La cuenta impaga *
Andrés Aldao
Es muy duro escribir acerca de crímenes. Y de las consecuencias de esos crímenes. Sobre todo si esos hechos ocurrieron en un período histórico tan reciente. Cuando la impunidad, aún, se regocija con el dolor de los otros. De los reprimidos y los muertos. De los desaparecidos, que no han merecido la triste paz de una tumba, y sus familiares, que no han hallado el simple consuelo de una memoria con nombre y apellido.
Las condenas morales no sirven. Son una gratificación, una especie de condecoración de hojalata, interpolada con disimulo y aprovechando la abulia que a veces desarma la vigilia del sector contestatario de la sociedad.
Escribir sobre ese período, pues, no me resultó fácil. Hay mucho luto, muchas tragedias, muchas muertes. Millares de víctimas padecen, aún, la cobardía de los asesinos que los desaparecieron. Los crímenes son la cuenta pendiente, el capítulo no terminado, la deuda impaga. Por eso los familiares, los protagonistas sobrevivientes, los amigos y la sociedad, no pueden ni deben “cerrar la causa”. Los asesinos prosiguen su vida, paseándose entre los recovecos de la Argentina posproceso. Las molestias son mínimas y muchos de los ejecutores permanecen en las tinieblas del anonimato. Acariciando cabecitas de criaturas; sonriendo a los vecinos; haciendo compras en los supermercados; almorzando los fines de semana con toda la familia. Una existencia pastoral, idílica y conmovedora. Las manos perjuras, salpicadas de sangre y horror, reciben el tratamiento de costosas manicuras. Y el mundo sigue andando.
La visión de mis relatos es antitriunfalista, con personajes de carne y miedo, imbuídos de heroísmo, llanto, delirio y tragedia, arrojados irresponsablemente a la aventura de una muerte atroz, anónima y solitaria, o víctimas del funesto plan de represión diseñado por la inteligencia militar y ejecutado en gran medida por los infiltrados de los servicios vestidos con ropaje activista.
Cada uno de estos relatos ha sido para mí un desgarro muy profundo. Como “La Huída”, que recrea mi experiencia personal; el joven militante de “Madre Orga”, que deambula entre el miedo físico, el temor a la muerte, y el sentimiento de culpa que le generaban los compañeros caídos; el pequeño botija uruguayo (“Y entonces entraron esos hombres”), víctima del horror e inocente de toda inocencia; los dos viejos de “La sospecha”, lastimados por los fariseos del martirologio sacralizado, porque el hijo (“.un pendejo de 17 años”) no pudo soportar los tormentos que le infligieron sus victimarios; el cinismo oportunista de ese profesor que se montó en la gratuidad trepadora del escalafón social, pisoteando a los centenares de colegas perseguidos, exiliados o muertos, e incapaz de brindarle a su mujer “Tan sólo una flor”. Y finalmente está Euzkadi Baztarrica, el Vasco huraño de “El Ajuste”, que perdió a su hermano y renegó de la fe militarista, que tiene desaparecida a esa novia adolescente con la cual pateaba piedritas en la antológica plaza Irlanda de Caballito, que afronta un destierro que los años han convertido en voluntario y desgarrador al mismo tiempo, porque su vida transitaba en los páramos de la nostalgia partida por un navajazo que le hurtó tantas mañanas y noches, extrañado de su mundo cotidiano; arrojado de su cultura a las fauces de la adversidad. Fingía una aclimatación que le curtía el epitelio, pero un lacerante desgarro penetraba en su profunda soledad, en su ser más íntimo, desgajado de los amigos, la música y los aromas de su ciudad,. Y de la poesía y el policromo sabor de una urbe que ya no sería jamás la misma. Que sentía como suya, desoladoramente propia; y sin embargo extraña, inmisericorde y lejana. Ese Vasco, gladiador solitario que pretendió redimir a los muertos, a los torturados, a los hijos sin padres, a los padres sin hijos, a las abuelas y abuelos que han perdido a sus nietos, no importa si su ajuste solitario es válido, si trasciende o no. Porque esas balas que le “atravesaron” la vida a uno de los asesinos, es todo un símbolo y genera un comprensible bienestar. Porque asesinos como esos no merecen disfrutar las tibiezas de la vida cotidiana.
Los relatos no buscan adhesiones o aplausos: tan sólo compartir un momento de dolor con la gente que vivió la tragedia latinoamericana. Pero quise hacerlo sin máscaras ni falsedades. Rescatando a las víctimas, pero sin dejar de condenar a aquellos que pensaron en el acto revolucionario como una misión de delirio y muerte, o denunciar a los Firmenich y su guardia pretoriana, primos hermanos y compinches de Videla, Massera, Suárez Mason, Menéndez, Bussi y toda la carroña militar que ha sobrevivido gracias a los políticos, que han querido cerrar, sin honra, el nefando período que comenzó con López Rega (gracias al acto senil y final del Viejo). Sé muy bien que mi auto de fe no es atractivo ni triunfalista, ni va a concitar las simpatías de los delirantes, o los que desenfundan el dedo fácil de la crítica tóxica. No procuro complacer a nadie. Odio las medias tintas. En esta época sin principios puedo asegurar que éstos, los principios,el exilio irrevocable y una conducta limpia, son mis únicos bienes. •
Andrés Aldao • junio 10, 1998
* Este prólogo, escrito hace una década, lo rubrico sin agregados ni correcciones (A.A., septiembre, 2007
Editor: Andrés Aldao - Boletín de noticias y comentarios. Si no lees los diarios no estás informado, y si lo lees estás mal informado Una versión distinta de los hechos en el mundo. ¡DIFUNDILO!
10 diciembre 2008
Juan Gelman escribe contra “los organizadores del olvido”

“El infierno no termina al cerrarse las puertas del campo de concentración”
El Ministerio de Cultura español promovió el Primer Encuentro Internacional de Memoria Histórica en la Universidad de Salamanca, la misma donde Miguel de Unamuno enfrentó al dirigente franquista Millán de Astray cuando éste entró a los claustros pistola en mano gritando “Viva la muerte, abajo la inteligencia”.
En esa reunión, de la que participaron delegaciones de Chile, Argentina, República Dominicana, Portugal y Alemania, el poeta y columnista de Página/12 fue el encargado de realizar la conferencia inaugural sobre “el imperativo moral de la memoria colectiva”.
Por Juan Gelman
9 de diciembre de 2008
Soy padre de un hijo de 20 años secuestrado, torturado, asesinado en 1976 por la más reciente dictadura militar argentina, que también desapareció sus restos. Fueron hallados, gracias a la infatigable labor del Equipo Argentino de Antropología Forense, 13 años después. Soy suegro de su esposa, secuestrada cuando tenía 19 años, trasladada de Buenos Aires a Montevideo encinta de ocho meses y medio y asesinada por la dictadura militar uruguaya dos meses después de dar a luz. Sigue desaparecida y su hija fue entregada a un policía de matrimonio estéril.
Soy abuelo de una nieta de la que me robaron sus primeros 23 años de vida y que mi mujer, Mara La Madrid, que no es la madre de mis hijos, y yo buscamos y encontramos al cabo de una larga investigación. Nada de esto hubiera sido posible sin el testimonio oral de sobrevivientes uruguayos y argentinos, sin expedientes judiciales y aun militares, sin ese archivo tan particular que es el Banco de Datos Sanguíneos de Familiares de Desaparecidos del Hospital Durand de Buenos Aires, sin una campaña internacional de denuncia que tuvo la solidaridad de decenas de miles de poetas, escritores, artistas y gente de a pie de 122 países, sin libros, sin documentos, sin Internet, sin videos y, sobre todo, sin la voluntad imperiosa de encontrar la verdad.
Hablo desde la experiencia argentina. ¿Por dónde empezar? ¿Por la madre de un desaparecido que año tras año y día tras día arreglaba el cuarto de su hijo y a la noche le preparaba la sopa que él solía tomar al regreso del trabajo? La sopa se enfriaba en la mesa sin remedio. ¿Por el sueño de la hija de una desaparecida? Este sueño: “Mamá vive en el departamento de la calle 47. Voy a visitarla. Tengo miedo de que me abrace y al hacerlo se convierta en fantasma”.
Ha pasado mucho tiempo desde la desaparición de ese hijo y de esa madre, pero no hay final del duelo todavía.
No lo habrá mientras no se encuentren sus restos y descansen en un lugar de recuerdo y homenaje.
No lo habrá mientras esa madre y esa hija no sepan toda la verdad sobre su sufrimiento.
No lo habrá mientras esa verdad no conduzca a la Justicia.
El infierno no termina cuando se cierran las puertas del campo de concentración y los hornos se apagan: hace un cuarto de siglo que cesó el infierno militar en la Argentina y centenares de miles de personas –hijos, padres, hermanos, familiares, amigos de los desaparecidos– viven esa segunda parte del infierno que crepita en la memoria y no hay modo de apagar.
“Desde entonces, a una hora incierta/esa agonía vuelve/y hasta que mi cuento espantoso sea contado/mi corazón sigue quemándose en mí”, dice el viejo marinero de un poema de Coleridge que recordó Primo Levi. Para muchos argentinos, uruguayos, chilenos, centroamericanos y nacionales de tantas otras latitudes del mundo esa estrofa poética es vida real y quema cada día.
“En nuestro país el olvido corre más ligero que la Historia”, dijo el escritor Adolfo Bioy Casares. Pues no sólo en la Argentina. Desaparecen los dictadores de la escena y aparecen inmediatamente los organizadores del olvido.
“¿Para qué renovar las penas? –dice Ismene a Edipo–. El dolor se sufre al recibir las penas y se vuelve a sufrir al recordarlas.”
El Día de Muertos, el pueblo mexicano acude a los cementerios, se sienta alrededor de sus difuntos, toca la guitarra y les canta, les pide que sigan muriendo en paz y que dejen en paz a los vivos para que los recuerden sin terrores.
Pero los familiares de los desaparecidos no tienen dónde hablarles y ellos son fantasmas inciertos que vuelven a doler en la memoria.
“Los padres quedaron sin hijos y no terminan sus quejas. Conocen al fin cuál es el dolor total sin remedio”, dice Esquilo.
¿Cada recuerdo trae un dolor que se amontona, capa sobre capa, y se convierte en una geología del dolor?
¿Es posible dialogar con el dolor, fingir que tiene rostro y que no es una potencia que viene y va y protesta contra la muerte del ser querido y le da cuerpo y la afirma negándola?
¿La locura sería la última puerta del dolor, una manera de convertirse en dolor para no padecerlo y desaparecer en el dolor? ¿No será ésa una forma de fundirse con la víctima y así morir con ella?
Los familiares de los desaparecidos están en otro lugar. “Un loco, solamente un loco que perdió la mente olvidar puede la muerte de su padre”, dice Electra. O la muerte de un hijo. No es ésa la locura de los familiares: su única “locura” consiste en exigir verdad para las víctimas y justicia para los victimarios.
Es un camino lleno de obstáculos con los que se tropieza día a día. Los comisarios del olvido tienen recursos y conocen su trabajo.
Un pacto de silencio sella la boca de los militares argentinos, con pocas excepciones. Cuando sus camaradas conocen que alguno está dispuesto a hablar, lo callan con una buena dosis de cianuro: le ocurrió al prefecto naval Héctor Febres, a punto de ser condenado por los crímenes que cometió durante la dictadura militar. O desaparecen a testigos importantes de los juicios por delitos de lesa humanidad, como desaparecieron a Julio López, para agitar el miedo en las víctimas testimoniantes.
La policía facilita la huida del represor atrapado o quema archivos de sus operaciones.
La jerarquía de la Iglesia Católica argentina que, a diferencia de la chilena, santificó la matanza –un obispo del Vicariato llegó a decir “cuando hay derramamiento de sangre, hay redención”–, la jerarquía de la Iglesia Católica argentina, que ordenó tranquilizar a militares desasosegados porque venían de tirar prisioneros vivos al océano, se niega a abrir sus muy prolijos archivos de la época, que permitirían recuperar al menos los restos de numerosos desaparecidos.
Ciertos jueces, ciertos fiscales y ciertas instancias judiciales como la Corte de Casación argentina encajonan procesos contra los represores, quienes pueden quedar en libertad por la falta de sentencia.
Y lo peor, verdaderamente lo peor, es la perversión que mancha a sectores políticos y sociales que, de un modo o de otro, por acción o por omisión, fueron cómplices de la matanza y callan lo que saben y niegan al Otro lo que saben.
Y luego, por qué omitirlo, la actitud pasiva de ciertos familiares que, ante todo por falta de medios, y luego por desánimo, cansancio, resignación, desesperanza o temor, todavía temor, depositan su no hacer en los organismos de derechos humanos.
Y también, por qué omitirlo, ciertos organismos argentinos de derechos humanos que burocratizan el dolor o militan contra la búsqueda de los restos de los desaparecidos “para que sigan con sus compañeritos”. Así hacen tabla rasa de la historia personal de las víctimas y del lugar que ocuparon en la historia. Es la continuidad civil, bajo otras formas, del pensamiento militar.
La voluntad de corregir la memoria, como es notorio, viene de muy lejos.
En el siglo V antes de Cristo, la sangrienta oligarquía de los Treinta prohibió en Atenas por decreto recordar la derrota militar que le infligiera Esparta. Cada ciudadano fue obligado a pronunciar el juramento “No recordaré las desgracias”. Pasan los siglos y los vencedores siguen reorganizando el pasado a voluntad.
En el año de gracia de 1040 el monje Arnold von Saint Emmeram explicaba así el método que había elegido para escribir la historia del ducado de Baviera: “No sólo es pertinente que las nuevas cosas modifiquen las viejas; también es correcto, si las viejas son desordenadas, el de-secharlas por completo, e incluso, aunque estén bien ordenadas pero sean poco útiles, el enterrarlas con reverencia”.
La voz de los vencidos es “desordenada y poco útil” en los manuales de historia al uso, cuyo marco de referencia esencial es el Estado. Numerosas víctimas de crímenes contra la humanidad fueron y son carne de olvido, “ese acuerdo con aquello que se oculta”, al decir de Blanchot.
Los que falsifican la historia así, falsifican la vida y están presentes y activas las antiguas herencias de nuestra tan moderna, o posmoderna, civilización occidental, en la que los extraordinarios avances tecnológicos conviven o malviven codo a codo con genocidios nunca vistos.
Proliferan las teorías sobre la historia como relato y otras sobre todo lo contrario. De lo primero hay pruebas más que suficientes, algunas francamente ridículas. La historia del Partido Comunista soviético ha sufrido continuos liftings con el correr del tiempo y se convirtió en un acto de predicción del pasado. Es famosa la fotografía del estado mayor bolchevique tomada días después del triunfo de la Revolución Rusa, con Lenin en el centro, a su derecha una escalera y luego Stalin. El lugar de la escalera lo ocupaba Trotski, excomulgado por el Termidor stalinista. El acto tiene pretensiones mágicas y la voluntad de abolir la historia. De ahí la importancia fundamental de los archivos de la memoria. De ahí la importancia fundamental de esta reunión. La pretensión de mutilar la memoria cívica de todos los días corrompe su salud y despeja el camino a nuevos autoritarismos.
El imperativo moral de la memoria colectiva tiene hoy más urgencia que nunca y no faltaron en la Argentina y en otros países quienes entendieron esto muy temprano y crearon y ordenaron personalmente, sin apoyo oficial alguno y movidos por su moral ciudadana, informaciones utilísimas que se pueden ver por Internet.
Estos archivos contribuyen a deshacer las artimañas de los asesinos de la memoria, como ésas que pretenden que no hubo cámaras de gas y que el primer pueblo ocupado por el nazismo fue el pueblo alemán.
Si queremos que la barbarie no se repita y pase al reino del nunca más, no deberían, creo, ser archivos mudos para la sociedad civil y viceversa: habría que acercar sus contenidos a sectores sociales y políticos en los que hay no poco a despejar todavía.
¿Y se podrá alguna vez despejar mentes en el estamento militar para que obedezcan a lo ético y opongan la desobediencia debida a órdenes criminales?
El capitán de navío Juan Carlos Rolón, miembro de un grupo de tareas de la Escuela de Mecánica de la Armada de Buenos Aires donde la marina desapareció a 5000 personas, declaró impávido: “Nos enseñaron que la tortura era una forma moral de combatir al enemigo”.
Se recuerda el diálogo que Hannah Arendt sostuvo con un oficial nazi que admitió haber gaseado y enterrado a prisioneros con vida en el campo de concentración de Maidanek. La pregunta de la filósofa: “¿Se da cuenta de que los rusos lo van a colgar!”. La respuesta del nazi: “¿Por qué? ¿Yo qué hice?”.
Las dictaduras suprimen el testimonio de las víctimas, pero llevan sus propios archivos.
En Auschwitz hay gruesos volúmenes que registran la muerte de los prisioneros gaseados. En la primera columna de cada página figuran el nombre, la edad y la nacionalidad de la víctima; en las dos restantes, hora y causa de la muerte. La hora es la misma a lo largo de páginas enteras, las 8.15, o las 8.30 o las 9.00 de la mañana. También se repite la causa de la muerte, “influenza” casi siempre. Este no es sólo un acto burocrático; sustituye la vida por una mentira de papel y muestra abismos de la condición humana.
