14 mayo 2008

LOS INTELECTUALES ANTE UN GOBIERNO AMENAZADO

. Conferencia de Prensa


Pronunciamiento frente al clima político

“En defensa de un gobierno democrático popular amenazado, preservando la libertad de crítica”

Preocupados por el clima político que se ha instalado en la Argentina en las últimas semanas, 750 personas de la cultura, la educación, el periodismo, las ciencias, el cine, las artes, la poesía y la literatura, entre otras disciplinas, se pronunciaron con una “Carta Abierta”.

Se adjunta texto completo de la “Carta abierta 1” junto a las 750 firmas de las personas que han adherido hasta hoy.

El texto completo y las adhesiones se encuentran, además, en: http://cartaabiertaa.blogspot.com/
Adhesiones a: cartaabiertaa@yahoo.com.ar


domingo 27 de abril de 2008

Carta Abierta / 1


Como en otras circunstancias de nuestra crónica contemporánea, hoy asistimos en nuestro país a una dura confrontación entre sectores económicos, políticos e ideológicos históricamente dominantes y un gobierno democrático que intenta determinadas reformas en la distribución de la renta y estrategias de intervención en la economía. La oposición a las retenciones -comprensible objeto de litigio- dio lugar a alianzas que llegaron a enarbolar la amenaza del hambre para el resto de la sociedad y agitaron cuestionamientos hacia el derecho y el poder político constitucional que tiene el gobierno de Cristina Fernández para efectivizar sus programas de acción, a cuatro meses de ser elegido por la mayoría de la sociedad. Un clima destituyente se ha instalado, que ha sido considerado con la categoría de golpismo. No, quizás, en el sentido más clásico del aliento a alguna forma más o menos violenta de interrupción del orden institucional. Pero no hay duda de que muchos de los argumentos que se oyeron en estas semanas tienen parecidos ostensibles con los que en el pasado justificaron ese tipo de intervenciones, y sobre todo un muy reconocible desprecio por la legitimidad gubernamental.
Esta atmósfera política, que trasciende el «tema del agro», ha movilizado a integrantes de los mundos políticos e intelectuales, preocupados por la suerte de una democracia a la que aquellos sectores buscan limitar y domesticar. La inquietud es compartida por franjas heterogéneas de la sociedad que más allá de acuerdos y desacuerdos con las decisiones del gobierno consideran que, en los últimos años, se volvieron a abrir los canales de lo político. No ya entendido desde las lógicas de la pura gestión y de saberes tecnocráticos al servicio del mercado, sino como escenario del debate de ideas y de la confrontación entre modelos distintos de país. Y, fundamentalmente, reabriendo la relación entre política, Estado, democracia y conflicto como núcleo de una sociedad que desea avanzar hacia horizontes de más justicia y mayor equidad.
Desde 2003 las políticas gubernamentales incluyeron un debate que involucra a la historia, a la persistencia en nosotros del pasado y sus relaciones con los giros y actitudes del presente.
Un debate por las herencias y las biografías económicas, sociales, culturales y militantes que tiene como uno de sus puntos centrales la cuestión de la memoria articulada en la política de derechos humanos y que transita las tensiones y conflictos de la experiencia histórica, indesligable de los modos de posicionarse comprensivamente delante de cada problema que hoy está en juego.
En la actual confrontación alrededor de la política de retenciones jugaron y juegan un papel fundamental los medios masivos de comunicación más concentrados, tanto audiovisuales como gráficos, de altísimos alcances de audiencia, que estructuran diariamente «la realidad» de los hechos, que generan «el sentido» y las interpretaciones y definen «la verdad» sobre actores sociales y políticos desde variables interesadas que exceden la pura búsqueda de impacto y el raiting. Medios que gestan la distorsión de lo que ocurre, difunden el prejuicio y el racismo más silvestre y espontáneo, sin la responsabilidad por explicar, por informar adecuadamente ni por reflexionar con ponderación las mismas circunstancias conflictivas y críticas sobre las que operan.
Esta práctica de auténtica barbarie política diaria, de desinformación y discriminación, consiste en la gestación permanente de mensajes conformadores de una conciencia colectiva reactiva.
Privatizan las conciencias con un sentido común ciego, iletrado, impresionista, inmediatista, parcial. Alimentan una opinión pública de perfil antipolítica, desacreditadora de un Estado democráticamente interventor en la lucha de intereses sociales. La reacción de los grandes medios ante el Observatorio de la discriminación en radio y televisión muestra a las claras un desprecio fundamental por el debate público y la efectiva libertad de información. Se ha visto amenaza totalitaria allí donde la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA llamaba a un trato respetuoso y equilibrado del conflicto social.
En este nuevo escenario político resulta imprescindible tomar conciencia no sólo de la preponderancia que adquiere la dimensión comunicacional y periodística en su acción diaria, sino también de la importancia de librar, en sentido plenamente político en su amplitud, una batalla cultural al respecto. Tomar conciencia de nuestro lugar en esta contienda desde las ciencias, la política, el arte, la información, la literatura, la acción social, los derechos humanos, los problemas de género, oponiendo a los poderes de la dominación la pluralidad de un espacio político intelectual lúcido en sus argumentos democráticos.
Se trata de una recuperación de la palabra crítica en todos los planos de las prácticas y en el interior de una escena social dominada por la retórica de los medios de comunicación y la derecha ideológica de mercado. De la recuperación de una palabra crítica que comprenda la dimensión de los conflictos nacionales y latinoamericanos, que señale las contradicciones centrales que están en juego, pero sobre todo que crea imprescindible volver a articular una relación entre mundos intelectuales y sociales con la realidad política. Es necesario crear nuevos lenguajes, abrir los espacios de actuación y de interpelación indispensables, discutir y participar en la lenta constitución de un nuevo y complejo sujeto político popular, a partir de concretas rupturas con el modelo neoliberal de país. La relación entre la realidad política y el mundo intelectual no ha sido especialmente alentada desde el gobierno nacional y las políticas estatales no han considerado la importancia, complejidad y carácter político que tiene la producción cultural.
En una situación global de creciente autonomía de los actores del proceso de producción de símbolos sociales, ideas e ideologías, se producen abusivas lógicas massmediáticas que redefinen todos los aspectos de la vida social, así como las operaciones de las estéticas de masas reconvirtiendo y sojuzgando los mundos de lo social, de lo político, del arte, de los saberes y conocimientos. Son sociedades cuya complejidad política y cultural exige, en la defensa de posturas, creencias y proyectos democráticos y populares, una decisiva intervención intelectual, comunicacional, informativa y estética en el plano de los imaginarios sociales.
Esta problemática es decisiva no sólo en nuestro país, sino en el actual Brasil de Lula, en la Bolivia de Evo Morales, en el Ecuador de Correa, en la Venezuela de Chávez, en el Chile de Bachelet, donde abundan documentos, estudios y evidencias sobre el papel determinante que asume la contienda cultural y comunicativa y las denuncias contra los medios en manos de los grupos de mercado más concentrados. Es también en esta confrontación, que se extiende al campo de la lucha sobre las narraciones acerca de las historias latinoamericanas, donde hoy se está jugando la suerte futura de varios gobiernos que son jaqueados y deslegitimados por sus no alineamientos económicos con las recetas hegemónicas y por sus «desobediencias» políticas con respecto a lo que propone Estados Unidos.
Reconociendo los inesperados giros de las confrontaciones que vienen sucediéndose en esta excepcional edad democrática y popular de América Latina desde comienzos de siglo XXI, vemos entonces la significación que adquiere la reflexión crítica en relación a las vicisitudes entre Estado, sociedad y mercado globalizado. Uno de los puntos débiles de los gobiernos latinoamericanos, incluido el de Cristina Fernández, es que no asumen la urgente tarea de construir una política a la altura de los desafíos diarios de esta época, que tenga como horizonte lo político emancipatorio.
Porque no se trata de proponer un giro de precisión académica a los problemas, sino de una exigencia de pasaje a la política, en un tiempo argentino en el que se vuelven a discutir cuestiones esenciales que atraviesan nuestras prácticas. Pasaje hacia la política que nos confronta con las dimensiones de la justicia, la igualdad, la democratización social y la producción de nuevas formas simbólicas que sean capaces de expresar las transformaciones de la época. En este sentido es que visualizamos la originalidad de lo que está ocurriendo en América Latina (más allá de las diferencias que existen entre los distintos proyectos nacionales) y los peligros a los que nos enfrentamos, peligros claramente restauracionistas de una lógica neoliberal hegemónica durante los años noventa.
Teniendo en cuenta esta escena de nuestra actualidad, nuestro propósito es aportar a una fuerte intervención política –donde el campo intelectual, informativo, científico, artístico y político juega un rol de decisiva importancia– en el sentido de una democratización, profundización y renovación del campo de los grandes debates públicos. Estratégicamente se trata de sumar formas políticas que ayuden a fecundar una forma más amplia y participativa de debatir.
Nos interesa pues encontrar alternativas emancipadoras en los lenguajes, en las formas de organización, en los modos de intervención en lo social desde el Estado y desde el llano, alternativas que puedan confrontar con las apetencias de los poderes conservadores y reactivos que resisten todo cambio real. Pero también que pueda discutir y proponer opciones conducentes con respecto a los no siempre felices modos de construcción política del propio gobierno democrático: a las ausencias de mediaciones imprescindibles, a las soledades enunciativas, a las políticas definidas sin la conveniente y necesaria participación de los ciudadanos. Una nueva época democrática, nacional y popular es una realidad de conflictos cotidianos, y precisa desplegar las voces en un vasto campo de lucha, confiar, alentar e interactuar.
En este sentido, sentimos que las carencias que muchas veces muestra el gobierno para enfocar y comprender los vínculos, indispensables, con campos sociales que no se componen exclusivamente por aquellos sectores a los que está acostumbrado a interpelar, no posibilitan generar una dinámica de encuentro y diálogo recreador de lo democrático-popular. Creemos indispensable señalar los límites y retrasos del gobierno en aplicar políticas redistributivas de clara reforma social. Pero al mismo tiempo reconocemos y destacamos su indiscutible responsabilidad y firmeza al instalar tales cuestiones redistributivas como núcleo de los debates y de la acción política desde el poder real que ejerce y conduce al país (no desde la mera teoría), situando tal tema como centro neurálgico del conflicto contra sectores concentrados del poder económico.
Todo lo expresado y resumido da pie a la necesidad de creación de un espacio politico plural de debate que nos reúna y nos permita actuar colectivamente. Experiencia que se instituye como espacio de intercambio de ideas, tareas y proyectos, que aspira a formas concretas de encuentro, de reflexión, organización y acción democrática con el gobierno y con organizaciones populares para trabajar mancomunadamente, sin perder como espacio autonomía ni identidad propia. Un espacio signado por la urgencia de la coyuntura, la vocación por la política y la perseverante pregunta por los modos contemporáneos de la emancipación.
Buenos Aires, 19 de abril de 2008
ADHESIONES HASTA EL 10 DE MAYO DE 2008.

