Así es cómo nos gustan nuestros líderes, llamando a los reservistas mientras envían a los pilotos a bombardear a nuestro enemigo y manifiestan la unidad nacional.
Por Amira Hass
Este no es el momento de hablar de ética, pero sí de inteligencia. Quienquiera que dio las instrucciones para enviar a 100 de nuestros aviones, pilotados por los mejores de nuestros muchachos, a bombardear y ametrallar los blancos enemigos en Gaza están familiarizados con las numerosas escuelas adyacentes a los blancos establecidos, especialmente de las estaciones policiales. También supo que exactamente a las 11.30 de la mañana de un sábado, durante el ataque sorpresa al enemigo, todos los niños de la Franja estarían en las calles -unos, luego de terminar las clases de la mañana; los otros, dirigiéndose a ellas para el curso de la tarde.
Este no es el momento de hablar de respuestas proporcionales, ni tampoco de las encuestas que auguran a los arquitectos de la misión una mayor porción de bancas en la Knesset (Parlamento). Este es el momento de hablar de la fe de los votantes que creen que la misión tendrá éxito, que los golpes han sido precisos y que los blancos estaban justificados.
Por ejemplo, tomemos la mezquita Imad Aqel, del campamento de refugiados de Jabalya, bombardeada y ametrallada poco antes de la medianoche del domingo. Estos son los nombres de la gloriosa victoria militar que logramos allí: Jawaher, de 4 años; Dina, de 8; Sahar, de12; Ikram, de 14, y Tahrir, de 17, todas ellas hermanas de la familia Ba'lousha, que fueron matadas en un ataque "preciso" a la mezquita. Fueron heridas otras hermanas, un hermano de 2 años y sus padres. Veinticuatro vecinos resultaron heridos y cinco casas y tres negocios fueron destruidos. Esta parte de la victoria militar no abrió las transmisiiones de nuestra televisión o de los noticieros de radio ayer por la mañana, ni tampoco aparecieron en muchos de los sitios web de noticias de Israel.
Este es el momento de hablar sobre los detallados mapas en manos de los comandantes militares y sobre los asesores de la inteligencia militar que conocen la distancia exacta entre la mezquita y las casas cercanas. Este es el momento de discutir sobre los dispositivos de observación y las cámaras que flotan día y noche sobre la Franja, filmándolo todo.
Este es el momento para que los consejeros legales que analizan la operación encuentren las palabras precisas para justificar el "daño colateral". Es el momento de alabar al vocero del Ministerio de Relaciones Exteriores, que con su elegancia sudafricana y su encantador acento parisino dirá que la culpa es de Hamas, que usa las mezquitas del barrio para sus propios propósitos.
Hablar de doble moral siempre ha sido discutible. Tal vez había un depósito de armas en la mezquita. Tal vez los militantes de las Brigadas de los Mártires de Al-Aqsa se encontraran allí todas las noches y desde allí planeaban el lanzamiento de sus ataques.
¿Dónde está el jefe del Estado Mayor del Ejército cuando prepara sus planes de guerra? No en el Sahara, ni siquiera en el Negev. ¿Qué pasaría si alguien se inmola a la entrada de la cinemateca de Tel Aviv y aquellos que lo enviaron dijeran, afligidos, que el suicida se dirigía calle abajo, hacia el Ministerio de la Defensa?
Este no es el momento para recordar las lecciones de la historia largamente olvidadas para decir que ésta no es la manera de derrocar a un gobierno. Ni es el momento para hacer recomendaciones racionales sobre las habilidades de nuestros hombres de estado. El momento para esas cosas ha pasado, junto con el Nuevo Orden que alguna vez nosotros, arrogantemente, intentamos establecer en el Líbano y ello nos trajo a Hezbollah. Igual que los planes de nuestros orientalistas para reducir la popularidad de la OLP sólo sirvió para que emergiera un movimiento nacionalista islámico militante.
El momento para esas recomendaciones ha pasado, junto con la toma de tierras palestinas y la construcción hiperactiva de asentamientos en la era de Oslo que sólo puso la piedra angular para la Segunda Intifada y la caída de Al-Fatah.
La era de la razón y el juicio se murió hace tiempo, incluso antes de los asesinatos selectivos de activistas de Al-Fatah en Cisjordania, que pronto se convirtieron en ataques con disparos contra soldados y la emergencia de otros pocos miles de jóvenes tomando las armas, por no mencionar el fenómeno de los bombarderos suicidas.
Nunca es el momento correcto para decir "nosotros se lo dijimos", porque cuando uno lo dice esas palabras ya no son válidas. No podemos reavivar a los muertos, ni reparar los daños causados por la arrogancia y la megalomanía.
Es el momento de hablar de nuestra propia satisfacción y goce. La satisfacción de los tanques poniéndose en marcha una vez más para un ataque demoledor, la satisfacción de nuestros líderes amenazando con el dedo al enemigo. Así es cómo nos gustan nuestros líderes, llamando a los reservistas mientras envían a los pilotos a bombardear a nuestro enemigo y manifestien la unidad nacional. De Baruch Marzel a Tzipi Livni, de Netanyahu a Barak y a Lieberman.
La fuente: La autora es periodista del diario Haaretz (Tel Aviv, Israel).La traducción del inglés pertenece a Ana Der para elcorresponsal.com.
2 comentarios:
Como narradora,una vez, una tallerista me dijo: cuando quieras expresar algo y llegue al otro,lno tomes la historia globalmente, busca el centro, el eje, como una cámara de foto. Y Amira hizo eso, humanizó la nota. No dijo que se atacó el campamento de refugiados de Jabalya,fue más allá y dió el nombre de Jawaher, Dina, Sahar, Ikram , niños..y de un lado y otro parecen tener argumentos pero la muerte de inocentes, quede claro,no son simples daños colaterales. Ojalá priorice la razón,ojalá no muera ni la esperanza ni la palabra.
Liliana Chavez
Muy pesimiesta el arículo.Lo es la realidad.
Podrá la palabra contra los tanques?¿ Podrá la inteligencia detener los asesinatos?
Me uno a la esperanza de Liliana.
MARITA RAGOZZA
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