01 abril 2007

TODO 1º de ABRIL

Victoria contra la lapidación
MARTIN HAYAT. TEHERÁN.


Es sin duda una buena noticia tras una jornada en la que las asociaciones feministas de Irán decidieron no manifestarse en la calle por miedo a las represalias.
La lapidación sigue vigente en el siglo XXI. En Irán al menos dos personas murieron apedreadas en 2006 -en un acto llevado a cabo en la ciudad de Mashad- y cuatro mujeres permanecen encarceladas a la espera de cumplir sentencia.
Hasta hace unas semanas eran cinco. Hoy, Hajie Ismaelvand es libre. Su caso, como el de las demás, presentaba irregularidades y una deficiente investigación policial que hicieron que el juez se echara atrás en el momento de firmar la sentencia, cuando el agujero donde debía ser enterrada hasta el cuello y las piedras -ni demasiado grandes, ni demasiado pequeñas- estaban ya listas en su localidad natal de Yolfa.
Hajie tiene 35 años y dos hijos a los que nunca volverá a ver ya que su cuñada se hizo cargo de ellos al inicio del proceso y no piensa devolvérselos. Hace siete años su marido fue asesinado por un vecino y allí empezaron los problemas. En el momento del asesinato Hajie se encontraba con sus hijos fuera de Yolfa y la policía le llamó para comunicarle la muerte de su pareja. Cuando regresó, fue detenida ya que el vecino declaró que había matado a palos al marido por orden de Hajie, de la que dijo que era su amante. Sin investigaciones ni pruebas fue encarcelada y condenada a cinco años de prisión por colaborar en el asesinato, y a morir lapidada por adúltera.
Sin pruebas
Después de cinco años la fiscalía seguía sin poder demostrar el adulterio por lo que permaneció dos años en prisión a la espera de unas pruebas que nunca llegaron.
«Su caso es injusto como el del resto de condenadas. La lapidación nunca debería consumarse, ya que su base legal no es justa. En primer lugar, la acusada debe confesar cuatro veces que ha mantenido relaciones sexuales plenas fuera del matrimonio. En segundo, cuatro testigos justos deben dar fe de que han visto con sus propios ojos a la mujer consumando el acto sexual con la otra persona. Pero al final, el juez puede determinar que la mujer es adúltera por su intuición», informa Bahareh Davalu, abogada de Hajie, que vio peligrar su vida tras las amenazas sufridas cuando decidió hacerse cargo del caso.
Davalu forma parte del colectivo de derechos humanos Rahi, y tras la puesta en libertad de Hajie ha iniciado los trámites para defender a las otras cuatro mujeres pendientes de lapidación. Rahi dispone de una red de profesionales que ayuda a las mujeres que sufren discriminación en Irán.
Su trabajo no es fácil en una república islámica donde las leyes descansan sobre pilares religiosos. «La lapidación no es un mandato del Corán, se trata de una interpretación que aparece en los libros de algunos religiosos que se basan en antiguas tradiciones y cuentos de la época. Este tipo de ley está bajo la influencia del lugar y el momento donde nace, lo mismo que otra ley que sigue vigente en Irán como la de cortar la mano a los ladrones... Esto ya no sirve, es necesaria una actualización según las necesidades de la sociedad actual», señala el abogado Abdol Fatal Soltani, activista de los grupos feministas de la capital.
Antes de que triunfara la revolución islámica de Jomeini, en 1979, también se practicaba la lapidación. No hay cifras oficiales, y ni los propios abogados se enteran en ocasiones del cumplimiento de la sentencia hasta después del apedreamiento. «La humillación de la mujer tiene una raíz profunda en esta sociedad. La cultura machista impera desde hace miles de años y la modernización llevará largo tiempo. El problema es que el pueblo es más progresista que el Gobierno, que se muestra reacio a los cambios», lamenta Soltani.
Movilización internacional
Envío de correos electrónicos, recogida de firmas, condenas públicas... los activistas de derechos humanos en Irán piensan que todos los movimientos y presión de las ONG del mundo ayudan a su lucha. No opinan lo mismo, sin embargo, de la presión de otros gobiernos ya que Irán es extraordinariamente sensible a las injerencias foráneas. «Es triste, pero a veces nuestros dirigentes tienen razón. En Kuwait las mujeres no podían votar hasta hace dos años y nadie se quejó en occidente. En cuanto aparece el nombre de Irán, sin embargo, todo son críticas en voz alta. El día que Ahmadineyad firme un buen contrato con Europa o Estados Unidos, nadie se acordará de nuestra lucha», sentencia Davalu.
Hajie es la primera mujer absuelta. Después de su victoria en el campo legal, sin embargo, le toca vencer en un foro aun más complicado, el de la sociedad. Temerosa de volver a su pueblo, se ha instalado en la ciudad de Tabriz -cerca de la frontera con Turquía- donde espera que los vecinos le respeten. Siete años de cárcel y un marido asesinado, sin embargo, pueden ser una losa demasiado grande para emprender una nueva vida en una sociedad tan tradicional como la de las áreas rurales de Irán.

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