NOMBRE APELLIDO
Mónica Abella
Néstor Abramovich
Gustavo Abrevaya
Nilda Actis Goretta
Leonor Acuña
Sergio Leandro Agoff
Nelson Agostini
Horacio Mario Aguilar
Silvia Aguilar
José Luis Aguirre
Marìa Margarita Aguirre
Silvia Agulleiro
Norberto Alayón
Andrés Aldao
Carlos J. Aldazábal
Jorge Alemán
Julio Alemán
Fernando Alfón
Jorge Aliaga
Ana Victoria Aliende Pierantoni
David Aljanati
Alberto Alonso
Gustavo Alonso
Carlos Altschul
Federico Alvarez Lanson
Héctor Jorge Alvaro
Ana Amado
Olga Aman
Ana Amorosini
Federico Andahazi
Leandro Andrini
Eduardo Anguita
Nora Aquín
Horacio Aranda Gamboa
Javier Araujo
Elena Archain
Alejandro Archain
Gloria Arcuschin
Ricardo Arias
Nicolás Arispe
Fernando Azcoaga
Diego Baccarelli
Maria Bagnat
Alejandro Balazote
Alejandro Balestieri
Oscar Balestieri
Deborah Balietti
María Eugenia Ball Lima
Oscar Baradel
Carlos Barbarito
Susana Barco
Domingo Andres Barrado
Ricardo Bartís
Cristina Bartolucci
Alcira Bas
Roberto Baschetti
Domingo Basile
Adriana Bastos
Vicente Battista
Horacio Walter Bauer
María Cristina Bazerque
Cristina Béjar
Marta Bellardi
Diana Bellessi
Rodolfo Beltramini
Rodolfo J. Beltramini
Edith Benedetti
Luis Benítez
Silvia Berajá
Francisco Berdichevsky Linares
Ana Berezin
Adolfo Bergerot
Olga Beriachetto
Carlos Berman
Carlos Bernatek
Jorge Bernetti
Emilio Bernini
Patricia Berrotarán
Marta Bertolino
Concepción Bertone
Marcelo Bertuccio
Graciela Biagini
Augusto Bianco
Gabriel M. Bilmes
Hugo Biondi
Fernando Birri
Rafael Blanco
David Blaustein
Jordana Blejmar
Jorge Boccanera
Jorge Boccanera
Adriana A. Bocchino
Vilma Bonetto
Alcira B. Bonilla
Roberto Bonilla
Jorge Booth
Enrique Borcel
Gabriela Borgna
Charly Borja
Ruben Borre
Mirta Bosch
María Victoria Bourdieu
Carlos Boyle
Rodolfo Braceli
Florencia Braga Menéndez
Andrea Bragas
Nora Britos
Matías Bruera
Mario J. Buchbinder
Alcira B. Burak
Daniel Burak
Mario Burgos
Mario Burkun
Roberto O. Bustos
Elena Cabrejas
Cecilia Calandria
Sergio Caletti
Manu Callau
Rubén M. Calmels
Pilar Calveiro
Liliana Campazzo
Edith Cámpora
Daniel Cantero
Mario Capasso
María Elia Capella
Darío Capelli
Julio Carabelli
Pablo Esteban Carabelli
Diego Caramés
Germán Roberto Carbajal
Alfredo Juan Manuel Carballeda
Carlos Norberto Carbone
Jorge Guillermo Carbone
Federico CARETTI
Magdalena Caretti
Teresa Caretti
Teresa CARETTI
Paula Caretti Pujol
Joaquín Caretti Ríos
Jorge Carpio
Ricardo Carrena
Carlos Carrique
Rocco Casa
Rodolfo Casals
Rúben Casiraghi
Gladys Casrro
Ana Castaño
Cristina Castello
Leopoldo "Teuco" Castilla
Mary Modesta Castro
Mariana Casullo
Nicolás Casullo
Gisela Catanzaro
Ana Cauerhff
Aníbal Cedrón
José Antonio Cedrón
Alberto Celentano
Susana Cella
Matías Cerezo
Elda Cerrato
Romina Chávez Díaz
Susana Checa
Silvia Chejter
Alejandro Cherep
Magdalena Chiara
María Cristina Chillida
Leandro Chulak
Noemí Ciollaro
Martín José Ciordia
Diana Coblier
Gerardo Codina
Javier Cófreces
Marcela Colcerniani
Mónica Colombara
Patricio Contreras
Ivonne Copetti
Néstor Corsini
Marcelo Cosin
Roberto Tito Cossa
Ricardo Costa
Américo Cristófalo
Diana Cruces
Rubén Cucuzza
Fernando Cukierman
Cristina Curuchelar
Gabriel D'Iorio
Enrique Dacal
Claudia Dagostino
Mirta Dans
Irma Dariozzi
Rodrigo Daskal
Marcela De Barruel
Hugo De Cristóforis
Carlos De Feo
Carlos De Lorenzo
Diego De Menech
María De Pauli
Oscar A. De Sanctis
Oscar A. De Sanctis
Sergio Del Piero
Magdalena Demarco
Vicente Di Cione
Carlos E. Díaz
Oscar Díaz
Rodolfo DIRINGUER
Jorge Dobal
Juan Dobòn
Cristina Domenech
Nora Dominguez
Jorge Dubatti
Osvaldo Dubini
Osvaldo Dubini
Victor Ducrot
Victor Ego Ducrot
Cecilia Duhau
Sonia E Durand
Ana Elias
Nora Emilce Elichiry
Cristina Erbaro
Carlos Eroles
Marcelo Adrián Eschoyez
Ximena Espeche
Patricia Esper
Juan Alberto Etcheverry
Lidia Etkin
Daniel Ezcurra
Eduardo Fachal
Adrian Faigon
Ana M. Falcòn
Matías Farias
Marcelo Faure
Julián Fava
Cristina Feijóo
José Pablo Feinmann
Hugo Arturo Feraud
Edgardo Fernandez
Julio Fernandez
Pablo Fernandez
Zulema Fernandez
Gerardo Fernández
Julio Fernández
Julio Fernández Baraibar
Isabel Fernandez Blanco
Maximiliano Fernández De Lorenzo
Javier Fernández Míguez
Javier Fernández Míguez
Claudio Ferrari
León Ferrari
Ruben Ferrero
Lilia Ferreyra
Roberto Ferro
Corina Fiorillo
Cecilia Flaschland
Jorge Flores
Claudia Fogo
Marita Foix
Juan Manuel Fonrouge
Jorge Fontanals
Edgardo Form
Juan Forn
Candelaria Fornerón
Alejandro Forster
Ricardo Forster
Eduardo Foulkes
Cristina Fraire
Daniel Freidemberg
Daniel Freidemberg
Javier Frère
Marcelo Frias
Marcelo "Nono" Frondizi
Laura Fumagalli
Patricia Funes
Juan Furlino
Néstor Piru Gabetta
Maria Jose Gabin
Jorge Gaggero
Oscar Galante
Javier Galarza
Norberto Galasso
Ana Luisa Galeano
Lily Galeano
Luisa Irma Galli
Susana Gamba
Eduardo Garavaglia
Eduardo Garavaglia
Dora García
Soledad García
Susana García Iglesias
Liliana García Nudelman
Soledad García Quiroga
Gilou García Reinoso
Mariano Juan Garreta
María Laura Garrido
Eduardo Garriga
Luis Gasloli
Miguel Gaya
Juan Gelman
Alicia Genzano
Marisa Germain
Octavio Getino
Mercedes Giallorenzi
Juan Giani
Luz Gibert
Alicia Gillone
Carlos Girotti
Andrea Giunta
Eduardo Giuria
José Glusman
Julio Godio
Norma Goicoechea
Irene Gojman
Alejandro Goldberg
Martha Goldin
Jorge M. Goldszmidt
Liliana Gomez
Florencia Gómez
Norma Gómez Tomasi
Arturo Gomez Zayas
Ana I. Gonzalez
Carmen Gonzalez
Carmen Sara Gonzalez
Dora Gonzalez
Héctor González
Horacio González
Jonio González
Leopoldo González
Ana Gonzalez
Eladio González
Jacob Goransky
Mario José Grabivker
Graciela Graham
María Inés Grimoldi
Ezequiel Grimson
Claudio Guevara
Jorge Gugliotta
Guido Guidi
Graciela Guilis
Graciela Gutman
Roberto Gutman
Leonardo Gutman
Ricardo Halac
Rodolfo Hamawi
Olga Hammar
Laura Hatton
Arianne Hecker
Liliana Heer
Liliana
Carlos Heker
Heller
Hilda Heller
Amado Heller
Andrea Hernández
Liliana Herrero
Flora Hillert
Cecilia Hopen
Benjamin Hopenhayn
Gabriel Huarte
Santiago Hynes
Lido Iacomini
Gabriel Impaglione
Cecilia Incarnato
Maria Iribarne
Silvina Irrasabal
Jorge Isaias
Ines Izaguirre
Raquel Jaduszliwer
Beatriz Janin
Noé Jitrik
Eduardo Jozami
Nemesio
Juan Carlos Juarez
Junio
Silvia Jurovietzky
Tamara Kamenszain
Tamara Kamentzain
Mauricio Kartun
Mauricio Kartun
Alejandro Kaufman
Norma Kisel
Sergio Kisielewsky
Mora Kleiman
Bernardo Kñallinsky
Maggie De Koenigsberg
Alejandra Kohon
Luis Kon
Guillermo Korn
Ricardo Krakobsky
Silvia Kratz
Ernesto Laclau
Laura I Lacreu
Oscar Laiguera
Alicia Lamas
Alberto Jorge Lapolla
Lucía Laragione
Héctor Laurencena
Pablo Lavarello
Andrés Lazzarini
María Ledesma
Claudio Lentz
María Rosa León
Matías Leoni
Angel Lepiscopo
Eugenia Levin
Héctor Levy
Dora E. Levy Yeyati
Roberto Leydet
Ari Lijalad
Marcelo Lo Pinto
Silvia Long-Ohni
María Pia López
Alejandro López Accotto
Ana Inés López Accotto
Roberto Pedro Lopresti
Federico Lorenz
Félix Lorenzo
Martina Lorenzutti
Damian Loreti
Laura Lueiro
Liliana Lukin
Jorge Ariel Madrazo
Ariel Magirena
Ariel Magirena
Carlos Maida
Mabel Maidana
Brenda Maier
Silvia Maldonado
Stella Maldonado
Fortunato Mallimaci
Alejandro Manrique
Tito Mansur
Inés Manzano
Daniel Marcove
Diana Margulis
Elisa Marino
Patricia Markowicz
Andrea Martin
Guillermo Martínez
Rodolfo Mascali
Romina Mateos
Alicia Mato
Alicia Mato
Liliana N. Mayoral
Cristina Mazzino
Roberto Mazzuca
María Cristina Melano
Andrés Méndez
Carolina Mera
Adrian Gustavo Mercado
Tununa Mercado
Teresa Merediz
Angela Merino
Rolando Mermet
Oscar Meza
Martín "Poni" Micharvegas
Ilda Micucci
Marina Moguillansky
Daniel Mojica
Daniel Mojica
Oscar M. Molek
Emilce Moler
Eduardo Molina Y Vedia
Eduardo Molinari
Héctor Molinari
Maximiliano A Molocznik
Laura Mombello
Federico Monczor
Patricia Monsalve
Alejandro Montalbán
Eduardo Montebello
Federico Montero
Ángela Montero Neira
Raúl Daniel Montoya
Isabel Monzón
Jorge Moreira
Jorge E. Moreira
Alfredo Moreno
Oscar Moreno
Hector Moretti
Liliana Morsella
Blanca Moscato
Mariana Moyano
Jose Mujica
Alberto Muller
Eduardo Müller
Micaela Muñoz
Mariana Muraca
Daniel Muxica
Alicia S. Muzio
Leopoldo Nacht
Ricardo Nacht
Alberto Nadra
Alejandra Naftal
Jack Nahmías
Eduardo Narvaez
Aurelio Narvaja
Ricardo Natch
Esteban Nicotra
Javier Nobile
Aldo Luis Novelli
Beatriz Ocampo
María Julieta Oddone
José A. Olabe
Héctor Oliboni
Raúl Oliveri
Silvia Ontivero
Walter Operto
Julio Ordano
Celeste Orozco
Norma Osnajanski
Olga Ostuni
Magalí Rud Otheguy
María Otheguy
Santiago Carlos Oves
Salomón Paio Melul
Roxana Palacios
Ariel Paladino
Diana Paladino
José María Pallaoro
Lydia Pallavicini
Horacio Paone
Delia Pardo
Aldo Parfeniuk
Aldo Parfeniuk
Alberto Parisí
Alberto Parisí
Maximo Parpagnoli
Salo Pasik
Delia Pasini
Lila Pastoriza
Carlos Patiño
Nora Patrich
Licha Paulucci
Noemí Paviglia
Eduardo "Tato" Pavlovsky
Juan Carlos Pavoni
Alejandra Paz
Manuel Enrique Pedreira
Eduardo Peduto
Juan Pelitti
Viviana F. Pelle
Claudio Pena
Ana Paula Penchaszadeh
Víctor Penchaszadeh
Federico Pensado
Javier Peñoñori
Roxana Perazza
Marcelo Percia
Sara Isabel Pérez
Gustavo Pérez Adad
Cristina Perez Darriba
Elena PEREZ DE MEDINA
Carlos Pérez Rasetti
Irene Rosa Perpiñal
Ivanna Petz
Pablo Pineau
Liliana Piñeiro
María Lidia Piotti
Santiago Coco Plaza
Guillermo Pochettino
Héctor Poggiese
Juan Polaco
León Pomer
Liliana Ponce
Viviana Ponieman
Daniel Ponzo
Armando Poratti
Nicolás Pregi
Cecilia Propato
Nicolás Puente
Sergio A. Pujol
Héctor Puyo
Silvia Quadrelli
Aída Quintar
Pablo Quintero
Lorenzo Quinteros
Juan Carlos Radovich
Norberto Raffoul
Liliana Raggio
Elena Raimondi
Ana María Ramb
Jorge Ramos
Pablo Ramos
Rogelio Ramos Signes
Héctor F. Ranea Sandoval
Mario Rapoport
Gabriel Reches
María Elena Redín
Graciela E. Rendon
Jorge Retamoza
Jorge Miguel Reyes
Eduardo Rinesi
Humberto Rios
Rubén H. Ríos
Maria Del Carmen Rivas
Adriana Robles
Renata Rocco-Cuzzi
Julia Rocha
Javier Rodriguez
Diego E Rodríguez
Graciela E. Rodríguez
Sergio Rodríguez
Ricardo Rodríguez Pereyra
Alejandro Rofman
Mario M. Roitter
Gladys Rojas
Erminda Rolandelli
Hilda Romano
Susana Romano Sued
Olga Edith Romero
Juan Rosales
Julia Rosemberg
Violeta Rosemberg
Lucas Rozenmacher
Carlos Rozensztroch
Daniel Rubinsztein
Sandra Russo
Guillermo Saavedra
Lucas Sablich
Guillermo Saccomanno
Olga Mercedes Sadino
Ernesto Salas
Cecilio Manuel Salguero
Emiliano Pedro Salguero
Manuel Enrique Salguero
Juan Salinas
Homero Rodolfo Saltalamacchia
Homero Rodolfo Saltalamacchia
Mary Sanchez
Raúl A. Sanchez
Silvia Sanchez
Juan Carlos Sánchez
Silvina Sánchez
Sebastian Sanchez Ocampo
Silvia Sànchez Urite
Pedro Sanllorenti
Mariana Santángelo
Marcelo Saraceno
Ariel Scala
Nelly Scarpitto
Raul SCHNABEL
Silvio Schneck
Clara Schor-Landman
Carlos Schroëder
Ruben Schrott
Federico Schuster
Juan Scolarici
Liliana Secchi
Marcelo Lira Segovia
Silvina Segundo
Susana Sel
Graciela Sessa
Margarita Sgro
Monica Sifrim
Silvia Sigal
Paula Siganevich
Daniel Silber
Cristina Siscar
Sonia Skabala
Carlos Skliar
Alberto Sladogna
José Slimobich
Alejandro Socolovsky
Yamile Socolovsky
Sarah Eva Solzi
María Sonderéguer
Jaime Sorin
Luis Sotomayor
Isabel Steinberg
Enrique Stola
Eduardo Stupia
Alex Szarazgat
Alberto Szpunberg
Pablo Sztulwark
Mónica Szurmuk
Susana Szwarc
Beatriz Taber
Alfredo Tagle
Marcos Taire
Anú Talvari
Susana Tambutti
Silvina Tamous
Diego Tatián
Félix Temporetti
Enrique Tenenbaum
Carlos Terribili
Jorge Testero
Jorge Carlos Testero
Carlos Tobal
Mario Toer
Eva Tormo
Javier Trímboli
Hugo Trinchero
Jésica Tritten
Sergio Tucci
Fernando Ulibarri
Julio César Urien
Jerónimo Uturunco
Ladislao Uzin Olleros
Angelina Uzín Olleros
Gustavo Vaca Narvaja
Silvia Valdés
Luisa Valenzuela
Adolfo Valerga
Sobel Valeria
Osvaldo Raúl Valli
Carmen Varela
Guillermo Varela
Gustavo Varela
Omar David Varela
Marta Vasallo
Niko Vasiliadis
Hector Vazquez
Silvia Andrea Vázquez
Miguel Vedda
Ignacio Vélez
Ana Velia Druker
Susana Velleggia
Hilda Ventrice
Horacio Verbitsky
Ricardo Vernazza
Esteban Vernik
Claudia Vico
Juan Andres Videla
Maria Ines Vignoles
Norberto Vilar
Norberto Vilar
Alejandro Villa
Juan Diego Villa
Florencia Villafañe
Juano Villafañe
Cristina Villanueva
Susana Villavicencio
Alicia Villoldo-Botana
Paulina Vinderman
David Viñas
Daniel Viola
Silvia Vladimivsky
Andrés Waissman
Leticia Walther
Dennis Weisbrot
Guillermo Wierzba
Jorge Winter
Matías Wiszniewer
Silvia Woods
Ana Wortman
Laura Yasan
Claudio Yomaiel
Silvia Yuri
Oscar Zabala Berdaguer
Marta Zabaleta
Daniel Zaballa
Beatriz Zaidenknop
Graciela Zanini
Blanca Zavala
Gustavo Zilocchi
Graciela Zolezzi Faure
Enrique Felix Eduardo Zothner
Ana María Zubieta
María Zuker
Cristina Zuker
Jorge Zuviría