Se impone abrir esa clase de archivos. Pero ésta es una decisión de Estado y, lamentablemente, todavía hay gobiernos democráticos que no se atreven a disponer que se dé ese paso indispensable.
Los familiares de los desaparecidos sólo conocen la dolorosa mitad del crimen. La otra yace oculta, custodiada por centinelas militares, policiales, eclesiásticos. Jacques Derrida habló del “mal de archivo”, pero ésos son los archivos del mal.
Que se me perdone la insistencia en subrayar la importancia de los testimonios orales, vehículos de una memoria que en ocasiones se transmite de generación en generación.
Frente a Panamá –narra el periodista José María Pasquini Durán– hay una isla llamada San Blas en la que vive una etnia indígena. Una vez al año todos se reúnen y los ancianos cuentan a los jóvenes la historia de la etnia, que arranca del casamiento del Sol con la Luna, para que su memoria perdure. Los jóvenes comenzaron a emigrar y a quedarse en Panamá, pero mandan grabadoras a la isla para registrar el relato de los ancianos. Ahora la maravillosa historia que comienza con el Sol y la Luna está en casete y los jóvenes lo tienen en su casa entre los discos más recientes de pop norteamericano. Menciono esto porque en muchas sociedades del mundo no hay casete todavía.
En el año 1987 seguía yo exiliado en Francia y el diario recién nacido entonces para el que trabajo, Página/12, me pidió que cubriera el proceso a Klaus Barbie, el ex jefe de la Gestapo en Lyon, bautizado “El carnicero”. A una víctima que le detallaba sus crímenes, Barbie dijo: “Yo no me acuerdo de nada. Si se acuerdan ustedes, el problema es de ustedes”.
Efectivamente: recordar y denunciar los crímenes contra la humanidad y exigir su castigo es un problema nuestro.
08 diciembre 2008
Unidad para construir un proyecto nacional
Pregunta: ¿cómo votó Lozano el tema de las retenciones?
Por Fernando “Pino” Solanas *
Después de los fracasos y traiciones de la llamada centroizquierda, hoy vuelve a plantearse en la Capital la operatoria kirchnerista de intentar unir las fuerzas progresistas para enfrentar a Macri, como representación inequívoca de la derecha. La política de las manipulaciones mediáticas ya mostró su falsedad en mayo del 2007, cuando se quiso convencer a la ciudadanía de que las fuerzas progresistas eran las del Frente para la Victoria. Así les fue: en ese mismo mes sus legisladores votaban en el Congreso la ley antiterrorista y Néstor Kirchner daba luz verde al hecho más grave de la política argentina de los últimos años: la segunda privatización del petróleo y el gas con la prórroga de “Cerro Dragón” y todas las concesiones de Menem hasta el 2047; es decir, hasta la extinción total del recurso. Por eso, para no repetir la farsa, se impone discutir qué es lo que consideramos una política progresista o reaccionaria, nacional o entreguista. ¿No es la nueva derecha criolla quien se asocia a las corporaciones que saquean nuestros recursos estratégicos no renovables, sin control público y a simple declaración jurada? ¿No es esta nueva derecha, con el “capitalismo de amigos”, la que se beneficia mediante la entrega salvaje de las tierras fiscales –pertenecientes a los pueblos originarios– y los yacimientos mineros y petroleros a los amigos o socios de los gobernadores provinciales? ¿Es realmente de avanzada la decisión de pagar al Club de París y a los fondos buitre, sin revisar la legitimidad de la deuda externa, mientras el dictamen del juez Ballesteros sobre su carácter fraudulento duerme en el Congreso? ¿Qué decir del “tren bala” como opción a una reconstrucción de los ferrocarriles con tecnologías y fábricas propias, que pueden generar miles de empleos y garantizar autonomía? ¿Dónde colocaríamos a conspicuos miembros y amigos del Frente para la Victoria, como Cristóbal López, Eskenazi, el senador Roberto Urquía y otros grandes exportadores de granos, que estafaron al fisco por 1700 millones de dólares con el paraguas de la Resolución 125?
El formato progresista de la era “K” es una peculiar combinación de derechos humanos con esencias del modelo neoliberal. Basta recordar que en nombre del centroizquierda se han venido avalando las políticas económicas neoliberales más puras, ejecutadas desde el gobierno menemista y algunas otras desde la dictadura. ¿No sigue vigente la Ley de Entidades Financieras de Martínez de Hoz, que priva a la pequeña empresa de acceder al crédito público y sigue al servicio de las multinacionales? ¿No bastó la fuga de 26 mil millones de dólares en el 2001, para evitar la reciente fuga de 22 mil millones de dólares imponiendo un riguroso control de cambios y divisas? ¿No es necesario recordar la trágica aventura de la Alianza, con el soborno de senadores para flexibilizar las leyes laborales? ¿No merece recordarse el regreso de Cavallo –agosto del 2001– con poderes excepcionales votados por los legisladores del Frente Grande para negociar un megacanje que nos costó casi 54 mil millones de dólares más.
En esta gran confusión, el gobierno de Cristina Kirchner, que para muchos se ubica en la franja del progresismo o centroizquierda, hace pocos días anunció un subsidio a las petroleras de 8750 millones de dólares (Clarín, 13/11/08) y desconoció la decisión del Congreso nacional, como respuesta al reclamo del lobby minero de la Barrick Gold, vetando la ley de protección de los glaciares que había logrado unanimidad en Diputados y solamente tres votos en contra en el Senado. Se acaba de nombrar –con el elogio y abrazo de algunos progresistas– a Débora Giorgi como ministra de la Producción. La flamante funcionaria, entre sus innumerables cargos, fue secretaria de Industria de Fernando de la Rúa y firmó, junto a José Luis Machinea, uno de los convenios más escandalosos y lesivos al interés de la Nación: la prórroga por diez años –y diez años antes de lo que fija la ley– del que fuera el yacimiento de gas estrella del país: Loma La Lata. Sus millonarias reservas, tasadas en más de 10 mil millones de dólares, fueron cedidas por 300 millones de dólares y sólo debía pagar un 12 por ciento de regalías. Para dar idea del colonialismo del convenio, baste citar el artículo 1.3: “El Estado Nacional y la Provincia garantizan que durante la vigencia de la prórroga de la Concesión (...) mantendrán indemne a YPF frente a cualquier reclamo o acción de terceros o decisión o cambio legislativo que pueda afectar o modificar el régimen de dominio que rige sobre el área Loma La Lata-Sierra Barrosa, obligándose a mantenerla en el ejercicio íntegro de sus derechos”.
¿No son estas razones suficientes para delimitar qué es derecha o izquierda en la Argentina y quiénes son las personas creíbles frente a la ciudadanía? En las décadas recientes y hasta la actualidad, los travestismos políticos y las piruetas oportunistas se convirtieron en materia corriente. El ser humano y la dirigencia como parte del género puede cometer errores y todos los hemos cometido; pero es preciso corregirlos con acciones autocríticas y compromisos públicos que los superen. No obstante, hay cosas que son inadmisibles. Una de ellas es la traición al mandato de las urnas y otra, las operatorias mediáticas o acuerdos a espaldas del pueblo, soslayando el abierto debate de ideas. Todo tiene sus límites: estamos hablando de un debate que necesariamente excluye a quienes fueron los protagonistas de la entrega y la corrupción de ayer o de hoy. La actual crisis mundial es grave y exige respuestas creativas, impulsadas con grandeza y coherencia, desechando cualquier intento de obtener beneficios personales o de grupo con recursos públicos y sociales, al costo del sufrimiento de una gran proporción de nuestros compatriotas. El debate debe incluir entonces las políticas a seguir, entre otras, con las corporaciones mineras, petroleras y exportadoras de granos, favorecidas con una renta que pertenece a todos los argentinos.
Es indispensable el debate y definición de un auténtico proyecto nacional, capaz de ser integrador de nuestras potencialidades, anhelos y voluntad de evolución, insertado en forma creativa y autónoma en la región. Es hora de que todos aportemos a su diseño y construcción. La tarea es inmensa y ninguna fuerza política o social se encuentra con capacidad de hacer frente a ello en forma aislada. Por estas razones, Proyecto Sur propone a quienes se sienten identificados con el espacio progresista, nacional y popular, una Mesa de Diálogo para la construcción del Proyecto Nacional. La unidad que proponemos no se reduce a lo electoral ni se basa en la distribución de cargos o lugares en una lista. Nos proponemos construir una fuerza política, social y cultural que sea capaz de impulsar un proyecto emancipador en posibilidad concreta de recuperar los recursos estratégicos y democratizar las instituciones, como paso indispensable para terminar con la indigencia, el hambre y la degradación del ambiente. Se trata de recuperar y honrar la credibilidad de nuestro pueblo.
Por Fernando “Pino” Solanas *
Después de los fracasos y traiciones de la llamada centroizquierda, hoy vuelve a plantearse en la Capital la operatoria kirchnerista de intentar unir las fuerzas progresistas para enfrentar a Macri, como representación inequívoca de la derecha. La política de las manipulaciones mediáticas ya mostró su falsedad en mayo del 2007, cuando se quiso convencer a la ciudadanía de que las fuerzas progresistas eran las del Frente para la Victoria. Así les fue: en ese mismo mes sus legisladores votaban en el Congreso la ley antiterrorista y Néstor Kirchner daba luz verde al hecho más grave de la política argentina de los últimos años: la segunda privatización del petróleo y el gas con la prórroga de “Cerro Dragón” y todas las concesiones de Menem hasta el 2047; es decir, hasta la extinción total del recurso. Por eso, para no repetir la farsa, se impone discutir qué es lo que consideramos una política progresista o reaccionaria, nacional o entreguista. ¿No es la nueva derecha criolla quien se asocia a las corporaciones que saquean nuestros recursos estratégicos no renovables, sin control público y a simple declaración jurada? ¿No es esta nueva derecha, con el “capitalismo de amigos”, la que se beneficia mediante la entrega salvaje de las tierras fiscales –pertenecientes a los pueblos originarios– y los yacimientos mineros y petroleros a los amigos o socios de los gobernadores provinciales? ¿Es realmente de avanzada la decisión de pagar al Club de París y a los fondos buitre, sin revisar la legitimidad de la deuda externa, mientras el dictamen del juez Ballesteros sobre su carácter fraudulento duerme en el Congreso? ¿Qué decir del “tren bala” como opción a una reconstrucción de los ferrocarriles con tecnologías y fábricas propias, que pueden generar miles de empleos y garantizar autonomía? ¿Dónde colocaríamos a conspicuos miembros y amigos del Frente para la Victoria, como Cristóbal López, Eskenazi, el senador Roberto Urquía y otros grandes exportadores de granos, que estafaron al fisco por 1700 millones de dólares con el paraguas de la Resolución 125?
El formato progresista de la era “K” es una peculiar combinación de derechos humanos con esencias del modelo neoliberal. Basta recordar que en nombre del centroizquierda se han venido avalando las políticas económicas neoliberales más puras, ejecutadas desde el gobierno menemista y algunas otras desde la dictadura. ¿No sigue vigente la Ley de Entidades Financieras de Martínez de Hoz, que priva a la pequeña empresa de acceder al crédito público y sigue al servicio de las multinacionales? ¿No bastó la fuga de 26 mil millones de dólares en el 2001, para evitar la reciente fuga de 22 mil millones de dólares imponiendo un riguroso control de cambios y divisas? ¿No es necesario recordar la trágica aventura de la Alianza, con el soborno de senadores para flexibilizar las leyes laborales? ¿No merece recordarse el regreso de Cavallo –agosto del 2001– con poderes excepcionales votados por los legisladores del Frente Grande para negociar un megacanje que nos costó casi 54 mil millones de dólares más.
En esta gran confusión, el gobierno de Cristina Kirchner, que para muchos se ubica en la franja del progresismo o centroizquierda, hace pocos días anunció un subsidio a las petroleras de 8750 millones de dólares (Clarín, 13/11/08) y desconoció la decisión del Congreso nacional, como respuesta al reclamo del lobby minero de la Barrick Gold, vetando la ley de protección de los glaciares que había logrado unanimidad en Diputados y solamente tres votos en contra en el Senado. Se acaba de nombrar –con el elogio y abrazo de algunos progresistas– a Débora Giorgi como ministra de la Producción. La flamante funcionaria, entre sus innumerables cargos, fue secretaria de Industria de Fernando de la Rúa y firmó, junto a José Luis Machinea, uno de los convenios más escandalosos y lesivos al interés de la Nación: la prórroga por diez años –y diez años antes de lo que fija la ley– del que fuera el yacimiento de gas estrella del país: Loma La Lata. Sus millonarias reservas, tasadas en más de 10 mil millones de dólares, fueron cedidas por 300 millones de dólares y sólo debía pagar un 12 por ciento de regalías. Para dar idea del colonialismo del convenio, baste citar el artículo 1.3: “El Estado Nacional y la Provincia garantizan que durante la vigencia de la prórroga de la Concesión (...) mantendrán indemne a YPF frente a cualquier reclamo o acción de terceros o decisión o cambio legislativo que pueda afectar o modificar el régimen de dominio que rige sobre el área Loma La Lata-Sierra Barrosa, obligándose a mantenerla en el ejercicio íntegro de sus derechos”.
¿No son estas razones suficientes para delimitar qué es derecha o izquierda en la Argentina y quiénes son las personas creíbles frente a la ciudadanía? En las décadas recientes y hasta la actualidad, los travestismos políticos y las piruetas oportunistas se convirtieron en materia corriente. El ser humano y la dirigencia como parte del género puede cometer errores y todos los hemos cometido; pero es preciso corregirlos con acciones autocríticas y compromisos públicos que los superen. No obstante, hay cosas que son inadmisibles. Una de ellas es la traición al mandato de las urnas y otra, las operatorias mediáticas o acuerdos a espaldas del pueblo, soslayando el abierto debate de ideas. Todo tiene sus límites: estamos hablando de un debate que necesariamente excluye a quienes fueron los protagonistas de la entrega y la corrupción de ayer o de hoy. La actual crisis mundial es grave y exige respuestas creativas, impulsadas con grandeza y coherencia, desechando cualquier intento de obtener beneficios personales o de grupo con recursos públicos y sociales, al costo del sufrimiento de una gran proporción de nuestros compatriotas. El debate debe incluir entonces las políticas a seguir, entre otras, con las corporaciones mineras, petroleras y exportadoras de granos, favorecidas con una renta que pertenece a todos los argentinos.
Es indispensable el debate y definición de un auténtico proyecto nacional, capaz de ser integrador de nuestras potencialidades, anhelos y voluntad de evolución, insertado en forma creativa y autónoma en la región. Es hora de que todos aportemos a su diseño y construcción. La tarea es inmensa y ninguna fuerza política o social se encuentra con capacidad de hacer frente a ello en forma aislada. Por estas razones, Proyecto Sur propone a quienes se sienten identificados con el espacio progresista, nacional y popular, una Mesa de Diálogo para la construcción del Proyecto Nacional. La unidad que proponemos no se reduce a lo electoral ni se basa en la distribución de cargos o lugares en una lista. Nos proponemos construir una fuerza política, social y cultural que sea capaz de impulsar un proyecto emancipador en posibilidad concreta de recuperar los recursos estratégicos y democratizar las instituciones, como paso indispensable para terminar con la indigencia, el hambre y la degradación del ambiente. Se trata de recuperar y honrar la credibilidad de nuestro pueblo.
07 diciembre 2008
"NOS ESTAMOS MURIENDO LENTAMENTE"
TODO. Ante el silencio de las naciones "democráticas y ricas", ante la indiferencia de los israelíes ocupados en progromos contra los palestinos y en las campañas electorales para coronar a Bibi II, El gobierno de Olmert y sus adláteres siguen desangrando al pueblo palestino. La respuesta palestina es débil, y la ofensiva del hambre practicada por el ministro de seguridad no dan los resultados apetecidos.
Barak amenza con la "entrada a Gaza"... pero no lo hará. Palestina Gaza está preparada para derrotar al ex invencible, al ex pequeño David convertido hoy en la fuerza pantzer de occidente... Andrés Aldao
Sameh A. Habeeb - Electronic Intifada
Israel ha apretado aún más las tornas a Gaza, donde algunas zonas están completamente sumidas en la penumbra ya que la falta de carburante paró hace 25 días la única central eléctrica de Gaza.
Los cortes de electricidad afectan a todas las actividades que dependen de la electricidad ya que las restantes fuentes de electricidad proporcionadas por Israel y Egipto no pueden satisfacer las necesidades de toda Gaza. Se ha visto afectada el agua potable y de regadío, así como el alcantarillado, lo que supone un grave peligro sanitario. Esta falta de energía ya significa que millones de litros de aguas residuales están contaminando a diario el mar Mediterráneo.
Israel también está privando de comida al millón y medio de palestinos que habitan en Gaza. Según el Comité Popular contra en Bloqueo, no hay suficiente cantidad de productos alimenticios básicos como leche, harina, aceite, carne, arroz y verdura. Según algunos datos, sólo el 15% de los alimentos que necesita Gaza está entrando a través de los pasos fronterizos controlados por Israel.
