12 mayo 2007

TODO / Pintan Bastos

Hay que temer que los últimos coletazos de la política de Bush en Medio Oriente, antes de abandonar la Casa Blanca, puedan multiplicar el caos que contribuyó a crear con la invasión y ocupación de Irak, en medio de un mar de mentiras, informaciones falsas y errores tácticos y estratégicos.
Por Alberto Piris


A la vista de los resultados, parece que está fracasando el plan estadounidense de pacificación forzada de Irak mediante un aumento de los efectivos militares, conocido como “Oleada”. Plan en el que Bush y sus colaboradores tienen puestas todas sus esperanzas -¿las últimas?- para salir con dignidad del caos creado por ellos mismos en Irak.
Ataques de armas pesadas dentro de la superprotegida zona verde precedieron a la inesperada penetración de un terrorista suicida hasta la misma cafetería del Parlamento iraquí, donde hizo explotar su carga letal. Además, se siguen batiendo todos los récords de explosiones de coches bomba que asolan el país y se multiplican la cifra de muertos diarios.
Para complicar aún más el asunto, el jefe del Estado Mayor turco insinuó la posibilidad de operar militarmente en el Kurdistán iraquí, para aplastar la creciente actividad de los rebeldes kurdos en esa zona fronteriza con Turquía, operaciones que producirían un agravamiento de la situación.
Si a esto se une la permanente y cada vez menos velada amenaza de acción militar contra Irán para detener por la fuerza su programa nuclear, hay que temer que los últimos coletazos de la política de Bush en Medio Oriente, antes de abandonar la Casa Blanca, puedan multiplicar el caos que contribuyó a crear con la invasión y ocupación de Irak, en medio de un mar de mentiras, informaciones falsas y errores tácticos y estratégicos.
Pero el asunto no termina ahí. Hasta el momento, la mayor parte de la población shiita de Irak permanece al margen de la guerra civil que enfrenta al gobierno de Bagdad, apoyado por los invasores, con la minoría sunnita. La hipótesis más peligrosa que se considera, entre las muchas posibles, es la de una sublevación popular shiita, una revolución ciudadana, no muy distinta de la que expulsó del poder al Sha en 1979, “sublevación al estilo Khomeini”. Nada pudo hacer el monarca iraní frente al poder de un pueblo, harto de los abusos de su autócrata gobernante, que se alzó en espíritu y armas contra él, azuzado por la jerarquía religiosa.
El “ejército del Mahdi”, reclutado y dirigido por el clérigo shiita Muqtada el Sadr, permanece como un poder todavía silencioso, aunque mantiene su capacidad de movilizar a las masas iraquíes, como mostró en la multitudinaria manifestación de Najaf de hace dos semanas, pidiendo la salida inmediata de las fuerzas ocupantes.
De nada serviría concentrar en número creciente fuerzas militares para hacer frente a este peligro, como de nada le sirvió al Sha de Irán la represión violenta de su policía y sus ejércitos frente a un movimiento popular que, como una marea irrefrenable, se llevó por delante su trono y acabó a la vez con sus ideas de progreso y su autocracia. Bush debería aprender del pasado y el ejemplo de la caída de Reza Pahlevi debería ser una lección a estudiar en el Pentágono y la Casa Blanca, antes de que la situación se haga irreversiblemente peligrosa.
La conjunción existente en Irak, entre una dirección religiosa respetada por los combatientes shiitas -como es la del ayatollah Ali Sistani, dirigente supremo del shiismo en ese país- y una fuerza militar -la de Muqtada el Sadr- que aquélla estima necesaria para alcanzar sus propósitos, puede estar poniendo al país en una situación parecida a la que en Irán precedió a la caída del Sha.
Ambos ayatollahs coinciden en varias cosas: su oposición a la ocupación militar del país, su exaltado nacionalismo y el prestigio de ambos -a distinto nivel y en ámbitos diferentes- ante las masas shiitas de Irak. Ni Bush ni sus consejeros parecen capaces de percibir la gravedad de una situación que puede dar al traste con cualquier intento de modificar la equivocada política seguida por EEUU desde que derribó el gobierno de Saddam Hussein. La pesadilla se haría realidad si además, como algunos indicios empiezan a apuntar, importantes sectores sunnitas se inclinaran por la solución que proponen de consuno Ali Sistani y Muqtada el Sadr.
Nubarrones amenazadores se ciernen sobre Irak y las fuerzas de ocupación angloamericanas. Pero sus sombras alcanzan también a Afganistán. Todavía no se han padecido todas las consecuencias de los muchos y graves errores cometidos por EEUU en Medio Oriente y es difícil anticipar hasta dónde se puede llegar en esta cadena de violencias y sectarismos enfrentados.

La fuente: El autor es general de artillería en la reserva. Su artículo se publica por gentileza del Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS), organización humanitaria declarada de interés público y vinculada a la Universidad Complutense de Madrid (España).

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