13 mayo 2008

LOS PALESTINOS QUE NO EXISTEN

Unos 3.000 palestinos que perdieron su documentación hace 60 años viven en el limbo

MÓNICA G. PRIETO

BEIRUT.- Sesenta años después de la declaracion de independencia israelí en la Palestina bajo mandato británico, se puede hablar de varias categorías de palestinos: los ocupados, habitantes de la Cisjordania tomada por militares y colonos hebreos; los cercados, un millón y medio de habitantes de Gaza controlados por tierra, mar y aire por Tel Aviv; los refugiados, 5,5 millones de exiliados, la mayoría en condiciones lamentables, acogidos en los países del entorno; y los que, sencillamente, no existen.
Mohamed Yusef es uno de esos 3.000 ciudadanos sin identidad. Nació en Ramala hace 64 años, cuatro antes de que la política emprendida por la minoría judía para expulsar a la población natal –descrita por el historiador israelí Ilan Pappe como la "limpieza étnica de los palestinos"- comenzase.
"Sólo tenía cuatro años, pero recuerdo las calles de Ramala, la mezquita y la iglesia", dice hoy Yusef con la voz rota por el tabaco desde una desconchada oficina del campo de refugiados de Shatila, en Beirut. "Si no tuviera recuerdos no tendría identidad", farfulla en protesta por las dudas de tan tempranos recuerdos.
En 1948, su familia se marchó de la ciudad por miedo a las milicias judías y se estableció en Jordania, donde recibió un pasaporte en el que figuraba como palestino de origen. Con la mayoría de edad Mohamed se integró en el Ejército jordano, pero tras la Guerra de los Seis Días que derivó en la conquista israelí de toda Palestina, parte de Siria y de Egipto, el soldado Yusef se sumó a la escisión que nutrió las filas de Yasir Arafat para "participar en la revolución palestina".
Los ataques más espectaculares de las facciones y las repuestas israelíes comenzaban a afectar a Jordania, y el rey Husein decidió combatir, en septiembre de 1970 –conocido como el ‘Septiembre Negro’- a los palestinos. En julio de 1971, Arafat y sus combatientes de la Organización para la Liberación de Palestina, entre ellos Mohamed, fueron expulsados del reino.
Así fue como Mohamed se convirtió en nadie. Ninguna autoridad le pidió papeles para acceder al exilio libanés, pero una vez allí su pasaporte le expiró y la embajada jordana en Beirut se negó a renovárselo al haber sido expulsado.
Ahora, ni el Gobierno de Beirut ni la UNRWA, agencia de Naciones Unidas para los refugiados palestinos, le reconocen, como no reconocen a otros 3.000 palestinos en su situación, la mayoría combatientes y allegados y la minoría, personas que simplemente perdieron sus documentos durante su huída.
"Me siento un fugitivo, permanentemente humillado", se queja Yusef. "No me atrevo a salir del campo de refugiados por miedo a que me detengan. Construí cuatro casas y de las cuatro me echaron por no tener papeles. La ONU me considera jordano y no palestino, y los jordanos me consideran palestino y dicen que no me pueden ayudar", se lamenta este hombre con seis hijos, todos ellos herederos de su condición de inexistentes.

Ahmed Talal. (Foto: M.G.P.)
Ciudadanos de segunda clase
Los refugiados palestinos asentados en el Líbano son tratados, de por sí, como ciudadanos de segunda clase. Los 400.000 exiliados tras la Naqba de 1948 –el ‘desastre’, como califican a la campaña de expulsiones que siguió a la declaración del Estado israelí que ahora celebra Tel Aviv con gran boato- o la campaña de 1967 no pueden acceder a 72 trabajos, según la Constitución libanesa, ni poseer una vivienda, como tampoco acceden nunca a un sueldo digno por alta que sea su formación profesional.
En el caso de los no documentados, ni siquiera pueden poseer un coche o un teléfono móvil, dado que no tienen un carné que presentar para firmar un contrato. "No puedo ni vender cafés o limpiar botas", se lamenta Mohamed.
Ahmed Talal, de 58 años, tiene más suerte: al ser empleado de la OLP recibe un salario por su trabajo en Shatila. Enseña su acreditación con orgullo, pese a ser inservible: un folio plastificado con el membrete de la OLP en Beirut que le identifica como nacido en Gaza.
"Si salgo del campo pueden arrestarme o no, depende del humor del oficial de turno, porque las autoridades no reconocen este papel", explica. Ahmed cuenta que fue expulsado en 1967 de Gaza, durante la Guerra de los Seis Días, y que tras pasar por Egipto, en Siria le afectó el ‘Septiembre Negro’ y fue expulsado como otros muchos militantes.
Talal había partido de Gaza sin papeles, así que nunca tuvo documentos. "Antes no los necesitábamos", se sonríe. Ahora, sin ellos no puede hacer nada. "Por eso dejé a mi mujer y mis hijos en Siria, donde el certificado de la OLP es suficiente para que les permitan estar registrados, tener estudios y comprar una casa", puntualiza.
"Yo no puedo visitarles por miedo a que me arresten en el camino, pero dentro de dos años, cuando me jubile, me arriesgaré para reunirme con ellos en Damasco".
La casa de Talal, dos habitaciones insalubres propiedad de la UNRWA, es tan austera que carece de cualquier objeto prescindible. "La única propiedad que tengo es el recuerdo de Gaza, y es precisamente lo único que no puedo recuperar", se lamenta.

11 mayo 2008

EL SUEÑO DE HILLARY CLINTON SE DESVANECE


"Hillary Clinton acaba esta carrera totalmente desfigurada, convertida en una auténtica sombra de lo que un día representó".


TODO: No siempre se debe votar por el mal menor. Mas cuando se trata del gendarme del planeta, no da lo mismo el candidato republicano que Barak Obama. Tampoco da lo mismo la candidatura de Hillary Clinton o la de Obama. El comentario de Antonio Caño
pone de relieve el lado siniestro, la arrogancia y la doble moral de la mujer del ex presidente. Sólo un detalle deseamos aclarar: el supuesto apoyo que recibe dela "clase obrera"... Esa "clase obrera" no es otra cosa que la aristocracia obrera estadounidense, bien paga, no la reclutan para ir a Irak y por supuesto que es una capa social que se desmarca de un candidato "negro"... ¡El tiempo dirá!

La candidata se resiste a renunciar al sueño de toda una vida pese al daño que causa a su partido

ANTONIO CAÑO - Washington - 11/05/2008

Poca gente ha invertido antes tanto en la conquista de una ambición. No son sólo los 150 millones de dólares derrochados en la promoción de una candidatura finalmente al borde de la derrota. Son los años de sacrificio profesional, de renuncias personales, de maniobras dolorosas a la espera de esta oportunidad histórica. Son todas las ilusiones frustradas de millones de mujeres que contaban con que una de ellas llegaría esta vez hasta lo más alto. Es el objetivo de toda una vida que se escapa entre los dedos como un pez. Así de dramático es este momento para Hillary Clinton, antes Hillary Rodham Clinton y antes aun sólo Hillary Rodham o Hillary a secas.
Artificial, calculadora y algo maquiavélica: así ven muchos a la candidata
Una razón de su fracaso es su arrogancia de ganadora
En esta campaña Hillary ha sido finalmente Clinton, la esposa de Clinton
De aquella primera, de la joven feúcha y rebelde estudiante de derecho en Illinois, queda una voracidad y un espíritu de lucha que han sido siempre sus mejores armas. De la segunda, de la feminista que peleaba por su apellido y se negaba a ser la típica primera dama condenada a cocinar pasteles, de aquel personaje que se ganó la admiración de muchas mujeres de su generación y alcanzó enorme cotización internacional, sobrevive poco, apenas un recuerdo. La última versión, la de la senadora Clinton, la rica propietaria de una mansión en Chappaqua (Nueva York) con incontenible sed de poder, es la que queda después de tantos años y la que, probablemente, va a ser relegada a la marginalidad política.
Hay muchas y diversas razones que pueden explicar el más que probable fracaso de Hillary Clinton. Una de ellas ha sido la arrogancia con la que una candidata, que se veía ganadora indiscutible, preparó una campaña (dirigida por Mark Penn, un tipo odiado por los más fieles a la senadora) y almacenó recursos para llegar únicamente al supermartes, convencida de que ahí acabaría todo. Por el contrario, ahí se desfondó y a partir de ahí Obama cimentó su victoria.
Esa misma arrogancia, seguramente, tiene la culpa de haber infravalorado el desgaste que el apellido Clinton había sufrido después de tantos años en política y de no haber tenido en cuenta la resistencia de muchos norteamericanos a mantener el ciclo alternativo de Bush-Clinton en la Casa Blanca. "Ser un reputado símbolo de Washington no es lo que la gente busca en un año de cambio", dijo en su día David Axelrod, el jefe de la campaña de Obama.
Hillary Clinton quiso llegar a la Casa Blanca con las reglas tradicionales. Buscando el dinero en las poderosas fuentes tradicionales. Y eso, no sólo la convirtió en una candidata tradicional, sino que la privó de conseguir recursos financieros en medios más originales, como Obama ha hecho con tanto éxito.
Pero quizá por encima de todo eso, la razón última de la derrota de Clinton tiene que ver, más profundamente, con la apuesta por ese apellido y con esas oscilaciones vitales que han conseguido transmitir de ella la imagen de una persona artificial, calculadora, deshonesta -más de un 60% de los propios electores demócratas así lo dice- y algo maquiavélica.

