19 julio 2007

¡Aquí no ha pasado nada!

Pasó la segunda aventura del Líbano. Hace exactamente un año los pobladores del norte de Israel vivíamos la pesadilla de los disparos de artillería y las katiushas. El informe Winograd dejó al descubierto la incompetencia de Olmert y Cía., la soberbia de los generales de la derrota, militares de mucho sueldo y ninguna capacidad militar. Gaza es el taller de experimentación de estos "brillantes" estrategas que han sido derrotados por milicias de combate preparadas para defender la soberanía de su país. En Gaza, los militares israelíes practican todas las artes de la guerra contra milicianos aficionados, en medio de una aglomeración de civiles, donde cada ataque de los militares de la derrota en guerra provoca la muerte de civiles, niños, bebés, mujeres y ancianos, y palestinos que no tienen ninguna relación con la lucha armada.

El mundo calla, La ONU emite declaraciones conmovedoras, condenatorias de la violencia israelí, pero no han votado ninguna sanción contra Israel.
El actual primer ministro y su corte de pequeños cortesanos de palacio se debaten entre la sobrevivencia política y la muerte civil.
El señor Olmert tiene el apoyo del 3% de la población. Nadie le cree, nadie lo apoya, tres cuartas partes del país lo repudia, pero la confabulación de los políticos del gobierno y de la oposición hace causa común, hablan de las elecciones pero como figura retórica. La calidez de la butaca parlamentaria, las prerrogativas y beneficios que reciben, el mundo de ensueño en que transcurren sus realidades (que nada tienen que ver con la objetividad del mundo exterior), les permite ganar tiempo y seguir dentro de esa burbuja de la Kneset, un hogar confortable al que resulta imposible renunciar.

Este país es un escollo para la paz: desde que los generales manejan los asuntos de estado, imponen leyes (que votan los sumisos parlamentarios), determinan normas que causan nuevos y peores sufrimientos a la población de la Franja de Gaza, gobernada por sus legítimas autoridades, elegidas en una votación democrática, limpia de toda sospecha, controlada por veedores de las Naciones Unidas.

Los militares israelíes, luego del silencioso golpe de estado que tuvo lugar pocos días antes del 12 de julio de 2006, manejan los asuntos de estado con espectacular discreción. La mira de esos sediciosos está puesta en la revancha: el informe del Contralor del estado los enerva, los desequilibra, les hacer perder la compostura.
Lo lamentable de ese objetivo nazifascista, guerrerista chovinista, es que la población civil va a sufrir enormes pérdidas de vidas y destrucción de la infraestructura y bienes. ¡No importa! El orgullo, el honor "manoseado" por los "bárbaros" del Hizhballa (que osaron defenderse de la aventura de Tzáhal) les ha creado una minusvalía que, por el momento, se expresa por medio de agresiones verbales, bravatas huecas.

Militares, políticos,y una gran parte del pueblo fundamentalista, los partidarios del "Israel uber alles", no pueden dormir de noche a causa de la pesadilla de la derrota, de la altanería humillada, de la infalibilidad de palabra y la paliza práctica. Y no aprendieron ni aprenden la lección... Personalmente, pienso que nunca la van a aprender.
Reitero el consejo de Abraham Burg: todos los que sabemos de la próxima derrota, tengamos el pasaporte en el bolsillo.Andrés Aldao

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