El organismo debió desplazar a su presidente, Paul Wolfowitz, por un escándalo de privilegios. Estados Unidos postuló en su lugar a un hombre del mismo perfil: ex asesor de la petrolera que quebró en forma fraudulenta, defensor de corporaciones y belicista.
Zoellick es catalogado como un representante de los intereses de las grandes empresas de su país.
Por Marcelo Zlotogwiazda
Robert Zoellick, la persona que George W. Bush postuló para ocupar la presidencia del Banco Mundial, tiene antecedentes y un perfil ideológico muy similar al del desplazado Paul Wolfowitz. Así como éste fue obligado a renunciar por violar las normas éticas del organismo, Zoellick fue accionista y asesor rentado del directorio de Enron, la gigantesca compañía de energía que quebró de manera fraudulenta a fines de 2001. Y al igual que Wolfowitz, el elegido de Bush para reemplazarlo siempre mantuvo posiciones intervencionistas y beligerantes en materia geopolítica. Pero por sobre todo, Zoellick es catalogado en el mundo de la diplomacia como un hábil representante de los intereses de las grandes corporaciones de su país.
Cuando el miércoles pasado el presidente Bush anunció la nominación la fundamentó diciendo que “Bob es un internacionalista comprometido”, mientras que Zoellick, a su lado, señaló que “debemos dejar atrás el desvío de ayer y enfocarnos en el futuro”. El desvío fue un eufemismo respecto al escandalete que forzó la renuncia de Wolfowitz, quien al asumir como titular del Banco Mundial le asignó un abultado aumento de sueldo a su novia que era empleada de la institución. Tras resistirse unas semanas a partir de que se ventilara su caso, la presión política y el dictamen de una comisión de notables formada ad hoc, que calificó el hecho como “violación de las reglas éticas”, al directorio del BM no le quedó otro camino que soltarle la mano.
Siguiendo con la tradición (cada vez más cuestionada) de que los europeos eligen al director gerente del FMI y los estadounidenses al presidente del Banco Mundial, Bush se jugó por un hombre de mucha confianza de su familia pero que años antes había sido rozado por un escándalo mucho mayor que el nepotismo de Wolfowitz. El derrumbe de Enron fue, si no el más, uno de los fraudes más resonantes en la historia de los Estados Unidos. Desde la cumbre del poder energético mundial, Enron se desplomó como un castillo de naipes al descubrirse las maniobras para ocultar pérdidas multimillonarias. Con su quiebra se esfumaron miles y miles de millones de dólares de fondos de pensión invertidos en esa acción, y decenas de miles de puestos de trabajo.
El caso salpicó mucho al gobierno republicano. Enron tuvo su origen en Texas, contó durante un tiempo con el asesoramiento del actual presidente de los Estados Unidos, y fue uno de los principales aportantes a su campaña como a la de varios políticos de su partido. Además, de los cien más altos funcionarios que tenía el gobierno de Bush al momento de la quiebra, catorce eran o habían sido accionistas de la compañía, entre los que sobresalían el ex jefe del Pentágono, Donald Rumsfeld, el asesor presidencial Karl Rove y el entonces representante comercial, Robert Zoellick, quien además había sido asesor rentado del directorio.
Egresado de Harvard, Zoellick comenzó su carrera política de muy joven (ahora tiene 53 años) en el gabinete de George Bush padre, donde ocupó altos cargos en el Departamento de Estado y en el Tesoro. Con el actual presidente fue el representante comercial durante los primeros cuatro años, el cargo más alto de la diplomacia económica, desde donde defendió con uñas y dientes las negociaciones tendientes a que las reglas del comercio internacional se modificaran a favor de su país y de sus conglomerados más influyentes.
En 2005 pasó al Departamento de Estado como segundo de Condoleezza Rice, sin desentonar en lo más mínimo con el perfil ideológico de los halcones republicanos. Sus ideas sobre lo más caliente de la política exterior las dejó bien en claro en un artículo que había escrito para la revista Foreign Affairs antes de la invasión a Irak: “Una política exterior republicana moderna debe reconocer que hay gente que odia América. Enfrentamos enemigos que están trabajando arduamente en desarrollar armamento nuclear, biológico y químico, al mismo tiempo que los dispositivos misilísticos necesarios para enviarlos. Estados Unidos debe permanecer vigilante y tener la fuerza suficiente para derrotarlos”.
En cuanto a sus vínculos con el poder económico, además de asesor y accionista de Enron, fue consejero del consorcio Viventures-Vivendi, uno de los líderes mundiales en el negocio del agua, con participación en el rubro armamentos. Lógicamente, como representante comercial defendió los intereses del establishment económico de su país en las relaciones bilaterales y en las negociaciones de la Organización Mundial del Comercio.
Más allá de la experiencia, capacidad de liderazgo y habilidades negociadoras que se le reconocen, a juicio de muchos sus antecedentes y el perfil no resultan los más adecuados para conducir una institución como el Banco Mundial, que está en profunda crisis y que en teoría tiene por misión ocuparse de aspectos del desarrollo de los más pobres del planeta. Objeciones de este tipo abundaron en los últimos días, y no sólo desde posiciones críticas. En su nota editorial de hace unos pocos días, el conservador diario británico Financial Times apuntó que “la principal duda es si Zoellick podrá hacer el cambio que demanda pasar de devoto defensor de los intereses de Estados Unidos a servidor confiable de los intereses globales”.
De todas formas, todo indica que ni los gobiernos europeos ni el cada vez más influyente gobierno chino van a obstaculizar la nominación. Incluso países como Brasil y México la apoyaron expresamente. Zoellick debe estar desarmando su despacho en el banco de inversión Goldman Sachs, a donde fue a trabajar hace un año cuando perdió frente a Henry Paulson la carrera para convertirse en secretario del Tesoro.
¿Al servicio de qué compañía se pondrá Wolfowitz cuando el próximo día 30 se retire del Banco Mundial con un bono recompensa de 400.000 dólares, según se rumorea en la burocracia de Washington?
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