20 abril 2007

TODO 20/4

19 DE ABRIL DE 1943: INSURRECCIÓN DEL GUETO DE VARSOVIA

El tranvía que llevaba a Muranów indicaba el camino al infierno. Hoy no podemos contemplar aquel tranvía sin estremecernos: está en lo que parece una inocente fotografía de la Europa de entreguerras. Apenas se ven en ella algunos edificios a ambos lados de una calle, y grupos de transeúntes; y el propio carruaje, que ocupa el centro de la imagen. En la plataforma, junto al tranviario, se ven a tres o cuatro personas: una de ellas lleva una franja de tela cosida en la manga derecha, que intuimos con el símbolo hebreo, y nos miran. Es el tranvía número 61, de Varsovia: lleva en la cubierta un gran círculo con la estrella de David pintada y, bajo los vidrios por los que mira el conductor, un cartel que indica su destino: Muranów. Aquel tranvía atravesaba una calle empedrada, hasta el infierno. Y desde allí, desde el infierno de Muranów, desde el ghetto de la capital polaca, nos llegaron después otras fotografías, que hoy nos muestran las señales febriles del horror y de la muerte.
El 19 de abril de 1943 estalla la insurrección del ghetto. Mordejai Anielewicz es el principal dirigente de los grupos de resistentes judíos, hombres y mujeres jóvenes, dispuestos a todo, que saben -sin retórica- que sólo les espera la muerte. La Organización Judía de Combate encuadró a setecientos combatientes, provenientes del Hashomer, del Partido Comunista, del Bund y de otros grupos políticos. Su resolución es tan firme que por la noche, tras los combates, los alemanes abandonan el ghetto. Algunos grupos de la resistencia polaca abren brechas en el muro, desde el exterior, para ayudar a los judíos, mientras que otros atacan a los soldados, pero la diferencia de fuerzas es demasiado grande. El 8 de mayo, después de veinte días de combates, las calles que componen el ghetto son un conjunto de ruinas y de edificios destripados, en los que los grupos de insurrectos mueren abrasados o tienen que refugiarse a veces en sótanos en los que se acumulan los cadáveres, que están siendo devorados por las ratas. El ghetto de Varsovia es en ese momento un infierno sin salida.
Los insurrectos de Varsovia sabían que con su actitud hacían posible el regreso del ser humano a la dignidad. Hoy, transcurridos 64 años, mirar esas fotografías del ghetto, continúa siendo insoportable. El Levantamiento del Ghetto de Varsovia se convierte en un símbolo, en la constatación de que la resistencia no sólo era posible sino imprescindible. Pero, más allá del dolor y la denuncia, no hay que olvidar que el proyecto hitleriano, con sus ideas de pureza racial y su apuesta modernizadora, era en esencia una propuesta de reconstrucción del capitalismo alemán. En ese marco cobró una especial relevancia “la solución final” diseñada para exterminar a los judíos; pero también otros estaban en el punto de mira: Auschwitz –el infierno mismo- es más que simbólico de ello.
Dicen en la capital polaca que la humedad constante que surge de los bloques de granito son las lágrimas de los judíos del ghetto. El ghetto fue arrasado por completo, y la propia Varsovia sufrió después el mismo destino. Nos quedan los recuerdos exhaustos de los supervivientes, la dignidad y la rebeldía del ghetto, y las fotografías del horror: hay algunas que nos muestran a personas que se arrastran, y que ya no pueden ni masticar alimentos, si los tuvieran, por su estado de debilidad general. Todas son terribles, y algunas son intolerables: las de las fosas comunes, las de los niños muertos en las aceras; la que muestra el lento paso del niño judío, cubierto con su pequeña gorra y con los brazos en alto, con el miedo asomando en sus ojos, observado por los soldados nazis, o esa otra que nos muestra apenas el rostro de otro niño, que arrastra un carro con cadáveres, o la que detuvo el gesto y la mirada de tristeza y desesperanza del violinista judío que pide alguna ayuda: está allí ante nosotros, envuelto en unas pobres ropas que no alcanzan a ocultar su extrema delgadez, y va a arrancar unas notas del violín, mientras nos mira, porque nos mirará siempre, para que no olvidemos nunca que ellos estaban allí, en el infierno. Esas fotos nos interpelan, a vos, a él, a mí, a todos nosotros.
Eso que fue hace tiempo, también es hoy. Tuvimos nuestros propios genocidas –los Videla, los Massera, los Astíz, los Martínez de Hoz-; tenemos nuestros propios genocidas –los Bush, Wolfowitz, Cheney- ; tenemos los que alardean de proyectos apocalípticos; tenemos los nazis y fascistas que se mimetizan de todos colores. ¡¡Qué cercanos a nosotros! ¡A cuántas cosas que nos remiten!
Por eso es que rechazamos el terrorismo de Estado y el terrorismo de grupo; por eso apoyamos si dudar los esfuerzos en el proceso que debe conducir al logro de una paz justa entre Israel y todos sus vecinos, saludando especialmente todo aquello que tienda a la creación y el establecimiento de un Estado palestino con todos los atributos de la soberanía, económicamente viable y territorialmente contiguo y que mantenga relaciones normalizadas con Israel. Ello implica necesariamente la plena adopción de las normas internacionales de fomento de los Derechos Humanos y políticos, en su integridad definidos por la ONU, por parte de todas los Estados-nación de la región.
Los combatientes judíos del ghetto de Varsovia que se rebelaron contra ese proyecto criminal acuñaron varias consignas: ¡Vivir con dignidad y morir con dignidad!, ¡NUNCA MAS!
Son las nuestras de hoy.


Declaración de la Federación de Entidades Culturales Judías de la Argentina, del 19/4/07,
firmada por el Prof. Daniel Silber, Presidente, y Marcelo Horestein, Sec. General

1 comentario:

Andrés Aldao dijo...

Me escribió Judiht Meyerson, de Córdoba. Argentina, criticando la inclusión de la nota porque los del ICUF son "comunistas". Siempre odié al "mackarthismo": lo que cuenta es el contenido. Además, el TODO no hace censura y está abierta para diversos puntos de vista, excepto los fascistas.
AA.