09 mayo 2008

OLMERT ANUNCIA QUE DIMITIRÁ SI ES ACUSADO DE ACEPTAR SOBORNOS





TODO: La alegría que se ha visto estos días por las ciudades de Israel ha sido una euforia de parrillas al aire libre, día feriado, pocos vehículos con banderas, apatía, aburrimiento y aturdimiento. Ministros acusados de ladrones, adoradores de "la cometa", opresores de otro pueblo,corruptos, desde un reciente presidente hasta el primer ministro en funciones, el anterior ministro de economía, culpables de aventurerismo e invadir el Líbano, terroristas de estado y asesisnos de niños y civiles inocentes en Gaza. Casi nada... (A.A.)

LAURA L. CARO. CORRESPONSAL. JERUSALÉN

Ni en su peor pesadilla podría haber imaginado el primer ministro de Israel que su discurso en el Día del 60 Aniversario de la Independencia sería para defenderse, abochornado y tenso, de una acusación de soborno. Y menos para anunciar que renunciará si llegan a formalizarse cargos contra él, un supuesto que abriría la puerta a su sustitución, —la ministra de Exteriores, Tzipi Livni, ganaba en todas las quinielas—, o a unas elecciones anticipadas.
Concluidos los fastos de la gran jornada del cumpleaños, a punto de recibir en Jerusalén a George Bush, Ehud Olmert comparecía para reconocer lo que la prensa venía insinuando días atrás, a pesar de la orden de secreto impuesta por la Justicia: que recibió dinero de un empresario americano. Pero sobre todo, el jefe del Gobierno judío se esforzaba por convencer de que tomó las cantidades, —estimadas en cientos de miles de dólares—, en calidad de donaciones limpias y legales para sus campañas políticas a la Alcaldía de la Ciudad Santa en 1999 y 2002, y que ni un solo céntimo fue a parar a su uso personal.
«Ciudadanos de Israel, os miro a los ojos y os digo sin dudar que nunca he aceptado un soborno, ni me he metido en el bolsillo dinero ilegal. Aunque la ley no me lo exige, dimitiré de mi cargo si el Fiscal General decide procesarme». Eran las palabras que el primer ministro pronunciaba en rueda de prensa horas después de que la Corte de Tel Aviv resolviera levantar parcialmente el mandato de silencio sobre el interrogatorio al que fue sometido el pasado viernes. Quebrado el martes por el New York Post, que ya adelantó el nombre del presunto benefactor, Morris Talansky, un acaudalado empresario de Long Island, cuyo nombre supuestamente aparece repetidas veces con el seudónimo de «the laundry man» (el hombre de la lavandería) en los libros de negocios financieros que cuidadosamente llevaba su jefa de gabinete durante 25 años de Ehud Olmert, Shula Zaken. Ella permanece bajo arresto domiciliario tras negarse a declarar ante la Policía cuatro veces, la última el día 6.
Si recibió sobornos de Talansky, nada ha trascendido acerca de en qué pudo favorecer a tan generoso amigo. El diario israelí Haaretz, deseoso de desvelar los detalles, indicaba anoche que las sumas de dinero siguieron llegando cuando Olmert era ministro de Industria y que se investiga si el sospechoso recibió «otros fondos». Y que no supo explicar dónde fueron a parar los generosos dólares de Talansky cuando le preguntó la Policía.

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