01 enero 2008

El Ejército más peligroso

ALBERTO SOTILLO − ABC

Bush, también. Pero no ha sido el único. Durante treinta años Occidente ha confiado en que los militares convertirían a Pakistán en un país fiable. Y tras todo este tiempo, Pakistán se ha convertido en el país más peligroso del mundo. Todo lo que decía de Irak antes de la invasión era perfectamente aplicable a Pakistán: armas de destrucción masiva, santuarios terroristas y escuelas de Al Qaida incluidos.
Desde el golpe del general Zia Ul Haq, coronado por el ahorcamiento del presidente Zulfikar Alí Bhutto, padre de Benazir, los militares paquistaníes han gobernado en alianza con los islamistas que, desde entonces, no han dejado de radicalizarse. En la guerra fría, los militares se presentaron como aliados de EE.UU. Pero ellos siempre tuvieron su propia agenda. No era la caída del comunismo ni el restablecimiento de la democracia lo que les interesaba, sino la transformación de Pakistán en una superpotencia. Su obsesión ha sido Cachemira; sus aliados, los fundamentalistas; y su único enemigo, la India. En la dinámica de su propio juego -tan olvidados por todos nosotros- el control militar directo de Afganistán les parece esencial para dotar a su país de «profundidad estratégica». El Ejército ha sido el único dueño del juego por más que, de vez en cuando, cediera parte del poder a algún partido. Benazir gobernó en 1988 y 1993, pero ni se le pasó por la imaginación recortar el poder del Ejército, que seguía a lo suyo entre Afganistán y Cachemira. Los militares protegieron a los talibán con Benazir en el poder y Bill Clinton mirando hacia otro lado. Apenas veinticuatro horas antes del asesinato de la mujer que decía que ahora sí se iba a acabar con ese peligroso juego, «The New York Times» contaba que los 5.000 millones de dólares de ayuda militar concedida por EE.UU. a Musharraf para combatir a Al Qaida y los talibán se habían gastado íntegramente en hacer frente a la India. Musharraf, sí, ha sido un aliado de EE.UU., pero ha gobernado con el apoyo de islamistas radicales y ha mantenido incólume la agenda política del Ejército paquistaní, a la que nadie quiere echar un vistazo. Por puro pánico, probablemente.

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