12 diciembre 2008

ESTO ES GAZA



Es el intento constante de un pueblo de aferrarse a una vida normal, aunque Israel le endose condiciones anormales de reclusión, aislamiento del resto del mundo y deterioro hasta un estado humillante de dependencia de la beneficencia internacional.

Por Amira Hass

Cuando no es un corte de electricidad, que deja barrios enteros en la oscuridad, es el agua, que no llega a los pisos de arriba o el butano, que se acaba. Si tienes un generador eléctrico, alguna pieza pequeña del mismo acabará por romperse tarde o temprano de manera irreparable porque incluso antes de que comenzara el hermético sitio de tres semanas, Israel prohibió la entrada en la franja de cualquier repuesto de coches, máquinas y electrodomésticos.
Y si, de algún modo, consigues dinero para comprar uno de los generadores que ha traído el contrabando a través del túnel (su precio se ha duplicado o triplicado en el último mes), es a costa de no pagar la estufa (eléctrica no, claro), las clases de inglés, la ropa para los niños y las visitas al médico.
Esto es Gaza en noviembre de 2008. Y Gaza es vaciar los almacenes de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados en Palestina y también son los agricultores que sembraron y regaron sus tomates, guayabas y fresas pero no pueden comercializarlos fuera de la franja porque Israel lo prohíbe. Gaza también es la calma con la que la gente acepta la oscuridad repentina y las bromas sobre la poca comida que queda en el frigorífico para echarse a perder.
Gaza es la habilidad de contar chistes en cualquier situación, y el insulto inflamado por no tener agua corriente durante tres o cuatro días. Y aun así, los niños van limpios y arreglados al colegio.
Gaza es la larga calle Nasser, cuyo tráfico permanece cortado desde hace más de un año. El asfalto está gastado, acribillado de baches y cubierto de montículos de arena. Cuando Israel prohibió la entrada de material de construcción y materias primas en la franja, las obras se interrumpieron en esta vía pública, principal acceso a tres hospitales, que están siempre bajo la amenaza de un fallo del equipo médico si una pieza deja de funcionar.
Pero Gaza también son los padres que dejan a sus hijos solos en casa, sin miedo, o que les permiten ir a jugar a un parque que está lejos o ir solos a visitar a su abuela al campo de refugiados de Jabaliya (en las calles paralelas a la calle Nasser).
Gaza son las denuncias por el ataque de unos policías a unos simpatizantes de Al-Fatah en la universidad, o el cierre de un restaurante, también por parte de la policía, porque sus propietarios no informaron con suficiente antelación del simposio que tendría lugar en el mismo, organizado por un centro de investigación asociado a las autoridades de Ramallah y en el que participaban ponentes de Hamas.
Gaza es el maestro que en el colegio obliga a las niñas a cubrirse la cabeza, a pesar de que funcionarios superiores sostienen que esa no es la política del ministerio de educación. Gaza es exageración y rumores falsos, y también es el informe de los detenidos de Fatah sobre las cámaras instaladas en las comisarías para asegurar que los interrogatorios se producen dentro de los límites legales. Es también la sorpresa cuando la policía de Hamas devuelve bienes robados, incluso antes de que el robo se denuncie.
Gaza es la sensación entre los simpatizantes de Al-Fatah de que les han robado el poder y su miedo al sistema de seguridad, y también es la confianza en sí misma de Hamas. Son las comparaciones entre los métodos de intimidación en la época de Yasser Arafat y el intercambio de información sobre la supresión de la actividad de Hamas en Cisjordania.
Gaza es la ira del pueblo, incluyendo a los miembros de Al-Fatah, por lo que parece un abandono y una indiferencia deliberados de Ramallah hacia la franja y el destino de sus habitantes.
Gaza es gente que sueña con irse y gente que salió para ir a estudiar o trabajar hace años y quien la extraña. Gaza es gente que no puede regresar con su familia porque incluso si encontrara una grieta por la que poder cruzar la frontera cerrada por Israel, sería encarcelada aquí y tendría que renunciar a su libertad de movimiento y elección por completo.
Todo aquí es muy intenso.
“Medimos nuestras vidas en minutos, no en días ni semanas”, dijo un simpatizante de Al-Fatah. Su vida está patas arriba desde junio de 2007 y cada día la vuelve a perturbar la ruptura política. Se refería a simpatizantes de Al-Fatah como él, convencido de que la gente de Hamas en Cisjordania también “mide su vida en minutos”.
Pero su descripción se ajusta también a todos los demás. Los cambios son tan repentinos, tan violentos, tan vertiginosos y tan frecuentes que el individuo no puede controlarlos, ya se trate de alta política o de la hora a la que hacer la colada.
Gaza es el intento constante de un pueblo de aferrarse a una vida normal, aunque Israel le endose condiciones anormales de reclusión, aislamiento del resto del mundo y deterioro hasta un estado humillante de dependencia de la beneficencia internacional.

La fuente: La autora es periodista del diario israelí Haaretz (Tel Aviv). La traducción del inglñés pertenece a Ana López para Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística.

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