01 septiembre 2007

Los idiotas en el país de las maravillas




Israel y los israelíes tienen un flamante juego, un solaz extravagante que ocupa las horás útiles e inútiles de los fariseos del desierto: el chusmerío.
“El ejército israelí se está preparando para la guerra con Siria. Los sirios se están preparando para reconquistar el Golán. El presidente de Siria ofrece negociaciones de paz con israel. Olmert no cree en la sinceridad de los sirios. El primer ministro de Israel no descarta hacer la paz con los sirios.”.
Aunque en Israel estuvieron muy ocupados con el 40ª aniversario de la guerra de los seis días, el cruce entre los dos Ehúdes (Olmert y Barak), el chusmerío en los medios es un ejercicio de hipocresía sobre la sangre y los cadáveres de palestinos e isaelíes.
Todo parece volver hacia los orígenes... Las borracheras de antiguos triunfos militares, las canciones, las anécdotas, los yacimientos de nuevas interpretaciones y la repetición de alicaídas canzonetas de victoria. Nada nuevo: el pueblo de israel va de jolgorio en jolgorio, los responsables de los 170 israelíes caídos en la aventura del Líbano y el millar caído en ese país no cuentan. Ya están muertos y el señor primer ministro ha vociferado, desde el estrado de la Kneset, que volvería a tomar las mismas medidas que el 12 de julio de 2006. La Comisión Winograd, las declaraciones de militares con cabeza sobre los hombros (y no entre los hombros, como Jalutz y Cía.) escarmientan la incapacidad de los generales de la derrota, pero la realidad, a veces, no funciona para nada. Vivimos en el país de los juegos o, mejor aún, en el país de las maravillas. Como la Alicia de Lewis Carroll.
En esta última semana los legionarios israelíes, vapuleados en el sur del Líbano, han matado a cinco niños palestinos (el conocido y sangriento “tiro al niño”). El periódico israelí Haaretz ha publicado ayer (31 de agosto) en su editorial titulado “Cinco niños por semana”, el siguiente párrafo liminar:

Tres niños palestinos fueron muertos anteayer en el norte de la Franja de Gaza por disparos de Tzáhal. Los tres son sobrinos de la familia A−Ruahala: Iejia, de doce años, Majmud, de 10 y Seara de 10 años. La reacción del pueblo israelí ante las muertes de los tres, como la muerte de otros dos niños varios días antes, por disparos de los soldados, fue decididamente indiferente, como si se tratara de una decisión divina, o de un “precio razonable” que se equipara a los lanzamientos de kasamin desde la Franja.

Seamos realistas y objetivos: hay veces en que el señor Olmert pareciera querer imitar a Bonaparte el tío, cuando en realidad es una imitación ridícula de Bonaparte el sobrino, el malabarista que ensambló a varios grupos de poder y vivió sirviendo los intereses de una minoría corrompida.
Este mismo Olmert es el jefe vergonzoso de los corruptos que medran en Kadima y su entorno. Todos los ladrones de cuello blanco se han agrupado alrededor del primer ministro, acusado de hacer negocios ilícitos, favorecer a sus amigos en licitaciones públicas, ventas de empresas, percepción de coimas y otras bellezas por el estilo. “Sé que soy un ministro impopular...”, confesó hace unos meses.

Los dirigentes laboristas, entretanto, estuvieron guerreando entre sí para ocupar la jefatura del partido. Día y noche. Y como carecen de líderes, han reciclado a Barak, el pequeño y rechoncho hombre de negocios que no ve antagonismo entre los “busines” y el ministerio de seguridad...

El ejército, como el toro que embiste a ciegas al torero, ha vuelto al ruedo de Gaza, la sangre se desplaza por los guetos y la ciudad de Gaza, en tanto el mundo culto, democrático, que almuerza con la servilleta al cuello, usa cubiertos sofisticados, mastica los bifes de chorizo de 300 gramos o platos del más alto arte culinario, vinos añejos y postres empalagosos mientras cambia impresiones sobre lo que ocurre entre palestinos e israelíes.

En el interín, Bagdad asemeja los antiguos mataderos de Chicago o a los frigoríficos Swift o la Negra.Nadie atina a nada. Las chicas musulmanas van con el velo y ocultas hasta los tobillos; los muchachos palestinos disparan sus kalatchnicovs al aire; los soldados israelíes, guiados por los informantes del servicio del shabac israelí, juegan al tiro al niño con sanguinolentas muecas de bienestar. En los últimos días se han esmerado en matar a niños y niñas (qué “irresponsables los padres”...), en una especie de entrenamiento en “vivo y en directo”.
El planeta tierra, circuncidado por el smog, bosteza de cansancio existencial e Israel sigue soñando con ser el país de las maravillas. Hasta que despierte y se encuentre con la realidad concreta.

Hasta entonces, hagan juego, caballeros, que hay que vender armas, comprar armas, fabricar armas, matar con armas gente al por mayor. Se trata del negocio más remunerado en el planeta, y sobre todo en el Medio Oriente. Es la actividad preclara del multimillonario, sociólogo y filántropo mister Gaidamak, el patrón del equipo de fútbol Beitar Jerusalem, cuya hinchada es la más racista, chovinista y primitiva, y cuyo placer supremo es vociferar en los estadios: “Muerte a los árabes”.

Abraham Burg no anda muy equivocado: el sionismo participa de su propio funeral...

Andrés Aldao

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