18 enero 2008

UNA ETERNIDAD SIN UDI


Karnit Goldwasser, mujer de un soldado israelí secuestrado por Hizbolá, en Madrid

«Hace un año y medio que vuelvo a casa y me encuentro una casa vacía, sin Udi». Karnit Goldwasser, una joven israelí de 31 años, se dirigía ayer a un auditorio que participaba, con un respetuoso silencio, en un «acto de fraternidad, tan judía como humana», en palabras de Rafael Schultz ( embajador de Israel en España), en homenaje a tres soldados israelíes secuestrados por Hizbolá y Hamás.
«No sabemos si están vivos, si les ha visitado un médico, si tienen un vaso de agua para beber, o una manta para protegerse del frío», prosigue la invitada de la Comunidad Judía de Madrid. El 12 de julio de 2006, un comando terrorista de Hizbolá se infiltró en territorio israelí y atacó dos jeeps que patrullaban la frontera. Murieron tres soldados israelíes, y dos fueron secuestrados: Eldad Regev, de 26 años entonces, y Ehud (Udi) Goldwasser, de 31. Hacía diez meses que Karnit y él habían contraído matrimonio. Se conocían desde hacía diez años. Desde entonces, ni la familia ni la Cruz Roja han tenido noticias.
La inmediata reacción israelí al ataque se convirtió, hace dos veranos, en una guerra de 34 días en la que murieron 116 soldados y 43 civiles israelíes y unos mil libaneses. Y desde entonces, las vidas de las familias de los desaparecidos se han unido en torno a una misma ausencia. Y su existencia discurre entre la normalidad imposible de cada día y la excepcional misión que les ha tocado desempeñar, que comparten con los familiares del tercer homenajeado, Gilad Shalit, otro soldado que tenía 20 años cuando fue secuestrado por Hamás, cerca de la franja de Gaza, el 25 de junio de 2006. «A Udi le gusta tocar la guitarra y pasear en bicicleta. Estudiaba un máster en Medio Ambiente. Y le secuestraron cuando estaba a punto de terminar su turno en el Ejército para volver a casa», explica su mujer. Vestida con una camisa blanca de rayas y un traje de chaqueta y pantalón negros, Karnit se dirigía ayer en hebreo a centenares de miembros de la comunidad judía madrileña que abarrotaban la sinagoga de la sede que centra su vida cívica y religiosa. «¿Qué hay? Shalom», saluda un participante, ataviado, como el resto de hombres y jóvenes presentes, con la preceptiva «kipa» (gorro ritual). «Elle est jeune, la femme» (es joven, la chica), comenta, en francés, una anciana que llega con su marido del brazo.
«Le he pedido al ministro Moratinos que no se olvide de ellos cuando visite la región. Pero por si se olvida, les pido a ustedes que se lo recuerden siempre que puedan». Esa es su misión. Recordar a otros que no olviden que su marido debería estar con ella. En casa.

TEXTO BORJA BERGARECHE
FOTO ANGEL DE ANTONIO

1 comentario:

Willie Heine dijo...

"cuándo estaba por terminar su turno en el EJÉRCITO para volver a casa" Qué texto, parte.