02 septiembre 2009

LOS GENERALES DE LA MATANZA, FALSOS PROFETAS DE LA VERDAD

En boca de general mentiroso, hasta el ejército más humanista se hace dudoso

Los informes de transgresiones de soldados de Israel continúan hasta el día de hoy y Tzahal persiste que la única verdad son los reportes de sus voceros oficiales, sin agregar, en general, otras pruebas fidedignas.

“Un alto oficial de Tzahal mintió. Increíble, pobres los oídos que lo escuchan. ¡Mintió!. ¡En Tzahal! ¡Un oficial! ¡Y encima de alto rango! No al enemigo a quien engañarás en la guerra con artimañas. No a las Naciones Unidas, uniformando a soldados con ropa de policías. No a los norteamericanos. Por supuesto, todo eso es permisible. Engañar al no judío, mentirle y embaucarlo es un precepto sagrado. Por el camino recto solo camina el rebaño al degüello. El problema se complicó pues el oficial engañó insolentemente a los altos mandos del ejército y de forma burda, tal que finalmente fue descubierto.” (1)

El agudo comentario del prestigioso analista militar Amir Oren no hace más que poner de relieve la perplejidad y desconcierto que reina en el ejército israelí como consecuencia de la embarazosa situación creada en los últimos meses con motivo de la revelación y difusión de casos en que galardonados generales mintieron a superiores.

Tanto el artículo de Amir Oren como de la mayoría de los analistas militares se concentran en problemas de mando, liderazgo, normas, disciplina y penalización. El debate enfoca primordialmente la disyuntiva entre perdonar a quien los laureles y condecoraciones de un pasado glorioso lo ubican entre los más intrépidos y avispados de los combatientes, o penalizarlo como a un vulgar cadete del curso de oficiales que ante una insignificante falta disciplinaria lo fletan inmediatamente fuera del marco.

Esta visión restringida de los analistas, lo mismo que la del ejército, no llama la atención. En situación de conducir o analizar un conflicto, tantos los unos como los otros dan importancia a los componentes de la estrategia militar: comandos y control, desplazamiento de unidades, municiones, equipamiento, etc. y dejan de lado el importante flanco que hoy en día es la imagen de Israel ante grandes sectores de la opinión pública mundial. A diferencia de los campos de batalla tradicionales, en este frente, para triunfar, los proyectiles no se cargan con pólvora sino con palabras, pruebas, y fundamentalmente, con un alto contenido de veracidad y confianza que se gana con la experiencia y el tiempo.

El comportamiento del vocero del ejército de Israel durante el operativo “Plomo fundido” de principios del corriente año es un fiel ejemplo de ese desdén y falta de consideración. Como se recordará, el masivo ataque israelí produjo una impactante tragedia con cuantiosas víctimas humanas, muchas de ellas civiles no vinculados a los combates. Ya desde el principio el comando israelí impuso una cortina de humo informativa impidiendo todo acceso de periodistas, inclusive israelíes, difundiendo testimonios solo por medio de los voceros autorizados del ejército. Los reportes oficiales acentuaron el alto grado de moralidad y preocupación por la vida humana de los palestinos de parte de los soldados israelíes y que la verdadera culpa de las víctimas se debe atribuir a Hamas debido a que buscaba protección en concentraciones civiles.

Una vez que finalizaron los actos de beligerancia comenzaron a propagarse informes que detallaban horrendas atrocidades atribuidas a fuerzas israelíes citando como fuente diversos medios, inclusive soldados israelíes que participaron en los combates. Tanto las Naciones Unidas como distintos agrupaciones de voluntarios en defensa de los derechos humanos expresaron su intención de constituir comisiones investigadoras a los efectos de obtener una clara imagen de los acontecimientos. La respuesta del comando israelí fue tajante y clara. Desde la prohibición a entrar en Gaza como negando toda cooperación cuando no pudo impedir el ingreso de los investigadores de las Naciones Unidas.

Los informes de transgresiones de soldados de Israel continúan hasta el día de hoy y Tzahal persiste que la única verdad son los reportes de sus voceros oficiales, sin agregar, en general, otras pruebas fidedignas. Esta táctica de información es muy problemática pues al no permitir la transparencia, Israel se arrincona en una esquina en donde al observador externo e independiente solo le queda una de dos posibilidades: creer o no creer al vocero o general israelí.

Está claro que los últimos tropezones de los generales tiran abajo gran parte de los argumentos por los cuales Tzahal demanda que se desacrediten prestigiosas organizaciones internacionales que denuncian reiteradamente las transgresiones del ejército de Israel y se adopte únicamente su versión oficial. Parafraseando a nuestros astutos antepasados, no nos podemos olvidar que: en boca de general mentiroso, hasta el ejército más humanista se hace dudoso.

Si continuamos el mismo camino arrogante, demandando el reconocimiento de la propiedad de la verdad en base a versiones de discutida autenticidad, seguiremos acumulando brillantes victorias en el terreno militar pero estas serán fatalmente derrochadas en humillantes derrotas y fracasos en el marco de la opinión pública mundial trasmitiendo una imagen cada vez más deteriorada y problemática de Israel.

(1): “Es mejor decir la verdad por la patria”, Amir Oren, diario Haaretz (Tel Aviv), 14-8-09.
La fuente: Daniel Kupervaser es el editor del blog Ojalá me equivoque, dedicado a la discusión de los temas centrales de la sociedad israelí.

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