También se niega a los palestinos de Gaza el derecho a recibir tratamiento médico. En Gaza han desaparecido las medicinas básicas, incluyendo las necesarias para tratar la diabetes, las enfermedades cardiacas, el asma y otras enfermedades crónicas. También faltan medicinas para el tratamiento del cáncer y de enfermedades renales y hepáticas. Hay escasez de material de esterilización y desinfectantes, así como de otros productos necesarios para un tratamiento médico adecuado de los pacientes. Aparatos que significan la vida o la muerte para los pacientes de Gaza están dejando de funcionar porque Israel no permite importar sus piezas de recambio. Los médicos tendrán dificultades incluso para diagnosticar a los pacientes porque los cortes de electricidad han dañado los aparatos de escáner y de rayos X de los hospitales de Gaza.
La población de Gaza depende casi por completo de la ayuda humanitaria ya que Israel les ha denegado en derecho al trabajo desde que empezó a imponer el bloqueo a la Franja hace dos años. Pero ahora incluso se prohíbe la entrada de la mayoría de la ayuda humanitaria e Israel ha restringido drásticamente la ayuda de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos, la UNRWA (en sus siglas en inglés). Con una UNRWA a la que se impide distribuir la ayuda alimentaria a sus cientos de miles de beneficiarios (la mayoría de los habitantes de Gaza son descendientes de los refugiados que fueron obligados a abandonar sus casas y propiedades en lo que ahora es Israel hace 60 años), el hambre generalizada no es una cuestión de si sino de cuando.
Israel se ha asegurado de que no sólo es la población humana de Gaza la que está pasando hambre sino también sus animales. Durante cuatro semanas Israel no ha permitido importar pienso cuando se necesitan 150 toneladas al día. El sector agrícola de Gaza, que ya sufre desde que hace un año y medio Israel empezó a impedir la exportación de los productos alimenticios de Gaza, se ve gravemente afectado por la falta de vacunas, semillas, insecticidas y fertilizantes.
Gaza se ha convertido en un lugar en el que es imposible una vida normal. “Ya no puedo más”, dice Khalil Barakat, un refugiado de mediana edad del campo de refugiados de la Playa . “En Gaza estamos enjaulados como animales. Si tuviera una oportunidad de emigrar para vivir el resto de mi vida en paz, me encantaría hacerlo”.
Este escritor preguntó a una vieja amiga, una joven madre llamada Um Muhammad Abu Ouf, cómo se había visto afectada su familia por el bloqueo. Mientras la oscuridad se cernía sobre la calle al-Muktar de la ciudad de Gaza me contestó: “El bloqueo se ha convertido en una pesadilla diaria, de día y de noche. Hay cortes de electricidad y eso asusta a mi hijo de 11 años. Hace que viva en unas condiciones que no son seguras para él. Estoy tratando de encontrar algo de comida que le dé fuerzas. Fui a muchos almacenes y tiendas, pero en vano. Ni pude encontrar comida ni artículos de primera necesidad para mi hijo ya que faltan muchos productos básicos necesarios para los niños, como leche, pañales y demás cosas”.
Por su parte, Nahed Deeb, que temía que se avecinara una época de hambruna, se sentía igualmente frustrado: “Nos estamos muriendo lentamente y nadie hace nada para evitarlo. Perdí mi trabajo hace ocho años y dependo de la ayuda irregular. Lo mismo le pasa a cientos de miles de personas en circunstancias normales. Sin embargo, las personas pobres como yo ya no tienen ningún tipo de ayuda”.
No es probable que los habitantes de Gaza vayan a tener un respiro en el castigo colectivo impuesto por Israel que es este bloqueo ya que el ministro de Defensa israelí anunció recientemente que los pasos fronterizos de Gaza permanecerían cerrados hasta nuevo aviso. Esta semana la armada israelí también impidió a un barco libio cargado con trescientas toneladas de comida llegar a la costa de Gaza con el pretexto de que el barco transportaba armas. Sin embargo, se espera que un barco de Qatar parta de Chipre para intentar entregar ayuda humanitaria a Gaza y también se espera que barcos de Turquía, Kuwait, Yemen y Jordania traten también de romper el bloqueo, y los dirigentes palestinos en Israel han prometido hacer lo mismo este fin de semana.
Si el objetivo del bloqueo es presionar a los palestinos de Gaza para que renuncien a sus derechos, Israel se encontrará como resistencia, como afirma un habitante de la Franja que se identifica a sí mismo como Muhammad: “Hace 60 años que somos pacientes. Hemos sufrido tiempos más crueles que estos. Así que, ¿por qué rendirnos este año? Tenemos que ser firmes y pacientes, y acabaróna por levantar el bloqueo”.
Sameh A. Habeeb es fotoperiodista, activista humanitario y pacifista residente en Gaza, Palestina. Es escritor freelance para varias páginas web de información.
Enlace con el original: http://electronicintifada.net/v2/article10008.shtml
Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
Barak amenza con la "entrada a Gaza"... pero no lo hará. Palestina Gaza está preparada para derrotar al ex invencible, al ex pequeño David convertido hoy en la fuerza pantzer de occidente... Andrés Aldao
Sameh A. Habeeb - Electronic Intifada
Israel ha apretado aún más las tornas a Gaza, donde algunas zonas están completamente sumidas en la penumbra ya que la falta de carburante paró hace 25 días la única central eléctrica de Gaza.
Los cortes de electricidad afectan a todas las actividades que dependen de la electricidad ya que las restantes fuentes de electricidad proporcionadas por Israel y Egipto no pueden satisfacer las necesidades de toda Gaza. Se ha visto afectada el agua potable y de regadío, así como el alcantarillado, lo que supone un grave peligro sanitario. Esta falta de energía ya significa que millones de litros de aguas residuales están contaminando a diario el mar Mediterráneo.
Israel también está privando de comida al millón y medio de palestinos que habitan en Gaza. Según el Comité Popular contra en Bloqueo, no hay suficiente cantidad de productos alimenticios básicos como leche, harina, aceite, carne, arroz y verdura. Según algunos datos, sólo el 15% de los alimentos que necesita Gaza está entrando a través de los pasos fronterizos controlados por Israel.
También se niega a los palestinos de Gaza el derecho a recibir tratamiento médico. En Gaza han desaparecido las medicinas básicas, incluyendo las necesarias para tratar la diabetes, las enfermedades cardiacas, el asma y otras enfermedades crónicas. También faltan medicinas para el tratamiento del cáncer y de enfermedades renales y hepáticas. Hay escasez de material de esterilización y desinfectantes, así como de otros productos necesarios para un tratamiento médico adecuado de los pacientes. Aparatos que significan la vida o la muerte para los pacientes de Gaza están dejando de funcionar porque Israel no permite importar sus piezas de recambio. Los médicos tendrán dificultades incluso para diagnosticar a los pacientes porque los cortes de electricidad han dañado los aparatos de escáner y de rayos X de los hospitales de Gaza.
La población de Gaza depende casi por completo de la ayuda humanitaria ya que Israel les ha denegado en derecho al trabajo desde que empezó a imponer el bloqueo a la Franja hace dos años. Pero ahora incluso se prohíbe la entrada de la mayoría de la ayuda humanitaria e Israel ha restringido drásticamente la ayuda de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos, la UNRWA (en sus siglas en inglés). Con una UNRWA a la que se impide distribuir la ayuda alimentaria a sus cientos de miles de beneficiarios (la mayoría de los habitantes de Gaza son descendientes de los refugiados que fueron obligados a abandonar sus casas y propiedades en lo que ahora es Israel hace 60 años), el hambre generalizada no es una cuestión de si sino de cuando.
Israel se ha asegurado de que no sólo es la población humana de Gaza la que está pasando hambre sino también sus animales. Durante cuatro semanas Israel no ha permitido importar pienso cuando se necesitan 150 toneladas al día. El sector agrícola de Gaza, que ya sufre desde que hace un año y medio Israel empezó a impedir la exportación de los productos alimenticios de Gaza, se ve gravemente afectado por la falta de vacunas, semillas, insecticidas y fertilizantes.
Gaza se ha convertido en un lugar en el que es imposible una vida normal. “Ya no puedo más”, dice Khalil Barakat, un refugiado de mediana edad del campo de refugiados de la Playa . “En Gaza estamos enjaulados como animales. Si tuviera una oportunidad de emigrar para vivir el resto de mi vida en paz, me encantaría hacerlo”.
Este escritor preguntó a una vieja amiga, una joven madre llamada Um Muhammad Abu Ouf, cómo se había visto afectada su familia por el bloqueo. Mientras la oscuridad se cernía sobre la calle al-Muktar de la ciudad de Gaza me contestó: “El bloqueo se ha convertido en una pesadilla diaria, de día y de noche. Hay cortes de electricidad y eso asusta a mi hijo de 11 años. Hace que viva en unas condiciones que no son seguras para él. Estoy tratando de encontrar algo de comida que le dé fuerzas. Fui a muchos almacenes y tiendas, pero en vano. Ni pude encontrar comida ni artículos de primera necesidad para mi hijo ya que faltan muchos productos básicos necesarios para los niños, como leche, pañales y demás cosas”.
Por su parte, Nahed Deeb, que temía que se avecinara una época de hambruna, se sentía igualmente frustrado: “Nos estamos muriendo lentamente y nadie hace nada para evitarlo. Perdí mi trabajo hace ocho años y dependo de la ayuda irregular. Lo mismo le pasa a cientos de miles de personas en circunstancias normales. Sin embargo, las personas pobres como yo ya no tienen ningún tipo de ayuda”.
No es probable que los habitantes de Gaza vayan a tener un respiro en el castigo colectivo impuesto por Israel que es este bloqueo ya que el ministro de Defensa israelí anunció recientemente que los pasos fronterizos de Gaza permanecerían cerrados hasta nuevo aviso. Esta semana la armada israelí también impidió a un barco libio cargado con trescientas toneladas de comida llegar a la costa de Gaza con el pretexto de que el barco transportaba armas. Sin embargo, se espera que un barco de Qatar parta de Chipre para intentar entregar ayuda humanitaria a Gaza y también se espera que barcos de Turquía, Kuwait, Yemen y Jordania traten también de romper el bloqueo, y los dirigentes palestinos en Israel han prometido hacer lo mismo este fin de semana.
Si el objetivo del bloqueo es presionar a los palestinos de Gaza para que renuncien a sus derechos, Israel se encontrará como resistencia, como afirma un habitante de la Franja que se identifica a sí mismo como Muhammad: “Hace 60 años que somos pacientes. Hemos sufrido tiempos más crueles que estos. Así que, ¿por qué rendirnos este año? Tenemos que ser firmes y pacientes, y acabaróna por levantar el bloqueo”.
Sameh A. Habeeb es fotoperiodista, activista humanitario y pacifista residente en Gaza, Palestina. Es escritor freelance para varias páginas web de información.
Enlace con el original: http://electronicintifada.net/v2/article10008.shtml
Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
LA GUERRA CONTRA LOS POBRES DE BUENOS AIRES
TODO. Las capas medias de la sociedad argentina sólo aspiran a defender y agrandar sus beneficios. El medio pelo, el formalismo democrático, el egoísmo y la idolatría del dinero y la forma son sus talones de Aquiles. De las capas medias salieron los torturadores represores y muchos de sus oponentes. La ciudad de Buenos Aires es el bastión, el baluarte de los badulaques charlatanes del radicalismo (la madre del borrego, la Carrió, el micro Macri) y los socialistas (grandes moralistas del blabla y socios seculares de la derecha). El odio a las villas y a los villeros, es cierto, nace por aquellos cabecitas negras que irrumpieron e interrumpieron la vida fatua e infatua de los pequeños burgueses de la porteñía, acostumbrados a la vida provinciana y la persecución de los "jornaleros" inmigrantes que vinieron a hacer la américa a costa de la gente "noble", radicales y socialistas (por darles un color).Luego la libertadora, los dictadores de uniforme y el menemismo, la misma excrecencia de sueños de nuevos ricos a expensas de jornaleros y villeros...
Llegó en 1945 el "aluvión zoológico" que tanto mortificó a los hermanos Ghioldi (Américo y Rodolfo), prototipos de aquel aluvión "democrático" con el modesto Patrón Costa y Cía y el beneplácito de Spruille Braden, embajador de USA. Traje este introito porque la villa fue un progreso, la señal de que la Argentina había ingresado en la era industrial, que abre perspectivas y no puede cerrar brechas de crecimiento bajo la égida capitalista.
Andrés Aldao
Raúl Zibechi - La Jornada
Aunque son apenas 10 por ciento de la población de la capital argentina, los pobres que viven en las “villas miseria” se han convertido en la principal oposición al derechista gobierno de la ciudad encabezado por el empresario Mauricio Macri. En las elecciones de 2007, fue elegido por la mayoría absoluta de la conservadora ciudad, que pasó por alto que Macri fue aliado del neoliberal Carlos Menem y no son pocos los que aseguran que su fortuna no la obtuvo de forma transparente.
Entre sus votantes quizá hayan pesado las promesas electorales de erradicar buena parte de las villas trasladando a su población a zonas periféricas o alejadas del centro. Los 40 mil habitantes de la Villa 31, Retiro, la más conflictiva, saben que esa zona es muy codiciada por las empresas inmobiliarias, que han hecho multimillonarias obras en la zona portuaria lindante con la villa. Para los más pobres, sería repetir la triste historia que vivieron bajo la dictadura militar, cuando el intendente brigadier general Osvaldo Cacciatore implementó una política de erradicación violenta: las topadoras llegaban por la noche, derribaban las viviendas y los dejaban en las afueras de la ciudad, perdidos en lugares que desconocían.
La terrible frase de Cacciatore (“Debemos tener una ciudad mejor para la mejor gente”) parece haberse convertido en la consigna de la nueva derecha argentina. Pero ahora los habitantes de las villas no están dispuestos a volver a ser objeto de persecución. Cualquier familia de las villas conoce la historia: de los 60 mil habitantes con que contaba la Villa 31 antes de la dictadura, en 1979 sólo quedaban 46 familias. Con el retorno democrático, en 1984, fueron regresando al barrio que cuenta ya con 40 mil habitantes. Macri pretende primero que nada frenar el explosivo crecimiento: las 14 villas de Buenos Aires, nacidas en los intersticios de la ciudad opulenta, crecieron en el último año y medio en 30 por ciento hasta albergar a 235 mil personas.
Más difícil va a ser erradicar la memoria de luchas y la cultura villera, ambas tejidas en torno a las figuras de los “curas villeros”, y muy en particular la del padre Carlos Mujica, miltitante peronista que resultó el primer asesinado por la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina) el 11 de mayo de 1974. La Villa 31, donde predicó y vivió, fue formada por los obreros portuarios desocupados a raíz de la crisis de 1929. Son 15 hectáreas públicas entre el puerto y una de las grandes estaciones ferroviarias que conecta con el norte del país. A fines de los años 50 había ya seis barrios y una coordinadora que agrupaba a los delegados y que daba forma a la organización social.
Las villas fueron cuna de una generación de militantes populares, por eso la dictadura y los paramilitares se ensañaron con sus pobladores. No pudieron doblegarlos porque en cada villa existe una amplia red de base de comedores, clubes deportivos, centros sociales y culturales, y un extenso tejido de contrapoder popular manzana por manzana. Hoy la mayor parte de sus habitantes son paraguayos, bolivianos y argentinos emigrados de las provincias del norte, los “cabecitas negras” que tanto desprecia la oligarquía porteña.
Desprecio que apenas consigue encubrir un profundo temor a los pobres organizados y conscientes. Por algo Macri, fiel representante de la cultura de los de arriba, se declaró admirador de Cacciatore. Temen, por ejemplo, a una indoblegable cultura villera que es capaz de sostener la vida de cientos de miles en base a la ayuda mutua y la reciprocidad, que son la argamasa de una riquísima vida colectiva que los de arriba se empeñan en descalificar como ilegal e imbricada con el narcotráfico.
Una buena muestra de la potencia de esa cultura es que todas las iglesias, capillas y parroquias que existen en las villas, o sea decenas de edificios, han sido construidas en minga, trabajo colectivo, luego de agotadoras jornadas de trabajo como peones de la construcción y en el empleo doméstico. Esas iglesias son verdaderos centros de vida, espacios para el rezo pero también para la comida colectiva, el trabajo escolar o la recuperación de jóvenes adictos, donde muchos villeros colaboran sin recibir ninguna compensación material, siempre bajo la mirada serena de enormes murales del padre Mujica y de otros mártires villeros.
La fuerza de los de abajo ha sido comprendida por los curas villeros. El 11 de junio de 2007, 15 sacerdotes de siete villas emitieron un documento (Reflexiones sobre la urbanización y el respeto por la cultura villera) que es una de las piezas políticas más profundas sobre la vida de los de abajo. Con el objetivo de frenar la ofensiva de Macri, se empeñan en mostrar los aspectos positivos de sus barrios: destacan los valores de fraternidad existentes en las villas frente a la adoración del dinero de la cultura dominante; o el uso del espacio público para tejer vínculos frente a la mercantilización de la tierra urbana.
