyo de Beilin a la segunda guerra de Líbano durante su primera y más crítica fase. En el transcurso de la guerra propuso atacar también a Siria. Sólo a la cuarta semana, después de una docena de tormentosas manifestaciones en contra de la guerra, Beilin empezó a expresar alguna crítica e hizo que el Meretz organizase su propia manifestación.
En el otro platillo de la balanza están dos importantes contribuciones positivas de Beilin: la Declaración de Principios de Oslo y la iniciativa de Ginebra.
Su aportación a Oslo fue ciertamente significativa, aunque no impidió dos agujeros negros en el acuerdo: la omisión de las palabras cruciales «Estado Palestino» y la ausencia de una prohibición clara e inequívoca a la continuación de la actividad colonizadora.
Esas dos faltas enterraron el acuerdo. Las negociaciones para el acuerdo de una paz permanente, que tenían que concluir en 1999, ni siquiera empezaron. Los asentamientos se fueron agrandando rápidamente mientras todos estábamos hablando de la paz.
La iniciativa de Ginebra, por otro lado, fue completamente una creación de Beilin. Podría haber coronado su carrera. Su inauguración se convirtió en un acontecimiento internacional. El Grande de la Tierra le dio su bendición. Parecía que daría un empujón firme al proceso de paz.
Esto no pasó. Ariel Sharon la barrió de la mesa con el dorso de la mano: anunció el plan de separación y la atención nacional e internacional se desvió lejos de Ginebra.
Eso no tendría que haber sido necesariamente el fin de la iniciativa. Pudo haber habido una campaña sostenida en Israel y por todo el mundo, predicándola desde cada púlpito, poniéndola una y otra vez de nuevo en la agenda. Pero entonces Beilin cometió el mayor error de su vida: postuló a la presidencia del Meretz y ganó.
El error estaba claro desde el primer momento: hay una contradicción básica entre ser el presidente de un partido y el profeta de Ginebra, una persona totalmente identificada con la iniciativa y su principal abogado, en casa y en el extranjero.
Cuando el iniciador de Ginebra se convirtió en líder del Meretz dejó lisiada la iniciativa convirtiéndola en la plataforma de un pequeño partido. Y por otro lado convirtió el Meretz en un partido de un solo problema, completamente consagrado a la promoción de la iniciativa. La iniciativa y el partido perdieron.
Una persona inteligente como Beilin debe de haber entendido eso. Pero sospecho que tiene dos almas que luchan por el dominio: el alma de un hombre-idea y el alma de un operario del partido. No se conforma con ser sólo uno.
El error le ha acarreado un alto precio. Esta semana Beilin fue obligado a anunciar su renuncia a la presidencia del Meretz.
Hay algo misterioso en el carácter de este partido: devora a sus líderes uno tras otro. Primero a su madre fundadora, Shulamit Aloni, a la que expulsó prácticamente a puntapiés. El hombre que hizo eso, Yossi Sarid, fue obligado a dimitir a su vez, cuando el partido se encogió de 12 a 6 escaños en la Knesset y pasó de ser un partido mediano a uno pequeño. En las últimas elecciones, con Beilin, descendió a 5.
Bajo la dirección de Beilin el Meretz ha sido una rara avis: ni un partido de oposición real ni miembro de la coalición gubernamental. Beilin creció en la clase dirigente e, incluso cuando está formalmente en la oposición, piensa y actúa como un miembro del gobierno. No sólo el Meretz, bajo su dirección, dio apoyo al plan de separación de Sharon y a la Guerra de Líbano de Olmert, sino que desde entonces Beilin ha estado coqueteando abiertamente con el Primer Ministro. Justo cuando la gran mayoría del país ha sacado la conclusión que Olmert está incapacitado para el cargo, Beilin le da un certificado Kosher.
Dice que cree que Olmert quiere la paz sinceramente. Cita con aprobación los dichos del nuevo Olmert: «Mi padre estaba equivocado y Ben Gurion tenía razón» (el padre de Olmert fue un acérrimo del Irgun), y también «Israel está perdido si no lleva a cabo la solución de los dos Estados». Frases biensonantes; sólo que Olmert se mueve en la dirección totalmente opuesta, evita negociaciones serias de paz y se empeña en la guerra en Gaza. Ahora la gente del Meretz parece que ha tenido bastante.
Cuando un partido echa a puntapiés a su líder, siempre es un hecho triste. Pero no es la primera vez que esto le pasa a Beilin, y eso invita a hacer algunas preguntas serias.
Creció, desde su más tempana juventud, en el Partido Laborista y era uno de los hijos adoptivos más prometedores de Simón Peres. Como viceministro de Exteriores tuvo la oportunidad de dar rienda suelta a su creatividad incansable.
Pero entonces llegó al poder Ehud Barak con su misteriosa habilidad para poner a la persona equivocada en el lugar equivocado y nombró a Beilin ministro de Justicia, un trabajo que paralizó su especial talento.
En vísperas de las elecciones siguientes el Partido Laborista desterró a Beilin a un lugar desesperado en su lista electoral. Con furia y frustración dejó el partido, dio un portazo tras de sí y se unió al Meretz. Ahora ha sido prácticamente empujado fuera del partido.
A diferencia de Shulamit Alon y Yossi Sarid, Beilin no tiene ninguna intención de «irse a casa». Su fecundo cerebro ya está sacando del cascarón nuevos planes. Profetiza, en recientes entrevistas, un cambio fundamental en el paisaje político y la creación de una nueva fuerza política que incluya a miembros de Kadima, Laboristas y Meretz. Probablemente imagina que ese partido estaría encabezado por Olmert y que él jugaría un papel central. Estaría luchando contra Benjamín Netanyahu y Ehud Barak.
Una idea interesante, pero sus oportunidades están cerca de la nada.
Los problemas de Beilin van más allá de su historia personal. Simbolizan la tragedia del campo llamado a sí mismo «izquierda sionista». Probablemente la propia denominación ya contiene el problema.
Este campo nació hace cien años y parece que nunca acometió una autocrítica real. En su última entrevista Beilin usa toda la terminología de la clase dirigente sionista. Como todos los demás llama «terroristas» a los combatientes palestinos de la Franja de Gaza. En su escala de valores, «es importante que un muchacho logre el rango de un soldado excelente». Y, por supuesto, «si Israel deja de ser un estado judío, yo no tendré interés en él».
Con semejantes puntos de vista, el campo sionista de la paz no puede convertirse en una fuerza política combativa comprometida en una lucha de oposición real que promueva cambios en el país. Y eso es mucho más que un problema personal de Yossi Beilin.

La fuente: El autor es es periodista, ex legislador y pacifista israelí. La traducción del inglés pertenece a Carlos Sanchis y Caty R. para Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística.