El debut del terror: La triple A
por Andrés Aldao
El 1º. de noviembre de 1974, a las 14.50 horas, mientras me dedicaba a revelar unos rollos en el pequeño laboratorio de mi casa, unos golpes inusuales alteraron la quietud de una tarde apacible y soleada. Había regresado de la oficina donde efectuaba mi trabajo periodístico como secretario de redacción de una revista industrial. Mi mujer había salido con nuestros dos hijos, el más pequeño de apenas quince días. Me acerqué a la mirilla y ví a una patota de seis tipos con metralletas en sus manos... No dudé, me fui hasta el patiecito trasero y me descolgué hasta el departamento de la planta baja. Salí por el pasillo y me apresaron en la esquina de Díaz Vélez y Medrano: se quedaron con las ganas de boletarme, estaba desarmado (era obvio) y unas treinta personas salieron del café y contemplaban la escena. Y es pertinente pensar que, junto a la luminosidad de la tarde, esa gente salvó mi vida. Esa mañana, a la hora ocho, voló por los aires el yate del CC (comisario criminal) Alberto Villar. Todos los grupos represivos salieron a a la caza de “zurdos hijos de puta”, fuesen peronistas, marxistas, maoístas, troskistas. etc.).
Quince días antes, a unas cuadras de allí (en la calle Cangallo) la Triple A había asesinado a Silvio Frondizzi. Ese fue mi primer trato directo con la banda parapolicial creada por el secretario de Perón el Viejo. Pasé unos meses en “coordina”, hasta mayo de 1975 en Devoto, desde allí hasta que nos dieron el derecho a la opción (en octubre de 1975) en el penal de Resistencia, Chaco, y luego el largo exilio (que no pudimos remontar) en Israel...
No tengo intención de relatar ese fragmento de mi vida, sino introducir el tema y hacerme la siguiente pregunta: si la mayor parte de los criminales del proceso están enjuiciados y son conocidos, ¿cuál es la razón por la que los integrantes de los comandos de la Triple A sigan en libertad, no se han dado a conocer sus nombres, no se han abierto ni investigado los archivos? ¿Cuál es la razón por la que los comandos que fueron a buscarme siguen libres? Para la memoria, para el juicio inacabado de esos criminales, en memoria de las víctimas del terrorismo de estado anterior al proceso, publico esta nota publicada en un diario argentino de triste memoria. ( Andrés Aldao)
Hace 30 años, el senador radical Hipólito Solari Yrigoyen sobrevivía al primer atentado cometido por la siniestra organización de ultraderecha creada por José López Rega
Hipólito Solari Yrigoyen, que entre 1973 y 1995 sumó doce años como senador nacional por Chubut, es un hombre de hábitos estables. Vive en Puerto Madryn en la misma casa que se construyó en los sesenta, usa cuando viene a Buenos Aires su departamento de siempre, sobre la avenida Santa Fe, y hasta conserva la misma cochera de hace treinta años, a sólo una cuadra, en el garage de Marcelo T. de Alvear 1276. Que conserve la cochera y allí estacione su auto actual -un Renault 9 sedentario- es una curiosidad. Pero que viva, que este radical de mucho más coraje y cicatrices que rencores viva, es ya un dato histórico. Una excepción. Acaso un milagro.
En esa cochera, hace treinta años, voló por los aires apenas encendió el motor de su Renault 6, donde lo esperaba una bomba destinada a matarlo. Aunque el objetivo no se cumplió, el atentado figura con relieve en todos los libros dedicados a los años de plomo -y seguramente en los textos de historia que vendrán- porque así debutó, ese 21 de noviembre de 1973,
Se acaban de cumplir, pues, tres décadas del bautismo de fuego de la mayor banda de ultraderecha jamás conocida, autora de 600 o 700 asesinatos, que fermentó en el gobierno peronista 1973-76 y sirvió de piedra basal al terrorismo de Estado.
Cofundador del Movimiento de Renovación y Cambio de
A él, imposible soslayarlo, le causó otros contratiempos. Cuando ya había dejado la silla de ruedas y volvía a caminar -con muletas-, después de infinitas semanas de internación y seis operaciones de las piernas, en 1975 volvió a volar por los aires (en sentido más literal aún: chocó contra el techo del dormitorio) cuando
Más tarde, ya bajo el Proceso, la represión ilegal que había fagocitado a
La voladura del auto ocurrió horas después de una sesión del Senado en la cual este político de hablar articulado, con una exposición de cuatro horas, había sido la figura central. Se trataba en el recinto la ley de Asociaciones Profesionales (por algún motivo, también la legislación laboral marcó las aguas políticas en los años ochenta y fue la chispa del escándalo de las coimas en el Senado en los noventa). Sostenía que aquella ley consolidaba una "oligarquía sindical". Enseguida, Lorenzo Miguel, uno de los hombres más fuertes del sindicalismo dominante, paradigma del burócrata sindical según las iracundas organizaciones de la llamada izquierda peronista, calificó públicamente a Solari Yrigoyen como "enemigo público número uno".
La prensa de la época no tardó en conectar esta declaración con el atentado y Miguel tampoco tardó en apersonarse en el Instituto del Diagnóstico para gesticular una condena, pero Solari Yrigoyen no la escuchó de sus labios porque a esa hora luchaba para evitar que le amputaran la pierna izquierda.
En cambio, el sobreviviente sí pudo oír apenas a la vicepresidenta Isabel Perón. La había enviado el presidente Juan Domingo Perón, quien el mismo día de la bomba caía en cama, no con una ligera indisposición, ahora se sabe, sino con una grave crisis que al año siguiente derivaría en su muerte.
Recuerda Solari Yrigoyen: "No sé si Isabel entendía lo que estaba pasando; me dijo: `¡no sé qué pretende esta gente!, ¿una Cuba, un Chile?´. Me hablaba como si el atentado lo hubiese cometido la izquierda". Un día antes del ataque el senador había recibido un sobre que decía AAA. "Ya no me acuerdo si lo traducían como Alianza Anticomunista Argentina o Alianza Antiimperialista Argentina (duda comprensible: ambos nombres se alternaron), pero yo sólo estuve en condiciones de contar la existencia de la amenaza días después. Cuando la conté, se conoció
Los sobres con amenazas y las listas de condenados a muerte por
Lo más notable de la condena oficial al atentado sufrido por Solari Yrigoyen es que a Isabel la había acompañado al sanatorio -aunque no habló con el paciente- el ministro de Bienestar Social, José López Rega. Es decir, el creador de
El obsecuente López Rega, ex cantante, astrólogo, sirviente, secretario privado del general, sargento de
Esotérico Rasputín, temerario emergente de un gobierno que prometía
Una parte de
Tampoco hubo voluntad política de esclarecer las amenazas ni las bombas colocadas en locales partidarios, una acción modesta al lado de las mutilaciones de algunas de las víctimas cuyos cadáveres -otra diferencia con el Proceso- aparecían luego y esparcían el espanto. Aunque sin una configuración orgánica definida,
La reciente desclasificación de documentos de aquella época pertenecientes al Departamento de Estado norteamericano permitió confirmar que la embajada de Estados Unidos en Buenos Aires conocía entonces el concurso gubernamental en
Sí supo todo el país en su momento que
De triste recuerdo, los crímenes de
Aún en estos días el tema Triple A descansa en paz...
Serçia un acto de justicia remover las cenizas del grupo asesino y hallar todas pruebas aunque no halla a quien investigar...■
Serçia un acto de justicia remover las cenizas del grupo asesino y hallar todas pruebas aunque no halla a quien investigar...■
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