En esta campaña Clinton ha sido, finalmente, Clinton, la esposa de Clinton, la mujer del ex presidente de quien tan buen recuerdo guardan los norteamericanos (o los suficientes norteamericanos). Después de años de humillaciones por una bien publicitada cadena de traiciones sexuales de parte de su marido (Paula Jones, Gennifer Flowers...). Tras haber asistido en silencio al juicio universal sobre el más famoso caso de infidelidad de la historia (Monica Lewinsky), Hillary Clinton ha recurrido a Bill Clinton, no sólo como el principal agitador y cerebro de su campaña, sino como el modelo político a mostrar y, al menos en público, como los brazos en los que buscar apoyo y cobijo emocional. Algunos pueden ver en esa actitud una muestra de generosidad por parte de Hillary con el legítimo propósito de mantener un matrimonio o, simplemente, como el reconocimiento a los méritos del Bill presidente. Pero mucha otra gente lo ve como el frío cálculo de una persona capaz de soportar la más sangrante humillación en beneficio de su propia carrera.
Cuando esta campaña electoral empezó en Iowa, a principios de enero, todos sabían que esa imagen de Hillary Clinton estaba ya muy extendida entre los medios de comunicación y entre la clase política, particularmente entre los más cercanos compañeros de la senadora en el Capitolio. Pero en Iowa se comprobó que también había tomado cuerpo entre los votantes.
En última instancia, los ciudadanos votan por el candidato que más les gusta. Y, sí, Hillary Clinton está muy bien preparada intelectualmente, puede ser mejor comandante en jefe, tiene experiencia, coraje y está más próxima cultural y generacionalmente a un sector del electorado que es decisivo (estas virtudes le han permitido ganar por ahora 18 primarias). Todo eso es verdad. Pero no gusta lo suficiente a la mayoría y no le gusta en absoluto a mucha gente. ¡Cuánto valoraron los votantes aquellas lágrimas tan humanas en vísperas de las primarias de New Hampshire!
Puede aducirse que esto del gusto es una cuestión subjetiva y que puede ser incluso inducida desde los propios medios. Ciertamente, parte de la imagen negativa de Clinton -la bruja, el cerebro de una maquinaria invencible...- fue introducida hace ya tiempo por Rush Limbaugh, Bill O'Really y otros comentaristas ultras, a algunos de los cuales ha acudido ahora Clinton en su campaña. Pero hoy esa es una imagen que se ha extendido fuera de esos ambientes. Esta campaña contra Obama ha obligado a Hillary Clinton a tácticas tan destructivas contra su rival que un editorial de The New York Times, el mismo periódico que antes había pedido el voto para ella, la acusó de transitar "por el mal camino". Esta misma semana otro editorial de ese diario criticaba duramente el comportamiento divisionista de Clinton por unas declaraciones en las que afirmaba que "el apoyo de Obama entre los norteamericanos blancos acostumbrados a trabajar duro sigue disminuyendo". Eso es, quizá, una realidad estadística, si se refiere a las dificultades de Obama entre la clase obrera blanca, pero es también un flaco servicio a la unidad del Partido Demócrata en un momento decisivo.
Clinton acaba esta carrera electoral con el apoyo de los blancos de clase obrera y áreas rurales que siempre la despreciaron, como una inverosímil heroína del proletariado capaz de soltar exabruptos desde la barra de un bar mugriento. Acaba como una especie de última esperanza blanca. Acaba concediendo una entrevista a Fox, otrora estandarte de la guerra en su contra. "Ha encontrado tarde su verdadero lugar en esta campaña", asegura el columnista conservador Charles Krauthammer. Acaba con menos de un 10% del voto negro, derrotada en todos los núcleos urbanos con excepción de su distrito de Nueva York, rechazada por los intelectuales y señalada por los jóvenes como una barrera a sus renovadas ilusiones políticas. Hillary Clinton acaba esta carrera totalmente desfigurada, convertida en una auténtica sombra de lo que un día representó.
Sin embargo, todavía no se ha ido de la carrera. Todavía tiene oportunidad de dejar esta batalla de forma que, como dice The New York Times, "preserve su integridad y su influencia". "El cálculo que Clinton está haciendo en estos momentos es mucho más sobre la historia que sobre la política", afirma la columnista Karen Tumulty. En cierta medida Hillary Clinton ya ha hecho historia. "Si una mujer llega alguna vez a la Casa Blanca será en parte gracias al trabajo de Hillary Clinton en la campaña", afirma la escritora Susan Faludi. Si en este momento de su vida pudiera tener la serenidad y la humildad de dar su ambición por saciada, a los 60 años, podría todavía contribuir de forma muy apreciable a que ahora sea su país el que siga haciendo historia. Obama la necesita.

Los fascistas han llegado sin problemas al poder en Italia"

TODO: Rossana Rossanda, indudablemente, no entiende qué pasó y qué pasa en Italia. El descalabro del Partido Comunista de Italia, el que fuera el más poderoso de Europa,ha abierto las puertas a un gobierno de rapaces y fascistas. Nadie encuentra soluciones para un mundo que ha entrado en un tembladeral social de gran magnitud. Los indocumentados e inmigrantes ilegales huyen de sus países primitivos, y los obreros no los quieren porque trabajan por monedas y extienden la masa de parados.
¿Cuál es la solución? ¿El fascismo? ¿La "democracia"? ¿El capitalismo de estado chino? ¿La caricatura de estado socialista de Corea del Norte? Pensamos que se debe regresar a las "fuentes", en otro nivel, con otras perspectivas, y una larga tarea de hormiga, sin la vocinglería sectaria y burocrática... Tal vez.


Rossana Rossanda

Mar Centenera Garcon
Público

Entró en el Partido Comunista Italiano a los 22 años. Más de medio siglo después, , se interroga en su libro de memorias, La muchacha del siglo pasado (ed. Foca, 2008), qué significó esa elección política a la que se entregó con pasión. "Quería cambiar las cosas en mi país", dice esta mujer valiente, que fue una de las fundadoras de Il Manifesto. Admite que no lo consiguió, pero echa la vista atrás para intentar entender el presente.

¿Cómo se explica que, por primera vez, la izquierda haya quedado fuera del Parlamento?
Sobre todo, por culpa de una ley electoral pésima, que prima a los partidos mayoritarios. Amplios sectores de la población se han quedado sin voz.
¿Cuál es el secreto del éxito de Berlusconi?
Berlusconi es un impresentable, representa que se puede hacer dinero con cualquier cosa, incluso haciendo chanchullos. Su victoria ha sido, sobre todo, la combinación de dos motivos: un giro hacia la derecha de Italia, agigantado por la ley electoral, y la desilusión con el Gobierno Prodi. Italia está dividida en dos desde hace más de 15 años: la mitad vota a la derecha y la otra mitad vota contra la derecha.
Escribe que "si el fascismo puede adaptarse sin traumas a la democracia, también puede suceder lo contrario". ¿Está ocurriendo?
En Italia ya ha ocurrido. No es que tengamos un régimen fascista, porque es un régimen democrático. Pero los fascistas no han encontrado ninguna dificultad en llegar al poder. Tenemos un fascista, o ex fascista ya que no se presenta como tal, nombrado presidente de la Cámara [Gianfranco Fini]. El alcalde de Roma [Gianni Alemanno] es un fascista convencido. No creía que vería esto. Tenemos el peor Gobierno desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.
¿Por qué ha habido un trasvase del voto obrero de la izquierda a la Liga Norte?
Porque es antieuropea y promete que no permitirá la deslocalización. Los obreros no pueden permitirse que les cierren las empresas. Están afiliados al sindicato pero votan a la Liga Norte.
Berlusconi y otros dirigentes europeos quieren expulsar a los inmigrantes sin papeles. ¿Cómo ve el aumento de la xenofobia en Europa?
Europa tenía un sistema de protección social que era compartido más o menos por todos los estados democráticos. Pero todo este sistema se ha derrumbado. Y su peso ha recaído sobre los más débiles, que ven al inmigrante como alguien que les quita el trabajo.
¿Por qué ha caído el estado del bienestar?
La UE se ha formado sobre la base del libre mercado y la reducción del gasto público y social. No es un fenómeno oculto, es algo declarado y que hemos aprobado.
¿Hacia dónde mirar para encontrar alternativas? ¿Latinoamérica? ¿Los movimientos sociales?
América Latina no está vinculada por un contrato. Son libres para nacionalizar. En España, si Zapatero quiere hacer lo mismo, la Comisión Europea lo impide. Quien quiera hacer una política alternativa hoy tiene que conocer la situación e ir al origen del problema: analizar a fondo la globalización, este capitalismo que usa al hombre como un instrumento para el beneficio, que lo mercantiliza, lo mercantiliza todo. Ese análisis no se ha hecho.
¿Por eso escribió el libro?
El libro se detiene antes. Quería analizar el recorrido del comunismo porque no se ha hecho ningún tipo de reflexión sobre en qué nos hemos equivocado, por qué. Existe el riesgo de que el comunismo acabe sin dignidad. Llegó un momento en que el PCI dejó de entender dónde estaba la sociedad, qué quería.
Dice que las feministas le reprochaban que hubiese hecho una carrera de hombre, que hubiese cancelado sentimientos, pasiones
No estoy dispuesta a dejar al otro sexo el monopolio de la razón. Lo quiero todo, razón y pasión. Pero entendí que la política usa códigos que han sido escritos sólo por los hombres.
¿La paridad puede cambiar esos códigos?
La paridad es un derecho obvio: las mujeres somos la mitad de la población, así que tenemos que ocupar el 50% de los escaños en el Parlamento.
¿Por qué no ha escrito los cambios de la izquierda en los últimos años? ¿Los escribirá?
La historia actual no se puede escribir con nombres y apellidos, como he hecho. Me gustaría escribir sobre los problemas actuales pero, en definitiva, ahora os toca a vosotros. ¿Tú qué crees?

LA ANARQUÍA SE ADUEÑA DE LÍBANO

El Gobierno da marcha atrás y el Ejército no se atreve a desmantelar la red telefónica de Hezbolá

JUAN MIGUEL MUÑOZ - Beirut - 11/05/2008

Masnaa, pueblo libanés junto al principal cruce fronterizo con Siria, era ayer la viva imagen de la anarquía que reina en Líbano. Se respiraba el ambiente de una guerra civil que nadie desea, pero que todos azuzan: suníes y chiíes, drusos y cristianos, Irán y Siria, EE UU y Francia. No hay ley ni orden. Sólo odio. A raudales. Miles de desharrapados trabajadores sirios, pobres de solemnidad con sueldos de 250 euros al mes, huían cabizbajos hacia su país cargados de bultos.
En Masnaa, junto a Siria, se respiraba ambiente de guerra civil, sin ley ni orden
Hay calma en los pueblos con una sola confesión. En los mixtos se lucha
En Masnaa, los suníes armados se mostraban desafiantes y justificaban ese éxodo. "No tenemos nada contra los obreros. Lo que pasa es que vienen a ayudar a Hezbolá. Somos 3.000 hombres. Hemos cortado la carretera para que las armas no lleguen a Hezbolá. Cuando ellos abran el aeropuerto de Beirut, dejaremos pasar los vehículos". El más chulo -barrigudo, gafas de sol antiguas, gorra, moderno fusil en mano- se expresa contundente: "A ver si Sarkozy, Mubarak, el rey Abdalá u Olmert, quien sea, bombardea Irán".
Hezbolá, patrocinado por Siria e Irán, ha propinado un golpe muy duro de encajar para el Gobierno prooccidental. Empujado por el líder druso, Walid Yumblat, el Ejecutivo decidió el martes investigar la red de comunicaciones telefónicas establecida por el partido-milicia chií y destituir al militar al mando de la seguridad en el aeropuerto de Beirut, Wafik Choucair. "El Estado no caerá bajo el control de los golpistas", declaró ayer el primer ministro, Fuad Siniora, en alusión al asalto armado de Beirut que los opositores de Hezbolá llevaron a cabo el viernes, cuando, sin apenas esfuerzo, se apoderaron de la mitad oeste de la ciudad. Ni un pelo se ha tocado, esta vez, a los cristianos, residentes en el este. Ha sido una batalla que han librado los musulmanes chiíes y suníes.
Pero cuando habló Siniora, el Gobierno ya había pasado la patata caliente al Ejército, que decidió revocar la decisión oficial. El general Choucair permanecerá como jefe de seguridad del aeródromo y las fuerzas armadas se harán cargo de la red de comunicaciones de Hezbolá -la madre del cordero- "de modo que no dañe el interés público ni la seguridad de la resistencia", precisó en un comunicado. Conseguido su objetivo, y humillado el Gobierno, los milicianos de Hezbolá comenzaron a abandonar sus posiciones en Beirut.
Desde el miércoles, los choques armados han asolado Líbano de norte a sur. En la septentrional Trípoli, pistoleros suníes atacaron ayer la sede del Partido Nacionalista Social Sirio. Diez cadáveres de ambos bandos yacían en el suelo tras el combate. Otras dos personas murieron en un entierro en Beirut. Más de 30 desde que saltó la chispa.
Las llamas de ese fuego se apreciaban a simple vista en el camino desde la frontera de Siria hasta Beirut. Y los rescoldos pueden avivarse en cualquier momento. Las barricadas con enormes piedras y montones de arena en Masnaa fuerzan a dar el primer rodeo. A escasos kilómetros, en Majdal Anjar, jóvenes suníes portadores de palos escrutan a los pasajeros de cada vehículo. Parecen enloquecidos. Los soldados observan desde lo alto de las tanquetas cómo se enseñorean los chavales que corren de un lado a otro. Gritan. Los uniformados no intervienen. No lo hacen contra nadie. Si el Ejército, siempre neutral, osara decantarse por alguno de los bandos, las consecuencias serían catastróficas.
En Barr Elias se repiten las escenas. Y más adelante, en Chtoura, la gente se encoge de hombros por el estampido de un cañonazo. Algunos coches permanecen varados en medio de la carretera. No puede seguirse el camino. Los soldados lo prohíben.
El descontrol es total. El denso humo negro es una nueva señal. La vía vuelve a ser cortada en el pueblo de Qab Elias por un grupo de niños -rondan los 12 años- que han quemado neumáticos sobre el asfalto. Se impone otro rodeo por un camino de arena y la hora entre la frontera y Beirut se convierten en tres de paseo por el fértil valle de la Bekaa.
Es asombroso cómo se transita del ambiente de guerra a una paz absoluta, aunque mezclada con el pánico que estremece a los libaneses. En los pueblos cuya población profesa sólo una confesión la calma era total. En muchas zonas mixtas se luchaba. Celebraban una boda los drusos del pueblo montañoso de Ain Dara y las tiendas abrían sus puertas. Incluso algunas mujeres paseaban por carreteras vacías. Aprovechan porque saben que tampoco están a salvo. Nadie lo está.
La carretera se ensancha al aproximarse al bastión cristiano de Alley. La proliferación de controles militares crece. "¿Qué sucede por allí?", interroga un oficial sobre lo visto a pocos kilómetros, como si ese "por allí" fuera otro mundo. Probablemente lo es. Líbano es un conglomerado de regiones fragmentadas por abruptas cadenas montañosas. Y en cada zona manda un señor feudal. La obediencia es ciega. Los suníes rinden culto a Saad Hariri, hijo de Rafik, el político-magnate asesinado en febrero de 2005; los drusos a Walid Yumblat y a algún otro cacique; los cristianos también están divididos en varios partidos, unos a favor del Gobierno, otros acérrimos rivales. Y la inmensa mayoría de los chiíes profesan a Hezbolá una lealtad inquebrantable.
La llegada a Beirut es deprimente. La ciudad soporta un tráfico insoportable cualquier sábado. Ayer era un páramo. Con soldados y tanquetas por doquier. Nadie paseaba en La Corniche, el paseo marítimo más popular.
Líbano está paralizado. El potente entramado de Hezbolá exige derecho de veto en un Gobierno de unidad. No están conformes con el reparto de poder que rige desde la independencia, en 1943. Entonces, los maronitas sumaban el 54% de la población. Pero hoy la elevada tasa de natalidad de los chiíes ha cambiado el panorama. Se ignoran porcentajes, porque elaborar un censo de población supondría el descalabro del consenso. Siniora rechaza otorgar ese poder de veto a Hezbolá, que en 2006 abandonó el Gobierno y se niega a acudir al Parlamento. No hay acuerdo posible.
La erupción violenta de esta semana seguramente será pasajera. Se han repetido episodios similares desde que Washington, París y Londres impulsaran en la ONU la resolución que decretó el fin de la tutela siria de tres décadas. Fue en septiembre de 2004. Cinco meses después, Rafik Hariri, ex primer ministro, era asesinado. Ahora se acerca la formación del tribunal internacional que juzgará a los responsables. Se ignora la autoría. Pero el Gobierno no alberga dudas: Damasco es culpable. Nadie duda de que el establecimiento del tribunal o sus fallos será la espoleta de una nueva explosión.

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LAS CLAVES DEL CONFLICTO

¿Qué está pasando en El Líbano?

 La fuerte identidad tribal y los odios de la guerra civil complican la convivencia



MÓNICA G. PRIETO

BEIRUT.- Pese a tener el tamaño de la provincia de Huelva, el Líbano concentra en sus 10.000 kilómetros cuadrados los problemas de todo un planeta. La presencia de 18 comunidades religiosas, la fuerte identidad tribal de sus 3,7 millones de habitantes y la herencia de los odios de la guerra civil, finalizada de forma forzada en 1990 tras 15 años de combates, complican hasta el extremo la convivencia en el país de los Cedros. A ello hay que sumar la presión de las grandes potencias, Estados Unidos e Irán, que utilizan el Líbano para dirimir sus disputas y la proximidad de Irak e Israel, factores que condicionan movimientos de sus fuerzas políticas tan extremos como los que hemos visto estos días.

 ¿Cuáles son las facciones en liza?

Desde que el Gobierno de coalición salido de las legislativas de 2005 se rompiera, dos grandes bloques se disputan el poder: la coalición del 14 de Marzo, actualmente la mayoría en el Gobierno, próxima a Occidente y formado por los suníes de la Corriente del Futuro, los cristianos de las Falanges y las Fuerzas Libanesas y los drusos del Partido Socialista Progresista de Walid Jumblatt, y la coalición del 8 de Marzo, respaldada por Siria e Irán y compuesto por los chiíes de Hizbulá y Amal, las facciones cristianas de Michel Aoun y Sleiman Franjie, el Partido Democrático druso y algunas formaciones armenias.

 ¿Cuáles son los orígenes de la crisis?

Dos grandes bloques se disputan el poder: la coalición del 14 de Marzo, actualmente la mayoría en el Gobierno, próxima a Occidente y la coalición del 8 de Marzo, respaldada por Siria e Irán
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En noviembre de 2006, la presión internacional para establecer un tribunal que juzgue el magnicidio de Rafic Hariri –considerado por la oposición un instrumento político para atacar a su aliado sirio- y para aplicar la resolución 1559 que obliga a las facciones armadas a deponer sus armas –y que no sólo debería afectar a Hizbulá, sino también a los palestinos y a las facciones en el Gobierno, todas con milicias propias- fue considerada por los chiíes un intento de atacarles. El 8 de Marzo retiró a sus ministros del Ejecutivo, lo que convirtió al Gabinete en 'ilegítimo' a ojos de la oposición, dado que según la Constitución todo Gobierno debe tener representación de las principales sectas.
Hizbulá y sus socios organizaron un campamento en el centro de Beirut para pedir la dimisión del Ejecutivo en un pulso con el Gobierno que se fue degradando a medida que se sucedían atentados de los que, sin prueba alguna, la mayoría acusaba a Damasco y, en cierto modo, a Hizbulá. La división entre ambas partes, exacerbada por los enfrentamientos sectarios de Irak y los combates interpalestinos, se puso más de manifiesto que nunca con la elección del presidente, que tenía que haberse producido en noviembre. Mayoría y oposición no llegaron a un acuerdo sobre el nuevo jefe del Estado, dejando al país en un vacío político imposible de cubrir pese a las presiones árabes e internacionales.
Con el transcurso de los meses, ambas partes están de acuerdo en que el candidato idóneo para ser presidente es Michel Sleiman, jefe del Ejército, pero condicionan su elección a otros factores, como la formación de un Gobierno de unidad con cuotas de bloqueo, el consenso en los altos cargos del Estado o el cambio de la ley electoral. Durante estos meses de enfrentamiento político, líderes de ambas partes han aludido a la guerra civil como solución en diversas ocasiones.

 ¿Qué ha detonado la violencia?

La presión internacional para establecer un tribunal que juzgue el magnicidio de Rafic Hariri fue considerada por los chiíes un intento de atacarles
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La promulgación de dos decretos gubernamentales que afectan directamente al poder de Hizbulá, un partido político con una rama militar en teoría destinada a la resistencia contra Israel más poderosa que el propio Ejército libanes. El Gobierno libanés decretó hace días la destitución del jefe de Seguridad del aeropuerto, próximo al Partido de Dios, y la ilegalización de la red de comunicaciones propia de Hizbulá, considerada vital para que no sea detectada por Israel. Un día después, la oposición utilizó la convocatoria de una huelga general para lanzar una campaña de desobediencia civil que cerró el aeropuerto y dejó muchos barrios en manos de las milicias. La jornada siguiente, el líder chií Hasan Nasrala afirmó que el Gobierno le había declarado la guerra con sus medidas y exigía la revocación de éstas. Como demostración de fuerza lanzó a sus hombres a las calles, que tras escasos combates con las milicias de la mayoría tomaron con pasmosa facilidad Beirut Oeste en 36 horas.

 ¿Qué fuerzas participan en los combates?

Las fuerzas armadas, única institución multiconfesional que permanece unida, se mantienen al margen de los combates entre facciones para no perder su neutralidad
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Por el momento sólo fuerzas musulmanas: los chiíes de Hizbulá y Amal apoyados por facciones afines como el Partido Nacional Sirio frente a las milicias suníes afines a Saad Hariri, líder de la mayoría, y las drusas de Jumblatt. Los cristianos, también bien armados, se mantienen por el momento al margen de los enfrentamientos.
 ¿Cuál es el papel del Ejército?
Las fuerzas armadas, única institución multiconfesional que permanece unida, se mantienen al margen de los combates entre facciones para no perder su neutralidad, algo que lo escindiría inmediatamente condenando al país a la guerra abierta. Su papel se limitaba a impedir ataques a civiles y a proteger edificios oficiales hasta que ayer su máximo responsable, el general Sleiman, se hiciera responsable de la crisis ayer, revocando bajo su responsabilidad las medidas del Gobierno contra Hizbulá y pidiendo la retirada de hombres armados de las calles, algo que ya está sucediendo. Hoy, sus tropas han recobrado el control de la seguridad aunque la oposición prosigue su movimiento de desobediencia civil, que se traduce en el bloqueo de la carretera al aeropuerto.

¿Qué papel han jugado EEUU e Irán?

Mientras que Irán financia y arma a Hizbulá pero nunca se pronuncia sobre los acontecimientos internos o la política libanesa, la presión de Washington sobre sus aliados (a quienes también apoya con fondos y ayuda militar) para enfrentarse con la oposición chií ha sido notoria. El Gobierno de Bush –el mismo que no para de repetir que "no admitirá injerencias externas" en el Líbano en referencia a Siria, su otro gran enemigo regional- ha animado en diferentes ocasiones a la mayoría a que eligiese un presidente sin contar con la oposición, pese a saber que semejante decisión llevaría al país a una guerra abierta.
Del mismo modo, Washington presiona para la puesta en marcha del Tribunal Internacional sugiriendo la responsabilidad siria en los atentados políticos que éste investiga, aunque los fiscales de Naciones Unidas aún no han señalado a los responsables, lo que refuerza la convicción chií de que la Corte es un instrumento occidental creado por EEUU en su particular guerra contra Damasco y Teherán. De ahí que muchos observadores vean lo ocurrido estos días como otro revés para Washington en la región, como ocurrió cuando tras la invasión reforzó a los chiíes iraquíes (algunos de los cuales hoy combaten a sus tropas) o promovió una guerra entre sus aliados palestinos de Al Fatah contra Hamas –a la que acusa de estar apoyada por Irán- en Gaza. Como explica Robert Fisk en el Independent, "cuando Hamas se convirtió en parte del Gobierno palestino, Occidente lo rechazó y Hamas tomó el control de Gaza. Cuando Hizbulá tomó parte del Gobierno libanés, los americanos lo rechazaron y aquél tomó Beirut Oeste".

¿Cómo se explica la rápida victoria chií?

Las fuerzas chiíes han demostrado una organización militar que supera a la del Ejército regular. En apenas 36 horas culminaban el control del Beirut musulmán incluso en barrios considerados fieles a la mayoría, como Hamra o Clemenceau. Las milicias del 14 de Marzo se han revelado peor armadas e incapaces de acometer un enfrentamiento con Hizbulá –no se debe olvidar que su entrenamiento, desde hace años, se produce sobre el terreno y contra el enemigo regional más poderoso, Israel- al menos en Beirut. Los combatientes de la oposición lo explican de forma sencilla: "Ellos combaten por dinero, nosotros por convicción". En otros puntos del país, donde los suníes o los drusos son mayoritarios, la situación sería diferente.

