10 enero 2008

Gente maravillosa defiende a un país maravilloso...




Gideon Levy

Sobre la película documental de Abu Graib

Mientra veía la película sonó el teléfono: Abishay, del shabac, quería verificar que recibí los comentarios comentarios de su org. sobre el testimonio del detenido Imar Jotari, en relación a las graves torturas que padeció últimamente en las dependencias del shabac en Kishón, que le ocasionaron una parálisis parcial en la manos. Jotari fue golpeado, esposado en crueles posiciones y se le impidió dormir. “Su interrogatorio fue hecho de acuerdo con la ley, las normas y los reglamentos”, se lee en la nota del shabac.
Me acomodé en el sillón, volví a prender el DVD, y continué mirando la escalofriante película; el teléfono de Abishay parecía parte de ella.
“Los espíritus de Abui Greib” no es sobre nocotros, pero de todas maneras nos reflejábamos en ella perfectamente. Todos los israelíes tendrían que verla. Describe los métodos de interrogatorio y las torturas de los americanos en la cárcel de Abu Graib en Irak. Buena gente cometió actos terribles. Aunque entre los americanos, al menos, se halló quien documente el horror y lo publique. Escenas no menos graves ocurren en las celdas de investigación y en nuestras cárceles, sólo que nunca fueron dadas a conocer de esta manera. No hay ni siquiera un solo investigador o carcelero cuya conciencia lo fastidie y traiga esas imágenes a nuestro conocimiento. Es deprimente.
En América incluso algunos sádicos fueron castigados, y uno fue condenado a diez años. No entre nosotros.
Pero aquí, como entre ellos, si castigan no es al “shin guimel”. El secretario de defensa, Donald Rumsfeld, que en esta película aparece como un Milosevic americano, un verdadero criminal de guerra, que estimula en documentos y escritos la tortura, e incluso se burla con sarcasmo de sus víctimas (“yo también estoy de pie ocho horas por día”), nunca fue llevado a juicio. También su presidente, George Bush, que hoy viene a visitarnos y será recibido con gloria y deleite, sale malparado de la audaz película de Rudy Kennedy, que ganó el premio Emmy. Otra cosa que no podría ocurrir aquí. “Gracias a Estados Unidos, cincuenta millones de personas viven una vida libre”, dicen con respecto a Irak, que hoy parece una triste broma. Y también: “personas maravillosas se movilizaron para defender a un país extraordinario”, como entre nosotros, con un marco de las pavorosas imágenes de Abu Graib.
La retórica de los leguleyos americanos pretenden demostrar por qué la Convención de Ginebra no es válida para esos pobres detenidos, y nos recuerdan como nuestro sistema judicial se moviliza y justifica a cualquier alimaña.
Los torturadores de la película no son lo que ustedes piensan: somos tú y yo, el vecino de al lado, jovencitas agradables y apuestos caballeros. Un terrorífico lavado de cerebro: “No creí que mi papel hubiese sido dudar de algo”, dice uno de ellos. “Ese era el trabajo”, dice otra, contemplando las malditas imágenes. Una soldada muy agradable, se fotografió cuando ella introduce el cadáver de un detenido, que fue torturado hasta morir, en una bolsa de nailon. Ells mira directamente a la cámara, con una sonrisa colgate. “Siempre sonrío cuando me saco una foto”. Miren esta película y nos verán a nosotros. Nuestros métodos de interrogatorio son un poco distintos, después de todo el cerebro judío siempre inventa cosas nuevas, pero la maldad, ¡oh, la maldad! es exactamente la misma.

Gideon Levy − Haaretz, 9 de enero/2007