01 abril 2007

TODO 1º de ABRIL


Frugoni, sembrador de la justicia social
H. Gerardo Giudice


Referirse a Emilio Frugoni implica enfrentarse a una red de alternativas. Sus múltiples facetas que hicieron de él un hombre excepcional, interaccionan entre sí y solamente la síntesis de su conjunto explica el extraordinario producto final. Nacido el 30 de marzo de 1880, dedicó lo mejor de su vida a la lucha por la causa de los desposeídos. Puso al servicio del explotado la infinita gama de sus saberes y su gallarda y valiente hombría de bien, que trasladó al campo político en el cual dejó lo mejor de su existencia. Fundador del Socialismo uruguayo, se destacó en todos los planos en que su vida centró su atención. Excelente crítico de teatro, galardonó durante años con su proverbial pluma, las páginas culturales del diario "El Día". Profesor de Literatura hasta 1910 y desde esa fecha graduado como abogado, fue creador de la Cátedra de "Legislación del Trabajo" y decano de la Facultad de Derecho hasta el golpe de Estado de Terra en 1933. Poeta insigne, fue el único escritor uruguayo que contó con el privilegio de que José Enrique Rodó le prologara un libro ("De lo más hondo") en 1902. En 1904 realiza lo que en la historia del socialismo se conoce como su "Profesión de fe socialista" que saliera parcialmente publicada en la prensa de la época. En 1905 funda el Centro "Carlos Marx" del cual será secretario general, y de la fusión de aquél con el "Centro Obrero Socialista" surgirá la fundación del Partido Socialista en 1905. En 1910, perfecciona su estructura y logra que Frugoni ingrese como diputado, convirtiéndose de esta manera en el primer legislador de la izquierda uruguaya. Constituyente en 1916 y nuevamente diputado en 1920, 1928, 1932, 1934 y 1938 se presentó al Senado de la República en 1942, cargo que no pudo obtener y de esta forma nuestro país perdió al más brillante parlamentario de la historia del socialismo. Entre 1944 y 1946 fue ministro plenipotenciario ante la Unión Soviética, realizando una verdadera radiografía del país de los "Soviets". Predijo, con visión de estadista, las falencias comunistas y vaticinó cincuenta años antes de la caída de la URSS, cuál iba a ser su triste final. Fue socialista de la cabeza a los pies, y jamás se le vio defeccionar ante las más feroces adversidades provenientes de los ataques de partidos adversarios y de los del suyo propio. Pero no se rindió ante la infausta aventura de la Unión Popular de 1962 y con la fuerza y vigor de un trueno renunció al partido que él mismo creara para poder continuar siendo socialista. Con 83 años y sus reservas orgánicas disminuidas, se lanzó al ruedo político para dar su última batalla cuando sus médicos le aconsejaban reposo, pero sus convicciones le exigían enfrentarse a quienes habían sido sus antiguos camaradas.
Con la fortaleza de un roble y un espíritu lúcido e indoblegable dio una memorable polémica desde las páginas de "Marcha", cuestionando la táctica, la ideología y la pérdida de identidad por la que se deslizaba el Comité Ejecutivo de la época que llevaría al glorioso partido a desbarrancarse por larguísimo tiempo. Les vaticinó su derrota inmediata y les cuestionó sus pretendidas nuevas posiciones, que los habrían de llevar a definiciones aventureras inaplicables (apoyo a las resoluciones mayoritarias de la OLAS "Acuerdo de Epoca", adopción del marxismo-leninismo y justificación de los aberrantes regímenes del bloque comunista dependiente de la URSS). Desde filas propias fue tildado no sólo de social demócrata, sino de traidor a la clase trabajadora, y partidario del imperialismo norteamericano. Los aspirantes a "revolucionarios" habían olvidado que no solamente había creado la herramienta idónea de la clase trabajadora, sino el más grande ejemplo de ética que un hombre puede legar a una causa. Recomenzó la lucha, y con sus más fieles seguidores fundó en Salto el 1º de mayo de 1963 el Movimiento Socialista. En él murió, siendo su máxima figura, la fría noche del 28 de agosto de 1969. Pero su acabamiento corporal se perpetuó en el tiempo ante el juramento de aquellos grandes del frugonismo que prefirieron vivir custodiando la memoria del maestro que las suyas propias. Eduardo Jaurena y Jorge Andrade Ambrosoni fueron acaso los que más hicieron. Asumieron el compromiso de sintetizar "un pensamiento, una acción y una rebeldía que por momentos parecen esculpidos sobre la roca de los tiempos por venir". Fueron sus discípulos y seguidores más fieles desde los tiempos de la plenitud combatiente hasta los tristes días finales en que don Emilio debió sobrevivirse a sí mismo. Y quien esto escribe, fundador en su adolescencia del Movimiento Socialista y que desde niño supo de las caricias afectuosas del insigne maestro y cargó con el pesado féretro, hasta depositarlo en el Cementerio del Buceo, prometió a Eduardo Jaurena y a Hugo Giudice continuar la obra por la que ellos dieron lo mejor de sí. *

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