 ¿Cómo puede evolucionar el conflicto?

Los escenarios son poco halagüeños. En el mejor de los casos, si el Gobierno revocase oficialmente los decretos contra Hizbulá regresaríamos al vacío político anterior sin visos de que los bloques en liza, ahora enfrentados por las armas, deseen volver a la mesa de negociaciones. Una dimisión del Gobierno, algo poco probable dado el expreso respaldo occidental y de sus aliados árabes, tampoco significa un acuerdo inmediato dado que mayoría y oposición tendrían que consensuar la composición del siguiente gabinete. El peor escenario podría ser la dimisión del jefe del Ejército y candidato consensual a la Presidencia, el único líder respetado por los dos bloques y responsable de la unidad de su institución.

 ¿Hay riesgo de un conflicto armado generalizado?

Por desgracia es probable. Las rencillas de la guerra civil, cuyos líderes son los mismos que hoy dirigen los partidos políticos, no están resueltas y esa herencia se suma al carácter tribal de una población que carece de identidad nacional. Es de prever que los crímenes de estos días sean objeto de venganzas familiares en los días sucesivos, aunque es posible que Hizbulá no desee una escalada para preservar su supuesto carácter de resistencia contra Israel, algo ya en entredicho desde el momento en que dirigió sus armas contra otros libaneses.
Por otra parte, un solo ataque contra una oficina cristiana podría arrastrar a los cristianos al enfrentamiento generalizándolo en todo Beirut y todo el país, dada la división de las fuerzas de esta secta religiosa, algunas en la mayoría en el poder y otras con la oposición.

09 mayo 2008

OLMERT ANUNCIA QUE DIMITIRÁ SI ES ACUSADO DE ACEPTAR SOBORNOS





TODO: La alegría que se ha visto estos días por las ciudades de Israel ha sido una euforia de parrillas al aire libre, día feriado, pocos vehículos con banderas, apatía, aburrimiento y aturdimiento. Ministros acusados de ladrones, adoradores de "la cometa", opresores de otro pueblo,corruptos, desde un reciente presidente hasta el primer ministro en funciones, el anterior ministro de economía, culpables de aventurerismo e invadir el Líbano, terroristas de estado y asesisnos de niños y civiles inocentes en Gaza. Casi nada... (A.A.)

LAURA L. CARO. CORRESPONSAL. JERUSALÉN

Ni en su peor pesadilla podría haber imaginado el primer ministro de Israel que su discurso en el Día del 60 Aniversario de la Independencia sería para defenderse, abochornado y tenso, de una acusación de soborno. Y menos para anunciar que renunciará si llegan a formalizarse cargos contra él, un supuesto que abriría la puerta a su sustitución, —la ministra de Exteriores, Tzipi Livni, ganaba en todas las quinielas—, o a unas elecciones anticipadas.
Concluidos los fastos de la gran jornada del cumpleaños, a punto de recibir en Jerusalén a George Bush, Ehud Olmert comparecía para reconocer lo que la prensa venía insinuando días atrás, a pesar de la orden de secreto impuesta por la Justicia: que recibió dinero de un empresario americano. Pero sobre todo, el jefe del Gobierno judío se esforzaba por convencer de que tomó las cantidades, —estimadas en cientos de miles de dólares—, en calidad de donaciones limpias y legales para sus campañas políticas a la Alcaldía de la Ciudad Santa en 1999 y 2002, y que ni un solo céntimo fue a parar a su uso personal.
«Ciudadanos de Israel, os miro a los ojos y os digo sin dudar que nunca he aceptado un soborno, ni me he metido en el bolsillo dinero ilegal. Aunque la ley no me lo exige, dimitiré de mi cargo si el Fiscal General decide procesarme». Eran las palabras que el primer ministro pronunciaba en rueda de prensa horas después de que la Corte de Tel Aviv resolviera levantar parcialmente el mandato de silencio sobre el interrogatorio al que fue sometido el pasado viernes. Quebrado el martes por el New York Post, que ya adelantó el nombre del presunto benefactor, Morris Talansky, un acaudalado empresario de Long Island, cuyo nombre supuestamente aparece repetidas veces con el seudónimo de «the laundry man» (el hombre de la lavandería) en los libros de negocios financieros que cuidadosamente llevaba su jefa de gabinete durante 25 años de Ehud Olmert, Shula Zaken. Ella permanece bajo arresto domiciliario tras negarse a declarar ante la Policía cuatro veces, la última el día 6.
Si recibió sobornos de Talansky, nada ha trascendido acerca de en qué pudo favorecer a tan generoso amigo. El diario israelí Haaretz, deseoso de desvelar los detalles, indicaba anoche que las sumas de dinero siguieron llegando cuando Olmert era ministro de Industria y que se investiga si el sospechoso recibió «otros fondos». Y que no supo explicar dónde fueron a parar los generosos dólares de Talansky cuando le preguntó la Policía.

EL ANIVERSARIO QUE CONVIRTIÓ A LOS PALESTINOS EN REFUGIADOS



Las llaves de la Nakba
 Movimientos civiles palestinos reivindican el regreso de los refugiados en actos
 Solo hasta el 15 de mayo del 48, 380.000 palestinos se convirtieron en refugiados


Una niña palestina con la bandera y la llave, que simboliza el deseo de retorno de los refugiados en la efemérides de la Nakba. (Foto: AP)
Actualizado viernes 09/05/2008 13:22 (CET)

SAL EMERGUI

CISJORDANIA.- Mientras los israelíes celebran con fervor un 'Yom Hatsmaut' (día de la independencia) muy especial -el 60º aniversario-, los palestinos conmemoran con tristeza la 'Nakba'. Catástrofe, así ven la creación del Estado de Israel en mayo del 48, una fecha que les convirtió en refugiados.
Mientras en Tel Aviv, la fuerza aérea realizó el jueves una exhibición ante la mirada de miles de familias israelíes, en la casa de Ahmed, en la cisjordana Jalazon, el protagonista sigue siendo una llave. Es el bastón psicológico que sustenta a Ahmed y su mujer. Llaves que guardan desde hace 60 años.
Llaves de la casa que dejaron en el 48 en medio de una cruenta guerra entre las fuerzas armadas judías y diversos ejércitos árabes. "Vivíamos en una aldea llamada Bet Nabala. Ahora no hay rastro de ella y cerca está la ciudad que los israelíes llaman Ramle. Me acuerdo como en marzo del 48, bombardearon nuestra aldea y, por eso, tanto yo como el resto de habitantes tuvimos que irnos", explica Ahmed.
Aunque hayan pasado seis décadas, Ahmed no pierde la esperanza. "¿Cómo podemos olvidar nuestra casa? Aún mantenemos su recuerdo en la mente y en el corazón", dice antes de que su mujer Camli añada: "Ojalá que podamos volver, claro que quiero volver incluso los más pequeños de la familia me dicen que quieren ir. Allí lo dejamos todo. Volveremos".
De exigencia política a deseo colectivo
'Sin desarraigar a los palestinos, un Estado judío no podría haber crecido aquí', admite el historiador Benny Morris
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Varios movimientos civiles palestinos organizan actos y manifestaciones reivindicando el regreso de los refugiados. O, al menos, su derecho a decidir. El hecho que estas actividades no sean organizadas por la Autoridad Nacional Palestina demuestra que en cierta forma la cuestión pasa gradualmente de ser una exigencia política a un deseo colectivo. Como si los dirigentes palestinos ya se resignarán a aceptar la realidad.
En el terreno, ésta se impone como por ejemplo en Jalazon donde construyen nuevas casas. Los refugiados se encuentran entre el sueño de volver a sus casas (que en muchos casos no siguen en pie) y la realidad, que les indica su actual residencia.
Ziad Abu Zein, promotor de una campaña para movilizar a los palestinos y la opinión pública internacional, se niega a aceptarlo. "La resolución 194, aprobada en el 48, debe ser cumplida y esperamos que el mundo apoye al pueblo palestino para que les devuelvan sus derechos, que vuelvan a sus hogares. La comunidad internacional, Naciones Unidas o los países árabes no pueden darnos la espalda".
Con enfado, explica: "Nosotros siempre escuchamos hablar del derecho de refugiados pero continuamos viviendo en los campos de refugiados". Abu Zein afirma "que los palestinos que viven en el exterior y tienen pasaporte europeo, por ejemplo, pueden volver en avión pero los que vivimos en Cisjordania y Gaza seguimos encerrados por las fronteras israelíes". El objetivo es que miles de palestinos se acerquen a las fronteras en un masivo acto de reivindicación.


Procesión en Bethlehem por el día de la Nakba. (Foto: AFP)
La vuelta de los refugiados
Recientemente líderes de Al Fatah que negocian con Israel reconocían: "Sabemos que no volverán todos los refugiados pero sí queremos que se reconozcan sus derechos y haya una recompensa". El Gobierno de Ehud Olmert, como sus antecesores y sus sucesores, mantiene que "la llegada de millones de refugiados palestinos a Israel sería un suicidio nacional y el fin del sueño del pueblo judío a tener su Estado".
Para los palestinos, la política de Ben Gurion en el 48 era ganar expulsando sistemáticamente a la población palestina. El historiador Benny Morris afirma que "si no hubiese hecho lo que hizo, no hubiera llegado a haber un Estado. Sin desarraigar a los palestinos, un Estado judío no podría haber crecido aquí".
El caso más famoso es la matanza de Deir Yassin en la que dos grupos judíos (Lehi e Irgun) entran el 9 de abril en esta aldea al oeste de Jerusalén y matan a 100-110 palestinos. Cuatro días después llegó la venganza cuando una emboscada árabe contra un convoy sanitario hebreo que se dirigía al Hospital de Monte Scopus acaba con la muerte de 77 judíos. Deir Yassin quedó grabada en la memoria de los palestinos. Solo hasta el 15 de mayo del 48, 380.000 palestinos se convirtieron en refugiados.
'A la espera de la victoria'
Según Israel, la Nakba es, en gran parte, culpa del liderazgo palestino local del 48 que siguió las órdenes de los países árabes para abandonar sus casas y aldeas "a la espera de la victoria". El rey Abdullah a finales de abril de ese año, exclamaba: "Los refugiados de Tiberias han sido alojados en Irbid y no desean volver hasta que la totalidad de la Galilea quede limpia de judíos, cosa que si Dios quiere, ocurrirá después del 15 de mayo".
60 años después, Ahmed sostiene que la fuerza de las llaves es más poderosa que las negociaciones reanudadas hace medio año en Annapolis. "Nunca habrá una solución al conflicto entre israelíes y palestinos sin resolver el problema de los refugiados", advierten en Ramala.
Cisjordania y Gaza son dos territorios palestinos separados por muchos factores (económicos, ideológicos, religiosos...), pero cuando se trata de los refugiados no hay división. Las llaves tienen el mismo impacto en el campo de refugiados de Yibalia en Gaza como el de Amery en Ramala. 60 años les unen.