Contra cualquier tentación vanguardista, sostienen que la villa “no es un lugar sólo para ayudar, es más bien el ámbito que nos enseña una vida más humana”. Respecto a la cultura villera, hacen un aporte que ilumina la realidad de muchas periferias urbanas del continente: “Valoramos la cultura que se da en la villa, que surge del encuentro de los valores más nobles y propios del interior del país o de los países vecinos, con la realidad urbana. La cultura villera no es otra cosa que la rica cultura popular de nuestros pueblos latinoamericanos”.
La potencia de esta cultura forzó al gobierno de Macri a pactar una tregua para evitar los continuos cortes de autopistas que se registraron en noviembre. Tregua frágil porque el poder aspira a convertir las villas en carne de especulación inmobiliaria. Y porque esa cultura no se deja, pacta con los de afuera, de derecha o de izquierda, para ganar tiempo mientras sigue afianzando la organización de base. En tanto, para los pobres de las periferias urbanas de América Latina pueden ser un punto de referencia.
http://www.jornada.unam.mx/2008/12/06/index.php?section=opinion&article=024a1pol
Llegó en 1945 el "aluvión zoológico" que tanto mortificó a los hermanos Ghioldi (Américo y Rodolfo), prototipos de aquel aluvión "democrático" con el modesto Patrón Costa y Cía y el beneplácito de Spruille Braden, embajador de USA. Traje este introito porque la villa fue un progreso, la señal de que la Argentina había ingresado en la era industrial, que abre perspectivas y no puede cerrar brechas de crecimiento bajo la égida capitalista.
Andrés Aldao
Raúl Zibechi - La Jornada
Aunque son apenas 10 por ciento de la población de la capital argentina, los pobres que viven en las “villas miseria” se han convertido en la principal oposición al derechista gobierno de la ciudad encabezado por el empresario Mauricio Macri. En las elecciones de 2007, fue elegido por la mayoría absoluta de la conservadora ciudad, que pasó por alto que Macri fue aliado del neoliberal Carlos Menem y no son pocos los que aseguran que su fortuna no la obtuvo de forma transparente.
Entre sus votantes quizá hayan pesado las promesas electorales de erradicar buena parte de las villas trasladando a su población a zonas periféricas o alejadas del centro. Los 40 mil habitantes de la Villa 31, Retiro, la más conflictiva, saben que esa zona es muy codiciada por las empresas inmobiliarias, que han hecho multimillonarias obras en la zona portuaria lindante con la villa. Para los más pobres, sería repetir la triste historia que vivieron bajo la dictadura militar, cuando el intendente brigadier general Osvaldo Cacciatore implementó una política de erradicación violenta: las topadoras llegaban por la noche, derribaban las viviendas y los dejaban en las afueras de la ciudad, perdidos en lugares que desconocían.
La terrible frase de Cacciatore (“Debemos tener una ciudad mejor para la mejor gente”) parece haberse convertido en la consigna de la nueva derecha argentina. Pero ahora los habitantes de las villas no están dispuestos a volver a ser objeto de persecución. Cualquier familia de las villas conoce la historia: de los 60 mil habitantes con que contaba la Villa 31 antes de la dictadura, en 1979 sólo quedaban 46 familias. Con el retorno democrático, en 1984, fueron regresando al barrio que cuenta ya con 40 mil habitantes. Macri pretende primero que nada frenar el explosivo crecimiento: las 14 villas de Buenos Aires, nacidas en los intersticios de la ciudad opulenta, crecieron en el último año y medio en 30 por ciento hasta albergar a 235 mil personas.
Más difícil va a ser erradicar la memoria de luchas y la cultura villera, ambas tejidas en torno a las figuras de los “curas villeros”, y muy en particular la del padre Carlos Mujica, miltitante peronista que resultó el primer asesinado por la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina) el 11 de mayo de 1974. La Villa 31, donde predicó y vivió, fue formada por los obreros portuarios desocupados a raíz de la crisis de 1929. Son 15 hectáreas públicas entre el puerto y una de las grandes estaciones ferroviarias que conecta con el norte del país. A fines de los años 50 había ya seis barrios y una coordinadora que agrupaba a los delegados y que daba forma a la organización social.
Las villas fueron cuna de una generación de militantes populares, por eso la dictadura y los paramilitares se ensañaron con sus pobladores. No pudieron doblegarlos porque en cada villa existe una amplia red de base de comedores, clubes deportivos, centros sociales y culturales, y un extenso tejido de contrapoder popular manzana por manzana. Hoy la mayor parte de sus habitantes son paraguayos, bolivianos y argentinos emigrados de las provincias del norte, los “cabecitas negras” que tanto desprecia la oligarquía porteña.
Desprecio que apenas consigue encubrir un profundo temor a los pobres organizados y conscientes. Por algo Macri, fiel representante de la cultura de los de arriba, se declaró admirador de Cacciatore. Temen, por ejemplo, a una indoblegable cultura villera que es capaz de sostener la vida de cientos de miles en base a la ayuda mutua y la reciprocidad, que son la argamasa de una riquísima vida colectiva que los de arriba se empeñan en descalificar como ilegal e imbricada con el narcotráfico.
Una buena muestra de la potencia de esa cultura es que todas las iglesias, capillas y parroquias que existen en las villas, o sea decenas de edificios, han sido construidas en minga, trabajo colectivo, luego de agotadoras jornadas de trabajo como peones de la construcción y en el empleo doméstico. Esas iglesias son verdaderos centros de vida, espacios para el rezo pero también para la comida colectiva, el trabajo escolar o la recuperación de jóvenes adictos, donde muchos villeros colaboran sin recibir ninguna compensación material, siempre bajo la mirada serena de enormes murales del padre Mujica y de otros mártires villeros.
La fuerza de los de abajo ha sido comprendida por los curas villeros. El 11 de junio de 2007, 15 sacerdotes de siete villas emitieron un documento (Reflexiones sobre la urbanización y el respeto por la cultura villera) que es una de las piezas políticas más profundas sobre la vida de los de abajo. Con el objetivo de frenar la ofensiva de Macri, se empeñan en mostrar los aspectos positivos de sus barrios: destacan los valores de fraternidad existentes en las villas frente a la adoración del dinero de la cultura dominante; o el uso del espacio público para tejer vínculos frente a la mercantilización de la tierra urbana.
Contra cualquier tentación vanguardista, sostienen que la villa “no es un lugar sólo para ayudar, es más bien el ámbito que nos enseña una vida más humana”. Respecto a la cultura villera, hacen un aporte que ilumina la realidad de muchas periferias urbanas del continente: “Valoramos la cultura que se da en la villa, que surge del encuentro de los valores más nobles y propios del interior del país o de los países vecinos, con la realidad urbana. La cultura villera no es otra cosa que la rica cultura popular de nuestros pueblos latinoamericanos”.
La potencia de esta cultura forzó al gobierno de Macri a pactar una tregua para evitar los continuos cortes de autopistas que se registraron en noviembre. Tregua frágil porque el poder aspira a convertir las villas en carne de especulación inmobiliaria. Y porque esa cultura no se deja, pacta con los de afuera, de derecha o de izquierda, para ganar tiempo mientras sigue afianzando la organización de base. En tanto, para los pobres de las periferias urbanas de América Latina pueden ser un punto de referencia.
http://www.jornada.unam.mx/2008/12/06/index.php?section=opinion&article=024a1pol
06 diciembre 2008
05 diciembre 2008
CUANDO LA MÚSICA ACABE ¿FIN DEL MUNDO?
Por Cristina Castello
¿Qué le han hecho a la tierra?
¿Qué le han hecho a nuestra bella hermana?
Devastada, saqueada, violada y golpeada
Perforada con cuchillos en su amanecer
The Doors
Fin del mundo, apocalipsis, epílogo de una Era... expresiones para nombrar el miedo que atraviesa el corazón del mundo. Sed de petróleo, guerras, hambre, huracanes, maremotos, discriminación, guerras, deforestación, calentamiento global. Extenso sería el inventario de las ignominias perpetradas por el Hombre contra la Tierra, y contra el hombre. El planeta se estremece, nos sacude y golpea, y cada uno trata de ampararse a su manera: por la fe, la negación de la realidad, el humor o... el ridículo; algunos asisten a cursos para «hacer milagros» [sic], otros comen dentro de un ataúd, y algunos intentan volar como los pájaros.
«Cuando la música acabe», alertó Jim Morrison («The Doors») en 1967, como una metáfora del fin del mundo. ¿Fue profético? ¿Desaparecerá? Cada vez son más las voces de notables —entre ellos, la mayoría de los republicanos estadounidenses—, que anuncian la caída de la larga etapa liderada por la superpotencia del Norte. Los ojos de la Humanidad, aun los que estuvieron sordos, ciegos y mudos, empezaron a abrirse. Sí. Aunque el Poder mundial intente recrearlo, maquillado, vivimos el principio del final del capitalismo, la caída del Imperio Americano.
Por cierto que este Régimen hegemónico y unipolar que adoró al «Dios Mercado» en detrimento de las personas, no se agotará de un día para otro. El futuro de Rusia no está definido; China no piensa sino en alimentar a sus casi 1.400 millones de almas, y Europa está desorientada. El presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, es el Amigo americano, el mejor alumno de los USA de George W. Bush. Este monsieur que está liquidando los derechos sociales del ex-país de los derechos humanos; el mismo que está rematando la France como si fuera un mercadito; el que construye un Estado policíaco, se ha permitido decir que el capitalismo —el mismo con que él comulga— es el «culpable». La música es tu amigo especial / Baila sobre el fuego como te lo pide / La música es tu único amigo / Hasta el final, tañe la voz de Jim Morrison, en medio del disparate general.
El silencio. El silencio que rasga el alma del mundo —el miedo— se quiebra en dislates, a veces divertidos. En Villa Borghese (Roma), veinte personas comieron hace poco, a cincuenta metros de altura, sobre la copa de los árboles, sostenidos por una grúa: querían disfrutar del paisaje. Y a los pocos días, el alcalde de la ciudad dijo a la prensa que el fascismo no encarnaba el «mal absoluto». ¡Vaya tiramisú!
Desde que en el «septiembre negro» empezó la crisis financiera de Wall Street y se extendió por el mundo, quedó claro que el precio no lo pagan los ricos, sino las personas del común. Recesión, suba de precios, salarios caídos, huelgas, estallidos sociales y aumento de la pobreza, son moneda cotidiana. Y continuarán. Como contrapartida, las grandes fortunas, lejos de volatilizarse, pasan de unas a otras manos; de las de Merrill Lynch a las del Bank of América, por citar uno de los casos.
¿Es el fin? El «septiembre negro» — más que una causa de lo que vivimos hoy— fue un disparador. Y es una consecuencia. Esta caída empezó en 1981 con Ronald Reagan y el fundamentalismo del mercado: la «Reaganomics», como se conoció su invento. El de la más despiadada plutocracia, y también el de la desvinculación de la responsabilidad del Estado para con sus ciudadanos. Durante casi treinta años, los «amos del universo» —llamados así por el escritor Tom Wolfe en La Hoguera de las vanidades— dirigen los destinos del planeta. Los amos, son los menos. Empalagados de riquezas materiales incalculables, deciden los destinos de los más: de los sufrientes y cada vez más excluidos de toda esperanza. El desamparo crece y se extiende sobre las generaciones, como una telaraña.
Por otra parte, ni el centroizquierda ni la izquierda pudieron todavía articular una propuesta seria; están todavía bajo el shock de las sucesivas crisis —salvo en algunos pocos países de América Latina—, y no tienen respuestas ante al desastre.
¿Cuánto durará esta caída? Según la mayoría de los analistas más conservadores, entre diez y quince años, aunque más probablemente veinte. Todo depende del resultado de la puja entre los menos que quieren destruir en pro de esa oligarquía financiera; y los menos que abogan por el bien de los más: la mayoría doliente. Y aquí no caben ni pesimismo ni optimismo sino la conciencia despierta del mundo, para recordar que la responsabilidad es de todos. Porque tantas veces esos «todos» bendijeron en las urnas lo mismo que los sacrificaba en la vida, y porque es tan bello el paisaje de las ovejas en sus rebaños, como degradante que el Hombre viva para dar balidos.
Titilan las mariposas, despavoridas, ante la inminencia de lo desconocido, mientras el hombre parece una hoja en la tormenta, sin saber siquiera cómo reaccionar. «Voy a bailar el Apocalipsis», dijo frente a multitudes el bailaor sevillano Israel Galván, y su danza tradujo en imágenes esa sensación de final. Con sonidos reales de bombardeos y misiles. ¿Un anuncio? Ya Francis Coppola había hecho su «Apocalypse Now», pero el mundo siguió andando. Bueno, ¿anduvo?
La caída encantada
Fue el escritor finlandés Arto Paasilinna quien encontró una salida armoniosa a este intríngulis universal. Escribió en 1991 El Cántico del apocalipsis alegre, traducido por ahora sólo en francés. Es una fábula gozosa que alumbra la esperanza, y nos conduce hasta 2023. Como una fantasía que alienta la imaginación, rescata la utopía y nos invita a un mundo fantástico, sin negar el pavor.
Curiosamente, el apellido del autor —traducido a nuestra lengua—, significa «fortaleza de piedra»; y es justamente lo que Arto nos ofrece en su Cántico: un enjambre de luces sobre nuestro futuro azaroso. Pero –eso sí— nos pide el deber de resistir durante este final provisorio del mundo que él prevé en 2023... con más víctimas, fruto de los estertores del capitalismo. Por cierto que Paasilinna relata la caída del Muro de Berlín (1989) y —aunque jubiloso e irónico— profetiza lo que vivimos y viviremos.
Con el Muro, uno de cuyos iconos más conocidos fue la «Guerra Fría», se desplomaba el sistema económico, político y social representado por la Unión Soviética, Hoy, según los especialistas más lúcidos del mundo, entre ellos Joseph Stiglitz —Premio Nobel de la Economía 2001—, la crisis de Wall Street fue al capitalismo lo que la caída del Muro al comunismo. Stiglitz, como tantas otras voces, vaticina el fin del enriquecimiento obsceno de los sectores financieros y de las multinacionales, que aún retienen el Poder. Para revertir la situación, habrá que esperar años.
Sí, el número de hambrientos en el mundo es de 925 millones: sólo en un año, 75 millones se sumaron a los famélicos. Y aunque, por un lado y con una mirada idealizada, algunos ven en América latina una esperanza, no menos de 26 millones de sus gentes engrosarán —casi de un día para el otro— las filas de los hambrientos. La música es tu amigo especial/Baila sobre el fuego como te lo pide/La música es tu único amigo/Hasta el final, nos desafían «The Doors».
¿El ojo de Dios?
En la frontera entre Francia y Suiza, los científicos buscan la «partícula de Dios». Inventaron un Gran Colisionador de Hadrones (LHC), para descubrir el origen del Universo. Todo está puesto en duda. «Todo lo sólido se desvanece en el aire», como escribió en el ‘88 Marshall Bergman.
El miedo, el miedo que lacera; la sensación de ser títeres bajo la locura de los poderosos; lo desconocido y acechante incitan también al humor... negro. Enterradores ucranianos de la empresa «Eternidad» hicieron un restaurante en un espacio de veinte metros de largo. Es un ataúd —el mais grande do mundo—, decorado con féretros y cuyos platos tienen nombres relacionados con la muerte: «Nos vemos en el Paraíso», o «Ríase del infierno», por ejemplo. Otro caso: enfermo de vacío y sediento de sangre, un joven argentino mató a su papá, lo cocinó y... se lo comió. Como contrapartida, el suizo Yves Rossi, provisto de alas equipadas con reactores sobre sus espaldas y su cuerpo como fuselaje, voló sobre los 35 kilómetros del Canal de la Mancha en diez minutos. Por gracia, también hay pájaros.
Crisis energética, cambio climático, calentamiento global, deforestación, discriminación, inmigrantes que buscan un lugar bajo el sol y encuentran la muerte de la mano de su hermano, el hombre; ocupaciones de países y masacres por parte del Imperio; la crisis financiera; la militarización de la América indígena; la amenaza de carencia de agua, mientras los sin conciencia la despilfarran; la medicina inaccesible para la mayoría, la falta de viviendas y de educación, las muertes por pánico…
El hombre horrorizó a la Naturaleza y hoy estamos expuestos a su justa furia. Pero ahora, cuando lo que se juega es nada menos que el destino de todos, lo peor es la pérdida del sentido de la vida, de los valores humanos. Tomados por las urgencias y por la banalidad con que el Sistema distrae la atención de los desprevenidos o indiferentes, no vemos el caleidoscopio que —como un milagro— nos convoca con mil imágenes a dar vida a la vida.
Hoy conocemos la realidad. ¿Qué viene después? Sólo hay presunciones. ¿Se harán ciertas las profecías mayas? Según ellas, después de sufrir no pocas desventuras, el 22 de diciembre de 2012 comenzará una nueva Era. ¿Cambiamos de paradigmas... o elegimos las sombras?
Según Una breve historia del futuro, libro del economista y pensador francés Jacques Attali, hay tres alternativas. La primera —que todos, y aun los hechos, descartan— es la continuación del Imperio de los USA, lo que significaría el fin del mundo. Otra, igualmente grave, es el súper-conflicto que seguiría a su caída, en cuyo caso continuaría la mundialización capitalista, el caos seguiría in crescendo, mientras que la anomia internacional permitiría que nuevos grupos de depredadores —con acceso a armas de destrucción masiva— cruzaran el espacio y los mares. De cumplirse esta hipótesis, la especie humana se extinguirá.
