12 mayo 2007

TODO / Neonazismo en Rusia

MARTIN VARSAVSKY (*)

El neonazismo en Rusia ha crecido en forma alarmante. Esto es tan triste como cínico, porque los rusos fueron las mayores víctimas del régimen nazi. En este comentario, de ánimo un poco angustiado, analizo brevemente las posibles explicaciones a esta paradoja.
Cuando se habla de las muertes de la Segunda Guerra Mundial la gente piensa enseguida en el Holocausto, el exterminio de los judíos. Pero muchos se sorprenden al enterarse de que las víctimas mayores de los nazis fueron indudablemente los rusos. Veinte millones de rusos murieron durante la Segunda Guerra Mundial, tres veces más que el número de judíos asesinados.
Tras el recuerdo de esta masacre, de las batallas sin cuartel durante casi cuatro años y las enérgicas campañas antifascistas posteriores, hubiera sido lógico pensar que Rusia iba a ser inmune a la expansión neonazi en Europa. Qué sentido tiene ser ruso, y además nacionalista ruso y celebrar al fundador de una ideología que trajo tanta muerte al pueblo ruso. Ser neonazi ruso es como ser judío y adorar a Hitler.
Sin embargo, apenas medio siglo después (con sobrevivientes de la tragedia todavía vivos), muchos rusos se han vuelto verdugos en violentos actos de neonazismo. En lo que va de 2007, 25 personas murieron y 154 resultaron heridas, víctimas de ataques contra representantes de minorías étnicas en manos de neonazis agrupados en decenas de diversas organizaciones. Según datos no oficiales, en Rusia hay unos 50 mil neonazis que operan en 89 ciudades, y se publican alrededor de 200 semanarios destinados a difundir su ideología de extrema derecha, que alimenta el odio racista y el fanatismo nacionalista.
¿Qué es lo que ha pasado? ¿Cómo se explica que tras el sufrimiento de Rusia con el nazismo, esta aterradora ideología pueda tener adeptos en las nuevas generaciones? Los analistas dan, entre otras, dos posibles explicaciones a lo inexplicable: la crisis capitalista y la inexistencia de suficientes alternativas políticas.
Según Alfredo Bauer, experto en neonazismo exiliado en Argentina, el factor esencial del fenómeno neonazi es una crisis del capitalismo espoleada por la caída del Muro de Berlín. Esta crisis no es únicamente económica (porque el neonazismo surge también en sociedades con bajos niveles de desocupación) sino que es además emocional, psicológica y cultural. Bauer sostiene que en Europa existe una grave crisis de identidad que surge del enfrentamiento entre lo llamado desarrollado y subdesarrollado y que acentúa los conflictos raciales.
Podría decirse que Rusia, particularmente, sufre esta crisis de forma acelerada, desordenada y sumamente desigual. En este sentido, la desestabilización económica y social que siguió al fin de la Unión Soviética, junto a la falta de tradición democrática, ayudaron al florecimiento de grupos extremistas neonazis. El derrumbe del Telón de Acero y las consecuentes reformas de mercado (y la corrupción), trajeron consigo el aumento de los contrastes sociales. Los jóvenes marginados por el sistema económico se transformaron entonces en parias agresivos, que ni el Estado ni la sociedad rusa están preparados para hacer frente, ya sea en el aspecto orgánico o en el moral.
Por un lado, los padres que no supieron adaptarse a la nueva realidad social y económica, perdieron autoridad moral ante sus hijos. Por otro lado, cuando los ex activistas del Komsomol (organización juvenil del Partido Comunista de la Unión Soviética) se dedicaron a los negocios, no surgió ninguna alternativa atractiva de organización de masas para los jóvenes. Además, se acusa a ciertos sectores políticos de promover el comportamiento violento y xenófobo. Inclusive se culpa al presidente Vladimir Putin de moverse entre dos aguas: alentando el nacionalismo para desviar la atención de problemas como la pobreza en la que vive gran parte de la población, y temiendo, al mismo tiempo, que esa ola de intolerancia neofascista termine barriéndole también a él.
El hecho es que, en este contexto, el neonazismo ha encontrado un lugar para crecer. El movimiento opositor Rodina (patria, en ruso), por ejemplo, ha logrado representación en la Cámara Baja con el lema electoral ¡Limpiemos Moscú de basura!, que hace referencia tanto a los residuos industriales que colman la ciudad, como a los kavkaztsi (personas pertenecientes a etnias del Cáucaso) y, en un sentido más amplio, a todos los extranjeros que habitan en Moscú, que curiosamente no son muchos.
Termino contando una anécdota. Una pareja de amigos franceses pasaron cuatro meses recorriendo Rusia de mochileros. El otro día en Paris cenamos y nos contaron que los rusos eran especialmente hospitalarios con ellos, muchos les invitaban a parar en sus casas. Pero en dos ocasiones pasaron momentos horribles cuando sus anfitriones les pidieron que enseñaran fotos de familia. Resulta que el cuñado de mi amigo Phil es africano. En dos casos cuando mostraron la foto de familia que incluía a su cuñado africano los rusos dijeron que cómo podían tener a una persona sucia e incivilizada en su familia. Entiendo que estas son anécdotas y que dos casos no construyen una estadística. Pero lo triste de todo esto es que parece ser que muchos rusos son racistas sin llegar a ser neonazis y que la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (antigua URSS) era uno de esos engendros tipo Yugoslavia construida de gente que se odia y que a la mínima oportunidad expresa prejuicios enormes entre etnias. *

(*) Presidente de la Fundación Safe Democracy

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