EL FINAL DE LA ERA CLINTON


TODO: La arrogancia y petulancia DE LA SEÑORA HILLARY emite los últimos gorjeos de su campaña proiraqui y antinegra con el apoyo de la aristocracia obrera yanqui.
PEDRO RODRÍGUEZ CORRESPONSAL

WASHINGTON. Entre titulares con tono de obituario político y ante obstáculos electorales imposibles de obviar tras cinco meses de primarias, la candidatura presidencial de Hillary Clinton ha empezado a enfrentarse al escenario de admitir su derrota de forma pronta y digna para no comprometer las posibilidades de Barack Obama en las presidenciales de noviembre. Los susurros dentro del Partido Demócrata para un punto y final se han convertido durante las últimas 48 horas en un coro al que empiezan a sumarse algunos de los más destacados seguidores de la ex primera dama.
Aunque la senadora por Nueva York sigue haciendo campaña y solicitando donaciones desesperadamente necesitadas, se han empezado a plantear toda clase de incentivos para entrar por el camino de una conclusión. Empezando por ayuda económica para saldar las previsibles grandes deudas acumuladas por la candidatura de Hillary. Pero también con promesas de que el apellido Clinton seguirá teniendo un lugar de primera fila en la política de Estados Unidos. Sin que hayan faltado tampoco renovadas especulaciones sobre la posibilidad de compartir un «ticket» encabezado por Obama a pesar de las poderosas razones para que esta opción no se materialice.
Por lo menos, el temor a que esta lucha se prolongue hasta la mismísima convención nacional del Partido Demócrata convocada para el 25-28 de agosto en Denver, fue negado ayer por el presidente de la campaña de Hillary Clinton. Terry McAuliffe indicó que los demócratas tendrán un nominado para principios de junio. Además de reiterar que «si Hillary no gana, tanto ella como el presidente Clinton y sus seguidores ayudaremos al senador Obama».
Con todo, Hillary parece dispuesta a continuar por lo menos hasta la siguiente primaria prevista este martes en Virginia Occidental. Estado rural de mayoría blanca cuyo perfil coincide con el de las jurisdicciones donde la ex primera dama ha obtenido buenos resultados. Aunque, según habría reconocido ella misma, el hecho de ser la mujer que ha llegado más lejos en la política de Estados Unidos le obliga a perseverar y no tirar la toalla.
Además de insistir en que se contabilicen los resultados de las primarias de Florida y Michigan, anulados por no seguir las reglas del Partido Demócrata, la senadora también ha vuelto a argumentar que ella es la opción más fuerte para las presidenciales de noviembre. Destacando en declaraciones al diario «USA Today» que ella ha demostrado que es capaz de atraer a una coalición más amplia de votantes, incluido el bloque de clase trabajadora blanca hasta ahora reacio a respaldar a Barack Obama. Según la ex primera dama, «ésa es la gente que uno tiene que ganar».
Bill Clinton, empeñado
De puertas para dentro, la mayor parte del equipo electoral de Hillary Clinton estaría apostando por una salida elegante en aras de preservar la unidad del Partido Demócrata y aliviar las grandes tensiones generadas por la existencia de dos formidables candidatos. Sin embargo, unas cuantas voces del entorno de la ex primera dama estarían insistiendo en mantener la lucha hasta la convención nacional de Denver. Entre ellos se encontraría su propio esposo, Bill Clinton.
Con todo, el consenso en la Prensa de Estados Unidos y en círculos políticos insiste en que ha comenzado el principio del final de la era Clinton, que durante los últimos 16 años ha dominado el Partido Demócrata. Un final que según todas las predicciones no va a ser fácil, ya que plantea una transición cuando menos complicada, empezando con un profundo cambio generacional en puestos de liderazgo.

07 mayo 2008

La última guerra y la próxima


Tom Engelhardt (Tom Dispatch)