Otra posibilidad: la súper-democracia. Si la humanidad no quiere autoaniquilarse, el camino sería un contrato social planetario, con instancias de gobernabilidad y acciones colectivas en pro de la naturaleza. Así, podría inaugurarse la existencia, como una posibilidad humana de transitar el tiempo.
Hoy sabemos que Barack Obama sucederá a Georges W. Bush, calificado como «el peor entre todos los presidentes de los USA». Mientras tanto, y hasta que el 20 de enero entregue el Poder, sigue cometiendo atrocidades ¿Cuántas puede perpetrar, si hasta hoy no se privó de ninguna?
Y después, con el flamante electo... ¿qué? Más que los ciudadanos estadounidenses, parece haberlo votado el mundo todo. Las esperanzas puestas en él no tienen ni asidero, ni posibilidades serias de concretarse. Pareciera que se trata de inventar una ilusión. ¿Seguiremos soñando ser «libres como el viento», mientras vivimos prisioneros y amurallados por el miedo?
¿O quizá los pájaros nos mirarán desde su camino aéreo y desearán ser «libres como los hombres»?
Cristina CastelloPoeta y periodista
http://www.cristinacastello.com
http://les-risques-du-journalisme.over-blog.com
¿Qué le han hecho a la tierra?
¿Qué le han hecho a nuestra bella hermana?
Devastada, saqueada, violada y golpeada
Perforada con cuchillos en su amanecer
The Doors
Fin del mundo, apocalipsis, epílogo de una Era... expresiones para nombrar el miedo que atraviesa el corazón del mundo. Sed de petróleo, guerras, hambre, huracanes, maremotos, discriminación, guerras, deforestación, calentamiento global. Extenso sería el inventario de las ignominias perpetradas por el Hombre contra la Tierra, y contra el hombre. El planeta se estremece, nos sacude y golpea, y cada uno trata de ampararse a su manera: por la fe, la negación de la realidad, el humor o... el ridículo; algunos asisten a cursos para «hacer milagros» [sic], otros comen dentro de un ataúd, y algunos intentan volar como los pájaros.
«Cuando la música acabe», alertó Jim Morrison («The Doors») en 1967, como una metáfora del fin del mundo. ¿Fue profético? ¿Desaparecerá? Cada vez son más las voces de notables —entre ellos, la mayoría de los republicanos estadounidenses—, que anuncian la caída de la larga etapa liderada por la superpotencia del Norte. Los ojos de la Humanidad, aun los que estuvieron sordos, ciegos y mudos, empezaron a abrirse. Sí. Aunque el Poder mundial intente recrearlo, maquillado, vivimos el principio del final del capitalismo, la caída del Imperio Americano.
Por cierto que este Régimen hegemónico y unipolar que adoró al «Dios Mercado» en detrimento de las personas, no se agotará de un día para otro. El futuro de Rusia no está definido; China no piensa sino en alimentar a sus casi 1.400 millones de almas, y Europa está desorientada. El presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, es el Amigo americano, el mejor alumno de los USA de George W. Bush. Este monsieur que está liquidando los derechos sociales del ex-país de los derechos humanos; el mismo que está rematando la France como si fuera un mercadito; el que construye un Estado policíaco, se ha permitido decir que el capitalismo —el mismo con que él comulga— es el «culpable». La música es tu amigo especial / Baila sobre el fuego como te lo pide / La música es tu único amigo / Hasta el final, tañe la voz de Jim Morrison, en medio del disparate general.
El silencio. El silencio que rasga el alma del mundo —el miedo— se quiebra en dislates, a veces divertidos. En Villa Borghese (Roma), veinte personas comieron hace poco, a cincuenta metros de altura, sobre la copa de los árboles, sostenidos por una grúa: querían disfrutar del paisaje. Y a los pocos días, el alcalde de la ciudad dijo a la prensa que el fascismo no encarnaba el «mal absoluto». ¡Vaya tiramisú!
Desde que en el «septiembre negro» empezó la crisis financiera de Wall Street y se extendió por el mundo, quedó claro que el precio no lo pagan los ricos, sino las personas del común. Recesión, suba de precios, salarios caídos, huelgas, estallidos sociales y aumento de la pobreza, son moneda cotidiana. Y continuarán. Como contrapartida, las grandes fortunas, lejos de volatilizarse, pasan de unas a otras manos; de las de Merrill Lynch a las del Bank of América, por citar uno de los casos.
¿Es el fin? El «septiembre negro» — más que una causa de lo que vivimos hoy— fue un disparador. Y es una consecuencia. Esta caída empezó en 1981 con Ronald Reagan y el fundamentalismo del mercado: la «Reaganomics», como se conoció su invento. El de la más despiadada plutocracia, y también el de la desvinculación de la responsabilidad del Estado para con sus ciudadanos. Durante casi treinta años, los «amos del universo» —llamados así por el escritor Tom Wolfe en La Hoguera de las vanidades— dirigen los destinos del planeta. Los amos, son los menos. Empalagados de riquezas materiales incalculables, deciden los destinos de los más: de los sufrientes y cada vez más excluidos de toda esperanza. El desamparo crece y se extiende sobre las generaciones, como una telaraña.
Por otra parte, ni el centroizquierda ni la izquierda pudieron todavía articular una propuesta seria; están todavía bajo el shock de las sucesivas crisis —salvo en algunos pocos países de América Latina—, y no tienen respuestas ante al desastre.
¿Cuánto durará esta caída? Según la mayoría de los analistas más conservadores, entre diez y quince años, aunque más probablemente veinte. Todo depende del resultado de la puja entre los menos que quieren destruir en pro de esa oligarquía financiera; y los menos que abogan por el bien de los más: la mayoría doliente. Y aquí no caben ni pesimismo ni optimismo sino la conciencia despierta del mundo, para recordar que la responsabilidad es de todos. Porque tantas veces esos «todos» bendijeron en las urnas lo mismo que los sacrificaba en la vida, y porque es tan bello el paisaje de las ovejas en sus rebaños, como degradante que el Hombre viva para dar balidos.
Titilan las mariposas, despavoridas, ante la inminencia de lo desconocido, mientras el hombre parece una hoja en la tormenta, sin saber siquiera cómo reaccionar. «Voy a bailar el Apocalipsis», dijo frente a multitudes el bailaor sevillano Israel Galván, y su danza tradujo en imágenes esa sensación de final. Con sonidos reales de bombardeos y misiles. ¿Un anuncio? Ya Francis Coppola había hecho su «Apocalypse Now», pero el mundo siguió andando. Bueno, ¿anduvo?
La caída encantada
Fue el escritor finlandés Arto Paasilinna quien encontró una salida armoniosa a este intríngulis universal. Escribió en 1991 El Cántico del apocalipsis alegre, traducido por ahora sólo en francés. Es una fábula gozosa que alumbra la esperanza, y nos conduce hasta 2023. Como una fantasía que alienta la imaginación, rescata la utopía y nos invita a un mundo fantástico, sin negar el pavor.
Curiosamente, el apellido del autor —traducido a nuestra lengua—, significa «fortaleza de piedra»; y es justamente lo que Arto nos ofrece en su Cántico: un enjambre de luces sobre nuestro futuro azaroso. Pero –eso sí— nos pide el deber de resistir durante este final provisorio del mundo que él prevé en 2023... con más víctimas, fruto de los estertores del capitalismo. Por cierto que Paasilinna relata la caída del Muro de Berlín (1989) y —aunque jubiloso e irónico— profetiza lo que vivimos y viviremos.
Con el Muro, uno de cuyos iconos más conocidos fue la «Guerra Fría», se desplomaba el sistema económico, político y social representado por la Unión Soviética, Hoy, según los especialistas más lúcidos del mundo, entre ellos Joseph Stiglitz —Premio Nobel de la Economía 2001—, la crisis de Wall Street fue al capitalismo lo que la caída del Muro al comunismo. Stiglitz, como tantas otras voces, vaticina el fin del enriquecimiento obsceno de los sectores financieros y de las multinacionales, que aún retienen el Poder. Para revertir la situación, habrá que esperar años.
Sí, el número de hambrientos en el mundo es de 925 millones: sólo en un año, 75 millones se sumaron a los famélicos. Y aunque, por un lado y con una mirada idealizada, algunos ven en América latina una esperanza, no menos de 26 millones de sus gentes engrosarán —casi de un día para el otro— las filas de los hambrientos. La música es tu amigo especial/Baila sobre el fuego como te lo pide/La música es tu único amigo/Hasta el final, nos desafían «The Doors».
¿El ojo de Dios?
En la frontera entre Francia y Suiza, los científicos buscan la «partícula de Dios». Inventaron un Gran Colisionador de Hadrones (LHC), para descubrir el origen del Universo. Todo está puesto en duda. «Todo lo sólido se desvanece en el aire», como escribió en el ‘88 Marshall Bergman.
El miedo, el miedo que lacera; la sensación de ser títeres bajo la locura de los poderosos; lo desconocido y acechante incitan también al humor... negro. Enterradores ucranianos de la empresa «Eternidad» hicieron un restaurante en un espacio de veinte metros de largo. Es un ataúd —el mais grande do mundo—, decorado con féretros y cuyos platos tienen nombres relacionados con la muerte: «Nos vemos en el Paraíso», o «Ríase del infierno», por ejemplo. Otro caso: enfermo de vacío y sediento de sangre, un joven argentino mató a su papá, lo cocinó y... se lo comió. Como contrapartida, el suizo Yves Rossi, provisto de alas equipadas con reactores sobre sus espaldas y su cuerpo como fuselaje, voló sobre los 35 kilómetros del Canal de la Mancha en diez minutos. Por gracia, también hay pájaros.
Crisis energética, cambio climático, calentamiento global, deforestación, discriminación, inmigrantes que buscan un lugar bajo el sol y encuentran la muerte de la mano de su hermano, el hombre; ocupaciones de países y masacres por parte del Imperio; la crisis financiera; la militarización de la América indígena; la amenaza de carencia de agua, mientras los sin conciencia la despilfarran; la medicina inaccesible para la mayoría, la falta de viviendas y de educación, las muertes por pánico…
El hombre horrorizó a la Naturaleza y hoy estamos expuestos a su justa furia. Pero ahora, cuando lo que se juega es nada menos que el destino de todos, lo peor es la pérdida del sentido de la vida, de los valores humanos. Tomados por las urgencias y por la banalidad con que el Sistema distrae la atención de los desprevenidos o indiferentes, no vemos el caleidoscopio que —como un milagro— nos convoca con mil imágenes a dar vida a la vida.
Hoy conocemos la realidad. ¿Qué viene después? Sólo hay presunciones. ¿Se harán ciertas las profecías mayas? Según ellas, después de sufrir no pocas desventuras, el 22 de diciembre de 2012 comenzará una nueva Era. ¿Cambiamos de paradigmas... o elegimos las sombras?
Según Una breve historia del futuro, libro del economista y pensador francés Jacques Attali, hay tres alternativas. La primera —que todos, y aun los hechos, descartan— es la continuación del Imperio de los USA, lo que significaría el fin del mundo. Otra, igualmente grave, es el súper-conflicto que seguiría a su caída, en cuyo caso continuaría la mundialización capitalista, el caos seguiría in crescendo, mientras que la anomia internacional permitiría que nuevos grupos de depredadores —con acceso a armas de destrucción masiva— cruzaran el espacio y los mares. De cumplirse esta hipótesis, la especie humana se extinguirá.
Otra posibilidad: la súper-democracia. Si la humanidad no quiere autoaniquilarse, el camino sería un contrato social planetario, con instancias de gobernabilidad y acciones colectivas en pro de la naturaleza. Así, podría inaugurarse la existencia, como una posibilidad humana de transitar el tiempo.
Hoy sabemos que Barack Obama sucederá a Georges W. Bush, calificado como «el peor entre todos los presidentes de los USA». Mientras tanto, y hasta que el 20 de enero entregue el Poder, sigue cometiendo atrocidades ¿Cuántas puede perpetrar, si hasta hoy no se privó de ninguna?
Y después, con el flamante electo... ¿qué? Más que los ciudadanos estadounidenses, parece haberlo votado el mundo todo. Las esperanzas puestas en él no tienen ni asidero, ni posibilidades serias de concretarse. Pareciera que se trata de inventar una ilusión. ¿Seguiremos soñando ser «libres como el viento», mientras vivimos prisioneros y amurallados por el miedo?
¿O quizá los pájaros nos mirarán desde su camino aéreo y desearán ser «libres como los hombres»?
Cristina CastelloPoeta y periodista
http://www.cristinacastello.com
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03 diciembre 2008
La prohibición de las bombas de racimo arranca sin la firma de EE UU, Rusia, China e Israel
Los organizadores se dirigirán a la nueva administración norteamericana para recabar su apoyo Oslo - 03/12/2008
El primer ministro noruego, Jens Stoltenberg, ha abierto hoy en Oslo la convención para la ratificación del tratado internacional que prohíbe las bombas de racimo, acordado el pasado mayo en Dublín y que firmarán un centenar de países. La convención, en el Ayuntamiento de Oslo, se extenderá durante horas y coincidirá con la celebración de un debate. Entre los invitados figuran el ministro de Asuntos Exteriores español, Miguel Angel Moratinos, y sus colegas francés, Bernard Kouchner; inglés, David Miliband; y alemán, Frank-Walter Steinmeier.
Dieciocho de los veintiséis países de la OTAN han asegurado que firmarán el tratado, algo a lo que se han negado los principales fabricantes y usuarios de bombas de racimo, como Estados Unidos, Rusia, China, India, Israel y Pakistán. El acuerdo prohíbe el uso, desarrollo, fabricación, adquisición y almacenamiento de las bombas de racimo y mejora la asistencia a las víctimas, la mayoría civiles. En la convención participan también 250 activistas de 75 países y personas que han sufrido heridas causadas por este tipo de bombas.
Petición a Obama
Stoltenberg ha señalado que "el mundo no será el mismo" después de la firma del tratado y ha invitado a países como EEUU y Rusia a unirse a esta iniciativa. El jefe de Gobierno noruego ha recordado que el próximo presidente de EEUU, Barack Obama, votó en su momento contra su uso y señaló que Noruega contactará con la nueva administración estadounidense para conocer su punto de vista sobre la cuestión.
El Gobierno noruego lanzó en noviembre de 2006 una iniciativa para acelerar las negociaciones que culminaron en mayo pasado en Dublín, donde más de un centenar de países consensuaron finalmente el tratado que hoy se firma en Oslo. Según la Coalición contra las Bombas de Racimo (CMC, en sus siglas en inglés), que agrupa a más de 200 organizaciones no gubernmentales (ONG) a favor de la prohibición, las bombas racimo han herido y asesinado a más de 100.000 personas, un tercio de ellos niños.
El primer ministro noruego, Jens Stoltenberg, ha abierto hoy en Oslo la convención para la ratificación del tratado internacional que prohíbe las bombas de racimo, acordado el pasado mayo en Dublín y que firmarán un centenar de países. La convención, en el Ayuntamiento de Oslo, se extenderá durante horas y coincidirá con la celebración de un debate. Entre los invitados figuran el ministro de Asuntos Exteriores español, Miguel Angel Moratinos, y sus colegas francés, Bernard Kouchner; inglés, David Miliband; y alemán, Frank-Walter Steinmeier.
Dieciocho de los veintiséis países de la OTAN han asegurado que firmarán el tratado, algo a lo que se han negado los principales fabricantes y usuarios de bombas de racimo, como Estados Unidos, Rusia, China, India, Israel y Pakistán. El acuerdo prohíbe el uso, desarrollo, fabricación, adquisición y almacenamiento de las bombas de racimo y mejora la asistencia a las víctimas, la mayoría civiles. En la convención participan también 250 activistas de 75 países y personas que han sufrido heridas causadas por este tipo de bombas.
Petición a Obama
Stoltenberg ha señalado que "el mundo no será el mismo" después de la firma del tratado y ha invitado a países como EEUU y Rusia a unirse a esta iniciativa. El jefe de Gobierno noruego ha recordado que el próximo presidente de EEUU, Barack Obama, votó en su momento contra su uso y señaló que Noruega contactará con la nueva administración estadounidense para conocer su punto de vista sobre la cuestión.
El Gobierno noruego lanzó en noviembre de 2006 una iniciativa para acelerar las negociaciones que culminaron en mayo pasado en Dublín, donde más de un centenar de países consensuaron finalmente el tratado que hoy se firma en Oslo. Según la Coalición contra las Bombas de Racimo (CMC, en sus siglas en inglés), que agrupa a más de 200 organizaciones no gubernmentales (ONG) a favor de la prohibición, las bombas racimo han herido y asesinado a más de 100.000 personas, un tercio de ellos niños.
