16 enero 2008

Un ataque israelí en Gaza con al menos 19 muertos sacude el incipiente proceso de paz


LAURA L. CARO CORRESPONSAL. JERUSALÉN.

El quebradizo proceso de paz forzado entre israelíes y palestinos por empuje de los Estados Unidos se tambaleaba ayer sacudido por el mayor baño de sangre registrado en Gaza desde noviembre de 2006. Con las banderas que sirvieron para recibir a George Bush todavía ondeando en las principales arterias de Israel, y sólo cuatro días después de su viaje en el que dio luz verde a Israel para abatir a Hamás, los tanques hebreos, apoyados por helicópteros apache, perpetraban en el lado este de la franja una mortífera operación de 12 horas de duración a la caza -palabras del Ejército- de «infraestructura terrorista», que acabó con la vida de al menos19 palestinos. Entre ellos varios civiles, aunque la mayoría eran milicianos del partido islamista, incluido Hussam Al Zahar, de 24 años. El hijo menor del que fuera uno de los miembros fundadores de Hamás y hoy poderoso líder del ala más radical de la organización, Mahmud Al Zahar, quien acusó al presidente norteamericano de la masacre y juró venganza.
Por «la visita de Bush»
«Esta escalada sionista es resultado natural de la visita de Bush -clamó-, lo que quieren Abu Mazen y sus secuaces, los colaboradores de Israel, y desde aquí les digo: hoy están matando a nuestros hijos, mañana nosotros mataremos a los suyos». Y añadía: «Responderemos con el único lenguaje que entienden». Horas después, 14 cohetes Kassam impactarían en la ciudad judía de Sderot, hiriendo a cinco personas. Mahmud Al Zahar hablaba en la morgue, sosteniendo entre las manos un pañuelo manchado con la sangre de su vástago, mientras en el hospital de Shifa se agolpaban hasta 50 heridos, muchos con los miembros mutilados y daños tan graves que el doctor Moaiaya Hassanain, del Ministerio de Sanidad palestino, difundió la sospecha de que Israel había utilizado letales «bombas flechette» en su carga. Proyectiles antipersonas preñados de miles de dardos capaces de golpear como balas.
El terremoto de violencia en la franja coincidía con la muerte en el kibutz judío Ein Hashlosha, a escasos 100 metros de la barrera que separa Gaza de Israel, de un joven ecuatoriano, que fue alcanzado en la espalda por el disparo de un francotirador palestino mientras instalaba canalizaciones de agua. Hamás se atribuiría a autoría del asesinato, lo que en la mañana aciaga de ayer acabaría cargando de argumentos a Israel en su ofensiva. «No nos queda otro remedio más que responder y frenar esto», advertía el presidente hebreo, Simon Peres.
En Ramala, las alarmas saltaban para el presidente palestino, Mahmud Abbás. «Lo que ocurrió hoy es una masacre, una matanza contra el pueblo palestino. Nuestro pueblo no puede dejar pasar estas masacres en silencio... estas masacres no pueden conducir a la paz», clamaba el jefe de la Autoridad Palestina, aunque sin hacer mención a un posible fin de las conversaciones con Israel que, desde Gaza, exigía otra vez el depuesto primer ministro de Hamás, Ismail Haniye. Tampoco lo hacía el negociador jefe de Abbás, Ahmed Qureia, que se limitó a advertir que, de continuar la violencia, el diálogo emprendido, y reavivado el lunes mismo con la primera discusión en siete años con los judíos sobre asuntos cruciales como las fronteras o el estatus de Jerusalén, acabaría «sin sentido».
Apenas 24 horas antes de la ofensiva, el primer ministro hebreo, Ehud Olmert, había desaconsejado en el Parlamento lanzar -«por ahora», dijo- una operación masiva en Gaza. No obstante, en la recámara del Gobierno israelí pesa el asentimiento dado por George W. Bush para que el Ejército judío emprenda acciones militares en la franja dirigidas a «rescatar» de manos de Hamás este territorio, necesario para forjar el Estado Palestino que el presidente de los Estados Unidos quiere lograr antes del fin de su mandato. La dosificación de este plan en fases es responsabilidad del ministro de Defensa, Ehud Barak.
Según fuentes consultadas por este diario, Bush ha impuesto condiciones, entre ellas minimizar las bajas entre civiles y que el operativo se dedique básicamente a «limpiar» la franja de «terroristas» de forma selectiva, preparando el terreno para entregar posteriormente Gaza a la Autoridad de Mahmud Abbás, que sería la encargada de hacerse con el control de la zona. Esta cláusula habría sido incorporada tras la entrevista entre Bush y Abbás el día 10 en Ramala.

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