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

La última guerra no quiere terminar, pero en el Pentágono ya discuten la próxima.
Comencemos con esa “última guerra” y veamos si podemos ver las cosas tal como son. Hace poco más de cinco años, soldados estadounidenses entraron en orden de batalla a Bagdad, derribaron el gobierno, dominado por suníes, del dictador Sadam Husein, y declararon “liberado” a Iraq. Después de la caída de la ciudad, después de saqueos generalizados, los nuevos administradores estadounidenses desmantelaron los restos del gobierno de Sadam en sus ministerios desbaratados, destruidos; desarticularon el Partido Baaz, dominado por suníes, que había gobernado Iraq desde los años sesenta, enviaron a casa a sus miembros con la noticia de que no habría retorno; desmantelaron el ejército de 400.000 hombres de Sadam, y comenzaron a desnacionalizar la economía. Una insurgencia de suníes indignados no tardó en luchar furiosamente contra la ocupación estadounidense.
Después de oponerse inicialmente a elecciones democráticas, los administradores de la ocupación estadounidense terminaron por ceder a la voluntad del principal clérigo chiií, el Gran Ayatolá Ali Sistani, y aceptaron patrocinarlas. En enero de 2005, estas llevaron al poder a partidos religiosos en representación de la mayoría chií, oprimida durante mucho tiempo, partidos que en gran parte habían estado años en el exilio en el vecino Irán chií.
Ahora, saltemos unos pocos años, y los soldados de EE.UU. han vuelto a entrar a Bagdad en orden de batalla. Esta vez, han estado penetrando el vasto “suburbio” pobre chií, Sáder City, al este de Bagdad, que posiblemente albergue a dos y medio millones de habitantes estrechamente apiñados. Esta vez, las fuerzas que enfrentan a los soldados estadounidenses no han dejado sus armas, no se han ido, ni partido a casa. Esta vez, nadie habla de “liberación,” o “libertad,” o “democracia.” De hecho, no hay quien diga gran cosa de nada.
Y EE.UU. ya no ataca a los suníes. Después de la ‘oleada’ 2007 del presidente, los militares de EE.UU. están ahora oficialmente aliados con 50.000 suníes del así llamado Movimiento Despertar, en su mayoría ex insurgentes, muchos de los cuales indudablemente estuvieron vinculados con el gobierno baazista que EE.UU. derrocó en 2003. Mientras tanto, los soldados estadounidenses combaten a la milicia chií de Muqtada al-Sáder, un clérigo que ahora parece estar viviendo en Irán, pero cuyo portavoz en Nayaf denunció amargamente hace poco a ese país por “tratar de compartir con EE.UU. la influencia sobre Iraq.” Y combaten al Ejército del Mahdi saderista en nombre de un gobierno iraquí dominado por otra milicia chií, el Cuerpo Badr del Consejo Supremo Islámico de Iraq, cuyos vínculos con Irán son aún más estrechos.
Diez mil miembros de la milicia Cuerpo Badr están siendo enlistados en el ejército iraquí (precisamente mientras el gobierno del primer ministro Nouri al-Maliki exigía que la milicia del Ejército del Mahdi se desarmara). Esta semana, una delegación oficial de ese gobierno, que sólo recientemente recibió con altos honores al presidente iraní Mahmud Ahmadineyad en Bagdad, partió a Teherán a pedido de EE.UU. para presentar “evidencia” de que los iraníes estarían armando a sus enemigos saderistas.
En el centro de esta lucha inter-sectaria puede estar el temor de que, en las próximas elecciones provinciales, los saderistas, crecientemente populares por su resistencia contra la ocupación estadounidense, podrían llegar a vencer. Durante las últimas semanas, soldados estadounidenses han estado penetrando más profundo en City Sáder, implantando las reticentes fuerzas de seguridad del gobierno de Maliki a entre 500 y 600 metros por delante de ellos. Esto se llama “ponerlos de pie,” “parte de una estrategia de edificar la capacidad de las fuerzas de seguridad iraquíes al permitirles que operen de modo semi-autónomo de las tropas estadounidenses.” Es evidente, sin embargo, que si los militares de Maliki estuvieran detrás de estas últimas, muchos podrían desaparecer. (Una serie ya ha abandonado sus armas, huido, o se han pasado a los saderistas.)
Cómo sobrevino – y desapareció – el recuento de cuerpos a la inversa
Los combates en los barrios pobres urbanos densamente poblados de Sáder City han sido feroces, asesinos, y destructores. Ha desaparecido la mayor parte del habla sobre la “reducción de las bajas” y de la “violencia” que fue la marca singular del año de la ‘oleada’ en Iraq. Aunque nunca se ha comentado al respecto, ese énfasis de todo un año en la cantidad en reducción permanente de la cantidad de cadáveres representó realmente el retorno, en una forma perversamente inversa, del “recuento de cuerpos” de la era de Vietnam.
En una situación de guerra de guerrillas en la que no había un territorio obvio que conquistar y ninguna forma clara de establecer lo que nuestro anterior Secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, una vez llamó las “medidas” de la victoria o del éxito, era natural, como sucedió en Vietnam, que se comenzara a contar. Si no se podía conquistar una ciudad o un país, existía una cierta lógica en el pensamiento de que podría llegar la victoria si, uno por uno, se podía “obliterar” – para usar una palabra que repentinamente reapareció en las noticias – al enemigo.
A medida que se prolongaba el conflicto de Vietnam, sin embargo, continuó el recuento de cuerpos, nunca se materializó la victoria, y la guerra tomó el aspecto de una matanza, y el recuento de cuerpos (anunciado cada día en una conferencia de prensa militar en Saigón que los periodistas bautizaron “el espectáculo de las cinco de la tarde”) llegó a ser visto por cada vez más estadounidenses como una evidencia de atrocidad. Se convirtió en el símbolo del descenso a la locura en Indochina. No es sorprendente que el gobierno de Bush, que se imaginaba una vez más como conquistador de territorio, haya organizado su Guerra de Iraq de modo que careciera de tales recuentos oficiales. (El presidente describió posteriormente el proceso como sigue: “Hemos hecho un esfuerzo consciente por no ser un equipo de recuento de cuerpos.”)
Con la llegada de la estrategia de la ‘oleada’ en 2007, la frustración por la misión incumplida del presidente y su constante habla de victoria significó que había que establecer alguna otra “medida,” algún otro “parámetro,” de éxito, y resultó ser el recuento de cuerpos a la inversa. Durante el último año, de hecho, a penas la única medida de éxito pregonada regularmente en los medios dominantes ha sido la reducción del recuento de muertos. En forma inversa, sin embargo, seguía conteniendo algunos de los mismos peligros para el gobierno que su primo vietnamita.
Desde abril, los cuerpos, en cantidades en crecimiento permanente, estadounidenses e iraquíes, han estado imponiendo su retorno a las noticias como símbolos, no del éxito, sino del fracaso. Más de 1.000 iraquíes han muerto, según cálculos semi-oficiales, sólo en el último mes (y los expertos saben que esos monstruosos totales mensuales de muertos iraquíes son usualmente dramáticas subestimaciones). Se estima que cuatrocientos iraquíes, según se informa sólo en un 10% combatientes de las milicias, murieron en el ataque contra Sáder City.
También están muriendo en cantidades crecientes soldados estadounidenses en y alrededor de Bagdad. Portavoces militares de EE.UU. afirman que nada de esto representa un debilitamiento de la situación de seguridad posterior a la ‘oleada’. Como dijera el teniente general Carter Ham, director del Estado Mayor Conjunto para operaciones en el Pentágono: “Aunque es triste ver un aumento en las bajas, no pienso que sea necesariamente indicador de un cambio mayor en el entorno de operaciones. Cuando aumenta el nivel de los combates, lamentablemente la cantidad de bajas tiende a aumentar.” Esto es, desde luego, una estupidez total.
En abril, de las 51 muertes estadounidenses en Iraq , más de veinte tuvieron evidentemente lugar en la actual batalla por Sáder City o el gran Bagdad. Entre ellos había jóvenes de Portland, Mesquite, Buchanan Dam, y Fresno (Texas), Billings (Montana), Fountain (Colorado), Bakersfield (California), Mount Airy (North Carolina), y Zephyrhills (Florida) – todos a miles de kilómetros de casa. Y muchos de ellos han muerto en las circunstancias más temidas por los comandantes estadounidenses (y que durante un cierto tiempo habían pensado que habían sido evitadas) antes de la invasión de Iraq, en combates manzana por manzana, casa por casa, en la conejera de calles de una de las numerosas ciudades de tugurios de este planeta.
Para los iraquíes de Sáder City, por cierto, esto es un auténtico infierno. (“Sáder City es ahora mismo algo como una ciudad de fantasmas,” dijo Abu Haider al-Bahadili a Amit R. Paley del Washington Post. “De ser una ciudad, ha pasado a ser un campo de batalla.”) Como en todas las guerras coloniales, todas las guerras en las periferias, los “nativos” siempre mueren en cantidades enormemente mayores que las fuerzas mucho mejor armadas de ocupación o expedicionarias.
Esto es no menos verdad ahora, especialmente ya que los militares de EE.UU. han introducido sus tanques Abrams, sacado sus cohetes teleguiados de 100 kilos, y pedido mucho apoyo aéreo. Aviones, helicópteros, y aviones teleguiados Hellfire armados de misiles disparan ahora regularmente contra los vecindarios densamente poblados del barrio bajo del este de Bagdad. Como escribiera recientemente Tina Susman de Los Angeles Times: “Con muchas de las rutas principales de Sáder City salpicadas de bombas al borde de la ruta y con calles laterales demasiado estrechas para los tanques y otros vehículos pesados de EE.UU., las fuerzas estadounidenses han pasado a pedir a menudo ataques aéreos o a utilizar cohetes teleguiados para alcanzar sus objetivos.”
Enterrados bajo una cantidad de noticias de Sáder City hay informes de que ataques contra “insurgentes,” “criminales,” o “elementos criminales conocidos” (ahora chiíes, no suníes) destruyen edificios enteros, incluso hileras de edificios, y en un caso dañaron recientemente un hospital y destruyeron ambulancias. Cada día ahora, mueren civiles y extraen niños de los escombros. Es ciertamente brutal.
Y ya no tiene ningún sentido en particular, incluso según los estándares del gobierno de Bush; ni siquiera en la atmósfera posterior a la ‘oleada’, hay quien trate de encontrarle algún sentido. Ese creciente recuento de cuerpos ha eliminado, después de todo, la última medida por la cual se podía medir el “éxito” en Iraq. Incluso las pequeñas explicaciones (y, estos días, son aproximadamente las únicas que quedan) parecen cada vez más extrañas. Tomemos, por ejemplo, la retorcida explicación de quien es exactamente responsable por la devastación de Sáder City. Lo que sigue es la explicación reciente del portavoz militar, teniente coronel Steve Stover:
“’El solo peso de la responsabilidad yace sobre las espaldas de los militantes a los que no les importa nada el pueblo iraquí...’ Dijo que los milicianos atacan intencionalmente desde edificios y callejuelas de áreas densamente pobladas, esperando protegerse al ocultarse entre civiles. ‘¿Qué dice eso sobre el enemigo?... Es desalmado y malo.’”
Hay que tomar en cuenta que esto proviene del representante de unas fuerzas armadas que ahora afirman que comprenden la verdadera naturaleza de la guerra de contrainsurgencia (y, por lo tanto, de una guerra de guerrillas); y estamos habando de una milicia que en su mayor parte es de Sáder City, que libra “una guerra de supervivencia” por sus propias familias, su propia gente, contra soldados extranjeros que han saltado por sobre continentes para atacarlos. Los milicianos saderistas defienden sus hogares y, por cierto, con aviones teledirigidos Predator y helicópteros estadounidenses constantemente por sobre sus vecindarios, es bastante obvio lo que les sucedería si “salieran y combatieran” como si fueran ingenuos típicos. Simplemente los harían volar por los aires. (Por pura curiosidad, ¿qué adjetivos descriptivos utilizaría el teniente coronel Stover para capturar el estilo de combate de los pilotos de Predator que “vuelan” sus aviones teledirigidos desde una base aérea en las afueras de Las Vegas?)
A propósito, la última vez que se ha visto un combate callejero semejante, en los primeros seis meses de 2007, los militares de EE.UU. estaban expulsando a insurgentes ("al-Qaeda") de vecindarios suníes de la capital que luego fueron limpiados étnicamente aún más por milicias chiíes (incluyendo a los saderistas).
Así que, para resumir, quiero ver si tengo las cosas claras: El gobierno de Bush liberó Iraq a fin de enviar soldados de EE.UU. contra una milicia variopinta que no tiene nada que ver con el antiguo gobierno de Sadam Husein (y muchos de cuyos miembros eran, en los hechos, oprimidos por éste, como lo fueron sus dirigentes) en nombre de otro grupo de iraquíes, que han sido apoyados desde hace mucho tiempo por Irán, y... ‘uf!...
¡Um!, dejadme probar de nuevo... o, como el gobierno de Bush, pretendamos que lo hicimos.
Mientras tanto, los militares de EE.UU. han tratado de “sellar” parcialmente Sáder City y, en los vecindarios que han ocupado parcialmente con sus tropas iraquíes acompañantes, están construyendo los acostumbrados muros de hormigón, acordonando el área. Esto es realizado, según portavoces estadounidenses, para excluir a los combatientes de la milicia saderista y para despejar el camino para proyectos de “reconstrucción” de mentes y corazones del gobierno que cada cual sabe es improbable que tengan lugar.
En su momento, si se aplica el modelo previo en los vecindarios suníes, ellos y / o sus cómplices iraquíes comenzarán a ir de puerta a puerta buscando armas. Como resultado, las prisiones estadounidenses e iraquíes que supuestamente están siendo sustancialmente vaciadas – como parte de un programa de “reconciliación nacional” – de gran parte de las decenas de miles de prisioneros suníes recogidos en redadas en sus vecindarios, serán probablemente vueltas a llenar con prisioneros chiíes recogidos de un modo semejante. Una triste ironía – o una pesadilla sin sentido de la cual nadie puede despertar. Pero por favor no afirmen que tenga mucho sentido.
Como en Vietnam, cuatro décadas después, estamos contemplando una caída en gran escala hacia la locura e, indudablemente, hacia la atrocidad. En 2003, los soldados estadounidenses iban hacia Bagdad. Pensaban que tenían un objetivo, una ciudad que tomar. Ahora, no van a ninguna parte, hacia el corazón de una ciudad tugurio que no pueden retener en una guerra de guerrillas en la que la toma de territorio y la ocupación de vecindarios no tienen esencialmente nada que ver. Van hacia el olvido, mientras tratan de ganar corazones y mentes disparando misiles contra casas y encerrando a la gente tras gigantescos muros que despedazan familias y comunidades, mientras destruyen sus medios de subsistencia.
Oh, y ya que estamos, bienvenida sea “la próxima guerra,” la guerra en las ciudades de tugurios del planeta.
“No hay estrategias de salida”
¿Recordáis como el policía imperial del globo, su Nueva Roma, iba a blandir su poder militar no superado yendo de país en país, utilizando ataques relámpago y tácticas de pavor-y-choque? Hablamos del pasado, ahora inimaginablemente distante, de tal vez 2002 y 2003. Afganistán había sido “liberado” en cosa de semanas; el “cambio de régimen” en Iraq iba a ser un “paseo,” y después se procedería a reordenar aquello
que los neoconservadores gustaban de llamar “el Gran Oriente Próximo.” Ninguna persona de importancia hablaba de una prolongada guerra de guerrillas; tampoco se decía nada sobre contrainsurgencia (ni, como en la Doctrina Powell, de salidas). Los militares de EE.UU. iban a entrar en Iraq rápido y duro, triunfar en poco tiempo, y luego, desde luego, a quedarse. En realidad, nativos eternamente agradecidos los saludarían con los brazos abiertos y prácticamente implorarían que les sirvieran de guarnición.
Cada una de esas suposiciones sobre el nuevo modo de guerra estadounidense era absurda, incluso en aquel entonces. Por lo menos, el problema debería haber sido obvio una vez que los generales estadounidenses llegaron a Bagdad y se sentaron ante una mesa de mármol en uno de los palacios súper-ornamentados de Sadam Husein, sonriendo para una instantánea victoriosa – sin ninguna evidencia de un enemigo derrotado al otro lado de la mesa para firmar un conjunto de documentos de rendición. Si hubiese sido una campaña normal y un obvio triunfo imperial, ¿dónde estaba el otro lado? ¿Dónde estaban los que habían derrotado? Lo próximo que se supo es que los estadounidenses estaban imprimiendo paquetes de naipes con las caras de la mayoría de los compinches desaparecidos de Sadam.
Bueno, eso fue entonces. Ahora, feroces versiones de una guerra de guerrillas han migrado a las estrechas calles de los distritos más pobres de Bagdad y, en Afganistán, se acercan cada vez más a la capital afgana, Kabul. E incluso a pesar de que “la última guerra” en Iraq no tiene fin (para que las tropas puedan ser transferidas a una guerra aún más antigua en Afganistán que, ahora, se sale de control), algunos en el Pentágono piensan no en como salirse, sino en como entrar. Están meditando sobre “la próxima guerra.”
Pensando en eso, el Secretario de Defensa Robert Gates hizo recientemente dos discursos punzantes: uno en la Base Maxwell-Gunter de la Fuerza Aérea, el otro en West Point, expresando en cada uno su frustración por la lentitud con la que las fuerzas armadas se adaptan a un planeta de contrainsurgencia y a la planificación para la próxima guerra.
Ahora bien, no hay absolutamente nada ilógico si los militares de un país se preparan para futuras guerras. Para eso existen y cada país tiene derecho a defenderse. Pero es algo distinto si se preparan para futuras “guerras por decisión propia” (las que solían ser llamadas guerras de agresión) – para la(s) próxima(s) guerra(s) en lo que el Secretario de Defensa de EE.UU. ahora llama “el patrimonio común global del Siglo XXI.” Con eso, quiere decir no sólo el planeta Tierra en su totalidad, sino también “el espacio y el ciberespacio.” Resulta que para los militares estadounidenses, la planificación para una futura “defensa” de EE.UU. significa planificar una contrainsurgencia planetaria que llega más allá del horizonte. Ciertamente será una versión mejorada, con unas fuerzas armadas que, como dice Gates, ya no serán una “versión menor de la fuerza de la Brecha del Fulda,” una planicie alemana que los militares de EE.UU. esperaban en esos días que serviría para una batalla en gran escala contra las fuerzas soviéticas que invadirían Europa.
Por lo tanto, el secretario de defensa pide más capacitación en idiomas extranjeros, una mejor “cultura expedicionaria,” y más edificación de la nación – todo esa historia de “corazones y mentes.” En esencia, acepta que el futuro de la guerra estadounidense estará, ciertamente en las ciudades Sáder y en las aldeas afganas del planeta; o, como dice, que “los campos de batalla asimétricos del Siglo XXI” serán “el entorno de combate dominante en las décadas por venir.” Y la reacción de EE.UU. será por cierto la alta tecnología – todos esos vehículos aéreos sin piloto de los que no para de hablar.
Gates describe nuestro futuro bélico como sigue: “Lo que ha sido llamado la ‘Guerra Prolongada’ [es decir la Guerra contra el Terror de Bush, incluyendo las guerras en Afganistán e Iraq] significará probablemente muchos años de combate persistente, comprometido, en todo el mundo en diferentes grados de tamaño e intensidad. No es posible apartar con el pensamiento esta campaña generacional o colocarla en un itinerario. No hay estrategias de salida.”
“No hay estrategias de salida.” Es una línea que hay que saborear un poco. Es un modo fino de decir que es probable que los militares de EE.UU. estén en una, dos, muchas, Sáder Cities durante mucho tiempo por venir. Es la genial visión de Gates como secretario de defensa, y su reacción es instar a los militares a planificar para más y mejor de lo mismo. Para esto le damos al Pentágono casi un billón de dólares al año.
La ironía es que, en ambos discursos, Gates elogia el pensamiento lateral en las fuerzas armadas, y las llama a “pensar inconvencionalmente.” Sin embargo, sus propios pensamientos no podrían ser más convencionales, imperiales, o potencialmente desastrosos. En pocas palabras: Si la misión es orientarse hacia la locura, hay que redoblar la misión. Introducir aún más aviones teledirigidos cuyos misiles ya son tan populares en Sáder City. Es un pensamiento brillantemente prosaico, basado en la suposición de que el “patrimonio común global” debiera ser de EE.UU. y que la “próxima guerra” será de EE.UU., y la que venga después, y suma y sigue.
Pero yo no apostaría a que sea así. John McCain fue bastante atacado por decir que, en cuanto a su persona, los soldados estadounidenses debieran quedarse en Iraq “durante 100 años... mientras estadounidenses no sean heridos, dañados o muertos.” Nuestro actual secretario de defensa, un “realista” en un gobierno de estrafalarios soñadores y jugadores ineptos, acaba de votar por más y mejores Sáder Cities. En una versión del Pentágono de una vieja consigna maoísta: ¡Que florezcan cien luchas de guerrillas en los barrios bajos!
Es una receta para empantanarse en semejantes guerras durante 100 años – con pilas cada vez más altas de muertos. No es sorprendente que algunos de los máximos mandamases militares, a los que Gates critica por su inercia burocrática, se hayan mostrado poco entusiastas. No quieren pasar el resto de sus carreras librando guerras desesperanzadas en Sáder City o su equivalente. ¿A quién le gustaría?
El resto de nosotros debiera sentirse de la misma manera. Cada vez que se escucha la frase “la próxima guerra” – y los periodistas ya la adoran – habría que sobresaltarse. Significa guerra interminable, guerra eterna, y es el camino hacia la locura.
Vietnam… Iraq… Afganistán… ¿No bastan ya los ejemplos de operaciones estadounidenses de contrainsurgencia en nuestro haber? Evidentemente es lo que piensa el pueblo estadounidense. Desde hace un cierto tiempo, importantes mayorías han querido que salgamos de Bagdad, salgamos de Iraq. Totalmente. En un importante sondeo que acaba de ser publicado por la influyente revista Foreign Affairs, mayorías similares han “votado,” esencialmente, por la desmilitarización de la política exterior de EE.UU. En sus respuestas, presentan un enfoque bastante diferente de cómo EE.UU. debería operar en el mundo. Según el periodista Jim Lobe, un 69% de los encuestados cree que “el gobierno de EE.UU. debiera poner más énfasis en los instrumentos diplomáticos y económicos de política exterior en la lucha contra el terrorismo,” no en “esfuerzos militares.” (Un sesenta y cinco por ciento cree que EE.UU. debería retirar todas sus tropas de Iraq “de inmediato” o “durante los próximos doce meses.”) Pero, desde luego, ninguna persona importante los escucha.
Y. sin embargo, hasta un imperialista debiera desear el abandono del camino a Sáder City. Es el camino al infierno y está pavimentado con las peores intenciones.
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Tom Engelhardt dirige “Nation Institute’s Tomdispatch.com, es el cofundador del American Empire Project (http://www.americanempireproject.com/). Ha actualizado su libro: “The End of Victory Culture” (University of Massachussetts Press) y hay una nueva edición que aborda la victoria de la cultura de la guerra de tierra quemada y sus secuelas en Iraq.
[Nota de gracias: Ensayos como éste son sólo posibles porque puedo utilizar el trabajo preliminar de otros sitios en la Red, especialmente, en este caso (como en muchos otros), de Informed Comment de Juan Cole, Antiwar.com, The War in Context de Paul Woodward, y Cursor.org.]Copyright 2008 Tom Engelhardt