EL AGUA Y EL ORO
El debate sobre la ley de protección a los glaciares, vetada por el Ejecutivo, debe ser asumido por los legisladores y por la sociedad
Miguel Bonasso
Los glaciares no son, simplemente, una atracción turística, un escenario suntuoso para desfiles de modelos. Constituyen una de las mayores reservas de agua dulce del planeta y aunque castigados ellos mismos por el calentamiento global siguen siendo, pese a todo, un factor que atempera y ralenta ese calentamiento. Impedir que los destruyan o contaminen es una cuestión de vida o muerte.
El dicho popular sentencia: "Sin oro podemos vivir, sin agua no". Sin embargo, hay quienes siguen considerando, como el Rey Midas, que el oro es la medida de todas las cosas de la Tierra, aunque la Tierra perezca.
Por eso, el debate sobre la ley de protección a los glaciares que fue vetada días atrás por el Poder Ejecutivo debe ser asumido por los legisladores que votaron por unanimidad esa norma y por el conjunto de la sociedad que puede ver afectados sus intereses vitales si el rechazo presidencial se impone.
Estamos frente a una de esas decisiones capitales que sobrevuelan los intereses parciales, la disciplina partidaria que exige la obediencia debida o las chicanas entre oficialistas y opositores. Estamos frente a una decisión de Estado. Del Estado entendido como síntesis institucional de las necesidades actuales y futuras de la sociedad y no como expresión circunstancial de tal o cual gobierno.
Un breve resumen para que el lector entienda de qué estamos hablando.
El 13 de noviembre de 2007, en la Comisión de Recursos Naturales y Ambiente Humano de la Cámara de Diputados que presido, aprobamos por unanimidad un proyecto de ley de la diputada (mandato cumplido) Marta Maffei de "presupuestos mínimos para la protección de los glaciares y del ambiente periglacial". La norma tenía como objeto preservar los glaciares y sus zonas aledañas cubiertas de hielo (permafrost), para mantenerlos como reservas estratégicas de recursos hídricos y proveedores de agua de recarga de cuencas hidrográficas que vienen desde la cordillera de los Andes hacia el océano Atlántico. También proponía la creación de un inventario de glaciares y geoformas periglaciales de todo el territorio nacional. Y, como es lógico, prohibía la explotación minera o petrolífera sobre los glaciares y sus heladas adyacencias.
El proyecto de la entonces diputada del ARI contó con el asesoramiento científico del Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (Ianiglia), a través de su propio director, el doctor Ricardo Villalba.
El dictamen de Comisión fue elevado al pleno sin disidencias ni observaciones y fue aprobado por unanimidad en el recinto el 22 de noviembre de 2007. Reitero: no tuvo votos negativos. Hubo solamente dos abstenciones, la del jujeño Carlos Snopek y la mendocina Susana Amanda Genem. Lo votaron los diputados de las "provincias cordilleranas" que estaban presentes. Incluidos los sanjuaninos y sanjuaninas Margarita Ferrá de Bartol, Juan Carlos Gioja, Ruperto Eduardo Godoy y José Rubén Uñac.
El 22 de octubre de este año fue también aprobado en general por unanimidad en el Senado. Solamente interpusieron objeciones formales al artículo quinto los senadores Adolfo Rodríguez Saá (San Luis), Liliana Teresa Negre de Alonso (San Luis) y Roberto Gustavo Basualdo (San Juan).
Antes de la votación, pronunció un elocuente discurso Daniel Filmus, titular de la Comisión de Recursos Naturales de la Cámara alta. Dijo, entre otras cosas: "Hablamos de uno de los temas más importantes que puede tener la Argentina en el futuro. Un tema que no contaba con una legislación específica y que es fundamental y decisivo, porque aludimos principalmente a las reservas de agua de nuestro país". Con la media sanción del Senado, el proyecto se convirtió en la ley 26.418. Faltaba solamente que el Poder Ejecutivo la promulgara. Pero la vetó mediante el decreto presidencial 1837/08, que lleva las firmas de Cristina Fernández de Kirchner y del jefe de Gabinete, Sergio Massa.
Los argumentos para el rechazo de la ley son endebles y según se desprende del texto mismo, se basan en preocupaciones de la Secretaría de Minería y de "gobernadores de la zona cordillerana". El secretario de Minería es el sanjuanino Jorge Mayoral, relacionado con intereses mineros y el gobernador de San Juan, José Luis Gioja, también señalado públicamente por sus vínculos con la empresa canadiense Barrick Gold, la misma que fue rechazada por la protesta pública en Esquel y ahora capitanea el proyecto binacional Pascua- Lama (entre Chile y la Argentina), de 2.400 millones de dólares, casualmente en zona de glaciares.
Según la Secretaría de Minería, que depende del Ministerio de Planificación, a cargo del arquitecto Julio De Vido, "el establecimiento de presupuestos mínimos no puede limitarse a la absoluta prohibición de actividades". La ley no prohíbe "absolutamente" cualquier tipo de actividad sino aquellas que se realicen directamente sobre los glaciares, destruyéndolos o contaminándolos. Pero, además, ¿qué autoridad tiene para opinar sobre el derecho ambiental esta secretaría de Estado y no la del ramo, que es la de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación, a cargo de Romina Picolotti, ausente en las menciones del decreto?
La observación del Poder Ejecutivo argumenta, también, que la Ley General de Ambiente (25.675) prevé "el sistema de evaluación ambiental previo a la autorización de toda obra o actividad susceptible de degradar el ambiente" y que, por lo tanto, "la prohibición contenida en el artículo 6º del Proyecto de Ley sancionado resulta excesiva". El decreto ignora que los informes de impacto ambiental que presentó la Barrick Gold en Chile y la Argentina omitían la existencia de glaciares en su zona de operación.
El núcleo del veto aparece nítido en esta definición negativa sobre la ley al considerar que "daría preeminencia a los aspectos ambientales por encima de actividades que podrían autorizarse y desarrollarse en perfecto cuidado del medio ambiente". De eso se trata, precisamente, de otorgar preeminencia al derecho ambiental, consagrado por el artículo 41 de la Constitución, por sobre cualquier otra actividad que pueda lesionarlo.
Por último, el artículo 3º del decreto propone: "Invítase a los Señores Gobernadores, Senadores Nacionales y Diputados Nacionales de las provincias cordilleranas, a constituir un foro interdisciplinario para la discusión de las medidas a adoptar en orden a la protección de los glaciares y el ambiente periglacial".
Como es obvio, ningún foro puede subrogar al Congreso de la Nación. Por eso, diputados y senadores debemos insistir en la ley original para que el veto se caiga. Hacen falta dos tercios de los votos, es verdad, pero también es cierto que la ley fue votada por unanimidad. Que cada uno se haga cargo de lo que votó.
Miguel Bonasso es un parlamentario argentino con una dilatada trayectoria política de militancia de izquierda.
Miguel Bonasso
Los glaciares no son, simplemente, una atracción turística, un escenario suntuoso para desfiles de modelos. Constituyen una de las mayores reservas de agua dulce del planeta y aunque castigados ellos mismos por el calentamiento global siguen siendo, pese a todo, un factor que atempera y ralenta ese calentamiento. Impedir que los destruyan o contaminen es una cuestión de vida o muerte.
El dicho popular sentencia: "Sin oro podemos vivir, sin agua no". Sin embargo, hay quienes siguen considerando, como el Rey Midas, que el oro es la medida de todas las cosas de la Tierra, aunque la Tierra perezca.
Por eso, el debate sobre la ley de protección a los glaciares que fue vetada días atrás por el Poder Ejecutivo debe ser asumido por los legisladores que votaron por unanimidad esa norma y por el conjunto de la sociedad que puede ver afectados sus intereses vitales si el rechazo presidencial se impone.
Estamos frente a una de esas decisiones capitales que sobrevuelan los intereses parciales, la disciplina partidaria que exige la obediencia debida o las chicanas entre oficialistas y opositores. Estamos frente a una decisión de Estado. Del Estado entendido como síntesis institucional de las necesidades actuales y futuras de la sociedad y no como expresión circunstancial de tal o cual gobierno.
Un breve resumen para que el lector entienda de qué estamos hablando.
El 13 de noviembre de 2007, en la Comisión de Recursos Naturales y Ambiente Humano de la Cámara de Diputados que presido, aprobamos por unanimidad un proyecto de ley de la diputada (mandato cumplido) Marta Maffei de "presupuestos mínimos para la protección de los glaciares y del ambiente periglacial". La norma tenía como objeto preservar los glaciares y sus zonas aledañas cubiertas de hielo (permafrost), para mantenerlos como reservas estratégicas de recursos hídricos y proveedores de agua de recarga de cuencas hidrográficas que vienen desde la cordillera de los Andes hacia el océano Atlántico. También proponía la creación de un inventario de glaciares y geoformas periglaciales de todo el territorio nacional. Y, como es lógico, prohibía la explotación minera o petrolífera sobre los glaciares y sus heladas adyacencias.
El proyecto de la entonces diputada del ARI contó con el asesoramiento científico del Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (Ianiglia), a través de su propio director, el doctor Ricardo Villalba.
El dictamen de Comisión fue elevado al pleno sin disidencias ni observaciones y fue aprobado por unanimidad en el recinto el 22 de noviembre de 2007. Reitero: no tuvo votos negativos. Hubo solamente dos abstenciones, la del jujeño Carlos Snopek y la mendocina Susana Amanda Genem. Lo votaron los diputados de las "provincias cordilleranas" que estaban presentes. Incluidos los sanjuaninos y sanjuaninas Margarita Ferrá de Bartol, Juan Carlos Gioja, Ruperto Eduardo Godoy y José Rubén Uñac.
El 22 de octubre de este año fue también aprobado en general por unanimidad en el Senado. Solamente interpusieron objeciones formales al artículo quinto los senadores Adolfo Rodríguez Saá (San Luis), Liliana Teresa Negre de Alonso (San Luis) y Roberto Gustavo Basualdo (San Juan).
Antes de la votación, pronunció un elocuente discurso Daniel Filmus, titular de la Comisión de Recursos Naturales de la Cámara alta. Dijo, entre otras cosas: "Hablamos de uno de los temas más importantes que puede tener la Argentina en el futuro. Un tema que no contaba con una legislación específica y que es fundamental y decisivo, porque aludimos principalmente a las reservas de agua de nuestro país". Con la media sanción del Senado, el proyecto se convirtió en la ley 26.418. Faltaba solamente que el Poder Ejecutivo la promulgara. Pero la vetó mediante el decreto presidencial 1837/08, que lleva las firmas de Cristina Fernández de Kirchner y del jefe de Gabinete, Sergio Massa.
Los argumentos para el rechazo de la ley son endebles y según se desprende del texto mismo, se basan en preocupaciones de la Secretaría de Minería y de "gobernadores de la zona cordillerana". El secretario de Minería es el sanjuanino Jorge Mayoral, relacionado con intereses mineros y el gobernador de San Juan, José Luis Gioja, también señalado públicamente por sus vínculos con la empresa canadiense Barrick Gold, la misma que fue rechazada por la protesta pública en Esquel y ahora capitanea el proyecto binacional Pascua- Lama (entre Chile y la Argentina), de 2.400 millones de dólares, casualmente en zona de glaciares.
Según la Secretaría de Minería, que depende del Ministerio de Planificación, a cargo del arquitecto Julio De Vido, "el establecimiento de presupuestos mínimos no puede limitarse a la absoluta prohibición de actividades". La ley no prohíbe "absolutamente" cualquier tipo de actividad sino aquellas que se realicen directamente sobre los glaciares, destruyéndolos o contaminándolos. Pero, además, ¿qué autoridad tiene para opinar sobre el derecho ambiental esta secretaría de Estado y no la del ramo, que es la de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación, a cargo de Romina Picolotti, ausente en las menciones del decreto?
La observación del Poder Ejecutivo argumenta, también, que la Ley General de Ambiente (25.675) prevé "el sistema de evaluación ambiental previo a la autorización de toda obra o actividad susceptible de degradar el ambiente" y que, por lo tanto, "la prohibición contenida en el artículo 6º del Proyecto de Ley sancionado resulta excesiva". El decreto ignora que los informes de impacto ambiental que presentó la Barrick Gold en Chile y la Argentina omitían la existencia de glaciares en su zona de operación.
El núcleo del veto aparece nítido en esta definición negativa sobre la ley al considerar que "daría preeminencia a los aspectos ambientales por encima de actividades que podrían autorizarse y desarrollarse en perfecto cuidado del medio ambiente". De eso se trata, precisamente, de otorgar preeminencia al derecho ambiental, consagrado por el artículo 41 de la Constitución, por sobre cualquier otra actividad que pueda lesionarlo.
Por último, el artículo 3º del decreto propone: "Invítase a los Señores Gobernadores, Senadores Nacionales y Diputados Nacionales de las provincias cordilleranas, a constituir un foro interdisciplinario para la discusión de las medidas a adoptar en orden a la protección de los glaciares y el ambiente periglacial".
Como es obvio, ningún foro puede subrogar al Congreso de la Nación. Por eso, diputados y senadores debemos insistir en la ley original para que el veto se caiga. Hacen falta dos tercios de los votos, es verdad, pero también es cierto que la ley fue votada por unanimidad. Que cada uno se haga cargo de lo que votó.
Miguel Bonasso es un parlamentario argentino con una dilatada trayectoria política de militancia de izquierda.
02 diciembre 2008
LAS LECCIONES DE GUERRA Y LA VERDAD DE LAWRENCE WILKERSON
TODO. De cualquier manera, a veces me pregunto si toda este periodismo de denuncia y ruptura con los medios amarillos, los medios pagados por los criminales de guerra sirve para algo... Tengo la escéptica visión de que los convencidos de ambos lados no se apoyan ni leen esos artículos de denuncias. Los convencidos de un lado agregan algunos conocimientos nuevos. Los que descreen del "progresismo" y de la prensa de denuncia, siguen firmes justificando las invasiones de Vietnam, Irak, Afganistán... y siguen firmes creyendo que Georgia fue "atacada" por los bárbaros de Putin.
En un país, cuyo presidente sólo podría justificar su cargo gracias al fraude, el dinero petrolero y el dinero volcado a carradas entre los pobres de espíritu y los ciegos y sordos, influidos por los misioneros que pululan por las calles de EEUU, y cuya mitad vota por un sucesor de Georgi... el futuro es muy duro e incierto.
Andrés Aldao
LAS LECCIONES DE GUERRA Y LA VERDAD DE LAWRENCE WILKERSON
Nick Turse − TomDispatch
Introducción del editor de TomDispatch, Tom Engelhardt
Nick Turse: un narrador de verdades de nuestros tiempos
En octubre de 2006, cuando las bajas estadounidenses en Iraq no habían llegado todavía a 2.000 muertos o 15.000 heridos, y nuestras bajas en Afganistán todavía eran ciertamente moderadas, ya habían comenzado a emerger en línea “muros” informales para honorar a los caídos. En esos días sugerí que “la deshonra particular que este gobierno ha causado a nuestro país exige también otros ‘muros’.” Imaginé, entonces, muros de vergüenza para los personajes del gobierno de Bush y sus compinches – e incluso produje uno (en palabras) en noviembre de ese año. A esta altura, claro está, cualquier muro semejante estaría repleto hasta reventar de nombres testigos de la infamia.
En octubre, los de TomDispatch también lanzamos un proyecto bastante diferente, otro tipo de “muro,” esta vez en tributo a la inmensa cantidad de “víctimas gubernamentales de las locuras del gobierno de Bush, personas que fueron suficientemente honorables e inmutables en sus deberes de gobierno,” y que tan a menudo vieron que se les calumniaba y que les quedaba poca alternativa que renunciar en protesta, irse, o simplemente ser arrojados al precipicio por cómplices del gobierno.
Nick Turse encabezó lo que llegamos a llamar nuestro proyecto de la “legión de los caídos” con una lista de 42 nombres semejantes, que iban desde el conocido Jefe de Estado Mayor del Ejército, general Eric Shinseki (quien se retiró después de sugerir al Congreso que se necesitarían “varios cientos de miles de soldados” para ocupar Iraq) y Richard Clarke (quien se fue, horrorizado por la manera como el gobierno encaraba el terror y el terrorismo) a los moderadamente conocidos Ann Wright, John Brown, y John Brady Kiesling (tres diplomáticos que renunciaron para protestar contra la inminente invasión de Iraq) al poco conocido Archivista de EE.UU., John W. Carlin (quien renunció bajó presión, posiblemente para que varios papeles de Bush pudieran ser mantenidos en secreto). Para cuando Turse escribió su según artículo sobre la legión de los caídos en noviembre de ese año, y luego el tercero y último en febrero de 2006, esa lista de nombres había llegado a más de 200, sin que hubiera un fin a la vista.
Hoy, para su vergüenza eterna, el gobierno de Bush no sólo deja en ruina sus propios proyectos, sino a la nación en sí. Ningún muro podría bastar para sus especiales “logros.” Turse, quien recientemente escribió para la revista The Nation "A My Lai a Month" [en Rebelión bajo http://www.rebelion.org/noticia.php?id=76278], una denuncia impactante de la campaña de contrainsurgencia de EE.UU. en Vietnam que masacró a miles de civiles, vuelve en los últimos instantes de este gobierno deshonrado con un adecuado artículo de toque final para los que cayeron honorablemente en Washington. Hay que tomarlo como el último de la “legión de los caídos,” un artículo memorial – para que no olvidemos. Tom
"La matamos… eso me perseguirá hasta el fin de mis días.”
Las lecciones de guerra y verdad de Lawrence Wilkerson
Nick Turse
Las naciones en proceso de cambio son naciones necesitadas. Un nuevo presidente asumirá próximamente el poder, enfrentando decisiones difíciles no sólo sobre dos guerras muy prolongadas y una crisis económica en profundización permanente, sino respecto a un gobierno que hace tiempo que va moralmente a la deriva. La tortura como política de Estado, secuestros, prisiones fantasma, vigilancia en el interior, militarismo progresivo, guerras ilegales, y mentiras oficiales, han estado siempre a la orden del día. Momentos como éste piden narradores de verdades. Piden Comisiones de Verdad y Reconciliación. Piden testigos dispuestos a presentarse en público. Piden almas valerosas dispuestas a sacar a la luz del día realidades ocultas y prohibidas.
Lawrence B. Wilkerson pertenece a esa especie de hombre. Llegó a la prominencia nacional en octubre de 2005 cuando – después de haber dejado anteriormente en ese año su puesto como jefe de gabinete del Secretario de Estado Colin Powell – puso al desnudo algunos de los secretos de la Casa Blanca de Bush tal como los había vivido. Había estado en los aposentos del poder cuando se perfilaron la invasión y ocupación de Iraq. En el segundo período de Bush, desde afuera, pensó que ya le bastaba. El pueblo estadounidense, pensó, tenía derecho a saber exactamente cómo trabajaba realmente su gobierno, y por lo tanto le ofreció su visión del gobierno de Bush en acción: “Algunas de las decisiones más importantes sobre la seguridad nacional de EE.UU. – incluyendo decisiones vitales sobre Iraq en la postguerra – fueron tomadas por una cábala secreta, poco conocida. Estaba compuesta por un grupo pequeñísimo de personas dirigidas por el vicepresidente Dick Cheney y el Secretario de Defensa Donald Rumsfeld."
En los años desde entonces, Wilkerson, coronel del Ejército en retiro, no se ha mostrado reticente, especialmente cuando se trataba de “la militarización de la política exterior de EE.UU.” y la práctica de las entregas extraordinarias (los secuestros de presuntos terroristas y su entrega a manos de regímenes listos y dispuestos a torturarlos).
Tampoco, antes en este año, rehuyó testificar ante el Subcomité Judicial de la Cámara sobre la Constitución, Derechos Civiles, y Libertades Civiles, sobre cómo, en 2004, mientras todavía estaba en el Departamento de Estado, había compilado un “expediente de información clasificada, confidencial y de código abierto” sobre las prácticas de interrogatorio y de encarcelamiento de EE.UU. en la prisión Abu Ghraib en Iraq, que presentó, dijo, “abrumadora evidencia de que mi propio gobierno había avalado los abusos y la tortura.”
“Hemos dañado nuestra reputación en el mundo y por lo tanto reducido nuestro poder,” dijo ante el panel al terminar. “Una vez fuimos vistos como modelo de derecho; ahora representamos en muchos rincones del globo una burla del derecho.”
Wilkerson ha pasado la mayor parte de su vida adulta al servicio del gobierno de EE.UU. como soldado durante 31 años, incluyendo el servicio militar en Vietnam; como asistente especial del Jefe del Estado Mayor Conjunto; como Director Adjunto del Colegio de Guerra del Cuerpo de Marines de EE.UU.; y finalmente, de 2002 a 2005, como jefe de gabinete para Powell en el Departamento de Estado. Su servicio más vital para su país, sin embargo, ha tenido lugar, casi indiscutiblemente, en los años desde entonces.
Wilkerson has se ha convertido en un franco narrador de verdades, y de todas las verdades que ha contado, hay una que es especialmente personal y dolorosa; una que, después de tantos años, podría haber guardado para sí, pero decidió no hacerlo. Es una historia, de verdad, consecuencias, y una pequeña muerta, que sucedió hace décadas. Ese hecho no la hace menos oportuna, ya que ofrece lecciones esenciales, especialmente a soldados de EE.UU. involucrados en guerras aparentemente interminables que han llevado a la muerte de innumerables civiles, incluyendo niñas pequeñas.
“Me culpo por lo sucedido hasta hoy.”
Testificando ante ese subcomité del Congreso, en junio, Wilkerson declaró:
“En Vietnam, como teniente y capitán de Infantería, tuvo que refrenar en diversas ocasiones a mis soldados, incluso a uno o dos de mis oficiales. Cuando las autoridades superiores tomaban decisiones como ser declarar zonas de libre fuego – con lo que se quiere decir que se podía matar a todo lo que se moviera en esa zona – y uno encontraba a un niña de 12 años en un sendero en la selva, era obvio que no iba a obedecer esas órdenes. Pero algunas situaciones no eran tan evidentes y siempre había que estar en guardia contra la posibilidad de que los soldados fueran demasiado lejos.
Como su jefe, me correspondía establecer el ejemplo – y eso significaba que a veces tenía que amonestar o castigar a un soldado que infringía las reglas. En todos los casos, quería decir que personalmente yo seguía las reglas no sólo al ‘infringir’ las así llamadas reglas de enfrentamiento, como en las zonas designadas de libre fuego, sino también al seguir las reglas que me habían grabado mis padres, mis escuelas, mi iglesia, y el Ejército de EE.UU. en clases sobre las Convenciones de Ginebra y lo que llamábamos la ley de la guerra terrestre. Me habían enseñado, y lo creía firmemente cuando presté juramente como oficial y juré apoyar y defender la Constitución, que los soldados estadounidenses eran diferentes y que gran parte de su fuerza y espíritu en el combate provenían de esa diferencia y que gran parte de esa diferencia estaba resumida en nuestra humanidad y nuestro respecto por los derechos de todos.”
Casi dos años antes, junto con la periodista Deborah Nelson, nos reunimos con Wilkerson en un café Starbucks en las afueras de Washington, D.C. Nos acurrucamos en la parte trasera del café, mientras, en medio del estrépito de las conversaciones de los camareros y el zumbido de las máquinas de hacer café, Wilkerson nos hablaba de su servicio en Vietnam: Cómo voló bajo y lento – a menudo sobre las copas de los árboles – como piloto scout para la infantería, en un OH-6A "Loach" Helicóptero Ligero de Observación, operando en la región del III Cuerpo, bien al norte de Saigón. Durante sus 13 meses en Vietnam, Wilkerson registró más de 1.000 horas en combate, sin haber sido herido o haber sido derribado una sola vez. Sus soldados – supervisó a 300 hombres al fin de su período – solían llamarlo el “tipo Teflon” por buenos motivos.
Pero dos eventos durante su estadía en Vietnam no lo abandonaron, según sus propias palabras. Quedaron, en los hechos, indeleblemente grabados en su memoria.
Uno sucedió cuando, como joven teniente, se metió en una batalla verbal con un comandante de batallón de infantería – un teniente coronel – en tierra, en la Provincia Tay Ninh. Estaba en el aire dirigiendo su pelotón cuando el comandante en tierra le habló por la radio, declarando que el área sobre la cual volaba su helicóptero era una zona de libre fuego.
Omnipresentes durante la guerra, las zonas de libre fuego daban a los soldados estadounidenses autorización para desencadenar un poder de fuego sin restricciones, no importa quién estuviera viviendo todavía en el área, una contravención de las leyes de la guerra. La política permitía, por ejemplo, que descargas de artillería, fueran dirigidas contra áreas rurales pobladas, que los helicópteros artillados Cobra abrieran fuego contra campesinos vietnamitas sólo porque corrían atemorizados por el suelo, o que soldados rasos novatos en el terreno tiraran a mansalva contra niños que estaban pescando y campesinos que trabajaban en los campos. “Para los pilotos de Cobra y algunos de mis colegas en el pelotón Loach era como una licencia para disparar contra todo lo que se movía: jabalíes, tigres, elefantes, gente. No importaba,” nos dijo Wilkerson.
En esa ocasión, el comandante del batallón ordenó a Wilkerson y a su unidad que iniciaran “reconocimiento mediante el fuego” – básicamente que dispararan desde sus helicópteros a áreas cubiertas por maleza, líneas de árboles, ‘hootches’ (como llamaban las casas de campesinos vietnamitas), u otras estructuras, en un intento por atraer fuego enemigo e iniciar contacto. Sabiendo que, demasiadas veces, eso llevaba a que civiles inocentes fueran heridos o muertos, Wilkerson dijo al comandante en tierra que sus soldados sólo dispararían contra combatientes armados. “Al diablo con su zona de libre fuego,” le dijo.
Un piloto de Coba “de gatillo fácil” bajo su comando se inmiscuyó entonces en el enfrentamiento verbal por radio, poniéndose de parte del comandante de batallón. Ante esa actitud, como Wilkerson lo describió ese día, maniobró su propio helicóptero entre el Cobra artillado y la zona de libre fuego debajo. “Si disparas, me darás a mí,” dijo por su radio. “Y si me tocas, amigote, voy a armar mis cañones y te voy a disparar.”
La batalla verbal continuó hasta que, como lo contó Wilkerson, vio movimiento abajo. “No había nada ahí, fuera de una casa con un hombre, probablemente de unos setenta [años], una anciana, probablemente de la misma edad, y dos niños chicos.” Cuando informó al comandante del batallón y al piloto del Coba, Wilkerson recuerda, “todos se calmaron ‘porque se dieron cuenta de que, si hubieran disparado cohetes a esa casa, probablemente habrían matado a toda esa gente.”
Una situación similar se desarrolló con consecuencias mucho más lúgubres en un “área semi-selvática, de arrozales” en la provincia Binh Duong. Una vez más, un comandante en tierra declaró el área zona de libre fuego, y esa vez Wilkerson no dijo de inmediato a su equipo que no tuvieran en cuenta la orden. “Me culpo hasta hoy por ello,” nos dijo.
Unos 15 minutos después, cuando su helicóptero salió de la jungla a una carretera, apareció una carreta de bueyes que ya habían visto antes. “Antes de que dijera algo, el jefe de mi equipo soltó una ráfaga de munición de ametralladora. Y tenía muy buena puntería. Dio directamente en el carruaje.” Para cuando Wilkerson le ordenó que cesara el fuego, ya era demasiado tarde. “En resumen, había una niñita en la carreta y la matamos. Y eso me perseguirá hasta el fin de mis días.”
Incluso sin aprobación directa de Wilkerson, el jefe de equipo del helicóptero sólo estaba realizando una política estadounidense tal como fue establecida a nivel de comando – un punto que Wilkerson subrayó en junio al discutir su experiencia de la Guerra de Vietnam con el subcomité del Congreso. Al hacerlo, también presentó una de las verdades esenciales de la Guerra de Vietnam: que seguir las “reglas de enfrentamiento” de los militares de EE.UU. podía significar que se violaban las leyes de la guerra y los principios básicos de humanidad.
“Donde están enterrados los trapos sucios…”
En una reciente entrevista de seguimiento por correo electrónico Wilkerson reflexionó sobre la cualidad de indignación moral y el valor de la disposición de enfrentar a la autoridad – en Vietnam y, décadas después, en Washington.
“Siempre fui una especie de inconformista en ese sentido, oponiéndome a la autoridad cuando pensaba que la autoridad se equivocaba, particularmente si era un error ético,” escribió. “Creo que uno de los motivos por los que Powell me tuvo como 11 años trabajando directamente para él, fue porque a diferencia de la mayoría de la gente a su alrededor yo le decía lo que pensaba en un nano-segundo – incluso si contradecía lo que yo creía que él pensaba.”
Aunque Vietnam puede haber contribuido a la avidez de Wilkerson por hablar abiertamente, el ímpetu primordial para sus comentarios y escritos públicos desde 2005 vino del propio gobierno de Bush. “Sentí que la incompetencia, el engaño, y ciertas acciones del gobierno dañaban realmente a la nación, disminuyendo nuestro poder real en el mundo en tiempos en los que necesitaban todo lo que podíamos conseguir.”
Wilkerson reconoce que los que se pronunciaron contra el gobierno de Bush lo hicieron por su propia cuenta y riesgo. “La gente tiene familias que considerar, posiciones, salarios, medios de vida. No son cosas fáciles – particularmente cuando en nuestra república hemos mezclado la baraja cada vez más a favor de los que detentan el poder.” Como una especie de denunciante (aunque estuviera fuera del poder y del gobierno), Wilkerson ciertamente se expuso a potenciales represalias. A diferencia de la ex funcionaria de la CIA, Valeria Plame, sin embargo, no ve evidencia alguna de que haya sucedido.
Wilkerson, en un tono como si se burlara de sí mismo, sugiere que tuvieron piedad de su persona porque “soy una persona de poca monta en un contexto mayor y por ello poca gente escucha o hace caso de mis divagaciones.” Pero también señala otra posible razón: “Los que están en el poder probablemente creen que todavía soy próximo a Powell – y le temen mucho porque sabe dónde están enterrados muchos de los trapos sucios.”
Divulgando la verdad
Desde que Wilkerson se hizo presente en 2005, han aparecido denunciantes de todo tipo – de veteranos que testificaron en el Congreso en mayo sobre violencia perpetrada contra civiles iraquíes, a personas de confianza de altos niveles, en los últimos días de un período impotente, para hablar en público de batallas internas sobre el espionaje en el interior.
Wilkerson no considera su reciente revelación de su papel en la muerte de una niña vietnamita como análoga a sus actos posteriores como revelador de la verdad en el gobierno de Bush, pero reconoce el valor de sacar a la luz su asesinato.
“No fue una revelación de la verdad en el sentido de que no haya sido conocida previamente. El comandante del batallón en tierra lo sabía, los soldados lo sabían, mi tripulación lo sabía – por cierto, que yo sepa fue incluida en los informes intel [de inteligencia]. Pero en un sentido más amplio, sí, se suma a la riqueza de literatura e información que ahora es de [dominio] público… En breve, existe amplia evidencia disponible para el público sobre el infierno que es la guerra, de la carnicería, destrucción, almas arruinadas, y devastación.”
La revelación de experiencias semejantes, espera Wilkerson, será especialmente útil para los soldados de nuestros días. “Creo que los soldados alistados jóvenes debieran leer lo más posible sobre lo que otros han hecho en guerras anteriores, en particular por ‘mantener limpio nuestro honor,’ como dice el himno de los marines.”
Al hablar de su experiencia en Vietnam, Wilkerson ha ciertamente añadido al largo historial de sufrimiento civil como resultado de las guerras de EE.UU. en el extranjero – ofreciendo una sombría lección para los soldados de EE.UU. que sean desplegados en ultramar. Y para los soldados que ya han servido en las guerras de EE.UU. en Iraq y Afganistán, es un ejemplo de la manera como pueden seguir sirviendo a EE.UU. al hablar explícitamente sobre todos los aspectos de su servicio, incluso las partes tenebrosas de las que los estadounidenses a menudo no quieren oír.
La única pregunta es: ¿Tendrán el valor necesario para seguir su camino?
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
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Nick Turse es editor asociado y director de investigación de Tomdispatch.com. Ha escrito para Los Angeles Times, San Francisco Chronicle, Adbusters, the Nation, y regularmente para Tomdispatch.com. Su primer libro: “The Complex: How the Military Invades Our Everyday Lives,” una exploración del nuevo complejo militar-corporativo en EE.UU., fue recientemente publicado por Metropolitan Books. Su sitio en la red es: Nick Turse.com
Copyright 2008 Nick Turse
http://www.tomdispatch.com/post/175006/nick_turse_a_truth_teller_for_our_times
En un país, cuyo presidente sólo podría justificar su cargo gracias al fraude, el dinero petrolero y el dinero volcado a carradas entre los pobres de espíritu y los ciegos y sordos, influidos por los misioneros que pululan por las calles de EEUU, y cuya mitad vota por un sucesor de Georgi... el futuro es muy duro e incierto.
Andrés Aldao
LAS LECCIONES DE GUERRA Y LA VERDAD DE LAWRENCE WILKERSON
Nick Turse − TomDispatch
Introducción del editor de TomDispatch, Tom Engelhardt
Nick Turse: un narrador de verdades de nuestros tiempos
En octubre de 2006, cuando las bajas estadounidenses en Iraq no habían llegado todavía a 2.000 muertos o 15.000 heridos, y nuestras bajas en Afganistán todavía eran ciertamente moderadas, ya habían comenzado a emerger en línea “muros” informales para honorar a los caídos. En esos días sugerí que “la deshonra particular que este gobierno ha causado a nuestro país exige también otros ‘muros’.” Imaginé, entonces, muros de vergüenza para los personajes del gobierno de Bush y sus compinches – e incluso produje uno (en palabras) en noviembre de ese año. A esta altura, claro está, cualquier muro semejante estaría repleto hasta reventar de nombres testigos de la infamia.
En octubre, los de TomDispatch también lanzamos un proyecto bastante diferente, otro tipo de “muro,” esta vez en tributo a la inmensa cantidad de “víctimas gubernamentales de las locuras del gobierno de Bush, personas que fueron suficientemente honorables e inmutables en sus deberes de gobierno,” y que tan a menudo vieron que se les calumniaba y que les quedaba poca alternativa que renunciar en protesta, irse, o simplemente ser arrojados al precipicio por cómplices del gobierno.
Nick Turse encabezó lo que llegamos a llamar nuestro proyecto de la “legión de los caídos” con una lista de 42 nombres semejantes, que iban desde el conocido Jefe de Estado Mayor del Ejército, general Eric Shinseki (quien se retiró después de sugerir al Congreso que se necesitarían “varios cientos de miles de soldados” para ocupar Iraq) y Richard Clarke (quien se fue, horrorizado por la manera como el gobierno encaraba el terror y el terrorismo) a los moderadamente conocidos Ann Wright, John Brown, y John Brady Kiesling (tres diplomáticos que renunciaron para protestar contra la inminente invasión de Iraq) al poco conocido Archivista de EE.UU., John W. Carlin (quien renunció bajó presión, posiblemente para que varios papeles de Bush pudieran ser mantenidos en secreto). Para cuando Turse escribió su según artículo sobre la legión de los caídos en noviembre de ese año, y luego el tercero y último en febrero de 2006, esa lista de nombres había llegado a más de 200, sin que hubiera un fin a la vista.
Hoy, para su vergüenza eterna, el gobierno de Bush no sólo deja en ruina sus propios proyectos, sino a la nación en sí. Ningún muro podría bastar para sus especiales “logros.” Turse, quien recientemente escribió para la revista The Nation "A My Lai a Month" [en Rebelión bajo http://www.rebelion.org/noticia.php?id=76278], una denuncia impactante de la campaña de contrainsurgencia de EE.UU. en Vietnam que masacró a miles de civiles, vuelve en los últimos instantes de este gobierno deshonrado con un adecuado artículo de toque final para los que cayeron honorablemente en Washington. Hay que tomarlo como el último de la “legión de los caídos,” un artículo memorial – para que no olvidemos. Tom
"La matamos… eso me perseguirá hasta el fin de mis días.”
Las lecciones de guerra y verdad de Lawrence Wilkerson
Nick Turse
Las naciones en proceso de cambio son naciones necesitadas. Un nuevo presidente asumirá próximamente el poder, enfrentando decisiones difíciles no sólo sobre dos guerras muy prolongadas y una crisis económica en profundización permanente, sino respecto a un gobierno que hace tiempo que va moralmente a la deriva. La tortura como política de Estado, secuestros, prisiones fantasma, vigilancia en el interior, militarismo progresivo, guerras ilegales, y mentiras oficiales, han estado siempre a la orden del día. Momentos como éste piden narradores de verdades. Piden Comisiones de Verdad y Reconciliación. Piden testigos dispuestos a presentarse en público. Piden almas valerosas dispuestas a sacar a la luz del día realidades ocultas y prohibidas.
Lawrence B. Wilkerson pertenece a esa especie de hombre. Llegó a la prominencia nacional en octubre de 2005 cuando – después de haber dejado anteriormente en ese año su puesto como jefe de gabinete del Secretario de Estado Colin Powell – puso al desnudo algunos de los secretos de la Casa Blanca de Bush tal como los había vivido. Había estado en los aposentos del poder cuando se perfilaron la invasión y ocupación de Iraq. En el segundo período de Bush, desde afuera, pensó que ya le bastaba. El pueblo estadounidense, pensó, tenía derecho a saber exactamente cómo trabajaba realmente su gobierno, y por lo tanto le ofreció su visión del gobierno de Bush en acción: “Algunas de las decisiones más importantes sobre la seguridad nacional de EE.UU. – incluyendo decisiones vitales sobre Iraq en la postguerra – fueron tomadas por una cábala secreta, poco conocida. Estaba compuesta por un grupo pequeñísimo de personas dirigidas por el vicepresidente Dick Cheney y el Secretario de Defensa Donald Rumsfeld."
En los años desde entonces, Wilkerson, coronel del Ejército en retiro, no se ha mostrado reticente, especialmente cuando se trataba de “la militarización de la política exterior de EE.UU.” y la práctica de las entregas extraordinarias (los secuestros de presuntos terroristas y su entrega a manos de regímenes listos y dispuestos a torturarlos).
Tampoco, antes en este año, rehuyó testificar ante el Subcomité Judicial de la Cámara sobre la Constitución, Derechos Civiles, y Libertades Civiles, sobre cómo, en 2004, mientras todavía estaba en el Departamento de Estado, había compilado un “expediente de información clasificada, confidencial y de código abierto” sobre las prácticas de interrogatorio y de encarcelamiento de EE.UU. en la prisión Abu Ghraib en Iraq, que presentó, dijo, “abrumadora evidencia de que mi propio gobierno había avalado los abusos y la tortura.”
“Hemos dañado nuestra reputación en el mundo y por lo tanto reducido nuestro poder,” dijo ante el panel al terminar. “Una vez fuimos vistos como modelo de derecho; ahora representamos en muchos rincones del globo una burla del derecho.”
Wilkerson ha pasado la mayor parte de su vida adulta al servicio del gobierno de EE.UU. como soldado durante 31 años, incluyendo el servicio militar en Vietnam; como asistente especial del Jefe del Estado Mayor Conjunto; como Director Adjunto del Colegio de Guerra del Cuerpo de Marines de EE.UU.; y finalmente, de 2002 a 2005, como jefe de gabinete para Powell en el Departamento de Estado. Su servicio más vital para su país, sin embargo, ha tenido lugar, casi indiscutiblemente, en los años desde entonces.
Wilkerson has se ha convertido en un franco narrador de verdades, y de todas las verdades que ha contado, hay una que es especialmente personal y dolorosa; una que, después de tantos años, podría haber guardado para sí, pero decidió no hacerlo. Es una historia, de verdad, consecuencias, y una pequeña muerta, que sucedió hace décadas. Ese hecho no la hace menos oportuna, ya que ofrece lecciones esenciales, especialmente a soldados de EE.UU. involucrados en guerras aparentemente interminables que han llevado a la muerte de innumerables civiles, incluyendo niñas pequeñas.
“Me culpo por lo sucedido hasta hoy.”
Testificando ante ese subcomité del Congreso, en junio, Wilkerson declaró:
“En Vietnam, como teniente y capitán de Infantería, tuvo que refrenar en diversas ocasiones a mis soldados, incluso a uno o dos de mis oficiales. Cuando las autoridades superiores tomaban decisiones como ser declarar zonas de libre fuego – con lo que se quiere decir que se podía matar a todo lo que se moviera en esa zona – y uno encontraba a un niña de 12 años en un sendero en la selva, era obvio que no iba a obedecer esas órdenes. Pero algunas situaciones no eran tan evidentes y siempre había que estar en guardia contra la posibilidad de que los soldados fueran demasiado lejos.
Como su jefe, me correspondía establecer el ejemplo – y eso significaba que a veces tenía que amonestar o castigar a un soldado que infringía las reglas. En todos los casos, quería decir que personalmente yo seguía las reglas no sólo al ‘infringir’ las así llamadas reglas de enfrentamiento, como en las zonas designadas de libre fuego, sino también al seguir las reglas que me habían grabado mis padres, mis escuelas, mi iglesia, y el Ejército de EE.UU. en clases sobre las Convenciones de Ginebra y lo que llamábamos la ley de la guerra terrestre. Me habían enseñado, y lo creía firmemente cuando presté juramente como oficial y juré apoyar y defender la Constitución, que los soldados estadounidenses eran diferentes y que gran parte de su fuerza y espíritu en el combate provenían de esa diferencia y que gran parte de esa diferencia estaba resumida en nuestra humanidad y nuestro respecto por los derechos de todos.”
Casi dos años antes, junto con la periodista Deborah Nelson, nos reunimos con Wilkerson en un café Starbucks en las afueras de Washington, D.C. Nos acurrucamos en la parte trasera del café, mientras, en medio del estrépito de las conversaciones de los camareros y el zumbido de las máquinas de hacer café, Wilkerson nos hablaba de su servicio en Vietnam: Cómo voló bajo y lento – a menudo sobre las copas de los árboles – como piloto scout para la infantería, en un OH-6A "Loach" Helicóptero Ligero de Observación, operando en la región del III Cuerpo, bien al norte de Saigón. Durante sus 13 meses en Vietnam, Wilkerson registró más de 1.000 horas en combate, sin haber sido herido o haber sido derribado una sola vez. Sus soldados – supervisó a 300 hombres al fin de su período – solían llamarlo el “tipo Teflon” por buenos motivos.
Pero dos eventos durante su estadía en Vietnam no lo abandonaron, según sus propias palabras. Quedaron, en los hechos, indeleblemente grabados en su memoria.
Uno sucedió cuando, como joven teniente, se metió en una batalla verbal con un comandante de batallón de infantería – un teniente coronel – en tierra, en la Provincia Tay Ninh. Estaba en el aire dirigiendo su pelotón cuando el comandante en tierra le habló por la radio, declarando que el área sobre la cual volaba su helicóptero era una zona de libre fuego.
Omnipresentes durante la guerra, las zonas de libre fuego daban a los soldados estadounidenses autorización para desencadenar un poder de fuego sin restricciones, no importa quién estuviera viviendo todavía en el área, una contravención de las leyes de la guerra. La política permitía, por ejemplo, que descargas de artillería, fueran dirigidas contra áreas rurales pobladas, que los helicópteros artillados Cobra abrieran fuego contra campesinos vietnamitas sólo porque corrían atemorizados por el suelo, o que soldados rasos novatos en el terreno tiraran a mansalva contra niños que estaban pescando y campesinos que trabajaban en los campos. “Para los pilotos de Cobra y algunos de mis colegas en el pelotón Loach era como una licencia para disparar contra todo lo que se movía: jabalíes, tigres, elefantes, gente. No importaba,” nos dijo Wilkerson.
En esa ocasión, el comandante del batallón ordenó a Wilkerson y a su unidad que iniciaran “reconocimiento mediante el fuego” – básicamente que dispararan desde sus helicópteros a áreas cubiertas por maleza, líneas de árboles, ‘hootches’ (como llamaban las casas de campesinos vietnamitas), u otras estructuras, en un intento por atraer fuego enemigo e iniciar contacto. Sabiendo que, demasiadas veces, eso llevaba a que civiles inocentes fueran heridos o muertos, Wilkerson dijo al comandante en tierra que sus soldados sólo dispararían contra combatientes armados. “Al diablo con su zona de libre fuego,” le dijo.
Un piloto de Coba “de gatillo fácil” bajo su comando se inmiscuyó entonces en el enfrentamiento verbal por radio, poniéndose de parte del comandante de batallón. Ante esa actitud, como Wilkerson lo describió ese día, maniobró su propio helicóptero entre el Cobra artillado y la zona de libre fuego debajo. “Si disparas, me darás a mí,” dijo por su radio. “Y si me tocas, amigote, voy a armar mis cañones y te voy a disparar.”
La batalla verbal continuó hasta que, como lo contó Wilkerson, vio movimiento abajo. “No había nada ahí, fuera de una casa con un hombre, probablemente de unos setenta [años], una anciana, probablemente de la misma edad, y dos niños chicos.” Cuando informó al comandante del batallón y al piloto del Coba, Wilkerson recuerda, “todos se calmaron ‘porque se dieron cuenta de que, si hubieran disparado cohetes a esa casa, probablemente habrían matado a toda esa gente.”
Una situación similar se desarrolló con consecuencias mucho más lúgubres en un “área semi-selvática, de arrozales” en la provincia Binh Duong. Una vez más, un comandante en tierra declaró el área zona de libre fuego, y esa vez Wilkerson no dijo de inmediato a su equipo que no tuvieran en cuenta la orden. “Me culpo hasta hoy por ello,” nos dijo.
Unos 15 minutos después, cuando su helicóptero salió de la jungla a una carretera, apareció una carreta de bueyes que ya habían visto antes. “Antes de que dijera algo, el jefe de mi equipo soltó una ráfaga de munición de ametralladora. Y tenía muy buena puntería. Dio directamente en el carruaje.” Para cuando Wilkerson le ordenó que cesara el fuego, ya era demasiado tarde. “En resumen, había una niñita en la carreta y la matamos. Y eso me perseguirá hasta el fin de mis días.”
Incluso sin aprobación directa de Wilkerson, el jefe de equipo del helicóptero sólo estaba realizando una política estadounidense tal como fue establecida a nivel de comando – un punto que Wilkerson subrayó en junio al discutir su experiencia de la Guerra de Vietnam con el subcomité del Congreso. Al hacerlo, también presentó una de las verdades esenciales de la Guerra de Vietnam: que seguir las “reglas de enfrentamiento” de los militares de EE.UU. podía significar que se violaban las leyes de la guerra y los principios básicos de humanidad.
“Donde están enterrados los trapos sucios…”
En una reciente entrevista de seguimiento por correo electrónico Wilkerson reflexionó sobre la cualidad de indignación moral y el valor de la disposición de enfrentar a la autoridad – en Vietnam y, décadas después, en Washington.
“Siempre fui una especie de inconformista en ese sentido, oponiéndome a la autoridad cuando pensaba que la autoridad se equivocaba, particularmente si era un error ético,” escribió. “Creo que uno de los motivos por los que Powell me tuvo como 11 años trabajando directamente para él, fue porque a diferencia de la mayoría de la gente a su alrededor yo le decía lo que pensaba en un nano-segundo – incluso si contradecía lo que yo creía que él pensaba.”
Aunque Vietnam puede haber contribuido a la avidez de Wilkerson por hablar abiertamente, el ímpetu primordial para sus comentarios y escritos públicos desde 2005 vino del propio gobierno de Bush. “Sentí que la incompetencia, el engaño, y ciertas acciones del gobierno dañaban realmente a la nación, disminuyendo nuestro poder real en el mundo en tiempos en los que necesitaban todo lo que podíamos conseguir.”
Wilkerson reconoce que los que se pronunciaron contra el gobierno de Bush lo hicieron por su propia cuenta y riesgo. “La gente tiene familias que considerar, posiciones, salarios, medios de vida. No son cosas fáciles – particularmente cuando en nuestra república hemos mezclado la baraja cada vez más a favor de los que detentan el poder.” Como una especie de denunciante (aunque estuviera fuera del poder y del gobierno), Wilkerson ciertamente se expuso a potenciales represalias. A diferencia de la ex funcionaria de la CIA, Valeria Plame, sin embargo, no ve evidencia alguna de que haya sucedido.
Wilkerson, en un tono como si se burlara de sí mismo, sugiere que tuvieron piedad de su persona porque “soy una persona de poca monta en un contexto mayor y por ello poca gente escucha o hace caso de mis divagaciones.” Pero también señala otra posible razón: “Los que están en el poder probablemente creen que todavía soy próximo a Powell – y le temen mucho porque sabe dónde están enterrados muchos de los trapos sucios.”
Divulgando la verdad
Desde que Wilkerson se hizo presente en 2005, han aparecido denunciantes de todo tipo – de veteranos que testificaron en el Congreso en mayo sobre violencia perpetrada contra civiles iraquíes, a personas de confianza de altos niveles, en los últimos días de un período impotente, para hablar en público de batallas internas sobre el espionaje en el interior.
Wilkerson no considera su reciente revelación de su papel en la muerte de una niña vietnamita como análoga a sus actos posteriores como revelador de la verdad en el gobierno de Bush, pero reconoce el valor de sacar a la luz su asesinato.
“No fue una revelación de la verdad en el sentido de que no haya sido conocida previamente. El comandante del batallón en tierra lo sabía, los soldados lo sabían, mi tripulación lo sabía – por cierto, que yo sepa fue incluida en los informes intel [de inteligencia]. Pero en un sentido más amplio, sí, se suma a la riqueza de literatura e información que ahora es de [dominio] público… En breve, existe amplia evidencia disponible para el público sobre el infierno que es la guerra, de la carnicería, destrucción, almas arruinadas, y devastación.”
La revelación de experiencias semejantes, espera Wilkerson, será especialmente útil para los soldados de nuestros días. “Creo que los soldados alistados jóvenes debieran leer lo más posible sobre lo que otros han hecho en guerras anteriores, en particular por ‘mantener limpio nuestro honor,’ como dice el himno de los marines.”
Al hablar de su experiencia en Vietnam, Wilkerson ha ciertamente añadido al largo historial de sufrimiento civil como resultado de las guerras de EE.UU. en el extranjero – ofreciendo una sombría lección para los soldados de EE.UU. que sean desplegados en ultramar. Y para los soldados que ya han servido en las guerras de EE.UU. en Iraq y Afganistán, es un ejemplo de la manera como pueden seguir sirviendo a EE.UU. al hablar explícitamente sobre todos los aspectos de su servicio, incluso las partes tenebrosas de las que los estadounidenses a menudo no quieren oír.
La única pregunta es: ¿Tendrán el valor necesario para seguir su camino?
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
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Nick Turse es editor asociado y director de investigación de Tomdispatch.com. Ha escrito para Los Angeles Times, San Francisco Chronicle, Adbusters, the Nation, y regularmente para Tomdispatch.com. Su primer libro: “The Complex: How the Military Invades Our Everyday Lives,” una exploración del nuevo complejo militar-corporativo en EE.UU., fue recientemente publicado por Metropolitan Books. Su sitio en la red es: Nick Turse.com
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